Presentación de Omar Cortés | Capítulo trigésimo cuarto. Apartado 10 - Cárdenas y el movimiento obrero | Capítulo trigésimo quinto. Apartado 2 - Las empresas de Cárdenas | Biblioteca Virtual Antorcha |
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José C. Valades
HISTORIA GENERAL DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA
TOMO QUINTO
CAPÍTULO 35 - SOCIALISMO
CONTRADICCIONES IDEOLÓGICAS
El cardenismo, en pos de todo lo novedoso, empezó sus tareas simultáneas de lucha y consolidación desdeñando la idea de libertad; ahora que como la libertad fue el principio fundamental de la Revolución, se vio precisado a negar los
valores políticos del maderismo.
Madero, para la nueva hornada política de la Revolución,
había sido una un individuo débil, burgués e ignorante de los
problemas sociales, por lo cual, el cardenismo, con su mucha
beligerancia social y político se presentó a sí propio como el
verdadero empaque de la Revolución.
Sin embargo, como no era posible destruir una tradición
maderista y revolucionaria ni moda política, loca e insensata,
buscando una escuela que no poseía ni era capaz de instaurar, se
refugió en los pliegues del Socialismo —de un Socialismo
amorfo— y ello sin cambiar el texto constitucional de México ni
acoplar las instituciones públicas a la modalidad convenida.
La adopción fue tan categórica, que la Revolución desde ese
momento se hizo simbólica y con lo mismo perdió el sentido y
efectividad de los organismos democráticos.
Sin embargo, no era tan fácil y sencillo desvincular al país
del meollo indígena revolucionario. No era posible, por otra
parte, instaurar el Socialismo dentro de un país cuya Constitución
correspondía al antisocialismo. Además, los paladines de la
nueva hornada ni siquiera hallaban los vocablos propios para
explicar qué era el Socialismo, y cuál de las escuelas socialistas
iba a ser aplicada en México. El licenciado Emilio Portes Gil,
pretendiendo ser el teórico y maestro de la nueva pléyade
política, produjo tantas incoherencias literarias, que lo mismo
hizo de las voces ciencia y razón la quintaesencia del Socialismo,
que retomó a las definiciones del viejo liberalismo diciendo que
en éste no hay favorecidos ni favoritos de Dios; y al efecto
recomendó al magisterio mexicano que aprendiese las lecciones
del Socialismo ruso. En medio, pues, de afanes novedosos.
Portes Gil llevaba sobre sus hombros una cabeza indigesta de
ideas cogidas a izquierda y derecha.
De esta suerte, el ir y venir en torno al Socialismo se volvió tan grosero y amenazante, que si de un lado el departamento del
Trabajo expidió una recomendación a los mineros para que no
extrajeran más oro, porque lo que existía de este metal sobraba
para comprar el crimen y la deshonra; de otro lado, la
secretaría de Educación, entregada al proselitismo socialista, publicó
una biografía de Karl Marx con el fin, advirtió, de
despertar en algunos, nobles inquietudes, para en seguida
afirmar que la educación socialista mandaba poner la instrucción
pública bajo la soberana autoridad del Estado. Y no
había de detenerse allí ese desgarbado proceder de un ministerio
constitucional, sino que entregado a la aconstitucionalidad, se
declaró en contra de las nacionalidades, negó los derechos de
una patria, aceptó la lucha de clases y proclamó que no deberían
existir las artificiales fronteras políticas. La secretaria de
Educación, pues, abolía de una plumada la división entre
México y Estados Unidos.
Tales extravíos, que eran la negación de México, cometidos
por funcionarios públicos dentro de un Estado cuya Constitución
era la manifestación severa y celosa de la conservación de
la autonomía política de México, de la integridad territorial y del respeto a los valores patrióticos, constituyeron un desafió al
alma de la nacionalidad mexicana; hicieron creer que el
Presidente carecía de capacidad para dominar todos esos
atrevimientos apátridas e hicieron de aquel período de transición,
uno de los más peligrosos del México moderno, de manera
que la gente se apartó del aparato estatal y el país estuvo a punto
de recaer en las tentaciones sediosas.
Llegó a corrobar aquel rosario de negaciones que fabricó el
partido cardenista, el hecho de que el propio presidente
Cárdenas criticara la economía individual y la escuela liberal
capitalista; de que Portes Gil afirmase que la doctrina mexicana
del pasado sólo había servido para que los cerebros estuviesen
al servicio de la explotación capitalista, y de que Lombardo
Toledano asegurase que las cincuenta virtudes cardinales de Rusia
soviética, eran incomparables y aplicables a México.
La Revolución mexicana, como había sido concebida, iba
quedando reducida a cenizas por la nueva generación revolucionaria,
de manera que el general Francisco J. Múgica, el
inspirador político del presidente de la República, afirmó que la
propia Revolución, hecha ya gobierno sólo era un acontecimiento
histórico, en tanto que el licenciado Ramón Beteta explicó
que la propia Revolución constituía el resultado de un conjunto
de errores y apariciones del régimen capitalista.
Los idearios de la natividad revolucionaria estaban siendo
sustituidos, pues, por otros que en la superficie eran complementos
progresistas, pero que en el fondo contrariaban la tesis de
la Revolución. Así, el materialismo histórico y la lucha de clases
tomaron el carácter de ideas sagradas, y la misión del
gobierno no fue ya, en la apariencia, el mando político, ni las
garantías populares, ni el cumplimiento de las leyes, ni la
función de las instituciones democráticas, sino la redención
social y económica de las clases trabajadoras y la distribución
equitativa de la riqueza nacional.
En medio de un nuevo léxico político, tan atropellado como
alucinante, funcionarios y líderes de todos los géneros correspendieron en tareas competitivas de palabras y definiciones; y si
la secretaría de Educación editó una colección llamada
Biblioteca del Estudiante, para instruir a la juventud en las cosas de Marx, la Universidad Nacional fundó la escuela de Economía, para dar oportunidad al estudio del Marxismo y el
departamento del Trabajo no sólo hizo de la celebración del 1°
de Mayo un motivo de censuras al capitalismo, antes también
advirtió que se proponía atraer a los jóvenes mexicanos hacia el
conocimiento del Socialismo.
Con todas esas ocurrencias, se dio la idea de que el numen
de Carlos Marx había conquistado a México en horas casi
fabulosas, durante las cuales, la ingenuidad lugareña quiso llevar
más allá de la frontera norte del país, la buena nueva del
hallazgo socialista, editando la secretaría de Educación, al
caso, un folleto en inglés y una película cinematográfica, cuyo
argumento, contra el enriquecimiento personal, se debió a
Lombardo Toledano, quien a fin de realizar tal obra social,
como para sostener la Universidad Obrera, recibió un subsidio
del Estado.
No faltaron entusiasmos, como es natural, en esta propaganda
socialista, que se profundizó en las filas estudiantiles, en
la bohemia literaria y en los grupos de burócratas profesionales.
La bohemia literaria, que fue el agrupamiento más emprendedor,
declaró que la obra de arte era producto de la economía,
que sólo el Socialismo significaba progreso y que el viejo México
liberal sería sustituido por una floreciente República de los
trabajadores.
Una revisión de aquellos días advierte cuán grandes fueron
las ventajas de las empresas socialistas; pues si se trataba del
desenvolvimiento de un Socialismo acolchado burocráticamente,
no por ello dejaron de sentirse los efectos del proselitismo,
de manera que el país se creyó cercano a un cambio de cosas;
ahora que en el fondo era el presidente Cárdenas quien dejaba
crecer aquel oleaje con el objeto de cubrir sus verdaderos designios,
puesto que se proponía utilizar todo ese teatro para
extinguir al callismo sin tener que recurrir a la violencia.
Pero como este propósito de Cárdenas no correspondió al
nivel del vulgo, dio lugar a que la audacia se apoderase de la
excitabilidad popular y la condujese a un campo cuyas exteriorizaciones
se presentabn como eminentemente cívicas, aunque
otro era el ánimo que las impelía. Al efecto, tan amenazante
para México pareció ser el Socialismo, que en Guanajuato fue
fácil soliviantar el espíritu público, especialmente a aquel
ligado a la masa religiosa, y con ello se dio asiento y desarrollo
(Junio, 1936) a una agrupación política a la cual se le dio el
nombre de Sinarquista; apellido sin fundamento tomando como voz poco conocida de un pequeño trabajo anónimo de 1911, en el cual se hablaba de una problemática República Sinárquica.
Tan exóticos como tal apellido partidista, fueron los
caudillos del naciente agrupamiento; ahora que se hicieron
admirables en la organización y apuntamiento de la empresa que
se propusieron; porque, siendo tales líderes de origen modesto y
sin poseer nombres, con un espíritu de empresa sin igual, muy
ágil y resueltamente dieron cuerpo al Partido Sinarquista, dirigiendo todas sus miras a hechizar a la gente más baja y más ignorante a la que dieron los vuelos de un nuevo fanatismo —de un fanatismo político.
Ninguna nueva aportación a las ideas políticas de México
hicieron los sinarquistas; y es que siendo todo improvisado en
ellos y aprovechando únicamente las circunstancias, prefirieron
seguir el camino de los actos irreflexivos y tumultuarios, creyendo
que así como el Estado movilizaba a las masas populares
para su defensa, así también ellos sinarquistas podrían imponer
su voluntad con procesiones y mítines callejeras. De esta suerte,
aquellos rústicos y novatos políticos fueron producto de las
modas de su época; ahora que sus procedimientos irreflexivos
no tendrían validez dentro de la vida práctica nacional.
No fueron ajenos a la segunda parte del Sinarquismo —es
decir, al desenvolvimiento agresivo de tal agrupación— los
agentes nazis. Estos, en efecto, advirtieron que era fácil aprovecharse
de la ignorancia e ingenuidad de los caudillos de ese
brote ruralista, y empezaron a sentirse las tortuosidades de la
intencionalidad política forastera.
Esto, sin embargo, no logró muchos progresos, puesto que
los nazis no observaron las desemejanzas entre sus empresas de
ultradisciplina y autoridad y las mentalidades independientes y
candorosas de la gente de campo mexicana.
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