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José C. Valades
HISTORIA GENERAL DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA
TOMO QUINTO
CAPÍTULO 36 - POLÍTICA PRÁCTICA
EL INFUJO OBRERO
Advertido el país, con todo honor y franqueza, de que el sexenio presidencial del general Lázaro Cárdenas sería gobierno de obreros y campesinos; establecido un orden respecto a las dotaciones ejidales; inclinado el Estado a la protección
directa e incuestionable para la clase obrera; organizada la
Confederación de Trabajadores de México como parte de la necesidad oficial; alentada y auspiciada la propaganda del
Socialismo marxista por los funcionarios del Gobierno; fundadas
y dilatadas las células comunistas con el disimulo del
Estado; expropiadas las compañías petroleras y dominada
política y constitucionalmente la República, México creyó que
a muy corta distancia se hallaba de una instauración de instituciones
específicas del Socialismo.
Todo, al efecto, pareció genialmente arreglado para que los
mexicanos, aunque sin saber qué era el Socialismo y sin haber
expresado su consentimiento, aceptaran ese paso que entre los
teorizantes oficiales era considerado como señal inequívoca y
necesaria del progreso nacional, de manera que a partir de esos
días, el antiguo partido de la Revolución quedó dividido en
progresistas y veteranos, correspondiendo la primera clasificación
a los afiliados o simpatizadores de los agrupamientos que se
disputaban el favor del Estado; la segunda, a quienes, temerosos
de los desvíos y oportunismos revolucionarios, continuaban
correspondiendo con entereza y lealtad a la idea original de una
democracia rural.
Sin embargo, no se encuentra, al través de la literatura
política de los días que remiramos, a pesar de la nutrida
propaganda Marxista, un proyecto sustancioso sobre la transformación
a la cual se suponía que sería conducido el país. De esta
suerte, los signos de tal empresa tuvieron los visos de una
realidad tras de otra realidad desde 1937; pero sobre todo
después de la expropiación petrolera, cuando los marxistas, ya
intelectuales, ya de los agrupamientos obreros, recordaron que
el leninismo reconocía como paso previo hacia la Sociedad
Comunista las confiscaciones públicas, el intervencionismo del
Estado y la aplicación de las reglas nacionalistas.
Oponíanse a aquel sentir un acontecimiento de mucha
significación; porque así como no existía la menor prueba de
que el presidente Cárdenas pretendiese reformar la Constitución
y de que en aquél faltase la luz y devoción del patriotismo, así
tampoco se ponía en duda el alto entendimiento que existía
entre el Jefe del Estado mexicano y el gobierno norteamericano
de Franklin D. Roosevelt. Además, el hecho de que un personaje
del Socialismo marxista como el licenciado Vicente Lombardo
Toledano, aparte de las libertades constitucionales de que
disfrutaba para extemar sus ideas políticas, no fuese colaborador
directo y responsable de Cárdenas, estaba considerado
como prueba evidente de la distancia que existía entre aquel
Socialismo cardenista sin Marx, más producto de la benevolencia
constitucionalista que de la tolerancia presidencial y el
Socialismo de Marx, al cual tanto temían los mexicanos.
Ahora bien: de ese gran laberinto político que se manifestó
en México hacia la mitad de 1938, fue culpable Lombardo
Toledano; pues éste reiteró en cuantas ocasiones se le hicieron
presentes, las seguridades de que la intervención del proletariado
en el poder público sería definitiva; y para el caso, se consideró
el hecho de que el Partido Nacional Revolucionario apellidado ahora Partido de la Revolución Mexicana, (a manera de borrar así las dudas de nexos con un pasado representado por Calles) aceptase en su seno, como aparato político y electoral, a la Confederación de Trabajadores y que ésta, auxiliada por el Estado, reuniese (8 de septiembre de 1938) a las organizaciones sindicales de Centro y Sudamérica, bajo el nombre de Confederación de Trabajadores Latinoamericanos.
A este punto, que señaló el más alto de la carrera del
obrerismo oficial, puesto que con ese suceso continental quedaron
hincados los puntales para que el proletariado de México
asegurase el triunfo de su candidato presidencial mexicano en
las elecciones de 1940, que estaban siendo objeto de sondeos
previos por el grupo que dirigía Lombardo Toledano.
En efecto, en enero de 1937, durante el consejo de la
C.T.M., reunido en Veracruz, los líderes obreros engolosinados con la idea de llegar al mando político en el siguiente presidenciado, propusieron el establecimiento de cooperativas llamadas a
fundar la administración obrera dentro de las perspectivas que
ofrecía el desarrollo industrial de México; y aunque el proyecto
no prosperó, la C.T.M. quiso hacer patente su poder con una fuerza sindical caracterizada en ochocientas treinta y tres huelgas en 1937 y seis mil quinientos fallos de las autoridades
del trabajo, en beneficio de la clase obrera.
Tales hechos dieron mucha autoridad al obrerismo, que vio
acrecentar sus fuerzas con la ley de cooperativas (11 de enero,
1938), que prudujo desde luego el traspaso de los ingenios
azucareros del Mante y Zacatepec a manos de cooperativas,
dirigidas por el oficialismo, pero con la participación de los
cuadros del trabajo.
Este género de disposiciones oficiales, fue considerado por
la propaganda socialista como actos de concesión que el
presidente Cárdenas otorgaba incondicionalmente al proletariado,
con lo cual quedaron estimuladas otras manifestaciones
populares, pero sobre todo las conexivas al trabajo doméstico.
Así, ya en el camino de supuestas concesiones, el gobierno
creyó fácil y conveniente un nuevo ensayo social, sin calcular el
precio que por tal experiencia iba a pagar el pueblo de México;
y al efecto, como probación preliminar de que los obreros
estaban aptos para dirigir y desenvolver industrias, el Estado
resolvió (Junio, 1938) dar el gobierno de los Ferrocarriles
Nacionales de México, cuya mexicanización prerrevolucionaria
abrió la época de la nacionalidad económica de México, a una
administración obrera.
Vivían los ferrocarriles Nacionales la precaria vida de las
alzas y bajas tanto de sus gastos como de sus ingresos; de sus
sueldos y deudas. Un examen de los informes correspondientes
a los cinco años anteriores a la administración obrera decretada
por Cárdenas, fija que dentro de los vaivenes administrativos y
financieros de la empresa que era prácticamente desde 1916
parte del gobierno mexicano, la Nación tuvo que soportar un
déficit, no sólo concerniente al manejo de la red ferroviaria, sino
también a la explotación del carbón que realizaban los propios
Nacionales, de manera que probados todos los medios para
terminar aquella crisis de aspecto perennal, el gobierno creyó
hallar la solución que ofrecía menos molestias, entregando el
cuerpo ferrocarrilero, incluyendo el pasivo de la empresa, a las
ingenuas, inexpertas y ensoñadoras cabezas de los líderes del
riel.
El acontecimietno, por estar enlazado a una de las fuentes
vitales del país, constituyó desde el primer momento uno de los
pasos más audaces que dio el general Cárdenas durante su
sexenio; porque si de un lado pareció corroborar una vez más, la
especie de una pretendida socialización de México; de otro lado,
se creyó cierta la versión de que el Presidente era partidario de
los ensayos atrevidos y por lo mismo amenazantes para la
tranquilidad que reclaman los pueblos, sobre todo en días que
empiezan a encauzar su progreso.
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