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José C. Valades
HISTORIA GENERAL DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA
TOMO QUINTO
CAPÍTULO 40 - OTRA POLÍTICA
LAS OBRAS OFICIALES
Iniciado, como ya se ha dicho, durante el cuatrienio constitucional presidido por el general Plutarco Elias Calles, un régimen de inversionismo oficial, tal régimen fue adquiriendo desarrollo, para convertirse en un acontecimiento inherente a las
funciones del Estado.
No pocas críticas, no tanto de liberalismo cuanto faccionales
se hicieron a Calles por aquella disposición. Sin embargo,
los resultados de tal política fueron tan positivos para el bien
del país, que las censuras quedaron mediatizadas y creciente la
aureola del caudillo.
La dilatación de las obras oficiales significó la adhesión y simpatía de la gente ocupada en las mismas, de manera que el
fenómeno de la suma humana, que anterior a tal suceso no
estaba incluido en la vida política de la nación, empezó a contar
en los partes políticos. Los ejidatarios, los trabajadores de obras
públicas, los oficinistas y los sindicatos de la esfera oficialista
constituyeron una masa popular que, tanto en el orden político
como en el electoral fueron eje para cualquier resolución
presidencial. Ese gran número de laborantes del Estado sustituyó
el poder del ejército; y los antiguos guerreros tuvieron que
asistir al decaimiento de su fuerza política que ahora pasaba a
las manos del trabajador civil, y empezó a sólo servir y obedecer
para abrir a México el amargo camino de la mediocridad.
Un poder más se agrupó en torno del Estado. Este fue el
representado por la clase contratista, que nacida de la ventura
ahora constituía el valor de los instrumentos de trabajo;
instrumentos que correspondía a los más adelantados en el
orden de la mecánica; y si esa nueva clase económica debía su
prosperidad creciente a favores oficiales, por otro lado era
universal la seguridad de que también merecía riqueza tanto por
su audacia, como por los mil títulos de su trabajo constructivo.
A esa clase el país fue deudor de industrias, de atrevidas carreteras
y embalses.
Sin hacer, pues, una doctrina o procuración de estatismo, el
presidente de la República, se dispuso sin regateos a entregar el
mayor porcentaje del presupuesto nacional a las obras oficiales, acrecentándose así las fuentes de trabajo sobre todo para la
gente rural; y como el principal punto de tal programa estuvo
dirigido a represar aguas tanto para fines de riego como para
producción de energía, entregó la tarea al ingeniero Adolfo
Oribe Alba, quien aparte de ser uno de los más entendidos
mexicanos en la materia, poseía una prenda personal tan
preciada como es el orden. Oribe Alba fue así un agente de
mucho valimiento en la procuración de combustión para las
empresas industriales; aunque no escapó a las tentaciones del
dinero.
Existía, para empezar las nuevas obras públicas un obstáculo
no solamente de carácter físico, sino también moral. Tal lo
constituía la casta de contratistas, que si había producido bienes
a la nación, por otra parte amenazaba los intereses de la
República con un monopolio de técnicos e instrumentos de
trabajo. Además de que sembró la corrupción en los medios
oficiales, estableciendo la costumbre de dar a los funcionarios el
diez por ciento del monto de los contratos, que se suponían
estaban destinados a servir al bien y progreso de la patria
mexicana. Para acabar con el mal, Alemán ordenó que los
contratos fuesen otorgados mediante una justa, legal y exacta
competencia de precios y garantías; y aunque esto no se realizó
al pie de la letra, pues las empresas constructoras cambiaron de
nombres y directores a manera de seguir siendo concursantes, de
todas maneras, el nuevo sistema abrió camino a otros intereses,
con lo cual las derramas del Estado tuvieron más equitativo
repartimiento, y las dádivas del diez por ciento, favorecieron a
un mayor número de sujetos, como lo prueban las fuentes
documentales.
Todo aquel gran plan de Alemán dependía, sin duda alguna,
de las condiciones de la hacienda pública. Y, en efecto, durante
el primer año del sexenio de Alemán, el gobierno tuvo un
ingreso de mil setecientos trece millones de pesos, de los cuales,
seiscientos quedaron destinados para obras públicas. La
aportación favoreció desde luego trabajos en Sonora, Sinaloa,
Guanajuato y México, no sin anticipar proyectos para Veracruz
y Michoacán.
De estos dos últimos, el primero requería una función de
ordenamiento frente a una naturaleza pródiga y arrebatada, en
tanto el segundo, más que el problema de bienes, correspondía a
la obligación que la República parecía tener contraída para
estimular al general Cárdenas y al suelo nativo de éste. No eran
sin embargo, las obras en Michoacán y Veracruz de aquellas que
iban a devolver la inversión tan pronto como en Sonora y
Sinaloa.
Aquí, las represas en construcción estaban llamadas a regar
cuatrocientas cincuenta mil hectáreas en los valles del Yaqui,
Fuerte y Culiacán, de manera que el noroeste del país recibía
con tales obras la fuerza de un futuro poder agrícola, que por
otra parte pondría fin al desempleo y salario barato del pueblo
rural.
Dos construcciones más empezó el Gobierno en el centro
del país. Una para represar las aguas del río Lerma, en el estado
de Guanajuato, y otra dentro de los límites del estado de
México; ahora que estos dos embalses fueron objeto de una
demora tras de otra demora.
Así y todo, la siembra de dinero que hacía el Gobierno;
tenía asombrado al país. Los proyectos de Alemán eran desarrollados
con exagerada prisa, de manera que faltaban las
previsiones. Faltaba, por tal suerte, una medida para evitar que
más adelante la República, como consecuencia de aquel fortalecimiento
presidencial, pudiese padecer los males de un caudillaje
civil.
Pero, en medio de aquella euforia, casi universal ¿quién iba
a levantar la vista de los provechos cotidianos, para tratar de
entregarse a descubrir las luchas del futuro?
En tales días, si el país no vivía en la dicha, cuando menos
estaba tentando los mejores días de su existencia; porque nunca
antes el dinero estuvo tan a la mano de la gente pobre.
Era incuestionable que Cárdenas había acrecentado el poder
del pueblo rural elevando el centavo al valor del peso; pero era
asimismo indiscutible que aquel régimen de empresa establecido
por Alemán, daba dirección y orden a las derramas monetarias
procuradas por Cárdenas para el bien del proletariado rural;
ahora que con este fenómeno no ganaba más ni menos una u
otra personalidad. El fenómeno señalaba, en cambio lo real y
efectivo de una evolución nacional.
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