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José C. Valades
HISTORIA GENERAL DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA
TOMO QUINTO
CAPÍTULO 41 - ESTABILIDAD
LA SUCESIÓN DE 1958
Con la autoridad moral y política poseída y acrecentada en cinco años de presidenciado Ruiz Cortines pudo mantener sosegadas las ambiciones de presidenciabilidad que acicateaban a los más de los secretarios de Estado. Pudo asimismo disfrazar
hábilmente su inclinación personal, hasta hacer creer al mundo
político de México, mediante un sistema de consulta presidencial
privada, que él, Ruiz Cortines no tenía interés propio en la
selección de su sucesor.
Ahora bien: Ruiz Cortines no estaba en aptitud de apartarse
del derecho precedental de designar a su sucesor, a menos de
amenguar la jerarquía del régimen presidencial adoptado y aceptado voluntariamente por la República. Y como no podía
abandonar tal derecho, hecha tenía la elección; y si se cuidaba
de no hacerla pública y de llevarla dentro de sí como el más
grave de los secretos de Estado, no sólo era con el objeto de
evitar alteraciones públicas de las que hubiesen sido capaces los
desengaños políticos, sino también a fin de asociar lo más
posible aquella designación personal con los preceptos constitucionales, a pesar de que no era ocultable lo aconstitucional del
procedimiento.
La probidad política de Ruiz Cortines en este aspecto de la
vida electoral de México está bien probada mediante documentos privados y oficiales. Nada para sí podía ambicionar Ruiz Cortines eligiendo a su sucesor.
Su firme creencia de que un pueblo rural como el de México
no tenía interés en el ejercicio pleno y exacto del Sufragio, le
obligó a medir su responsabilidad y a considerar el deber de
entregar el Poder a quien, según su saber y entender, reuniese el
mayor número de prendas personales, civiles y políticas.
Con notable parsimonia vio correr el Presidente aquellos
días en los que se aguardaba el punto final de la designación
presidencial; y si con ello hizo un bien al país evitando que
estallara el tren de la discordia, de otro lado, tanta fue la
angustia e inseguridad experimentadas por la República que se
produjo un decrecimiento nacional al cual se asociaron las
censuras, las burlas y turbulencias. Dañaba también la situación
el poco atinado sistema para el nombramiento de diputados,
llamados del sobre lacrado, invento punible del presidente del P.R.I., quien de esa manera minoraba la autoridad histórica del partido; pues si éste jamás poseyó autoridad política tanto por ser dependencia del presidente de la República como debido a la
impopularidad desde su cuna, sí la tuvo histórica, por ser
originario, sin duda alguna, de la Revolución. Ahora bien: un hombre del saber político de Ruiz Cortines, no pudo ignorar la condición del P.R.I. ni los agravios
producidos por este al régimen democrático mandado por la
Constitución; y al efecto, tratando de minorar los errores del
partido y con lo mismo congraciarse con el pueblo, instauró el
sufragio femenino.
Esto no sirvió a los fines del presidente Ruiz Cortines; pues
la población rural siguió marginada de la democracia política y,
por otra parte, la población urbana no sintió alivio cívico, ya
que siguió considerando al P.R.I., como instrumento preciso y directo del presidente de la República y por lo mismo un partido que constituía una repetición de las normas porfiristas.
Esta condición pesarosa para la República, terminó con la
designación en favor del licenciado Adolfo López Mateos, quien
representaba la sana política, el talento y la limpieza de los
lastres administrativos de México; pues como sus tareas en la
secretaría del Trabajo habían sido específicamente técnica,
estuvo a salvo de los compromisos y envidias políticas y por lo
mismo podía gozar de la libertad para organizar un gobierno a
su consideración y propósitos; aunque le faltaba preparación
política y conocimiento de los hombres. Además, mucho se
dudaba de su origen mexicano, que no pudo ser verificado.
Tenía Ruiz Cortines un afecto admirativo por López
Mateos. Habíalo preparado con sigilo para hacerlo su sucesor,
desde el comienzo del presidenciado; pero sin lograr acercarle al
mundo popular; pues el designado no era hombre dúctil y sólo
tuvo el apoyo de los líderes obreros, lo que era explicable,
puesto que éstos formaban en las nóminas de la tesorería
nacional.
Advertido lo anterior por Ruiz Cortines, éste quintaesenció
las fórmulas de la política presidencialista en el partido histórico
de la Revolución. No dentro del organismo oficializado con la
sigla P.R.I., sino en el seno de la masa que seguía entregada a la memoria revolucionaria; y fue así como el ambiente de la Nación se volvió a llenar con el espíritu de la Revolución; y
aunque López Mateos no correspondía al vivaque de 1910, ni al
de 1920, los dispositivos del Presidente fueron dirigidos con
tanto acierto, que el país comenzó a ser conmovido por López
Mateos, aunque no con intensidad, puesto que el candidato no
se prestaba a ello.
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