Índice de Historia de los indios de la Nueva España de Fray Toribio de BenaventeTratado Segundo - Capítulo IIITratado Segundo - Capítulo VBiblioteca Virtual Antorcha

TRATADO SEGUNDO



CAPITULO IV


209 De los diversos pareceres que hubo sobre el administrar del sacramento del bautismo, y de la manera que se hizo los primeros años.

210 Cerca del administrar este sacramento del bautismo, aunque los primeros años todos los sacerdotes fueron conformes, después como vinieron muchos clérigos y frailes de las otras órdenes, agustinos, dominicos y franciscanos, tuvieron diversos pareceres contrarios los unos de los otros; parecíales a los unos que el bautismo se había de dar con las ceremonias que se usan en España, y no se satisfacían de la manera con que los otros le administraban, y cada uno quería seguir su parecer, y aquél tenía por mejor y más acertado, ora fuese por buen celo, ora sea porque los hijos de Adán todos somos amigos de nuestro parecer; y los nuevamente venidos siempre quieren enmendar las obras de los primeros, y hacer, si pudiesen, que del todo cesasen y se olvidasen, y que su opinión sola valiese, y el mayor mal era que los que esto pretendían no curaban ni trabajaban en deprender la lengua de los indios, ni en bautizarlos. Estas diversas opiniones y diferentes pareceres fueron causa que algunas veces se dejó de administrar el sacramento del bautismo, lo cual no pudo ser sin detrimento de los que le buscaban, principalmente de los niños y enfermos, que morían sin remedio. Ciertamente esta queja tendrán de los que dieron la causa con sus opiniones y inconvenientes que pusieron, aunque ellos piensen que su opinión era muy santa, y que no había más que pedir; y la misma queja creo yo que tendrán otros niños y enfermos, que venidos a recibir este sacramento mientras se hacían las ceremonias, antes que llegasen a la sustancia de las palabras se morían. En la verdad esta fue indiscreción, porque con estos tales ya que querían guardar ceremonias, habían primero de bautizar el enfermo, y asegurado lo principal, pueden después hacer las ceremonias acostumbradas. Demás de lo dicho, otras causas y razones que éstos decían parecerán en los capítulos siguientes.

211 Los otros que primero habían venido también daban sus razones por donde administraban de aquella manera el bautismo, diciendo que lo hacían con pareceres y consejo de santos doctores y de doctas personas, en especial de un gran religioso y gran teólogo, llamado fray Juan de Tecto, natural de Gante, catedrático de teología en la universidad de París, que creo no haber pasado a estas partes letrado más fundado, y por tal el emperador se confesó con él. Este fray Juan de Tecto, con dos compañeros, vino en el mismo año que los doce ya dichos, y falleció el segundo año de su llegada a estas partes, con uno de sus compañeros también docto. Estos dos padres, con los doce, consultaron con mucho acuerdo cómo se debía proceder en los sacramentos y doctrina con los indios, allegándose a algunas instrucciones que de España habían traído, de personas doctas y de su ministro general el señor cardenal de Santa Cruz y de los coroneles (sic) y dando causas y razones, alegaban doctores muy excelentes y derechos suficientes, y demás de esto decían que ellos bautizaban a necesidad y por haber falta de clérigos, y que cuando hubiese otros que bautizasen, y ayudarían en las predicaciones y confesiones, y que por entonces tenían experiencia que hasta que cesase la multitud de los que venían a bautizarse, y muchos más que en los años pasados se habían bautizado, y los sacerdotes habían sido tan pocos, que no podían hacer el oficio con la pompa y ceremonias que hace un cura cuando bautiza una sola criatura en España, adonde hay tantos ministros. Acá en esta nueva conversión, ¿cómo podía un solo sacerdote bautizar a dos y tres mil en un día, y dar a todos saliva, flato y candela y alba, y hacer sobre cada uno particularmente todas las ceremonias, y meterlos en la iglesia adonde no las había? Esto no lo podrán bien sentir sino los que vieron la falta de los tiempos pasados. ¿Y cómo podrían dar candela encendida bautizando con gran viento en los patios, ni dar saliva a tantos? Que el vino para decir las misas muchas veces se hallaba con trabajo, que era imposible guardar las ceremonias con todos, adonde no había iglesias, ni pilas, ni abundancia de sacerdotes, sino que un solo sacerdote había de bautizar, confesar, desposar y velar, y enterrar, y predicar, y rezar, y decir misa, deprender la lengua, enseñar la doctrina cristiana a los niños, y a leer y cantar. Y por no poderse hacer hacíanlo de esta manera: a el tiempo del bautismo ponían todos juntos los que se habían de bautizar, poniendo los niños delante, y hacían sobre todos el oficio del bautismo, y sobre algunos pocos la ceremonia de la cruz, flato, sal, saliva, alba; luego bautizaban los niños cada uno por sí en agua bendita, y esta orden siempre se guardó en cuanto yo he sabido. Solamente supe de un letrado que pensaba que sabía lo que hacía, que bautizó con hisopo, y éste fue después uno de los que trabajaron en estorbar el bautismo de los otros. Tornando al propósito digo: que bautizados primeros los niños, tornaban a predicar y a decir a los adultos y examinados lo que habían de creer, y lo que habían de aborrecer, y lo que habían de hacer en el matrimonio, y luego bautizaban a cada uno por sí.

212 Esto tuvo tantas contradicciones que fue menester juntarse toda la iglesia que hay en estas partes, así obispos y otros prelados, como los señores de la Audiencia Real, adonde se altercó la materia, y fue llevada la relación a España; la cual vista por el Consejo Real y de Indias, y por el señor arzobispo de Sevilla, respondieron, que se debía continuar lo comenzado hasta que se consultase con Su Santidad. Y en la verdad, aunque no faltaban letras, y los que vinieron primero trajeron, como dicho es, la autoridad apostólica y de su opinión (eran) santos y excelentes doctores; pero gran ciencia es saber la lengua de los indios y conocer esta gente, y los que no se ejercitasen primero a lo menos tres o cuatro años no deberán hablar absolutamente en esta materia, y por esto permite Dios que los que luego como vienen de España quieren dar nuevas leyes, y seguir sus pareceres, y juzgar y condenar a los otros y tenerlos en poco, caigan en confusión y hagan cegueras, y sus yerros sean como viga de lagar y una paja lo que reprendían. ¡Oh! y cómo he visto esto por experiencia ser verdad muchas veces en esta tierra; y esto viene de poco temor de Dios, y poco amor con el prójimo, y mucho con el interés; y para semejantes casos proveyó sabiamente la Iglesia, que en la conversión de algunos infieles y tierras nuevas, los ministros que a la postre vinieron se conformen con los primeros hasta tener entera noticia de la tierra y gente a donde allegaren.

213 La lengua es menester para hablar, predicar, conversar, enseñar, y para administrar todos los sacramentos; y no menos el conocimiento de la gente, que naturalmente es temerosa y muy encogida, que no parece que nacieron sino para obedecer, y si los ponen a el rincón allí se están como enclavados; muchas veces vienen a bautizarse y no lo osan demandar ni decir; por lo cual no los (deben) examinar muy recio, porque yo he visto a muchos de ellos que saben el Pater Noster y el Ave María y la doctrina cristiana, y cuando el sacerdote se lo preguntan se turban y no lo aciertan a decir; pues a estos tales no se les debe negar lo que quieren, pues es suyo el reino de Dios, porque apenas alcanzan una estera rota en qué dormir, ni una buena manta que traer cubierta, y la pobre casa en que habitan rota y abierta al sereno de Dios; y ellos simples y sin ningún mal, no codiciosos de intereses, tienen gran cuidado de aprender lo que les enseñan, y más en lo que toca a la fe; y saben y entienden muchos de ellos cómo se tienen de salvar e irse a bautizar dos y tres jornadas; sino que es el mal que algunos sacerdotes que los comienzan a enseñar, los querrían ver tan santos en dos días que con ellos trabajan, como si hubiese diez años que los estuviesen enseñando, y como no les parecen tales, déjanlos; paréceme los tales a uno que compró un camero muy flaco y diole a comer un pedazo de pan, y luego atentóle la cola para ver si estaba gordo.

214 Lo que de esta generación se puede decir es, que son muy extraños de nuestra condición, porque los españoles tenemos un corazón grande y vivo como fuego, y estos indios y todas las animalias de esta tierra naturalmente son mansos, y por su encogimiento y condición descuidados en agradecer, aunque muy bien sienten los beneficios, y como no son tan prestos a nuestra condición son penosos a algunos españoles; pero hábiles son para cualquiera virtud, y habilísimos para todo oficio y arte, y de gran memoria y buen entendimiento.

215 Estando las cosas muy diferentes, y muchos pareceres muy contrarios, unos de otros, sobre la manera y ceremonias con que se había de celebrar el sacramento del bautismo, allegó una bula del Papa, la cual mandaba y dispensaba en la orden que en ello se había de tener; y para mejor la poder poner por la obra, en el principio del año de 1539 se ayuntaron, de cinco obispos que en esta tierra hay, los cuatro; y vieron la bula del papa Paulo III, y vista, la determinaron que se guardase de esta manera: el catecismo dejáronle al albedrío del ministro; el exorcismo, que es el oficio del bautismo, abreviáronle cuanto fue posible, rigiéndose por un misal romano, y mandaron que a todos los que se hubieren de bautizar se les ponga óleo y crisma, y que esto se guarde por todos inviolablemente, así con pocos como con muchos, salvo en urgente necesidad. Sobre esta palabra urgente hubo hartas diferencias y pareceres contrarios, sobre cuál se entendería urgente necesidad, porque en tal tiempo una mujer, y un indio, y aun un moro, pueden bautizar en fe de la iglesia; y por esto fue puesto silencio al bautismo de los adultos, y en muchas partes no se bautizaban sino niños o enfermos. Esto duró tres o cuatro meses, hasta que en un monasterio que está en un lugar que se llama Coauhchula (Huaquechula), los frailes se determinaron de bautizar a cuantos viniesen, no obstante lo mandado por los obispos; lo cual como fue sabido por toda aquella provincia, fue tanta la gente que vino, que si yo por mis propios ojos no lo viera no lo osara decir; mas verdaderamente era gran multitud de gente la que venía, porque demás de los que venían sanos, venían muchos cojos y mancos, y mujeres con los niños a cuestas, y muchos viejos canos y de mucha edad, y venían de dos y tres jornadas a bautizarse, entre los cuales vinieron dos viejas, asida la una a la otra, que apenas se podían tener, y pusiéronse con los que se querían bautizar, y el que las había de bautizar y las examinaba quísolas echar, diciendo que no estaban bien enseñadas, a lo cual una de ellas respondió, diciendo: ¿A mí que creo en Dios me quieres echar fuera de la iglesia? Pues si tú (me) echas de la casa del misericordioso Dios, ¿a dónde iré? ¿No ves de cuán lejos vengo, y si me vuelvo sin bautizar en el camino me moriré? Mira que creo en Dios; no me eches de su iglesia. Estas palabras bastaron para que las dos viejas fuesen bautizadas y consoladas con otros muchos; porque digo verdad, que en cinco días que estuve en aquel monasterio, otro sacerdote y yo bautizamos por cuenta catorce mil y doscientos y tantos, poniendo a todos óleo y crisma, que no nos fue pequeño trabajo. Después de bautizados es cosa de ver el alegría y el regocijo que llevan con sus hijuelos a cuestas, que parece que no caben en sí de placer.

216 En este mismo tiempo también fueron muchos a el monasterio de Tlaxcala a pedir el bautismo, y como se lo negaron, era la mayor lástima del mundo ver lo que hacían, y cómo lloraban, y cuán desconsolados estaban, y las cosas y lástimas que decían, tan bien dichas, que ponían gran compasión a quien los oía, e hicieron llorar a muchos de los españoles que se hallaban presentes, viendo cómo muchos de ellos venían de tres y de cuatro jornadas, y era en tiempo de aguas, y venían pasando arroyos y tíos con mucho trabajo y peligros; la comida paupérrima y que apenas les basta, sino que a muchos de ellos se les acaba en el camino; las posadas son a donde los toma la noche, debajo de un árbol, si le hay; no traen sino cruz y penitencia. Los sacerdotes que allí se hallaron, vista la importunación de estos indios, bautizaron los niños y los enfermos, y algunos que no los podían echar de la iglesia; porque diciéndoles que no los podían bautizar, respondían: pues en ninguna manera nos iremos de aquí sin el bautismo, aunque sepamos que aquí nos tenemos de morir. Bien creo que si los que lo mandaron y los que (lo) estorbaron vieran lo que pasaba, que no mandaran una cosa tan contra razón, ni tomaran tan gran carga sobre sus conciencias; y sería justo que creyesen a los que lo ven y tratan cada día, y conocen lo que los indios han menester, y entienden sus condiciones.

217 Oído he yo por mis oídos a algunas personas decir que sus veinte años o más de letras no las quieren emplear con gente tan bestial: en lo cual me parece que no aciertan, porque a mi parecer no se pueden las letras mejor emplear que en amostrar al que no lo sabe el camino por donde se tiene de salvar y conocer a Dios. Cuánto más obligados serán a estos pobres indios, que los deberían regalar como a gusanos de seda, pues de su sudor y trabajo se visten y enriquecen a los que por ventura vienen sin capas de España.

218 En es(te) mismo tiempo que digo, entre los muchos que se vinieron a bautizar, vinieron hasta quince hombres mudos, y no fueron muchos, según la gran copia de gente que se bautizó en estos dos monasterios, porque en Cuauquechula que duró más tiempo el bautizar, se bautizaron cerca de ochenta mil ánimas; y en Tlaxcala más de veinte mil; estos mudos hacían muchos ademanes, poniendo las manos; y encogiendo los hombros y alzando los ojos al cielo, y todo dando a entender la voluntad y gana con que venían a recibir el bautismo. Asimismo vinieron muchos ciegos, entre los cuales vinieron dos, que eran marido y mujer, ambos ciegos, asidos por las manos, y adestrábanlos tres hijuelos, que también los traían a bautizar, y traían para todos sus nombres de cristianos; y después de bautizados iban tan alegres y tan regocijados, que se les parecía bien la vista que en el ánima habían logrado, con la nueva lumbre de la gracia que con el bautismo recibieron.

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