Índice de Historia de los indios de la Nueva España de Fray Toribio de Benavente | Tratado Tercero - Capítulo VI | Tratado Tercero - Capítulo VIII | Biblioteca Virtual Antorcha |
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TRATADO TERCERO
CAPITULO VII
334 De los nombres que México tuvo, y de quien dicen que fueron sus fundadores: y del estado y grandeza del señor de ella, llamado Motezuma.
335 México, según la etimología de esta lengua, algunos la interpretan fuente o manadero; y en la verdad, en ella ya la redonda hay muchos manantiales, por lo cual la interpretación no parece ir muy fuera de propósito; pero los naturales dicen, que aquel nombre de México trajeron sus primeros fundadores, los cuales dicen que se llamaban mexitli, y aún después del algún tiempo los moradores de ella se llamaron mexitis; el cual nombre ellos tomaron de su principal dios o ídolo, porque a el sitio en que poblaron y a la población que hicieron llamaron Timixtitan, por causa de un árbol que allí hallaron, que se llamaba michtli, el cual salía de una piedra, a la cual llamaba tetl, de manera que se diría fruta que sale de piedra. Después andando el tiempo y multiplicándose el pueblo y creciendo la vecindad, hízose esta ciudad dos barrios o dos ciudades: a el más principal barrio llamaron México, y a los moradores de él llamaron mexicanos; estos mexicanos fueron en esta tierra como en otro tiempo los romanos. En este barrio llamado México residía el gran señor de esta tierra, que se llamaba Moteczuma, y nombrado con mejor crianza y más cortesía y acatamiento le decían Moteczumatzi, que quiere decir hombre que está enojado o grave; aquí en esta parte, como más principal, fundaron los españoles su ciudad, y este solo barrio es muy grande, y también hay en él muchas casas de indios, aunque fuera de la traza de los españoles.
336 A el otro barrio llaman Tlatetulco, que en su lengua quiere decir isleta, porque allí estaba un pedazo de tierra más alto y más seco que lo otro todo, que era manantiales y carrizales. Todo este barrio está poblado de indios; son muchas las casas y muchos más los moradores. En cada ciudad o barrio de éstos hay una muy gran plaza, adonde cada día ordinariamente se hace un mercado grande en el cual se ayunta infinita gente a comprar y vender; y en estos mercados que los indios llaman tianguez se venden de todas cuantas cosas hay en la tierra, desde oro y plata hasta cañas y homija. Llaman los indios a este barrio San Francisco de México, porque fue la primera iglesia de esta ciudad y de toda la Nueva España. A el otro barrio llaman Santiago de Tlatelulco; y aunque en este barrio hay muchas iglesias, la más principal es Santiago, porque es una iglesia de tres naves; y a la misa que se dice a los indios de mañana siempre se hinche de ellos, y por la mañana que abren la puerta, ya los indios están esperando, porque como no tienen mucho que ataviarse ni que se componer, en esclareciendo tiran para la iglesia. Aquí en esta iglesia está el colegio de los indios, con frailes que los enseñan y doctrinan en lo que tienen de hacer. En toda la tierra nombran los indios primero el santo que tienen en su principal iglesia y después el pueblo, y así nombran: Santa María de Tlaxcala, San Miguel de Huexuzinco, San Antonio de Tezcuco, etc.
337 No piense nadie que me he alargado en contar el blasón de México, porque en la verdad muy brevemente he tocado una pequeña parte de lo mucho que de ella se podría decir, porque creo que en toda nuestra Europa hay pocas ciudades que tengan tal asiento y tal comarca, con tantos pueblos de la redonda de sí, y tan bien asentados; y aún más digo y me afirmo, que dudo si haya alguna tan buena y tan opulenta cosa como Timistitlan; y tan llena de gente, porque tiene esta gran ciudad Temultichan de frente de sí, a la parte de oriente, la laguna en medio, el pueblo de Tezcuco, que habrá cuatro o cinco leguas de traviesa, que la laguna tiene de ancho, y de largo tiene ocho, esto es la salada, y casi otro tanto tendrá la laguna dulce. Esta ciudad de Texcuco era la segunda cosa principal de la tierra, y asimismo el señor de ella era el segundo señor de la tierra; sujetaba debajo de sí quince provincias hasta la provincia de Tuzapan, que está a la costa del Mar del Norte, y así había en Tezcuco muy grandes edificios de templos del demonio, y muy gentiles casas y aposentos de señores; entre los cuales fue cosa muy de ver la casa del señor principal, así la vieja con su huerta cerrada de más de mil cedros muy grandes y muy hermosos, de los cuales hoy día están los más en pie, aunque la casa está asolada; otra casa tenía que se podrá aposentar en ella un ejército, con muchos jardines, y un muy grande estanque, que por debajo de la tierra solía entrar a él con barcas. Es tan grande la población de Tezcuco, que toma más de una legua en ancho, y más de seis en largo, en la cual hay muchas parroquias e innumerables moradores. A la parte de oriente tiene México Temistitlan una legua la ciudad o pueblo de Tlacuba, adonde residía el tercero señor de la tierra, a el cual estaban sujetas diez provincias; estos dos señores ya dichos se podían bien llamar reyes, porque no les faltaba nada para lo ser.
338 A la parte del norte o septentrión, a cuatro leguas de Temistitlan, está el pueblo de Cuauhtitlan, adonde residía el cuarto señor de la tierra, el cual era señor de otros muchos pueblos. Entre este pueblo y México hay otros grandes pueblos, que por causa de brevedad y por ser nombres extraños no los nombro.
339 Tiene México a la parte de mediodía a dos leguas, el pueblo de Coyoacán; el señor de él era el quinto señor, y tenía muchos vasallos; es pueblo muy fresco. Aquí estuvieron los españoles después que ganaron a Temistitlan, hasta que tuvieron edificado en México, adonde pudiesen estar, porque de la conquista había quedado todo lo más y mejor de la ciudad destruido. Dos leguas más adelante, también hacia el mediodía, que son cuatro de México, está la gran población de Xuchimilco, y desde allí hacia a do sale el sol, están los pueblos que llaman de la laguna dulce, y Tlalamanalco con su provincia de Chalco, do hay infinidad de gente. De la otra parte de Tezcuco, hacia el norte, está lo muy poblado de Otumba y Tepepulco.
340 Estos pueblos ya dichos y otros muchos tiene Temistitlan a la redonda de sí dentro aquella corona de sierra, y otros muy muchos que están pasados los montes, porque por la parte más ancha de los poblado hacia México, a los de las aguas vertientes afuera, hay seis leguas, y a todas las parte a la redonda va muy poblada y muy hermosa tierra. Los de las provincias y principales pueblos era como señores de salva o de dictado, y sobre todos eran los más principales los dos, el de Tezcuco y el de Tlacuba; y éstos con todos los otros todo lo más del tiempo residían en México, y tenían corte a Moteczuma, el cual servía como rey, y era muy temido y en extremo obedecido. Celebraba sus fiestas con tanta solemnidad y triunfo, que los españoles que a ella se hallaron presentes estaban espantados, así de esto como de ver la ciudad y los templos y los pueblos que a la redonda. El servicio que tenía, y el aparato con que se servía y las suntuosas casas que tenía Moteczuma, y las de los otros señores; la solicitud y multitud de los servidores, y la muchedumbre de la gente, que era como yerba en el campo, visto esto estaban tan admirados, que uno a otros se decían: ¿qué es aquesto que vemos? ¿Esta es ilusión o encantamiento? ¡Tan grandes cosas y tan admirables han estado tanto tiempo encubiertas a los hombres que pensaban tener entera noticia del mundo!
341 Tenía Moteczuma en esta ciudad de todos los géneros de animales, así brutos y reptiles, como de aves de todas maneras, hasta aves de agua que se mantienen de pescado, y hasta pajaritos de los que se ceban de moscas, y para todas tenía personas que les daban sus raciones, y les buscaban sus mantenimientos, porque tenía en ellos tanta curiosidad, que si Motezcuma veía ir por el aire volando una ave que le agradase, mandábala tomar, y aquella misma le traían. Un español digno de crédito, estando delante de Moteczuma, vio que le había parecido bien un gavilán, que iba por el aire volando, o fue para mostrar su grandeza delante de los españoles, mandó que se le trajesen, y fue tanta la diligencia y los que tras él salieron, que el mismo gavilán bravo le trajeron a las manos.
342 Asimismo tenía muchos jardines y vergeles y en ellos sus aposentos; tenía peñones cercados de agua, y en ellos mucha caza, tenía bosques y montañas cercadas, y en ellas muy buenas casas y frescos aposentos, muy barridos y limpios, porque de gente de servicio tenía tanta como el mayor señor del mundo. Estaban tan limpias y tan barridas todas las calles y calzadas de esta gran ciudad, que no había cosa en que tropezar, y por doquiera que salía Moteczuma, así en ésta como por do había de pasar, eran tan barrido y el suelo tan asentado y liso, que aunque la planta del pie fuera tan delicado como la de la mano, no recibiera el pie detrimento ninguno en andar descalzo. ¿Pues qué diré de la limpieza de los templos del demonio, y de sus gradas y patios, y las casas de Moteczuma y de los otros señores, que no sólo estaban muy encaladas, sino muy bruñidos, y cada fiesta los renovaban y bruñían?
343 Para entrar en su palacio, a que ellos llaman tecpan, todos se descalzaban, y los que entraban a negociar con él habían de llevar mantas groseras encima de sí; y si eran grandes señores o en tiempo de frío, sobre las mantas buenas que llevaban vestidas ponían una manta grosera y pobre; y para hablarle estaban muy humillados y sin levantar los ojos; y cuando él respondía era con tan baja voz y con tanta autoridad, que no parecía menear los labios, y esto era pocas veces, porque las más respondía por sus privados y familiares, que siempre estaban a su lado para aquel efecto, que eran como secretarios; y esta costumbre no la había solamente en Moteczuma, sino en otros de los señores principales lo vi yo mismo usar al principio, y esta gravedad tenían más los mayores señores. Lo que los señores hablaban y la palabra que más ordinariamente decían a el fin de las pláticas y negocios que se les comunicaban, era decir con muy baja voz Tlaa, que quiere decir sí, o bien, bien.
344 Cuando Moteczuma salía fuera de su palacio, salía con él muchos señores y personas principales, y toda la gente que estaba en las calles por donde había de pasar se le humillaban y hacían profunda reverencia y grande acatamiento sin levantar los ojos a le mirar, sino que todos estaban hasta que era pasado, tan inclinados como frailes en gloria patri. Teníanle todos sus vasallos, así grandes como pequeños, gran temor y respeto, porque era cruel y severo en castigar. Cuando el marqués del Valle entró en la tierra, hablando con un señor de una provincia le preguntó: ¿si reconocía señorío o vasallaje? y el indio le respondió: ¿quién hay que no sea vasallo y esclavo de Moteczuma? ¿Quién tan grande señor como Moteczumazi? Queriendo sentir que en toda la tierra no había superior suyo ni aun igual.
345 Tenía Moteczumazi en su palacio enanos y corcovadillos, que de industria siendo niños los hacían jibosos, y los quebraban y descoyuntaban, porque de estos se servían los señores en esta tierra como ahora hace el Gran Turco, de eunucos.
346 Tenía águilas reales que las de esta Nueva España se pueden con verdad decir reales, porque son en extremo grandes; las jaulas en que estaban eran grandes y hechas de unos maderos rollizos tan gruesos como el muslo de un hombre. Cuando el águila se allegaba a la red adonde estaba metida, así se apartaban y huían de ella como si fuera un león u otra bestia fiera; tienen muy fuertes presas, la mano y los dedos tienen tan gruesa como un hombre, y lo mismo el brazo; tienen muy gran cuerpo y el pico muy fiero. De sola una comida come un gallo de papada, que es tan grande y mayor que un buen pavo español; y este gallo que digo tiene más de pavo que de otra ave, porque hace la rueda como el pavo, aunque no tiene tantas ni tan hermosas plumas, y en la voz es tan feo como es el pavo.
347 En esta tierra he tenido noticias de grifos, los cuales dicen que hay en unas sierras grandes, que están cuatro o cinco leguas de un pueblo que se dice Teocán, que es hacia el norte, y de allí bajaban a un valle llamado Auacatlan, que es un valle que se hace entre dos sierras de muchos árboles; los cuales bajaban y se llevaban en las uñas a los hombres hasta las sierras adonde se los comían y fue de tal manera, que el valle se vino a despoblar por el temor que de los grifos tenían. Dicen los indios que tenían las uñas como de hierro fortísimas. También dicen que hay en estas sierras un animal que es como león, el cual es lanudo, sino que la lana o vello tira algo a pluma; son muy fieros, y tienen tan fuertes dientes, que los venados que toman comen hasta los huesos, llámase este animal ocotochotli. De estos animales he yo visto uno de ellos; de los grifos ha más de ochenta años que no aparecen ni hay memoria de ellos.
348 Tomemos a el propósito de Temistitlan y de sus fundadores y fundamento. Los fundadores fueron extranjeros, porque los que primero estaban en la tierra llámanse chichimecas y otomís. Estos no tenían ídolos, ni casas de piedra, ni de adobes, sino chozas pajizas; manteníanse de caza, no todas veces asada, sino cruda y seca al sol; comían alguna poca de fruta que la tierra de suyo producía, y raíces y yerbas; en fin, vivían como brutos animales. Fueron los señores en esta tierra como ahora son y han sido los españoles, porque se enseñorearon de la tierra, no de la manera que los españoles, sino muy poco a poco y en algunos años; y como los españoles, han traído tras sí muchas cosas de las de España, como son caballos, vacas, ganados, vestidos, trajes, aves, trigo, plantas y muchos géneros de semillas, así de flores como de hortalizas, bien así en su manera los mexicanos trajeron muchas cosas que antes no las había, y enriquecieron esta tierra con su industria y diligencia; desinontáronla y cultiváronla, que antes estaba hecha toda bravas montañas, y los que antes la habitaban vivían como salvajes. Trajeron estos mexicanos los primeros ídolos, y los trajes de vestir y calzar; el maíz, y algunas aves; comenzaron los edificios, así de adobes como de piedra, y así hoy día casi todos los canteros de la tierra son de Temistitlan o de Tezcuco, y éstos salen a edificar y a labrar por sus jornales por toda la tierra, como en España viene los vizcaínos y montañeses. Hay entre todos los indios muchos oficios, y de todos dicen que fueron inventores los mexicanos.
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