Índice de Historia de los indios de la Nueva España de Fray Toribio de Benavente | Tratado Tercero - Capítulo XIV | Tratado Tercero - Capítulo XVI | Biblioteca Virtual Antorcha |
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TRATADO TERCERO
CAPITULO XV
406 De la ayuda que los niños hicieron para la conversión de los indios, y de cómo se recogieron las niñas indias y del tiempo que duró, y de dos cosas notables que acontecieron a dos indias con dos mancebos.
407 Si estos niños no hubieran ayudado a la obra de la conversión, sino que solos los intérpretes lo hubieran de hacer todo, paréceme que fueran lo que escribió el obispo de Tlaxcala al Emperador diciendo: Nos los obispos sin los frailes intérpretes, somos como halcones en muda. Así lo fueran los frailes sin los niños, y casi de esta manera fue lo que las niñas indias hicieron, las cuales, a lo menos las hijas de los señores, se recogieron en muchas provincias de esta Nueva España, y se pusieron so la disciplina y corrección de mujeres devotas españolas, que para el efecto de tan santa obra envió la Emperatriz, con mandamiento y provisiones para que se les hiciesen casas a donde las recogiesen y enseñasen. Esta buena obra y doctrina duró obra de diez años y no más, porque como estas niñas no se enseñaban más de para ser casadas, y que supiesen coser y labrar, que tejer todas lo saben, y hacer telas de mil labores, y en las telas, ora sea para mantas de hombre, ora sea para camisas de mujeres, que llaman uipiles, mucha de esta ropa va tejida de colores, porque aunque las llaman los españoles camisas, son ropas que se traen encima de toda la otra ropa, y por esto las hacen muy galanas y de muchos colores, de algodón teñido, o de pelo de conejo, que es como sirgo o seda de Castilla, de lo cual también hacen camas, más vistosas que costosas, la cual aunque se lave no recibe detrimento, antes cada vez queda más blanca, por ser teñida en lana. La seda que en estas partes se hace, aunque hasta ahora es muy poca, es tan fina que aunque la echen en colada fuerte no desdice. La labor que es de algodón no se sufre lavar, porque todo lo que tocan, manchan, porque el algodón es teñido en hilo. De lana merina de las ovejas hacen muy buenas obras, y los indios hacen mucho por ella. De toda esta obra labraban aquellas niñas; después, como sus padres vinieron a el bautismo, no hubo necesidad de ser más enseñadas de cuanto supieron ser cristianas y vivir en la ley del matrimonio. En estos diez años que se enseñaron, muchas que entraron ya algo mujercillas se casaban y enseñaban a las otras. En el tiempo que estuvieron recogidas deprendieron la doctrina cristiana y el oficio de Nuestra Señora, el cual decían siempre a sus tiempos y horas, y aún algunas les duró esta buena costumbre después de casadas, hasta que con el cuidado de los hijos y con la carga de la gobernación de la casa y familia lo perdieron. Y fue cosa muy de ver en Huexuzinco un tiempo que había copia de casadas nuevas y había una devota ermita de Nuestra Señora, a la cual todas o las más iban luego de mañana a decir sus horas de Nuestra Señora muy entonadas y muy en orden, aunque ninguna de ellas no sabía el punto del canto. Muchas de estas niñas a las veces con sus maestras, otras veces acompañadas de algunas indias viejas, que también hubo algunas devotas que servían de porteras y guardas de las otras, con éstas salían a enseñar, así en los patios de las iglesias como en las casas de las señoras, y convertían a muchas a se bautizar y a ser devotas cristianas y limosneras, y siempre han ayudado mucho a la doctrina cristiana.
408 En México aconteció una cosa muy de notar a una india doncella, la cual era molestada y requerida de un mancebo soltero; y como se defendiese de él, el demonio despertó a otro y púsole en la voluntad que intentase la misma cosa; y como ella también se defendiese del segundo como del primero, ayuntáronse ambos los mancebos y concertáronse de tomar a la doncella por fuerza lo que de grado no habían podido alcanzar; para lo cual la anduvieron aguardando algunos días; y saliendo ella de la puerta de su casa a prima noche, tómanla y llévanla a una casa yerma adonde procuraron forzarla, y ella defendiéndose varonilmente, y llamando a Dios y a Santa María, ninguno de ellos pudo haber acceso a ella; y como cada uno por sí no pudiese, ayuntáronse ambos juntos, y como por ruegos no pudiesen acabar nada con ella, comenzáronla a maltratar y a dar de bofetadas y puñadas y a mesalla cruelmente; a todo esto ella siempre perseverando en la defensión de su honra. En esto estuvieron toda la noche, en la cual no pudieron acabar nada, porque Dios a quien la moza siempre llamaba con lágrimas y buen corazón la libró de aquel peligro; y como ellos la tuviesen toda la noche, y nunca contra ella apudiesen prevalecer, quedó la doncella libre y entera; y luego a la mañana, ella por guardarse con más seguridad, fuese a la casa de las niñas y contó a la madre lo que le había acontecido, y fue recibida en la compañía de las hijas de los señores, aunque era pobre, por el buen ejemplo que había dado y porque Dios la tenía de su mano.
409 En otra parte aconteció que como una casada enviudase siendo moza, requerióla y aquejábala un hombre casado, del cual no se podía defender, y un día viose él solo con la viuda, encendido en su torpe deseo, al cual ella dijo: ¿Cómo intentas y procuras de mí tal cosa? ¿Piensas que porque no tengo marido que me guarde has de ofender conmigo a Dios? Ya que otra cosa no mirases, sino que ambos somos cofrades de la hermandad de Nuestra Señora, y que en esto la ofenderíamos mucho, y con razón se enojaría de nosotros, y no seríamos dignos de nos llamar sus cofrades, ni tomar sus benditas candelas en las manos; por esto sería mucha razón que tú me dejases, y ya que tú por esto no me quieres dejar, sábete que yo estoy determinada de antes morir que cometer tal maldad. Fueron estas palabras de tanta fuerza y imprimiéronse de tal manera en el corazón del casado, y así lo compugieron, que luego en aquel mismo instante respondió a la mujer diciéndola: Tú has ganado mi ánima que estaba ciega y perdida. Tú has hecho como buena cristiana, y sierva de Santa María. Yo te prometo de me apartar de este pecado, y de me confesar y hacer penitencia de él, quedándote en grande obligación para todos los días que yo viviere.
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