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Introducción
Víctor García es un inteligente e incansable viajero; uno de éstos que emprenden el camino con los ojos bien abiertos y que saben mirar, observar con atención, lenta pero profundamente a fin de que nada escape a sus observaciones, ni siquiera aquellos detalles más mínimos que integran los particulares del conjunto y se hallan en la base de los problemas más sencillos, problemas que algunos, superficialmente, consideran innecesarios referir pero que, por el contrario, son los que, en mayor grado que los demás, contribuyen a hacernos comprender los casos y las situaciones más complicadas, complejas y profundas.
Ha atravesado las Américas de punta a punta, a lo largo y a lo ancho, ha visitado Europa en diferentes ocasiones después de haber combatido, en la clandestinidad, en España, contra el régimen de Franco, y conoce el movimiento anarquista así como a sus hombres más destacados. También ha estado en Asia, en el Japón, en la India, en la China, en los países árabes, y de cada viaje ha regresado con experiencias y materiales con los que ha escrito sus interesantes libros. Empero no se ha limitado a observar, ha hablado también, se ha abierto a todos los pueblos, logrando crear una inmensa red de relaciones con puntos de apoyo en todos los países del mundo.
Ahora, después de haber recorrido casi todos los camínos del mundo moderno, después de haber visitado bibliotecas diversas y consultado los archívos europeos llevándose de ellos una considerable cantidad de datos y documentación, después de haber auscultado el pulso de este inquieto mundo nuestro, ha querido intentar, con el mismo cuidado y atención, con el mismo espíritu crítico y observador, un viaje hacia el pasado, mucho más difícil de realizar, mucho más complicado, sin lugar a dudas, porque la escueta verdad ya se ha visto numerosas veces deformada por los intereses, los partís pris, las polémicas que han logrado inclusive adulterar los hechos además de las ideas y a cubrir de sombra y olvido, inclusive, hombres de gran trascendencia, creando y manteniendo, en tal modo, una situación extremadamente confusa que la polémica entablada desde hace un siglo no logra clarificar ni superar en el seno de un mundo en el cual los partidos se han aferrado en sus respectivas tomas de posición como si cada uno de ellos hubiese dicho la palabra definitiva.
El viaje a través de la historia que esta vez trata de llevar a cabo Víctor García, es para hallar los trazos originales y fundamentales de un evento que figura entre los de mayor importancia y proyección en la historia del socialismo y del anarquismo: la Primera Internacional de los Trabajadores.
En la actualidad, la documentación que tenemos al alcance y que hace referencia a este acontecimiento es, además de extensa, lo suficientemente precisa para permitir superar los contrastes personales surgidos en el pasado.
Han transcurrido cien años desde aquel día en que se fundó la famosa Primera Internacional. Un momento de la Historia tan sólo, pero que ha sido de una importancia grandiosa cuya influencia ha irradiado sobre nosotros a pesar de la lejanía, en el tiempo del evento. Todo aparece como habiendo sido dicho y repetido: los acontecimientos, las discusiones, las diatribas, en modo tal que el origen de éstos parece perderse en la neblina de los tiempos remotos por lo que podría aparentar una pérdida de su valor intrínseco. No es así; por el contrario, todo lo que gira alrededor de la Primera Internacional reúne todavía una palpitante actualidad porque aquel acontecimeinto está en la raíz de situaciones de tal magnitud que las mismas lograron modificar la faz del mundo.
Nada más lejos de la realidad que el tópico que señala la ausencia de actualidad en aquellos hechos lejanos, en aquellas polémicas del pasado. No es cierto que aquellos eventos no signifiquen nada o que suenan como música a destiempo, sin responder ya más a los gustos presentes, a las necesidades de un mundo profundamente transformado, diferente. La Primera Internacional continúa siendo un punto de referencia porque es jalón del que arrancan los tiempos modernos en los que el movimiento obrero ha hallado nuevas formas de resistencia y de lucha y bajo cuyo impulso el mundo ha sufrido una renovación. La Internacional de los Trabajadores se halla en el vértice de un mundo que después de haber concluido su ciclo le ha permitido al obréro el logro de un renacimiento a través de un prolongado y poderoso movimiento de toma de conciencia en el mundo del trabajo que hasta entonces, particularmente entonces, habíase visto maltratado y sumido en la más dura de las miserias, un mundo igual al que vivimos en nuestros días.
La Primera Internacional de los Trabajadores nacerá en un momento particular de la historia y se hallará inmediatamente en su centro, en circunstancias de afirmación dolorosa para los trabajadores de aquellos años en los que también se fortalecía el capitalismo industrial. Se tenía que iniciar un giro profundo en el seno de un mundo que no lograba estabilizarse ni, inclusive, moverse sino en base a pesar cada vez más gravemente sobre los productores. Era el momento en el cual el flagelo de la desocupación hacía verdaderos estragos entre los trabajadores; el período de un mundo en el que ni los más viejos organismos de defensa de los trabajadores lograban salir airosos en su defensa, y ello debido a que estos organismos estaban rebasados, superados, porque se habian convertido en organismos de opresión y no de liberación o simplemente de ayuda. Las viejas corporaciones de oficios, las viejas asociaciones de compagnonnages, las viejas guildas, que inclusive habían asumido en el pasado gestiones de gran importancia porque habían sabido, en su tiempo, levantarse contra el dominio de los señores feudales y la prepotencia de los ejércitos a sueldo de los príncipes y reyes. Habían logrado una defensa válida de los derechos de los trabajadores al tiempo que con su acción habían obligado al poder de los señores a tratar con ellos g a tomar en consideración sus demandas, estas instituciones ya no servían.
Todo aquel mundo, todas aquellas organizaciones habían acabado, se hallaban en el ocaso al tiempo que un mundo nuevo había nacido y hombres nuevos, profundamente diferentes, poseían las riendas del poder económico y político.
Los sistemas de trabajo se habían transformado ya y continuamente iban sufriendo nuevas modificaciones. Los trabajadores ya no iban más al taller del maestro, no eran ya los trabajadores reagrupados en las corporaciones los únicos con derecho a trabajar ya que en mucho mayor número las fábricas iban absorbiendo hombres porque allí no se utilizaba la herramienta sino la máquina la cual no ayudaba al hombre sino que lo arrastraba cada vez más hacia un trabajo siempre más acelerado.
Los obreros, reunidos en grandes fábricas, se encontraban frente a la máquina, no solamente ante un sistema nuevo de producción sino que la propia vida se veía totalmente transformada, motivando con ello que el trabajador se hallara frente a una lucha doble: contra el patrono que lo explotaba y contra la máquina que trataba de arrojarlo a la calle, sin trabajo, después de habérsele hecho abandonar la vida y el trabajo de los campos.
Una gran lucha se había entablado rápidamente entre los trabajadores y la máquina, la cual no se había presentado como una libertadora sino más bien como una hambreadora.
Y cuando la industrialización logrará tomar impulso y en el lapso de algo más de medio siglo la gran industria sentará sus reales, con sus férreas exigencias, en Inglaterra, en Francia, en Bélgica y más tarde en Alemania, en Italia y en España, a la veloz revolución industrial corresponderá una igualmente rápida transformación del mundo del trabajo y del sistema de organización de resistencia de los trabajadores. En esta escollera, las viejas corporaciones de oficio ya no podrán hacer frente a las nuevas necesidades exigidas para la organización y la defensa de los trabajadores. Sus preocupaciones, su sistema de organización cerrado, sus restricciones frente a la demanda de mayor cantidad de mano de obra reclamada por el desarrollo industrial, en lugar de ayudar, sofocaban y asfixiaban el proceso de desarrollo que se operaba en el mundo del trabajo y pesaban perjudicialmente sobre los propios trabajadores.
Impedir a amplios estratos de obreros el acceso a las fábricas con la única finalidad de defender los privilegios de unos pocos operarios calificados, asociados en las corporaciones, significaba que los primeros estaban obligados a permanecer en las condiciones de miseria y hambre en las que se desenvolvían.
En sus primeros tiempos, las máquinas no eran amigas del obrero, o por lo menos la máquina no era la amiga dispuesta a aliviar al hombre de su cansancio y se presentaba más bien como una enemiga terrible que le arrebataba la posibilidad de ganarse el sustento y, en consecuencia, era tratada como enemiga.
La tentativa del trabajador de herramienta en obstaculizar la introducción de las máquinas en el campo del trabajo fija una época importante en la historia del movimiento obrero, y, bien que con nombres diversos, esta lucha contra la máquina ha sido común en todos los países.
Las primeras tentativas del naciente movimiento obrero tienden, sobre todo, a resolver los problemas que, sobre la marcha se plantean en el campo nacional: aliviar el desempleo que sigue como consecuencia de la masiva utilización de las máquinas. Empero, los mismos problemas son iguales en todos los países y los mismos se presentan al mismo tiempo, y al mismo tiempo se plantea la necesidad de resolverlos, bien que pueden presentar características levemente diferentes, en su conjunto. Eran los mismos problemas: aplicacíón de Quevos métodos de trabajo, el desempleo, reivindicación de mejores condiciones de salario así como reducción del horario de trabajo: estos problemas reclamaban soluciones mucho más amplias que en el pasado, soluciones que rebasaran los límites, no solamente de las regiones, sino de los paises, soluciones, en definitiva, internaciomales. De esta manera, de igual modo que los problemas reclamaban preocupaciones generales también las soluciones exigían soluciones generales.
El desempleo en el seno de los tejedores franceses ejercía su influencia sobre la industria y los trabajadores de Inglaterra. Las conquistas logradas por los albañiles ingleses, a su vez, influían sobre las condiciones de los albañiles del otro lado del Canal de la Mancha. De todo ello surgía una imperiosa necesidad: la consolidación y el fortalecimiento del principio de una solidaridad recíproca.
La trabazón internacional se llevará a cabo finalmente en 1861 cuando los albañiles ingleses, después de una huelga que duraba ya cinco meses, solicitaron ayuda. Los trabajadores ingleses hicieron un llamado a la solidaridad y al mismo respondieron los obreros parísinos y los napolitanos quienes, a pesar de sus precarias condiciones económicas enviaron, junto a un mensaje de solidaridad, sumas de dinero recogidas céntimo a céntimo. En 1863, son los obreros textiles franceses quienes, sin trabajo, hacen un llamamiento de solidaridad a los trabajadores textiles de Inglaterra; de ahí surgirá un verdadero y profundo diálogo entre los trabajadores de diferentes países que lograrán, en este inicio, ser escuchados.
Indudablemente que la idea de dar vida a una internacional de trabajadores había nacido ya antes de los acercamientos de 1861 y de los de 1863-64 pero no había cristalizado todavía y su realización no había madurado suficientemente. Este proceso de gestación se iba llevando a cabo lentamente en la mente de algunos intelectuales pero eclosionará y tendrá lugar más prontamente a través de la acción del pueblo trabajador cuando, una vez lanzada la iniciativa en 1863, se logrará dar vida y cuerpo a aquel organismo que en todos los países hará florecer las ideas socialistas (entonces, en muchos países socialista significaba: socialista-anarquista) a la vez que despertará al pueblo y le hará tomar conciencia de sus condiciones, de sus posibilidades, de sus derechos.
En el transcurso de este año, a fin de recordar el primer centenario de la Internacional, se publicarán en todas las lenguas numerosas obras, pero es muy posible que sólo en muy pocas se busque relevar lo que ha sido la formación constante y la concatenación del pensamiento y de los acontecimientos que condujeron a la creación de este vasto movimiento ascencional de las ideas socialistas, interpretadas en el más amplio sentido de la palabra. Y es precisamente por ello y con este propósito que el estudio de Víctor García resulta verdaderamente importante, no tanto por haber historiado todo el desarrollo del organismo internacional hasta su ocaso, sino por la cuidadosa, operosa e inteligente búsqueda sobre sus orígenes inmediatos, sobre el pensamiento que animaba a sus primeros pioneros.
Hasta ahora pocos han sido los que han seguido, desde los remotos orígenes, la lenta gestación de las ideas, la formacíón de los hechos y de las soluciones que condujeron a la eclosión del movimiento de solidaridad y de resistencia hacia un organismo de carácter internacional y que resultó ser, no solamente de lucha inmediata sino que esbozaba y preformaba inclusive la posibilidad de una nueva vida para el futuro. De ahí que este ensayo de Víctor García sea más importante ya que resulta de máxima utilidad para la comprensión de los acontecimientos que vinieron después. En el caso de que el interés versara, en modo particular, en la búsqueda de los lejanos orígenes, nos veríamos, entonces, llevados demasiado lejos y fuera de la función y misión que nos espera. Empero, Víctor García ha hecho muy bien en subrayar que los padres de la Primera Internacional eran auténticamente franceses, es decir, que la Internacional surge del espíritu libertario que el movimiento obrero francés ha representado siempre y que esto ha influenciado grandemente en la formación de la Internacional y ello antes, inclusive, de que las secciones de la Europa meridional pudieran aportar su contribución que, a su vez también se cimentó en el espíritu libertario, en el espíritu anarquista.
De ello se colige en forma palmaria que la decadencia de la Internacional no fue debida a la falta de entusiasmo por parte del pueblo, a un debilitarse de las conciencias de los supuestos socialistas en las diversas secciones, sino más bien como consecuencia de un fenómeno de desintegración interna surgido en el seno de su Comité Central el cual ostentaba la dirección del movimiento sin haber jamás tenido debida cuenta de las instancias y de la voluntad de la periferia, de la base del movimiento. En otras palabras: la decadencia surge como consecuencia de haber abandonado aquellas mismas ideas que se hallaban en el origen de la institución y que la habían informado antes, al abandono del pensamiento de sus precursores. Pensamiento e iniciativa que integraron las características particulares de algunas seccionales como eran las del lura, de Bélgica, de Italia y de España. Estas últimas, las secciones italiana y española, adquirieron un desarrollo importante precisamente cuando la Internacional, que tenía su sede en Londres, abandonados que habían sido los principios Iibertarios, ya se manifestaba decadente.
De todas maneras es indispensable subrayar, inclusive después de haber sido ya señalado, lo siguiente: la idea de la Internacional no ha nacido improvisadamente en 1864. La misma se hallaba flotando en el ambiente y había germinado en muchos corazones y cerebros mucho tiempo antes. Las decisiones de 1864, resumiendo las diferentes iniciativas que las precedieron, encontraron un momento exacto, es decir, cuando las ideas se habían convertido en acción y la Internacional se palpaba en las cosas al mismo tiempo que la situación había madurado suficientemente y las condiciones se imponían; cuando la idea nacida del campo intelectual entró en el campo práctico de la vida y de la lucha, entonces la Internacional tuvo su inicio oficial.
En la obra de Víctor García se puede seguir, inclusive en los detalles, la vida y los problemas de la Internacional de los Trabajadores, el desarrollo y el incremento del contraste entre el socialismo autoritario y el socialismo anarquista, contraste que irá agrandándose a un punto tal que acabará por crear las situaciones y las condiciones que configuraron el fin de aquella organización internacional. Estas mismas ideas, por otra parte, irán a basamentar aquellos principios que formarán los cimientos sobre los cuales se elevará el movimiento anarquista.
Muchos años después dirá Enrique Malatesta, en el movimiento anarquista se hallarán siempre las mismas ideas y, en gran parte, los mismos hombres de los años 1870-1872 (es decir: de la Internacional) de la misma manera que se encuentra siempre la influencia directa o indirecta de aquel gran animador que fuera Miguel Bakunín (1).
Ugo Fedeli
Notas
(1). Prefacio a Michele Bakunin e l'Internazionale in Italia de Max Nettlau. Ginebra. Ed. Il Risveglio 1928.
Nota del autor.
A los pocos días de haber confeccionado este Preliminar, Ugo Fedeli moría, víctima de un infarto de miocardio, en Ivrea, el día 10 de marzo de 1964. Esta condición de trabajo póstumo de uno de los historiadores y bibliógrafos más relevantes que ha tenído el anarquismo internacional en estos últimos tiempos, reviste al mismo de una importancia destacada porque implica el último saludo que Fedeli dedica a una organización que amó entrañablemente.
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