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Los primeros pasos
Actualmente -dice Max Nettlau- se está bastante minuciosamente bien informado sobre los orígenes de la Internacional (1), permitiendo (los documentos existentes) determinar cuáles fueron los verdaderos iniciadores al tiempo que se pueden eliminar las generalidades vagas, las inexactitudes y las leyendas. Es innecesario decir que Bakunín no tuvo nada que ver con este comienzo bien que ello no ha sido nunca afirmado, pero inclusive el propio Marx, en un momento dado tampoco tuvo que ver ... (2).
Efectivamente, se han localizado numerosos documentos de la época, se han reunido diversas obras relacionadas con la I Internacional y, en la actualidad, sociólogos diversos continúan escudriñando sobre ese evento que despertó, como ningún otro, la conciencia colectiva de los trabajadores. La frase de Mirabeau: Este pueblo cuya inmobilidad solamente sería formidable adquirió su mayor significado en la presencia de la Primera Internacional que significaba también, por parte de la corriente libertaria proudhoniana que participó en la creación de la Asociación, un paso firme y valioso hacia el aforismo de Proudhon: L'Atelier fera disparaitre le gouvernement.
No era la primera vez, naturalmente, que los trabajadores se esforzaban en buscar su unidad más allá de los trazados arbitrarios de las fronteras. Una sociedad universal había sido ya propuesta por la enigmática Flora Tristán en 1843, descendiente en línea directa, según ella, de Huayna Capac (3); Marx y Engels ya lanzan en 1847 el retumbante: Proletarios de todos los países, Uníos; Joseph Dejacque, del que ya hemos tenido ocasión de hablar anteriormente con motivo de las utopías sociales, suscribía, junto con Ernest Coeurderoy y otros, en 1855 el programa de otra Asociación Internacional. Tres años antes, en 1852 Dejacque escribía ¡En pie proletarios, en pie todos y despleguemos la bandera de la guerra social!.
El programa de esta Internacional desconocida, según Max Nettlau: Lleva las firmas de socialistas que se encontraban entonces en Londres y en Nueva York, entre estos últimos Dejacque y Pelletier. Había también ingleses, franceses, alemanes y polacos. Sus publicaciones se han hecho inhallables. Publican el Manifiesto a los Republicanos, Demócratas y Socialistas de Europa, y la nueva declaración de Principios de la Asociación Internacional. El 4 de Enero de 1859 la sociedad había comenzado por revolucionarse a sí misma y su comité fue abolido, por lo cual los autoritarios se separaron de su seno. En esta Declaración leemos: Negación absoluta de todos los privIlegios, negación absoluta de toda autoridad; emancipación del proletariado. El gobierno social no puede y no debe ser más que una administración nombrada por el pueblo, sometida a su control y siempre revocable por él cuando lo juzgue conveniente (4).
Todos estos ensayos internacionalistas, empero, fracasaron. Las condiciones sociales y ambientales, la disparidad de criterios sin más punto de coincidencia que el instrumento: una organización internacional; las dificultades de desplazamiento existentes hace más de un siglo, eran obstáculos difíciles de vencer.
Empero, la idea se fortalecía más y más en el seno de los trabajadores y su pujanza no escapaba a la visión inclusive de quienes no integraban las filas de las masas productoras. Charles de Rémusat escribía en la Revue des Deux Mondes del 1 de Abril de 1863: Es necesario considerarlo como dicho: lo que está creciendo en estos momentos son las clases obreras y ello sin que sea fácil señalar las causas ya que las instituciones han hecho muy poco para ello; un proceso intelectual y moral se manifiesta en su seno y asombra a los observadores, tanto a los más clarividentes como a los menos suspectos ... Mucho me temo que, en lo moral, todo no sea estable en la sociedad francesa, excepto el espíritu de esta muchedumbre desconocida de la que somos incapaces de hacernos escuchar. Lamentemos el que ella se halle sola en este camino de elevación pero agradezcamos, al mismo tiempo, al cielo el que lo haga con el destino que la espera (5).
Un año antes, una delegación de trabajadores franceses, compuesta de doscientos aproximadamente, visitó la Exposición Universal de Londres siendo los gastos sufragados por el gobierno de Napoleón III. El 5 de Agosto fueron agasajados por las Trade Unions inglesas quienes dieron lectura a un documento que era un llamado a la entente proletaria internacional y punto de apoyo sólido para la próxima Internacional. James Guillaume, quien de acuerdo con las propias palabras de G. D. H. Cole nos ha legado con mucho, la mejor historia de la Asociación Internacional de Trabajadores lo inserta íntegro: Esperamos -dice en uno de sus apartados el documento- que encontraremos algún medio internacional de comunicación y que en el porvenir veremos formarse un eslabón más en la cadena de amistad que debe unir a los trabajadores de todos los países (6).
Un acto en favor de la independencia de Polonia, el cual debe tener lugar en el Saint James Hall de Londres el 22 de Julio de 1863, posibilita otro reencuentro de franceses, ingleses y varios emigrados de diferentes países europeos. Esta vez se estima que el medio internacional de comunicación deben ser los congresos internacionales y los organismos obreros interrelacionados entre sí a través de una asidua correspondencia.
Finalmente, en el mes de septiembre de 1864 la Asociación Internacional de Trabajadores queda creada: Henri Tolain, Perrachon y Limousin, ya presentes el año anterior, cargan en sus alforjas el proyecto de la organización y el 28 del mismo mes, en el Saint Martin's Hall, queda aprobada la iniciativa a grandes rasgos. Tal como dijo el maestro Bibal, la Primera Internacional fue un niño nacido en los talleres de París y amamantado en Londres.
Tolain, en el mitin del Saint Martin's Hall dijo: ¡Trabajadores de todos los países que queréis ser libres! Ha llegado la hora de que podáis celebrar congresos ... es necesario que nos unamos para oponer una infranqueable barrera a un sistema funesto que divide a la humanidad en dos clases.
La Asamblea adoptó, por unanimidad, la resolución de que Habiendo oído a nuestros hermanos franceses y como su programa tiende a mejorar la situación de los trabajadores, lo aceptamos como base de una organización internacional. La Asamblea nombra un comité con poderes para aumentarse con mayor número de miembros, a fin de redactar los reglamentos para la asoclaclon.
El comité fue nombrado de inmediato y lo integraron Odger, Cremer, Wheeler y Weston por las Trade Unions inglesas, unos pocos franceses radicados en Londres, entre ellos Le Lubez, fueron designados para representar a los galos, Fontana y Wolff eran los delegados italianos y, en representación de Alemania fueron designados Eccarius y Carlos Marx.
La disparidad de criterios que fuera obstáculo para que un organismo internacional fuera creado anteriormente estaba presente, de todos modos, en el seno del Comité constitutivo. Las Trade Unions, por un lado, no se caracterizaban precisamente por aspiraciones de avanzada extrema, los dos delegados italianos, en particular el mayor Wolff quien redactara junto con Le Lubez el primer proyecto de estatutos, eran marcadamente mazzinianos, es decir, políticos, patriotas y creyentes: Marx, Eccarius resultó ser su portavoz la mayoría de las veces, iba a lo suyo que no era, necesariamente, cónsono con los intereses de la Internacional. Si queremos hallar la mística que hizo posible el nacimiento de la Internacional tenemos que fijarnos en los viajeros parisinos cuyo nombre, debido a las leyes bonapartistas, no aparece en la Inaugural Address pero cuyo espíritu es determinante. Los visitantes franceses -dice Cole- eran completamente diferentes. Eran obreros que estaban al frente de verdaderos sindicatos obreros, que luchaban por su reconocimiento y por la mejora de salarios y las condiciones de trabaJo (7). Aun admitiendo que todos los congregados en el Saint Martin's Hall eran internacionalmente convencidos, los franceses eran, además, portavoces del obrerismo revolucionario lo que les da una posición de descolle frente al obrerismo reformista del cartismo inglés, frente a las sociedades patrióticas que Mazzini influenciaba en Italia, frente al propio Marx que, un tiempo antes, le escribía a Engels: Me agrada este aislamiento público, esta soledad auténtica en la cual nos sumergimos los dos. Ello corresponde a nuestros principios y a nuestra situación ... A lo que Engels respondia: Sólo tenemos que rendir cuentas a nosotros mismos y cuando el momento llegará en el que esos señores tendrán necesidad de nosotros, entonces podremos dictarles nuestras propias condiciones ... (8).
Por lógica, por la devoción puesta en el proyecto, porque París irradiaba la verdadera luz del sindicalismo revolucionario, el Consejo General de la Internacional hubiera tenido que situarse en Francia. No podía ser así porque las leyes bonapartistas prohibían las asociaciones de más de veinte miembros. Oebido a ello, como dicen Sergent y Harmel La criatura internacionalista fue llevada a nodriza del otro lado de la Mancha, para sustraerla al ogro imperial. Pero era innegable que sus padres eran auténticamente franceses, y además parisinos, y su temperamento y sus ideas anarquistas, o anarquizantes, le viene de ellos (9).
A pesar de que Max Nettlau trata a los primeros internacionalistas franceses, y a Tolain en muy particular modo, de pequeños espíritus (10), más uno penetra en la documentación que sobre la Internacional existe y más uno se convence de que la verdadera inspiración, el motor, la fortaleza necesaria para que la Asociación alcanzara cimas que ni antes ni después alcanzó organización obrera alguna, se debe en muy principal modo a los franceses.
Paradójicamente, el acervo mutualista proudhoniano que todos los franceses cargaban, se proyectaba, frente a las ideas socialistas de Marx, como menos revolucionario. La defensa de la propiedad privada del campesino, la familia escalonada jerárquicamente, la educación interpretada como misión familiar y otros detalles pudieran ser los motivos que dan argumentos a Nettlau para llamarlos pequeños espíritus.Empero, y por otro lado, el federalismo patrocinado por Francia, la necesidad de mantener una Internacional pura en base a que sus miembros sean genuinamente trabajadores, la actividad de base llevada a cabo por el Comité de París en la pequeña habitación del No. 44 de la calle Gravilliers, compensan sobradamente las debilidades de los internacionalistas franceses (11).
Al decorrer de los años, el acta va asumiendo más importancia que el acto para el historiador y ello hace que mientras las acciones de Marx, cuya inteligencia y erudicción sobresalían por encima de todas las demás, han subido por toda la actividad plumífera que llevó acabo en el seno del Consejo General de Londres, el espíritu, la mística y la tenacidad de los internacionalistas franceses se hayan ido diluyendo en todo un siglo de intervalo.
Negar que la aportación de Marx, una vez entró a formar parte de la Internacional ya creada, tiene importancia sería faltar a la veracidad. La presencia de Marx en el seno del Consejo General de Londres fue valiosa bien que, el momento llegado, también fuera él quien la matara y enterrara.
Max Nettfau, con pequeñas salvedades, no titubea en afirmar que Marx produjo trabajo útil a la asociación, y lo mismo dice Bakunín en La Política de la Internacional (12), ratificándolo dos meses más tarde, el 28 de Octubre de 1869 exactamente, en carta que dirigía a su gran amigo Herzen: Dejando de lado todas las villanías que ha vomitado (Mar ) contra nosotros, no podríamos por nuestra parte desconocer, por lo menos yo, los grandes servicios que ha rendido a la causa socialista desde hace veinticinco años aproximadamente. Indudablemente nos ha dejado a todos bien lejos detrás suyo. Es, además, uno de los primeros organizadores, sino el iniciador, de la Sociedad Internacional. Bajo mi punto de vista es un mérito enorme que yo reconoceré siempre, sea cual sea su actitud hacia nosotros (13). Naturalmente faltaban aún tres años para la celebración del Congreso de la Haya en el que Marx acudió a todos los recursos de cloaca para lograr la expulsión de Bakunín del seno de la Internacional pero el testimonio del 1869, ratificado por la mayoría de historiadores libertarios, quedará firme en la página de la historia.
De la labor de Marx, en el comienzo de la Internacional, objetado el engreimiento que siempre ha demostrado, da cuenta el propio Marx en una extensa carta dirigida a Engels el 4 de Noviembre de 1864 de la que es necesario transcribir algunos párrafos ... Un cierto Le Lubez vino comisionado para pedirme si yo podría intervenir (en el acto de Saint Martin's Hall) en nombre de los trabajadores alemanes y especialmente, si podía proporcionar un trabajador alemán para que hablara en el mitin, etc. Les proporcioné a Eccarius, quien se salió del paso espléndidamente e inclusive yo estaba presente como testigo mudo en la tribuna. Me di cuenta que verdaderos poderes estaban en juego, tanto de la parte de Londres como de París y decidí rechazar mi regla establecida de declinar tales invitaciones ...
En el mitin, lleno hasta sofocar (porque ahora existe, evidentemente, un resurgir de las clases trabajadoras), el Mayor Wolff (taxista y ayudante de Garibaldi) representaba la Sociedad de Trabajadores Italianos en Londres. Se decidió fundar una Asociación Internacional de Trabajadores cuyo Consejo General debería estar en Londres y debería actuar como intermediario entre las sociedades de trabajadores de Alemania, Italia, Francia e Inglaterra. También se acordó la celebración de un Congreso General de Trabajadores a tener lugar en Bélgica en 1865, Un comité provisional fue nombrado en el mitin: Odger, Cremer y muchos otros, algunos de los mismos viejos cartistas, owenianos, etc., representando a Inglaterra; el Mayor Wolff, Fontana y otros italianos a Italia; Le Lubez etc., a Francia; Eccarius y yo a Alemania. El comité fue autorizado a buscar la cooperación necesaria que permitiera, si era preciso, ampliarlo a un mayor número de miembros.
Todo iba bien hasta entonces. Asistí a la primera reunión del comité. Un sub-comité en el que yo me hallaba fue designado para redactar una declaración de principios y los estatutos provisionales. Hallándome enfermo no me fue posible asistir a la reunión del sub-comité y a la reunión de todo el comité que siguiera.
En estas dos reuniones a las que no pude asistir -la del sub-comité y la de todo el comité que siguiera- ocurrió lo siguiente:
El Mayor Wolff echó mano al reglamento de las Sociedades de Trabajadores Italianos (las cuales poseen una organización central pero, como se vio más tarde, son en realidad sociedades de beneficencia) para aplicarlo a la nueva Asociación. Más tarde vi el amasijo. Se trataba, evidentemente, de una compilación de los conceptos de Mazzini, así que ya puedes darte cuenta del espíritu y la fraseología dentro de los cuales, el verdadero motivo: la cuestión de los trabajadores, era tratado. Al mismo tiempo, el énfasis que los nacionalismos gozaban.
Por otra parte un viejo Oweniano, Weston -que actualmente es un fabricante él mismo, un hombre muy amable y valioso- redactó un programa de una ampulosidad indescriptible y lleno de la confusión más extrema.
La subsiguiente reunión del comité general ordenó al sub-comité la remodelación del programa de Weston conjuntamente con los reglamentos de Wolff. Este dejó Londres para asistir al Congreso de las Asociaciones de Trabajadores Italianos que debía celebrarse en Nápoles y lograr que éstas se adherieran a la Asociación Central de Londres.
Tuvo lugar otra reunión del sub-comité -a la cual no pude asistir nuevamente porque fuí convocado demasiado tarde. En esta reunión una declaración de principios y una nueva versión de los estatutos de Wolff fueron presentados por Le Lubez y aceptados por el comité para ser sometidos al comité general. Este se reunió el 18 de Octubre. Como quiera que Eccarius me había escrito de que mi ausencia podría ser peligrosa asistí y me asusté, sinceramente, cuando oí al apreciable Le Lubez leer un preámbulo espantoso, difuso, pésimamente escrito y completamente indigesto, pretendiendo ser una declaración de principios, en la cual Mazzini asomaba a cada rato, y el todo incrustado en los vagos marbetes del socialismo francés. Añádase a ello que los estatutos italianos eran enfocados, en su principal objetivo, y ello aparte todas las demás faltas, hacia algo completamente imposible: una especie de gobierno central de las clases trabajadoras europeas (con Mazzini, naturalmente, entre bastidores). Presenté una suave oposición y después de una serie de intervenciones en avance y retroceso Eccarius propuso que el sub-comité debería someter el caso a una edición posterior. Por el otro lado, los sentimientos contenidos en la declaración de Le Lubez, fueron votados.
Dos días más tarde, el 20 de Octubre, Cremer (por los ingleses), Fontana (Italia) y Le Lubez se repnieron en mi casa (Weston fue prevenido). Hasta entonces yo no había tenido los documentos (los de Wolff y Le Lubez) en mis manos y no podía, en consecuencia, preparar nada, pero estaba decidido, dentro de lo posible, de que ni una sola línea de aquel amasijo fuera permitida. A fin de ganar tiempo propuse que, antes de que se editara el preámbulo nosotros deberíamos discutir los artículos. Así se hizo. Era la una de la madrugada cuando el primero de los cuarenta artículos fue aprobado. Cremer dijo (Y esto es lo que yo buscaba): No tenemos nada para presentar ante el comité el cual debe reunirse el 25 de octubre. Debemos posponer la reunión hasta el 1 de noviembre. El sub-comité puede, por otro lado reunirse el 27 de octubre y tratar de lograr una conclusión definitiva. Así fue acordado y los papeles me fueron confiados para que yo opinara al respecto.
Me di cuenta que nada podía sacar de aquel bodrio. A fin de poder justificar la manera particular en la cual yo me proponía presentar los sentimientos ya aprobados escribí un Mensaje a las clases trabajadoras (lo cual no figuraba en el plan original: una especie de revista de las vicisitudes de la Clase Trabajadora desde 1845); luego, con el pretexto de que lo más importante está incluído en el Mensaje y que no deberíamos repetir las mismas cosas tres veces alteré totalmente el preámbulo, desplacé la declaración de principios y, finalmente, reduje los cuarenta artículos en diez. Dentro de lo posible y en lo que respecta a la política internacional contenida en el Mensaje, yo hablé de países y no de nacionalidades, denunciando a Rusia y no a los Estados pequeños. Mis proposiciones fueron todas aceptadas por el sub-comité. La sola cosa que me vi obligado a añadir fueron dos frases acerca de deberes y derechos en el preámbulo de los estatutos, además de verdad, moral y justicia pero ello está colocado en forma tal que no podrán hacer ningún daño.
En la reunión del comité general mi mensaje etc., fueron acordados con gran entusiasmo (por unanimidad). La discusión sobre la manera de imprimir, etc. tuvo lugar el siguiente martes. Le Lubez tiene copia del Mensaje para traducirlo al francés y Fontana otra para traducirlo al italiano. (Para empezar hay un semanario llamado Beehive, editado por Potter, el tradeunionista, una especie de Monitor.) A mi me toca traducir todo el material al alemán.
Era muy difícil enmarcar la cosa en forma que nuestro punto de vista apareciera en una forma aceptable para el punto de vista actual del movimiento obrero. Dentro de pocas semanas la misma gente realizará mitines para la franquicia y los derechos políticos con Bright y Cobden. Tomará su tiempo antes de que el movimiento, en este despertar, logre la audacia de antaño. Será necesario ser fortiter in re, suaviter in modo. Tan pronto como el material esté impreso te lo mandaré. (14).
La virtud de Marx -y a través de su carta queda de manifiesto- fue el haber sabido homogeneizar, superficialmente claro está, la heterogeneidad de los fundadores de la Internacional al tiempo que evitaba el peligro de la visión mazziniana, marcadamente patriótica y deísta.
La tarea le fue grandemente facilitada por las circunstancias de la ausencia de Wolff que se hallaba en Nápoles asistiendo al Congreso de las Asociaciones de Trabajadores Italianos y al hecho de que la resistencia más organizada, la francesa, a sus intenciones disimuladas, se hallaba del otro lado del Canal de la Mancha ya que Le Lubez era un entusiasta del proyecto pero estaba lejos de ser un proudhoniano como la delegación parisina que presentó la moción en el Saint Martin's Hall.
El Mensaje inaugural de la Internacional que Marx elaborara en los últimos días de octubre de 1864, no tuvo mayor arrastre. Sus 4.000 palabras aproximadas giran todas, salvo una leve mención al final en la que se acusa a Rusia por asesinar a la heroica Polonia, alrededor de Inglaterra y sus eventos económicos. No se trata, en realidad, de un mensaje revolucionario lo que no podía exigirse de quien, según G. D. H. Cole, desde 1850 había dejado de pertenecer a la extrema izquierda del movimiento revolucionario (15). Nada aparece en el Mensaje que haga alusión a la socialización de los medios de producción, lo que puede atribuirse, en parte, al temor que los proudhonianos franceses no vieran la expresión con buenos ojos. Hay tan sólo una breve alusión a las cooperativas: >Es imposible exagerar la importancia de estos grandes experimentos sociales que han mostrado con hechos, no con simples argumentos, que la producción en gran escala y al nivel de las exigencias de la ciencia moderna, podía prescindir de la clase de los patrones; que utiliza el trabajo de la clase de los asalariados; han demostrado también que no era necesario a la producción que los instrumentos de trabajo estuviesen monopolizados y sirviesen así de instrumentos de dominación y de explotación contra el trabajador mismo; y han demostrado, por fin, que lo mismo que el trabajo esclavo, lo mismo que el trabajo siervo, el trabajo asalariado no es sino una forma transitoria inferior, destinada a desaparecer ante el trabajo asociado que cumple su tarea con gusto, entusiasmo y alegría. Este párrafo, el único programático, pasa casi desapercibido en el piélago del Mensaje que es una crítica acerva y demoledora, es cierto, del sistema económico inglés. Leyendo el Mensaje, tímido por demás en cuanto a aspiraciones, pocos podían barruntar que la Internacional iba a debatir, en su seno, los más álgidos problemas sociales y económicos de la sociedad del siglo XIX.
Por eso, la mayoría de los revolucionarios que se afincan a la Internacional inclusive en la actualidad, prefieren apoyarse en los considerandos que preceden a los estatutos que guardan, en el espíritu, el mensaje que Tolain pronunciara en el acto del 28 de septiembre en el Saint Martin's Hall de Long Acre y que fueran ratificados en el Primer Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra:
Considerando:
Que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos;
Que los esfuerzos de los trabajadores para conquistar su emancipación no ha de tender a constituir nuevos privilegios, sino a establecer para todos los mismos derechos y los mismos deberes;
Que la sujeción del trabajador al Capital es la fuente de toda esclavitud política, material y moral;
Que por lo mismo la emancipación económica de los trabajadores es el gran objetivo a que debe subordinarse todo movimiento político;
Que los esfuerzos hechos hasta ahora han fracasado por falta de solidaridad entre los obreros de las diferentes profesiones en cada país, y de unión fraternal entre los trabajadores de diversas regiones;
Que la emancipación de los trabajadores no es un problema únicamente local o nacional, sino que, al contrario, este problema interesa a todas las naciones civilizadas; estando necesariamente subordinada su solución al concurso teórico y práctico de las mismas;
Que el movimiento que se está efectuando entre los obreros de los países más industriales del mundo entero, al engendrar nuevas esperanzas da un solemne aviso para no incurrir de nuevo en antiguos errores, y aconseja combinar todos los esfuerzos hasta ahora aislados;
Por estas razones, los abajo firmantes, miembros del Consejo elegido por la asamblea realizada el 28 de septiembre de 1864 en el Saint Martin's Hall de Londres, han tomado las medidas necesarias para fundar la Asociación Internacional de Trabajadores. Declaran que esta Asociación Internacional así como todas las sociedades e individuos que a la misma adhieran, reconocerán como base de su conducta para con todos los hombres, la Verdad, la Justicia y la Moral, sin distinción de color, de creencia o de nacionalidad.
Consideran como un deber reclamar no solamente para ellos los derechos del hombre y del ciudadano, sino para todos los que cumplan sus deberes. No más deberes sin derechos, no más derechos sin deberes.
Aunque parezca una contradicción y a pesar de la gran influencia que Marx ejerciera en la Asociación Internacional de Trabajadores, el autor de El Capital nunca vio con mística, ni siquiera entusiasmo, este gran instrumento manumisor del proletariado internacional.
Marx interviene en la creación de la Internacional, es cierto, pero también, fue el enterrador de esta organización que, al escapársele su control de las manos prefirió desplantarla de su suelo en el Congreso de La Haya de 1872 y desterrarla para que agonizara lejos, en los Estados Unidos.
Repasando su correspondencia se confirma el esceptismo de Marx. Ya hemos visto cómo tanto él como Engels se alegran del acaparazonamiento en sus respectivas torres de marfil de la que sale Marx porque cree que la asamblea del Saint Martin´s Hall tendrá trascendencia (Es bueno que entremos de nuevo en el contacto que representa, por lo menos, su clase, lo que es esencial le dirá a Engels en otra ocasión).
Por eso, por ausencia de entusiasmo, teme que el Congreso de Ginebra sea un fracaso: Debo decirte con franqueza -le dice a Engels en carta del 6 de Abril de 1866- que la Internacional no va bien, aumentando el malestar la impaciencia de los franceses que quieren celebrar el Congreso para fines de mayo. Además los dirigentes ingleses aparecen algo fríos y me imagino que el fracaso del congreso no les importa mucho ¿Quedaremos en ridículo ante Europa? ¿Qué haremos?, diecisiete días más tarde le volvía a escribir a Engels: Desde aquí haré todo lo posible porque el Congreso de Ginebra tenga éxito, pero no asistiré a él. De esta manera evito toda responsabilidad personal.
De hecho, su estado de ánimo, escéptico hacia las masas obreras, fue inamovible desde siempre. Unos años más tarde, el 22 de Febrero de 1881, le escribía a Domela Nieuwenhuis: Es convicción mia el que la coyuntura crítica para una nueva Asociación Internacional de Trabajadores no ha llegado aún y por tal razón considero todos los congresos obreros, en todo aquello que no esté relacionado en dadas condiciones de una determinada nación, como, no solamente algo inútil sino inclusive dañino. Ellos se marchitarán siempre en viejas banalidades generalizadas.
De igual modo piensa Engels. En la carta que le dirige a Federico Alberto Sorge el 12 de septiembre de 1874, se lee: Con su dimisión la vieja Internacional queda herida de muerte y llega a su fin. Y esto está bien. Aquello pertenecía al período del Segundo Imperio ... y para justificar su transferencia a los Estados Unidus dice más adelante: El único país en el que aún pueda hacerse algo en nombre de la vieja Internacional son los Estados Unidos y por instinto feliz el ejecutivo fue transferido allí.
Hasta Lenín remachará el clavo en un artículo que titula Carlos Marx: Después del Congreso de la Internacional celebrado en La Haya en 1872 Marx procedió a transferir el Consejo General a Nueva York. La primera Internacional había cumplido su papel histórico (16).
Marx se lamenta de la impaciencia de los franceses y por ello no levanta el pie del freno. En tal forma y para el Consejo de París, Marx y el Consejo General de Londres resultarán un peso muerto como lo resultarán más tarde para los suizos, los belgas, los españoles y los italianos.
Para demostrar el aspecto sano que encerraba la impaciencia de los franceses bastará señalar que el Mensaje inaugural y los estatutos provisionales aprobados por el Consejo General de Londres el 1 de Noviembre de 1864 estaban traducidos, impresos y distribuidos en París el 8 de Enero de 1865.
La traducción al francés del preámbulo a los estatutos, por omisión del término as a means (como un medio) en el cuarto considerando, provocó largos debates entre autoritarios y libertarios al extremo que Bakunín calificará, el as a means, como la frase decisiva de todo el programa de la Internacional (17).
El considerando, ya transcrito más arriba: Que por lo mismo la emancipación económica de los trabajadores es el gran objetivo a que debe subordinarse todo movimiento político que es la traducción literal y literaria de la versión francesa que inserta Palmiro Marbá (18), se convertiría, de ajustarse al original inglés, en Que por lo mismo la emancipación económica de los trabajadores es el gran objetivo al que debe subordinarse, como un medio, todo movimiento político.
Hay una diferencia, sin duda alguna. La versión francesa subordina completamente la acción política mientras que la inglesa considera la acción política como el medio de la emancipación económica.
La omisión, conocida la manera de pensar de los franceses, fue voluntaria, premeditada y afrontaba, su responsabilidad, con todas las consecuencias y ello a pesar de lo que dice la comunicación privada dirigida por Marx, en nombre del Consejo General, al Comité federal de la Suiza romanda el 1 de septiembre de 1870: Interpelado por el Consejo General, el Comité de París se excusó por las miserias de su situación política. Las excusas son pura invención de Marx. El comité de París estaba muy orgulloso de su federalismo para admitir que consideraba necesario excusarse.
En la euforia de los primeros momentos el detalle no tenía trascendencia: Nadie parecía haber dado importancia, en aquel momento, señala Guillaume, a las ligeras diferencias que presentaban los dos textos. Los estatutos, presentados a votación en el Congreso de Ginebra, fueron aprobados, el texto inglés, con el as a means por los delegados ingleses y los que se valían de este idioma para entenderse en las sesiones, el texto francés sin el comme un moyen, por parte de los delegados franceses y los de la Suiza de habla francesa.
Sería necesario el acrecentamiento de las rencillas, las disputas entre libertarios y autoritarios, entre marxistas y bakuninistas, para que los internacionalistas decidieran hurgar con lupa y pinzas el espíritu y la letra de los estatutos.
El impacto de la Internacional era muy diferente según se enfocara bajo el punto de vista inglés o el punto de vista francés, los dos núcleos efectivos sobre los cuales radicaba la verdadera fuerza de la novel organización. En Inglaterra, y desde el primer momento, no se registró el mismo entusiasmo que en Francia. Los ingleses consideraban a la Internacional como algo secundario: No parece que la marcha de los acontecimientos en la Gran Bretaña hubiese sido diferente, en ningún aspecto importante, si no hubiese existido la Internacional. Es indudable que Marx convenció a los dirigentes de los sindicatos obreros de Londres para que pusieran sus nombres en varios documentos que, sin él, nunca habrían pensado redactar, y tampoco hay duda de que el prestigio del movimiento británico hizo que las muestras de apoyo dadas por sus dirigentes constituyesen un factor que aumentó el influjo de la Internacional en otros países. Pero estos dirigentes en modo alguno estaban dispuestos a permitir que Marx u otro extranjero condujera el movimiento en lugar de ellos. Siguieron construyendo su propia organización para dirigir sus asuntos nacionales, considerando la Internacional como algo secundario; y la misma magnitud de los éxitos que consiguieron en 1867, tanto en la extensión de derechos políticos a los trabajadores urbanos como en la enmienda de las leyes sobre patronos y obreros (Master and Servant Laws) los hizo menos revolucionarios y no más. Además, las violencias de Sheffield en 1866 y el juicio legal en el pleito de Hornby contra Close el año siguiente, colocaron a los sindicatos obreros en la defensiva e hicieron que los dirigentes se sintieran menos inclinados a una actuación dirigida a atemorizar a la burguesía británica, inclusive antes del susto que experimentaron al estallar la Comuna de París (19).
En cambio los franceses se daban por entero a la nueva obra. Los internacionalistas actuaron por sí mismos. gobernados mucho más por la marcha de los acontecimientos en su país que por instrucciones recibidas de Londres. La tolerancia limitada concedida por Napoleón III a los sindicatos obreros desde 1864 en adelante, en modo alguno produjo el efecto deseado de convertir a la clase obrera en un apoyo del Imperio. Por el contrario el influjo sobre el movimiento francés pasó por etapas de Tolain y de sus partidarios moderados a un grupo más militante, dirigido por Eugene Varlin (20).
Una de las imposiciones del Consejo General, la designación de Henri Lefort como corresponsal del Consejo en Francia, motivó el primer careo entre Londres y París. A pesar de disponer solamente de 120 francos, Tolain y su compañero Fribourg se fueron a Londres a reivindicar el federalismo proudhoniano y a negar al Consejo General el derecho de >inmiscuirse en los asuntos internos suyos. Padres de la Asociación no toleraban el que se atentara contra el pacto federativo libremente consentido por todos sus miembros. E invitaron a los londinenses a compenetrarse bien a la idea de que el Consejo es solamente el corazón de la Asociación: solamente el Congreso podrá ser la cabeza. (21).
Mientras los franceses, aun los más moderados como Tolain, hacían obrerismo intrínseco en el seno de la Asociación, los ingleses, debido a lo secundario que la Internacional era para ellos, permitían, en parte porque coincidían, que Marx manipulara el Consejo General y tratara de politizarlo y politizar la asociación.
Los Estatutos, en su artículo 3, fijaban la celebración de un primer congreso general a celebrarse en Bélgica en 1865. No hubo congreso aquel año y el Consejo convocó a una conferencia al año exacto del acto de Saint Martin's Hall en Londres. Las sesiones tuvieron lugar en los días 25 al 29 de septiembre y en las mismas asistíeron militantes internacionalistas cuyas intervenciones en los futuros comicios tendrían resonancia. Eugenio Varlín aparecía por primera vez en un comicio internacional acompañando a los veteranos Tolain, Fribourg y Limousin, todos ellos representando a Francia; por Ginebra acudieron dos delegados: estaban el alemán J. P. Becker y el francés Duplaix, por Bélgica César de Paepe; los ingleses Odger, Cremer, Wheeler. Howell y Weston y otros miembros del Congreso, extranjeros domiciliados en Londres: Marx, Hermann Jung, Eccarius. Wolff, Bobczynski.
Este compás de espera no satisfizo a los franceses que deseaban fervientemente el Congreso, la cabeza de la organización como señalaba Fribourg, pero los argumentos de Marx eran de que la cuestión no estaba aún bien madura según le señala a Engels el 24 de junio. La Conferencia fijó la primavera del año próximo para la celebración del Congreso que debería tener lugar en Ginebra.
Los franceses desarrollaron, durante todo el año de 1865, una gran actividad y habían logrado concretar en puntos un temario que publicaron en L'Avenir National el 18 de julio, para que los obreros franceses lo discutieran:
1. ¿Cuál debe ser la finalidad de la Asociación? ¿Cuáles sus medios de acción?
2. EI trabajo, sus consecuencias higiénicas y morales.
3. EI trabajo de las mujeres y de los niños en las fábricas bajo el punto de vista moral y de salud.
4. EI paro forzoso y loS medios para remediarlo.
5. Las huelgas y sus efectos.
6. La asociación, sus principios, sus aplicaciones.<7p>
7. La enseñanza primaria y profesional.
8. Las relaciones entre el trabajo y el Capital.
9. La competencia extranjera y los tratados de comercio.
IO. Los ejércitos permanentes bajo el punto de vista de la producción.
11. ¿Es la moral distinta de la religión?.
Sergent y Harmel, que se sienten impresionados por el contenido del temario ponen de relieve un detalle muy interesante: la ausencia del tema político: El programa no solamente es sorprendente por su precisión, su amplitud y su seriedad, Lo es también por su desdén hacia las preocupaciones polítícas. No es quw fuera unicamente económico puesto que señalaba una preocupación en temas sociales. En el amplio sentido del término era más bien social. Pero, económico o social, el programa reflejaba una voluntad casi agresiva de desinterés e indiferencia hacia el Estado (22).
De regreso de Londres redactaron un manifiesto en el que la influencia de Proudhon, en particular modo en la última de sus obras De la Capacité politique des Classes Ouvrieres, es evidente: El trabajo -comienza el manifiesto- confirma su igualdad frente a las demás fuerzas y quiere conquistar su puesto en el mundo moral y material y ello en base a su propia iniciativa y al margen de todas las influencias que durante estos últimos tiempos ha sufrido e, inclusive, solicitado. El manifiesto habla después de que el estudio ha reemplazado la agitación y que los obreros desean alcanzar por la vía científica, y pacíficamente si es posible, la emancipación, la igualdad de derechos y que por ello han organizado la Asociación Internacional. La familia, institución tan querida a Proudhon, es señalada como factor esencial para la enseñanza: La instrucción familiar es la única normal. Sin la familia, la especie humana es un amasijo de seres, sin funciones determinadas, sin razón, sin ley y sin finalidad. Sin la familia, el hombre, confundido en una inmensa comunidad pasa a ser un enemigo del hombre.
Varlín se opone. Corresponde a la sociedad la educación. La Memoria se ve alargada del anexo de Varlín y la minoría que le secunda: Cuando decimos que la enseñanza debe estar a cargo de la Sociedad, entendemos por ello una sociedad verdaderamente democrática en la cual la dirección de la enseñanza sería la voluntad de todos.
Con la mujer surge otra discrepancia. La corriente mayoritaria, con Tolain al frente, quiere ver a la mujer al margen de la fábrica, del trabajo, para radicarse en el hogar: En nombre de la libertad, dejadnos arrancarla del taller que la desmoraliza y la mata a esta mujer que queréis libre, que sólo la emancipáis haciendo de ella un ser bastardo, fatalmente condenado por el abuso de un trabajo para el cual no estaba constituida.
Varlín y los minoritarios estimaban que el acontecer social situaba a la mujer en el campo de la producción al igual que el hombre. Que la mujer en el hogar era la criada del hombre y no su semejante.
La educación y la mujer son los dos puntos en los que los franceses discrepan. Son también, posiblemente, los que hacen desmerecer a Tolain y a los mayoritarios frente a Ios ojos de Max Nettlau.
En religión, en cambio, la unanimidad se logra nuevamente: La religión es una de las manifestaciones de la conciencia humana, respetable como todas las otras, en tanto que ella permanezca un asunto interior, individual, íntimo. Nosotros consideramos las ideas religiosas, y todas las ideas a priori como algo que no puede llevarnos a ninguna discusión útil. Cada uno pensará a este respeto lo que juzgue más conveniente a condlción de no hacer intervenir su Dios en las relaciones sociales y de practicar la justicia y la moral.
El mutuahsmo proudhonlano, alerglco a la socialización a la que teme por su tendencia a la uniformidad, también logró aunar los criterios de los franceses en base a los preceptos del autor del Sistema de las Contradicciones económicas, en lo que a estructura social respecta.
La delegación francesa, pues, se presentó a Ginebra el 3 de septiembre de 1866 -el congreso tampoco pudo celebrarse en la primavera como había sido acordado- con una cohesión muy superior y un temario más meditado que el resto de las delegaciones.
Notas
(1) Este ensayo se ha escrito apoyándose en forma predominante en la obra de James Guillaume, L'Intemationale, Documents et Souvenirs (1864-1878). Tomos I, II, III y IV. 1,322 páginas. Paris 1905-1910. A fin de evitar una redundancia desmedida de llamadas, aquellas entresacadas textualmente de la obra de Guillaume no tendrán referencia de pie de página. EI lector deberá, pues, frente a toda cita entrecomillada sin referencia, considerar esta observación.
(2) Max Nettlau, Bakunin e L'lnternazionale in Italia, pág. 27. Ginebra 1928.
(3) Poco se conoce sobre la vida atormentada de la peruana Flora Tristán. Luis Alberto Sánchez, rector hasta hace poco de la Universidad de San Marcos en Lima, ha escrito una biografia novelada de esta precursora que fuera, también, la abuela del célebre pintor Gauguin: Una Mujer sola contra el mundo, México. Cuando llega el momento de citar la fundación de la A. I. T., Luis Alberto Sánchez dice: >Nadie recordó a la Mujer Mesías, la precursora, en la célebre asamblea de Albert Hall. Pero ella, con su pensamiento y su ejemplo, estuvo presidiéndola, desde lejos, desde la eternidad o la nada. Tal vez si con alguien se identificaba más su espiritu era con el de cierto hombrecillo, de barbas confusas y verbo ardiente, que solía discrepar rudamente de Marx: Miguel Bakunin (pág. 211).
(4) Citado por Horaclo E. Roqué en Origen del Socialismo Moderno pág. 51, Buenos Aires 1954.
(5) Edouard Dolléans, Histoire du Mouvement Ouvrier (3 tomos), Tomo I, pág. 277, Paris 1957-1960.
(6) Ver nota 1.
(7) D. G. H. Cole. Historla del Pensamiento Socialista (7 tomos). Tomo II, pág. 91 México, 1957-1963.
(8) Correspondence de Marx y Engels. Citado por Alain Sergent y Claude Harmel en Histoire de l'Anarchie pág, 309.-1949.
(9) Sergent y Harmel. Op. Cit. pág. 315.
(10) Max Nettlau en La Anarquia a través de los tiempos señala: Los trabajadores llamados proudhonianos franceses, Tolain y sus camaradas, fueron sindicados ellos mismos, republicanos que buscaban una entrada en la política, enemigos de los republicanos burgueses tanto como de los socialistas blanquistas y otros autoritarios, aceptando económicamente las partes más débíles y anodinas de la obra de Proudhon, que saludó su Advenimiento en su libro de 1864 De la capacité des Classes Ouvríeres, publicado como trabajo póstumo en 1865 por Gustav Chaudey. Proudhon fue feliz de ver a 1os trabajadores comenzar a despertarse, después de 1848, pero sí hubíera vivído les habria dado impulsos muy diferentes. Tolain y los suyos dormían sobre los laureles de ese libro, y Marx, que tan vergonzosamente insultó a Proudhon, muerto, en su necrologia, se puso contento de ver encarnarse el proudhonismo parisién, aparentemente, en esos pequeños espíritus. Pág. 122. Barcelona 1935.
(11) Es en esta pequeña habitacíón -dice E. Fribourg- de 4 metros de largo por 3 de ancho, que fueron debatidos, nos atrevemos a decírlo, los más grandes problemas sociales de la época. L'Association Internationale des Travailleurs, pág. 23. Paris 1871. Citado por Dolléans y Sergent & Harmel.
(12) Los fundadores de la Asocíacíón Internacional de los Trabajadores han obrado con tanta mayor prudencia al evitar el planteamiento de los principios políticos y fisiológicos como base de esa asociación, y al no dar primeramente por único fundamento más que la lucha exclusivamente económica del trabajo contra el Capital (M. Bakunín - Oeuvres Tomo V. Articulo de "L'Egalité del 7 de Agosto de 1869).
(13) Correspondence de Michel Bakounine, recopilada por Michel Dragomanov. Pág. 288. París 1896.
(14) Correspondence of Marx and Engels, pág. 159 a 163. Londres 1949. Esta extensa carta remata con unos párrafos muy elogiosos sobre Bakunín: Bakunín te manda sus saludos. Se ha ido hoy para Italia donde vive (Florencia). Ayer lo vi de nuevo por primera vez después de dieciséis años. Debo decir que me agradó mucho y mejor que antaño (...) En el conjunto es uno de estos pocos individuos que, después de dieciséis años, encuentro que ha progresado hacia adelante en lugar de retroceder ...
(15) G. D. H. Cole. Op. Cit. pág. 93 (Tomo II).
(16) Lenín, Collected Works, Tomo XVIII pág. 19. Londres sid.
(17) Bakunín, Oeuvres, Tome IV, pág. 402.
(18) Palmiro Marbá (Federico Fructidor), Origen, desarrollo y trascendencia del movimiento sindicalista obrero, pág. 464. México. (Esta obra está incluida, en un mismo volumen, con El Proletariado Militante de Anselmo Lorenzo. Es una excelente edición de la Editorial Vértice que animara Hermoso Plaja en la ciudad azteca). Amaro del Rosal furibundo defensor de Marx, en Los Congresos Obreros Internacionales en el Siglo XIX, en la pág. 142, por basarse posiblemente en la fuente de Marbá acude a la versión francesa, supeditando, en consecuencia también, lo político a lo económico. (México 1958.)
(19 G, D. H. Cole. Op. cit. tomo II. pág. 105.
(20) Ibid.
(21) C. Fribourg. op cit. págs. 27 y 28.
(22) Alain Sergent & Claude Harmel. Histoire de I'Anarchie, pág. 327 - 328. 1949.
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