INSTALACIÓN Recopilación, selección y notas de Diego Arenas Guzmán CAPÍTULO TERCERO INCONSISTENCIA DE LA MAYORÍA GOBIERNISTA Aquella Junta del día 10 fínalizó con la aprobación de las credenciales de los señores Manuel Rovelo Argüelles y Eleuterio Aguilar, como diputados propietario y suplente por el tercer distrito electoral del Estado de Chiapas; Adolfo E. Grajales y Enoch Paniagua, por el quinto del mismo Estado; Alfonso G. Alarcón y Eduardo Mendoza, por el primer distrito del Estado de Guerrero; Rafael del Castillo Calderón y Simón Ventura, por el segundo distrito de ese Estado; Eduardo Neri y Bonifacio Rodríguez, por el quinto de la propia entidad federativa; Ricardo Páscoe y J. Guadalupe Nava, por el primer distrito del Estado de Hidalgo; Francisco de la Peña y Florencio Hernández, por el cuarto, y Manuel Ramírez Castillo y Alfredo Vite, por el quinto del mismo Estado. Estamos presentes ahora en la tercera Junta Preparatoria, cuyos debates se ínician a las diez y quince minutos de la mañana de este 11 de septiembre de 1912. Tras de algunos incidentes que obligan a los señores Romero Palafox y Elorduy a salir del recinto destinado a diputados y presuntos diputados, donde estuvieron ocupando curules durante las juntas anteriores a pesar de que no poseen credenciales, la totalidad de asambleístas reconoce investidura de diputados propietarios por el noveno distrito de Guanajuato y el décimo cuarto de Jalisco, respectivamente, a los señores general José M. de la Vega y Jesús Camarena, cuyos suplentes son, en el mismo orden, los señores ingeniero Manuel G. Aranda y Miguel R. Martinez. Como llamada bélica suena a los oídos de los diputados de la oposición este dictamen de la primera Comisión Escrutadora. En Ozuluama, cabecera del cantón de su nombre y cabecera del primer distrito electoral del Estado de Veracruz, la Junta respectiva hizo la computación de votos y, con su resultado, la declaración de los electos, respectivamente, diputados propietario y suplente por ese distrito, recayendo en los señores licenciado Francisco T. Mascareñas, por 690 votos, y Moisés N. Ramos, por 699 votos, siguiendo al primero en votos el C. Rodrigo Loyo, con 333. Protestaron la elección los candidatos oponentes, Rodrigo Loyo, para propietario, y Moisés N. Ramos, para suplente, aduciendo distintos fundamentos, entre los cuales están que la Junta Electoral que calificó, se formó de los mismos propagandistas del señor Mascareñas, acompañando el anexo número 10. Que no registraron las candidaturas de los oponentes, ni remitieron las boletas a su destino; que la Junta descalificó y dedujo indebidamente votos emitidos a favor de quienes protestaron, y que, estimados alcanzan la mayoría sobre el total obtenido por el señor Mascareñas. No se presentaron a reclamar ante esta Comisión los señores Loyo y Ramos, no obstante lo cual, y por tratarse de un vicio substancial que fue protestado en tiempo, aunque no reclamado del mismo modo, según previene la fracción II del artículo 115 de la Ley Electoral, esta Comisión se consideró en el deber de comprobar el cómputo de la votación del Colegio Electoral y verificado, se encontró que efectivamente fueron descantados sin motivo a los señores Loyo y Ramos los votos de que hablan, que, añadidos a los que les asigna el Colegio Electoral, dan un total de 647 (1), o sea un exceso de 57 sabre la totalidad alcanzada por el señor licenciado Mascareñas. Por lo mismo, corresponde el primer lugar, a la mayoría en el sufragio, al señor don Rodrigo Loyo, y no al licenciado Francisco Mascareñas, como declaró por error de cómputo el Colegio Electoral de Ozuluama. Y en atención a esta, la subscripta Comisión concluye proponiendo la que sigue: I. Son de calificarse como buenas y legales las elecciones de diputados propietario y suplente por el primer distrito del Estado de Veracruz. Sala de Comisiones de la Cámara de Diputados del Congreso General. Tono y mímica que denuncian cuna tropical son los del señor Mascareñas al contradecir el dictamen de la Comisión. Pido la palabra en contra de ese dictamen -declama-, porque soy el diputado propietario por Ozuluama; y como graciosamente dijo. El Mañana refiriéndase a quinientos tostones que alguien veía en lontananza (2), yo no vengo a defender esos quinientos tostanes, sino un derecho sagrado. Me lancé a la lucha electoral fiado en las promesas del Plan de San Luis, y a pesar de presiones y de consignas, logré triunfar, porque estaba en la conciencia de mis conciudadanos que yo era quien debía representarlos en esta Asamblea, quien debía representar al cantón de Ozuluama, de donde soy nativo, en donde he vivido, en donde he trabajado en el ejercicio de mi profesión y en donde he luchado para obtener legalmente esa representación. En contra, lanzó su candidatura don Rodrigo Loyo, un individuo a quien desgracIadamente conoció Ozuluama cuando León Aillaud lo impuso de Jefe político, con el exclusivo objeto de contrarrestar la papularidad de mi candidatura como gobernador de aquel Estado en pasadas elecciones. Y, a pesar del dolo y del fraude, a pesar de todos los malos manejos, repito, fue mío el triunfo. Mi credencial así la acredita. Allí está, perfectamente limpia, perfectamente clara, perfectamente legal. Pero con pena, señores, veo que la Comisión Revisora de Credenciales usa de dos pesos y de dos medidas en el presente caso. Lo esperaba: soy y he sido toda la vida independiente; soy de los que no mendigan, de los que no se humillan, de los que no van a pedir gracia cuando saben que tienen derecho; y he ahí el resultado. No sé, señores, qué votos haya podido computar la Comisión para darle a Rodrigo Loyo lo que es mío. Es tan claro y perfecto el escrutinio, que pido que, al terminar mi peraración, se dé lectura a toda el acta que camputa los vatas. Es cierto que algunos votos le han sido descantados a Rodrigo Loyo, como es cierto que me han sido descantados a mí, por juzgarlos la Junta ilegales e indebidos; sin embargo, aun campuntando a Loyo todos los votos que aparecen a su favor, aun cuando sean fraudulentos, y descontándose los míos, que puedan aparecer irregulares, obtengo una mayoría abrumadora, absoluta. La Junta, al discutir la credencial del señor Castillo, y del señor Aguirre Benavides, dijo. que la prueba incumbe al que pratesta, y que, desgraciadamente, la Comisión no pudo tomar en cuenta la protesta sin pruebas; y han oído ustedes señores, diputados, que la Junta acaba de decir que ninguna prueba ha presentado el señor Rodrigo Loyo de los puntos que asentó en el escrito en que pide se le declare diputado. Dice que no llegaron sus cédulas a todos los municipios a su debido tiempo. Las mías tampoco llegaron, por estar intransitables los caminos, por demoras en las Oficinas de Correos; y, sin embargo, mis conciudadanos votaron por mí, como pudieron haber votado por Loyo, en las cédulas en blanco que todos los votantes tienen a su disposición. No se ha formulado protesta ninguna en los términos de la ley. ¿Por qué entonces la Comisión toma en consideración los alegatos del señor Loyo? La Junta ha dicho que el dictamen que me declara diputado fue aprobado sin observación ninguna. En mi credencial así está expresado por la Junta de Escrutinio. ¿Por qué, si la Junta no hizo observaciones las viene a hacer ahora la Junta Calificadora? No es Junta de Elección, es Junta Revisora, única y exclusivamente: quitarme votos para dárselos a otro individuo, no es lo legal, no es lo debido. El precedente está sentado por la misma Comisión Calificadora al aprobar desde luego, sin más trámite, sin meterse para nada con ellas, las credenciales que no han tenido observación ninguna. Y si la mía sólo la ha tenido en puntos que no están comprobados, no compete a la Junta Calificadora quitarme votos para dárselos a otro individuo. La única observación que tiene mi credencial, hecha por uno de los propios miembros de la Junta, enemigo mío y partidario de Loyo, es, señores, que mis boletas carecían de disco. Pero, ¿qué disco era menester cuando me presentaba como candidato independiente? ¿Cuando la ley expresa claramente que en ese caso no hay necesidad de discos ni distintivos? Y las boletas presentadas para mi elección, están demostrando con gruesos caracteres que se trata de un diputado independiente. Vuelvo, pues, a repetir ¿qué documento ha presentado Loyo para sostener sus pruebas? Ninguno, absolutamente ninguno; papeles sin valor ... ¡Ah, sí! hay uno de mucho valor, sí, señores: el que lo acredita como miembro del Partido Constitucional Progresista y persona grata a ese partido ... Como la explosión de risas, aplausos, exclamaciones de beneplácito demuestran que el señor Mascareñas ha usado el mejor recurso para conquistar la simpatía de los concurrentes a galerías y como tales demostraciones están vedadas por el Reglamento de la Cámara, el vicepresidente Trejo y Lerdo de Tejada, que sustituye en estos momentos al señor Sánchez Azcona, amonesta: Por la autoridad que tengo, puedo mandar desalojar las galerías si insisten en sus demostraciones; pero por consideración a ellas, sólo les suplico que no las repitan. El señor Mascareñas enhebra el discurso interrumpido: Decía señores, que hay un hermosísimo documento entre los papeles presentados por Loyo; su credencial como persona grata al Partido Constitucional Progresista, firmada por el licenciado Moya Zorrilla, y la orden de que se le ministrara literatura, según recuerdo entre otras cosas, para que hiciera su propaganda. Y un candidato que necesita que se le dé literatura para hacer su propaganda, señores, me dolería muchísimo que viniera a representar a Ozuluama, mi pueblo natal. Repito que no sé qué votos haya podido computar fuera de sus atribuciones la Junta Calificadora, y no de elección, para dar al señor Loyo la mayoría que tiene, puesto que consta en el acta levantada que los votos descontados al señor Loyo y que se le pueden computar desde luego, no llegan, ni con mucho, a los votos que yo tengo. Al tratarse de la credencial -y vuelven a mi mente las dos pesas y las dos medidas-, al tratarse de la credencial del señor Aguirre Benavides, de Coahuila, el señor Rendón dijo entonces: Es imposible no encontrar un defecto en la aplicación de la nueva ley. ¿Por qué, señores, se quiere que mi credencial, que es de las méjores, que es de las más limpias, no tenga algún leve defecto que poder alegar en mi contra? ¿Sólo porque soy diputado independiente? Lo que ha hecho el señor Loyo es relatar cosas de su fantasía, cosas que no ha probado. Y el señor Rendón, digno presidente de la Comisión Revisora, al tratar del caso del señor Moguel, dijo, refiriéndose a este señor, que toda la larga historia contada por el señor Moguel no tenía prueba ninguna, que la Comisión no puede -palabras textuales del señor Rendón-, por el solo dicho de una persona, dar por comprobada una cosa-. Y aquí son los interesados en contra, es el señor Loyo, el que desea la credencial que me corresponde, el que viene a contaros una historia sin pruebas ningunas. ¿Por qué ahora, señores, la Comisión la toma en cuenta? ¡Porque soy candidato independiente! Más aún: en el mismo caso del señor Moguel, la Comisión computó votos después del término marcado por la ley; esto me favorece en el presente caso, porque, además de los votos que me fueron computados por la Junta de Ozuluama, que me dio la credencial, existe en la Secretaría de esta Cámara un paquete de boletas que no fueron computadas a mi favor, porque habían llegado después de que había cerrado sus trabajos esa Junta. Y el señor Urueta decía que había que computar todos esos votos para conocer la verdadera voluntad del pueblo. Si, pues, hay que hacerlo Mascareñas se ha ganado, con su acento cálido y persuasívo, la buena voluntad de las galerías y de gran parte de los presuntos diputados. El aplauso que sigue a las palabras que ha dicho, es objetivación de afecto a la calidad humana, más que adhesión a la ideología política del orador. Rendón busca el modo de atenuar la impresión sentimental de que es presa la Asamblea y recurre a disquisiciones del orden legal. Es natural -observa- que el interés que respecto a sí mismo tiene el licenciado Mascareñas por defender su credencial, haya turbado su sereno juicio, lo que es lamentable, tratándose de un hombre tan inteligente y experto como él, porque, efectivamente, no se ha fijado en cuál es el dictamen y ha hecho cargos a la Comisión, que la Comisión dista mucho de merecer. La Comisión no ha aplicado dos pesas y dos medidas, como pretende, sino exactamente el mismo criterio que desde el principio se impuso, porque la Comisión, para resolver los múltiples casos que tenía a su cargo, fue necesario que estableciera puntos definitivos, porque, de otra manera, hubiera sido bochornoso y vergonzoso, que un caso lo resolviera de este modo, y otro en sentido distinto, siendo iguales. Aquí el que protestó hizo las protestas por distintas causas, y aquellas que comprobó, la Comisión las consigna en el dictamen, y las que no probó, no pudo estimarlas por ese motivo, lo que es enteramente igual al caso del señor licenciado Aguirre Benavides e igual al que se presentará en todos los dictámenes, cuando los que protestan no presentan pruebas de hechos que ellos afirman; pero cuando el vicio como el de que habla en el dictamen es substancial, la Comisión, precisamente porque dijo que no es posible pedir una estricta aplicación de la Ley Electoral en nuestro país, porque la ley es nueva y desgraciadamente en nuestro país la libertad de sufragio también es nueva, no podemos pedir que fuera absolutamente correcta, por esas deficiencias de que he hablado. Esto demuestra que el señor licenciado Mascareñas se ha apartado absolutamente de las bases que dijo la Comisión. Otro error del señor Mascareñas consiste en creer que la Comisión no tiene más iacultades que la de ver si está en forma el acta, y nada más. En el fondo ésta sería la obligación de la Comisión: ratificar cualquiera enormidad que haga el Colegio Electoral, sencillamente porque está en buena forma, y no es así. Al señor licenciado Mascareñas, hombre cultísimo, de vasta inteligencia, sus múltiples ocupaciones no le han permitido leer la ley, que si la hubiera leído, un hombre de su talla no hubiera afirmado eso, señores, porque, el texto de la ley es absolutamente claro. Nosotros somos la Comisión Escrutadora de la Cámara de Diputados; luego nosotros necesitamos darle a la Cámara de Diputados el informe que se necesita para que califique estos votos. Allí está el error palmario del señor Mascareñas; él lo ha traído al debate, y lo deploro hondamente, porque esperaba que todos los que contendiéramos aquí, que creemos tener buena fe, hablaríamos de los hechos, de las ideas y de los casos, pero nos desentenderíamos de personalidades; porque me parece que tratándose de cosas que son muy superiores a los individuos, los individuos están por demás. La Comisión, en este caso, ha hecho notar que es posible que se equivoque, que es muy probable que se equivoque, puesto que está integrada por seres que son falibles; pero que ha puesto al servicio de los dictámenes toda su inteligencia y toda su sinceridad. De esta suerte el dictamen que ayer después de mucha discusión se aprobó, viene demostrando esa sinceridad de la Comisión. Contendían, por un lado, el señor don Fausto Moguel, candidato liberal, y por el otro lado, el señor Rómulo Farrera, candidato del Partido Católico. Si fuéramos a juzgar nosotros por nuestras simpatías, y no por lo que es justo, habríamos ido a darle la razón al señor Moguel contra el otro candidato, sencillamente porque éste es católico: pero como nosotros no vamos por simpatías en política, sino por lo que sea justo, fuere católico o liberal, la Comisión está obligada a dar la razón a quien la tenga. En esta misma Asamblea se presentará, cuando llegue su oportunidad, un dictamen en que podrá presentarse un caso enteramente igual. Lo pongo delante para rogarle al señor Mascareñas y a los que como él piensen, hagan favor de desentenderse de cuestiones de partido, porque si conceptúan que tienen algún honor los miembros de la Comisión, les juran por su honor que no se han ocupado de casos especiales, sino tratándolos todos con la justicia que la ley manda. En el primer distrito electoral de Puebla se presentó este conflicto, señores diputados. Por un lado, un honorable abogado del Partido Católico, y por otro lado, un correligionario del Partido Constitucional Progresista. Es claro que el conflicto, si lo miráramos con ojos políticos, lo resolveríamos por simpatía en favor de nuestro correligionario; y al oír la lectura, la Asamblea verá que lo resolvemos a favor del Partído Católico, porque éste tiene razón. Si esas son las cosas, honorable compañero, ¿en qué puede decirse que los miembros de la Comisíón nos guiamos por la pasión?; esa pasión, sin duda, sería para perjudicar a nuestros correligionarios y para ayudar a los que no lo son. De esa suerte, ruego al señor Mascareñas que discuta, porque tiene razón; se trata de un honor, como es el de representar a un distrito; pero no se desprenda de personalidad de partidos; aquí no hay partidos, aquí hay asamblea, aquí hay exclusivamente justicia; todos somos llamados por la justicia, porque país en que no la hay, es país desgraciado, país infeliz, y nosotros no seremos de esa naturaleza. El señor licenciado Mascareñas habla de dos pesas y de dos medidas. Han oído ustedes el cargo y el descargo; a ustedes toca resolver. El señor Mascareñas ha dicho que no tenemos facultad, y hemos demostrado precisamente que el artículo de la ley que debe aplicarse, es el que norma nuestras facultades; he demostrado que respecto de los puntos que no ha probado el señor Loyo, no hemos hecho absolutamente caso, porque no los ha probado; la Comisión no es Instructora, es tan sólo Escrutadora, únicamente se hace cargo de las pruebas que tiene a su disposición, no se encarga de recoger pruebas absolutamente. De modo que he demostrado que el señor Mascareñas padece un notable error en toda su argumentación, y, por desgracía, ha negado a descender a un punto en que le ruego no insista, porque es necesario que toda discusión sea serena, es necesario que nosotros demos aquí pruebas de que sostenemos nuestros principios, y si él cree que debe atacar en lo personal, entonces no sería el caso, porque aquí no somos individuos, aquí traemos la representación de nuestros respectivos distritos, y eso está muy por encima de cualquier individuo. En tanto que unos sisean y otros aplauden al señor Rendón, el licenciado Mascareñas obtiene, no sin breves discusiones previas, que sea leído en la tribuna de la Cámara el dictamen de la Junta Computadora de Ozuluama. El presunto diputado Armando Z. Ostos no le halla desperdicio a la ocasión para confirmar su actitud de vehemente opositor al gobierno del señor Madero. Pocas palabras se necesitan nada más -así- para hacer la defensa del señor Mascareñas, porque su credencial es perfectamente legítima, es perfectamente clara y es perfectamente indiscutible. El señor presidente de las comisiones revisoras así lo ha declarado, pues ha dicho que el acta de la Junta Electoral es inatacable: que no contiene observaciones de ninguna clase. Pues bien, señores, recojo las palabras del señor presidente de la Comisión; si él mismo declara que la credencial es perfectamente limpia, ¿de dónde la honorable Comisión se toma la atribución de ir al expediente, de comprobar votos y de darle la mayoría y una credencial al señor Rodrigo Loyo, cuando la mayoría perfectamente legítima corresponde al candidato independiente, señor Mascareñas? Pero, ahí señores, hay que decirlo otra vez, de una vez por todas; en un periódico de la mañana, órgano del partido dominante de esta Cámara, se dice que aquí habemos un grupo de diputados independientes que nos consideramos irremisiblemente perdidos y sólo tratamos de prolongar los debates. Nada de esto es cierto, señores diputados, y yo me atrevo a decir que ese editorial del órgano del partido, que quizá ese editorial haya influido en las comisiones para adelantar los dictámenes del Estado de Veracruz de un modo tan prematuro. Se trata de arrojar a los diputados independientes, se trata de arrojarnos de esta Cámara para hacer una mayoría más grande, más poderosa y más congruente. No, señores diputados; yo os invito nuevamente, os exhorto a que meditéis. vuestro fallo con toda vuestra conciencia, haciendo a un lado las cuestiones de partido, lo mismo respetando al Católico, al Independiente, y al Liberal. La nación, en estos momentos agonizantes, tiene puestos los ojos sobre nosotros; por todos los ámbitos de la República se espera con impaciencia el fallo de esta Junta Preparatoria; de todos los pueblos se piden noticias sobre nuestras credenciales, las de los diputados independientes. Si vosotros, la mayoría, siguiendo incondicionalmente el dictamen de la Comisión Revisora, nulificáis la credencial del señor licenciado Mascareñas, el 16 de septiembre no va a ser día de fiesta patria; va a ser día de duelo nacional (aplausos). En nombre de todos los Estados de la República; en nombre del Estado que fue cuna de los Gutiérrez Zamora, de los Llave y de los Lerdo de Tejada, os pido, señores, que meditéis vuestro fallo; que penséis que esta Comisión es falible, perfectamente falible. El señor Serapio Rendón siempre nos dice, con esa serenidad que lo caracteriza, que él puede equivocarse; pero ¡ah! señores, hasta estos momentos no hemos oído que el señor Rendón confiese que se ha equivocado. La Comisión Dictaminadora no sólo se ha equivocado; ha violado la ley y ha violado uno de los artículos más importantes, el artículo 108, el mismo artículo que esgrime como defensa el señor Serapio Rcndón. Ese dictamen es la demostración más palpable; ese dictamen en favor del señor Loyo no tiene más objeto que arrojar a uno de las filas de los independientes. Voy a darle lectura al artículo 108: La Cámara de Diputados se erigirá en Colegio Electoral el décimo día siguiente a aquel en que se hayan mandado pasar los expededientes a la Gran Comisión, o el inmediato subsecuente, si dicho día fuere festivo. Abierta la sesión, se dará cuenta con el dictamen que deberá haber formulado la Gran Comisión y que se contraerá a consultar en proposiciones concretas y separadas, sobre los puntos siguientes: Así, pues, señores, de una interpretación honrada y de una interpretación exacta de este artículo, se desprende que la Comisión sólo puede calificar los vicios de fondo que consten en las actas; si no existen vicios de fondo, la Comisión no debe salirse de este articulo; nada tiene que calificar. Si el señor licenciado Serapio Rendón nos confiesa como un hecho cierto que la credencial del señor licenciado Mascareñas no tiene vicios que haya hecho observar la Junta; si no tiene vicios que hayan sido observados por los representantes de los partidos políticos, ¿por qué la Comisión se contradice en su dictamen?, ¿por qué, señores, cuando se trató de las credenciales no objetadas no hizo lo que con el señor Mascareñas?, ¿por qué no fue a ver los expedientes? No fue, señores, porque entre esas credenciales no objetadas, no estaban las de los diputados independientes. La atribución de la Comisión Dictaminadora consistía en estudiar únicamente la credencial del señor Mascareñas. Esta credencial es perfectamente limpia -lo habéis oído-, no tiene tacha de ninguna especie, y con fundamento en el artículo 108, la Comisión no debió haber ido más allá; debió calificar como buena la eleccIón del señor Mascareñas. Pues bien, señores; el absurdo anticonstitucional, el absurdo político que tratan de llevar a cabo los miembros de la Comisión Dictaminadora llega más allá todavía: no se conforma con arrancar la curul a uno de nuestros más vigorosos independientes; llega más allá: quiere traer al señor Rodrigo Loyo a esta curul, quiere la Comisión constituirse en electoral, ¡quiere hacer un diputado que no ha hecho el pueblo! Yo he dicho ayer -y quiero que me ayuden a estudiar el punto-, desde ayer he sentado aquí la tesis de qUe se debe declarar nula una credencial, o buena, pero no se debe declalar diputado a una persona que no traiga credencial (aplausos). Señores, claro lo dice el Reglamento; yendo más allá, a la Ley Fundamental de la República, a la Constitución, los señores miembros de la Comisión Dictaminadora tendrán que confesar que se han equivocado redondamente. Dice el artículo 5° del Reglamento: En la primera Junta Preparatoria los diputados y los senadores presentarán sus credenciales, y se nombrará, a pluralidad absoluta de votos, dos comisiones: una, compuesta de cinco individuos, para que examine la legitimidad del nombramiento de todos los miembros de la Cámara, y otra de tres, para que examine la de estos cinco individuos de la Comisión. Inmediatamente después de nombradas las comisiones escrutadoras, uno de los secretarios de la Cámara dará lectura al inventario de los expedientes electorales que haya recibido la Secretaría, los que, acto continuo, pasarán a las mismas comisiones, haciéndose constar la entrega en el libro de conocimientos, bajo la firma del presidente de cada Comisión. Pues bien, señores, también haciendo una interpretación honrada y serena de este artículo, porque el texto es claro, se deduce con firmeza que la Comisión dictaminadora no debe declarar diputado al señor Loyo. El acta da una votación de 781 votos en favor del señor Mascareñas, y de 333 votos en favor del señor Rodrigo Loyo. Señores miembros de la Comisión: vosotros que confesáis que podéis errar, contestadme: ¿de dónde habéis sacado tan alto número de cédulas en favor de Loyo? Si lo hacéis, yo levantaría la voz para daros un voto de aplauso y para deciros que habéis hecho justicia. Para terminar, os exhorto nuevamente, señores diputados de la mayoría: pensad perfectamente que la suerte de la nación va a depender en gran parte del fallo de la mayoría abrumadora de las Juntas Preparatorias. La nación exige que todos los mexicanos nos unamos, que haya armonía, que no haya pasiones, que no haya credos obcecados, porque si no, el día de las fiestas patrias no se podrá glorificar a nuestros héroes. A los héroes de la patria no se les glorifica con pasiones insanas, no se les glorifica con discursos líricos de poetas, ni con odas de extranjeros, ni con carreras de caballos, ni con bailes en el Automóvil Club; no, señores; glorifiquemos a nuestros héroes dando un voto aprobatorio a las credenciales legítimas de los diputados, así sean católicos, independientes o antimaderistas. El licenciado Ostos baja de la tribuna halagado por una música de aplausos que le dedican todos quienes califican de pecado mortal del Gobierno la organización de festejos para celebrar el próximo aniversario de la Independencia Nacional, incluyendo en el programa de aquellos festejos una poesía, compuesta especialmente para la ocasión, por el lirida de renombre continental José Santos Chocano. Al señor Rendón lo irrita la mezquindad del señor Ostos y salta: En efecto, señores, hay criterios tan pequeños, que posponen las fiestas patrias a la credencial de un amigo suyo ... Siseos de las galerias interrumpen a Rendón. ... a los intereses de amigos suyos, prosigue y los siseos se hacen más agudos. Digo otra vez, nosotros no seremos de esos ... y los siseos adquieren sonoridad de viento huracanado. A los que seais, salud -continúa el señor Rendón sin desconcertarse-; que Dios os proteja, así a los que me contradigan como a los que me reprueben ... Los siseos se tornan aplausos. ... bienvenido sea ese aplauso -exclama el orador-, porque todos me mostráis que os interesáis por la patria. Os saludo. Decía, señores, que las fiestas de la patria, según un criterio estrecho, deben mermarse porque una credencial está a discusión. Nosotros no tenemos el mismo criterio. Al pueblo debe tenérsele presente; si en épocas pasadas, para muchas gentes no significó nada el pueblo y era la espalda robusta que sostenía a los que explotaban los bienes de la patria, nosotros, que hemos venido aquí (aplausos), que hemos decidido dignificar a ese pueblo (aplausos y campanilla), diremos a ese mismo pueblo; gozad en los regocijos de la patria; venid a nosotros, porque tan pueblo sois vosotros como nosotros; somos hijos de México, y todos iguales. Ahora bien, señores, si les molesto, vamos a hacer una división. Demos un lugar a los que vienen a discutir, y vamos a darle otro a los que vienen a silbar, porque no vamos a concluir nuestras tareas de otro modo. Yo pido sencillamente respeto; no pido aprobación; no pido a las conciencias absolutamente nada; sino pido lo que es vulgar en el género humano: la cortesia. Decía, señores, que el criterio del señor licenciado Ostos está sencillamente equivocado. Me desentiendo completamente del punto primero de que hemos hablado, que es despreciar el concurso del pueblo en las fiestas patrias, porque no debemos perder el tiempo en discutir cosas indiscutibles. El invocaba el artículo 108, y es el mismo que invocaba la Comisión; dice así ... A continuación de la lectura del artículo 108, el señor Rendón llega a estas concIusiones: Luego, pues, la Cámara de Diputados tiene la facultad de calificar estos votos, y según este procedimiento, vamos a demostrar el error en que se halla el ciudadano Ostos. Si una acta electoral, sencillamente porque viene en buena forma, debe aprobarse, entonces aprobaríamos toda enormidad tan sólo porque estuviera correcta su forma. A esa conclusión viciosa nos conduce el señor Ostos, y a este respecto le diré que multitud de actas de estas que están protestadas, son absolutamente correctas en la forma, pero no en el fondo; porque dicen que hubo tantos y tantQS votos en favor de un candidato, y la Comisión revisora, cuando hay alguna protesta, revisa esos votos y encuentra que son falsos. De modo que si debiéramos atenernos únicamente a la forma de las actas, dependería entonces del Colegio Electoral dar credenciales, y resultaría que un diputado lo sería con sólo obtener que sus amigos integraran el Colegio Electoral respectivo, pues tendría ganada la elección y se violaría así el sufragio, pues que no serían los votos los que decidieran esa credencial, sino la voluntad de la Junta Electoral: ese es el error a que nos conduce la argumentación del señor Ostos. La Comisión que presido ha sido de tan amplio criterio para perdonar irregularidades de forma, cuando no son más que de forma, que esta misma acta que está aprobando el señor Ostos está en contradicción con lo que manifiesta. El acta del señor Mascareñas fue hecha con fecha 6 de julio, porque llegaron tarde los votos; el señor Ostos pretende que esa acta se apruebe, sin embargo, porque no fue hecha el 3 de julio, como lo manda la ley, y que no se computen ciertos votos que vinieron después, porque esos votos no lo benefician; benefician a su contrario ... Ostos pide la palabra para una moción de orden; el presidente de las juntas no se la concede; Roque González Garza aboga por que se deje hablar a Ostos; el presidente le advierte que tampoco a él se le ha concedido la palabra, y Rendón reanuda su discurso así: Expreso mis más amplias excusas. Yo no he tratado de mortificar a nadie y en particular al señor Ostos, quien si se siente mortificado, acepte mis más amplias excusas. Sigo adelante. El criterio de la Comisión ha sido amplio, señores, y en este caso dice el acta que la Junta Electoral se reunió el día 6, y no el 3, y en este caso, el acta que el señor Ostos defiende, se encuentra que esta en contradicción con la ley. De modo, pues, que el amplio criterio de la Comisión es de un espíritu de justicia, absolutamente legal; es el empeño de que se respete la Ley Electoral, aun en la forma, cuando la forma no afecta al fondo. De esta suerte he dicho que ciertas credenciales que fueron de las no objetadas, las examinamos, y encontramos que la forma era correcta, se ajustaba a los requisitOs legales; la Comisión se vio obligada a aprobarlas, ¿por qué? porque no tenían objeción, su forma era correcta. En el fondo, de lo que se trata es de que si un Colegio Electoral puede calificar o no un voto y, por consiguiente, estimarlo. Esto es lo que ha pasado en el caso del señor Mascareñas. La Comisión, en virtud de que se objetó la legalidad de ese cómputo, se vio obligada a verificarlo, y encontró que, por desgracia, en muchos casos la realidad estaba conforme a las observaciones, y, por lo mismo, rectificó los errores que había. De esta suerte, llegó a la conclusión que tanto sorprende al señor Ostos; y es porque no estuvo a comprobar los trabajos de la Comisión para convencerse de que errores de esa misma índole hubo en otras muchas credenciales. Por el caso singular, sin relación de personas, sino por su tipo legal encontrarán que de la misma manera se ha visto obligada la Comisión a comprobar la votación que se hizo en las actas, y se encontró muchos vicios, que no hay absolutamente ninguna votación, que no hay informe relativo al cómputo, que no hay actas, que no hay cédulas y que, por consiguiente, el acta no corresponde a la verdad de los hechos. En estas condiciones, la Comisión no puede aprobar la credencial porque en tal caso aprobaría una cosa que acusa no estar conforme con la verdad. Hechas estas explicaciones, señores, entenderán por qué la Comisión ha descartado los datos que ha dado la Junta Electoral, porque en los cómputos que hizo a virtud de la protesta hecha por el candidato oponente, encontró que no estaban conformes esos votos con el acta del Colegio Electoral del distrito de Ozuluama. La franqueza jarocha del presunto diputado Hernández Jáuregui va a servir ahora para fijar más exactamente las posiciones políticas de los grupos que disputan el control de la Cámara. Pide la palabra y dice: Siendo diecinueve los diputados que envía el Estado de Veracruz, he esperado inútilmente, con verdadera angustia, que de los diecinueve veracruzanos que estamos aquí, una voz más autorizada que la mía, con elocuencia perfectamente bien cimentada, viniera a salir por los fueros de la justicia atropellada. Sé que me pierdo irremisiblemente. Pues bien, señores; yo no vine aquí con el ánimo de defender a toda costa mi credencial; vine a representar la opinión pública, y sobre todo, la de mi distrito, y mi suerte me deja perfectamente tranquilo. Sé que seguramente después de la credencial del señor Mascareñas vendrá la mía, y que mi suerte está íntimamente ligada con la del señor Mascareñas. La Constitución de la República no significa nada ya para la Comisión revisora.
El artículo 56 de la Constitución de la República dice: Para ser diputado se requiere:
ser ciudadano mexicano en ejercicio de sus derechos; tener veinticinco años cumplidos el día de la apertura de las sesiones; ser vecino del Estado o Territorio que hace la elección, y no pertenecer al estado eclesiástico. La vecindad no se pierde por ausencia en desempeño de cargo público de elección popular. Y bien, señores; la Comisión revisora declara diputado por el primer distrito del Estado de Veracruz, al señor Rodrigo Loyo, que ni es de Veracruz, ni es vecino de Ozuluama, y que viene a usurpar una curul perteneciente al Estado de Veracruz (aplausos). Quiero hacer constar un hecho patente y notorio: de todas las diputaciones que ha enviado la República, la más cruelmente castigada ha sido la del Estado de Veracruz; de diecinueve diputados que hemos venido de allí, solamente uno ha podido pasar sin tropiezos -el señor licenciado Peláez-, y los dieciocho restantes tenemos suspensa sobre nuestras cabezas la espada de Damocles. ¿Por qué es esto, señores? ¿Qué crimen ha cometido el Estado de Veracruz, cuando en esta ocasión manda a los independientes a que vengan a representar su opinión, para arrojarios como si fueran un peligro para la tranquilidad de la patria, siendo precisamente lo contrario, una garantía? ¿A qué obedece esto? Yo voy a decirlo, señores. Esto obedece a que el Estado de Veracruz no ama a la revolución; a que el Estado de Veracruz no es maderista; a que el Estado de Veracruz ve con los ojos llenos de dolor y angustia a la patria agonizante, a la patria ensangrentada, a la integridad nacional amenazada, a punto de extinguirse la personalidad del país, para ser una de las estrellas del pabellón de la República vecina ... Los aplausos, los siseos, las voces de: ¡No! ¡No! ¡No!; los repiques de la campanilla que el presidente usa en determinados casos para imponer el orden, forman ruido confuso que obliga al orador a interrumpir su peroración por un instante. La reanuda dando a su voz acento aún más dramático al decir: Es que al Estado de Veracruz, a la ciudad de Veracruz sobre todo, no se le puede perdonar que, reparando la injusticia terrible que cometió el país, haya echado rosas y ramas de laurel a los pies del desterrado, cuyo nombre (aplausos prolongados y bravos), cuyo nombre pronuncia con estremecimientos de angustia la patria, acabada por el infortunio (aplausos). González Garza intenta tomar la palabra; el presidente no se lo permite, y Hernández Jáuregui prosigue: Es que al Estado de Veracruz no se le puede perdonar que haya protestado con energía contra el hecho cierto y bien reconocido por todos, de que la revolución inauguró su Gobierno en el Estado de Veracruz con un crimen sangriento, con el del 21 de junio que aún no tiene castigo ... Las manifestaciones de solidaridad con el orador, por parte de las galerías y de agresividad al régimen nacido de la Revolución, comienzan a tomar naturaleza de tumulto, y Sánchez Azcona amonesta: Recomiendo el orden a las galerías, advirtiendo terminantemente que a la próxima manifestación de aprobación o desaprobación, mandaré desalojar las galerias. Quede así entendido el ciudadano jefe de la policía. Yo pido a su señoría -interviene Hernández Jáuregui- benevolencia para las galerías; piense su señoría que ya a los diputados independientes es la única arma que nos queda; piense su señoría que nosotros necesitamos que las galerías, al salir; vayan a contar a la nación cómo nos hemos portado aquí los independientes en defensa del voto público. Animados por las palabras de Hernández Jáuregui, los concurrentes a galerías, en mayoría, lejos de acatar la demostración de Sánchez Azcona, exreman sus demostraciones ruidosas. Ordeno al comandante de la policía desaloje las galerías, manda Sánchez Azcona; los gritos, los siseos, las voces airadas asocian al público de galerías con los diputados de la oposición. Las galerías son el pueblo, clama el presunto diputado católico don Francisco Pascual García. Un pequeño puñado de diputados suplica a usted, señor presidente, respete a las galerías, interviene el presunto diputado científico José Casteklot, Jr. Las galerías son el pueblo, exclama como eco de don Francisco Pascual García el licenciado Francisco M. Olaguíbel. El grupo de diputados y presuntos diputados revolucionarios replica por boca de Aguirre Benavides: Esos son residuos del porfirismo, que aún reinan en esta Asamblea, y por la de Pedro Antonio Santos: Es la claque de los mochos. Sánchez Azcona da fin al conato de tumulto con estas frases conciliadoras: Todo el mundo sabe que las personas que integran la Mesa no son de aquellas que pretenden excluir la participación del pueblo en las cosas públicas; pero mi responsabilidad es grande, y yo tengo que hacer cumplir el Reglamento. En buena hora que permanezcan las galerías; pero que las galerías también guarden el debido orden; porque desde el momento en que se van a discutir o se están discutiendo hechos políticos recientes, es preciso que esta Asamblea guarde toda su debida compostura. Hago una advertencia más a las galerías para que guarden el orden que el Reglamento me exige que yo haga guardar. Salvado el paréntesis tumultuoso, Hernández Jáuregui eslabona su anterior discurso con el que sigue: No podía la Comisión -que, por mucho que se diga, por mucho que empeñe su honor para asegurarnos lo contrario, ella piensa bien de sí, y nosotros sabemos ya a qué atenernos-, no ha podido prescindir de sus compromisos políticos al examinar la credencial de los diputados independientes; no ha podido perdonar a los diputados independientes del Estado de Veracruz el que hayan sido los primeros en reclamar ya la paz pública, en pedir la tranquilidad para los hogares, en exigir desde estas curules que cese ya el derramamiento de sangre, y que si, para hacerlo cesar, es menester un sacrificio, venir a imponer ese sacrificio a quien corresponda ... La alusión, bastante comprensible para quienes están respirando por todos los poros de su epidermis el ámbito político de este año de 1912; la alusión a una posible renuncia del señor Madero como presidente de los Estados Unidos Mexicanos, pone al trasluz que la exigencia de esa renuncia es uno de los propósitos de la coalición de católicos y liberales independientes en la XXVI Legislatura. Hernández Jáuregui sigue hablando: Yo recuerdo, señores -y válgame una reminiscencia meramente personal-, que cuando el señor Madero hacía su milagrosa gira por la República tratando de acreditar ante el voto público al señor licenciado Pino Suárez, yo, en la ciudad de Jalapa, tuve el honor de ofrecerle una manifestación pública. Su señoría el señor licenciado Rendón fue testigo de esa manifestación; su testimonio invoco para que diga si lo que voy a decir es o no la verdad. Al saludar al señor Madero a nombre del pueblo jalapeño, yo, interpretando los sentimentos de aquel día y de aquel pueblo, dije estas palabras: Deseo que vos, señor, al extinguirse el período constitucional, al descender de las gradas de la escalera del Palacio Nacional, tengáis derecho de pronunciar estas sublimes palabras de Pericles agonizante: Todas mis hazañas, obras fueron de la fortuna, y cualquier hombre hubiera sido capaz de acometerlas; lo único grande que hay en mi vida es no haber hecho vestir luto a ningún ateniense. Dije yo esas palabras, y en el alma nacional está ya, señores, que acaso el presidente de la República no tenga derecho de pronunciarlas. Llena de luto está la República; no por él, sino porque, alborotadas las pasiones políticas en un mar tempestuoso, unos y otros nos despedazamos por el solo placer de hacer tiras y pedazos el honor nacional. Estas razones hicieron que un grupo de amigos míos me excitara constantemente a venir aquí al Congreso a repetirlas y a venir aquí al Congreso a dar testimonio de cuál es la opinión pública independiente, que es muy distinta de la opinión pública gobiernista. Y en el mismo caso está el señor Mascareñas y en el mismo caso del señor Mascareñas y del mío, está la mayoría de los diputados veracruzanos. Esta es la razón de que se nos castigue arrojándonos de estos asientos. Y bien, nos iremos; nos iremos si la mayoría, haciendo un acto de justicia no impide que la voz de los hombres que no tienen compromisos políticos con nadie;'pueda resonar aquí. Nos iremos si la mayoría consiente en que se nos arroje; pero antes de irnos los independientes veracruzanos, rogaremos a la mayoría que mande borrar esas letras de oro que dicen Ignacio de la Llave, porque comete un atentado contra el Estado de Veracruz; antes de irnos, nosotros rogaremos al señor licenciado Trejo y Lerdo de Tejada que cambie su fisonomía, porque nos recuerda la fisonomía del ilustre jalapeño Lerdo de Tejada, que fue siempre nuestra bandera. (aplausos nutridos). Y después de estas palabras, que venga lo que venga. He declarado por mi parte cuál ha de ser mi actitud futura si yo me quedo en este asiento. No nos resta a nosotros más que esperar el fallo de la mayoría; nuestra conciencia está tranquila, y podemos regresar a nuestros hogares sabiendo que entre los ciudadanos veracruzanos, nosotros somos y seremos siempre los legítimos diputados del Estado de Veracruz. La contrarréplica del señor Rendón se reduce a estas palabras: La Comisión no tiene más que añadir. Hace esta observación para que se tome en todo su valor el largo discurso del señor Jáuregui. Todos los señores diputados presuntos del Estado de Veracruz, o la mayoría de ellos, tuvieron protestas o reclamaciones por sus respectivas credenciales. Eso no depende de la Comisión revisora; eso depende de sus conterráneos que hicieron las elecciones, y ellos protestaron. De modo que la Comisión revisora no es responsable siquiera de una sola de esas protestas de que habla el señor Jáuregui. Tomada la votación nominal, es rechazado el dictamen por una mayoría de 89 diputados en contra de 67 de la afirmativa, quedando evidenciado así este hecho: Que la mayoría gobiernista es circunstancial y que muchos de los presuntos diputados cuya ideología está identificada con la de los directores del Partido Constitucional Progresista, se apartan de éstos en determinadas ocasiones, rompen la disciplina de partido y votan sin consigna, de acuerdo con los mandatos de su conciencia. En este caso de la credencial del señor Mascareñas estamos viendo emitir votos opuestos a los de don Gustavo A. Madero y el licenciado Moya y Zorrilla, líderes supremos del Partido Constitucional Progresista, a los siguientes amigos y correligionarios del Presidente Madero: Antonio Ancona Albertos, Enrique Bordes Mangel, Alfonso Cravioto, Jesús Munguía Santoyo, José Mariano Pontón. Han votado asimismo en contra del dictamen de la Comisión, los Liberales radicales y los católicos. Unidos estos dos grupos a los liberales independientes o sea, a los porfiristas y científicos contrarrevolucionarios, pueden, como acabamos de ver, inclinar las votaciones de la Cámara en sentido opuesto a las decisiones del partido gobiernista. A moción de José María Lozano, el nuevo dictamen, reformatorio del que ha sido rechazado por la mayoría de presuntos diputados se hace en el acto y la Comisión lo presenta así: Es diputado propietario por el primer distrito electoral del Estado de Veracruz, el ciudadano Francisco T. Marcareñas, y suplente, el ciudadano Moisés N. Ramos. En votación económica es aprobado este nuevo dictamen y el señor Mascareñas pide el uso de la palabra y dice: Para dar gracias a esa honorable mayoría que me hizo justicia, que le hizo justicia al primer distrito electoral del Estado de Veracruz; a los dignos y esforzados paladines que por mí lucharon en esta pugna de honor y de decoro; a la Comisión, a la honorable Comisión Revisora que volviendo en su honor, hizo también justicia. A todos mis agradecimientos. Roque González Garza dice a su vez: En el brillante discurso pronunciado. por su señoría el señor Jáuregui, se ha hecho hincapié en que hay aquí en la mayoría, un deliberado propósito de atacar a los honorables miembros de la delegación del Estado de Veracruz. y yo, que me considero como representante genuino de la revolución de 1910, de los organizadores del Partido Constitucional Progresista (siseos), protesto enérgicamente, porque aquí, en esta mayoría, hay cerebros bien conformados, corazones bien puestos que saben ver la justicia en todas partes. Soy el primero en verla en esa minoría de independientes, y por eso he salvado mi voto. Ruego al señor Jáuregui retire sus palabras, porque no ha estado en lo justo. Y el señor Hernández Jáuregui, que ha pasado sin transición del pesimismo hiperestesiado al optimismo desbordante, lanza este mensaje de concordia: No sólo retiro mis palabras; cordialmente lanzo desde este asiento un caluroso aplauso a la mayoría, por el acto de justicia que acaba de hacer en este momento. El secretario pone fin a la jornada anunciando: Por acuerdo del ciudadano presidente, se va a suspender la sesión hasta las tres y media de la tarde, suplicando la puntual asistencia. Notas (1) Esta cifra aparece así en el Diario de los Debates; pero es notoria la errata. La cifra correcta debe ser 747. (2) El sueldo mensual de los diputados en 1912 montaba a doscientos cincuenta pesos.
DE LA
XXVI LEGISLATURA
II. Es diputado prapietario por el primer distrito electoral del Estado de Veracruz, el ciudadano Rodrigo Loyo, y suplente, el ciudadano Moisés N. Ramos.
México, septiembre 10 de 1912.
Serapio Rendón.
Lic. V. Moya y Zorrilla.
P. Luna y Parra.
Vicente Pérez.
Jesús Urueta.
I. Legalidad de los cómputos hechos en los diversos colegios municipales;
II. Cómputo de los votos en toda la República, y;
III. Declaración de los ciudadanos que por haber obtenido mayoría absoluta de los sufragios emitidos en la elección deban considerarse electos para los respectivos cargos.