Indice de Instalación de la XXVI legislatura Recopilación y notas de Diego Arenas GuzmánCAPÍTULO CUARTO - La mayoría del Partido Constitucional Progresista en coalición con católicos y científicos CAPÍTULO SEXTO - La ideología liberal, según el licenciado Trejo y Lerdo de TejadaBiblioteca Virtual Antorcha

INSTALACIÓN
DE LA
XXVI LEGISLATURA

Recopilación, selección y notas de Diego Arenas Guzmán


CAPÍTULO QUINTO

REVIVE LA VIEJA PELEA DE LIBERALES CON CATÓLICOS

Con una excitativa de José María Lozano para que sea permitido el acceso a las galerías a personas que no poseen boletos expedidos por la Comisión Permanente, y con una resolución del señor Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, vicepresidente de las Juntas Preparatorias en funciones de presidente, ordenando la entrada absolutamente libre del público, hasta donde lo permita la capacidad de aquel recinto, principia la sesión del 12 de septiembre.

El diputado Juan Sarabia interpela a la Comisión Escrutadora:

Cuando se dio lectura al acta en que se manifestaba haber sido aprobada la credencial del señor Samuel M. Santos, del 9° distrito electoral de San Luis Potosí, yo manifesté mi extrañeza y dije que esa credencial estaba objetada, y me admiraba que esa objeción no se hubiera tenido en cuenta. Pregunto a la Comisión: ¿en qué consiste que no se haya tenido en cuenta esa objeción que se presentó a la credencial del señor Samuel Santos? Y hago notar a la Asamblea que si me refiero a esta cuestión, que al parecer está ya aprobada, es porque ella aprobó la credencial del mencionado señor Santos, en el concepto de que esa credencial, como lo dijo la Comisión, no había tenido objeción; pero el hecho es que la tuvo y que debió haberse tomado en cuenta por la Comisión. En consecuencia, señores, creo que es de justicia y de equidad que se dé a conocer la objeción, que se discuta esa credencial y que la Cámara sea la que en definitiva diga si se aprueba o se desecha la credencial del señor Santos.

Contesta el licenciado Rendón:

El apreciable señor Sarabia confunde los hechos propios con los ajenos; dice que porque él tiene en la bolsa copia de la objeción ésta fue presentada a la Cámara, lo cual es completamente erróneo; la Comisión recibió las objeciones de mano del señor oficial mayor de la Cámara, y todas las que recibió en tiempo oportuno, fueron estimadas al tratarse de los respectivos expedientes; de la objeción de que habla el señor Sarabia, no tiene ni ha tenido conocimiento la Comisión. Con motivo de lo que ayer dijo, el presidente de la Comisión fue a comprobar a la misma Secretaría todos los expedientes que se hubieran recibido, y no existe la objeción de que habla el señor Sarabia; de manera que es perfectamente cierto cuando asegura que él tiene copia de la objeción; pero no es lógica su consecuencia de que porque él tiene la objeción, la Cámara recibió el original del expediente que tiene.

Dijérase que en rápido lance quieren probar sus armas dos adversarios que cruzadas han de mantenerlas en futuras, briosas batallas. Luis Cabrera es uno de ellos, que hace esta observación:

El artículo 145 del Reglamento dice: La votación económica se practicará poniéndose en pie los individuos que aprueben y permaneciendo sentados los que reprueben.

Ahora bien; siguiendo una de esas prácticas tradicionales de que nos habla mi maestro parlamentario el señor Moheno, aquí seguimos la costumbre de no hacer ninguna manifestación de aprobación o desaprobación. Suplicaría yo a la Mesa se sirviera ordenar que se cumpliera con el artículo 145, por más que parezca ocioso estar levantándonos de nuestros asientos.

El zigzagueo de la respuesta de Moheno rayará como fuego fugaz el ámbito del salón:

Nadie es menos doctoral que yo, señor, y el señor Cabrera ha tomado ya a broma eso de la maestría de un servidor de ustedes. Ni ahora ni nunca he pretenrlido dar lecciones a Asamblea tan respetable como ésta, la cual, para que fuera distinguidísima, bastaba con que figurara en ella Blas Urrea; de manera que no es verdad que sea maestro de nadie, y menos de su señoría ...

Y es a cuenta de la Escrutadora como debe anotarse el momento de estupefacción que sobrecoge a los diputados de la minoría antigobiernista, cuando escuchan este dictamen:

Se reunió en Jalapa-Enríquez, cabecera del 8° distrito electoral del Estado de Veracruz, el Colegio Electoral del mismo, con objeto de que, previo el cómputo respectivo de votos emitidos, hiciera la declaración de electos diputados propietario y suplente del indicado distrito, declaración que recayó en favor de los señores licenciado Miguel Hernández Jáuregui para propietario, y licenciado Francisco de P. Rendón para suplente.

No fue protestada en el acto la declaración que precede, sino posteriormente acudieron ante esta Comisión de Poderes los señores R. Cerdán, A. Pérez Soto y varios clubes políticos de la localidad, reclamando la nulidad de la elección, los primeros, o sea los señores Cerdán y Pérez Soto, porque el substituto, licenciado Rafael A. Esteva, era juez de Primera Instancia, y los clubes políticos, porque la elección se hizo bajo la presión del jefe político, que fue parcial a los candidatos triunfantes.

Como el diputado suplente ni es el licenciado Rafael A. Esteva, sino Francisco de P. Rendón, es evidente que resulta errónea la reclamación en el sentido de que se ha hecho mérito.

Y en cuanto al fundamento aducido como motivo de nulidad con respecto al señor licenciado Hernández Jáuregui, no aducen pruebas quienes reclaman; y constante esta Comisión en su criterio a que la prueba compete rendirla a quien reclama, salvo cuando se trate de vicios substanciales, no puede la subscrita Comisión estimar el motivo de la reclamación citada.

Y estando el acta del Colegio Electoral de que se trata, ajustada a las prescripciones de la Ley Electoral en vigor, esta Comisión concluye proponiendo lo que sigue:

I. Son de calificarse como buenas y legales las elecciones para diputados, propietario y suplente, del 8° distrito electoral de Veracruz.
II. Es diputado propietario por el 8° distrito electoral del Estado de Veracruz, el licenciado Miguel Hernández Jáuregui, y suplente, el licenciado Francisco de P. Rendón.

El señor Hernández Jáuregui desahoga en estas palabras la reacción sentimental que en él ha provocado el dictamen:

Parecerá indecoroso a esta honorable Asamblea que me levante yo a hablar en pro del dictamen; pero la honradez política de que yo vengo a hacer alarde desde esta tribuna, me obliga a hacer ciertas declaraciones que son de todo punto importantes y que tienen que anticiparse antes de que el dictamen que me favorece se apruebe.

Yo declaro honradamente que el dictamen de la Comisión me deja tranquilo, que en nada me ataca, y declaro honradamente que habría preferido que fuera contrario a mí, para que esta Asamblea sin distinción de colores ni de credos políticos, me hubiera hecho justicia; declaro también que, agradeciendo profundamente a la Comisión el que haya aprobado mi credencial, este dictamen en nada modifica mi actitud, ni a nada me compromete ni obliga (siseos); sigo siendo, sea el dictamen favorable a mí, tan independiente como desde el primer momento que vine a esta Cámara (aplausos).

Pero debo decir por qué soy independiente y cómo entiendo yo mi independencia. Yo, desde el primer momento, tomé la cédula blanca y voté con los que votaron con cédula blanca; pero no formo parte del Partido Católico, porque a mí me eligieron los liberales del 8° distrito de Veracruz. No formo parte tampoco de la minoría que no es católica, porque yo vengo a hacer en esta Asamblea mis primeras armas; no tengo ninguno de los motivos para atacar al Gobierno siempre, ni para servirlo incondicionalmente. Yo, señores, no soy porfirista; no lo soy porque mi corta edad no me permitió ser amigo del general Díaz; que si hubiera sido amigo del general Díaz, no lo negaría yo, como algunos porfiristas que debiendo todo a la munificencia del constructor de la patria, hoy lo niegan (aplausos, bravos).

El presidente interrumpe a Hernández Jáuregui para pedir a los concurrentes a galerías que se abstengan de manifestaciones prohibidas por el Reglamento de la Cámara.

Cuando la revolución de 1910 sacudió al país -continúa el representante veracruzano-, fui uno de tantos que salieron a la calle a pedir libertades para el pueblo; pero esto, señores, no quiere decir que yo me haya afiliado a las filas del maderismo y que, siguiendo ese criterio, venga a servir de incondicional; no, señores, yo vengo a pensar con mi propio criterio, a juzgar de la situación del país con mi propia conciencia, a contribuir a su prosperidad con todos mis esfuerzos, a presentar una de las ramas de laurel que ha de ceñir la augusta patria, de esa rama de laurel que todos los mexicanos anhelan y desean.

Esa será mi conducta.

De suerte que declaro honradamente que he querido que, antes de que se vote el dictamen, todos los ciudadanos diputados, sabiendo ya a qué vengo, decidan si me admiten a su seno o me rechazan.

Esa es la declaración que tenía que hacer (aplausos).

El licenciado Rendón cree conveniente insistir sobre el criterio esencialmente legalista de la Comisión que preside, y advierte:

La Comisión Escrutadora se cree en la necesidad, con motivo de alguna frase del señor licenciado Hernández Jáuregui, de advertir que los dictámenes que ha emitido, no están supeditados, en modo alguno, a tener o no adeptos en su partido político; bastantes dictámenes se han leído, en los cuales la aprobación o reprobación ha recaído indistintamente para los diversos partidos políticos; la Comisión ha querido, cumpliendo su ofrecimiento, sujetar su criterio a las reglas severas que da la Ley Electoral. Es posible como ya lo ha dicho, que se haya equivocado; pero no ha entrado en su criterio, no ha querido nunca, con un dictamen, ganarse adeptos, porque los miembros de la Comisión lo primero que han dicho es que a esta Cámara deben venir diputados conscientes, ciudadanos desligados de todo partido personalista, afectos exclusivamente a las ideas subordinadas al bien de la patria.

Mal haría esta Comisión si faltase a estos principios sagrados, siendo inconsecuente con lo que ha dicho.

La inconsecuencia que encuentra el señor Jáuregui en los que debieron favores, amistad al general Díaz, y no lo manifiestan, es cierta, y dice muy bien porque la amistad debe ser un culto y la consecuencia debe tenerla toda gente honrada. Nadie aquí, en en esta Cámara, levantará la voz, ni para condenarlo, ni para atacarlo, porque, bueno o malo el general Díaz como gobernante, fue el presidente de México, es un anciano a quien la patria le debe victorias que constan en nuestra historia; por consiguiente, todos debemos ser respetuosos para juzgarlo (aplausos nutridos).

Nos ha hablado de incondicionalismo el señor licenciado Jáuregui, y olvida acaso, por esos sus pocos años, que su fosa fue cavada el 25 de mayo de 1911, en que la revolución acabó con todos los moldes antiguos (aplausos).

Hoy las credenciales, como puede atestiguarlo el mismo señor Hernández Jáuregui, se van a sacar por el propio derecho, y se viene a la Cámara, no por recomendaciones ni por consignas. Es posible, como hemos oído ya por la lectura de los expedientes, que este o aquel gobernante, este o aquel jefe político pretendieran falsear el voto público; pero entonces son actos especiales de esas personas, y no es el Centro el que manda a la periferia todas esas consignas, lo que, en caso de ser cierto, sería perfectamente reprobado.

Aprobadas en votación económica las credenciales del señor Hernández Jáuregui y del suplente por el 8° distrito de Veracruz, es leído el dictamen favorable a los señores Francisco Arias y Jorge Ruiz, por el decimoquinto distrito de aquel mismo Estado, el cual es aprobado sin discusión.

Y los idearios, las posiciones políticas de quienes van a integrar la XXVI Legislatura comienzan a definirse y a precisarse en boca de los oradores -en la de Luis Cabrera principalmente- que toman parte en los debates suscitados por este dictamen de la Comisión.

En la villa de San Pedro Tlaquepaque, cabecera del 4° distrito electoral del Estado de Jalisco, se reunió, el 5 de julio del año en curso, el Colegio Electoral del mismo distrito, con objeto de que, previo el cómputo debido, hiciera la declaración respectiva de electos diputados propietario y suplente del propio distrito, resultando para el primero, el ingeniero Rafael de la Mora, y para el segundo, el C. Juan N. Nieto.

La declaración del Colegio no fue protestada en el acto, y posteriormente, ante esta Comisión, representó al C. Othón Camarena reclamando la declaración, fundado en las causas que siguen: en que en ninguna de las municipalidades que menciona, se hizo empadronamiento completo, y por consiguiente la votación es arbitraria; que en Juanacatlán no hubo elecciones por la deficiencia del padrón; que en Tula, hasta el 29 de junio se hizo la inscripción del candidato, infringiendo la Ley Electoral; y en donde más irregularidades hubo, fue en San Pedro, lo que motivó una protesta que entonces presentó. Además, que se impidió el voto por medio de rejuegos de los adeptos del Partido Católico.

Como la reclamación afecta a hechos substanciales de la elección, esta Comisión se vio en la necesidad de considerarla, y, al efecto, se encontró con que las afirmaciones que hace el C. Camarena no van seguidas de la prueba consiguiente, lo que imposibilita a la propia Comisión para estimarla debidamente. La subscrita Comisión tiene el criterio uniforme y constante de que no es instructora, y, por consiguiente, no puede suplir las deficiencias en la prueba de los que reclaman, salvo en casos en que afecta a la calidad de los electos u otros vicios substanciales.

Faltando, pues, la prueba de las observaciones en que funda su reclamación el C. Camarena, y teniendo los requisitos legales el acta electoral de que se ha hecho mérito, debe aprobarse, y, por lo mismo, la subscrita Comisión concluye proponiendo lo que sigue:

I. Son de calificarse como buenas y legales las elecciones de diputados propietario y suplente del 4° distrito electoral del Estado de Jalisco.
II. Es diputado propietario por el 4° distrito electoral del Estado de Jalisco el C. ingeniero Rafael de la Mora, y suplente, el C. Juan N. Nieto.

El licenciado Cabrera pide que se dé lectura al escrito de reclamación presentado por el señor Camarena y el señor Rendón hace la glosa de aquel escrito en estos términos:

Verdadera satisfacción causa a los componentes de la Comisión Escrutadora la lectura que se acaba de dar a ese documento, porque viene a ratificar lo que en concreto dijo la Comisión en su dictamen: que de las muchas causas que invoca el que reclama, unas no están probadas, y otras no son causa de nulidad de la elección, y, por su lectura, se habrá convencido esta honorable Asamblea de la rectitud con que procede la Comisión, y esto le satisface, reitero, porque se verá que, como muchas veces lo ha dicho, es absolutamente imparcial con respecto a los casos que han estado a su estudio, y en el presente, debe hacer constar que se trata de un candidato católico, como el señor Mora, y si las pasiones de partido, los afectos, hubieran guiado a la Comisión, probablemente, faltando a la justicia, habría dictaminado contra el señor ingeniero De la Mora; pero la lectura de este documento que acaba de hacerse, comprueba que la Comisión, ajustándose a los preceptos de la Ley, ha sido totalmente estricta en la aplicación de ella; cuando no hay pruebas, toda vez que no es Comisión Instructora, no puede reunirlas; únicamente cuando se trata de vicios substanciales que impiden que sea legal la declaratoria del Colegio Electoral, hay necesidad de pedirlas inmediatamente, o de estimarlas, aun cuando la protesta sea deficiente. Reitera, pues, que con gusto ha oído la lectura de ese documento, porque en un caso discutido, como del que se trata, en caso de tener parcialidad la Comisión, sería en contra del sentido que ha aprobado en su dictamen.

El señor Cuesta Gallardo dice en pro del dictamen:

Decía a ustedes que, al tratarse la discusión de la credencial del señor De la Mora, para ocupar la curul que representa el 4° distrito electoral del Estado de Jalisco en esta Cámara, considero de mi deber dirigir a ustedes la palabra para darles una explicación y los detalles de la situación en que se encuentra el Estado de Jalisco, para que, al discutirse los escritos de oposición, no nomás a esta credencial, sino a otras, se conozca verdaderamente cuál es el estado en que se encuentran aquellos distritos y cuál es el ánimo de todos sus habitantes.

El señor De la Mora es del Partido Católico, sí, señores; muy respetable y muy buen amigo mío; el señor Camarena es del Partido Liberal; también es amigo mío y, por consiguiente, no podría yo tener preferencia ni por el uno ni por el otro, por más que yo venga aquí representando uno de los distritos electorales del Estado de Jalisco, como candidato independiente, sin ligas con ningún partido.

Voy a hablar a ustedes sobre dos cuestiones que considero muy importantes: una la situación en que se encuentran todos los asuntos referentes a la Ley Electoral, y otra, consideraciones que creo deben tomarse en cuenta para que el Estado de Jalisco siga contribuyendo, como hasta la fecha lo ha hecho, en conservar el orden y la paz que tanto necesitamos en la República.

Primeramente voy a decir a ustedes la forma en que se estuvieron haciendo las elecciones en Jalisco; pero debo advertirles, por ser bien conocido de toda la República, que el Estado de Jalisco, el año de 1910, llevó a efecto elecciones en todo el Estado para formar desde los municipios hasta el puesto del Poder Ejecutivo del Estado. Las elecciones allá eran de voto directo, y todo el mundo está acostumbrado más o menos a este sistema. En esta vez se emplearon con mucha actividad todos los recursos de todas las personas que forman el Estado, deseando hacer una evolución, como en efecto se llevó a cabo. Cuando la revolución de 1910 comenzó, en el Estado de Jalisco estaban ya muy adelantados los trabajos, pues el día 19 de noviembre se habían efectuado las elecciones (toses). Pasado ese momento, se pudo observar que de un millón doscientos mil habitantes que tiene el Estado, se representan aproximadamente unos trescientos mil habitantes, lo que prueba que muchas gentes no tomaron participación en las elecciones. Pasadas éstas, vino el caso de que se tuvieran que repetir las elecciones para diputados al Congreso General; mas ahora, en este caso, ha disminuido más el número de votantes, y es que están verdaderamente decepcionados todos los habitantes del Estado de Jalisco.

Dados estos antecedentes, creo que no debe tomarse como una consideración para aprobar o reprobar la credencial, el que los padrones tengan menos votos o más votos de los que existen en el distrito. Si existieran más votos de los que ...

A las manifestaciones de fastidio que se dejan oír en galerías acude el presidente con una exhortación al orden; y el señor Cuesta Gallardo da fin a su intervención oratoria advirtiendo que, si existieran más votos de los que hubieren en el distrito electoral, podría verificarse un fraude; pero existiendo menos, puede ser un error del padrón. Es ahora el propio señor De la Mora quien hace la defensa de su credencial con este discurso:

Yo quisiera, señores, que al hacer por vez primera mi presentación como presunto diputado al Congreso de la Unión, la atmósfera que me satura de números por mi carácter profesional de ingeniero, se convirtiera para ustedes en luces, para decidir definitivamente de la suerte que me espera, tratando del asunto de una manera jurídica y legal.

Mi camino, desde la juventud, desde mi niñez, ha sido el camino de la línea recta, y mis profesores me enseñaron que siempre, en la vida, el individuo debe buscar el camino más corto, y en matemáticas, el camino más corto es la línea recta.

Dejo a un lado, señores, lo que el señor Cuesta Gallardo, mi estimadísimo amigo, ha dicho de la situación de Jalisco, porque parece que, si yo lo dijera, me remontaría en alas de un idealismo o de un espíritu apasionado que no intento tener. Mi insignificancia como particular es tal, que como simple ciudadano a veces me busco y no me hallo; pero como presunto diputado al Congreso de la Unión, me siento tan alto como el ángel del monumento a la Independencia que está en el Paseo de la Reforma, porque tengo por pedestal la Ley, que constituye la voluntad de un concurso electoral.

No es cierto, señores, e invoco el conocimiento que tienen mis amigos y enemigos aquí presentes de mis antecedentes de familia, el conocimiento que tienen de las luchas políticas de Jalisco, para que digan si alguna vez he puesto una sombra en mi hogar, en mi patria o en mi Estado con algún fraude, o chicana electoral, y allí están los amigos y enemigos de Jalisco que lucharon en campo y condiciones iguales a mí, o adversos a mi causa. Mi pasado es enteramente puro; pues bien, señores, yo os digo una cosa, digo lo que dice la Comisión y agradezco el dictamen en mi favor porque está basado en la justicia. Dice que no hubo elección en el municipio de Juanacatlán, y el expediente que acaban de traer, gracias a la iniciativa del amabilísimo colega, señor licenciado Luis Cabrera, expresa que en Juanacatlán estuvieron funcionando de la 5a. a la 15ava. casillas electorales, dando un monto total de 445 votos. Lo cierto es que, en cuatro casillas electorales, gentes revoltosas, de cualquier bando, que yo abomino, dispusieron que se levantaran las casillas, y hay una protesta en mi favor que puse en manos de la Comisión, por nó haberla presentado ese día.

Dice el señor que el Partido Católico Nacional no registró ni sus papeles, ni sus credenciales, ni sus personalidades políticas a tiempo, y, señores, ese asunto pertenece a la Historia, y si alguna persona quisiera acompañarme al Estado de Jalisco, para informarse de los diferentes ocursos presentados al presidente del Ayuntamiento, vería que yo, al jurar por las cenizas de mi padre, digo la verdad al expresar que todo se hizo en tiempo oportuno, no obstante que se pusieron tremendas barreras para que no se registraran oportunamente.

Yo digo que también estuve día con día, durante los cinco o seis días que duraron las sesiones de la Junta Electoral, desde las cuatro, que principiaban, hasta las diez u once de la noche, que terminaban, y debo manifestar con toda la ingenuidad de mi carácter, porque no tengo dobleces en el corazón, que mis documentos, que también tiene la Comisíón, están firmados por individuos que militan en partidos enteramente contrarios al nuestro, y, sin embargo, los han subscripto, porque una evidencia meridiana tiene la justicia de mi parte.

Pero digamos más, señores. No se oculta para un abogado que el señor Camarena, que haya tenido que recurrir al subterfugio de venir a la Cámara de Diputados.

Cuando por los temblores que todo el mundo sabe que hemos pasado en Guadalajara, precisamente todas las familias estaban en la villa de San Pedro, que dista cinco kilómetros, que hay tranvías eléctricos; cuando el señor Camarena, por los temblores ha ido a San Pedro día a día, viviendo allí por miedo a los temblores en Guadalajara, no se permitió asistir a la Junta en seis días, señores, yo pregunto: un abogado que conoce la ley; un abogado que tiene también por armas la amistad de mi primo el señor gobernador de Jalisco, Robles Gil; un individuo que, al llegar a San Pedro, ha dicho -palabras textuales-: Aquí vengo a ganar por la razón o por la fuerza, y le contesté: Indudablemente por la razón, no; por la fuerza, quién sabe; esa persona, que tuvo en sus manos la manera de poder agotar todos sus recursos, ¿no se presenta en seis días, digo en los cinco primeros días, a la Junta Electoral? ...

El señor De la Mora da lectura a varios documentos, y el primer orador en contra del dictamen de la Comisión es el licenciado Francisco Escudero. Hilvana así su discurso:

Señor: A mis estimados paisanos, el señor Manuel Cuesta Gallardo y el señor De la Mora, si hubiesen hablado respecto del dictamen de la Comisión, yo los hubiera seguido en ese mismo terreno; pero desde el momento en que han hablado con la pretensión de hacer presentes cuáles son las circunstancias políticas por las cuales atraviesa el Estado de Jalisco, haciendo explicaciones que, en cierta manera vienen a ofender la dignidad de los miembros del Partido Liberal que estamos presentes aquí, me obligan, muy a mi pesar, y dejando a un lado la amistad que me liga con aquéllos, a hacer algunas explicaciones.

Señores: de ustedes, unos han venido de los Estados fronterizos; otros, de Estados de la costa; otros, de algunas regiones del país, y no tenéis idea de cuál es el azote, de cuál es el peligro que han sentido algunos Estados como son los de Michoacán y Jalisco; nosotros, los que acabamos de pasar por una lucha formal en que se han encontrado los dos partidos históricos, el Liberal y el Católico, somos los únicos que podemos daros cuenta de la importancia que está asumiendo ese peligro nacional.

Señores, el dictamen está bien fundado, porque el candidato liberal no vino a probar todas sus reclamaciones; pero en conciencia debo decir a ustedes que todo lo dicho ayer es exacto, pues el Partido Católico en la Piedad, como todos los distritos, empleó la presión moral más escandalosa que se pueda imaginar (voces: ¡No! ¡No! ¡No!, aplausos prolongados, campanilla). Yo puedo demostrar que cinco curas de cinco pueblos fueron encausados por haber tomado participación indebida en las elecciones (aplausos); que el señor De la Mora, en compañía del cura de San Pedro, visitó todos los puntos de su distrito (bravos y aplausos), y puedo demostrar que en mi propio distrito electoral, el cura de Mezquital daba clase a todos los indígenas de ese punto para que acudieran a las casillas electorales (aplausos).

Debo hacer esta aclaración: muchos de los oradores que han hablado antes que yo en las sesiones anteriores, han aludido en cierta forma respecto a la actitud que asumimos la mayoría y se nos tacha, en general, de ser nosotros unos incondicionales del Gobierno, de estar ligados con todos los que representan el partido gubernamental. Estáis en un error. Nosotros somos liberales, nosotros hemos venido a la Representación Nacional respondiendo al voto unánime de la nación, que, ante el peligro que se iniciaba, ha tenido un momento de reacción, de vida, y por eso tenemos una mayoría de votos en esta Asamblea (aplausos, bravos).

Señores, creo que realmente constituimos una mayoría los liberales que estamos aquí, y nos hemos aliado con los miembros del Partido Constitucional Progresista, porque ellos también son liberales (siseos y aplausos), y nos hemos aliado con el fin de impedir que la reacción venga a menoscabar la validez de nuestras leyes (aplausos), y nos hemos aliado también para impedir que la obstrucción venga a poner en peligro la estabilidad del Gobierno constituido. Nosotros queremos, como decía el señor Hernández Jáuregui, la paz de la República; pero queremos también imponer al Gobierno un criterio liberal, y esa es la razón de ser de mi actitud (bravos y aplausos).

Señores: La situación de Jalisco, que mi amigo el señor Cuesta Gallardo observaba, es espantosa, debido a la ingerencia del Partido Católico. Hace todavía unos cuantos años, esos odios de partido habían desaparecido, y nadie se acordaba de liberales y conservadores; se necesitó que vosotros hubiéseis llamado a la historia y a la muerte, para que desde entonces los odios vinieran de nueva cuenta a dividir a los amigos, a separarnos. Sí, señores; nosotros -como el Partido Liberal ha sido un partido de evolución- ya habíamos olvidado todas nuestras anteriores discordias; pero vosotros habéis querido presentaros bajo la faz hipócrita que siempre os ha caracterizado (siseos).

Una intervención del presidente de la Junta:

Tengo que obrar con absoluta imparcialidad; ruego a las galerías no insistan en sus manifestaciones.

Y el señor Escudero concluye:

No quiero por más tiempo molestar vuestra atención. Espero que los señores miembros del Partido Católico, si en algo he mentido, me lo echen en cara; entiendo que todas las cosas que yo he propalado, las puedo justificar con hechos. Y digo, para terminar, que si daré mi voto aprobatorio en favor del señor ingeniero De la Mora, es simple y exclusivamente porque el candidato liberal no puede comprobar todas las infracciones que en efecto se cometieron (aplausos).

Este discurso dicho en tono admonitorio ha encendido la atmósfera emocional de la Cámara y aclimatándose a ella, viene a la tribuna el aspirante a diputado don Francisco Pascual García, que es uno de los mejores polemistas que los católicos anhelan tener en esta Legislatura.

No ha desmentido su antiguo carácter el señor escudero -afirma y provoca para sí los primeros aplausos y los primeros siseos-. Convirtuó su cátedra en Guadalajara en centro de propaganda, y de propaganda incrédula (aplausos, siseos). El fue allí catedrático de la falsa historia, que habla de las mentiras, que consigna como verdad lo que está desmentido por los sabios, y ese carácter que ha presentado siempre, lo ha traido a la Cámara. Nosotros no venimos así: nosotros somos los verdaderos liberales (aplausos, siseos, campanilla). Los miembros del Partido Liberal, con rarísimas excepciones, tan raras como honrosas, se arrastraron a los pies de la dictadura; nosotros conservamos nuestra dignidad (aplausos).

El señor Escudero y López Portillo hizo, en medio de su fácil oratoria, esta única afirmación: la presión moral -dice- espantosa que ejerció el Partido Católico en Jalisco. Esto no es verdad; nosotros no ejercimos presión moral, ni nada (aplausos, siseos). Nosotros respetamos la libertad de la conciencia. Que se levanten aquí muchos amigos míos que tengo y que digan si yo no soy uno de los católicos que con más empeño sostienen el derecho que todos tienen, cualquiera que sea su religión, cualquiera que sea su partido, a tener una representación en la Cámara Nacional. Nosotros, señores, no somos obstruccionistas, no somos retrógrados; no somos intolerantes; al contrario, señores, si la libertad ha de triunfar en México, ha de ser porque nosotros hemos levantado su estandarte (aplausos) ...

Todo el mundo callaba cuando, para cubrir la pasada situación, de lo que yo no quisiera hablar aquí, se presentaban los liberales con rara excepción; cuando la prensa liberal adulaba, sólo la prensa católica -¡sólo ella!- tenía una voz política para condenar los abusos (aplausos).

El señor González Garza reclama, entre aplausos y voces de ¡Muy bien!, que la discusión esté siendo desviada y que el preopinante esté diciendo tantas mentiras.

Una voz de galerías interviene:

El señor Escudero también, y el presidente aclara:

Demasiado sabe el señor González Garza que yo no pertenezco al Partido Católico, que me considero como uno de sus principales enemigos; pero en esta Asamblea tengo que dar la misma libertad al señor García que la que pueda dar al señor González.

No; no ha sido el Partido Católico el que ha traído una sola nota perturbadora al seno de esta Asamblea -prosigue don Francisco Pascual-; quienes han extraviado la discusión han sido, primero, el señor Escudero y López Portillo, y luego, el que reclamaba el orden, porque hay personas que reclaman el orden por medio del desorden (aplausos).

Así es que, si yo no me he concretado a sostener el dictamen, ha sido porque se nos ha llevado a un terreno que no es el del dictamen, porque se nos ha querido arrojar un cargo al Partido Católico Nacional, y nosotros no hacemos cargos infundados; pero cuando se nos hacen cargos, nadie va por la respuesta a Roma (aplausos).

Para eso somos libres, para eso tenemos el derecho de defendernos, y no necesitamos otra cosa, señores, que libertad. Si se nos da libertad, que es lo que nosotros deseamos, yo os aseguro que mañana todos los liberales de buena fe estarán con nosotros (voces: ¡No! ¡No! ¡No!) y tan cierto que estarán con nosotros (voces: ¡No! ¡No! ¡No!) que apenas nos hemos acercado un poco a algunos de los liberales más distinguidos, ellos nos han dispensado su distinción, y allí está la Comisión para que diga si esto es cierto o no.

En fin, contestando lo que expresaron los señores que extraviaron la discusión, voy a ceñirme a hablar en pro y a pedir su aprobación a la Cámara, no sólo a la Cámara, sino al señor López Portillo, porque el dictamen está fundado, y en pro del dictamen. ¿Qué más puedo decir?

Al oír que Cabrera pide la palabra y ver que se encamina hacia la tribuna, diputados y galerías se mantienen en suspenso, como en presentimiento de que va a abrirse la serie de las grandes batallas parlamentarias que habrán de prodigarse dentro de esta memorable Legislatura. Cabrera no es galano en el decir, no es dueño de una bella voz, no hay en su porte la elegancia de Urueta, ni la majestad de Lozano, ni la gracia de García Naranjo, ni el sugestivo magnetismo de Olaguíbel; pero Cabrera aprisiona el interés de quienes lo escuchan; Cabrera pone en ebullición, como nadie, las buenas y las malas pasiones de sus oyentes; Cabrera desconcierta, Cabrera destruye, sonriendo, a sus adversarios; Cabrera es el analítico y el polémico que a la par derrumba y reconstruye. En tono casi apagado comienza esta vez:

Antes de comenzar a hacer uso de la palabra, debo hacer una pequeña moción de orden, fundado en el artículo 195 del Reglamento.

Ha sido larga práctica parlamentaria en este lugar, hasta el XXV Congreso de la Unión, que se ha de callar a las galerías. El artículo 195 del Reglamento dice algo perfectamente contrario a la práctica parlamentaria que impide que las galerías manifiesten su agrado o desagrado. El artículo 195 dice:

Los concurrentes a las galerías se presentarán sin armas; guardarán respeto, silencio y compostura, y no tomarán parte en los debates con ninguna clase de demostración.

Y yo repito que aplaudirme o sisearme no significa tomar parte en el debate, como lo significaría el interpelarme o contradecirme (aplausos).

Cuando me permití suplicar a la Secretaría de estas juntas preparatorias se sirviera dar lectura al dictamen de la Comisión de Poderes, era porque quería atacar el dictamen aprobatorio de la credencial del señor De la Mora, y quería atacar el dictamen de la Comisión, y lo ataco, porque es muy triste que estemos reunidos aquí, que todos sepamos absolutamente quién es nuestro enemigo y que, sin embargo, haya un grupo liberal que esté dándose la mano con él, mientras nosotros nos hacemos pedazos enfrente del Partido Católico. El Partido Católico en sus individualidades es irreprochable; soy amigo del señor Pascual García; soy amigo del señor licenciado Elguero; soy amigo del señor De la Hoz, porque individualmente considerados son unos perfectos caballeros; pero como grupo, el Partido Católico es el mismo que trajo a Maximiliano ...

En tanto que la primera racha tormentosa sopla sobre curules y sobre gradas de las galerías, con zumbidos de Noes airados y de parabienes entusiastas, de aplausos y de siseos, Cabrera impasible recoge el cabo de su oración para anudarlo a la siguiente:

Lo que desalienta es pensar que no se vea claro; lo que desalienta es pensar que en estos momentos actuales la amistad vaya tan unida al concepto político de las personas, que, muchas veces, dentro del Partido Católico y fuera de él, dentro del Gobierno y fuera de él, no sabemos distinguir cuáles son nuestros amigos personales y quiénes son nuestros enemigos personales, quiénes son nuestros enemigos políticos y quiénes nuestros amigos; y aquí estamos viendo claramente cómo hay amigos personales que son enemigos políticos. Me refiero a los señores del Partido Católico, considerado como grupo político, que se ha organizado, tomando hasta el nombre de la religión, para volver a recobrar los mismos elementos de lucha y los medios que usó en los luctuosos años de la Guerra de Reforma (aplausos). Pero el Partido Católico sabe jiu-jitsu (risas); ahora, plegándose precisamente a la corriente democrática, es como pretende vencernos; no contrarrestándonos, no cometiendo el error que cometió en 1857, sino mostrándose más demócratas, más liberales que nosotros (siseos, aplausos).

El licenciado Francisco Pascual García confirma:

Y es cierto.

Cabrera entona ahora su voz y su actitud al género admonitorio:

Señores diputados: Fuera mentiras; en un Parlamento se discute con razones políticas, se combate con armas políticas. Aquí, hasta este momento, sólo habíamos tenido oportunidad de discutir respecto de credenciales notoriamente liberales y dentro de las ideas modernas que nos animan; testigos, las credenciales del señor Mascareñas y del señor Aspe. En lo sucesivo vamos a tener que habérnoslas con las credenciales de los principales miembros del Partido Católico, y así, suplíco una mayor unión de los elementos liberales, y sobre todo ...

El señor Elguero interrumpe:

Aun cuando sea contra la justicia.

Y la dialéctica de Cabrera salta sobre la interrupción:

... para poder precisar quiénes son nuestros amigos y quiénes nuestros enemigos; no para tratar de torcer la justicia, como acaba de decir el señor Elguero, sino para aplicarla en caso necesario.

De consiguiente, voy a decir por qué razón he usado de la palabra y por qué votaré en contra de la credencial del señor De la Mora. Pedí la lectura del expediente, porque me consta que se trataba de uno de los casos típicos que en Jalísco y Michoacán hemos visto, de competencia entre los partidos Liberal y Católíco, y voy a confesar que dí un golpe en falso, porque las formas de que nos habla el señor licenciado Macías fallaron en este caso y no podíamos tener la prueba completa de todas las irregularidades que se decía que se habían cometido. Mi criterio político me dice: hay que votar en contra de la credencial del señor De la Mora; mi criterio de abogado: hay que votar en favor de la credencial del señor De la Mora.

La Comisión está en su papel, al juzgar conforme a la ley y a la justicia; pero el que diga que su voto no se guía por otro criterio que no sea político, que es el que debe guiar a un Parlamento, o es un hipócrita o es un imbécil (voces: ¡Muy bien!, aplausos).

Señores liberales: A vosotros me dirijo; es necesario saber quién es el enemigo; desgraciadamente no podemos pegarle en la persona del señor De la Mora; pero ¡he ahí al enemigo!

Cabrera deja la tribuna saludado por clamorosas manifestaciones de los diputados revolucionarios; José María Lozano intenta hablar, pero el presidente de las Juntas concede primacía al presidente de la Comisión.

Ha bastado, honorables compañeros -dice el licenciado Rendón-, un toque, una clarinada del Partido Católico, para que el Partido Liberal, no olvidando todavía, diga: ¡ahí está el enemigo común! ¡Salud, Partido Liberal, cuando ya recobras tus verdaderos derechos! (aplausos). Teníamos forzosamente que llegar aquí, y se ha esperado bastante, porque yo creí que desde la primera sesión llegaríamos.

Es cierto, como dice el honorable señor don Pascual García, que la Comisión tiene estimación, y profunda, por los honorables caballeros jefes del Partido Católico; pero la Comisión, como partido, tiene el deseo más vehemente de aplastarle cuantas veces se presente (aplausos).

Si en este caso la Comisión ha tenido que dar un voto aprobatorio al dictamen de que se trata, es porque la Comisión está integrada por gentes que se hacen sospechosas de parcialídad, como se ha tildado a este pobre Partido Constitucional Progresista (siseos), como gentes que no tienen imparcialidad, y para demostrar estrictamente lo contrario, hemos escogido las armas más públicas: cuando se viene a discutir la credencial de un miembro del Partido Católico y la de otro del Partido Liberal y cuando las formas están a favor del miembro del Partido Católíco, las formas nas dicen que debemos ser justicieros, y hemos dado un voto en su favor. De esa propia manera vemos que un hombre perfectamente honrado del Partido Liberal, como es el señor Escudero, dice: Mi conciencia me asegura que ese dictamen es malo y que debemos votar en contra de él; pero la forma es correcta y, rindiendo parias a la justicia, vamos a votar contra nuestra conciencia en pro del dictamen.

El señor Cabrera ha dicho acertadamente que aqui no debemos ser justicieros en el sentido que lo exigen las tribunales; que debemos ser, principalmente, un Parlamento político, y desde el momento que las dos funciones se avecinan para llegar a la lucha (voces: ¡No! ¡No! ¡No!); desde el momento en que los católicos, imprudentemente, por voz del señor De la Mora, nos lanzan el reto (aplausos); desde el momento en que él levantó algo que nasotros no queriamos mostrar, ¡ah, señores del Partido Católico!, es necesario ser sinceros y deciros: aquí estamos nosotros, los del Partido Liberal, que nos opondremos a vosotros constantemente (aplausos).

La orientación liberal se impone, es necesaria; alli detrás se ve la luz, parque el Partido Liberal, señores, siempre ve alto, siempre va buscando la luz, y debe ser consecuente con eso.

¿Cuál será el voto? La Comisión lo ha dicho, con dolor ha dado su voto aprobatorio porque necesitaba someterse a los dictados de la justicia; pero si el Partido Liberal da un voto reprobatorio, se habrá hecho justicia a los principios que aquí tenemos que adoptar momento por momento, hora por hora, instante por instante (aplausos).

Lo estábais viendo. en todo; se estaba incubando. el deseo de estarnos acechando, porque nos estábamos esperando, y ha llegado el momento de decir de una manera franca y a pecho descubierto quiénes somos liberales y quiénes son los que dicen que son católicos. Vamos a preguntarle a la nación: ¿cuáles son tus rumbos?, ¿aquellos que trajeron un emperador, aquellos que han traído la guerra de hermanos contra hermanos, aquellos que han enterrado a sus enemigos baja las sacristías, aquellos que por su triunfo se han sometido a la benevolencia de Napoleón, a los liberales que, desnudos, sin recursos, pobres, abandonaran su hogar y empuñaran los fusiles para rechazar a los invasores, a las turbas traídas aquí? Se nos ha dado la clarinada. Recoja el guante.

El señor ingeniero De la Mora tuvo la imprudencia de retar al Partido Liberal: aquí estamos. Vosotros, que habéis tenido el error de arganizaros en ese partido, sabed que os perdonamos ese error (voces: ¡No! ¡No!, siseos).

Ya es tiempo de definir nuestras verdaderas actitudes; ya es necesario que en esta Cámara haya una izquierda radical y una derecha católica; veamos quién es más fuerte (aplausos nutridísimos).

Muchos ciudadanos presuntos diputados se acercan a abrazar al orador (voces en las galerías: ¡Viva Juárez!).

La impetuosidad de Hernández Jáuregui grita desde la curul que éste acupa:

¡Pobre Partido Liberal que se ha presentado tan tristemente encabezado por don Serapio Rendón!

Y la intemperancia de Pedro Antonio Santos apostrafa:

¡Cállate, imbécil!

Pero ya la tribuna finge ágora o foro que da marco a la singular prestancia de José María Lozano.

¡Melchor Ocampo, Santos Degollado -invoca-: vosotros sabéis, víctimas sangrientas, que en mi cielo no se adoran las imágenes de Santo Domingo de Guzmán, ni de Pedro de Arbués, sino que vosotros sois los que recibís mi culto y mi veneración!

Y por esas imágenes del Partido Liberal, por esa veneración al programa de la libertad, vengo, señores a hablar claro y a definir actitudes.

Se dijo de manera velada por el señor licenciado Cabrera que habíamos aquí un grupo liberal que nos habíamos puesto codo con codo con el grupo católico.

Cabrera rectifica:

No he dicho eso.

Claro lo entendí así -continúa Lozano-, y por eso vengo a retundir los agravios. Es verdad; nos hemos unido con el grupo católico de manera momentánea para defender nuestros derechos (siseos).

El Partido Constitucional Progresista habla aquí de un llamamiento a los liberales en el momento de la prueba; cuando la mayoría se disgrega, entonces enarbolan ei lábaro de la libertad; antes, en la primera votación, no se buscó a los independientes. El católico es el único que se ha apretado con las credenciales vacilantes, para prestarles su apoyo; y ¿qué de extraño tiene? ¿Les asombra a los preopinantes esa unión que juzgan monstruosa? En Europa, asiento ya de las verdaderas libertades se unen los extremos: se junta el socialista rabioso y el monarquista para defenderse de las añagazas, de las violencias del Poder; aquí nosotros nos hemos juntado con los católicos para no sufrir la presión de hierro, no de los liberales, sino de los gobiernistas (aplausos).

Se invocan todos los pretextos, se acude a todas las argucias (murmullos), en los momentos de querer alcanzar la victoria. Ya veréis, señores diputados, cuando se trate de mi credencial, yo, que soy francamente liberal; yo, que luché y vencí al Partido Católico en la muralla más resistente que tenía y en donde siempre había vencido en las anteriores elecciones, en Teocaltiche, cómo no se invocarán los nombres de Juárez y Santos Degollado, sino que se dirá que hubo fraudes de otra especie (aplausos).

Por lo demás, señores, yo no he comprendido, ni me explico la intransigencia filosa, de verdadero Robespierre, que tienen espíritus tan cultos como el del señor Cabrera, como el del conterráneo señor Escudero y como el presidente de la Comisión Escrutadora, señor licenciado Rendón. ¿En qué estaría la superioridad moral del Partido Liberal, sino en aceptar la controversia? ¿Queremos desalojar el salón de todos los católicos? No nos engañemos, señores; la República, en su gran masa, es católica (aplausos, siseos), y dirá con justicia que tuvimos miedo a una minoría insignificante (siseos, aplausos), sólo por las armas de su palabra y de su inteligencia. Cuando el pueblo, que es la opinión pública, no tiene desahogos, como está pasando en nuestra patria, entonces, ¿qué de extraño tiene que se empuñe el fusil y se cargue la ametralladora?

No, señores; es preciso que tengan aquí eco todas las aspiraciones, todas las idealidades y las más contradictorias libertades, y no queramos acudir al criterio de Felipe II que, para mantener la unidad de la fe quemó a tantos herejes y tantos liberales (aplausos). No; que vengan aquí a justar con nosotros los católicos, a discutir desde lo alto de esta tribuna los principios, y entonces la República, cuando asista a nuestras discusiones, cuando lea nuestros discursos, se irá convenciendo lentamente de la superioridad de nuestro credo, y llevaremos a la patria y la arrastraremos al grupo de las naciones liberales que dignamente y por su voluntad se han emancipado de ese peligro tradicional.

Señores, que aquí resplandezca la libertad, la equidad y la democracia, no con el ejemplo del birrete rojo de Robespierre con el cual se cubre hoy el Partido Liberal y el intransigente bajo frívolos pretextos; no, con la benevolencia suprema de Gladstone, que quiso que Irlanda, católica y separatista, tuviese el Home Rule. Eso es lo único digno de nosotros; eso es lo único que puede tranquilizar a la verdad y a la justicia (voces: ¡Bravo! ¡Bravo! ¡No! ¡No!).

Pertinente observación de Hernández Jáuregui sigue a la oración elocuente de Lozano. Es ésta:

Hago constar a la Asamblea, católicos, liberales y gobiernistas, que nadie ha hablado contra el dictamen que se va a votar.

A pedimento presentado por Urueta, a nombre de la Comisión Escrutadora, los secretarios de la Cámara recogen la votación en forma nominal, y algunos de los diputados al expresar el sentido de su voto, lo razonan. García Naranjo así:

Porque creo que es menos malo un bonete que un gorro frigio salpicado de lodo, voto sí.

El señor Romero:

En forma ni en manera alguna estimo que este voto ha de ser piedra de toque que establezca la división entre liberales y católicos; en mi conciencia privada, voto que no; pero por acatamiento a la ley, que es la expresión de la voluntad general y de la conciencia pública, voto que sí.

El señor Hernández Jáuregui:

Por ser liberal; pero no del grupo del señor Iglesias Calderón, voto sí.

El señor Díaz Mirón:

Soy liberal; pero, por la fuerza de la ley, y creyendo que no debe ser proscrita una religión de cuyas nubes cayeron almas como la de Hidalgo, como la de Morelos, como la de Matamoros, que lucharon y murieron por la patria, voto afirmativamente.

El señor Mauricio Gómez:

Habiendo hecho en mi ánimo mucho peso las objeciones presentadas en contra del dictamen, y porque creo que ahí hubo imposición, no.

El resultado de la votación ha sido: ciento tres votos por la afirmativa y setenta por la negativa.

En realidad pura, es exacto afirmar que los diputados se dividieron esta vez en dos grupos: El de los que votaron con criterio legalista o con ánimo contrarrevolucionario, y el de los que votaron con criterio político revolucionario.

Entre los legalistas de ideas revolucionarias son de citarse los nombres de Ancona Albertos, Bordes Mangel, Galicia Rodríguez, Heriberto Jara, Juan Sánchez Azcona y Juan Sarabia.

La que podemos llamar extrema izquierda de la Cámara, y que votó conforme al criterio político propuesto por Cabrera, apareció integrada por los diputados Acereto, Aguirre Benavides, Alarcón, Alardín, Alfredo Alvarez, Pedro B. Alvarez, Aznar Mendoza, Balderas Márquez, Barrera, Borrego, Alfonso Cabrera, Luis Cabrera, Camarena, Canalizo, Carrillo, Carrión, Colín, Curiel, Espinosa, Ezquerro, Farrera, Frías, Galván, Mauricio Gómez, González Garza, Grajales, Guzmán, Hurtado Espinosa, Enrique M. Ibáñez, Adolfo Isassi, López Jiménez, Luna, Llave, Macías, Alfonso Madero, Gustavo A. Madero, Martínez Alomía, Mayoral Méndez, Querido Moheno -que muy pronto habrá de pasarse a la extrema derecha-; Morales, Munguía Santoyo, Muñoz, Novelo O'Fárril, Ordorica, Orive, Ortega, Ortiz Rodríguez, Palavicini, Páscoe, Quintana, Ramos Roa, Reynoso, Ríos, Rivera Cabrera, Rodiles Maniau, Rodríguez Cabo, Rosal, Pedro Antonio Santos, Samuel M. Santos, Torre, Treviño, Eleazar del Valle, Felipe J. Valle, Velásquez, Zapata, Zavala y Zubaran.

El Partido Católico ha ganado una curul más en la XXVI Legislatura.

Indice de Instalación de la XXVI legislatura Recopilación y notas de Diego Arenas GuzmánCAPÍTULO CUARTO - La mayoría del Partido Constitucional Progresista en coalición con católicos y científicos CAPÍTULO SEXTO - La ideología liberal, según el licenciado Trejo y Lerdo de TejadaBiblioteca Virtual Antorcha