Índice de Apuntes de mi vida pública (1892-1911) de José Yves Limantour | PRIMERA PARTE - CAPÍTULO SÉPTIMO | PRIMERA PARTE - CAPÍTULO NOVENO | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Apuntes sobre mi vida pública
(1892 - 1911)
José Yves Limantour
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO OCTAVO
Nueva combinación del presidente para realizar sus planes. Cartas dirigidas a Europa al autor de este libro. Regreso del autor al pais en 1899 cuando ya se acercaban las elecciones; y resultado satisfactorio de ellas. Renuncia del señor Licenciado Joaquín Baranda de la Cartera de Justicia
En el año de 1899 el Presidente introdujo una variante en sus planes, probablemente con la esperanza de inducirme a aceptar la nueva combinación que presentaba con el carácter de transitoria, y hasta con el de un servicio personal que esperaba de mí. Me dijo que se sentía fatigado, e hizo que su médico de cabecera me hablara en términos que pareciesen espontáneos, de la necesidad que tenía el general Díaz de un descanso.
La nueva combinación consistía en separarse el Presidente de su cargo por tres o cuatro meses solamente, dejándome a mí en su lugar; pero como hubo la circunstancia de que las frecuentes crisis hepáticas que venía yo padeciendo, habían debilitado notoriamente mis fuerzas, el Presidente creyó que era más urgente que yo atendiera a mi salud, que él a la suya, y al efecto me dijo que sintiéndose él capaz de trabajar por algún tiempo más sin gran inconveniente, me tocaba ser el primero en disfrutar de un descanso, que en realidad iba a ser muy relativo, puesto que pensaba aprovechar mi ausencia para llevar a efecto en las mejores condiciones posibles para el país, la conversión de la deuda exterior a cuya realización me esraba consagrando entonces.
Después de haber hecho en la Secretaría de Hacienda todos los arreglos que mi próxima ausencia hacía necesarios, emprendí mi viaje a Europa por la vía de los Estados Unidos, a fines de abril del mismo año.
Por las cartas que me dirigió el Presidente, algunas de las cuales van insertas, podrá verse la importancia que daba al estado de mi salud, y que son una prueba de la sinceridad en que fundé una de mis excusas para no asumir cargas más pesadas ni más expuestas a desagrados, que la de Hacienda; pero aquella de las expresadas cartas que arroja completa luz respecto a las intenciones políticas del Presidente, y que es un testimonio elocuente del empeño que siempre mostró en mi elevación al poder es la que lleva fecha 13 de julio, y que fue escrita de su puño y letra.
Procede recordar que si el Presidente pedía licencia debía proponer, según la legislación vigente en aquella época, a la persona que lo substituiría, y que tratándose de faltas absolutas que no procedieran de renuncia, así como en las temporales que no fueran el resultado de una licencia, la propia legislación prevenía que fuese el Secretario de Relaciones, y a falta de éste el de Gobernación, quien se encargara del Poder Ejecutivo de la Unión.
Estas prescripciones constitucionales, que por más que se diga no iniciaron los científicos, quienes solamente las apoyaron, fueron la obra del mismo Presidente que se valió para el caso del licenciado don Alfredo Chavero y de otras personas allegadas al mismo Presidente.
La referida legislación y lo precario de mi salud que tenía inquieto al general Díaz, a pesar de las palabras tranquilizadoras de que usaba en su correspondencia, explican algunos de los conceptos contenidos en la citada carta que se reproduce.
México, 31 de mayo de 1899.
Señor Lic. don José Yves Limantour.
Mi estimado compadre:
Los amigos de usted en este país, entre quienes como uno de los primeros me cuento yo, estamos impacientes por conocer la opinión de los médicos que lo hayan visto y no porque pongamos en duda lo favorable de ella, pero sí porque nos será muy grata la confirmación autorizada de nuestra creencia. No retarde los informes sobre su salud por esperar los que quiera comunicarme relativos a los negocios financieros, que en el caso de usted debemos considerarlos secundarios a pesar de su importancia.
Con los expresivos recuerdos de mi familia y míos, para la apreciable suya, queda de usted como siempre, compadre y amigo aftmo.
Porfirio Díaz.
Chapultepec, julio 13 de 1899.
Señor Lic. don José Y. Limantour.
Muy estimado compadre y buen amigo:
Con gusto acabo de leer su muy grata de 25 del pasado junio, en que se sirve usted trasmitirme la opinión de las notabilidades médicas que ha consultado, pues aunque están conformes con que tiene usted una constitución de mediana resistencia y fatigada por el trabajo, también lo están en que todos y cada uno de sus órganos, aunque un tanto entorpecido el digestivo, ninguno de ellos denuncia lesión que amerite alarma, como yo lo temía al ver que se prolongaba el trabajo de la conversión en condiciones patológicas que yo debía suponer poco a propósito. Mientras más pienso en las distintas fases que de algunos meses a la fecha ha presentado la salud de usted, más afirmo mi opinión de que si bien tiene usted la delicada contextura del hombre de bufete, no ha de ser tan lesionable puesto que las perturbaciones sufridas y sobre todo la última partida de pugilato con los banqueros no le han dejado huella, en consecuencia un método higiénico imperturbable, poca medicina y confianza en el porvenir, darán a usted la salud que tanto deseamos y necesitamos sus amigos.
Yo esperaré en actitud expectante hasta septiembre u octubre que será lo más que pueda entretener a los impacientes. Tengo mucha confianza en que para entonces la salud y el ánimo de usted se hayan galvanizado con el reposo en términos que si no le permitan volver al trabajo, nos dejen predecir la fecha en que eso podrá ser y proceder en consecuencia; si para entonces, que no lo espero, no tuviéramos datos para fundar juicio sobre el porvenir, o no pudiéramos aventurar aclaración, dejaré obrar a los que tengo en expectativa, y daré contraorden a los iniciados; y como entonces a nadie llamaría la atención un trueque con don Ignacio, sacándole ventajosa y decorosamente, semejante situación a más de dejarnos tiempo aplicable a una curación radical o descanso largo que en último resultado es lo que usted necesita, nos pondría en aptitud de ensayar una sustitución de dos o tres años que por sí sola haría lo demás y me permitiría hacer lo que usted hace actualmente.
Póngame usted a los pies de Mary y mi ahijadita, deles muy afectuosos recuerdos de Carmelita y de Luz, y usted cuente siempre con la merecida estimación de su compadre y amigo.
Porfirio Díaz.
México, 15 de junio de 1899.
Sr. Ministro Lic. don José Yves Limantour.
París.
Querido compadre:
Recibí en dos partes de la carta de usted del día 18 del pasado, etc.
Ha ganado usted bien su descanso, y espero que al recibir esta carta, se encuentre usted tornando las aguas de Vichy que se le han recetado, y ojalá que ellas le permitan volver en poco tiempo enteramente restablecido, como con sinceridad lo desea su aftmo. amigo y compadre.
Porfirio Díaz.
Como se ve por el tenor de la indicada carta, el general Díaz, siempre tan cauto para no soltar prendas por escrito de sus designios u ofrecimientos políticos, alude de una manera bien trasparente a su propósito de esperar hasta el mes de octubre para llevar a cabo el plan de que me había dado ya conocimiento, si el estado de mi salud y de mi ánimo le permitían proceder de conformidad con sus miras, o en caso contrario -cosa que no esperaba, decía él-, para dejar obrar a los que tenía en expectativa, esto es, a los partidarios de la reelección, y dar contraorden a los iniciados, o sea, a los amigos que estaban dispuestos a prestarle su concurso para la última combinación.
En cuanto a la referencia a don Ignacio Mariscal, que se halla en la carta, sólo debe verse en ella el deseo de ponerme en una situación en que, bien fuese por ministerio de la ley en un caso inesperado, o bien por la significación que tendría el cambio en el campo de la política, aseguraba mejor que cualquiera otra el éxito de la combinación.
Regresé a México algo mejorado de salud, pero no aliviado, ni mejor dispuesto para cambiar de posición en el Gobierno, y me pareció que para dar cabida a los deseos del general Díaz de proporcionarse un descanso de corta duración, lo mismo sería efectuar cualquiera combinación durante el periodo presidencial siguiente que en el que entonces tocaba a su fin; y que nada más natural que, marcando la opinión pública de manera indudable el deseo casi unánime de que el mismo hombre que había dado hasta entonces tantas pruebas de su capacidad para gobernar la Nación continuara en el poder, cuando menos durante el cuatrienio de 1900 a 1904, se dejaran correr los acontecimientos preparando las elecciones como las de los cuatrienios anteriores.
México, 4 de agosto de 1899.
Sr. Ministro Lic. don José Yves Limantour.
París.
Mi estimado compadre:
Fue en mi poder la más grata de sus cartas que he recibido y que tiene fecha 15 del pasado, porque en ella me dice que con un mes de cura y otro a la orilla del mar, quedará en aptitud de volver al país, y esto me causa mucho gusto, pues solo el deseo de que recobrara su salud, me pudo resignar al sacrificio de su ausencia.
Quedo de usted como siempre, compadre y amigo aftmo.
Porfirio Díaz.
Uno de los grupos políticos que con más hostilidad combatió el pensamiento del general Díaz de combinar el deseo de un descanso, bien merecido por cierto, con el de realizar de la manera más prudente su propósito de dejarme en su puesto, fue el que se formó al derredor del señor Ministro de Justicia licenciado don Joaquín Baranda, y que fue el mismo grupo de donde partió la activa campaña emprendida para sostener la inhabilidad de los hijos de extranjeros nacidos en el territorio nacional para ocupar los altos cargos públicos en que es necesario llenar el requisito de ser mexicano por nacimiento.
En realidad, no se trataba, en la actitud tomada por este grupo, de dilucidar con sinceridad cuestiones de derecho, ni de discutir tal o cual idea de público interés, sino que en el fondo esa campaña fue de carácter personalista y exclusivamente dirigida contra lo que suponían que era el resultado de las intrigas de mis amigos, y especialmente de los medios puestos en acción por mi ambición política.
Las dificultades de todo género que opusieron, el señor Baranda y sus aliados, a las tendencias del Presidente sobre estos puntos, fueron acumulándose al grado de constituir un tropiezo serio, mucho más serio, que mi propia oposición al pensamiento del general Díaz; y no obstante las buenas relaciones que había cultivado éste último con su Ministro de Justicia, fui testigo de muchos movimientos de impaciencia que le originaron los ataques dirigidos a mi persona, y que encubrían de modo muy trasparente, acres censuras al mismo Presidente.
Puedo asegurar, sin temor de contradicción fundada, que nunca partió de mí ninguna agresión al Ministro de Justicia, ni a sus amigos, al contrario, procuré no parar mientes en su actitud hostil, y aun detener, cuando de mí dependía, las réplicas candentes de aquellos que los combatían, y si en el curso del año de 1900 me vi impelido a adoptar una actitud enérgica, aunque siempre defensiva, fue para proteger mi nombre y la obra que estaba yo desempeñando en Hacienda.
Mas nada valió para hacer cesar tan grave mal, hasta que hube de hablar muy seriamente al Presidente sobre la situación intolerable que nos creaba en lo personal, y los inconvenientes trascendentales que acarreaba para el crédito de la Nación, una campaña de esta naturaleza provocada y sostenida con elementos oficiales por un miembro del Gabinete contra otro de igual categoría, hiriendo como era natural, por encima de la cabeza de este último, la alta personalidad del Jefe del Estado.
El general Díaz, que había hecho ya ciertas indicaciones al señor Baranda, en el sentido de que cesaran esos ataques de su parte y de la de sus amigos, reconoció lo bien fundado de mis observaciones y todo el alcance que tenían, y le pidió que renunciase su cartera, cosa que hizo el señor Baranda no sin haber interpuesto algunas dilatorias que llamaron bastante la atención pública.
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