Índice de La tercera campaña de Morelos y la Constitución de Apatzingan de Lucas Alamán | Capítulo primero | Capítulo tercero | Biblioteca Virtual Antorcha |
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La tercera campaña de Morelos
y
El Congreso de Chilpancingo
Lucas Alamán
CAPÍTULO SEGUNDO
Continuación de la tercer campaña de Morelos.- Ataque del rancho de la Virgen y muerte de Trujano.- Expedición de Morelos a la hacienda de Ozumba.- Acción del Ojo de agua y muerte del cura Tápia.- Ataque y toma de Orizaba. Acción de las cumbres de Aculcingo.- Marcha Morelos a Oaxaca y entretanto ocupan los realistas a Izucar y Tehuacán.- Ataque y toma de Oaxaca.- Son fusilados el teniente general Saravia, Regules, Bonavia, Aristi y un muchacho guatemalteco.- Disposiciones de Morelos.- Reflexiones sobre esta campaña.
El establecimiento de la constitución española en México, su publicación e inmediata suspensión de las más importantes de sus disposiciones, han entretenido por largo tiempo nuestra atención, apartándola de las operaciones militares, habiendo dejado al acabar el libro cuarto a Morelos ocupando el punto ventajoso de Tehuacán de las Granadas, desde el cual podia hostilizar en todas direcciones a las tropas del gobierno, escogiendo a su placer el rumbo que más conviniese a sus miras: vamos a seguirlo ahora en las diversas operaciones que forman su tercera y mas memorable campaña. Para proveerse de víveres tomándolos en las haciendas inmediatas a Tehuacán, destacó a Trujano con una fuerza de trescientos a cuatrocientos hombres, el que llegó con ella el 4 de Octubre al rancho de la Vírgen, entre Tlacotepec y Tepeaca, camino de Tehuacán a Puebla. Hallábase ocupando a Tepeaca la división de vanguardia del ejército a que se habia dado el nombre del Sur, compuesta de algunos soldados de marina, batallón de Guanajuato y lanceros de S. Luis, todo a las órdenes del teniente coronel D. Saturnino Samaniego, comandante del mismo batallón de Guanajuato (1). Informado este jefe por sus espias de la llegada de Trujano, dispuso salir con cautela a las dos de la mañana del dia 5 con trescientos hombres y un cañón ligero, con el fin de sorprenderlo en su misma posición. Consiguiólo y Trujano trató de defenderse en la casa del rancho que era espaciosa y fuerte, coronando la azotea con su gente; pero Samaniego, habiendo logrado colocar la suya debajo de los fuegos de la azotea, arrimando sus soldados a la pared, situó el cañón frente á la puerta e hizo pegar fuego a esta y a la tienda; el humo sofocante que exhalaban las materias grasosas que la tienda contenia, puso a Trujano en la necesidad de salir, e intentando romper a viva fuerza por entre la tropa que defendia la puerta, cayó muerto de dos balazos y también murieron los más que lo seguian. Samaniego, herido en una pierna de que quedó cojo, habiendo tenido alguna pérdida de los suyos y viendo acercarse por las alturas inmediatas un número considerable de gente que venia en socorro de los sitiados, dejó el edificio en llamas y se volvió a Tepeaca, sin que hubiesen llegado con oportunidad los auxilios que le mandó Llano, luego que supo el empeño en que se hallaba. Para Morelos fue de mucha importancia la pérdida de Trujano, pues era hombre de valor y resolución, de que habia dado señaladas pruebas en el sitio que sostuvo en Huajuapan. Era mulato de nacimiento y de ejercicio arriero: la revolución sacándolo de esta humilde profesión, lo dió a conocer como hombre que tenia todas las cualidades que se necesitan para la guerra. Morelos lo hizo enterrar en Tehuacán con los honores militares, así como también al capitán Gil que murió con él. En el cadáver de Trujano se encontró una carta de Morelos que recogió Samaniego y mandó Llano al Virrey, en la que le prevenia, que para poner remedio con severos ejemplares en los robos que cometian los que seguian el partido de la insurrección, publicase por bando, que seria castigado con la pena capital todo el que robase el valor de un peso; que siendo muchos los que hubiesen cometido el robo, serian diezmados, fusilando a los que les cayese la suerte, condenando a presidio a los que quedasen excentos de ella y a los que hubiesen cometido robos de menor cuantía (2). La insurrección se habria quedado sin la mayor parte de sus secuaces si esta órden hubiera tenido su cumplimiento, pero hubiera ganado mucho en crédito y los que le hubiesen quedado, habrian sido mas útiles que las turbas desordenadas que devastaban el pais, sin provecho como sin objeto. De las barras de plata cogidas por Osorno en Pachuca, hemos visto en su lugar que fueron destinadas ciento a Morelos, las que habian quedado en poder de Osorno, y aunque se le habia ofrecido diversas veces situárselas donde quisiese, el envío nunca llegaba a verificarse (3). Tornó por esto la resolución de ir a recibirlas él mismo, con cuyo objeto salió de Tehuacan (13 de Octubre) y pasando por San Andres Chalchicomula, se dirigió a la hacienda de Ozumba, distante legua y media de Nopalucan, donde se le entregaron las barras que fueron ciento y diez. La marcha la dispuso con tal reserva, segun lo hacia en todas sus operaciones, que escribiendo al presidente de la junta Rayón, la víspera de su salida, no le manifiesta el objeto de ella, diciéndole solamente que no podia extenderse como a lo ordinario, por tener que hacer el dia siguiente una marcha importante. Por los mismos dias se habia reunido en Amozoque, a la salida de Puebla, un convoy a las órdenes del teniente coronel D. Mariano Rivas, el cual debia pasar a Perote escoltando las mulas de carga y tiro, para conducir la artillería gruesa y sus pertrechos detenidos en aquella fortaleza, y llevar dinero y otros efectos para poner en movimiento los regimientos de Zamora y Castilla venidos de España, que no habian salido de Jalapa por su falta, habiéndose agregado ademas gran número de pasajeros y cargas de particulares. El brigadier Porlier, que con los restos del batallón de marina, reducido a menos de la mitad de su fuerza, habia ido a Puebla con el fin de seguir a Veracruz para embarcarse y llevar correspondencia para España, se unió al convoy que con toda la fuerza y carga junta salió de Amozoque el 15. Llano, sabiendo el movimiento de Morelos sobre S. Andrés, dió órden para que regresase a Amozoque, y reforzó su escolta con el batallón de Asturias, previniendo al mismo tiempo que el teniente coronel D. Luis del Aguila, actualmente marques de Espeja, oficial del Estado mayor acreditado por su instrucción y conocimientos, que habia llegado poco tiempo hacia de España, fuese a tomar el mando de las tropas de la vanguardia que estaban situadas en Tepeaca, y llamase con ellas la átención de Morelos por S. Andrés, obrando en combinación con el comandante del convoy, para asegurar la marcha de este. Aguila, habiendo conferenciado con Porlier, y creyendo impracticable obrar en combinación cuando las comunicaciones eran tan difíciles por la interceptación de los caminos, dispuso unir sus tropas a las del convoy, tomando Porlier el mando de todas, como jefe de mayor graduación (4). La marcha hasta Nopalucan fue sin tropiezo, pero en aquel pueblo se tuvo aviso de que Morelos se hallaba en Ozumba, resuelto a atacar al convoy. Poco después de haber este pasado el santuario de S. José Chiapa, en la mañana del 18 de Octubre, se presentaron por su retaguardia las fuerzas de Morelos en tres columnas; el convoy, compuesto de mil quinientas mulas cargadas, nueve coches y cinco literas, se colocó en una loma de suave declive, contigua al camino, cuya frente estaba cubierta por milpas y la mulada defendida de la caballería por un tunal, protegido todo por el batallón de la Unión; las demás tropas cubrieron las avenidas por donde se dirigian las columnas de ataque de Morelos. Una de estas, al mando de D. Hermenegildo Galiana, dando un largo rodeo intentó un ataque falso por la retaguardia pero fue fácilmente rechazada. Entre tanto la acción se empeñó por el frente y habiendo cargado con vigor una de las columnas de Morelos, fue recibida con serenidad por el teniente coronel D. Pedro Otero que mandaba una parte del batallón de Guanajuato, en cuyo auxilio cargaron doscientos caballos, que a lás órdenes de D. José Morán quedaron en la llanura para atender a donde conviniese; los insurgentes desconcertados se pusieron en fuga abandonando tres cañones, uno de los cuales quedó cargado, y los soldados de Guanajuato lo volvieron y dispararon contra el enemigo, cayendo muerto con el tiro el coronel cura Tápia. El convoy siguió su marcha a Ojo de Agua, maniobrando Aguila para protejerlo con los batallones de la Unión, Asturias y Guanajuato por escalones, mas por acostumbrar a las tropas a este género de operaciones, como en un ejercicio doctrinal, que porque hubiese necesidad de ello. Morelos logró reunir y rehacer su gente al abrigo de una altura y se retiró a Tehuacan, habiendo conseguido el intento principal de su movimiento, que era recoger las barras de plata, pues el ataque del convoy fue cosa accidental y que no entraba en su plan, aunque los realistas que ignoraban el verdadero motivo de su marcha la atribuian a avisos que habia recibido de sus confidentes en México y Puebla de la salida de aquel; su pérdida de gente fue de poca importancia, aunque Aguila en sus partes con la exajeración acostumbrada, la hace subir a seiscientos hombres. La de los realistas fue todavía menor. Llegado el convoy a Perote, Porlier siguió a Jalapa con los marinos para proporcionar su paso a Veracruz, habiendo tenido que demorarse mucho tiempo en aquella villa, por lo cerrado y difícil del tránsito. El convoy volvió a Puebla con los efectos que habia ido a tomar a Perote, custodiado por el regimiento de infantería de Zamora, al mando del coronel D. Rafael Bracho; Aguila con toda la division de su mando se aproximó a S. Andrés, para observar a Morelos, cubriendo la marcha del convoy por la izquierda, y con el falso aviso de que aquel habia huido, volvió a incorporarse al convoy en Ozumba. Entre tanto, Tepeaca que habia quedado con una corta guarnicion á las órdenes del capitan Yurami, fue atacada, y aunque los realistas no pudieron sostenerse en las calles y plaza, se retiraron al convento de S. Francisco, donde rechazaron a los insurgentes que les habian intimado la rendicion, y fueron oportunamente socorridos por ochenta granaderos de la Columna y otros tantos jinetes que mandó Llano en su auxilio, a las órdenes del teniente coronel Echagaray (5). Morelos entonces, libre de todo riesgo de ser atacado por el lado de Oaxaca, en donde solo se tomaban disposiciones de defensa (6), y alejado Aguila con el convoy, calculó con acierto que tenia tiempo para echarse sobre Orizaba, defendida por una corta guarnición, y cuyos habitantes tenia motivo para creer que estaban bien prevenidos en su favor y que lo recibirian con benevolencia (7). Marchó pues allá sin detenerse, y el 29 de Octubre a las ocho de la mañana se presentó con mil doscientos hombres por la garita del Molino, ocupando el punto dominante del cerro del Carnero. La guarnicion se defendió con resolucion durante dos horas, pero muerta mucha parte de ella, el coronel D. José Antonio Andrade que la mandaba, tuvo que retirarse a Córdoba, abandonando seis cañones y porción de armas, y en su retirada fue vivamente perseguido hasta medio dia; la tropa que no pudo seguir a Andrade quedó prisionera, y como frecuentemente sucedia en tales casos, se alistó voluntariamente en las banderas del vencedor. Los oficiales prisioneros fueron pasados por las armas, entre ellos el capitán Melgar y un jóven Santa Maria, veracruzano, hermano de D. Miguel, que hecha la independencia fue plenipotenciario de México en España y firmó con el ministro Calatrava el tratado del reconocimiento de aquella; este desgraciado jóven habia sido cogido en la accion de S. Agustin del Palmar y por no ser fusilado fingió tomar partido con Morelos, quien se propuso sacar la ventaja de que diese instruccion a su gente, pero en la primera oportunidad que se le presentó, huyó y volvió a las banderas del Rey; cogido ahora nuevamente y condenado a perder la vida, una señorita principal de la villa con quien estaba tratado de casar, presentó para librársela un memorial a Morelos, quien puso friamente al márgen el decreto: escoja otro nóvio mas decente. El clero y varios vecinos principales se interesaron para salvar a los prisioneros; Morelos dió una contestación evasiva, y miéntras se celebraba en la parroquia la misa de gracias y Te Deum, con asistencia del mismo Morelos, fueron aquellos fusilados en la plaza contigua (8). No era el objeto de Morelos permanecer en Orizaba, sino solo privar al gobierno del recurso que le proporcionaba el tabaco que allí tenia, que era casi la única renta con que entonces contaba (9). Habia en los almacenes porcion muy considerable de él en rama y cuatrocientos cajones labrados; de estos mandó cargar por sí mismo o por su gente doscientos cajones, y el resto, con el total en rama, despues de devuelto a los dueños o cosecheros el que reclamaban, mandó quemarlo y sin esperar a cerciorarse de que su órden tuviese cabal cumplimiento, pues solo permaneció cuarenta horas en Orizaba, vió al retirarse el humo que se levantaba de las hogueras. La pérdida que el gobierno sufrió fue muy considerable, aunque Morelos la exageraba demasiado, cuando escribiendo a Rayón (carta de 2 de Noviembre en Tehuacán) le dice: En la quema de tabacos de Orizaba, que se componia de catorce millones almacenados, hemos quitado siete años de guerra, que sin duda nos mantendria el enemigo con estos fondos. Por grande que fuese la diligencia de Morelos, no pudo evitar a su regreso el encuentro con las tropas realistas. Aguila al primer aviso del movimiento de aquel sobre Orizaba, se puso en marcha con una fuerza de 1250 hombres de Marina, Granaderos, Asturias y Guanajuato de infantería, y dragones de México, Puebla y San Luis de caballería con tres piezas de artillería (10), y el comandante general de Puebla Llano, dispuso siguiesen a reforzarlo el batallón de Zamora mandado por Bracho, ciento cincuenta dragones de España y otras tres piezas, quedando en Tepeaca Rivas con 300 hombres para conservar abiertas las comunicaciones (11); todo lo cual prueba cuan respetable se habia hecho Morelos, pues para ir en su busca se creian necesarias tantas fuerzas y obrar con tantas precauciones. Aguila forzando las marchas llegó a la cañada de Iztapa el 31 de Octubre, en cuyo dia salió Morelos de Orizaba, dejando en la villa una pequeña guarnicion a las órdenes de Rocha. El 1° de Noviembre dia de Todos Santos, salió Aguila de Iztapa, creyendo encontrarse con Morelos a cada paso, aunque sin noticia cierta de él; tampoco la tenia este de aquel y al amanecer del mismo dia emprendió tambien su movimiento.
El terreno va subiendo gradualmente de Iztapa hasta las primeras cumbres, desde las cuales una bajada practicada con maestria y mucho costo, a expensas del consulado de México, conduce por un suave descenso dando siete vueltas en el declive de la áspera montaña, al puente Colorado en que se separa el camino de Orizaba del que sigue a Tehuacan, que era el que Morelos iba a tomar. Aguila llegó hasta el puente sin encontrar al enemigo que buscaba, pero avisado que se descubria en lo alto de las segundas cumbres, a las que se sube por una cómoda cuesta, precipitándose luego la bajada hasta el pueblecito de Aculcingo que les da su nombre (12), hizo avanzar sus fuerzas en dos columnas, la una compuesta de los batallones de Asturias y Guanajuato, por una garganta que corre a la izquierda, paralela al camino real, para caer sobre el costado derecho del enemigo, y la otra por la calzada del camino, haciendo que la tropa de marina se hiciese dueña de una loma que quedaba a la derecha. Morelos ocupaba en lo alto de las cumbres una ventajosa posicion, con su gente formada en batalla en dos líneas y la artillería enfilando el camino real, con la que rompió el fuego luego que Aguila con su columna se puso a su alcance. Este sin esperar a la columna de la izquierda, hizo que su caballería, sostenida por los granaderos cargase al enemigo; llegó entre tanto aquella, y los insurgentes abandonando su primera línea y la artillería que en ella tenian, se replegaron sobre la segunda. En esta la acción fue mas reñida: los dragones de México tuvieron que cejar, y al teniente coronel Moran que los mandaba le mataron el caballo y lo mismo aconteció a D. Manuel Flon, hijo del conde de la Cadena, que iba al frente de un escuadrón de Puebla. Miéntras esto pasaba en las Cumbres, las mulas cargadas con tabaco, los soldados dispersos que habian tomado cantidad de este en el saqueo de los almacenes, y la multitud de mujeres y allegadizos que acompañaban a la tropa, que tambien iban cargados de él, escapaban a la deshilada hácia Tehuacan por caminos de travesía. Hizo lo mismo Morelos y su tropa, cuando forzados en la segunda línea tuvieron que huir, habiendo señalado por punto de reunión el pueblo de Chapulco, camino de Tehuacan. Galiana, cuyo caballo habia muerto, se vió en gran riesgo de ser cogido por los realistas, y salvó la vida ocultándose en el hueco de un tronco de alcornoque. Túvosele por muerto y por tallo dió Aguila en su parte, y Morelos lo creyó tambien, hasta que lo vió volver el dia siguiente. Morelos, según la relación que de esta acción hizo en las declaraciones de su causa, no tenia en ella más que ochocientos hombres, de los cuales perdió unos cuarenta, su artillería, que consistia en siete piezas de fábrica del Rey y cuatro de las de los insurgentes, algunas municiones y útiles de zapa y pocos fusiles. Los realistas eran en mayor número; su pérdida se redujo a siete muertos y veinticinco heridos, contándose entre estos de gravedad, el capitán de granaderos de Asturias D. Miguel Menendez, que mandaba el cuerpo. Aguila en su parte a Llano, presenta la acción como una derrota completa de Morelos; aun corrió la voz de que este habia sido herido y Arroyo muerto, pero en realidad el suceso no fue de grande importancia, habiendo recogido el dia siguiente Morelos quinientos de los dispersos, con los que entró en buen órden en Tehuacan, salvando casi todos los fusiles, que era lo que mas le interesaba. Con dos o tres horas mas de retardo en la llegada de Aguila, Morelos habria logrado todo el fruto que de su expedición a Orizaba se habia propuesto, pues habria ocupado el puente Colorado y tomado el camino real de Tehuacán, antes que aquel hubiese traspuesto las primeras cumbres. Tambien hubiera podido evitar el encuentro con Aguila, tomando desde Orizaba el camino de Zongolica: pero quizá no lo hizo por la dificultad de conducir por él artillería, que habria sido menester arrastrar a brazo, lo que para él no era gran obstáculo, contando en todas partes con los indios; mas acaso no creyó probable que Aguila llegase tan presto. Este, sin empeñarse en seguir a Morelos, se dio prisa en llegar a Orizaba, en donde entró sin dificultad, habiendo abandonado la villa a su aproximacion la corta guarnición que allí habia quedado. Inmediatamente destacó doscientos infantes y cincuenta caballos que fuesen a Córdoba en auxilio de Andrade, hallándose este empeñado entre varias partidas que habian atacado aquella población, de donde regresó a Orizaba el dia 4. Sólo una semana permaneció Morelos en Tehuacán, entretanto se le reunian las fuerzas de Matamoros y de D. Miguel Bravo que habia dado órden marchasen a aquel punto, para dirigirse con todas sobre Oaxaca. Matamoros, abandonando a Izúcar, que por entonces no tenia interés alguno en conservar, condujo dos mil quinientos hombres de todas armas que habia organizado en aquel punto; D. Miguel Bravo llevó dos mil de la Mixteca, que con los quinientos recogidos de la dispersión de las cumbres de Aculcingo, formaban un total de cinco mil hombres, con los cuales y cuarenta cañones de todos calibres se puso en marcha (13), haciendo dudar con astucia la dirección que tomaba, pues los unos creian que iba a Oaxaca, otros que a la costa del Sur, y en una carta que el mismo Morelos escribió desde Cuicatlan al cura Sánchez, que habia quedado con poca fuerza en Tehuacán, con fecha 17 de Noviembre, le dice que por el mucho calor y falta de víveres, presto volveria a Tehuacán para dirigirse a Puebla (14). A Matamoros lo nombró su segundo prefiriéndolo a Galiana por no saber este escribir, y a ámbos dió el empleo de mariscales de campo. En su permanencia en Tehuacán tuvo no pequeñas dificultades con el visitador Martinez que Rayón envió, no siendo menores las que le causaron otros jefes de los insurgentes por su insubordinación y excesivas pretensiones, de todo lo cual habla extensamente en su correspondencia con Rayón (15). Entretanto Llano, hizo marchar sobre Izúcar a Bracho, que con el batallón de Zamora habia llegado a Puebla, llevando consigo las compañías de granaderos y cazadores de su cuerpo y algunas otras fuerzas, con las que salió de Atlixco el 14 de Noviembre, y en el mismo dia ocupó aquel pueblo sin resistencia, como que habia sido abandonado por Matamoros que habia hecho destruir las obras de fortificación y estaba además casi desierto, por haber salido los habitantes, temerosos de los rigores que los realistas pudiesen ejercer sobre ellos (16). El dia 21 del mismo mes entró Aguila en Tehuacán sin oposición, habiéndose retirado Sanchez, abandonando algunos cañones y artículos de maestranza (17), con lo que quedaron bajo la autoridad del gobierno estas importantes poblaciones de la provincia de Puebla, concediéndose el indulto a los habitantes que lo pidieron; Llano atribuyó a la victoria ganada sobre Morelos en las cumbres de Aculcingo, la ocupación de estos dos puntos, y aunque es dudoso que Morelos hubiese podido sostenerse en ellos, el abandonarlos fue mas bien el resultado de sus nuevas combinaciones. Siguió Morelos su marcha a Oaxaca con mucha lentitud, pues tardó catorce dias en llegar desde Tehuacán a una hacienda distante tres leguas de la ciudad, en la que acampó el 24 de Noviembre (18). La causa de tanta demora fueron las dificultades del camino, en el que era menester conducir la artillería a brazo, habiendo que pasar rios, uno de ellos muchas veces, llamado por esto de las vueltas, que en aquella estación estaban todavia crecidos, pues no tuvo el menor encuentro con los realistas, que no intentaron defender ninguno de los muchos puntos que presentaban para ello grandes comodidades, y sólo hubo ligeras escaramuzas al acercarse a la ciudad, con guerrillas que de ella salieron y que fueron pronto batidas y obligadas a volver a encerrarse dentro de las fortificaciones. En la construcción de estas se habia procedido bajo un plan bien dispuesto y aprobado por el gobierno: un catalán inteligente en fundiciones habia hecho treinta y seis cañones de diversos calibres, granadas y otros proyectiles; habia abundancia de municiones, muchas de las cuales se habian traido de Guatemala, y la gente armada no bajaba de dos mil hombres, entre los españoles del lugar y contornos, los eclesiásticos que el obispo habia levantado, formada la tropa en la ciudad, y la que habia vuelto con Regules de Huajuapan y la Mixteca. No faltaba, pues, nada de lo que podia ser necesario para una bien sostenida defensa, aunque Saravia, desconfiando de los elementos de resistencia con que contaba, no habia cesado de pedir auxilios al Virrey, haciéndole llegar avisos del apuro en que se hallaba, para lo que se valió de mil arbitrios para hacerlos pasar entre los insurgentes, expresándose de una manera que no pudiesen comprenderlos si caían en sus manos (19). Luego que se entendió en Oaxaca que Morelos se dirigia allá, el obispo Bergosa, arzobispo electo de México, que habia permanecido allí como hemos visto, no obstante su nombramiento para la metropolitana, resolvió ponerse en salvo pasándose al convento de Santo Domingo, del que salió ocultamente de noche, tomando con su familia y caudales el camino de Tehuantepec, para trasladarse de allí a Tabasco y por Veracruz pasar a México como lo verificó. Esta fuga del obispo, que habia hecho tantos esfuerzos para animar al pueblo contra los insurgentes por medio de sus pastorales, y levantando tropas de eclesiásticos y artesanos, debió causar tanto desaliento para la defensa, como lo causó en S. Blas el precipitado embarque del obispo Cabañas, cuando se acercó a aquel punto el cura Mercado al comenzar la revolución en la Nueva Galicia. Todos los habitantes manifestaron igual temor; los conventos de religiosas se abrieron para recibir en ellos a las señoras que buscaban aquellos asilos, tan respetados entonces, para precaverse de un insulto de los invasores, y los españoles no menos desconfiados del éxito de la defensa, ocultaban tambien en ellos su dinero y cosas de valor. El 25 de Noviembre por la mañana Morelos intimó la rendición con término de tres horas, y no recibiendo contestación se acercó a la ciudad y tomó sus disposiciones para el ataque. Dividió sus fuerzas en seis trozos; dos de estos fueron destinados a cortar la retirada por el camino de Guatemala; otro a custodiar los bagages y cubrir la retaguardia; de los tres restantes que habian de ser empleados mas activamente, el primero mandado por D. Ramon Sesma, tuvo orden de atacar el fortin formado en la iglesia y convento de la Soledad que domina la poblacion; el segundo a las ordenes de Matamoros y de Galiana debia entrar en la ciudad por la calle del Marquesado (20), y Morelos se quedó con el último a sus órdenes inmediatas, formando una reserva para acudir a donde conviniese. Pasadas, sin recibir respuesta, dos horas mas del término señalado en la intimacion hecha a la ciudad, dió Morelos la órden de ataque, el que comenzó a las once de la mañana. Sesma con su columna, compuesta del regimiento de S. Lorenzo, marchó contra el fortin de la Soledad; mandaba su artillería D. Manuel Teran, que habia acompañado a Matamoros desde Izucar, y asestando con mucho acierto los tiros del cañon de a ocho que abandonó Llano en su marcha de Izucar al sitio de Cuautla y recogió y puso en estado de servicio Matamoros, contra el tinglado del fortin, al segundo lo hizo caer a tierra, y Sesma cubriendo a sus soldados con la zanja que habia sido abierta alrededor, y que por su mala disposicion fue mas útil a los asaltantes que a los defensores del punto, con un fuego vivo desalojó a estos de su posicion que abandonaron en desorden, huyendo Regules que era el comandante, a esconderse en el convento del Cármen. Comunicaba el fortin de la Soledad con la ciudad por medio de una puerta con puente levadizo, cuya defensa estaba encargada al coronel Bonavia; este huyó cobardemente, quedando en el punto un sargento que no alzó el puente por no dejar en manos de los insurgentes a los soldados que huian de la Soledad; Teran aprovechando este momento, se apoderó del puente llegando a él mezclado con los fugitivos, y situando un cañón, barrió con él la calle fronteriza. Al mismo tiempo la ciudad era entrada por Matamoros y Galiana, avanzando por otros puntos las demás columnas, que en todas partes hallaban débil oposición; Teran penetró hasta la plaza, dispersando los grupos de fugitivos que todavia hacian fuego, guarecidos de los pilares de los portales de aquella; Galiana se dirigió a Santo Domingo, convento muy fuerte y capaz de una larga defensa, en el que se rindieron más de trescientos hombres, con tres cañones que allí habia con corta resistencia, y Matamoros atacó el del Cármen, desde cuyas bóvedas hacian fuego los religiosos españoles de aquella órden, especialmente un Fr. Félix, que era capitán de la milicia eclesiástica levantada por el obispo, y también se hizo dueño de él. Gonzalez Saravia salió con la caballería de europeos a hacer frente a los insurgentes que entraban por todas partes, pero los que la componian fueron huyendo sucesivamente, y encontrándose solo, tuvo que ocultarse en una casa (21). En solo dos horas de fuego, todo quedó acabado, en términos, dice Morelos en sus declaraciones, que a las dos de la tarde ya él estaba en la plaza mayor, y a las tres, comiendo en la casa de un europeo apellidado Gutierrez. La tropa de Morelos desbandada forzó las puertas de las casas y tiendas de los españoles y comenzó el saqueo, con los mismos excesos y desorden que por desgracia se repetia en todos los lugares en que entraban los insurgentes; los conventos y las riquezas depositadas en ellos fueron respetados, pero despues hizo sacar Morelos todo lo que en ellos habia perteneciente a los españoles y lo destinó para los gastos de su ejército, habiendo publicado bando para que todo se presentase, con lo que recogió grandes sumas de dinero y sobre todo de grana, rico renglon que constituia el principal comercio de aquella provincia. En el ataque ocurrieron algunos incidentes dignos de que se conserve su memoria; en él se ve figurar por la primera vez entre los independientes a D. Félix Fernandez, conocido despues con el nombre de Guadalupe Victoria, por el que trocó el suyo. Nacido en Durango, comenzó a seguir la carrera de la abogacía en el colegio de S. Ildefonso de México, la que dejó por tomar parte en la revolución; lleno en aquel tiempo de resolución y entusiasmo, se echó a un foso para pasarlo a nado, y Teran que lo vió luchando para salir del fango, lo dejó malignamente en él (22), comenzando desde entonces la rivalidad que entre ellos hubo durante toda su vida; Fernandez, fantástico y extravagante, creyó tiempo despues, que conduciria mucho a inspirar prestigio y confianza a la gente que lo seguia, el adoptar un nombre alusivo á la revolución y al resultado que en ella esperaba, y tomó el que hemos dicho, lo que comunicó a Teran como un gran golpe de política, y Teran, hombre dotado de talento muy sólido y que se burlaba de bagatelas, le contestó fingiendo aprobar la idea y que la admitia para sí mismo, proponiéndose llamarse en adelante Américo Triunfo. Así desde estos principios iban formándose las rivalidades que habian de ser un dia tan perniciosas a la República. Morelos en esta ocasion manifestó como en todas, aquel valor calmoso, sin entusiasmo, sin ardimiento que era su carácter; colocado cerca de la batería desde la que Teran estaba batiendo el fortin de la Soledad, las balas con que el fortin respondia pasaban cerca de él miéntras almorzaba, pues siempre en las grandes ocasiones y en los mayores peligros su apetito se despertaba, y no hizo mas que apartarse un poco, sin dar muestra alguna de alteracion (23). Morelos estaba siempre dispuesto a volver a sus enemigos mal por mal y sangre por sangre, y no quiso dejar de hacerlo en esta ocasion en que las represalias recaian en los jefes españoles de mas graduación que habian caido hasta entonces en su poder. Véamos como él mismo refiere en las declaraciones de su causa, lo que dispuso respecto a los prisioneros que hizo en Oaxaca. A corto rato, dice, (de estar comiendo en casa de Gutierrez) le presentaron al comandante Regules, y a los dos o tres dias hicieron lo mismo con el teniente general Saravia, Bonavia y Aristi, con la circunstancia de que el Sr. Saravia estuvo oculto estos dias en la ciudad, y en el que lo cogieron fue por haber salido a las doce, disfrazado con una sábana. Tambien les sucedió lo mismo en estos propios dias, a doscientos y pico de europeos, unos buenos y otros heridos; a estos los mandó al hospital, y a los otros, con los cuatro primeros referidos, los puso en la cárcel, con sus guardias necesarias. Se interesaron por la vida de todos los europeos el canónigo Mqreno su maestro, (lo habia sido de gramática latina en Valladolid) algunos otros individuos de aquel clero, y las familias de aquellos que las tenian; por estos respetos les concedió aquella gracia a los doscientos y pico que ha dicho, confinando a Zacatula a unos treinta que le pareció que le podian dañar en lo sucesivo, y a los demas los dejó en la propia ciudad bajo las respectivas fianzas, porque unos eran viejos, otros creyó que no le harian perjuicio sin mando, y porque con la muerte de todos no iba a conseguir ninguna ventaja; mas no sucedió así con el Sr. Saravia, Regules, Bonavia y Aristi y con un muchacho guatemalteco criado del Sr. Saravia, porque a pesar de los empeños de su maestro, de los de algunos del clero, y de los ruegos y súplicas de las familias, principalmente de la del Sr. Bonavia, los mandó fusilar en dos parajes de la propia Oaxaca, prévio el tiempo necesario de disponerse en la capilla, que les concedió. Tambien hizo como trescientos prisioneros americanos, de los cuales agregó a sus armas los que consideró útiles. Quedó en su poder toda la artillería que habia en la ciudad que fueron como sesenta cañones, mil fusiles, sin contar otra igual cantidad que se recogieron en todas aquellas inmediaciones hasta Tehuantepec, por las partidas que destacó para atacar los puntos fortificados por las tropas del rey. Regules fue encontrado en el convento del Cármen, oculto en una caja de muerto, habiéndolo aprehendido Matamoros, ya porque lo descubrió otro español a quien se prometió la vida con aquella condicion, o porque dió aviso el sacristan; Saravia fue cogido intentando tomar el camino de Guatemala. Solicitó de Morelos ser tratado con la consideración debida a su grado, y ofreció una suma considerable porque se le permitiese embarcarse para España, todo lo que se le rehusó; indignóse por el interrogatorio que le hizo el auditor nombrado por Morelos para formarle causa; llamó a aquel y a los suyos bandidos y les ofreció ei indulto, todo lo que aceleró su ruina. Condenado a muerte, fue ejecutado con Regules el 2 de Diciembre a las cinco de la tarde en el llano de las Canteras, donde habian sido ajusticiados al principio de la revolución los insurgentes Lopez y Armenta; púsose al efecto un tablado tendido de luto en el que fue fusilado Saravia, y al pié del mismo Regules. Pocos dias despues sufrió igual pena el comandante de brigada coronel Bonavia en la plaza de S. Juan de Dios, en la que habian sido ejecutados Palacios y Tinaco, y tambien fue condenado a perder la vida un jóven guatemalteco, criado o huérfano de Saravia, porque con el despecho que le causó la muerte de su amo, arrancó de una esquina un bando o proclama de Morelos. El capitan D. Nicolás Aristi (e), habia sido subdelegado de Villalta, a donde habia ido a contener un tumulto; prendiéronlo los indios por antiguos resentimientos, que Morelos creyó deber satisfacer con su suplicio. Fue generalmente sentida la muerte de Saravia, quien se habia conducido en el mando con moderación, y no teniendo otro crimen que el de haber cumplido con su deber, murió con calma y resolución. No excitaron igual compasión Regules y Bonavia; sufrieron en el cadalso con ignominia, la muerte que hubieran podido evitar defendiendo con valor la ciudad, o que en un caso desgraciado, hubieran debido recibir con gloria en el campo de batalla. Aristi fue considerado como víctima sacrificada al resentimiento de los indios, y la ejecución del desgraciado muchacho guatemalteco, no puede mirarse más que como un hecho atroz, con el que Morelos, entonces coronado con la gloria del triunfo, castigó en el débil y desvalido el amor filial y la gratitud, virtudes que hubiera debido apreciar y remunerar. Hizo Morelos quitar de los lugares en que estaban expuestas las cabezas de Lopez y Armenta, y exhumados sus huesos y los de Palacios y Tinaco, les mandó hacer por el cabildo eclesiástico un magnífico entierro en la catedral, a que él mismo asistió como primer doliente, haciendo pasear los cadáveres en una rica caja alrededor de la plaza. También dió en espectáculo a la ciudad al P. Talavera, que fue hecho prisionero por Páris a las orillas del Quetzala, y a los demás presos que estaban en el convento de Santo Domingo, haciéndolos pasear a caballo por las calles, con la barba crecida y en el miserable traje en que estaban en la prisión. Mandó celebrar dos solemnes funciones de iglesia, a que asistió con la oficialidad de su ejército; la una en la iglesia de Belemitas a la Vírgen de Guadalupe, en que predicó el canónigo lectoral D. José de S. Martin, que habia sido comandante del batallón de eclesiásticos levantado por el obispo, y otra de acción de gracias en la catedral, en la que fue el orador el Dr. D. José Manuel de Herrera, el mismo cura de Chautla que acompañaba como capellán a Musitu, y que cuando este fue cogido y fusilado en aquel lugar, se ocultó tras del colateral del altar mayor. Celebróse también con mucha pompa el juramento de obediencia a la junta instalada en Zitácuaro, como representante del Rey Fernando VII, la que a la sazón andaba dispersa y fugitiva, y para remedar en todo las juras de los reyes, se levantaron dos arcos de triunfo de lienzo, con emblemas y poesías que los explicaban (24). Morelos, que habia sido ascendido por la junta o por Rayón en su nombre a capítán general, asistió a la solemnidad de la jura con el magnífico uniforme bordado de aquel grado que le regaló Matamoros, que ahora se conserva en el museo de artillería de Madrid (25). Morelos destacó al P. García Cano para que fuese en seguimiento del obispo Bergosa, quien se creia que por enfermo se hubiese quedado en Tehuantepec, para hacerlo volver con orden de proporcionarle todas las comodidades posibles, y estuvo muy cerca de alcanzarlo en aquella villa, pero no logró el intento, habiendo podido el obispo ponerse en salvo y llegar con seguridad a Veracruz. Sin embargo, la expedición de García Cano no fue infructuosa, pues recogió en el camino porción de sobornales de grana que los españoles sus dueños habian podido sacar con otros efectos y todo lo hizo volver a Oaxaca. D. Vicente Guerrero, entonces teniente coronel, tuvo el encargo de tomar en las ensenadas inmediatas a Tehuantepec, el cacao y tabaco que habia desembarcado de Acapulco, el que también condujo a aquella capital (26). Con estos efectos y los tomados en la ciudad, ascendió a ochocientos el número de zurrones de aquel valioso fruto que cayeron en poder de Morelos, ademas de gran cantidad de dinero, plata labrada y alhajas sacado de los conventos donde se hallaba oculto, que todo se hace subir hasta tres millones de pesos, lo que creo sin embargo exagerado. Con tantos recursos a su disposición, trató Morelos de proveerse de cuanto era necesario para proseguir con vigor la guerra; D. Manuel Teran estableció en el palacio del obispo una maestranza, en que se compuso todo el armamento y se arregló la artillería, fundiendo de nuevo toda la que pareció defectuosa; asimismo hizo Morelos levantar de nuevo el batallón de infantería de Oaxaca y el regimiento de caballería llamado de los Valles, y para que hubiese el orden necesario en el pago de sueldos, nombró desde Tehuacán intendente de ejército a D. Antonio Sesma. El hijo de este, D. Ramon, fue destinado a ocupar el partido importante de Villalta, en donde también habia cantidad de efectos que recoger. El mando militar de la plaza se le dió a D. Benito Rocha; hacia de asesor de Morelos el Lic. D. José Sotero de Castañeda (27), y Matamoros ocupando con su division las antiguas casas reales trabajó con empeño en vestirla, uniformarla y completar su armamento. Para el arreglo del gobierno civil, nombró Morelos nuevo ayuntamiento compuesto de regidores criollos y los obligó a servir, no admitiendo excusa ninguna para dejar de hacerlo; nombró también una comisión de policía con el nombre de junta de protección, y estableció una caja nacional para custodiar los caudales públicos, nombrando individuos para su manejo (28). Dió el empleo de intendente a D. José María Murguía (29), hombre de probidad y capacidad, y todos estos nombramientos recayeron en sujetos de mérito. Entre otras disposiciones declaró la grana sujeta al diezmo, considerándola como fruto de la agricultura y no de la industria a que mas bien pertenece, por la mucha diligencia y esmero que requiere su crianza. Bajo la dirección del Dr. Herrera, estableció un periódico que se tituló el Correo americano del Sur, cuya redacción estuvo después a cargo de D. Carlos Bustamante, cuando como a su tiempo veremos, fue a dar a Oaxaca, habiéndose separado de Osorno y para la comunicación regular con Rayón, estableció un correo que salia cada quince dias de Oaxaca para Tlalpujahua, pasando por Chilpancingo. No faltaba a Morelos para ser enteramente dueño de toda la provincia de Oaxaca y de la parte de la de Puebla, que con ella confina y se extiende hasta el mar del Sur, mas que desbaratar las tropas que mandaba Rionda, Páris, Añorve y Cerro por aquel rumbo, y cuyo punto principal de apoyo era Jamiltepec. A fines de Diciembre hizo marchar hácia allá a D. Miguel y D. Víctor Bravo, que se habian distinguido en la toma de Oaxaca, aunque Morelos no hace mención de ellos en su relación de aquel suceso; los Bravos en diversos reencuentros y con una serie de operaciones acertadas, se hicieron dueños de todo aquel país, y obligaron a los realistas a encerrarse en Acapulco, habiendo Páris caminado a México, conservándose sin embargo la adhesión de aquellos habitantes a la causa real, que fomentaba Reguera desde la Palizada. Habia conferido el Virrey el mando del ejército del Sur al brigadier Olazabal, que se hallaba en México mal visto de los comerciantes españoles, quienes no podian perdonarle la pérdida del convoy en Nopalucan, y aunque este antecedente fuese de mal agüero para sus operaciones sucesivas, salió de la capital para Puebla a mediados de Noviembre al desempeño de su nueva comisión. Aguila sin esperarlo, habiendo entrado en Tehuacan como hemos dicho, y sabiendo que Morelos marchaba sobre Oaxaca, salió en su seguimiento, dando aviso a Regules que iba en su auxilio, y si la guarnición de Oaxaca se hubiese sostenido por algun tiempo, es muy probable que Morelos hubiera sido destruido atacándolo Aguila por la retaguardia, y cooperando aquella con una salida oportuna; pero sabiendo Aguila que aquella ciudad habia sido ocupada por Morelos, y que los pasos difíciles del camino estaban en estado de defensa, no teniendo suficientes fuerzas para intentar recobrar aquel punto, retrocedió a Tehuacan. Olazabal llegó a S. Andrés Chalchicomula y de allí pasó a Perote, sin haber hecho nada de importancia. Las noticias publicadas en las Gacetas del gobierno sobre las derrotas sufridas por Morelos, habian hecho concebir al Virrey y a los españoles de México una idea muy falsa sobre el estado de aquel jefe, mas no así a los americanos que no prestaban fe a los partes insertos en aquellas. Creíase por el gobierno y por sus adictos, que Morelos derrotado en Ojo de agua, habia sido enteramente desbaratado en las cumbres de Aculcingo y se lo figuraban fugitivo, con pocos de los suyos, dirigiéndose a la costa del Sur a buscar un asilo en ella, confirmando este concepto la ocupación sucesiva por las tropas reales de Izúcar y Tehuacán, miéntras que Morelos, indicando a Rayón, aunque sin decírselo expresamente, su marcha a Oaxaca, se lisonjeaba de que no atinando el enemigo con sus planes, no sabia lo que le habia de suceder, y se burlaba de las ventajas decisivas que Llano y Aguila pretendian en sus partes haber obtenido sobre él, aunque no negaba las pérdidas que habia experimentado (30); grande fue pues la sorpresa que causó la noticia de su entrada en Oaxaca, que vino a aumentar los disgustos que les habian dado las elecciones populares y la libertad de la prensa, y a poner al Virrey en mayor conflicto. Por el contrario, en los americanos el entusiasmo fue grande y se creian sobradamente vengados con los triunfos de Morelos, de la suspensión de la constitución y de la persecución de los electores y de los escritores que habian hecho uso de la libertad de imprenta. La ocupación de Oaxaca y de su rica provincia por Morelos, cambiaba enteramente el aspecto de la revolución. Tenemos en Oaxaca, decia Morelos a Rayón, una provincia que vale por un reino, custodiada de mares por Oriente y Poniente, y por montañas por el Sur en la raya de Guatemala, y por el Norte en las Mixtecas (31). Toda la grande extensión de costa del Sur desde Tehuantepec a las inmediaciones de Colima estaba en poder de los insurgentes, sin más excepción que Acapulco, plaza insignificante, que no podia perjudicarles, a cuya guarnición habia obligado Morelos a estar meramente a la defensiva, bloqueándola con el cuerpo de tropas que a las órdenes de Avila tenia situado en el Veladero, y ademas aseguró la obediencia y tranquilidad del territorio, especialmente de las poblaciones que no le eran adictas, acantonando en Chilapa las fuerzas que mandaban D. Miguel y D. Víctor Bravo, despues de la expedición a Jamiltepec, sirviendo estas también para observar los movimientos de Armijo y de las tropas realistas que este mandaba en Cuernavaca y Cuautla. Lo estaba también en la costa del Norte toda la provincia de Veracruz excepto los puertos en que habia guarnición y aquella plaza, tan estrechamente bloqueada que como el mismo Morelos decia (32): no comia mas que del agua, pues cortadas todas las entradas de tierra, no recibia más víveres que los que podian llegar por mar, miéntras que en las contiguas de Puebla y México, los insurgentes eran dueños de todo el país, ménos de las capitales y de las poblaciones grandes que se habian puesto en estado de defensa. Estas ventajas fueron el fruto de la ventajosa posición que Morelos tomó en Tehuacán, y de la serie de bien entendidas operaciones que forman su tercera campaña. Aprovechóse de aquella con el mayor acierto, ya recogiendo las barras de plata que le fueron destinadas del botin de Pachuca, ya destruyendo en Orizaba el tabaco que constituia uno de los principales recursos del gobierno, y ya por fin cayendo sobre Oaxaca y haciéndose dueño de una de las mas ricas provincias del reino, cuando sus enemigos lo creian fugitivo, a consecuencia de la acción de las cumbres de Aculcingo.
Cierto es que ni esta ni la de Ojo de agua fueron tales que pudiesen dar lustre a sus armas, pero ellas no estorbaron el objeto que se habia propuesto en las operaciones de que fueron una consecuencia, no habiendo sido la segunda más que un reencuentro en que tuvo corta pérdida, y la primera, aunque de mayor importancia, hemos visto que no entraba en su plan comprometerla, y que con dos o tres horas más que hubiera tenido, habria conseguido evitarla. A medida que se echa de ver mucho acierto en todos estos movimientos, se hace notable la continuación de errores que el Virrey cometió, y no menos los jefes que mandaban las tropas del gobierno en las provincias de Puebla y Oaxaca. Cuando el sitio de Cuautla y todos los sucesos anteriores, habian dado sobradamente a conocer que el Único enemigo temible que el gobierno tenia era Morelos, se le dejó tiempo y descanso para rehacerse de sus pérdidas, debiendo ser objeto preferente a todos los demás, perseguirlo con tenacidad hasta exterminarlo; los sitiadores de Huajuapan no recibieron auxilio alguno de Puebla, de donde podia habérseles dado, y ocupándose las tropas de aquella provincia en conducir convoyes de que no habia urgente necesidad, quedó abandonada con corta defensa la rica presa de Orizaba, y cuando Aguila obtuvo la victoria en Aculcingo, volvió a dejar a Morelos rehacerse en Tehuacán y marchar sobre Oaxaca, miéntras que los jefes de las tropas de esta Última ciudad, dejaron libre el paso de todos los puntos de fácil defensa que hay entre Tehuacán y aquella capital, para concentrar en ella todas sus fuerzas y dejarse vencer cobardemente, cuando abundaban en medios de resistencia. D. Carlos Bustamante, para dar una prueba de imparcialidad, censura en su Cuadro histórico las operaciones de Morelos en esta campaña, imputando a error no haber ocupado a Oaxaca inmediatamente después de alzado el sitio de Huajuapan y no haberse hecho fuerte en Orizaba cuando tomó aquella villa, desde la cual piensa aquel escritor que Morelos debia haber seguido a Córdoba y aun a la ciudad de Veracruz, que cree que podia haber caido entonces en sus manos. Fácil es contestar que las fuerzas que Morelos tenia cuando auxilió a Trujano en Huajuapan, acaso no hubieran sido bastantes para emprender el ataque de Oaxaca, pues no tenia consigo las que despues le llevó Matamoros, y la ocupación de aquella ciudad por entonces, le habria hecho perder todo el fruto que sacó de la posicion que tomó en Tehuacán. Tampoco hubiera sido oportuno alejarse de esta para avanzar en la provincia de Veracruz, en la que no podia prometerse un resultado equivalente á la toma de Oaxaca que ya tenia premeditada, bastando para el objeto de dar impulso a la revolución en aquel rumbo, destinar a él, como lo habia hecho a D. Nicolás Bravo, de cuya aptitud y valor acababa de tener una prueba en el Palmar. Otros por el contrario, no queriendo reconocer talentos algunos militares en Morelos, atribuyen las grandes ventajas que obtuvo en esta campaña, a mero efecto de casualidad y a los errores del Virrey, que fueron como conduciéndolo por la mano en todos los pasos que aquellos le iban señalando; pero además de que no hay verosimilitud alguna en atribuir a mera casualidad una serie de operaciones encadenadas y conexas entre si de tal manera, que las unas parecen ser la consecuencia de las otras, todavia es menester convenir en que para aprovecharse de las cualidades o de los errores ajenos, es preciso un tino y un acierto que no pueden proceder más que del juicio y de la reflexión. Lo único que pudiera dar valor a aquella suposicion es, la serie de errores y desaciertos que segun veremos, forman de aquí en adelante la historia de Morelos. La basa de sus operaciones habia sido hasta entonces el pais inaccesible del Sur, en donde atrincherado trás de la triplicada defensa de las cordilleras de montañas, rios caudalosos y enfermedades, nada tenia que temer durante la mayor parte del año, de las tropas que el Virrey podia oponerle, que no estando acostumbradas al clima y dificultades del terreno, eran vencidas por estos obstáculos de la naturaleza, sin necesidad de grandes esfuerzos por parte de los hombres. La conquista de Oaxaca hacia variar, con infinitas mejoras, esta basa y todo el orden de sus operaciones; sin recelo por su retaguardia pues poco podia temer del lado de Guatemala, en donde esperaba poder excitar algun movimiento en su favor (33), su posición en Oaxaca podia compararse a la de un inmemo campo atrincherado por la naturaleza, cuyos dos extremos se apoyaban en los paises impenetrables por la aspereza del terreno y naturaleza del clima, que forman el declive de la cordillera central hácia ámbas costas, presentando un frente con pocas y dificiles entradas, por las cuales a su elección podia desembocar con todas sus fuerzas sobre el punto que le conviniese, amenazando a un tiempo a las villas de Orizaba y Córdoba, y al camino de Veracruz por su extrema derecha; a la provincia de Puebla por su frente; y a los valles de Cuautla y Cuernavaca, y por estos a los de México y Toluca por las Mixtecas a su izquierda. Sus tropas no estaban a la verdad todavia en estado de batirse en campo abierto con las del gobierno, como lo habia experimentado en los recientes encuentros de Ojo de agua y de las Cumbres; pero esta misma posición le proporcionaba tiempo y oportunidad para perfeccionar su disciplina, y para formar una línea de fortificaciones capaces de detener por mucho tiempo a los realistas, como habia sucedido en Cuautla y Huajuapan que pudiesen servir de puntos de retirada en un revés, poseyendo una provincia rica y abundante en mantenimientos y de la que podia sacar recursos de toda especie, y mucho mas con los fondos muy considerables de que se habia hecho dueño con la toma de aquella ciudad. El Virrey entre tanto, obligado a resguardar una larga línea sin poder cubrir todos los puntos amenazados, hubiera tenido que perder sucesivamente los unos tras de los otros, y una vez ocupadas las villas, Tehuacán, Tepeaca, Cuautla y Cuernavaca, se habrian encontrado en muy difícil posición Puebla y México y si para su defensa hubiera tenido el gobierno que llamar las tropas que tenia empleadas en otros lugares, como lo hizo cuando Hidalgo se aproximaba a México y cuando tuvo que reunir todas sus fuerzas para el sitio de Cuautla, la revolución hubiera hecho rápidos progresos en los puntos que hubieran quedado desguarnecidos, y el triunfo de esta podía tenerse por seguro. Morelos conocia la importancia de su posición, y en su correspondencia con Rayón, se le ve indeciso sobre el plan que debia seguir para sacar de ella la mayor ventaja. Presentáronsele por aquellos dias (Enero de 1813) (34) dos individuos del cabildo de Tlaxcala, con una exposición que lo decidió a mandar a Montaña a ocupar aquella ciudad, mientras podia marchar a ella él mismo, lo que por entonces le impedia el acabar de hacerse dueño de la costa del Sur, vencido el obstáculo de Jamiltepec. Ocupada Tlaxcala, creia seguro posesionarse de Puebla y aun de México, para cuyo fin invitaba a Rayón para que unido con sus compañeros de la junta, llamase la atención por el lado de Toluca, para que no cayesen sobre él todas las fuerzas del gobierno como habia sucedido en el sitio de Cuautla, o si esto no podia verificarse, se inclinaba a dirigirse a las villas de Orizaba y Córdoba. Todos estos planes eran sin duda por entonces temerarios, pues ni la clase de tropas que tenia era para emprender este género de operaciones, en lo que acaso se hacia ilusión, esperando en otros puntos el mismo resultado que habia tenido en Oaxaca, ni podia prometerse mucho de la cooperación de Rayón y de los otros miembros de la junta; él mismo parece que veia con desconfianza las victorias que estos le contaban que obtenian (35), y que podia comparar, como decia hablando de las de uno de los jefes de los insurgentes en el Sur, a las de D. Quijote (36). Indeciso entre estos diversos planes, acabó por adoptar otro enteramente diverso y que no podia producirle ventaja alguna, abandonando el teatro de sus recientes triunfos para trasladarse al punto mas remoto y por entonces menos importante del vasto territorio que dominaba, con el fin de proseguir por sí mismo el sitio de Acapulco; empresa lenta, de dudoso éxito y que aún obtenido el resultado que se proponía, en nada o en muy poco contribuia al objeto importante de sus miras, no pudiendo de ningún modo compensar la adquisición de aquel puerto, el tiempo que era menester perder para lograrla, dando a su enemigo el que necesitaba para reunir fuerzas y combinar mejor sus planes para la siguiente campaña. Habia hecho volver a la provincia de Puebla a Arroyo y a Montaña que lo acompañaron a Oaxaca; destinó una division a Tabasco, tanto para abrir la comunicación con aquella costa, como para proporcionarse puertos por donde pudiese recibir auxilios de los Estados Unidos (37); dejó el mando de Oaxaca a D. Benito Rocha con mil hombres; apostó en Yanhuitlán a Matamoros con mil y quinientos, para atender a la seguridad de las Mixtecas, y tomadas todas las medidas convenientes salió de aquella capital el 9 de Enero de 1813, llevando consigo las tropas nuevamente levantadas en ella, la mayor parte de las cuales desertaron en breve, y siguiendo el camino de la Mixteca, destacó por la cuesta de Santa Rosa a D. Hermenegildo Galiana, por si los Bravos, que a la sazon se hallaban empeñados con Páris necesitaban auxilio, dándole orden de reunírsele en Ometepec, y continuó su larga y penosa marcha con muchas dificultades y privaciones hasta llegar a las inmediaciones de Acapulco en principios de Abril, sin que intentase embarazarle el paso el comandante Reguera que con las tropas realistas estaba en la Palizada, y el 6 de aquel mes rompió el fuego sobre la plaza (38); pero no siendo de este lugar las operaciones de este sitio, dejaremos el hablar de él para su tiempo oportuno, echando ahora la vista sobre las ideas que Morelos tenia entonces del estado general de las cosas y sobre sus planes para en adelante. Una y otra cosa manifiesta en una carta oficial que tengo original en mi poder, que escribió desde Yanhuitlán, estando en marcha sobre Acapulco, al intendente D. Ignacio Ayala, acerca de las naos venidas de Filipinas, y como todo su contenido es tambien interesante por otros motivos, me ha parecido conveniente insertarla aquí. Dice así: No me pesa cosa mayor que el comandante de la nao Fidelidad, D. Manuel Solis, no haya tenido mayor instrucción del estado del reino, porque es bastante sospechosa, y es necesario mucho cuidado para que no nos hagan una diablura. Yo la juzgo por barco enemigo. En dos años y cinco meses sabe ya todo el mundo nuestro justo levantamiento: ¿cómo hemos de creer que la Fidelidad, viniendo por S. Blas, no haya encontrado a la nao Rey Fernando, que está fondeada en aquel puerto, y está descargando los efectos que trajo de Manila, cuyo transporte querian los comerciantes de México les facilitara yo a partido, y no conviene a la consulta que me hizo el Sr. presidente? (39). Estas son tramas del enemigo. Por acá se abordó otro barco a puerto Angel, y es vista su apuración; a mí no me la han de pegar. Es preciso que para resolverle al comandante de la Fidelidad se me dé a mí cuenta, y de ningun modo se le resuelva, aunque sea lisonjera o vista la ventaja que proponga, y lo mismo se debe entender con cualquiera otro barco y nacion; yo sé bien como anda el mundo. El francés ya está en Cádiz, pero tan gastado que no se repone en dos años que nos faltan, y entonces ya lo esperaremos en Veracruz. El inglés europeo me escribe como proponiéndome que ayudará, si nos obligamos a pagarle los millones que le deben los gachupines comerciantes de México, Veracruz y Cádiz. El anglo-americano me ha escrito a favor, pero me han interceptado los pliegos, y estoy al abrir comunicación con él y será puramente de comercio, a feria de grana y otros efectos por fusiles, pues no tenemos necesidad de obligar a la nacion a pagar dependencias viejas, ilegítimamente contraidas y a favor de nuestros enemigos. Ya no estamos en aquel estado de aflicción, como cuando comisioné para los Estados Unidos al inglés David con Tavares, en cuyo apuro les cedia la provincia de Texas. Ya estamos en predicamento firme; Oaxaca es el pié de la conquista del reino; Acapulco es una de las puertas que debemos adquirir y cuidar como segunda después de Veracruz, pues aunque la tercera es S. Blas, pero adquiridas las dos primeras, ríase V. S. de la tercera. Hasta ahora voy consecuente con lo que prometí y expliqué a esos pueblos: he obrado con conocimiento; ellos han depositado su suerte en mi conducta, no puedo engañarlos, porque mil infiernos no serian capaces de castigar mi maldad. No quiero dejarlos empeñados, ni menos sacrificarlos; soy cristiano, tengo alma que salvar y he jurado sacrificarme antes por mi patria y mi religión, que desmentir un punto mi juramento. Baste, para que V. S. me entienda. Dios guarde á V. S. muchos años. Cuartel general en Yanhuitlán, Febrero 17 de 1813. Sr. Mariscal intendente D. Ignacio Ayala. Se ve desde luego por este interesante documento, la completa ignorancia de Morelos en materias políticas y aun sobre el estado actual de las cosas en Europa, pues da por seguro que estaba tomado Cádiz por los franceses, cuando la suerte de la guerra estaba decidida contra estos. Lo mismo se nota en Rayón por la correspondencia que con Morelos siguió, con motivo de la llegada a Anton Lizardo de la fragata de guerra inglesa Aretusa y comunicación en que se puso con D. .Nicolas Bravo (40), no siendo estraño que sobre tan equivocados principios formase tan absurdo plan de campaña, proponiéndose tomar a Acapulco, a cuyo puerto da tanta importancia, para volver a impedir el desembarque de los franceses en Veracruz; en todo lo cual se pone de manifiesto cuan persuadido estaba de las especies que se habian esparcido para dar impulso a la revolucion, acerca del riesgo que el reino corria de ser invadido por los franceses, a que seria consiguiente la pérdida de la religión, en todo lo que Morelos tenia una completa convicción, que le hacia proceder con la buena fé que se descubre en esta carta. En cuanto a las relaciones diplomáticas que seguia, lo que dice relativamente a Inglaterra carece de fundamento, aunque la especie coincide, a lo menos en cuanto al tiempo, con la negociación entablada por la Inglaterra con la regencia de Cádiz para la mediacion en las cosas de América, y el ofrecer la provincia de Texas a los Estados Unidos, aunque no llegó a tener efecto por no haberse verificado la comision dada a David y a Tavares, se fundaba en la codicia que ya aquella República habia dejado ver de adquirir aquel importante territorio. La nao de China de que habla, después de permanecer mucho tiempo en Acapulco, sin poder verificar su descarga por lo inseguro de aquel puerto e interceptación del camino a la capital, fue a descargar a S. Blas, y en cuanto a las relaciones que supone con el comercio de México, serian en particular con algunos individuos de él, como las tuvo más adelante D. Nicolas Bravo con los de Veracruz. Aunque la invasión de las tropas de Guatemala no se verificó hasta Abril de este año, siendo un suceso enteramente aislado y sin conexión con las demás operaciones de la guerra, me ha parecido mas conveniente referirla aquí, para dejar expedito el curso de los sucesos posteriores. El capitan general de aquel reino D. José de Bustamante y Guerra, hizo reunir unos setecientos hombres que puso a las órdenes del teniente coronel D. Manuel Dambrini, jefe inexperto así como las tropas eran bisoñas; pero los españoles de Oaxaca que habian logrado pasar a Guatemala y el arzobispo D. Fr. Ramon Casaus, auxiliar que habia sido de aquel obispado y antes religioso domínico en México en donde habia publicado un periódico titulado el Anti-Hidalgo, le hacian esperar que penetraria hasta Oaxaca sin dificultad, contribuyendo tambien mucho a esta ilusión el deseo de vengar la muerte del teniente general Saravia, jefe estimado en Guatemala (41). Dambrini, con la pequeña división de su mando pasó la raya divisoria entre ambos reinos, y en 25 de Febrero de 1813 atacó en Niltepec a una corta reunión de insurgentes mandados por D. Julián Suárez a quien hizo prisionero, así como al P. domínico Carranza y alguna gente, de la que hizo fusilar a unos veinticinco con Suarez. Con la noticia de este suceso, marchó Matamoros al encuentro de Dambrini, a quien desbarató y puso en fuga en Tonalá (19 de Abril) quitándole las armas, municiones y todos los efectos mercantiles que conducia á Oaxaca, habiendo perseguido a los dispersos hasta más allá de la frontera. De vuelta a Oaxaca, hizo Matamoros una entrada triunfal pomposa (28 de Mayo) vestido con el uniforme de mariscal de campo, al frente de sus tropas vencedoras, y fue recibido con aplauso; Morelos le dió en premio el empleo de teniente general, lo que fue materia de grandes celos y rivalidades entre sus compañeros. Notas (1) Véase el parte de Llano en la Gaceta de 13 de Octubre, tomo 3°, núm. 301, fol. 1079, y Bustamante, Cuadro histórico, tomo 2°, fol. 180. Debo advertir que aunque Bustamante pretende ser falso cuanto se dice en el parte de Llano, me ha sido confirmado por D. Benigno Bustamante, sujeto juicioso y veraz que estuvo en la acción. (2) Bustamante copia la carta que dice existe en el archivo general entre los papeles de la antigua secretaría del virreinato: no la he visto. (3) Sobre este y otros puntos concernientes a Morelos, véase en el apéndice núm. 2 el extracto de su correspondencia con Rayon, que dará al mismo tiempo mas clara idea de su carácter y opiniones. (4) Gaceta de 29 de Octubre, núm. 308, fol. 1135, y Bustamante, Cuadro histórico, tomo 2°, fol. 184. En todo lo relativo a las campañas de Morelos, mi principal autoridad es el mismo Morelos en las declaraciones de su causa, pero no son tan extensas como seria de desear, y siempre es menester ocurrir a otras fuentes, para dar una idea completa de los sucesos de que habla. Véase también sobre esto su correspondencia con Rayón en el apéndice núm. 2. (5) Gaceta de 29 de Octubre, núm. 308 fol. 1141. (6) Idem de 7 de Noviembre número 314, fol. 1184; id. de 17 de Noviembre, núm. 318, fol. 1211 con el parte circunstanciado de Aguila. Bustamante, tomo 2°, fol. 190. (7) Así lo dice él mismo en su causa. (8) Me ha dado todos estos pormenores el Lic. D. Rafael Argüelles, vecino distinguido de Orizaba que acompañaba a Morelos, de quien fue secretario. (9) Todo lo que está señalado entre comillas es tomado á la letra de la declaracion de Morelos en su causa. (10) Parte de Aguila, Gaceta de 17 de Noviembre, núm. 318, fol. 1211. (11) Parte de Llano, Gaceta de 7 de Noviembre, núm. 314, fol. 1185. (12) He tomado este detalle del parte de Aguila, Gaceta de 17 de Noviembre ya citada, habiéndome cerciorado de su exactitud por D. Benigno Bustamante, que acompañó a Aguila en esta acción en calidad de ayudante. (13) Está sacado de las declaraciones de Morelos. (14) Se publicó esta carta que halló Aguila en Tehuacán, en la Gaceta de 28 de Octubre, núm. 324, fol. 1260. (15) Véase en el núm. 2 del apéndice lo relativo a estos incidentes. (16) Gaceta de 21 de Noviembre. número 320. fol. 1231. (17) Idem de 28 de Noviembre, número 324. fol. 1260. (18) Todos los hechos principales del ataque y toma de Oaxaca, los he tomado de las declaraciones de Morelos; las Gacetas del gobierno no hablan nada de estos sucesos. D. Carlos Bustamante, Cuadro histórico, tomo 2°, fol. 206 y siguientes, hace una relacion muy menuda que podrá consultar quien quiera mas pormenores, que me ha parecido omitir por menos importantes. (19)
José María Morelos.