Índice de La tercera campaña de Morelos y la Constitución de Apatzingan de Lucas Alamán | Capítulo segundo | Capítulo cuarto | Biblioteca Virtual Antorcha |
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La tercera campaña de Morelos
y
El Congreso de Chilpancingo
Lucas Alamán
CAPÍTULO TERCERO
Operaciones de los individuos de la junta.- Expedición de Rayón a Ixmiquilpan donde es rechazado.- Corre riesgo de ser aprehendido por Villagran en Huichapan.- Opinión de Morelos sobre los Villagranes y Osorno.- Tratos de Rayón con el Virrey.- Liceaga hace fortificar una isla en la laguna de Yuriria a la que da su nombre.- Toma de esta isla por Iturbide.- Operaciones de Verdusco.- Ataca a Valladolid y es derrotado.- Completo rompimiento de los individuos de la junta entre sí.- Operaciones de D. Nicolás Bravo en la provincia de Veracruz.- Ataca a Jalapa e impide el paso del puente del Rey a Olazabal.- Pasa este por el vado de Apasapa, y a su vuelta de Veracruz trae los despachos de Virrey a Calleja.- Toma este posesión del virreinato.- Salida de Venegas para Veracruz.- Llega a México el arzobispo Bergosa. y muere el obispo de Puebla Campillo.
La historia de la revolución de Nueva España en la época de que nos vamos ocupando, viene a ser la historia personal de Morelos, porque sólo en las operaciones de este caudillo se descubre un intento, un plan concertado, un designio bien o mal formado, y todo lo que es apartarse de él para examinar lo que se pasaba en las demás provincias del reino entre los diversos jefes que sostenian en ellas la insurrección, no es más que presenciar la constante y penosa escena de la incapacidad, las divisiones y rivalidades interiores, nacidas de los intereses y rencillas personales de los que pretendian la superioridad en el mando, sin hacer caso del daño que a sí mismos se hacian con tan inoportunas cuestiones, desacreditando más y más la causa que defendian y facilitando el triunfo de sus contrarios. Esto es lo que vamos a ver especialmente entre los individuos de la junta, que como hemos dicho en su lugar, se separaron en varias direcciones para tomar el mando de distintas provincias (1). Dejamos al presidente de aquella Rayón en su visita de los distritos de su mando, ocupado en Huichapan en asegurar la obediencia de Villagran (Chito) y creyendo que podia contar con ella, resolvió atacar a Ixmiquilpan, pueblo rico, muy adicto a la causa real y defendido por D. Rafael Casasola, con una pequeña guarnición de tropa de línea y los patriotas levantados en el mismo lugar (2). Con este intento salió de Huichapan el 15 de Octubre, con un cuerpo de infantería uniformado y bien armado que mandaba el coronel Lobato, quien como en su lugar vimos (3), fue cabo del regimiento de Tres villas y cayó prisionero en Zitácuaro en la derrota de Torre, y la caballería estaba a las órdenes de Epitacio Sanchez, hombre de valor, llevando ademas cuatro cañones y su escolta formada de gente escogida. Con estas fuerzas, las de Villagran que le acompañaba, y las del cura Correa y de Polo que se le unieron en la hacienda del Astillero, se presentó Rayón delante de Ixmiquilpan el 18 de Octubre, ocupando con alguna tropa el cerro de la Media luna que domina la población, habiendo dado orden a Casimiro Gomez, indio del Cardonal, a quien habia confirmado en el empleo de coronel que él mismo se habia tomado, para que con su cuadrilla se acercase por el lado opuesto; Casasola intentó desalojarlo de aquella posición en la tarde del mismo dia, pero Rayón, descubriendo dos cañones que tenia ocultos, hizo con ellos un fuego tan vivo que lo obligó a replegarse con pérdida, habiendo muerto el capitán de realistas D. Mariano Negrete y el alférez de fragata D. Federico Alava, hijo del teniente general de la real armada D. Ignacio María de Alava, que en el combate de Trafalgar mandaba la vanguardia de la escuadra española, a bordo del navío Santísima Trinidad. Ensoberbecido con esta pequeña ventaja, intimó la rendición dentro de dos horas, amenazando pasar a cuchillo sin distinción de edad ni calidad a todos los habitantes, si intentaban hacer resistencia o si manifestaban intenciones hostiles disparando un solo tiro, ofreciéndoles en caso de rendir las armas y jurar obediencia a la junta, seguridad y protección, incluyendo a los europeos, que deben, decia, estar impuestos de la equidad y beneficencia con que siempre han sido tratados, cuya notoriedad y buena fe que nos caracteriza, los asegura de todo recelo. Esto decia pocos meses después de haber sido degollados los que se rindieron en Pachuca, bajo la fe de una solemne capitulación. Casasola contestó en pocas palabras que tenia armas y municiones con que defenderse, y que jamás se entregaria a unos bandidos (4); con lo que no quedó más que prevenirse para la defensa, a cuyo efecto dió orden al teniente D. José Felix Merino, que se hallaba destacado con treinta hombres del fijo de México en Chilcuautla, para que a toda costa marchara a reunírsele, contando con que le auxiliaria a su entrada, y circuló aviso a los comandantes de Actopan, Tlahuelilpan y otros puntos inmediatos, para que fuesen a su auxilio. El 19 amanecieron coronadas de gente y cañones las alturas que dominan el pueblo, habiendo concurrido con el atractivo del saqueo los indios de Zimapán y del Cardonal convocados por Villagrán, aunque este no contribuia de buena fe á la empresa. El ataque se generalizó y fue más vivo por el puente, por donde cargó el cura Correa y la gente disciplinada de Rayón; más aunque Correa logró superar dos parapetos, se detuvo en el tercero, esperando ser reforzado por Villagrán, lo que no tuvo efecto, y habiendo sostenido la acción hasta muy entrada la tarde, se retiró con Lobato en buen orden, desbarrancando en el rio un cañón que se les reventó, y encontrando abandonados otros por los que se habian apresurado a retirarse antes de tiempo. Casasola no podia persuadirse que los insurgentes se hubiesen retirado y se mantuvo con vigilancia toda la noche, hasta que al amanecer el dia 20, vió abandonados todos los puntos y fue informado con certeza de que Rayón iba en marcha para Huichapan (5). Comenzaran entonces a llegar los auxilios que habia pedido Casasola a los pueblos inmediatos, especialmente la gente de Tlahuelilpan, habiéndose presentado también el eclesiástico D. Antonio Moreno con trescientos indios de Yola, Lagunillas y otros lugares. Rayón se aventuró a entrar en Huichapan con solo su escolta, y habiendo reconvenido a Villagrán por su mal proceder en el ataque, quiso este aprovechar la ocasión de hallarse Rayón con poca fuerza para apoderarse de él, creyendo que aun estaba distante el resto de su tropa, y con tal intento hizo alzar los puentes de las cortaduras de las calles y mandó tocar generala. Rayón acudió al ruido con su escolta y pudo detener en los cuarteles el movimiento de la tropa, el que frustrado, Villagrán se puso en salvo y esto dió lugar a que llegase el resto de la gente de Rayón. Volvióse este a Tlalpujahua, sin haber logrado ni someter a los Villagranes ni tomar a Ixmiquilpan, y se llevó consigo como preso o detenido al cura de Alfajayucan. Correa fue vivamente perseguido por los Villagranes, como adicto a Rayón, que lo hizo mariscal de campo en premio de su buen comportamiento en Ixmiquilpan, y obligado a huir de Nopala, se retiró hácia Chapa de Mota, en donde a su tiempo veremos las nuevas vicisitudes que se le preparaban. Los Villagranes quedaron dueños, como antes lo eran de todo el pais que se extiende desde S. Juan del Rio y cuestas de Tula, hasta la sierra de Zimapan, confinando con la de Sichú y Rio verde. A consecuencia de este rompimiento con Villagrán, el secretario de Rayón que en el diario que llevaba de todos los sucesos contemporáneos, habia dicho de los Villagranes (7 de Agosto) que habian sostenido con honor en el Norte las armas nacionales, y que por sus servicios, antigüedad y mérito habian obtenido los grados que Rayón les confirió; los califica ahora (22 de Octubre) de almas negras, que con su libertinaje, arbitrariedad y excesos habian asolado aquellos contornos, y estima el rompimiento a descubierto, por un favor especial del cielo, atendido el actual estado de cosas, las vejaciones que sufria la jurisdicción, y las ningunas ventajas en la causa comun, para que estos malhechores expiasen por fin sus delitos, que habian sido el escándalo de la época presente. El enojo de Rayón subió de punto cuando vió llegar (21 de Diciembre) a su visitador D. Ignacio Martinez, (6) quien mal recibido por Morelos, peor tratado por Osorno, habia sido puesto en prisión por Villagrán y aun habia corrido riesgo su vida, que pudo salvar fugándose de Huichapan, valiéndose, dice el secretario, (21 de Diciembre) de la embriaguez y excesos en que aquellos hombres perversos estaban sepultados. Martínez volvió a salir al desempeño de su comisión y en esta vez fue más afortunado, pues volvió a Tlalpujahua (9 de Enero) conduciendo diez y seis barras de plata que Osorno le entregó de las tomadas en Pachuca y algunos efectos que interceptó en el camino. Villagrán quiso disculpar su proceder y al efecto mandó al cura de Zimapan con otro eclesiástico que se presentaron a Rayón, quien contestó que la conducta sucesiva de aquel, seria lo que lo decidiria a concederle un perdón absoluto, o a imponerle un severo castigo. A esto último era a lo que Rayón se inclinaba y sobre lo que escribió a Morelos, quejándose tanto de los Villagranes como de Osorno. Morelos creyó que por entonces no se podia tratar de sujetarlos, aprovechándose de ellos para que distrajesen la atención del gobierno, y reservando para más adelante su castigo, aunque pocos dias después opinó que era menester deshacerse de los Villagranes por cualquiera medio (7). Por el mismo tiempo Rayón hizo marchar a su hermano D. Ramon, para atacar un convoy que conducia de Querétaro a Valladolid el comandante Quevedo (e), con dinero y efectos, y aunque no logró encontrarlo hasta su regreso, lo atacó en el punto llamado el Zapote y le quitó algún armamento. El mismo D. Ramón consiguió cortar de un convoy que pasaba a México, a la salida de S. Juan del Rio, una partida de once mil carneros que por Aculco condujo a Tlalpujahua. Estas excursiones no habia por entonces fuerzas de los realistas que pudiesen impedirlas, pues las más inmediatas, que eran las que mandaba Castillo Bustamante en el valle de Toluca, se hallaban distribuidas en pequeñas partidas, persiguiendo a las que quedaban de insurgentes en los valles de Sultepec y Temascaltepec, y la guarnición de Valladolid era demasiado reducida para que pudiese alejarse de aquella ciudad, en la que como luego veremos, se hallaba amenazada. Aunque los individuos de la junta anduviesen separados a largas distancias, Rayón los consultaba en algunos negocios, como medio de conservar la armonía con ellos. Hemos visto en el capítulo anterior por la carta de Morelos a Ayala inserta en él, que por efecto de las relaciones que entablaron algunos individuos del comercio de México con Rayón, quiso que Morelos dejase pasar el cargamento de la nao de la China surta en Acapulco, en lo que Morelos no convino. Tambien trató con Rayón el marques de S. Miguel de Aguayo, no obstante ser comandante de uno de los batallones de realistas de México y estar su hijo, el conde de S. Pedro del Alamo, sirviendo a las órdenes de Trujillo en Valladolid, para el paso de unas pastorías de ganado de sus haciendas en la provincia de Coahuila, cuando los carneros escaseaban y se vendian a alto precio en México, mediante el pago de 20,000 pesos, una parte de los cuales se exhibió en efectos para vestuario y armamento de tropa. El Virrey, fuese para entretener a Rayón, o para sembrar la división y desconfianza entre este y sus compañeros, o por algún otro motivo oculto, se manifestó dispuesto a entrar en comunicación con él, y sabiendo que el Lic. D. Juan Raz y Guzmán seria el conducto más seguro, se valió de él dándole todas las seguridades necesarias que se le cumplieron fielmente, y aún se acordó tener una conferencia en la hacienda de Tultenango, a la que se le dijo a Rayón que concurriria por encargo del Virrey D. Juan Bautista Lobo, comerciante de Veracruz. Sobre este punto quiso saber Rayón la opinión de sus compañeros, y sobre el plan que debia seguir, según la oportunidad se presentase. Tenemos la contestación de Liceaga escrita por el Dr. COS (8), en la que este proponia que sólo se tratase de aprovechar la ocasión para obtener una suspensión de armas, que era necesaria a los insurgentes para organizarse, continuando la guerra para privar de recursos a España, y contribuir así a hacerla sucumbir al dominio francés y asegurar de este modo la independencia; más nada tuvo efecto no habiéndolo tenido la conferencia (9). El Dr. Cos, nombrado por Liceaga su segundo en el mando de la provincia de Guanajuato, aunque ejercia las funciones de vicario castrense, se trasladó a Dolores que vino a ser el centro de sus operaciones; Liceaga permaneció en las inmediaciones de Yuriria, y hemos visto que Iturbide lo derrotó en el valle de Santiago, habiendo sido encargado de perseguirlo por el brigadier García Conde. En seguida se retiró a la laguna de Yuriria en cuyo centro hay dos islotes, el mayor de los cuales que queda más al Este, tiene algo mas de mil varas de circunferencia y poco menos el otro; distan entre sí ciento ochenta varas. Liceaga los reunió por una calzada de tres varas de ancho, y tanto los islotes como la calzada estaban defendidos con una cerca de piedra de dos varas de alto, foso y estacada entretejida con espinos. En el islote mayor habia 71 merlones y 64 en el menor (10). A esta fortificación, considerada como inexpugnable, le dió Liceaga su nombre, y dentro de ella construyó varias galeras para fundición de cañones, fábrica de pólvora y acuñación de moneda. Aunque García Conde juzgaba arriesgado e innecesario intentar tomar esta isla a viva fuerza, creyendo que dominadas las márgenes de la laguna habria de tener que rendirse por necesidad (11), Iturbide emprendió atacarla, comenzando por despejar de insurgentes la circunferencia de la laguna con una serie de acciones o escaramuzas continuas, con las que con su actividad genial, destruyó o dispersó las partidas que en aquellas inmediaciones habia mandadas por varios jefes, no dejándoles momento de descanso desde el 9 de Septiembre en que dió principio a estas operaciones, hasta asentar su campo en Santiaguillo frente a la isla. En estas diversas escaramuzas o acciones de guerra, que fueron diez y nueve en cuarenta dias, además de haber sido muertos en ellas varios jefes insurgentes de nombradía, fueron hechos prisioneros el coronel Francisco Ruiz, y el teniente coronel de artillería Francisco Valle, conocido por el negro habanero, a quienes Iturbide hizo pasar por las armas. E! campamento de Iturbide estaba a tiro corto de cañón de la isla, protegido de los fuegos de esta por una loma pequeña. Liceaga al aproximarse el peligro se alejó de él retirándose de la isla, pues nunca obtuvo fama de valiente, y quedó mandando en ella el P. D. José Mariano Ramírez con doscientos hombres (12). Iturbide hizo construir ocho balsas y traer de léjos dos canoas, y cuando todas sus disposiciones estuvieron tomadas, resolvió el ataque pata la noche del 31 de Octubre al 1° de Noviembre. Distribuyó su caballería, sostenida por alguna infantería, en diversos lugares, para que cubriese la parte exterior de la laguna; una batería con tres cañones y un obus construida en la parte más inmediata a la isla distante de ella mil doscientas varas, una canoa con un cañón de a cuatro y una balsa con otro de montaña debían proteger el desembarco, verificándose el ataque por cuatro puntos a un tiempo, a las órdenes del capitan D. Vicente Endérica. Un repuesto de pólvora que se incendió en la isla, desalentó a los defensores, por lo que presumiéndolo así, no creyó Iturbide necesaria su presencia. El sargento de la Corona Juan Espinosa con diez granaderos de su cuerpo, fue el primero que puso el pié en la isla; siguiéronle D. Gaspar Lopez que mandaba a los realistas de Silao, y los que iban en las otras balsas, y la isla fue tomada con muy corta resistencia. Fueron cogidos el P. Ramirez, coronel y comandante de la isla; José María Santa Cruz, mayor de plaza; Tomás Moreno, comandante de artillería; el ingles Nelson, que hacia de ingeniero y dirigió la construcción de las fortificaciones; y Felipe Amador, ordenado de menores, que conducidos a Irapuato fueron pasados por las armas; la misma suerte corrieron los demas de menos nota que fueron cogidos, habiendo quedado encargado de su ejecución y de la destrucción de las fortificaciones, el teniente coronel graduado de la Corona D. José María Montel, el mismo a cuyo cargo estuvo fusilar en Granaditas en Guanajuato a todos los que fueron condenados a esa pena por Flon. La pérdida de los realistas fue corta, no pudiendo ser grande según el número de armas que en la isla se tomaron, pues aunque habia ocho cañones de varios calibres, no se encontraron más que unos treinta fusiles o escopetas servibles. De los defensores no se escapó uno sólo, pues los que no cayeron en manos de Iturbide en el fuerte o de la caballería destacada en las riberas de la laguna, perecieron en el agua a la que se arrojaron, con cuyo motivo, Iturbide que era muy pedante en sus partes, exclama: ¡Miserables, ellos habrán conocido su error en aquel lugar terrible en que no podrán remediarlo! (suponiendo condenarlos a todos a las penas del infierno como excomulgados) ¡Quizá su catástrofe triste servirá de escarmiento a los que están aún en disposición de salvarse! El Dr. Cos en Dolores se ocupó de levantar y organizar gente, reuniendo las partidas que habia por aquellas inmediaciones; lo acompañaba D.
Rafael Rayón, hermano de los generales de aquel apellido, y entonces comenzó a adquirir nombradía por aquel rumbo Matias Ortiz, conocido él y sus hermanos con el nombre de los Pachones. Con las partidas que se le habian unido y gente que habia disciplinado, marchó Cos sobre Guanajuato el 27 de Noviembre; García Conde, prevenido de este movimiento por el intendente Marañón, se trasladó a aquella capital, disponiendo que Iturbide con la sección que mandaba se dirigiese hácia Dolores por S. Miguel, y que el coronel Castro con doscientos veinte hombres y dos cañones, cubriese las avenidas de la sierra por el camino de Santa Rosa. Empeñado este con todas las fuerzas de Cos y a riesgo de ser rodeado por estas en una cañada estrecha, logró salir a las alturas de la mina de Mellado, a media legua de Guanajuato, y se hizo fuerte en ellas auxiliado por los refuerzos que García Conde le mandó, y Cos tuvo que retirarse y volver a Dolores, cuyo punto no conservó constantemente, pues siendo aquel el tránsito de los convoyes que conducian carneros, sebos, y otros efectos de tierra adentro, y que volvian con tabacos y otros artículos de comercio, al acercarse los convoyes abandonaba al pueblo y hostilizaba a estos, que a veces para poder pasar necesitaban nuevos refuerzos de tropas de Querétaro (13). En la distribución de provincias que los individuos de la junta hicieron entre sí al separarse en Sultepec, se designó la de Michoacán a Verdusco, porque cada uno se retiró a donde podia esperar dar más impulso a la revolución por las relaciones que tenia; siguiólo después en calidad de secretario el canónigo Dr. Velasco y se situaron ambos en Uruapan, donde organizaron alguna gente, para cuya instrucción les eran muy útiles algunos sargentos y oficiales desertores de las tropas realistas, supliendo con esto la completa ignorancia que en cosas de milicia tenian los dos doctores. Velasco, en un reencuentro que tuvo con la sección que mandaba el teniente coronel D. Antonio Linares, en las lomas del Calvario cerca de Pázcuaro, fue batido y regresó a Uruapan; Verdusco, creyendo que no podria sostenerse en aquel punto, lo abandonó el dia siguiente a la llegada de Velasco, para trasladarse a Apatzingan, dejando enterrados los cañones que habia fundido y el repuesto de cobre que tenia, que todo cayó en poder de Linares (14). De allí pasó a Tancítaro, a donde fue a buscarlo la primera división de tropas de Nueva Galicia mandada por Negrete, la que superando las dificultades de la estación de aguas y caminos hechos por ellas impracticables, llegó a aquel pueblo el 19 de Septiembre; en todos los del tránsito los habitantes habian huido al aproximarse los realistas, que no encontraban en ellos mas que a los curas y algunas mujeres; Tancítaro, aunque regularmente fortificado, habia sido también abandonado, y Negrete, haciendo destruir las fortificaciones y los edificios construidos para fundición de cañones, fábrica de pólvora y municiones, dejó allí su artillería y bagajes a cargo del teniente coronel Mangino, para poder seguir más expeditamente a Verdusco, que se habia situado con todas sus fuerzas y cinco cañones en una posición ventajosa en las barrancas de Araparícuaro. Negrete lo atacó allí y dispersó completamente su gente, haciéndose dueño con poca resistencia de su artillería y campamento, y aunque hizo seguir el alcance con empeño por la caballería mandada por Quintanar, la dispersión fue tan completa que no logró más que hacer algunos prisioneros (15). Vuelto Negrete a Zamora, porque no se le presentaba enemigo a quien combatir, tuvo Verdusco tiempo de rehacerse en Uruapan. Negrete, con el deseo de atrapar al cabecilla doctor, como dice en sus partes, hizo una marcha rápida del 24 al 26 de Octubre, andando en tres dias la distancia de nueve jornadas ordinarias, sin dar a su tropa tiempo para comer ni dormir, y logró sorprender a Verdusco, que con el P. franciscano Delgado, Víctor Rosales y otros jefes reunia unos mil hombres, bastantes armas, siete cañones y porción de municiones. En pocos minutos todos huyeron, quedando en poder de Negrete los cañones y todas las municiones; en el alcance por el camino de Taretán, fueron muertos por la caballería de Negrete porción de fugitivos (16). Verdusco se retiró a Taretán, rica hacienda de azúcar de los agustinos (17), y de allí volvió a Ario donde se reunieron casi todas las partidas de insurgentes de Michoacán, mandadas por Montaño, Vedoya, Víctor Rosales, Rodriguez, P. Carbajal, Muñiz, Suarez, Arias, Sanchez, y otros, componiendo un número que Bustamante hace subir a veinticinco mil hombres bien armados, en lo que como veremos, parece hay mucha exageración. Muñiz habia fundido muchos cañones, y se contaba con la cooperación del P. Navarrete. La reunión se completó y organizó en Pázcuaro a fines de Enero de 1813, y Verdusco resolvió ir a atacar a Valladolid. Entendido este plan por Rayón que conocia el poco acierto de Verdusco, le dió orden para que lo esperase, sin intentar entre tanto movimiento alguno; Verdusco, que al frente de tan numerosa reunión, tenia por seguro el triunfo, no quiso partir con Rayón la gloria de él, y en vez de obedecer sus órdenes, ellas mismas fueron motivo para acelerar el ataque. No estaba ya en Valladolid el coronel Trujillo, quien desde fines de Diciembre del año anterior habia salido para México, dejando el mando al teniente coronel D. Antonio Linares. Este, viendo que Verdusco se acercaba con tan numerosa reunión, hallándose disminuida la guarnición de Valladolid que siempre era escasa, por la escolta bastante fuerte que Trujillo llevaba, circunstancia que habia contribuido no poco a estimular a Verdusco para intentar el ataque; reunió los destacamentos que tenia fuera de la ciudad, el más considerable de los cuales era el que mandaba Orrantia, y se preparó para la defensa haciendo que se armasen los vecinos (18). Todos estos ataques de Valladolid son idénticos, variando sólo en algunos incidentes. Los insurgentes se presentaban en las lomas de Santa María; bajaban de allí a atacar las garitas y cortaduras de las calles de la ciudad y con mas o menos resistencia se retiraban; la guarnición hacia entonces una salida y ellos abandonando su artillería y campamento, echaban a huir hácia los parajes del Sur de donde habian venido, en donde protegidos por el mal clima y aspereza del terreno, volvian a reunir gente y a fundir cañones para volver a repetir al cabo de algun tiempo igual escena. Esto es puntualmente lo que sucedió en el ataque que Verdusco dió a aquella ciudad el 31 de Enero de 1813. Prcsentóse ante la plaza con seis mil hombres, veintiún cañones del calibre de 3 a 18, puentes levadizos, escalas, carros de lana para parapetos, y otras invenciones, que prueban el empeño con que los insurgentes estudiaban los medios de ataque y defensa. El ataque fue mas empeñado por la confianza que los asaltantes tenian de tomar la ciudad y la poca resistencia que creian encontrar por lo escaso de la guarnición. Esta, en la salida que hizo, los arrolló completamente, les mató mil doscientos hombres en el alcance hasta Oporo, les quitó toda la artillería, doscientos fusiles, todos sus trenes de sitio, les tomó ciento treinta y ocho prisioneros, y lo que es raro en aquel tiempo, ninguno de estos fue fusilado, porque Linares, hombre generoso y humano, no gustaba de derramar sangre fuera del campo de batalla. Verdusco, despues de esta derrota, se retiró a Puruándiro y se fortificó en la hacienda de S. Antonio. Linares mandó a perseguirlo a D. Pedro Antonelli con una división de tropas de Valladolid, y lo halló tan descuidado, que a la una de la tarde fue tan completamente sorprendido que escapó sin poder tomar mas que un caballo en pelo, perdiendo su equipaje y todo cuanto habia recogido para vestir a su gente. En esta se hizo gran matanza en la fuga, y habiendo cogido noventa y ocho prisioneros, Antonelli quiso exceder a su jefe en generosidad, pues no solo los dejó libres, sino que dió a cada uno un peso para que tuviesen con que volver a sus casas; pero ellos correspondiendo indignamente a este acto de humanidad tan desusado en aquella época, luego que subieron a lo alto de un cerro, comenzaron a insultarlo, gritándole: Antoñuelo, toma tu peso (19), con lo que ciertamente no quedaria inclinado a ser tan benigno otra vez, sino más bien a cumplir lo que previno Cruz en Guadalajara en 1° de Diciembre de 1812, quien con ocasión de la noticia recibida por S. Blas de haber sido presos por el pueblo de la Guaira Miranda y otros jefes de la revolución de Venezuela, dijo en una proclama: Lo que aviso al público para su noticia y satisfacción, y como estoy firmemente persuadido de que la mayor parte de los habitantes de este reino, seguirán en todas ocasiones el noble ejemplo de la Guaira, entregando a cualquiera de los cabecillas de la rebelión que tuviese la desgracia de refugiarse a sus pueblos, no tengo necesidad de hacer advertencias y encargos en un punto que todos desean desempeñar, por estar ya desengañados de que así los cabecillas como la demás canalla rebelde, son unos monstruos producidos por el infierno, enemigos del orden y del bien público, y a quienes es preciso bien aprisionar, matar, o perseguir como béstias feroces. Esta órden era la pauta por donde procedian todas las divisiones de tropas de la Nueva Galicia (20). En el mismo mes de Enero en que se verificó el ataque de Valladolid y algunos dias antes de este, (el 12) Liceaga con Rubí y otros jefes de partidas atacaron a Celaya (10 de Enero), aprovechando la circunstancia de haber salido la caballería de aquella guarnición, compuesta de vecinos armados, a hacer una correría por el lado de Dolores, de donde habia regresado el 9 por la noche, fatigada por una larga jornada. Esto contribuyó a que al principio del ataque, habiéndose adelantado al barrio de S. Miguel cincuenta caballos con otros tantos infantes y un cañón pequeño, fuesen arrollados los primeros y cayendo en desorden sobre la infantería, se dispersase esta abandonando el cañón y sufriendo la pérdida de cuarenta muertos, contándose entre ellos el capitán Villanueva que mandaba la partida y el P. carmelita Fr. Manuel de Santa Bárbara, español, que hacia la guerra a los insurgentes no menos con exhortaciones que con las armas. Reducida entonces la defensa de la ciudad a la de las cortaduras practicadas en las calles, los insurgentes fueron rechazados, pero permanecieron en las inmediaciones amenazando nuevo ataque, que hubieran sin duda emprendido a no haber sido porque el comandante de brigada de Querétaro, avisado por el de las armas de Apaseo, pueblo situado entre Querétaro y Celaya, del riesgo en que esta ciudad se hallaba, mandó prontamente un refuerzo de cien caballos de la escolta de Trujillo, que se hallaba detenido allí esperando mayores fuerzas para pasar a México, los que reunidos a los realistas de algunas haciendas, hacian una fuerza de más de doscientos cincuenta hombres, que batieron y dispersaron a los insurgentes en un sitio llamado la Peña Colorada. Mandaba estas fuerzas el comandante de la escolta de Trujillo, teniente D. Manuel Gomez, quien habiendo añadido despues a su primer apellido el de Pedraza, es más conocido por este. En su parte dice, que dejó muertos noventa ladrones, y que entre ellos tenia la satisfacción de que se contasen algunos capitanes, coroneles, y tal vez algun brigadier, lo que se refiere al brigadier Borrayo, que murió en esta acción, y recomendando a varios oficiales que en ella se distinguieron, añade, que es inútil hacer su elogio, cuando su mayor honor consiste en ser los defensores de Michoacán, instruidos en el arte de la guerra por su ilustre jefe (Trujillo) (21). Los insurgentes ejercieron su venganza sobre las haciendas de las inmediaciones, cuyas trojes llenas de trigo y maiz incendiaron, y este atroz sistema de destrucción decretado por la junta y puesto entonces en práctica por Liceaga, tuvo después tremenda extensión, cuyos
efectos, aun después de tantos años, se echan de ver todavía en las haciendas arruinadas del bajío de Guanajuato. La derrota sufrida por Verdusco en Valladolid aumentó la enemistad que habia entre él y Rayón. Salió este de Tlalpujahua el 28 de Enero, recibiendo en los lugares de su tránsito todos los homenajes de un soberano, y en las inmediaciones de Tajimaroa supo que el ataque se habia emprendido y aún percibió confusamente el ruido del cañón. Instruido en la hacienda de Santa Clara de la derrota que Verdusco habia sufrido, se dirigió a Pázcuaro a donde llegó el 9 de Febrero, y allí lo recibió Verdusco que se habia retirado a aquel punto (22). Rayón le hizo cargo de haber atacado a Valladolid sin su permiso, y sin acordar el plan de ataque en una junta de guerra, exponiendo inútil y temerariamente a su tropa y exigiendo grandes sacrificios a los pueblos, sin consultar para nada a la junta. Mientras estos cargos se examinaban, se verificó literalmente la fábula de Iriarte tan conocida de los dos conejos; el coronel Montaña dió aviso de que se acercaba una división de las tropas de Valladolid, que se dirigia a Zacapo a atacar al P. Navarrete, quien después de la derrota de Valladolid, en la que su partida sufrió poco por haber huido antes que las otras, habia vuelto a aquel punto, considerado como inexpugnable; con tal noticia, Rayón y Verdusco salieron precipitadamente de Pázcuaro a las once de la noche del mismo dia (12 de Febrero) llevándose cuatro cañones y la gente que allí tenian y se retiraron a Ario, donde se quedó Verdusco, pasando Rayón a la hacienda de Puruaran. En su tránsito por varios lugares de la provincia de Michoacán, recibió Rayón continuas quejas del desorden y arbitrariedad con que se conducian los jefes de las diversas partidas de insurgentes que estaban esparcidas en ella, los cuales, según las expresiones de su mismo secretario, no eran en realidad jefes, sino ladrones y forajidos. Estas quejas recaian especialmente sobre el manejo del intendente de la misma provincia D. Pablo Delgado, cura de Urecho, que habia acompañado a Rayón a Puruaran, y habiendo interceptado este una carta de Delgado a un comandante de las tropas reales pidiendo el indulto para sí y para su sobrino Suarez (23), hubo de proceder contra el cura mandando se le formase causa. Las acusaciones resultaron comprobadas, pero en consideración a su carácter sacerdotal, no se le impuso otra pena que mandarlo desterrado a las Balsas, debiendo acompañarlo hasta dejarlo en aquel punto, el P. Fr. José Luna, pero en vez de cumplir Delgado esta orden, fue a unirse con Verdusco, que temeroso de ser sorprendido por los realistas en Ario, se habia retirado a Urecho, y no a Puruaran como le habia mandado Rayón. Liceaga se dirigió tambien a Urecho, donde unido con Verdusco y estimulados ambos por el resentimiento de Delgado, publicaron como vocales de la junta un bando, en el que declaraban que en ellos residia la soberanía, y citaban a Rayón para que dentro del tercer dia, se presentase en la hacienda de la Parota, a contestar a los cargos que se le hacian por haber usurpado la presidencia de la junta, invadido la provincia de Michoacán asignada a Verdusco, separado del empleo al intendente de ella y dictado otras providencias ajenas de su autoridad, intimándole que seria declarado traidor con toda su familia y los que le siguiesen, si no daba pronta obediencia a aquella orden, y no habiéndose presentado, se hizo esta declaración por otro bando de 7 de Marzo. Habia dispuesto Rayón que fuese a unirse con él el Lic. D. Francisco Solórzano, con la tropa que habia reunido en las Balsas y se hallaba en la hacienda de Santa Efigenia. Verdusco y Liceaga, recelando que Solórzano marchaba contra ellos, se adelantaron a atacarlo en aquel punto y sorprendiéndolo el 4 de Marzo, le mataron siete hombres y le quitaron las armas y municiones. Rayón entonces, habiendo nombrado comandante general de la provincia a Muñiz e intendente a Solórzano, se volvió a Tlalpujahua en donde entró el 19, y el 3 de Abril publicó una proclama vindicando su conducta y declarando suspensos de empleo a los vocales revolucionarios. Hizo partir a su secretario para instruir a Morelos de todo lo ocurrido, y circuló a todos los jefes órdenes para que aquellos no fuesen obedecidos; algunos, como los Villagranes, siguieron el partido de los vocales; los más manifestaron su adhesión a Rayón a quien continuaron obedeciendo, y Morelos se mantuvo indeciso, obrando con independencia de unos y otros. Cos dirigió una representacion a Rayón y a los vocales disidentes, con el objeto de operar una reconciliacion, haciéndoles patentes los males que de su desunión resultaban, pero sus buenas intenciones no tuvieron el resultado que deseaba, y las cosas siguieron el curso que habremos de ver a su tiempo, siendo este rompimiento entre los individuos de la junta, lo que dió el último golpe al crédito de esta y que consumó la anarquía que aún sin esto prevalecia entre los insurgentes. Mientras los individuos de la junta daban en las provincias centrales el escándalo de sus disensiones, haciéndose la guerra, entre sí, veamos lo que pasaba en la de Veracruz, cuyo mando habia conferido Morelos a D. Nicolás Bravo. Los insurgentes, dirigidos por Rincón, Ochoa y otros habian asediado, como en su lugar vimos, la villa de Jalapa en el mes de Mayo y la habian puesto en gran estrecho, cortándole los víveres y atacándola por diversos puntos; batidos en Coatepec por Fajardo, mayor del fijo de Veracruz, se retiraron abandonando su artillería, y habiendo llegado Llano con el convoy que conducia para Veracruz en 10 de Junio, quedó aquella población aprovisionada de víveres y asegurada por entonces de todo riesgo (24). A su regreso de Veracruz llevó consigo Llano lo que quedaba del regimiento de Castilla, que con su coronel D. Francisco Hevia quedó allí para restablecerse. En Octubre de aquel año se aumentó la guarnición con los restos del batallón de marina que bajaban para embarcarse, el que como hemos dicho (25), hubo de quedarse en aquella villa en espera de mayores fuerzas para pasar a Veracruz. A la fama de su nombre, pues le habia dado mucha la victoria del Palmar, se reunieron a Bravo las diversas partidas que se hallaban repartidas en diversos puntos. Uniósele también Rincón (D. Mariano) (26), con su gente, habiendo reparado en Misantla con nuevas reclutas, la pérdida que sufrió en Coatepec y se situó en este mismo punto en el que fue atacado sin fruto por Hevia, en cuya acción fue herido D. Pedro Landero, jóven oficial del fijo de Veracruz, a quien más adelante veremos figurar en sucesos de mayor importancia. El 11 de Noviembre se presentó Bravo a la vista de Jalapa con todas las fuerzas que habia reunido; al aproximarse el enemigo, D. Antonio Fajardo que tenia el mando de la plaza, lo cedió al brigadier Porlier y al coronel Hevia, como jefes de mayor graduación, pero ámbos rehusaron admitirlo, ofreciendo auxiliar sus operaciones con los cuerpos que mandaban. Los insurgentes ocuparon las entradas y las alturas que dominan la población; mandábanlos Bravo, Rincón, Martinez, Utrera y Francisco Zuzúnaga, mulato veracruzano de gran valor. El ataque comenzado a las dos de la mañana, se prolongó hasta las diez. Cuéntase que Hevia se vió en gran peligro, atacado cuerpo a cuerpo por un mulato, a quien detuvo metiéndole por la boca el bastón que llevaba en la mano, lo que dió lugar a que fuese muerto por uno de los soldados de Castilla; siendo causa de este incidente el que Hevia, hombre de mucho valor pero fácil de montar en cólera, no llevaba nunca espada en acción de guerra, desde que en un arrebato, dió muerte con ella a un soldado que huia. Los insurgentes, habiendo sido desmontado un cañón que tenian de grueso calibre, se retiraron y Bravo fue a ocupar el puente del Rey, ahora puente Nacional (27). No por esto quedaron libres las inmediaciones de Jalapa, pues según el parte reservado que dió al Virrey el comandante del castillo de Perote D. Juan Valdes en 21 de Diciembre pidiendo auxilios (28), aquella villa estaba cercada por todas partes de reuniones numerosas, que se extendian por Coatepec, Naulingo, las Animas y la cuesta del Soldado, siendo preciso para batirlas una fuerte división, pues habia tenido que retirarse con pérdida la que el mismo Valdes habia enviado a Ixhuacán de los Reyes, y habia sido rechazada la que salió de Jalapa a atacar a los insurgentes que ocupaban Coatepec. Situado Bravo en el puente del Rey, tenia enteramente interceptado el camino que conduce de Veracruz a la capital por Jalapa, siendo este el paso preciso de todos los efectos y pasajeros que suben de la costa al interior del reino, o que de este se dirigen a la costa. El puente mismo, construido sobre el rio que desemboca en la Antigua, es una obra magnífica ejecutada a expensas del consulado de Veracruz, bajo la direccion de D. José Rincón; dos alturas lo dominan en una y otra ribera, y siendo escarpadas las riberas del rio, sin vado practicable en este sino a mucha distancia y por caminos asperos y extraviados, la posición es verdaderamente inexpugnable. Dueño de ella D. Nicolas Bravo, lo era del camino a la capital, y dejando libre el tránsito para los efectos comerciales mediante una contribución que impuso sobre cada fardo, sacaba de ella sumas considerables, pues aunque este comercio por medio de los insurgentes estuviese severamente prohibido por el gobierno, el interés privado se sobreponia a todo y encontraba medios para eludir las medidas dictadas por las autoridades. El carácter personal de Bravo facilitaba este género de relaciones, y aun daba lugar a otras de otra diversa naturaleza; generoso y magnánimo en su conducta con los españoles, nunca derramó su sangre sino en el campo de batalla, y muy léjos de perseguirlos, fue el protector de cuantos pudo salvar de la muerte; con lo que aquellos se acostumbraron a considerarlo como un enemigo político, pero como un amigo personal; y de aquí procedió que los desertores de las tropas que de España venian, los soldados que quedaban enfermos y rezagados en los ardientes climas de la provincia de Veracruz, y los prisioneros cogidos en los diversos reencuentros, se alistaban con gusto bajo sus banderas. Los comerciantes de Veracruz, aunque decididos defensores de la causa española, seguian comunicaciones con Bravo para proporcionar el tránsito de sus mercancías, franqueándole ropa para su gente y haciéndole frecuentes obsequios de comestibles, de modo que Bravo en su campamento no sólo tenia cuanto era menester para su tropa, sino todas las delicadezas y regalos para su persona. Aun el historiador Torrente, nada parcial de los insurgentes y cuya obra, a lo ménos en cuanto a México, no es mas que un mal formado extracto por órden de años de las Gacetas del gobierno; hablando de él dice (29): El citado Bravo, que con tanto tesón y constancia habia permanecido en las filas de los insurgentes, era uno de aquellos hombres que merecian ser respetados, aunque del gremio de los amantes de la independencia. Su carácter fue una serie no interrumpida de acciones generosas; jamás participó del espíritu de sangre y exterminio que animaba a sus compañeros, y se han notado por el contrario en su conducta rasgos de nobleza poco comunes: y sigue refiriendo los varios sucesos que, en todas las épocas de la revolución, han distinguido la conducta de este ilustre jefe. El Virrey habia hecho salir de México a principios de Diciembre, los caudales que estaban depositados en las casas de los conductores (30) de platas destinados a Veracruz, que ascendian a tres millones de pesos; como la escolta que conducia esta gruesa suma era tan corta que apenas era suficiente para custodiarla hasta Puebla, se temió mucho que el objeto era situarla en aquella ciudad y servirse de ella para los gastos que requeria la expedición que se intentaba contra Oaxaca, pues ya antes, en la junta de arbitrios convocada en México, se habia propuesto se echase mano de este dinero, salvo a devolverlo cuando hubiese ocasión de hacerla caminar a Veracruz. Desde Puebla se encargó la conducción del convoy al brigadier Olazabal, aunque por el mal éxito del que traia de Veracruz y perdió en Nopalucan, no era sin duda el jefe que mayor confianza podia inspirar para este género de operaciones (31). Los caudales que se conducian se aumentaron en Puebla hasta cuatro millones, y la salida de aquella ciudad se verificó el 2 de Enero de 1813. Hasta Perote no hubo tropiezo alguno en la marcha, pero instruido Olazabal de la posición que ocupaba Bravo en el puente del Rey, dispuso dejar el dinero encerrado en aquella fortaleza y adelantarse para hacer un reconocimiento, llevando sólo la tropa y víveres destinados a Veracruz. A la vista del puente dispuso Olazabal (el 14 de Enero) que una sección mandada por el mayor del regimiento de Zamora D. Manuel Menica, dando un largo rodeo, atacase por el camino de la Antigua la altura que domina el puente en la ribera izquierda del rio, mientras que los batallones de marina y Guanajuato, bajando por el camino real, auxiliaban la operación. Herido Menica al principio del ataque, tomó el mando de la sección el teniente coronel D. Pedro Otero, capitán de Guanajuato, y aunque condujo a sus soldados con gran bizarría hasta cerca de los parapetos del enemigo, tuvo que retirarse con pérdida. Los insurgentes entre tanto atacaron con su caballería por la espalda e izquierda el convoy que se extendia una legua, pero tuvieron que desistir habiendo sufrido alguna pérdida, y entre los muertos se contó el mulato Zuzúnaga, de acreditada valentía. Viendo Olazabal que le era imposible tomar el puente defendido con dos reductos en la ribera izquierda, otro en la derecha, y otro más en el segundo puente que está después del grande, habiendo perdido en el ataque al capitán de Guanajuato D. Tomás Haro con otros oficiales muertos y heridos y no poca tropa, regresó a Jalapa quedando Bravo dueño de la posición. Estas noticias causaron en el comercio de México grande inquietud, por la gran suma de dinero que estaba en riesgo (32). Volvió a salir Olazabal de Jalapa con la división de su mando y tres piezas, dejando en aquella villa todas las cargas, fingiendo seguir el camino real para repetir el ataque del puente; pero á la segunda jornada tomó sobre su derecha, en busca del vado de Apasapa a donde llegó el 26, y encontrándolo practicable, emprendió el paso del rio y logró situar sus tres piezas en la ribera opuesta y ocupar con la tropa de marina las alturas de Jacomulco. Dudosos los insurgentes del punto a donde se dirigia, y sospechando que su objeto era atacar a Huatusco y tomar el camino de Córdoba, abandonaron sus posiciones y Olazabal en once dias de penosa marcha por caminos fragosos, en los que muchas veces era necesario que los soldados llevasen a mano la artilleria, llegó por fin a Veracruz el 5 de Febrero. El 11 emprendió la marcha de regreso, dejando en aquella plaza ciento ochenta hombres del fijo y de tropa de la costa, y para reemplazarlos, sacó los piquetes que allí habian quedado de los regimientos españoles de Zamora, Castilla y Lobera, el batallón de Fernando VII y una compañía de dragones, que así como el referido batallón habian llegado recientemente de España. Bravo creyó que Olazabal se dirigía al vado del Pinillo y trasladó allá sus fuerzas para impedir el paso, con lo que siguiendo Olazabal el camino real, encontró desguarnecido el puente del Rey, y volvió por él a Jalapa. Como desde el mes de Agosto anterior no habia pasado correspondencia alguna de Veracruz a México, encontró Olazabal detenida en aquel puerto toda la que habia venido de España en este largo intervalo de tiempo, la que mandó a México desde Jalapa, escoltada por doscientos dragones y se recibió en aquella capital el 28 de Febrero. Con ella llegó la órden de la regencia de 16 de Septiembre, relevando del virreinato a Venegas a pretexto de necesitarse en España sus conocimientos militares, y nombrando para sucederle al mariscal de campo D. Félix Calleja (33). Habia este permanecido retirado desde que dejó el mando del ejército del centro, pues aunque fue nombrado comandante general de las provincias internas de Oriente, cuando estas se separaron de las de Occidente (34) no admitió este empleo. Su rivalidad con el Virrey era cada dia más conocida, y cuando esta parecia estar en el mas alto punto, repentinamente y sin otro antecedente, el Virrey lo nombró gobernador militar de México, (29 de Diciembre) dándolo a reconocer a la guamición por una orden del dia muy honorífica, y al mismo tiempo lo hizo teniente coronel de los cuerpos de realistas o patriotas de Fernando VII de la capital, que constaban de tres batallones de infantería, dos escuadrones de caballería, y una brigada de artillería. Posteriormente en 7 de Enero, habiendo tenido Venegas por conveniente suprimir la junta de seguridad que entendia en las causas de infidencia, sea porque habia venido a ser odiosa, o por ser opuesta a la constitución, substituyó a aquella una junta militar de siete individuos, oficiales de la mayor graduación, cuya presidencia confirió al mismo Calleja, debiendo asociarse a la junta el juez eclesiástico que el obispo nombrase en las causas de aquel fuero, con lo que quedó modificado en esta parte el célebre bando de 25 de Junio. En cada capital de provincia debia establecerse una junta semejante, sujetándose en sus procedimientos al reglamento que se les dió. Calleja, afecto a la exactitud de la disciplina y no menos a la pompa militar, introdujo la mayor puntualidad en el servicio de la plaza, y en el dia de Reyes de 1813, en que se celebraba la pascua de los militares, fue desde la casa en que habitaba en la calle de S. Francisco perteneciente al conde del Jaral, conocida con el nombre de Moncada (35), a felicitar el nuevo año al Virrey, acompañándole toda la oficialidad de la guarnición, compuesta de más de cuatrocientos individuos con brillantes uniformes, dando mayor ostentación a esta ceremonia, la concurrencia de las músicas de todos los cuerpos. Calleja se presentaba todos los dias a recibir del Virrey el santo y la orden del dia. Al hacerlo el 28 de Febrero, cuando ya habia recibido los despachos de Virrey, Venegas salió a recibirlo hasta el primer salón, lo felicitó por su nuevo empleo, y estuvo en seguida a visitarlo en su casa. Convenido el orden del ceremonial de la entrega del mando, y presentados los despachos al real acuerdo que dispuso se obedeciesen, mandando una comision de dos oidores a cumplimentar a Calleja a su casa, el 4 de Marzo a las nueve y media de la mañana, el ayuntamiento en coches, precedido de los maceros a caballo, fue a tomarlo en su alojamiento y lo acompañó hasta el palacio, siguiendo la comitiva las calles de Vergara, Tacuba, Empedradillo y plaza mayor, en las que estaba tendida la tropa de la guarnición; Venegas lo esperaba con todas las autoridades, en el salón principal, en el que le hizo solemnemente la entrega del bastón, y en seguida pasó el nuevo Virrey a la sala del real acuerdo, ante el cual prestó el juramento acostumbrado. Venegas dejó inmediatamente el palacio y se trasladó con su familia a la casa del conde de Perez Galvez, en la plazuela de Buenavista, en donde permaneció hasta su salida para Veracruz, que se verificó con una escolta el 13 del mismo mes (36). Calleja regresó a la casa de su habitación, acompañándolo el ayuntamiento por las mismas calles que habia ido. Las autoridades felicitaron en el mismo dia privadamente a la Virreina, y en el siguiente las recibió el Virrey en forma al besamanos en el palacio, al que se habia pasado en la noche. Todos estos actos se verificaron friamente y sin aplauso alguno. El nombramiento de Calleja era mal recibido por los mexicanos que temian su severidad, y no menos recelaban que acostumbrado a gastar con prodigalidad en sus expediciones militares, oprimiria con grandes contribuciones para sacar recursos en las circunstancias apuradas en que el pais se hallaba. Por el contrario, los ricos comerciantes españoles se prometian ver acabar pronto la revolución, pasando el gobierno a mano más vigorosa e inteligente; lo hacia esperar así el mismo Calleja, quien en sus conversaciones, atribuia la prolongación de la insurrección al desacierto de las providencias del Virrey, y estas especies comunicadas al comercio de Cádiz, que tanta influencia tenia entonces en el gobierno, fueron las que decidieron el relevo de Venegas, el cual experimentó la suerte que es común en los que mandan durante las grandes crísis. Aplaudido y admirado a su llegada;
considerado por los españoles como su libertador; fue después censurado según los diversos humores de los partidos; aborrecíanlo los insurgentes, porque habia impedido que se consumase la revolución; llamábanlo cruel y sanguinario, porque habia tenido que hacer uso de los medios de rigor que las circunstancias habian hecho indispensables; el clero sobre todo, lo detestaba, por haber atacado sus privilegios; los realistas por el contrario, le reprendian su demasiada benignidad; a ella y a la falta de plan en sus operaciones atribuian los progresos que la insurrección habia tenido recientemente, y de aquí resultó que no estando bien con ningún partido, todos, si no aplaudieron, vieron por lo menos con indiferencia su separación del mando. Juzgándolo ahora con la imparcialidad que el transcurso del tiempo y la variación de circunstancias permiten, la justicia exige que se diga, que fue hombre de grande integridad, mérito que le reconocen aún sus más acérrimos enemigos (37); no sólo no empleó ninguno de los medios abusivos de enriquecer introducidos por Iturrigaray, sino que ni aún recibió aquellos regalos autorizados por la costumbre (38), y así es que volvió pobre a España, necesitando que sus amigos le facilitasen auxilios para hacer el viaje. Asiduo en el trabajo, no descansaba en el despacho de los negocios ni en las horas más incómodas de la noche, sin tener nunca mas distracción que algún rato de paseo por la tarde; fecundo en recursos, los encontró para sostener los gastos de la guerra, pareciendo poseer el secreto de hacer salir soldados del polvo de la tierra, pues cuando nada habia, logró formar un ejército numeroso, y supo oponer divisiones de tropa a las cuadrillas de insurgentes que por todas partes se levantaban. Su resolución para lanzarse en la lucha desigual que se le presentaba, fue verdaderamente heróica, y cuando Hidalgo marchaba con ochenta mil hombres sobre México y que la población en masa se levantaba en donde quiera que aquel se acercaba, es menester creer que no aspiraba más que a una honrosa muerte, decidiéndose a oponerse a este torrente que todo lo arrebataba, con un puñado de hombres de cuya fidelidad podia tener tan poca confianza. Aún las debilidades que como hombre se le inculpan, las aprovechó en beneficio de la causa que defendia, y los insurgentes de México estuvieron siempre persuadidos que a esto debió el descubrimiento de la conspiración de Ferrer. No hay duda en que sin su oportuna llegada, España hubiera perdido estos dominios desde el año de 1808, apoderándose Hidalgo y sus compañeros sin dificultad de México y de todo el Reino. La guerra le dió poco lugar de consagrarse al desempeño de las atenciones ordinarias de su empleo, pero en cuanto pudo no las descuidó, tomando empeño en la conservación y propagación de la vacuna y en algunos ramos de policía, siendo indubitable que en circunstancias ménos funestas, habria sido uno de los mejores Virreyes que hubiera tenido la Nueva España (39). Vuelto a la antigua, se le dió el título de marques de la Concordia de Nueva España, harto mal acomodado sin duda al estado en que encontró y dejó el pais y al género de ocupaciones que en él tuvo, y los diversos gobiernos que se sucedieron en aquel reino lo trataron siempre con la consideración debida a sus servicios. Poco tiempo antes de la salida de Venegas del Virreinato, llegó a México el coronel D. Torcuato Trujillo, a quien aquel favorecia con particular predilección y quiso que lo acompañase a su regreso a España, lo que no pudo ser por haberlo detenido Calleja para contestar a los graves cargos que se le hacian, en las representaciones que contra él dirigieron el obispo electo Abad y Queipo y los cabildos eclesiástico y secular de Valladolid, a que habia dado lugar por su manejo no sólo sanguinario y tiránico, sino también poco puro en cuanto a intereses, por lo que dejó malos recuerdos de sí en aquella ciudad. Estos cargos no fueron debidamente examinados y Trujillo algún tiempo después marchó a España, dejando apoderado para contestar a ellos. En tiempo de guerra se suele atender más a las acciones bizarras que a la moralidad del individuo, y sin duda la memoria de la batalla del monte de las Cruces y de las defensas de Valladolid, hizo poner en olvido la conducta posterior de un hombre que habia salvado a México en el primero de estos sucesos (40). Acompañó a Olazabal en su regreso de Veracruz el obispo de Oaxaca Bergosa, electo arzobispo de México, que habia llegado a aquel puerto en su larga peregrinación por Tehuantepec y Tabasco, huyendo de Morelos. Detúvose a su tránsito en Puebla, para prestar los últimos auxilios al obispo de aquella diócesis D. Manuel Ignacio Gonzalez del Campillo, que falleció el 26 de Febrero. Este prelado, natural de la misma Puebla, único obispo americano de nacimiento que habia entonces en Nueva España, se manifestó siempre cordialmente adicto a la causa de la metrópoli, en cuya defensa publicó diversas pastorales, así como también la correspondencia que siguió con Rayón y con Morelos tratando infructuosamente de convencerlos, y gastó grandes sumas tanto de su renta episcopal como de su iglesia. Su celo fue premiado con la gran cruz de Cárlos III y obtuvo la amistad y confianza de Venegas. Su consagración se hizo antes de la guerra, en Tehuacán, en 2 de Septiembre de 1804, con toda la magnificencia propia de la prosperidad que entonces habia; consagróle el mismo obispo Bergosa, en cuyas manos murió. Fue su secretario el Dr. D. Francisco Pablo Vazquez, que estaba destinado a ocupar su lugar andando el tiempo y a hacer un papel tan principal en la iglesia mexicana. Terminado lo que debia a la amistad y al puesto que el difunto ocupaba, siguió el arzobispo electo a México, en donde hizo su entrada el 13 de Marzo, el mismo dia en que Venegas salió para Veracruz. Los cabildos eclesiástico y secular lo recibieron en la parroquia de Soledad de Santa Cruz, desde donde lo acompañaron al palacio real a hacer la visita de costumbre al Virrey, y de allí pasó al suyo, en el que lo esperaban para felicitarle por su llegada las autoridades y personas de distinción, y en seguida, segín el ceremonial establecido, fue a visitarlo el Virrey, quedando con esto variadas en los mismos dias, las autoridades principales política y eclesiástica. Notas (1) Véase Alamán, Lucas, Las Cortes de Cadiz y la tercera campaña de Morelos, Capítulo IV, México, Biblioteca Virtual Antorcha, Marzo de 2010, Captura y diseño, López, Chantal y Cortés, Omar. (2) Ibid. Todo lo relativo a la expedición de Ixmiquilpan y sus incidentes, lo he tomado del diario del secretario de Rayón y de Bustamante, Cuadro histórico, tomo 2°, fol. 235 y siguientes. (3) Tomo segundo, folio 230. (4) Véase la intimación y su contestación en la Gaceta de 27 de Octubre de 1812, tomo 3°, núm. 307, fol. 1127, en que está el parte de Casasola. Dicha intimación ha sido publicada también por Bustamante, Cuadro histórico, tomo 2°, fol. 236. (5) Bustamante, Cuadro histórico, Tom. 2°, fol. 237. atribuye la retirada de Rayón a haher recibido un correo llamándolo para una conferencia que debia tener en Tultenango con los enviados del Virrey, de que después se hablará. Mucho error hubiera sido abandonar un triunfo seguro por este motivo, además de que Correa, en su informe publicado por el mismo Bustamante, atribuye el mal éxito de la empresa a la falta de cooperación de Villagrán y retirada precipitada de su tropa, lo que también dice el secretario de Rayón. Este no tomó el camino de Tultenango. como lo habria hecho si aquel hubiese sido el motivo de la retirada, sino que se dirigió á Huichapan. lo que lo alejaba de Tultenango. Lo cierto es que habiendo encontrado mas resistencia que la que creia, y viendo la mala fé de Villagrán. temió ser envuelto y derrotado, cuando llegasen los auxilios de otros pueblos y por esto se retiró. (6) Era Martinez cuñado de Rayón y tenia el grado de mariscal de campo. (7) Morelos en carta a Rayón, fecha en Oaxaca en 31 de Diciembre de 1812, después de manifestarle los pasos que desde el sitio de Cuautla habia dado para reducir a los Villagranes que solo habia contestado con pretextos, como los demás del Norte, agrega: Parece que están de acuerdo en todo el recinto desde Villagrán hasta Osorno, y aunque este último se inclina a obedecer, pero sus satélites lo trastornan, y es necesario irlos poniendo con la mano, como el arquitecto las piedras de un cerramiento. Así se los tengo prometido, y entiendo que han de orejear si ponemos en planta las disposiciones que V. E. me apunta, y será menos malo dejarlos que hagan boruca por su rumbo, instándoles siempre a que llamen la atención a México, mientras hacemos negocio. En carta de 15 de Enero de 1813, le dice: Ya dije a V. E. en mi anterior mi parecer acerca de los Villagranes, y quedo impuesto en la última doctrina de estos. No hay mas que desaparecer a los infames por los más mejores trámites, pero Osorno no ha de hacer cosa, y es necesario aguardar mejor lance. (8) La ha publicado Bustamante, Cuadro histórico, tomo 2°, fol. 315, y está tan falta de sentido comun como las comunicaciones de Rayón a Morelos sobre la fragata Aretusa. (9) Solo Bustamante habla de estas negociaciones y de él copio todo lo relativo a ellas, pues el secretario de Rayón nada dice de esto en su diario. (10) Véase el parte muy pormenor de Iturbide en la Gaceta de 7 de Enero de 1813, tomo 4°, núm. 342, fol. 25 y en la siguiente, de la que se ha tomado esta descripcion. Tengo también a la vista la instrucción dada por Iturbide a los comandantes de los destacamentos que debian verificar el ataque, y el plano de la isla formado por el teniente de Toluca D. Francisco Gonzalez de Terán, dedicado al padre de Iturbide. (11) Parte de García Conde, en las Gacetas citadas. (12) D. Carlos Bustamante dice de este eclesiástico, que era subdiácono y que siempre admiró en él buenas disposiciones para puntear una guitarra y divertir un estrado de damas, pero que no tenia otras. Cuadro histórico, tomo 2°, fol. 246. (13) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 2°, f. 295, no halla como combinar la relación que el Dr. Cos hizo de su ataque a Guanajuato, con el parte del intendente Marañón, inserto en la Gaceta de 22 de Febrero de 1813, núm. 364. Esta misma dificultad ocurre siempre que se quieren combinar las relaciones de los jefes insurgentes, casi siempre falsas, con las de los realistas en que hay exageraciones grandes, pero los hechos son ciertos. (14) Véase para la campaña de Verdusco a Bustamante, Cuadro histórico, tomo 2°, fol. 239 y siguientes y las Gacetas que se citarán. (15) Partes de Negrete, Gaceta de 2 de Enero de 1813, núm. 340, fol. 11. (16) Gaceta de 5 de Enero, n. 341, f. 20. (17) Refiere Bustamante, Cuadro histórico, t. 2°, fol. 241, que Verdusco aquella noche hizo le tocasen una vihuela y cantasen boleras, y en la mañana siguiente se entretuvo en torear un carnero mocho en el patio de la hacienda. Esto prueba bastante el carácter insubstancial, frio y apático del hombre. (18) Véanse los partes de Linares, Gaceta de 20 de Febrero y 6 de Marzo, números 363 y 369, fol. 203 y 248. Bustamante, Cuadro histórico, tomo 2°, fol. 242. Todo lo confirma Linares en la exposición de sus servicios hecha al Virrey, que tengo manuscrita. (19) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 2°, fol. 243. (20) Gaceta