Índice de Desde el ataque de Valladolid y batalla de Puruaran hasta la mitad del año 1815 de Lucas Alamán | Capítulo primero | Capítulo tercero | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Desde el ataque de Valladolid
y
la batalla de Puruaran
hasta la mitad del año 1815
Lucas Alamán
CAPÍTULO SEGUNDO
Estado de la revolución después de la batalla de Puruaran.- Distribución de las tropas reunidas en Valladolid.- Salida de un gran convoy para Veracruz.- Personas que fueron en él.- Convoyes del interior y de Tampico.- Comercios de los comandantes.- Estado de Oaxaca y de su provincia.- El canónigo Velasco.- Rivalidades entre Rosains y Rayón.- Anarquía en la provincia de Veracruz.- Marcha a ella Rosains.- El coronel Alvarez derrota a Rincon en la barranca de Jamapa.- Invaden los realistas a Oaxaca.- Ocupación de Villalta.- Entra Dambrini con los goatemaltecos en Tehuantepec.- Marcha Alvarez a Oaxaca.- Su entrada en aquella ciudad.- Individuos indultados.- Causas de la pérdida de Oaxaca.- Estado de Oaxaca después de su reconquista.- Providencias con los indultados.- Operaciones en las riberas del Mescala.- Prisión y muerte de D. Miguel Bravo.- Marcha Armijo a Acapulco.- Abandona Morelos aquella plaza y hace quemar la población.- Toma del Veladero por Armijo.- Invaden los realistas los pueblos de la costa grande.- Manda Morelos degollar a los prisioneros españoles.- Sucesos de Galiana en la costa grande.- Su muerte.- Morelos en el campo de Atijo.-Calabozos subterráneos en que encierra a los eclesiásticos.- Estado de la revolución en la costa del Sur.- Entero complemento del plan de Calleja y su manifiesto.
Desbaratado Morelos en Valladolid y en la marcha retrógrada que hicimos, dice el Lic. Rosains en la Relacion histórica, de lo que le aconteció como insurgente, desapareció la fuerza, se perdió la opinion, se dividieron los pareceres del congreso, chocaron los poderes legislativo y ejecutivo; apoderados entonces los hombres sin conocimientos de las riendas del mando militar, faltó una fuerza preponderante que los contuviera, y cada cual se demarcó un territorio, se hizo soberano de él, señaló impuestos, dió empleos, usurpó propiedades y quitó vidas; hirvieron las pasiones, se confundió la libertad con la licencia y el libertinaje, y el pais insurreccionado se volvió un caos de horror y de confuslOn, en el que sólo podia mantener al hombre de bien, el poderoso estímulo de su honor. Aunque pudiera decirse que antes de la batalla de Puruaran, el estado de la revolución era muy semejante al que con tanta verdad pinta Rosains en estas líneas, nú hay duda en que después de aquel suceso, se desvaneció hasta la apariencia de algun orden que la autoridad de Morelos le habia dado, sin que por esto se calmase el movimiento convulsivo que el país experimentaba, el que sostenido por la misma anarquía, contaba con tantos focos cuantos eran los jefes que se habian hecho del mando aisladamente en cada punto, a los cuales era menester combatir recobrando el terreno en que la revolución se habia establecido más sólidamente, y este fue el objeto de Calleja, de cuyas disposiciones vamos a seguir ocupándonos. Las victorias que acababan de ganar las tropas del gobierno, hicieron innecesario que permaneciesen unidas las fuerzas que habian concurrido a combatir contra todo el poder de Morelos en Valladolid. Las que mandaba Llano, que conservaron el nombre de ejército del Norte, se emplearon en cubrir aquella parte de la provincia de Michoacan que confina con las de México y Guanajuato, teniendo su cuartel general en Maravatío y después en Acámbaro; en Valladolid no quedó más que su guarnición, dependiente del mismo ejército del Norte, e Iturbide volvió al bajío, habiendo hecho un viaje a la capital para concertar con el Virrey el plan de sus operaciones (1). Tampoco era ya necesaria en México la división que el coronel Aguila habia conducido, por lo que el Virrey mandó volviese a Puebla escoltando un gran convoy que dispuso saliese para Veracruz. El 21 de Enero se pusieron en camino para aquella plaza y Puebla ochenta y siete coches con pasajeros, multitud de estos a caballo, mas de siete mil mulas cargadas con cinco millones de pesos y cantidad grande de efectos del pais (2). Los exorbitantes fletes que se pagaron, prueban las dificultades que habia para caminar en aquel tiempo; cada coche se ajustó en seiscientos pesos, quedando libre para el alquilador el regreso que era de mayor cuantía, pues dejando las cajas en Veracruz, cargaban en los juegos fardos de efectos, cuya conducción se pagaba a precios excesivos. En este convoy salieron el oidor D. Manuel de la Bodega, nombrado ministro de ultramar; el mariscal de campo D. Nemesio Salcedo, que se retiraba a España, habiendo sido por mucho tiempo comandante general de provincias internas, en las que habia formado un grueso caudal; D. Jacobo de Villa Urrutia, a quien se le obligó contra su voluntad a ir a desempeñar su empleo de oidor de Sevilla, y otras muchas personas distinguidas. Ademas de ellas, la víspera de la marcha, Calleja dió orden para que fuese a las cortes como diputado por la provincia de Guanajuato, el magistral de la catedral de México Dr. D. José María Alcalá. Era este eclesiástico hombre de grande consideracion e influjo; en las
elecciones populares, en las que siempre era nombrado elector, todo lo dirigia y a él se atribuia la entera exclusión que en ellas se habia hecho de los españoles europeos. Mucha fue pues la sorpresa e indignacion que manifestaron todos los que en México eran conocidos con el nombre de insurgentes vergonzantes, que eran todos aquellos que sin declararse abiertamente por la revoTución, la favorecian ocultamente, cuyo jefe era reputado ser Alcalá. Ofendíalos especialmente, el que en la orden para su salida se dijese, que esta providencia se tomaba por convenir así para la quietud pública, pero aunque se movieron todos los resortes posibles para que fuese derogada, Calleja, que habiendo triunfado de los insurgentes en la campaña estaba decidido a combatirlos en lo interior de las poblaciones, se mantuvo inflexible y todo lo que pudieron obtener Alcalá y sus amigos, fue que se le diesen cuatro dias más para disponer su viaje, saliendo con ei alcance al convoy que debia conducir la correspondencia para España (3). Igual orden se dió al Lic. D. Manuel Cortazar, promotor de la intendencia de México, nombrado también diputado por Guanajuato, agente muy activo de los insurgentes, y que' habia coadyuvado a la evasión de varios individuos de la capital. Ambos marcharon con una escolta a incorporarse al convoy; Alcalá permaneció en España hasta el año de 1823 que murió en Madrid, sin admitir la propuesta que se le hizo de darle una canongía en alguna de las catedrales de la península, en cambio de la que tenia en México; Cortazar regresó a su patria después de la independencia, y siguió sirviéndola con el mismo empeño hasta su muerte, acaecida en 1846. En el tránsito a Puebla ocurrió una desgracia lamentable: varios pasajeros a caballo impacientes de las molestias de tan lenta caminata, creyendo que no habia riesgo en lo que restaba que andar hasta aquella ciudad, se adelantaron desde Rio frio, y fueron muertos por los insurgentes, quedando los cadáveres colgados en los árboles del camino por donde habia de pasar el convoy. Este tuvo que detenerse en el puente de Texmelucan, entre tanto que la tropa de la escolta despejaba las alturas que lo dominan, de los insurgentes que se presentaron en ellas, con lo que entró de noche y en mucho desorden en el pueblo de S. Martin. En Puebla permaneció algunos dias, para hacer un reconocimiento del camino a Jalapa, a donde llegó el 14 de Febrero, y en esta villa hubo nueva detención, por no creerse suficiente la escolta que lo habia acompañado desde Puebla a las ordenes del teniente coronel D. Saturnino Samaniego, comandante del batallón de Guanajuato, pues eran muchas y numerosas las partidas que infestaban la provincia de Veracruz, aunque sus jefes estaban discordes entre sí. Puesto otra vez en marcha, fue atacado en el paso de S. Juan, habiendo cojido los insurgentes, mandados por el guerrillero José Antonio Martínez, algunas cargas y entre ellas los equipajes del ministro Bodega y de Borbón, fiscal que habia sido de real hacienda de la audiencia de México, los cuales se distribuyeron entre sí (4), el que tenia título de intendente Aguilar, y el mismo Martinez, quedando en poder del primero un baul de Bodega, en cuyo fondo llevaba ocultas mil onzas de oro y las alhajas de su esposa, que vaiian cuarenta mil pesos; perdió ademas Bodega muchos papeles interesantes, y entre ellos las representaciones de varios individuos de México contra Calleja a cuyo conocimiento llegaron habiéndose divulgado entre los insurgentes (5), sin haberse podido recobrar cosa alguna, aunque salió de Veracruz para procurarlo un sujeto enviado por una de las casas, que por su comercio estaban en relación con los insurgentes, y ofreció una suma considerable por los papeles y alhajas cojidas. Hasta Veracruz en donde el convoy entró el 22 de Febrero, no hubo otro accidente notable, habiéndose encontrado abandonado por los insurgentes el Puente del Rey. A su regreso tuvo Samaniego diversos reencuentros con las partidas esparcidas en el camino, y se perdieron algunas mulas cargadas (6). El Virrey dispuso que todo el cargamento quedase depositado en Puebla, entre tanto que las mulas que lo conducian iban a Orizaba a traer cuatro mil quinientos tercios de tabaco para la fábrica de cigarros; con este nuevo retardo no volvió a México hasta el 14 de Abril, siendo enormes los costos con que se recargaron en tanto tiempo los efectos que condujo. En el mismo intervalo habian entrado en la capital dos convoyes del interior, que no sólo proveyeron a sus consumos con la gran cantidad de víveres y otros efectos de la agricultura del pais que condujeron, sino que también llenaron el vacío que dejaba en la circulación de numerario la extracción que de este se hacia por los convoyes de Veracruz, con el considerable número de barras de plata, tanto del gobierno como de particulares que en elios vinieron (7). La división estacionada en Tula y Jilotepec a las ordenes de Ordoñez, habia facilitado mucho el paso desde Querétaro, y la mayor dificultad y riesgo consistia en el tránsito hasta aquella ciudad. Habíase abierto otra via de comunicación con la costa, por Tulancingo y la Huasteca a Tampico, y por ella llegaron a México varios convoyes, escoltados por tropas de las guarniciones de Tulancingo y Pachuca; más como sólo se aprovechaban de ellos, la casa de Murfi y otras pocas, esto excitó la rivalidad de las demás, corriendo la voz de que Calleja, cuya reputación no era inmaculada en materia de intereses, tenia parte en este comercio, y aun se dijo que para asegurar el ventajoso expendio de los efectos conducidos por uno de estos convoyes que entró en México el 31 de Marzo, se mandó detener en Puebla el convoy de Veracruz, a pretexto de mandar las mulas a Orizaba por tabaco, y que por dar escolta suficiente a aquel, se habia desguarnecido a Pachuca, en cuyo mineral entraron los insurgentes y lo entregaron al saqueo, no habiendolos ilegado a tiempo el auxilio enviado de México. Este ejemplo fue seguido por muchos comandantes y jefes militares, y los abusos que con esta ocasión se cometieron, contribuyeron no poco a prolongar la revolución. El mismo Iturbide, que habia adquirido tanta gloria en la campaña, la empañó entregándose a este género de tráfico, y cuando regresó a Guanajuato, después de concertar con el Virrey los planes para la pacificación de aqueila provincia, llevó consigo un cargamento de azogue y otros artÍculos de consumo de las minas, dejando establecidas sus relaciones en la capital, para continuar el giro lucrosísimo de llevar estos y otros efectos que vendia muy caros, recibiendo su importe en plata pasta al precio ínfimo de cuatro y medio pesos el marco, a que los mineros se veían obligados a realizarla por escasear mucho el numerario, pudiendo Iturbide como comandante, retardar la llegada de los convoyes segun le convenia, de donde resultó la ruina de aquella minería y gravísimos perjuicios al comercio como veremos a su tiempo. Para dar Calleja entero complemento a su plan de operaciones y sacar de la batalla de Puruaran todas las ventajas que debia producir, le faltaba recobrar a Oaxaca y su provincia y hacerse dueño de la fortaleza de Acapulco. Aunque Morelos conociese toda la importancia de la primera, como en otro lugar hemos visto (8), no supo aprovechar los recursos que era susceptible de ministrar, ni tomar las medidas convenientes para su conservacion y defensa. El partido realista no sólo se habia mantenido sino aumentado por el descontento que causaban las providencias del gobierno insurgente; fomentábanlo los dos canónigos D. Jacinto Moreno y Bazo, que habia sido maestro de gramática latina de Morelos y el Dr. Vasconcelos (9) para impedir el daño que estos dos eclesiásticos hacian al partido independiente, comisionó Morelos desde Chilpancingo, antes de su marcha para Valladolid, para prenderlos y hacer que saliesen de la provincia, al canónigo Velasco, a quien no habia querido nombrar diputado como con empeño lo soiicitó, y deseaba apartarlo de sí mirándolo con desprecio. Velasco llevó en su compañía al mariscal de campo D. Juan Pablo Anaya, y desempeñó su comisión obligando a los dos canónigos a retirarse el uno a México y el otro a Puebla, con lo que en vez de remediar el mal se aumentó, teniendo por su medio el gobierno seguros y circunstanciados informes del estado de la provincia, y estableciéndose una correspondencia directa con los descontentos en ella por medio del cura Senande, de Teotitlan del Camino, y del que lo era de Timatlan, Mejía. El mando de la provincia, por haber salido a Tehuacán D. Benito Rocha que lo obtenia, a cubrir aquel punto con la poca gente que quedaba del regimiento de Orizaba por orden de Morelos, cuando este marchó hácia Valladolid, habia recaido en el cura de Songolica, brigadier D. Juan Moctezuma, hombre entregado al juego y a las disipaciones, el cual habia dejado disolverse el regimiento de caballería de los Valles que D. Carlos Bustamante habia organizado, y descuidándolo todo, se contentaba con hacer frecuentes discursos a los soldados y al pueblo, que terminaba con la aclamación de viva la Vírgen de Guadalupe. Velasco, concluida su comisión, habia permanecido en Oaxaca, abandonándose con el subdiácono Ordoño a la vida más licenciosa, y tanto él como Anaya tenian cada uno su escolta, haciéndose tratar con la pompa de generales. Todos estos desordenes, que causaban mucho escándalo en una ciudad en aquel tiempo muy morigerada, unidos al inconveniente de la circulación de la moneda de cobre establecida por los insurgentes, habian hecho llegar en Oaxaca el disgusto al más alto punto entre todas las clases de la sociedad. Acaecieron entonces los desastres de Morelos en Valladolid y Puruaran y llegó a Huajuapan D. Ignacio Rayón, nombrado por el congreso para entender en la defensa de aquella provincia, el cual sin pasar a la capital, despachó a ella al canónigo S. Martin que lo habia acompañado desde Chilpancingo, para que le mandase armas y municiones y además sesenta zurrones de grana que allí habia, con el fin de hacerse de recursos para la tropa que, bajo la dirección de D. Manuel Terán, habia comenzado a organizar en aquel punto (10). Ocurrieron luego a Rayón los cabildos eclesiástico y secular, exponiendo los excesos escandalosos de Velasco y pidiéndole que lo apartase de allí, por lo que dió orden a S. Martin para que procediese a prenderlo, así como también a Ordoño. S. Martin dispuso ejecutar la prisión en la misma casa de juego a la que Velasco concurria todas las noches, y pidió para ello auxilio de tropa al comandante Moctezuma, quien se lo dió, pero dió también aviso de lo que pasaba a su amigo Velasco, y este se hizo acompañar por su escolta y la de Anaya, que distribuyó en las ventanas de la casa para defenderla. En esta sazon se presentó a caballo S. Martin con la gente que lo acompañaba y empezó un tiroteo entre esta, colocada en la acera de enfrente y la escolta de Velasco; pero habiendo entrado sable en mano en la casa el comandante Montes de Oca, se hizo de la persona de Velasco, a quien llevó preso al convento de Santo Domingo. En el acto de conducirlo, un hombre desconocido se arrojó sobre S. Martin con el sable desenvainado; el canónigo quitándose el golpe, empezó a llamar a voces a un hombre de confianza que le acompañaba, cuyo nombre era España; el asesino corrió gritando con este motivo, ahí están los gachupines, y fue a caer muerto de un balazo cerca de la guardia de Santo Domingo, la cual sacó la artillería para ponerse en defensa, creciendo en la ciudad con esto el desorden hasta un grado que fue dificil calmarlo. S. Martin mandó preso a Velasco para ponerlo en manos de Rayón en Huajuapan, pero se evadió en el camino con el oficial de la escolta que lo custodiaba. Poco después de haber llegado Rayón a Huajuapan, se presentó en Huamantla Rosains, nombrado como hemos dicho, por el congreso para ejercer el mando superior en todas aquellas provincias del Oriente; pero se halló con que Rayón que tenia la misma comisión y Perez nombrado por el congreso intendente de Puebla, habian circulado ordenes para que no se le reconociese ni auxiliase, considerándolo como prófugo de la acción de Tlacotepec (11). Rosains hizo saber su nombramiento a Rayón, mandándole cópia de sus despachos, más este contestó con una orden imperiosa para que aquel se le presentase y el oficial Fiallo, a quien envió para que hablase con Rayón, tuvo que ponerse en salvo, para evitar que este lo mandase poner en prisión. En vano Rosains comisionó al Lic. Argüelles para que fuese a tratar con Rayón; en vano solicitó y tuvo una conferencia con Perez en S. Andrés Chalchicomula; Rayón permaneció inflexible y resuelto a sostener su autoridad. No hacia consistir esta en el nombramiento o comisión del congreso, sino en el título que tenia de ministro universal de las cuatro causas, que le habia sido dado por Hidalgo y Allende desde el año de 1810; en suponer existente la junta de Zitácuaro de que habia sido presidente y de la que el congreso no era más que una ampliación, lo que le autorizaba a usar el sello de aquella junta; y por último, en que siendo capitán general y Rosains sólo teniente general de muy reciente nombramiento, no podia estarle sujeto (12). Establecida de este modo la competencia entre ambos, las consecuencias fueron las mas funestas. Antes no se conocian más que dos partidos, dice el general Terán (13), y todo el que no era realista era amigo, con cuyos esfuerzos se podia contar para la comun empresa; pero después de abierta la escena de la anarquía, no se alcanza hasta dónde llega el número de los enemigos, ni se sabe cuál es su lugar. Un oficial subalterno que quiere obtener ascenso no tiene mas que matar ó sorprender á su jefe y llevarlo al otro lado de los competidores, seguro de ser premiado y de que su presa sufrirá la muerte. La palabra traidor se aplica por todas partes, y sin que se pueda adivinar el motivo, servicios prestados de buena fé a la causa de la patria, son reputados por crímenes de perfidia. El compás con que se representa todo esto, por supuesto lo dan los realistas: estos llaman rebeldes, cabecillas y alzados a los insurgentes; pues así llamaremos á nuestros rivales; aquellos tienen la barbárie de pasar por las armas a los prisioneros que hacen; pues no esperen otra suerte los que no se han apresurado a venir a engrosar este bando desde el primer llamamiento. Si se inquiere el orígen de todo esto, ya está dicho: dos generales enviados sobre un mismo pais simultáneamente, y el segundo de ellos, Rosains, encargado, segun decia, de contrarrestar por todos medios al primero. Hasta aquí el general Terán, y la pintura que hace de los efectos que produjo la rivalidad declarada entre Rosains y Rayón, nada tiene de exagerada, como veremos por los sucesos que voy a seguir refiriendo. Desengañado Rosains por los avisos de Argüelles de que no podia esperar reconciliación alguna con Rayón, ni aun proceder de acuerdo en ningún caso, pues no aceptó la propuesta de atacar juntos al convoy que volvia de Orizaba con tabaco; desconfiando de Osorno, cuyas ambiguas disposiciones quiso sondear por medio de Victoria, y amenazado en S. Andres por los realistas, resolvió dejar a su rival la provincia de Puebla y pasar a la de Veracruz, con el intento de poner algún orden reprimiendo la anarquía que en ella era completa. Tenia el titulo de comandante general D. Mariano Rincón, nombrado por Morelos desde que marchó a Valladolid D. Nicolás Bravo; pero el congreso habia conferido el empleo de intendente, por recomendación del cura de Coscomatepec, Ames, a D. Joaquin Aguilar que habia sido guarda del tabaco, y habia prometido dentro de seis meses medio millón de pesos y la toma de Veracruz. Este pretendió ejercer también el mando miiitar, por lo que chocó con Rincón, y Rosains, en virtud de su autoridad superior, nombró para la misma comandancia al coronel D. Antonio Vazquez Aldana, que habia acompañado desde Chilpancingo a Rayón, el cual le habia dado el grado de brigadier. Rosains no recibiendo ni áun respuesta de Vazquez Aldana, envió a Huatusco al Dr. D. José Ignacio Couto para que tratase de conciliar a Aguilar con Rincón; pero no habiendo producido este paso el resultado que se deseaba, Aguilar fue a S. Andrés en busca de Rosains, para que con su presencia remediase tantos males, lo que lo decidió a pasar a Huatusco (14). Algún tiempo antes subió de Jalapa, en donde tuvo no pocas y desagradables contestaciones sobre víveres y bagajes con el ayuntamiento, el coronel D. Melchor Alvarez con su batallón de Saboya, llegado de España en el año anterior y se situó en S. Andrés Chalchicomula, lugar colocado entre los caminos de Jalapa y Orizaba, que ocupaban alternativamente uno y otro partido. Segun solían hacerlo frecuentemente los insurgentes, Andrés Calzada, segundo de Arroyo, se acercó al pueblo (7 de Enero) con una guerrilla de caballería a insultar a los realistas que estaban en él; Alvarez destacó para perseguirlo algunas partidas y salió él mismo con una de ellas, y habiéndose encontrado con Calzada, estuvo a punto de ser cojido por este y recibió una herida en la cabeza, cuya señal le quedó toda su vida (15). Pasó de allí Alvarez a Orizaba, y el 20 de Enero derrotó en la barranca de Jamapa a Rincón, apoderándose de las trincheras que para defender el paso tenia construidas, y destruyó en Huatusco la fábrica de cañones y municiones que el mismo Rincón habia formado allí (16); Rosains, que llegó a estos lugares un mes después, hizo restablecer las trincheras en Jamapa, punto que vino a ser muy importante por su posición y fácil de defensa y fue el teatro de diversas acciones de guerra, que iremos refiriendo. Para organizar la división que habia de marchar a Oaxaca, el Virrey hizo subir a Tepeaca a Alvarez, con cuyo batallón y otras fuerzas que allí se reunieron, se formó un cuerpo de unos dos mil hombres de todas armas; más para asegurar el efecto, precedieron otros movimientos en la circunferencia de aquella provincia. Desde Diciembre del año anterior, el comandante de Alvarado y Tlacotalpan en la costa de Sotavento de Veracruz D. Juan Topete, habia hecho ocupar por el capitán Vallecillo el pueblo de Tuxtepeque, perteneciente á la provincia de Oaxaca (17) y en Febrero siguiente el subteniente Murillo despachado por el mismo Topete, llegó hasta Villa-alta con una corta división, a cuyo subdelegado cojió; como tambien a un jefe llamado Pedro Flores, con el que volvió a Tlacotalpan en donde fue fusilado (18). Murillo en su marcha hasta aquel punto tan avanzado en el interior de la provincia, no sólo no encontró resistencia, sino que en todas partes fue bien recibido, manifestándose los habitantes muy deseosos del restablecimiento del gobierno real. Por el Sur, Dambrini, derrotado en el año anterior por Matamoros en Tonalá, volvió a presentarse con los guatemaltecos ocupando a Tehuantepec, y en la Costa Chica, Reguera, no sólo habia extendido la reacción realista en toda ella, sino también en la Mixteca baja. El Virrey entonces hizo mover las tropas reunidas en Tepeaca, cuyo mando debia haber tomado el general del ejército del Sur, brigadier D. Ramón Diaz de Ortega; pero impedido por alguna causa accidental, se dió al coronel Alvarez, a cuya retaguardia marchaba otra sección, bajo las ordenes del coronel del batallón de Castilla D. Francisco Hevia, compuesta de su mismo cuerpo, ciento veinte dragones de México y un cañón de a cuatro. Ortega dirigió a los soldados una proclama el 10 de Marzo, diciéndoles que iban a entrar en una provincia fiel al rey y cuyos habitantes debian ser tratados como amigos, amenazando que seria castigado con rigor cualquier exceso contra la disciplina (19). Alvarez según las instrucciones que se le dieron, tomó el camino de la Mixteca y al acercarse a Huajuapan, Rayón que se hallaba en aquel punto, lo abandonó retirándose con poca fuerza, compuesta del cuerpo de infantería organizado por Teran, el regimiento de Orizaba en cuadro que mandaba Rocha y lo poco que quedaba del regimiento de Nuestra Señora de la Luz, a Tehuacán, en donde se le unió D. Carlos Bustamante que volvia de Oaxaca. Hevia continuó en seguimiento de Rayón con su sección prevenida al efecto, pues estaba previsto que este se retiraria y Alvarez siguió su marcha a Oaxaca, sin encontrar el menor contraste, siendo recibido en triunfo en todos los lugares del tránsito, y aunque no habia motivo alguno para pensar que se tratase de hacer resistencia en la capital, que habia sido abandonada por la poca gente armada que en ella habia, al aproximarse a la ciudad hizo al que mandaba las armas una intimación tan extravagante, que sólo puede compararse a la que Morelos dirigió al comandante de Valladolid (20). Dice así (21); Las armas invencibles del soberano más amado de todos los habidos en Europa, Fernando VII, rey de ambas Españas, marchan a mis ordenes para la reconquista de esta provincia; no he tenido la menor oposición a mi entrada; vuestros facciosos compañeros como Rayón y otros, han huido aun antes de presentarse a nuestra vista; marchan fugitivos y errantes por los montes, entierran la artillería que ha caido en manos de una sección que envié a perseguirlos. Vuestro nominado generalísimo ha sido batido y derrotado, como vos no ignorais, en todas cuantas acciones ha tenido (huyendo sin amparo), con las tropas de S. M. Ningún recurso os queda, más que el entregaros a discreción; más si tenaces en vuestro ridículo capricho tratais de defenderos, vivid persuadidos que mis tropas son aguerridas, que sereis sumergidos; quizá cuando imploreis el perdón será tarde. La menor gota de sangre que se derrame en esa ciudad de mis tropas, correrán por ella arroyos vuestros; el menor insulto a cualquiera habitante, lo castigaré con el último suplicio. Estais amenazados por todos los puntos, no lo ignorais; pensad con reflexión lo que haceis. Aguarda vuestra contestación, teniendo el honor de saludaros. El general en jefe, gobernador intendente de la provincia de Oaxaca. Otra comunicacion semejante dirigió al ayuntamiento, llamando a los regidores padres de la patria, previniéndoles la conservación de la tranquilidad y el orden, y haciéndolos responsables de ello; y otra, todavía más insensata, si cabe, al cabildo eclesiástico. Comienza con estas palabras: Escribo a V. SS. a la frente de una división de tropas invencibles de S. M. Fernando VII, que han confundido el orgullo de Napoleón; tropas, que si fuera a contar sus victorias, no habria guarismo; tropas, que con sólo su nombre, huyen los miserables insurgentes. Como el comandante y los pocos soldados que tenia habian huido, contestó D. Luis Ortiz de Zárate, militar antiguo retirado y muy adicto a la causa real que habia tomado provisionalmente el mando, asegurando que las tropas reales no sólo no encontrarian resistencia, sino que serian recibidas con aplauso; lo mismo dijeron los cabildos secular y eclesiástico, que calificaron la intimacion de apreciable y por todos títulos satisfactoria, nombrando cada corporación dos comisionados que saliesen a encontrar al general, instándole para que apresurase su entrada. Esta se verificó el 29 de Marzo, y fue tal el aplauso con que fue recibido, que el mismo Alvarez asegura que no se habria hecho más con el soberano; rebosaba la alegría en el semblante de todos; todo fue vivas y aclamaciones, ramos, flores y mixturas tendidas por las calles, y voces no interrumpidas de viva el rey, viva España, viva nuestra amada patria, vivan nuestros libertadores, mueran los insurgentes (22). Los dos cabildos recibieron a Alvarez y sus tropas en el puente de la Soledad, y también salieron a encontrarlo porción de damas vestidas de blanco, que llevaban coronas de flores para ofrecerlas al comandante y a sus oficiales, miéntras otras presentaban vasos de aguardiente a los soldados. Todo fue júbilo, repiques de campanas y otras muestras de alegría, y todo manifestaba lo cansados que aquellos habitantes habian quedado de la dominación de los insurgentes en los diez y seis meses que habia durado. Los que de estos salieron de la ciudad al acercarse Alvarez, fueron burlados y apedreados por el populacho, y habiendo tomado el camino de la sierra para salir a Songolica, fueron asaltados en Chiquihuitlán por Murillo y las tropas realistas de Tlacotalpan, las cuales hicieron prisionero al coronel Mellado y a otros, que todos fueron fusilados por orden de Alvarez (23). El canónigo Velasco se presentó a este antes de su entrada en Oaxaca, solicitando el indulto que se le concedió a reserva de la aprobación del Virrey, y para hacerse más merecedor de él, publicó un manifiesto el 8 de Abril (24), en que pinta a sus antiguos compañeros y en especial a Rayón, con tan negros colores, que se tuvo más bien por un libelo infamatorio, no obstante las muchas verdades que contiene. El canónigo S. Martín, vicario castrense de los insurgentes, acompañó por algun tiempo a los que salierón de Oaxaca, pero se separó de ellos quedando oculto en la hacienda de Tlalixtaca, y habiendo regresado a la ciudad, salió con el cabildo eclesiástico a recibir a Alvarez y se indultó tambien. Lo mismo hizo D. Manuel de Bustamante, hermano de D. Carlos, presidente que era de la junta de seguridad; Murguía, que habiéndose retirado del congreso de Chilpancingo muy poco después de la instalación de este, habia vuelto a servir el empleo de intendente y presidia el ayuntamiento, presentó el bastón delante de un gran concurso a Alvarez, quien se lo devolvió diciéndole, que estaba en buenas manos y a satisfaccion del gobierno de México (25). Alvarez encontró la provincia en un estado miserable y tuvo que pedir auxilios al Virrey para mantener Sus tropas; esta decadencia, de que dió idea en un informe circunstanciado con fecha 30 de Abril formado por Murguía, especificando el estado de cada departamento (26), no procedia tanto de medidas vejatorias del gobierno insurgente, el cual sólo habia cobrado las contribuciones ordinarias y aun de estas reducidas considerablemente las alcabalas, ni exigido más que un donativo de totopo, sino de la ruina de caudales y edificios causada en el saqueo de los bienes de los españoles cuando Morelos ocupó la ciudad; de la extracción para uso del ejército de casi todas las mulas y caballos empleados en la agricultura; de la circulación de la moneda de cobre y de la interrupción de las comunicaciones con Veracruz y las provincias circunvecinas, por lo que se carecia de fierro, acero, papel y otros artículos del más preciso consumo. Alvarez pidió al Virrey se remitiese un convoy con todos estos artículos; prohibió el uso de la moneda de cobre y de toda la que no fuese del cuño real mexicano; mandó cesasen todos los empleados nombrados por los insurgentes, restableciendo a los que habian sido desposeidos por ellos, y nombró interinamente para las plazas vacantes de subdelegados y otras; varió el ayuntamiento, y el 12 de Abril hizo publicar y jurar la constitución política de la monarquía. Concedió indulto a cuantos se presentaron a pedirlo, aunque solo de la vida, dejando a discrecion del Virrey señalar el lugar en que debian residir los que lo habian obtenido y sin perjuicio de tercero. Tambien mandó poner en posesión de sus haciendas y bienes a todos los que habian sido despojados de ellos, e hizo recoger la artillería y municiones que estaban esparcidas u ocultas en diversos lugares (27). Toda la provincia se sometió al gobierno con la misma buena voluntad que la capital, a excepción de algunos partidos de la Mixteca, en los cuales se sostuvo la guerra por mucho tiempo, y pronto se restablecieron las comunicaciones comerciales con Guatemala, pero no con Veracruz, por el estado de inquietud en que continuó todavía esta. Así perdieron los insurgentes la rica provincia de Oaxaca, la más importante de las adquisiciones de Morelos, sin haber hecho el menor esfuerzo para defenderla. Si se quieren examinar las causas, nos las dará muy claras Rayón, en su informe al congreso de 6 de Agosto de este año, contestando a esta pregunta que le hizo Rosains en su papel titulado: Justa repulsa (28): ¿Por qué se perdió Oaxaca sin un tiro? Para absolver este cargo, dice Rayón, pudiera responder, que porque no me acomodan los tiros, como los que S. E. (Rosains) ha empleado en Chilpancingo, Huatusco, S. Hipólito, &c. (29), pero contestaré directamente. El verdadero motivo de haberse perdido aquella provincia fue, el haberse quedado sin tropa ni armas, y que habiéndoseme dado la comision a fines de Enero en Chilpancingo, salí de allí con solos diez hombres y llegué a Huajuapan el siguiente mes de Febrero, en donde hice alto sin atreverme a continuar la marcha, por saber que se preparaba la expedición enemiga, que llegó a este punto el 14 de Marzo. No se deféndió Oaxaca, porque como llevo dicho, después de haberse puesto el mayor empeño en desarmarla, quedaron sériamente notificadas las rateras partidas de los señores Bravos, de no obedecer otras ordenes que las del Sr. Morelos, como con encogimiento contestó el brigadier D. Miguel, cuando le oficié para que se me reuniera, cuyo documento, con algunos otros de no menos entidad, paran en mi poder, según tengo indicado a V. M. en mis contestaciones anteriores. Se perdió Oaxaca, porque residiendo allí el mariscal Anaya, el canónigo y mariscal Velasco, y otros dignos émulos de Rosains, persuadieron y aun instaron al intendente, tribunales y oficinas, que no debia obedecerse al congreso, a mí, ni a otro alguno que no fuese el Sr Morelos, con lo cual carecia de los auxilios que podia franquear para su defensa aquella desgraciada capital. No se defendió Oaxaca, porque despechados sus habitantes con los robos, estupros, violencias, obscenidades y picardías de cuatro infames aduladores, no sólo me ofrecieron (30) la cantidad de sesenta mil pesos para costear la expedición, sino que tuvieron la osadía de retirar a pedradas a los que habian quedado, cuando se acercó el enemigo. Por último, no se defendió Oaxaca, porque estaban perdidos y en poder de los contrarios, Villalta, la costa de Tehuantepec, los pueblos de Chilapa, Tlapa, &c., y por otras muchas cosas, que reservo para mejor ocasión contentándome con decir, que Rosains jamás probará que he declarado guerra al Sr. Morelos, y lo único que se averiguará es, que conmigo no tienen lugar los bandidos, voluptuosos, los impíos y personas de esta calaña. La desgraciada Oaxaca por mudar de dueño, no mejoró de condición. Por las intimaciones que hemos copiado, se habrá podido conocer que el carácter de Alvarez era vano y jactancioso, y toda su conducta estaba en consonancia con él: Dambrini habia traido de Omoa una compañía de cien negros con uniformes encarnados, y Alvarez los hizo pasar a Oaxaca y formó con ellos una guardia de su persona; se hacia tratar como pudiera un bajá de Oriente, y a proporción hacian lo mismo sus oficiales, no dejando de presentar los mismos excesos con que Velasco y su comitiva habian causado tanto escándalo. Agregábanse algunos actos de crueldad, como haber hecho fusilar al alférez Aguilera del batallón de milicias mandado levantar por Morelos, porque en su casa se encontraron ocultas las banderas del cuerpo (31), y a unos infelices indios conducidos de un pueblo inmediato, como prisioneros (32). En ninguna parte eran ménos necesarios estos castigos, aun suponiéndolos justos, que en una provincia en que las tropas reales habian sido recibidas como libertadoras, y en que la autoridad del gobierno se habia restablecido con tanto aplauso. Tales actos atroces no son por otra parte disculpables, sino cuando los produce el fanatismo político, que así como el religioso, hace creer todo permitido y todo necesario para el objeto que se propone. Concha en el valle de Toluca y Guizarnótegui en Celaya, mandaron fusilar centenares de hombres, pero ellos tenian la convicción de que el crímen de rebelión era de tal naturaleza, que no podia haber en él parvedad, y que la muerte era el castigo justamente merecido por cualquiera falta a la fidelidad debida al soberano, por la cual ellos mismos estaban dispuestos a sacrificar sus propias vidas; en Alvarez al contrario, no habia opinión ninguna fija; su fe política variaba según las circunstancias, y miéntras servia al poder existente, iba preparándose a declararse por el que habia de seguirle, sin otra consideración que la de su interés. Esta fue la norma de toda su vida, y quien no tiene opinión propia, no tiene derecho para censurar y menos para castigar a los que profesan otra, que acaso será mañana la suya, cambiando el aspecto de las cosas. La crueldad en tales hombres, no es más que un cálculo de interés sobre la sangre humana, y por lo mismo el mas odioso de los vicios en que puede incurrir un hombre público. Algunas de las providencias del Virrey con respecto a los que habian obtenido el indulto en Oaxaca, o servido empleos durante el dominio de los insurgentes en aquella provincia, produjeron el efecto contrario al que se esperaba, y sólo sirvieron para volver a precipitar en la revolución a los que de ella se habian apartado. Al canónigo S. Martin se le mandó devolviese a la clavería de la catedral, mil y trescientos pesos que de ella habia recibido para ir a Chilpancingo de orden de Morelos y que fijase su residencia en Puebla, de donde se evadió vestido de arriero y fue a unirse con Osorno en Zacatlán, y de allí pasó después a las provincias del interior. Murguía tuvo que presentarse en México a contestar a los cargos que se le hicieron, y fue declarado indigno de obtener empleo alguno, hasta que en Madrid se le absolvió (33). Aun el cabildo eclesiástico, que en lo general se habia manifestado tan adicto a la causa española, se vio en la necesidad de indemnizarse en Madrid con mucha demora y gastos (34), por los actos en que habia intervenido como gobernador de la mitra durante la ocupación del obispado por Morelos y ausencia del obispo, y el tiempo y erogaciones que esto exigió, acabaron por convencer al canónigo Vasconcelos, tan celoso partidario de la causa real, de que un reino tan importante como la Nueva España, no podia continuar dependiendo sin graves inconvenientes de una metrópoli lejana, y que la necesidad y la conveniencia exigían que tuviese un gobierno propio, aunque sin dejar por eso de detestar la revolución y a los que la promovian. Al mismo tiempo Dambrini en Tehuantepec, hacia fusilar a los que en su primera expedición le habian sido contrarios, y vengaba en ellos la afrenta de la derrota que habia sufrido. Sin ninguna de estas causas y sólo por la veleidad y perversidad de su carácter, el canónigo Velasco caminando para Veracruz algunos meses después en compañía del teniente coronel Zarzosa (35), abusó de la confianza de este jefe a quien robó y se fugó presentándose a Rosains, cuando este como veremos, se habia fijado en Tehuacán. Aunque la división más numerosa de las tropas reales empleadas en el Sur de las provincias de México y Puebla, se hubiese adelantado bajo el mando de Armijo, hasta Chilpancingo y los lugares inmediatos, obligando al congreso a retirarse a Uruapan, y desbaratando las cortas fuerzas que le habian quedado a Morelos reducido a huir a Acapulco, no se habian dejado descubiertas las márgenes del Mescala; el teniente coronel D. Eugenio Villasana con la sección de Taxco, guarnecia desde Teloloapan toda aquella parte de la ribera derecha hasta Iguala, manteniendo abierta la comunicación con Armijo y desalojando a las partidas de insurgentes de los puntos en que intentaban hacerse fuertes, como lo verificó apoderándose el 27 de Marzo del cerro de Zimatepec, que habia fortificado con diversas obras el coronel Ursúa, el cual se puso en salvo arrojándose por un precipicio, en cuyas operaciones tomaban una parte muy activa los patriotas organizados en los pueblos, especialmente los del mismo Teloloapan mandados por D. Anastasio Roman (36). Pero la parte mas importante de las operaciones sobre el Mescala, era hácia donde este rio toma este nombre, reuniendo las vertientes de la Mixteca, Puebla y las faldas del Popocatepetl, cuyo territorio dependia de la comandancia de Izúcar, encargada a D. Felix de la Madrid, (e) capitán de los Fieles del Potosí, haciendo parte del ejército llamado del Sur. En las continuas correrías que la Madrid hizo en todo el territorio de su demarcación, desalojó a los insurgentes del punto de S. Juan del Rio (37), destruyó las obras de fortificación levantadas para defender los vados, les tomó su artillería y municiones, y les causó la pérdida de cuarenta muertos, inclusos los prisioneros que mandó fusilar; sorprendió e hizo fusilar a varios jefes (38); obligó a los indios de los pueblos inmediatos a Izúcar a tener cohetes de señal para darse aviso de la llegada de los enemigos, debiendo reunirse todos para la defensa, haciéndolos responsables por el robo de cualquiera casa que fuese saqueada (39), y por último, hizo sacar los cañones que Matamoros dejó enterrados en Tehuicingo, cuando marchó con Morelos a Valladolid (40). El jefe de mayor importancia que en aquel rumbo quedaba de los insurgentes, era D. Miguel Bravo, que tenia el grado de mariscal de campo; pero su fuerza estaba muy disminuida, habiendo mandado parte de ella a su hermano D. Víctor, para resguardo del congreso, la que fue batida en Chichihualco. La Madrid, haciendo una marcha forzada desde S. Juan del Rio el 15 de Marzo y dividiendo su caballería en trozos que tomaron diversos caminos, logró sorprender a Bravo en Chila y lo obligó a rendirse después de porfiada resistencia, haciéndolo prisionero con otros muchos en la casa del cura de aquel pueblo (41). El mismo La Madrid mandó fusilar al coronel Zenón Velez, al sargento mayor Herrera y a otros; corrió la misma suerte el cura de Ocuituco D. José Antonio Valdivieso, que habia acompañado a Morelos cuando a la salida de Cuautla pasó por su curato, lo que hizo temeroso de ser maltratado por la tropa que perseguia a aquel jefe; pero aunque desde entonces permaneció entre los insurgentes, no habia tenido otra ocupación que el servicio de su ministerio. Se le dió muerte sin formalidad alguna de causa, ni aún intimación de sentencia, fusilándolo por la noche en lo interior de la casa del cura en la que fue cojido con Bravo. Este, su capellan y el teniente coronel sub diácono Alducin, fueron conducidos a Puebla, en donde Bravo fue juzgado por un consejo de guerra y condenado a la pena capital; esta se ejecutó el 15 de Abril en el paraje donde está ahora el paseo público, en el que se ha construido un monumento que recuerda este suceso (42). D. Miguel Bravo fue el segundo de su familia que subió al cadalso, habiendo servido a la causa de la independencia desde el principio de la revolución con valor y constancia. Verificada la prisión de Bravo, ocurrieron a solicitar el indulto muchos de los pueblos que tenia bajo sus ordenes, entre otros el de Olinalá con su cura a la cabeza, presentando como mérito para obtener el perdón, al capitán Paredes, que habia tenido en agitación el partido de Jonacate y fue pasado por las armas. La Madrid, habiendo recibido en Tlapa un refuerzo de doscientos hombres despachados por Armijo desde Chilapa, dejó en aquel pueblo un fuerte destacamento, mandando levantar como en todas partes se practicaba, una compañía de patriotas, con lo que se aumentaban las fuerzas del ejército real, auxiliando aquellos con mucha utilidad en todas las operaciones de la campaña (43). Sin dejar enemigo que temer a la espalda y aseguradas sus comunicaciones, Armijo, que habia sido ya ascendido a coronel, en premio de los grandes servicios que habia prestado en la campaña del Sur, se puso en marcha para dar cumplido fin a esta con la toma de Acapulco y reconquista de la costa (44). Con tal objeto salió de Chilpancingo el 2 de Abril con poco más de mil hombres de los batallones del Sur, Fernando VII de línea, Santo Domingo, piquetes de la Corona y voluntarios de Cataluña, formando su caballería el escuadrón de Fieles del Potosí que mandaba Miota, el del Sur a las ordenes de Cerro, y algunos destacamentos de otros cuerpos. Siguió el camino real, cuyas rancherías encontró desiertas habiendo huido a los montes los habitantes, y aunque en la cumbre del Peregrino habia un destacamento atrincherado en muy ventajosa posición, de difícil acceso por la aspereza de la cuesta que a él conducia, huyeron los insurgentes al acercarse con el batallón del Sur, el comandante de este cuerpo D. Francisco Fernandez de Avilés. El 11 de Abril llegó Armijo al Ahuacatillo, en cuyo punto determinó establecer su campo, y dejando en él a Avilés en observación del cerro del Veladero en donde se hallaba Galiana, se dirigió el dia siguiente a Acapulco con trescientos infantes y sesenta caballos, habiendo adelantado una partida de descubierta. Morelos, persuadido de que no podia sostenerse en aquella plaza, se habia retirado al Pié de la Cuesta, dejando desmantelada la fortaleza, clavados y retacados de balas con brea los cañones y quemadas las cureñas, puertas y toda la obra de carpintería. Desde el Pié de la Cuesta dió orden al teniente coronel Montesdeoca, para que quemase la ciudad, recomendándole con empeño que no quedase cosa que no ardiese (45). Así se verificó y habiendo entonces en los almacenes cantidad considerable de cacao de Guayaquil, la grasa de este fruto derretida con el calor contribuyó a sostener el incendio. Armijo dispuso el dia 13, que una partida reconociese desde las alturas fronterizas al Veladero los puntos fortificados de esta montaña, para fijar su plan de ataque, y mientras esto se efectuaba recorrió aquellas inmediaciones, en las que encontró en el sitio llamado la Quebrada, los cadáveres y la sangre todavía fresca de veintiun prisioneros de los batallones de Asturias y Fernando VII, que Morelos habia mandado degollar al retirarse; otros cinco tuvieron igual suerte en el hospital, y treinta y cuatro en una barranca inmediata llamada la Poza de los Dragos, habiendo sido degollado también un pasajero, cuya mala estrella lo condujo por allí cuando se estaba haciendo la ejecucion, para que no diese aviso de ella. Un sargento que consiguió escapar (46) ocultándose en las barrancas de Moginoa, a una legua de la plaza, en las que se hallaban ocultas varias familias que habian huido de la ciudad, se presentó a Armijo dándole aviso, y este mandó un destacamento para que las pusiese en salvo y las condujese a la población. El capitan de Asturias Longoría con algunos soldados de aquel cuerpo, logró evadirse del castillo algunos dias antes y se puso en salvo, reuniéndose a Armijo en Tixtla. Morelos se dirijió á Tecpan, encargando a D. Juan Alvarez la defensa de los puntos que fortificó en el sitio llamado el uno el Bejuco y el otro el Pié de la Cuesta. Sin detenerse Armijo en Acapulco, y habiendo dejado a Avilés en Tixtlancingo a la vista del Veladero, resolvió marchar hasta Zacatula siguiendo a Morelos, con cuyo objeto salió de aquella plaza el 15 de Abril, y a dos leguas de distancia se encontró con el primero de los dos puntos fortificados, en que habia dos cañones en batería que fueron tomados con poca resistencia. El segundo dominaba el camino, que se estrecha en aquel paraje entre el mar a la izquierda, y a la derecha la montaña, en que estaba construido un reducto defendido por cien hombres con dos cañones que enfilaban el paso, y cuyos fuegos eran protegidos por los de otro reducto formado más arriba en el que estaban situadas dos culebrinas de a seis y cinco cañones de a cuatro, siendo la mayor parte de estas piezas de la fábrica real de Manila. Viendo avanzar con celeridad las columnas de ataque de los realistas, los insurgentes abandonaron sus atrincheramientos y se dieron a la fuga por la montaña y por la laguna de Coyuca que tenian a su espalda, en la que de antemano habian prevenido canoas para este fin. Aunque la tropa estuviese fatigada con dos ataques sucesivos, y para llegar a Coyuca fuese menester atravesar seis leguas de playa arenosa, en la hora del dia en que el calor es más opresivo en aquel abrasado clima, Armijo resolvió continuar a aquel punto para libertar a algunas familias de Acapulco, que con el cura D. Francisco Patiño (47) se habian refugiado allí; en el tránsito halló inutilizada por los insurgentes e invadeable la boca llamada de Coyuca, teniendo por esta causa que atravesar los lagos con el agua al pecho, y que acampar aquella noche a una hora de distancia del lugar, en el que entró el 16 en medio de los aplausos y muestras de regocijo de los habitantes. Desde allí destacó una partida de ochenta infantes montados y cincuenta caballos, a las ordenes de Miota, para que marchando con celeridad, tratase de sorprender a Morelos en Tecpan; pero este habia salido de aquel pueblo y huido a Petatlan, lugares todos por los que habia pasado con bien diversas esperanzas al comenzar la revolución, luego que supo haber sido forzado el paso del Pié de la Cuesta, dando antes orden para que fuesen degollados los prisioneros que estaban en Tecpan, como se verificó con cuarenta y dos que fueron muertos conduciéndolos a la iglesia vieja (48) y los demás en número considerable salvaron la vida por la voz que corrió de que se acercaban los realistas, lo que hizo que Morelos acelerase su fuga hasta Zacatula, en cuyo lugar fueron también degollados los prisioneros que allí habia. Los ejecutores de estas matanzas fueron, según dijo Morelos en su causa, D. Pablo Galiana, Mongoy (49) y Brizuela, degollando estos dos a sus víctimas por su propia mano. Estuvo también en mucho riesgo el cura de Huisuco D. Felipe Clavijo y el de Ayutla, habiendo podido el primero escapar de manos de los que lo sacaron del pueblo de Atoyac, donde se hallaba (50). Miota siguió el alcance hasta Petatlán, y aunque no logró coger a Morelos que desde allí se fue a Zacatula y a otros lugares de la costa, pero hizo prisionero al intendente de la provincia erigida en Tecpan por Morelos, D. Ignacio Ayala, que fue entregado por D. José Eduardo Cabadas, el cual habia seguido el partido de la revolución y ahora se habia presentado a los realistas, contribuyendo a la prisión de Ayala el presbítero D. Joaquin Lacunza. Ayala no se habia descuidado en hacerse de dinero, por lo que Morelos lo habia privado de la intendencia en castigo de sus depredaciones, y se le cogieron cosa de veinte mil pesos en reales y porción de plata labrada; fue remitido a México y devuelto para ser fusilado en Tixtla de orden del Virrey, como se verificó. Miota dispuso se organizasen compañías de patriotas en varias poblaciones, cuyos habitantes se manifestaron muy desengañados y cansados de la revolución, los cuales además hicieron considerables donativos para la manutención de las tropas reales, notándose entre los principales contribuyentes en Tecpan, D. Fermin y Doña Juana Galiana (51), hermanos de D. Hermenegildo, que estaba a la sazón defendiendo el cerro del Veladero. Frustrado el intento de coger a Morelos, el empeño de Armijo se dedicó a apoderarse de este punto. De antemano habia prevenido a Avilés, que dejando el campo del Ahuacatillo tomase posicion en el Ejido Viejo, y el 20 de Abril hizo salir de Coyuca toda su infantería a las ordenes del comandante accidental del batallon de Santo Domingo D. Carlos Moya, con orden de situarse en el punto de los Tepehuajes, pasando por Tixtlancingo y Texca, debiendo venir a reunirse el comandante Reguera, con las tropas de la Costa Chica, lo que no se verificó. El mismo Armijo, con sólo una escolta de caballería se dirigió al Ejido Viejo, atravesando entonces vencedor por Texca y otros lugares, que andando el tiempo habian de ser su sepulcro (52). Desde su llegada mandó estrechar las distancias a las secciones de Avilés y Moya, hasta ponerse a la vista de las fortificaciones enemigas, y trasladó su campo al sitio llamado Tlalchicahuites, desde donde podía atender a todo, situando una partida en el camino de Carabalí del lado de Acapulco, para evitar que por él huyesen los insurgentes. Los sitiados intentaron desalojar a los sitiadores de dos de los puntos que ocupaban, atacando a Moya que mandaba la columna situada en el de los Cajones, y posteriormente a Avilés, pero en ambas salidas fueron rechazados, quedando muerto en la primera el capítán Gutierrez que era de representación entre ellos. Establecidos de esta manera todos los cuerpos de su pequeño ejército, pasó Armijo el 30 de Abril a los jefes que los mandaban una instrucción muy circunstanciada del orden en que debian proceder en el ataque, según la disposición del terreno y situación del enemigo (53). El Veladero lo forma un grupo de montañas bastante elevadas en que estaban construidos varios fortines, cuyos fuegos se sostenían unos por otros, hasta el de S.
Cristóbal que los dominaba a todos y venia a ser la llave de la posición. Armijo resuelto a dar el ataque en la noche del 5 al 6 de Mayo, hizo avanzar en la tarde que la precedió al capitan D. Ignacio Ocampo, con el batallón de Fernando VII y parte del Mixto, con orden de subir por la montaña en que estaba construido el fortin de S. Cristóbal, situándose a su espalda para atacarlo a las cuatro de la mañana del 6, siguiéndolo Armijo con ciento sesenta hombres para sostenerlo. Ocampo fue descubierto en su marcha por los insurgentes que tiraron algunos cañonazos sobre su columna desde el fortín de la Purísima; pero pudo continuar su movimiento aunque teniendo que emprender el ataque sobre el de S. Cristóbal una hora antes que lo que se le habia prevenido, el que hizo con tal denuedo, que en diez minutos se apoderó del puesto, poniéndose en fuga a los que lo defendian sin ser perseguidos por razón de la obscuridad. Al amanecer se vió tremolar la bandera real sobre aquel punto, habiendo quedado con esto todos los demás en poder de los realistas, cuyas partidas apostadas al intento dieron alcance a los fugitivos, fusilando a todos los que pudieron aprehender. Este ha sido, dice Armijo en su parte, el fin del decantado Veladero, cuyas casas y fortificaciones he mandado destruir y entregar a las llamas, para que no quede más que vestigio de que existió. En el mismo documento se gloría de haber concluido la reconquista del Sur con una división de mil hombres, con fondos para veinte dias por no haber podido llegar a tiempo los que el Virrey le mandaba, y víveres para un mes, en una campaña de cincuenta y dos días, durante los cuales fueron asistidos abundantemente todos los individuos de su tropa, sin gravámen del vecino honrado y sin haber tenido más que diez y seis heridos, uno solo de los cuales habia muerto en Acapulco, habiéndose apoderado de todos los cañones, pertrechos y municiones de los insurgentes, los cuales habian sido muertos, prisioneros o dispersos. Galiana, por el monte y por sendas ocultas logró llegar a Cacahuatepec, que era el lugar que habia señalado para la reunión de los dispersos, en el que en efecto se juntaron ciento sesenta hombres mal armados, con los que resolvió dirigirse a la Costa Grande, donde tenia partidarios y cuyas localidades le eran bien conocidas, dando orden a Montes de Oca para que con los que pudiese reunir marchase al mismo punto (54). En el paso del Papagayo, se desertó el capitán Echeverría con casi toda la gente, y Galiana llegó con muy pocos a la hacienda del Zanjon. Aunque en todos aquellos pueblos hubiese quedado alguna tropa y se hubiesen organizado patriotas, emprendió hacer una reacción en toda la Costa Grande, uniéndose con Alvarez que estaba en el Arroyo del Carrizo, y poniéndose en comunicacion con Morelos que aún permanecia en Zacatula. Al mismo tiempo D. José María Avila, sobrino de D. Julián, comandante que habia sido del Veladero y que tanta parte tuvo en los primeros felices sucesos de Morelos, en las inmediaciones de Acapulco, sorprendió en el pueblo de Petatlán a D. José Eduardo Cabadas, que habia cogido en él y entregado a Armijo al intendente Ayala, por lo que se le habia nombrado capitán de los patriotas de aquel punto; tomó también un cañón y algunos fusiles e hizo prisioneros a otros vecinos del mismo lugar que habian concurrido con Cabadas a la prisión de Ayala, a todos los cuales fusiló en Churumuco Mongoy de orden de Morelos; Cabadas estando gravemente herido, pues se defendió bizarramente, sufrió igual pena en el punto de los Bordones, en donde se hallaba acampado. Aumentadas sus fuerzas con los que se le fueron reuniendo, atacó Galiana el pueblo de Asayac, distante dos leguas y media del Zanjon, y habiendo sorprendido una noche a la compañia de patriotas organizada en él, se apoderó de su cuartel y armas e hizo prisionero a D. Gerónimo Barrientos que la mandaba, como subalterno del padre D. Salvador Muñoz que era el capitán, el cual aunque huyó, fue también cojido por D. Pablo Galiana que salió en su alcance. Al retirarse Armijo con una parte de sus tropas al clima templado, en el que estableció su cuartel general en Tixtla, distribuyó las demás para resguardo de Acapulco y del pais circunvecino que habia reconquistado, dejando con el mando de la Costa Grande al capitán Aviles, comandante del batallón del Sur, con este cuerpo y alguna caballería que formaban una división volante. Hallábase Aviles con estas fuerzas en fines de Junio en Coyuca, cuando Galiana, animoso con el buen resultado de sus recientes sucesos, se acercó a aquel pueblo, habiéndose reunido a él, Avila, Mayo y Montesdeoca, y recibido un refuerzo que Morelos le mandó de Zacatula, haciendo todo unos quinientos hombres con poco mas de cien fusiles y un cañon. Aviles destacó una partida que fuese a reconocer el bosque de la orilla del rio, mas apenas hubo penetrado en él un corto espacio, cuando se encontró con que por todos lados se le hacia fuego, y aunque fue reforzada por otra, ambas tuvieron que retirarse, habiendo sido heridos los oficiales que las mandaban y con no poca pérdida en la tropa (55). Avilés envió nuevo refuerzo con el ayudante D. Juan Feraud, pero viendo que esto no bastaba para decidir la acción, y que los insurgentes cargando reciamente, dirigian sus esfuerzos a un sólo punto, marchó el mismo y dividiendo su fuerza flanqueó la de los enemigos que entraron en desorden por su retaguardia. Galiana para atender a ésta, abandonó el cañón que tenia y poniéndose los suyos en fuga trató de rehacerlos, conteniendo por sí mismo a los realistas que lo perseguian. Estaba a punto de alcanzarlo D. Juan de Olivar, capitán de los patriotas de Atoyac, que habia sido su amigo, cuando Galiana que montaba un caballo fogoso, pasando debajo de un árbol recibió en la cabeza un golpe de una rama que lo hizo salir de la silla; pero aunque caído en tierra y casi fuera de sentido, todavía se disponia a defenderse, y entonces un soldado del escuadron del Sur llamado Joaquin de Leon, lo pasó con un tiro de fusil y le cortó la cabeza. Los realistas entraron triunfantes en Coyuca, llevándola clavada en una lanza y la pusieron en un árbol de ceiba que está en la plaza del pueblo. El comandante Avilés, indignado de los insultos que se le hacian por el populacho que se habia acercado a verla, reprendió a este diciendo: Esta cabeza es de un hombre valiente, y la hizo poner sobre la puerta de la Iglesia, en la que después se enterró. Era justa esta calificacion de su valor que habia manifestado en todas ocasiones. lo que hizo que Morelos sabiendo su muerte y con alusión a la de Matamoros exclamase: ¡Acabaron mis dos brazos; ya no soy nada! Galiana fue muerto el 27 de Junio a las once de la mañana. Con la falta de Galiana y dispersión de la gente que habia reunido, se tranquilizó toda aquella costa afirmándose la autoridad del gobierno, sin dejar por eso en mucho tiempo de haber partidas de insurgentes que la hostilizasen. Morelos se habia retirado al campo de Atijo, que llamó el campo de los cincuenta pares, nombre con que como hemos dicho, eran conocidos los cien hombres de su escolta. Es aquel sitio una montaña aislada situada en una llanura en la provincia de Michoacán, que por su elevación goza de buen clima, aunque rodeada de paises calientes, ofreciendo mucha oportunidad para la defensa. Por estas circunstancias y por lo muy distante que estaba en todas direcciones de las partidas realistas que pudieran perseguirlo, resolvió fortificar aquel punto y establecer en él maestranza para hacerse de artillería y armas, reuniendo y organizando los dispersos que se presentasen, y aprovechando unos socavones antiguos que habia en la montaña, quizá restos de trabajos de minas ya olvidados, hizo de ellos bartolinas para los eclesiásticos que queria castigar. Un testigo ocular, el presbítero D. José María Morales, capellán del congreso, cuando fue aprehendido con Morelos describe estos subterráneos en la declaración que en México se le tomó, que se halla en la causa del mismo Morelos, con estas palabras: que metidos en ellos los eclesiásticos, tapaban la boca con pared de mampostería, dejando un agujero por el cual les metian la comida, que era siempre muy escasa, y de cuando en cuando solian abrir la puerta de la entrada para que se ventilase algo el socavón, volviendo a cerrarla, de manera que (los individuos encerrados en ellos) estaban privados de toda comunicación por ser aquel un lugar desierto, no habiendo quien lo viese que no se horrorizase. Cuando el P. Morales vió estas infernales cárceles, habia encerrados en ellas tres eclesiásticos; el uno, el P. agustino Ramirez, que estaba de capellán en Acapulco cuando Morelos tomó aquella plaza, y fue cojido en Chilpancingo dirigiéndose a ella en principios de este año, habiéndosele encontrado el nombramiento de cura que le habia dado el arzobispo electo Bergosa; un P. Alegre, que ignoro quien fuese, y el P. franciscano Gotor, catalan, enviado por Rayón a Calleja desde Zacatecas (56), hecho después prisionero por Ortiz (el Pachón) cerca de Dolores, cuando fue derrotado el teniente coronel de Moncada Bustamante (57). Para resguardo de la entrada a la Mixteca y asegurar las comunicaciones de esta con Acapulco, situó Armijo en Tlapa al capitán Moya, en lugar del de igual clase Montoto, puesto por la Madrid. Reguera, nombrado comandante de la quinta división de milicias de la costa del Sur, habia hecho en la Costa Chica una completa reacción, sin auxilios algunos del gobierno, sino sólo por sus propios medios y por la decidida inclinación de aquellos habitantes en favor de la causa real, ayudándole eficazmente el capitán D. Agustin Arrázola (llamado comunmente Zapotillo), y el cura interino de Jamiltepec Fr. José Herrera, con los cuales en diversas correrías en los meses de Abril y Mayo, dispersó las cuadrillas de insurgentes que vagaban por aquellos lugares y organizó fuerzas con que defenderlos. La toma de Acapulco habia terminado en todas sus partes la ejecución del plan de operaciones que desde su ingreso al Virreinato se habia propuesto Calleja, quien en el manifiesto que publicó el 22 de Junio, con orgullo pudo decir, que por resultado de sus medidas quedaba desalojado y destruido con escarmiento el ejército auxiliar de la revolución, mandado por el desertor del congreso nacional Toledo; exterminados los grandes cuerpos rebeldes dirigidos por Morelos y Matamoros, que amenazaban la existencia política de esta parte de la monarquía española; muertos, presos o fugitivos los principales jefes; destruidos sus talleres, perdÍda su artillería y la mayor parte de sus armas; descorrido por tantas derrotas el velo que cubria la ignorancia y cobardía de los caudillos revolucionarios; reconquistada la provincia de Oaxaca, y en contacto sus tropas con las de Guatemala; ocupados por las tropas reales el castillo y puerto de Acapulco y la extendida costa de sus dos lados, sin que en todo el reino conservasen los enemigos otro punto militar que el de la laguna de Chapala, que no tardaría en ser su sepulcro; precisados por consecuencia a buscar en las fragosidades de las montañas un asilo que los substrajese a la constante persecución de las tropas del gobierno; frustradas las esperanzas de los sediciosos encubiertos; desengañada la mayor parte de los pueblos de que el único objeto de la rebelión era el de sacrificarlos a la loca ambición de una docena de hombres inmorales, abandonados a todos los vicios, y sin más medios de subsistir que los de la rapiña disfrazada en alzamiento. Todas estas ventajas eran ciertas, y ellas habian sido el resultado de las operaciones de los seis primeros meses de este año, en los cuales los insurgentes perdieron cuanto habian ganado en los dos años anteriores; pero no obstante ellas, el término de la revolución estaba todavía muy distante, segín el curso que iba siguiendo en las demás provincias, de que vamos a tratar en el siguiente capítulo. Notas (1) Iturbide llegó a México el 16 de Febrero y salió el 27. Arechederreta, Apuntes históricos. (2) De todas las ocurrencias de este convoy he sido testigo, pues fui en él hasta Veracruz para embarcarme para Cádiz. (3) Arechederreta, Apuntes históricos manuscritos. (4) Rosains, Relacion histórica y Justa repulsa. (5) Durante la detención del convoy en Jalapa, el maestro Paz, de quien se ha hablado ya, tomo 2°, fol 157, quiso dar una prueba de los adelantos de los niños que estaban en su escuela, dedicando un exámen público al ministro Bodega, al que concurrio toda la gente mas distinguida que caminaba en el convoy. Preguntado uno de los niños sobre el modo en que debia entenderse la infalibilidad de la iglesia, dijo: que si el cura de Jalapa anunciaba que el enemigo frances habia desembarcado en Veracruz, debian todos tomar las armas para defenderse, porque en virtud de esta infalibilidad no se debia dudar de la noticia. El canónigo Alcalá tuvo que interrumpir el exámen para explicar cómo se debia entender la infalibilidad de la iglesia y de su cabeza el sumo pontífice, declarando que lo que se habia hecho decir al niño era herético. Este maestro Paz fue despues en México furibundo liberal. ¡Tan cerca está un fanatismo del fanatismo opuesto! Yo asistí al exámen. (6) Parte de Samaniego en Jalapa de 13 de Marzo. Gaceta de 5 de Abril, núm. 549, fol. 361. (7) El primero de estos convoyes comenzó a entrar en México el 13 de Enero, conduciendo dos mil cuatrocientas barras de plata, y ochocientos mil pesos en tejos y barretones de oro; siete mil tercios de efectos, la mayor parte de China; ciento treinta mil carneros; cuatro mil toros; tres mil mulas cerreras; catorce mil arrobas de lana; trece mil botas de sebo, gran cantidad de semillas y muchos pasajeros. Volvió a salir la escolta que lo custodió el 18, conduciendo efectos y con ella marcharon el brigadier D. Diego Garcia Conde a recibir el mando de la provincia de Zacatecas, y el coronel conde de S. Mateo Valparaiso, marques del Jaral de Berrio que iba a ponerse a la cabeza de su regimiento de Moncada. El segundo convoy llegó a México el 21 de Marzo, con cuatro mil mulas cargadas con semillas y otros efectos; y a mas quinientas y tantas barras de plata. La correspondencia se quedó por olvido en Querétaro, por lo que hubo mucha dificultad para la entrega de las cargas por falta de documentos. Areched.: Apuntes históricos. (8) Véase tomo 3°, fol. 211. (9) Se habia sospechado que el canónigo Vasconcelos afectaba adhesión a la causa real por complacer al obispo Bergosa, pero un incidente acreditó su buena fé y lo hizo estimar en el público. En unos sínodos para provisión de curatos, era uno de los sinodales y habiendo dicho algunos de los examinados que los insurgentes eran herejes, le manifestó con energía que esto era un error; que eran muy criminales pero no herejes. (10) Todos los sucesos de Oaxaca, están tomados de Bustamante, Cuadro histórico, t. 3°, fol. 16 y siguientes. Bustamante acompañaba a Rayón y así lo supo todo originalmente, habiendo estado él mismo en Oaxaca. (11) Véase el trozo de la Justa repulsa de Rosains, publicado por Juan Martiñena, al fin de su cuaderno. (12) Tomado del trozo del Informe a la suprema junta nacional, que dirigió Rayón en 6 de Agosto de este año, contra la Justa repulsa de Rosains, impresa por Juan Martiñena, al fin de su Verdadero origen, etc. (