Índice de Desde el ataque de Valladolid y batalla de Puruaran hasta la mitad del año 1815 de Lucas Alamán | Capítulo tercero | Capítulo quinto | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Desde el ataque de Valladolid
y
la batalla de Puruaran
hasta la mitad del año 1815
Lucas Alamán
CAPÍTULO CUARTO
Terminación de la guerra de España.- Sucesos militares posteriores a la batalla de Salamanca.- Clausura de las Cortes extraordinarias.- Instalación de las ordinarias.- Trasládanse la regencia y las Cortes a Madrid.- Tratado entre Napoleón y Fernando VII.- Contestación de la regencia.- Tramas secretas para derribar la constitución.- Vuelta de Fernando VII a España.- Caida de Napoleón.- Decreto de Fernando VII de 4 de Mayo.- Disolución de las Cortes.- Suerte de los diputados.- Evacuan los franceses las últimas plazas que ocupaban en España.- Tratado definitivo de paz.- Funesto reinado de Fernando VII.- Recíbense en México las noticias del regreso de Fernando VII a España.- Aplauso y funciones con que se festejan.- Instalación de la diputación provincial.- Publicación del decreto del Rey de 4 de Mayo.- Variación entera del sistema de gobierno.- Partidos que se forman.- Proclama del Virrey al ejército.- Restablecimiento de las antiguas autoridades y de la Inquisición.- Regocijos públicos.- Conducta observada por los insurgentes.- Efectos que produjo en México la restitución de Fernando VII al trono de España.
Desde la batalla de Salamanca (1) pudo considerarse como decidida la suerte de la guerra de España, pues aunque los franceses reuniendo las fuerzas que tenian en varias provincias retirándose el ejército aliado con no poco desórden e indisciplina hasta Portugal, consiguieron recobrar a Burgos y a Madrid (2), en breve estuvo en disposición de avanzar de nuevo, obligando al frances a evacuar sucesivamente todos los puntos que poseia, hasta que desbaratado este en la célebre batalla de Victoria dada el 21 de Junio de 1813, tuvo que pasar la frontera, perseguido dentro de su mismo territorio, habiendo atravesado el Bidasoa, límite entre ambos reinos, el ejército aliado el 7 de Octubre del mismo año. Entretanto en Cádiz, discordes entre sí la regencia y las Cortes, procedieron estas á nueva elección de regentes (3), acordando que lo fuesen los tres consejeros más antiguos, presidiendo el cardenal D. Luis de Borbón, hijo del infante D. Luis (4); los otros dos individuos fueron D. Pedro Agar, americano de nacimiento, y D. Gabriel Ciscar, ambos oficiales de la marina, y aunque por entonces la regencia quedó con el carácter de provincial, fue declarada permanente por decreto posterior (5). La desocupacian de Madrid por los franceses dió motivo a discutir, si convenia trasladar las Cortes y el gobierno a aquella capital de la monarquía como lo solicitó su ayuntamiento; estaban por la traslación todos los que eran tenidos por opuestos a las reformas, porque creian encontrar en Madrid ánimos ménos inclinados a estas, resistiéndola los que se habian declarado por ellas, que hallaban en Cádiz un apoyo en la opinión decidida de aquellos habitantes; el recelo de que por las vicisitudes de la guerra la capital corriese otra vez riesgo de ser ocupada por el enemigo, hizo que se decidiese que la traslación no se verificase por entonces, pero que cuando fuese oportuno hacerla, fuese a Madrid y no a otro ningún punto, lo que pareció contentar los deseos de todos y calmar los recelos de los habitantes de la capital, que temian se escogiese para serlo de la monarquía, alguna otra población que gozase de mejores convenienclas. Habian ido llegando a Cádiz los diputados, que conforme a la constitución habian de formar las Cortes ordinarias, con lo que luego que se reunieron en número suficiente, las extraordinarias acordaron cerrar sus sesiones el 14 de Septiembre, en cuyo acto el presidente, que lo era el Dr. D. José Miguel Gordoa, diputado por Zacatecas, expuso en un discurso que fue muy celebrado (6), la série de los trabajos ejecutados por aquel congreso y los resultados que se habian obtenido en favor de la nación. Los aplausos redoblaron al pronunciar que las cortes cerraban sus sesiones, y los habitantes de Cádiz manifestaron su aprecio a los diputados que habian concluido sus tareas, con vivas, iluminaciones, serenatas y otras muestras populares de reconocimiento, tanto más sinceras, cuanto que eran espontáneas y no habian sido mandadas por la autoridad. En medio de estas festividades, se habia ido propagando a las calladas la peste asoladora de la fiebre amarilla, que tantos estragos suele hacer en aquella población; la regencia en su vista acordó el dia siguiente de cerradas las Cortes, trasladarse al puerto de Santa María, para ir más léjos desde allí si el caso lo pidiese. La diputación permanente de Cortes, formada conforme a la constitución, temerosa de que esta ocurrencia embarazase la instalación de las ordinarias, cuyas juntas preparatorias habian comenzado aquel mismo dia; viendo además al pueblo desasosegado y descontento por aquella providencia, que podia llamarse intempestiva por haberse dictado el dia siguiente de cerradas las sesiones, sin haber dado conocimiento de ella a las Cortes antes de su clausura, ofició acerca de ella a la regencia, que no encontró otro camino que convocar las Cortes. Dudábase cuales debian ser, pues las ordinarias no se habian instalado todavía y las extraordinarias se habian declarado disueltas; sin embargo, pareció más conforme a los principios de la constitucion, el que estas volviesen a reunirse, como lo verificaron el 16, celebrando sesión aquella misma noche y en los dias siguientes hasta el 20. Como la traslación de las Cortes había venido a ser un punto de vital importancia para los partidos, las deliberaciones fueron empeñadas y tormentosas; en ellas se negó aun el hecho de la existencia de la epidemia, y el diputado peruano Mejía, que se preciaba de tener conocimientos en medicina, aseguró que no la habia, probando pocos dias después lo temerario de su aserción con su propia muerte, pues fue una de las víctimas del contagio, habiendo sido atacados no ménos de sesenta de los diputados, de los que murieron unos veinte. Sin embargo, entre los inconvenientes que por una y otra parte se ofrecian, de los cuales no era el menor el descontento del pueblo de Cádiz, y aproximándose la instalación de las Cortes ordinarias, las extraordinarias tuvieron por conveniente dejar a estas la decisión de tan grave materia, cerrando de nuevo y definitivamente sus sesiones, lo que hicieron de una manera desairada, habiendo pasado en pocos dias el pueblo que antes las habia aplaudido con entusiasmo, al extremo de la indiferencia o del desprecio. Constituyéronse las ordinarias, según las formalidades prevenidas en la constitución, el 26 de Septiembre, nombrando por su presidente a D. Francisco Rodriguez de Ledesma, diputado por Extremadura, y abrieron sus sesiones el 1° de Octubre, continuándolas en Cádiz hasta el 13 en que las Cortes mismas y la regencia estrechadas por los progresos de la epidemia, se trasladaron a la isla de León, que estaba algo más exenta del contagio y desde donde podia emprenderse el viaje á Madrid con menor oposición. El número de diputados nombrados para ellas que habia concurrido a su apertura era corto, no habiendo llegado los de las provincias de Ultramar, detenidos no sólo por la distancia y dificultades del viaje, sino también por la falta de medios para hacerlo, y de los de la península muchos temian presentarse en Cádiz por el riesgo de la epidemia, por lo que continuaron como suplentes, según la misma constitución establecía, muchos de los que habian pertenecido a las extraordinarias (7). Las sesiones siguieron teniéndose en la isla en el convento de carmelitas, hasta que calmada la epidemia y manifestándose en toda España un deseo general y muy vivo de que se restituyese el gobierno a la antigua capital de la monarquía, para lo que no habia ya obstáculo alguno, las Cortes acordaron suspender sus sesiones en la isla de León el 29 de Noviembre de 1813, para volverlas a abrir en Madrid el 15 de Enero del año inmediato de 1814. La regencia se puso en camino el 19 de Diciembre con todas las oficinas pertenecientes al gobierno, y haciendo jornadas cortas, fue recibiendo en todo el viaje los homenajes y obsequios de las poblaciones del tránsito, y verificó su entrada en la capital del reino el 5 de Enero, siendo acogida y agasajada con los mismos aplausos (8). Los diputados, aunque no hicieron la caminata en cuerpo, sino aisladamente cada uno por sí, participaron de estos obsequios, y conforme a lo acordado en la isla de León, abrieron las Cortes sus sesiones en Madrid el dia señalado, en el teatro de los Caños del Peral, ahora destruido para construir en su lugar otro nuevo y magnífico, en la plaza de Oriente del palacio real. Las ventajas ganadas por las potencias aliadas del Norte contra Napoleón, habian reducido a este a la necesidad de defender su propio territorio invadido por aquellas, cuyos ejércitos pasaron el Rin a principios del año de 1814, al mismo tiempo que Lord Wellington con los ingleses, portugueses y españoles, entraba por las provincias del Mediodia, atravesando el Vidasoa y los Pirineos. Intentó entonces Napoleón introducir la discordia entre sus enemigos, y de estos juzgó que seria más accesible a sus miras el Rey de España Fernando VII, a quien habia conservado prisionero con su hermano D. Carlos y su tio D. Antonio en la casa de campo de Valencey; Carlos IV, su esposa Da. María Luisa, la reina de Etruria y D. Francisco de Paula, sus hijos y Godoy, príncipe de la Paz, habian sido llevados a Marsella y de allí trasladados a Roma. Con tal fin envió al conde de Laforest, bajo el nombre supuesto de Mr. Dubois, con una carta credencial a Fernando, en la cual y en las conferencias tenidas en consecuencia, se le pintaba el triste estado a que la España se hallaba reducida por el influjo de la Inglaterra, a la que se atribuian las miras de establecer en aquel reino una República, o hacer subir al trono la familia real de Portugal, siendo el resultado de estos manejos la celebración de un tratado que firmaron el 8 de Diciembre el duque de S. Carlos en nombre de Fernando, y en el de Napoleón el conde de Laforest; cuya substancia era que Fernando volveria al trono, saliendo los ingleses del territorio español al mismo tiempo que lo hiciesen las tropas francesas; que los españoles que hubiesen seguido el partido del rey José, serian reintegrados en sus empleos, honores y propiedades, y que se aseguraria por Fernando a los reyes sus padres el pago de millón y medio de pesos anuales. Partió en seguida el mismo duque de S. Carlos con un nombre supuesto, para presentar a la regencia el tratado que se acababa de celebrar; pero en las instrucciones que se le dieron, con la falsía y doblez que formaron siempre el carácter del rey Fernando, dejaba este el cumplimiento de lo que acababa de pactar, sujeto a lo que conviniese según las circunstancias. El tratado y su conductor fueron igualmente mal recibidos en España, y sin dar lugar al regreso del último, Fernando mandó en su alcance al general D. José de Palafox, prisionero en Francia desde la rendición de Zaragoza, con otra copia del mismo tratado y nuevas instrucciones, al mismo tiempo que se fueron esparciendo en las provincias agentes secretos venidos de Francia con el objeto de prevenir los ánimos contra los ingleses y sembrar la desconfianza respecto a ellos, los cuales, presos y procesados, hubieron de cesar las pesquisas intentadas contra ellos, por aparecer comprometido el nombre del Rey, quien después los hizo poner en libertad dándoles fuertes sumas de dinero, para que devolviesen los papeles que tenian en su poder. La regencia contestó con dignidad a Fernando el 8 de Enero, por medio del duque de S. Carlos, poniendo en su conocimiento el decreto de las Cortes de 1° de Enero de 1811, por el que se declaró que no se reconoceria y antes bien se tendria por nulo todo acto, tratado, convenio o transacción que el Rey celebrase en el estado de opresión y falta de libertad en que se hallaba, no considerándolo libre miéntras no estuviese entre sus fieles súbditos, en el seno del congreso nacional o del gobierno formado por las Cortes, e igual o semejante contestación se dió en 28 del propio mes, a la carta que habia traido Palafox. Las Cortes, instruidas de todo lo que hahia pasado, no sólo aprobaron lo hecho por la regencia, sino que dieron un decreto que se publicó con fecha 2 de Febrero, en el que se prevenia menudamente todo cuanto habia de hacerse en el caso, que ya se preveia, de que puesto Fernando en libertad por Napoleón, se presentase en la frontera, fijando por el mismo decreto el itinerario que habia de seguir hasta la capital, sin ejercer acto alguno de autoridad, miéntras no hubiese prestado en las Cortes juramento de observar la constitución. Este decreto, aunque después severamente censurado, fue aprobado entonces casi unánimemente, y además se acordó que el acta la firmasen todos los diputados presentes, y que al mismo tiempo que el decreto, se circulase un manifiesto en que se especificasen los fundamentos que las Cortes habian tenido para tomar aquellas disposiciones, el cual fue redactado por el diputado D. Francisco Martinez de la Rosa, jóven entonces y que comenzaba la carrera que de una manera tan distinguida ha corrido, no sólo en la política sino también en la poesía y la literatura. A pesar de la conformidad de opinión que estos actos manifestaban en las Cortes, en el seno mismo de ellas iban reuniéndose los elementos que habian de precipitarlas a su ruina. Era grande el número de diputados disgustados del rumbo que las cosas habian tomado, como que en las elecciones, especialmente en las de Galicia, habia predominado el influjo de los que más perjudicados resultaban con las reformas que se habian introducido y a las que cada dia se iba dando mayor ensanche. Teníanse juntas en que se trataba de echar por tierra la constitución y todo lo que se habia decretado por las Cortes extraordinarias; concurrian a ellas D. Bernardo Mozo Rosales, D. Antonio Gomez Calderon y otros diputados que estaban a la cabeza del partido llamado servil; correspondíanse estos con las juntas secretas que se habian formado en varias provincias, y contaban con el apoyo del general conde del Abisbal, quien habiendo vuelto a tomar el mando del cuarto ejército o de reserva de Andalucía, después de haber estado con licencia en Córdoba por algún tiempo, que aprovechó en concertar sus planes con los muchos descontentos que residian en las principales ciudades de Andalucía, solicitó separar las tropas de su mando del ejército del Lord Wellington, para estacionarlas en Castilla, a pretexto de que necesitaban descanso y organización, pero en realidad para estar más cerca de la capital y a la mira de aprovechar la primera oportunidad para dar un golpe, lo que no tuvo efecto por no haber accedido Wellington a los deseos del conde. En las mismas Cortes, el diputado por Sevilla D. Juan Lopez Reina, hombre desconocido y escribano de profesión, se atrevió a decir públicamente en la sesión del 3 de Febrero, que habiendo nacido Fernando VII con derecho a la absoluta soberanía de la nación española, era indispensable que siguiese en posesión de ella, desde el momento que pisase la raya del territorio español; palabras que excitaron grande indignación y que copiadas por los secretarios, se acordó se procediese a formar causa contra el autor de ellas, no permitiéndole continuar hablando y expeliéndolo del salón, lo que no tuvo por entonces resultado, habiéndose Reina ausentado u ocultado. Intentóse tambien, aunque sin efecto, por los absolutistas, la variación de los individuos de la regencia, y se descubrieron por el comandante militar de la plaza Villacampa, ciertos manejos y relaciones con algunos soldados de la guarnicion, a quienes se estaba dando ocultamente una gratificación diaria en dinero y aguardiente; todo lo cual manifestaba el tenaz empeño con que se trabajaba en minar el terreno, y aunque por entonces las providencias de las autoridades pudieron evitar el efecto, no por eso desistian los autores de la trama, esperando una ocasión oportuna. En tales circunstancias, las Cortes cerraron el 19 de Febrero las sesiones del primer año, para abrir el 1° de Marzo las del segundo. Habian ido penetrando en Francia los ejércitos aliados y con ellos los príncipes de la casa de Borbón que procuraban excitar un movimiento en favor de su familia; Napoleón, estrechado por las circunstancias y rotas las conferencias que para la paz se tuvieron en Chatillon, en las que todavía se le ofrecieron por los aliados condiciones muy ventajosas para el abatido estado de su fortuna, quiso llevar adelante lo convenido con Fernando, mandando se le expidiesen a este y a las personas que lo acompañaban pasaportes para volver a España, dirigiéndose por Tolosa y Perpiñan para entrar por Cataluña, a fin de evitar se encontrasen con el ejército inglés que ocupaba las provincias de Francia del lado de Bayona y Burdeos. Fernando hizo le precediese el mariscal de campo D. José de Zayas, que se hallaba prisionero en el castillo de Vincennes, con una carta a la regencia en que avisaba su próxima llegada, y se puso en camino saliendo de Valencey el 13 de Marzo bajo el nombre de conde de Barcelona, y pisó el territorio español el 22. Detúvose en Figueras el 23, y el 24 acompañándolo el mariscal Suchet con las tropas francesas hasta la ribera izquierda del Fluviá, rio que separaba entonces los dos ejércitos; fue recibido en la derecha por el general D. Francisco Copons, que mandaba el primer ejército español, quien con este fin habia trasladado su cuartel general al lugar de Báscara, en el que las Cortes mandaron se erigiese un monumento que recordase, haber sido aquel el punto en donde el monarca habia sido recibido por sus fieles súbditos. Pasó inmediatamente a Gerona, en cuyas ruinas y escombros pudo ver cuan caro le costaba a la nación española haber conservado su independencia y guardado para él el trono a que iba a subir. Escribió desde allí a la regencia avisando su llegada, no haciendo alusion alguna a las Cortes ni a la constitución, y sin pasar por Barcelona, ocupada todavía por las tropas francesas, fue atravesando la Cataluña, recibiendo en todas partes las aclamaciones de un pueblo lleno de entusiasmo, que veia volver de un modo tan inesperado, después de larga cautividad, al monarca deseado de quien se prometia todo género de prosperidades. Aunque según el itinerario prescrito por las Cortes, debia el Rey seguir su viaje en derechura por Valencia para pasar de allí a Madrid, en donde habia de prestar el juramento de observar la constitución en el salón de las Cortes ántes de ir a su palacio, se apartó de este derrotero desde Reus, a instancias de la diputación provincial de Aragón, que mandó una comision a felicitarlo y pedirle pasase a Zaragoza, en cuya capital fue recibido con los mayores aplausos, y de allí volvió a tomar la ruta de Valencia en donde entró el 16 de Abril. A medida que Fernando adelantaba en el interior de España, se le fueron presentando algunos de los grandes y otras personas de influjo, opuestas al nuevo órden de cosas, con las que se tenian frecuentes juntas en que se le instaba para que abiertamente se decidiese a recobrar la autoridad absoluta, tal como la habian ejercido sus mayores. Vacilante al principio, aunque desde Francia mal prevenido contra la constitución y sus autores, acabó de resolverse viendo el entusiasmo con que era recibido por el pueblo y las opiniones que le manifestaban los que salian a su encuentro, persuadiéndose, como era la verdad, que la masa de la nación no tomaba interés alguno por las nuevas instituciones, y que estas eran mal recibidas por las clases más influentes del Estado, no contando en su favor más que algunos literatos especulativos de la capital, y el pequeño séquito que en tan corto tiempo habian podido formarse en algunas de las ciudades grandes de las provincias, a excepción de Cádiz en donde eran más populares. Por todas estas razones parece que desde antes de llegar a Valencia, tenía ya decidido el partido que habia de tomar, y por esto fue que habiendo salido a recibirlo a Puzol el cardenal D. Luis de Borbón, presidente de la regencia, que habia venido a encontrarlo hasta aquella ciudad, lo acogió de una manera dura y desagradable, y si alguna incertidumbre conservaba en su ánimo, acabaron de disiparla los sucesos ocurridos en aquella capital. El capitán general de la provincia D. Francisco Javier Elío, al presentarle en la tarde del dia de su llegada la oficialidad de la guarnición, preguntó a esta si juraba sostener al Rey en la plenitud de sus derechos, a lo que contestaron unánimes aquellos militares sí juramos, lo que andando el tiempo pagó Elío con la vida, no habiéndolo perdonado nunca el partido liberal. Las intrigas de Madrid corrian a la par con estos manejos. Varios diputados acordaron dirigir al Rey una representación redactada por D. Bernardo Mozo Rosales que estaba a su cabeza, conocida con el nombre de los Persas porque comenzaba con la frase pedantesca: Era costumbre de los antiguos Persas, en la que le pedian echase por tierra todo cuanto se habia hecho por las Cortes, convocando otras nuevas según la práctica antigua de la monarquía; firmáronla sesenta y nueve diputados, aunque parece que al principio no fueron tantos, habiéndose aumentado el número después de dado el golpe, para que apareciese mayor cuando se publicó, y porque muchos tuvieron entonces por favor que se admitiese su firma, considerándolo camino seguro para obtener empleos y gracias de la Corte; tenia fecha de 12 de Abril, habiéndola suscrito muchos de los diputados de Galicia y Valencia y varios de los americanos, tanto de Nueva España como de la América del Sur, y Mozo Rosales partió ocultamente a presentarla al Rey. Detenido este en Valencia por un ataque de gota, tal demora dió lugar a que se pusiesen en juego todas las medidas necesarias para la cumplida ejecucion de lo que se intentaba, siendo una de ellas acercar a Madrid tropas bajo el mando de jefes de confianza, sin que las Cortes pareciesen inquietarse por todos estos preparativos, haciéndolos al contrario para recibir el juramento del Rey, con cuyo fin se trasladaron al salón que se habia mandado disponer en la iglesia del convento de agustinos de Doña María de Aragón, fundado por una dama de este nombre que servia a la reina Doña Ana de Austria. Los sucesos de Francia vinieron a afirmar la resolución de Fernando;
ocupado Paris por los ejércitos de los aliados, fue proclamado Rey Luis XVIII y Napoleón tuvo que abdicar el imperio, retirándose a la pequeña isla de Elva frente á la costa de Italia, que se le asignó para su residencia, siendo esta la terminación de la larga y tenaz lucha, en que España tuvo la gloria de haber tirado la primera piedra contra aquel coloso que se tenia por invencible, habiéndose despues enlazado los acontecimientos hasta derribarlo en tierra. Fernando, seguro por esta parte y prevenido todo lo conveniente, salió de Valencia el 5 de Mayo, escoltado por una división del segundo ejército que mandaba Elío, habiendo firmado el dia antes el célebre decreto, por el cual anulaba cuanto se habia hecho en su ausencia y mandaba reponer todo al estado en que se hallaba en Marzo de 1808, aunque por entonces no se dió publicidad a estas disposiciones, reservándolas para llevarlas a efecto en la oportunidad. En todo el viaje a Madrid fue Fernando recibido con los mismos aplausos, que alternaban con los gritos de los soldados de Elío contra las Cortes, los cuales a su paso iban echando al suelo en los lugares del tránsito, las lápidas que se habian mandado colocar en las plazas de todas las poblaciones con la inscripcion de Plaza de la Constitución, que vinieron a ser la enseña de los partidos, insultándolas y defendiéndolas durante la lucha entre ambos, y levantándolas y derribándolas según cada uno llegaba a triunfar. Las Cortes que parecía ignoraban cuanto estaba pasando, al aproximarse el Rey nombraron para que fuese a recibirlo, una comisión de seis diputados presidida por el obispo de Urgel; más habiéndolo encontrado en el camino, no quiso detenerse y mandó que fuese a esperarlo a Aranjuez, en donde tampoco la admitió, dando al mismo tiempo órden al cardenal regente de retirarse a su arzobispado, y a D. José Luyando, oficial de marina que lo acompañaba como ministro de Estado, para que se fuese al departamento de Cartagena. Pasábanse en Madrid entretanto sucesos más estrepitosos. En la noche del 10 al 11 de Mayo, D. Francisco Eguía, nombrado por el Rey capitán general de Castilla la Nueva, habiéndose hecho reconocer por la guarnición, comunicó por medio de su auditor a D. Antonio Joaquin Pérez, diputado por Puebla, que a la sazón era presidente de las Cortes, el decreto dado en Valencia el 4 de aquel mes, mandándole se abstuviese de convocar las Cortes. Pérez, cuyo nombre se vió después entre los que firmaron la representación de los Persas, no sólo ofreció su inmediata obediencia (9) al real decreto, por el cual S. M. él Sr. D. Fernando VII nuestro soberano que Dios guarde, se ha servido disolver las Cortes y mandar lo demás que en el mismo decreto se previene, sino que dió por fenecidas desde aquel momento, así sus funciones de presidente como su calidad de diputado en un congreso que ya no existia, habiendo significado al auditor comisionado su pronta disposición a auxiliarle, sin reserva de personalidad, de hora, ni de trabajo. Entretanto se procedió por los jueces o comisionados de policía nombrados al efecto a la prisión de los dos regentes Agar y Císcar, a la de varios de los más distinguidos diputados de aquellas y de las anteriores Cortes, y a la de otros individuos que habian tenido parte en el gobierno como D. Juan Donojú, que habia sido ministro de la guerra y fue despues el último Virrey de Nueva España, o que se habian señalado como ardientes partidarios de la constitucion e ideas liberales, habiéndose añadido en los dias sucesivos varios a los que comprendia la primera lista, todos los cuales fueron conducidos a la cárcel de la corona (prision de los eclesiásticos) y al cuartel de guardias de corps, y después a la cárcel pública. Entre los americanos a quienes tocó esta suerte se contaron los diputados Ramos Arizpe, Terán, Maniau, Larrazábal y Feliú, y después fueron presos otros que no eran diputados como Llave, Santa María y algunos más. En el dia 11 se publicó el decreto del 4 y se excitó una conmoción del pueblo para arrancar y arrastrar por las calles la lápida de la plaza de la Constitución, en la que los liberales pretenden que el intento era nada menos que hacerle forzar las prisiones y asesinar a los que la noche anterior habian sido conducidos a ellas, lo que por fortuna se frustró (10). Fernando hizo su entrada en Madrid el 13, habiéndose dispuesto para ella arcos de triunfo y otros adornos, y fue recibido con los mismos aplausos que desde la frontera lo habian acompañado, escoltándolo el general D. Santiago Whittinghan, oficial ingles al servicio de España, con una fuerza de seis mil hombres de todas armas con que se le habia dado órden para que se adelantase desde Aragón, quedando en Aranjuez la tropa de Elío que acompañó al Rey desde Valencia. Entonces tuvo efecto la completa reposición de todo el orden antiguo, siendo premiados generosamente todos los que habian contribuido a la ruina del nuevo. Los títulos, los honores, las mitras, las canongías, las togas, se distribuyeron a los que subscribieron la representación llamada de los Persas, o que tuvieron parte en formarla. A Mozo Rosales se dió el título de conde de Mata Florida, Reina fue condecorado con nobleza personal, y a D. Antonio Moreno, que habia sido ayuda de peluquero de palacio, por haber llevado la pluma al redactar el decreto del dia 4, se le elevó al empleo de consejero de hacienda. Pérez, que además de haber cooperado como presidente para la disolución de las Cortes, sirvió de delator y testigo en las causas formadas a los diputados, obtuvo la mitra de Puebla; otros, diversas prebendas y dignidades eclesiásticas, y Lardizábal el ministerio universal de Indias. Mientras lo sirvió, se dieron con profusión empleos a todos los americanos que estaban en Madrid, sea por inclinación de paisanaje del ministro, o como medio político para calmar la revolución, y los obtuvieron aun muchos de los notados por liberales, como Gordoa y Ramirez, que fueron nombrados canónigos de Guadalajara, y Rus y Mendiola oidores de aquella audiencia. Los diputados y demás presos después de larga prisión, fueron destinados por providencias arbitrarias del Rey los unos a los presidios de Africa, otros a encierro en conventos, entre los cuales se contó Ramos Arizpe que fue llevado a la cartuja de Valencia, y otros en fin, fueron puestos en libertad. Muchos de los americanos que tuvieron que permanecer en la península, encontraron en la amistad de protectores generosos, medios de subsistencia; Cauto fue nombrado canónigo de la colegiata de Villafranca por el marqués de aquel título, por influjo de su esposa, y Llave obtuvo una prebenda de Osuna por la condesa de Benavente, madre del duque de aquella ciudad. Santa María, auxiliado con fondos por la primera de estas señoras, pasó a unirse con Bolívar para trabajar en la independencia de Colombia. Algunos dias después del Rey, llegó a Madrid Wellington y fue recibido con todos los honores del triunfo. Creíase que ya que no influyese en restablecer las cosas bajo un pié menos absoluto, se interesaria a lo menos por mejorar la suerte de los diputados presos, que tan generosos habian sido para con él confiriéndole honores y pingües remuneraciones; pero se contentó con hacer entregar al duque de S. Carlos, ministro de Estado, por medio del general Alava que acompañaba al mismo Wellington el dia antes de su salida para Francia, para cuya embajada habia sido nombrado por su gobierno, una exposición llena según se dice de buenos consejos, la que ni aun llegó a manos del Rey. Los franceses evacuaron las plazas en que todavía conservaban guarniciones, según el convenio celebrado en Tolosa, después de la reñida acción empeñada en aquella ciudad en el momento de concluir la guerra, entre el ejército aliado mandado por Wellington y el francés que estaba a las órdenes del mariscal Soult. Todo se terminó con la accesión de España en 20 de Julio al tratado de paz y amistad concluido por los aliados con la Francia el 30 de Mayo, concurriendo en representación de Fernando VII D. Pedro Gomez Labrador al congreso de Viena, en que se arreglaron definitivamente los intereses de las potencias de la Europa. El mismo Fernando renova despues con la Francia el pacto de familia celebrado por Carlos III, con lo que quedaron restablecidas las relaciones íntimas que habian existido hasta la revolución entre ambas Cortes. En toda España fue obedecido sin resistencia el decreto de 4 de Mayo y en algunas ciudades se publicó con aplauso, pero las nuevas ideas contaban con bastantes adictos y el gobierno se iba a encontrar en circunstancias demasiado difíciles, para que pudiera ser estable el sistema de completa retrogradación que se pretendia establecer. De aquí vinieron las frecuentes conspiraciones que se tramaron y las revoluciones que se intentaron, teniendo el Rey que reprimirlas con el castigo de muchos de los que más se habian señalado en la guerra, lo que daba a aquellas ejecuciones el aspecto de detestable ingratitud; por esto tuvieron que huir a Francia Espoz y Mina y su sobrino D. Javier, habiéndoseles frustrado el intento de apoderarse de Pamplona; así murieron en el cadalso Lacy y Porlier, y el Empecinado fue ahorcado en una de las pdblaciones de aquella misma Castilla, en donde tanto se habia ilustrado como guerrillero, haciéndose temible a los franceses. Tampoco conservaron el favor real los que siguieron al Rey a Francia y le acompañaron en su cautiverio, ni los principales promovedores del cambio que acababa de hacerse, de los cuales D. Pedro Macanaz, el mismo que firmó el decreto de 4 de Mayo, fue no sólo despojado del ministerio de gracia y justicia que servia, sino preso una noche en su casa por el Rey en persona, declarado traidor, recogidos sus papeles, confiscados sus bienes y conducido al castillo de S. Antonio de la Coruña. Lardizábal sufrió una caida no ménos ruidosa; probándose con tales ejemplares, que los que trabajan para establecer un poder absoluto, trabajan para ser ellos mismos las primeras víctimas. Fernando sin tener amigos dignos de este nombre, se dejaba rodear de personas mal vistas en la sociedad, que concurriendo con él todas las noches, formaban lo que se llamaba la Camarilla, de la que salieron las providencias mas desacertadas, con las cuales se ha hecho odioso su reinado, que habiendo comenzado entre las más halagüeñas esperanzas, acabó por ser uno de los más funestos que cuenta en sus anales la nacion española. Llegó a México la noticia de la proximidad de Fernando a la frontera de Cataluña el 7 de Junio, más no habiéndose recibido por conducto oficial, no se procedió a festejarla; pero el 10 del mismo a las once de la mañana se tuvo ya por comunicación del brigadier Ortega, comandante general del ejército del Sur, quien remitió el decreto de las Cortes de 8 de Marzo reimpreso en la Habana, referente al parte del general Copons en que confirmaba aquel aviso, con cuyo motivo las Cortes mandaban hacer rogativas en todas las iglesias de la monarquía por la feliz llegada del monarca á la Corte y por el buen éxito de su gobierno bajo la egida de la constitución. Aunque el espíritu de independencia hubiese entibiado mucho el entusiasmo que el nombre solo de Fernando excitaba cuando en el año de 1808 se supo su proclamación, todavía su restitución al trono por unos medios tan inesperados, volvió a despertar algun recuerdo de lo que en aquella época habia acontecido; las calles se llenaron de gente de todas clases, que con las más vivas aclamaciones victoreaba al monarca; el pueblo se apoderó de las campanas y no cesó de repicarlas en muchas horas; las músicas de los cuerpos de la guarnición paseaban las calles que se vieron colgadas y adornadas antes que se publicase el bando en que se mandaba que así se hiciese, y el Virrey sin guardar el ceremonial de estilo, se trasladó a pié a la catedral y lo mismo hizo el arzobispo, para asistir al solemne Te Deum que se mandó cantar (11). Estas solemnidades se repitieron, aunque con ménos júbilo, el 14 en que llegó la noticia de la entrada de Fernando en España, publicándose la carta en que el mismo Fernando daba aviso a la regencia de su llegada a Gerona, y el parte del general Copons que lo habia recibido y acompañado; pero el 15 el regocijo fue mucho mayor, habiendo salido por las calles los comerciantes formando compañías y también los religiosos de algunas órdenes, especialmente los dieguinos, entre los cuales habia entonces muchos europeos, llevando en estandartes el retrato del monarca. Concluidas las rogaciones que las Cortes habian decretado, el 16 de Junio, último dia de los regocijos públicos mandados celebrar, se cantó una solemne misa de gracias en San Francisco a expensas de los batallones de patriotas, con asistencia de lo más lucido de la ciudad, y en la tarde las señoras más principales, en número de sesenta y cuatro vestidas todas de blanco, acompañándolas muchos caballeros, sacaron el retrato del Rey, victoreándolo hasta la alameda; hubo otras comitivas semejantes, haciendo también los indios de las parcialidades sus paseos, con figurones y otras farsas ridículas que entonces se acostumbraban, y en la noche los mismos batallones de patriotas, dieron un baile espléndido en el patio del edificio que habia sido inquisición, que les servia de cuartel. En todo esto se procedia en el supuesto de que Fernando habia de prestar dócilmente juramento a la constitución, y aun se aseguraba haberlo ya hecho por algunas de las noticias que se circulaban, no obstante lo cual las personas mas reflexivas preveian ya lo que en efecto se verificó, apoyándose en el hecho de que el Rey ni aun siquiera hacia mención de las Cortes ni de la constitución en la carta que escribió a la regencia desde Gerona (12), y extendian su juicio a otras conjeturas menos fundadas, viéndolo llegar escoltado por tropas francesas y acompañado por el mariscal Suchet. En aquel concepto, Calleja en su manifiesto de 22 de Junio, hablaba del establecimiento completo del régimen constitucional como debiendo la nación esperar de él su felicidad, y para realizarlo en la parte que las circunstancias permitian, el 13 de Julio procedió a instalar la diputación provincial, largo tiempo diferida, con sólo los diputados y suplentes que se hallaban en México (13), recomendando mucho en el discurso que en aquel acto pronunció el celo y empeño con que habia trabajado por vencer las dificultades que impedian la reunion de aquel cuerpo, y la importancia de los servicios que de él debian esperarse. Dos meses se pasaron sin recibir otras noticias de España por no haber llegado buque alguno, y en este largo intervalo, se publicaron todavía algunos decretos de las Cortes que para entonces habian dejado de existir, tales como el de 13 de Septiembre de 1813, uno de los últimos de las extraordinarias, por el que se mandaba que en todos los documentos públicos en que se pusiese la fecha del reinado del monarca, se añadiese siempre el año correspondiente de la constitución (14), el cual se publicó por bando en México el 3 de Agosto. Dos dias después recibió el Virrey un extraordinario del comandante general de Puebla, por el que se le avisaba la llegada a Veracruz de la goleta Riquelme, salida de Cádiz el 26 de Mayo, conduciendo pliegos del nuevo gobernador de aquella plaza, teniente general D. Juan María Villavicencio, los que no se remitieron directamente por la inseguridad del camino de Jalapa, sino por vía de Tuxpan, y aunque en la Gaceta extraordinaria que con este motivo se publicó el 7 se decia, que no contenian otra cosa que la confirmación dc la entrada de Fernando VII en Madrid, y algunos decretos expedidos por este; por cartas particulares se supo todo lo que habia acontecido, y el dia 10 a consecuencia de nuevas comunicaciones del mismo comandante, fueron citadas todas las corporaciones, para asistir a las doce al Te Deum que se cantó en la catedral, y en seguida el dean Beristain subió al púlpito, para instruir al público del objeto de aquella solemnidad, lo que hizo de una manera no menos indigna de su carácter que de su literatura y buen gusto, censurando acremente la misma constitución que otras veces y desde el mismo lugar habia ensalzado hasta el cielo, dando con esto motivo a cáusticos y bien merecidos epigramas (15). Todo se solemnizó en la forma acostumbrada, con repiques y salvas, pero al contrario de lo que habia sucedido pocos dias antes, no se oyó ni un viva, ni un aplauso, permaneciendo el pueblo taciturno e inmoble. La causa de esta diferencia consistia, en que la mayor parte de los españoles del comercio, que eran los que movian al pueblo con su ejemplo, siendo por la mayor parte adictos a la constitución, habian recibido con enojo la ruina de esta y el restablecimiento del poder absoluto. El Virrey mandó publicar en la Gaceta una copia aunque imperfecta y trunca, del decreto de 4 de Mayo (16), y habiendo recibido pocos dias despues la Gaceta de Madrid de 12 de aquel mes, en que se insertó dicho decreto, teniéndolo por suficientemente auténtico, lo publicó por bando el 17, queriendo acaso por esta festinación, desmentir el concepto de adicto a la constitución, que sus anteriores providencias podian haber hecho formar. Por el mismo bando se prohibió bajo severas penas, hablar ni fomentar de modo alguno especies que atacasen o contradijesen directa ni indirectamente los derechos y prerogativas del trono, y las justas y benéficas declaraciones contenidas en dicho real decreto. Mandóse también suprimir en los documentos públicos y privados el lenguaje de la constitución; volvieron a llevar el nombre de reales los cuerpos y establecimientos que antes lo tenian; borráronse las inscripciones que se habian puesto conformes al régimen constitucional, y se tachó el papel sellado marcado con este epíteto (17). El mismo bando se comunicó a todas las corporaciones, comunidades y jefes eclesiásticos, políticos y militares, mandando se leyese y observase en todas sus partes; y habiendo parecido ambigua la contestación del ayuntamiento de México, el Virrey dió órden al intendente (23 de Agosto) para que convocando inmediatamente a aquella corporación, se abriese un pliego que acompañaba, sin disolverse el cabildo hasta que el mismo Virrey lo ordenase. Tal providencia excitó mucha inquietud y curiosidad en el público, pero abierto el pliego se vió, que su contenido se reducia a exigir que el ayuntamiento diese dentro de cuatro horas una contestación categórica a la comunicación que se le habia pasado, lo que aquel cuerpo hizo, manifestándose quejoso de que hubiera podido dudarse de su lealtad. Aunque ninguna resistencia hubo para el cumplimiento de todas las disposiciones consiguientes al decreto de 4 de Mayo, el Virrey temió algún movimiento por parte de los europeos partidarios de la constitución, animados con las noticias que frecuentemente se esparcian de reacciones y turbulencias en España, por lo que algunas noches creyó preciso tomar medidas de precaución, doblando las guardias en el palacio, aprestando la artillería y repitiendo las rondas con extraordinaria vigilancia, sin que llegase a descubrir motivo suficiente para tanto aparato. Desde entonces todas las providencias que se fueron tomando, tuvieron por objeto el restablecimiento del antiguo orden de cosas, habiendo quedado estas provisionalmente sin alteración. El Virrey dirigió el 6 de Septiembre una animada proclama al ejército (18), presentándole el regreso de Fernando al trono y la conservación de este, como el fruto de los trabajos y fatigas de tantos años de guerra, en la que los soldados de Nueva España habian sostenido los derechos del monarca, triunfando en tantas acciones señaladas que constituian los títulos de su gloria, y estimulándolos a continuar con igual empeño sus servicios, sin tener en ellos más objeto, que el Rey los animaba con la idea de ser ellos los primeros de sus vasallos, distinguidos de los demás por fueros y consideraciones, de que iban a ser despojados en el sistema liberal que calificó de ilusorio. Publicóse también la real orden de 24 de Mayo, comunicada al Virrey por el ministro de Indias Lardizábal, por la que al mismo tiempo que se mandaba cumplir en los dominios de ultramar el decreto de 4 de aquel mes, se manifestaba el interes que el Rey tenia por los habitantes de ellos, ofreciendo la convocación de nuevas Cortes en que tendrian la debida representación, y se les aseguraba la resolución en que el monarca estaba de enmendar los agravios que hubiesen podido dar motivo o servir de pretexto a las inquietudes que aquellos paises estaban sufriendo, para lo que se habian pedido informes a personas imparciales e instruidas nacidas en ellos (19). Siguiéronse publicando todas las reales órdenes que sucesivamente se recibieron, por una de las cuales se mandó (20), que los diputados nombrados para las Cortes por las provincias de América y Asia, que aun no hubiesen salido de ellas o no se hubiesen embarcado para Europa, no verificasen su marcha, suspendiéndose las elecciones en las que se estuviesen haciendo, hasta que se hubiese arreglado y preparado lo que pareciese mejor para la reunión de las futuras Cortes, lo que nunca llegó a verificarse. Por otro (21) decreto se declararon nulas las plazas y honores del consejo de Estado conferidos por la junta central, la regencia y las Cortes, restableciendo por el de 27 de Mayo el consejo de Castilla en el pié en que estaba en el año de 1808 y nombrando los consejeros que debian componerlo; lo mismo se hizo con el de Indias por real órden de 2 de Julio (22), y entre los ministros que entraron á formarlo se contaron cinco nacidos en América, lo que no habia sucedido hasta entonces, circunstancia sobre la cual llama la atención el ministro Lardizábal en su proclama de 20 de Julio (23). Prevínose también que se procediese a la renovación de los ayuntamientos en el modo establecido por la constitución, sin más reformas sino que las juntas parroquiales, en los lugares en que hubiese varias parroquias, se celebrasen en un dia festivo diverso para cada una de ellas y no todas en uno mismo (24), y esto en las poblaciones que tuviesen ayuntamiento antes de publicada la constitución y no en las que se hubiese establecido en virtud de esta. En consecuencia se hizo por el intendente de México la designación de los dias en que cada parroquia debia proceder á ellass (25), y se comenzaron a hacer en la parroquia del Sagrario el dumingo 16 de Octubre, con el mismo desórden que las anteriores, siendo americanos todos los seis individuos que resultaron elegidos. Estas elecciones no llegaron a su término, porque estando aun haciéndose en las demás parroquias y en todas con el mismo resultado, se recibió otro decreto real del mes de Julio, mandando reponer los antiguos ayuntamientos perpétuos, por lo que cesó el ayuntamiento electivo que estaba en ejercicio, y el 16 de Diciembre se reinstaló el antiguo con solo cinco regidores que de él habian quedado y los dos alcaldes que desempeñaban estos cargos, presidiendo el primero de ellos la corporación en vez del intendente. Aunque ni este ni otros decretos se hubiesen recibido oficialmente y por los conductos establecidos por las leyes, se creyó ba5tante para ponerlos en ejecución, el que se hallasen insertos en las Gacetas de Madrid (26), y con consulta del Real Acuerdo, se procedió por bando de 15 de Diciembre (27), a restablecer todo el órden judicial bajo el pié en que estaba en 1° de Mayo de 1808, reponiendo las audiencias de México y Guadalajara con todas las atribuciones y preeminencias que entonces gozaban, con lo que no tuvo efecto el establecimiento de la audiencia que las Cortes habian mandado hubiese en el Saltillo para las provincias internas de Oriente; los ministros de estos tribunales debian volver a la posesión de las comisiones, encargos, privilegios y demás gages que en aquella fecha disfrutaban, y como esto era lo que constituia la parte más pingüe de sus rentas, fue sin duda por lo que tuvieron tanto empeño en que estos decretos se ejecutasen sin esperar que se comunicasen por la via ordinaria; volvieron a su ejercicio todos los tribunales y juzgados especiales que en aquel tiempo existian, siguiéndose la forma de procedimientos que entonces regia, quedando suprimidos los juzgados de letras y todas las reformas e innovaciones introducidas por las Cortes en la ley para el arreglo de los tribunales, restableciéndose los corregimientos y sub delegaciones, así como las Repúblicas de indios y todos los antiguos privilegios de estos, pero conservando sin embargo en su favor la exención de tributos, y para que nada quedase sin reponer del antiguo orden de cosas, aun de lo que podia haber en él de más odioso, habiendo sido condenados a la pena capital dos reos por homicidio que fueron ejecutados en los dias 22 y 24 de Noviembre, se volvió a usar de la horca, castigo cruel, especialmente en el modo practicado en México, que habia sido suprimido por las Cortes, y también volvieron a usarse los azotes en la picota y en burro con los reos que fueron condenados a sufrirlos. Faltaba sólo el restablecimiento de la Inquisición, y al concluir el año, se volvió a instalar este tribunal el dia 30 de Diciembre, congregándose en casa del inquisidor fiscal D. Manuel de Flores, único que en México habia quedado, por haber vuelto a España los otros dos que formaban el tribunal, todos los ministros y dependientes que formaban aquel cuerpo, nombrando el mencionado inquisidor, fiscal interino al Dr. D. José Tirado (e), del Oratorio de S. Felipe Neri. Pocos días antes de recibirse la noticia del regreso a España de Fernando, habian sido vendidos en pública almoneda los últimos muebles que quedaban del tribunal, y el edificio estaba destinado a celebrar en la sala principal los sorteos de la lotería, sirviendo el resto de cuartel de un batallón de patriotas, con cuyo motivo se hizo por estos en su anchuroso patio el baile magnífico de que hemos hablado, para festejar la vuelta del monarca a su reino. Restablecido el tribunal le fueron devueltos este y todos sus bienes que no habian sido enajenados, y en 25 de Enero del año siguiente (28), publicó un edicto, mandando que fuesen a denunciarse a sí mismos, o a los otros, todos los que hubiesen dicho u oido decir especies contrarias a la religión. o al santo oficio, bajo pena de excomunión mayor y las temporales a discreción del mismo tribunal. Más adelante se publicó un edicto del inquisidor general, dando facultad a los confesores para absolver a todos los que se denunciasen a sí mismos, dispensándolos de toda pena temporal. En el curso del año siguiente se vio tambien renovar la ceremonia del pendon el dia de S. Hipólito, que vino a ser ridícula por el modo desairado en que se hacia, y se solemnizaron como fiesta de Corte los dias de los reyes padres Cárlos IV y María Luisa, lo que pareció no ménos extraño, habiéndose acostumbrado el público en tanto tiempo a no oir pronunciar sus nombres, sobre todo el de la última, sino acompañados de baldones y vituperios. No permitiendo la estación de las lluvias, muy abundantes en aquel año, la celebración de las funciones y regocijos públicos con que se queria solemnizar la restitución del monarca a su trono, habiéndose recibido la noticia en lo más fuerte de aquellas, se nombró por el Virrey una comisión compuesta del intendente de México Mazo, del conde de Basoco y del síndico del ayuntamiento Lic. Márquez (29), para que le propusiesen lo que se habia de hacer, los cuales presentaron su programa (30), consistiendo en funciones de iglesia costeadas por las diversas corporaciones, iluminaciones, serenatas y corridas de toros, terminando con una cabalgada o paseo a caballo de todas las autoridades y vecinos principales, presidida por el Virrey, que no llegó a verificarse. Algunas corporaciones se habian anticipado como el consulado, que hizo celebrar una solemne misa en S. Francisco el 13 de Noviembre, pero aunque la función fuese con toda la magnificencia posible, se notó que habia sido escasa la concurrencia de los comerciantes europeos, en su mayor parte adictos a la constitución. Señalóse sobre todos el cabildo eclesiástico de México, el cual solemnizó el 8 de Diciembre, dia de la Purísima Concepcion de María Santísima, patrona de las Españas, con una función de las más magníficas que la capital ha visto; la víspera en la noche, todo el exterior de aquel suntuoso edificio estuvo iluminado con más de veinte mil candilejas, al mismo tiempo que se cantaban los maitines, y concluidos estos, hubo hermosos fuegos de artificio delante de la puerta principal, que representaban un jardín con varias fuentes; la iglesia iluminada por dos mil luces; una orquesta de noventa voces e instrumentos, compuesta de las primeras habilidades, colocada en un vistoso tablado levantado sobre la fachada del coro; las sillas de este ocupadas por los caballeros de Carlos III con sus magníficos mantos, mezclados con los capitulares; la audiencia, que por la primera vez volvió a asistir a las funciones públicas, presidida por el Virrey; el altar del ciprés cubierto de riquezas y en él la imágen de la Concepción de plata, dádiva preciosa del gremio de la platería (31), acompañada de otras cuatro estátuas de santos del mismo metal, entre ellas la de S. Fernando, estando colocada en el altar de los Reyes en la cabecera de la iglesia, la imágen de oro de la Asuncion, titular de aquel templo, que ha sido fundida en 1847 para proveer de fondos al'gobierno, cuando la República fue invadida por el ejército de los Estados Unidos;
todo este conjunto de cosas magníficas, daba un aspecto de seriedad y solemnidad a aquella función, que seria imposible repetir en otra. El arzobispo electo Bergosa subió al púlpito y habló durante más de una hora sobre el gran suceso que era motivo de aquella festividad: concluida que fue la misa, salió una procesión alrededor de la plaza, en que estaban formadas las tropas de la guarnición uniformadas con lujo, a la que asistieron más de mil personas con vela de a libra en mano, y de estas setecientas con arandelas de plata, llamando la atención en medio de tan lucida concurrencia, veinticuatro niñas huérfanas, hijas de oficiales muertos en la guerra actual, dotadas con trescientos pesos cada una, por cuenta de la obra pía de Torres Vergara, de que era patrono el Br. D. José María Sanchez Espinosa, padre del conde del Peñasco, y doce inválidos que habian perdido algún miembro en la campaña, vestidos muy decentemente a expensas por mitad del arzobispo Bergosa y del dean Beristain. El edificio contiguo de la biblioteca pública de que era prefecto el mismo Beristain, estaba soberbiamente adornado en la fachada al poniente, con ricas colgaduras de terciopelo carmesí y flecos de oro, en cuyo centro estaba colocado el retrato de Fernando con poesías e inscripciones análogas, y lo mismo la frente del sur que forma la haceduría, y ambas fueron iluminadas aquella noche con multitud de hachas de cera y trasparentes de luces. El cabildo, para conservar la memoria de tan solemne función, hizo acuñar una medalla, que se repartió a las autoridades y particulares distinguidos, en oro, plata y cobre según su graduación, que llevaban colgada al pecho en la función y de que se remitieron también ejemplares a España destinados al Rey, los infantes, secretarios de Estado, ministros del consejo de Indias y otros personajes (32). El arzobispo electo Bergosa solemnizó la misma función, con iluminación y adornos de su palacio y con una medalla que hizo acuñar (33). Siguiéronse las funciones muy solemnes, pero menos magníficas que celebraron el tribunal de minería, los caballeros de Cárlos III, la universidad, colegio de Santos, protomedicato, colegio de abogados, la inquisición y otros cuerpos, concluyendo el año siguiente con las corridas de toros en la plazuela del Volador, con tanta concurrencia y alegría como si no estuviera el pais envuelto en todas las calamidades de una guerra desastrosa. En las fiestas que se hicieron con igual motivo, no sólo en todas las capitales de las provincias, sino en todas las poblaciones aun las más pobres y pequeñas, y en las proclamas que con este motivo publicaron las autoridades, se señalaron algunos jefes y entre ellos el coronel D. Melchor Alvarez, que como hemos visto, se hallaba de comandante de la provincia de Oaxaca, y D. Agustin de Iturbide que tenía el mando de la de Guanajuato. El primero en su proclama de 17 de Septiembre (34), con referencia al bando del Virrey de 10 de Agosto dice, que su objeto al hablar al pueblo de Oaxaca, es hacerle ver la bondad de S. M. y sus piadosas intenciones sobre sus pueblos; llama al dia 4 de Mayo, fecha del decreto del Rey en Valencia, con que echó por tierra la constitución y las Cortes, dia venturoso y eternamente memorable, y concluye exhortando a aqueHos habitantes a reiterar sus juramentos de fidelidad, y a sacrificarse por sostener al Rey y sus imprescriptibles derechos. Iturbide en su cuartel general de Irapuato, hizo para solemnizar la función, un simulacro de guerra, en que vaciló si imitaria alguna de las principales acciones de Lord Wellington en España, tales como la de Salamanca o de Victoria, pero como la imitacíón hubiera parecido ridícula con el corto número de tropas que tenia bajo sus órdenes, se decidió a representar la batalla de Calderón, lo que era al mismo tiempo más practicable y un recuerdo que lisonjeaba al Virrey (35). Todas las Gacetas de aquel tiempo no están llenas de otra cosa, que de las relaciones de estas festividades en toda la extensión del pais. Aunque declarada la independencia por el congreso en Chilpancingo (36), a la vuelta de Fernando no debiese ya influir para nada en cuanto a la continuación de la guerra, todavía sin embargo algunos de los jefes de la revolución creyeron necesario tomar algunas medidas precautorias, para evitar que el nombre de aquel monarca, que tan poderoso habia sido en el espíritu del pueblo, causase alguna impresión perjudicial al éxito de la lucha que se hallaba empeñada. El Dr. Cos, en un aviso publicado en su cuartel general de Taretan en la provincia de Michoacán el 19 de Julio, instruyó a los habitantes de las provincias de su mando, del regreso del Rey a España por efecto del tratado celebrado por este con Napoleón en Valencey, a cuyo cumplimiento se habia negado la regencia en virtud del decreto de las Cortes de 2 de Enero de 1811, Y dando por seguro que la consecuencia necesaria debia ser una guerra civil, en que la Inglaterra, amenazada por aquel convenio, por el cual el Rey se comprometía a hacer salir de la península las tropas inglesas, sostendria al partido liberal y en América a los independientes para asegurar los intereses de su comercio, concluia con que nada podia ser tan funesto para España ni tan ventajoso para la América independiente, como la restitución de Fernando a su trono con las circunstancias que la acompañaban (37). En el mismo sentido contestó el padre Torres, que se titulaba mariscal, y que vino a ser el terror del bajío, a la carta en que el brigadier Negrete le comunicaba la llegada de Fernando, todavía en el supuesto de haber jurado la constitución, invitándolo a terminar la guerra con este plausible motivo; el Dr. Cos, que fue quien redactó esta contestación, desentendiéndose de la declaración de la independencia, que no era muy conocida, discurre largamente sobre las consecuencias que debia tener la vuelta del Rey, en virtud de un tratado celebrado con Napoleón y bajo el influjo francés, y suponiendo que Negrete habia nacido en América, o apelando a su buena razón aunque esta suposición no fuese cierta, lo excitó a unirse a los insurgentes para hacer triunfar una causa que era justa, y a la que las vicisitudes de la península daban mayores probabilidades de buen éxito. Cuando finalmente se supo de oficio la entrada de Fernando en Madrid y la caida de la constitución, el brigadier Llano remitió (38) a D. Ramón Rayón, residente entonces en Jungapeo, los bandos publicados de órden del Virrey en 15 de Septiembre, con el decreto del Rey de 4 de Mayo y la réal orden con que el ministro Lardizábal lo habia circulado (39), refiriéndose a su buen sentido y a la impresión que hiciesen sobre su espíritu estos documentos, para el uso que creyese conveniente hacer de ellos. Rayón en su respuesta fecha el 6 de Octubre, manifestó dudar de la verdad de la vuelta del Rey, pero suponiéndola cierta, tuvo por un golpe fatal dado a la nación española el decreto de 4 de Mayo, y ensalzando la constitución derogada por él, atribuyó la continuación de la guerra a no haber sido observada debidamente aquella, haciendo el anuncio, demasiado fundado por cierto, de que iban a volver para España los dias de Cárlos IV y los horrores de la Inquisición, y concluyó declarando en nombre de la nación mexicana, que esta nada tenia que esperar de España y mucho ménos organizada bajo el plan de absolutismo de Fernando, siendo esta la opinión pública (40). En todas estas contestaciones, las circunstancias daban gran ventaja a los insurgentes y particularmente a Cos, acostumbrado a las argumentaciones de las aulas, el cual preguntaba con aire de triunfo a los realistas, si habiendo sido declaradas las Cortes por el Rey ilegítimas y usurpadoras de la autoridad real, ¿debian ser tenidos por rebeldes los que no habian querido reconocerlas como los insurgentes, o los que las habian obedecido, como los que servian bajo las banderas reales? Y por el contrario, ¿cómo sin ser inconsecuentes y traidores, podian obedecer a Fernando los que habian reconocido como legítimas a las Cortes, y no más bien defender a estas y sostener sus determinaciones? Cos no consideraba en todo esto, que el principio esencial de la contienda no era la forma de gobierno que en España hubiese, sino reconocer la supremacía de los Reyes de la dinastía de Borbón y conservar la unión con aquella potencia, cualesquiera que fuesen los accidentes de su gobierno. Dejando pues aparte este principio y hablando sobre aquellos fundamentos, en una proclama que el mismo Cos dirigió desde Pázcuaro a los españoles europeos residentes en el pais, los invita a unirse a los americanos prometiendo en nombre de estos, que sus personas y bienes serian respetados, y que olvidados con esto todos los agravios recíprocos, correrian a recibirlos con la oliva y a estrecharlos sinceramente en sus brazos (41). Las cosas habian ido demasiado adelante, y la confianza que los insurgentes podian inspirar era muy escasa para que esto pudiese por entonces realizarse, y así todas estas contestaciones no tuvieron más resultado, que prevenir el Virrey a Llano en órden de 24 de Octubre, que pues Rayón, Cos y los que los seguian, desconocian la voz de su soberano, tergiversando maliciosamente los principios que habian debido conducir siempre a los españoles a la unión, obrase en todos los casos que se presentasen, con arreglo a las órdenes con que se hallaba (42). D. Ignacio Rayón quiso ir más adeleante y aprovechar la división que se habia introducido entre los españoles de México, con cuyo objeto dirigió desde Zacatlán una proclama a los europeos que habitaban este continente, redactada por el Lic. D. Carlos Bustamante, quien la envió por el correo de Puebla con oficio al consulado de México, para que se leyese en junta general extraordinaria, haciendo responsable a aquel tribunal, el cual luego que la recibió pasó todo a manos del Virrey (43). Este dando las gracias al consulado por esta nueva prueba de su fidelidad y sospechando de la del ayuntamiento, que era todavía el constitucional compuesto de criollos, preguntó por oficio reservado al intendente, si este cuerpo habia recibido iguales papeles, previniéndole se los mandase y le manifestase con la debida reserva lo que hubiese acordado en el caso; más el intendente contestó no saber que se hubiesen recibido ningunos, ofreciendo participar cualquiera cosa que llegase a su noticia. El Virrey mandó que todo se quemase por mano de verdugo, como se verificó solemnemente en la plaza de México. En esta proclama, que aunque firmada por sólo Rayón, fue escrita en nombre del mismo y de los dos diputados Crespo y Bustamante que estaban en su compañía, este último recopiló en ella en los términos más irritantes, los motivos de agravio de que los insurgentes se quejaban; mal principio sin duda para invitar a una reconciliacion, y pasando luego a recordar todos los sucesos de España, los sacrificios hechos para conservar el trono para Fernando y la recompensa que por ellos habian obtenido los españoles, reducidos nucvamente por el decreto de 4 de Mayo de aquel monarca, a la suerte miserable a que habian estado condenados bajo el gobierno del valido Godoy, presentaba a los residentes en México como único recurso, la unión con los americanos para hacer la independencia (44). Cos en la suya, pasa por alto con más juicio, todos los hechos anteriores; atribuye la resistencia de los españoles a admitir las propuestas amigables que se les habian hecho, a las voces crueles, bárbaras e impolíticas de un pueblo arrebatado, que gritó, en los primeros trasportes de su conmoción, mueran los gachupines, y a la poca fé con que podia contarse de parte de una plebe agitada, sin dirección y sin sistema (45); más variado el estado de las cosas, los convidaba a la unión con las palabras que antes hemos copiado. D. Carlos Bustamante dirigió en lo particular dos cartas al Virrey en 10 y 17 de Agosto, esta última con el carácter de reservadísima, tratando de persuadirle que debia entrar en convenios con Rayón para salvar su persona, fundando la opinión que manifestó sobre el triunfo seguro de los insurgentes, en el auxilio con que contaban de los Estados Unidos y en las ventajas que estos últimos habian de obtener sobre los ingleses, que se habian embarcado hacia aquel tiempo en Burdeos para atacar aquellos Estados (46). El Virrey, por toda respuesta, mandó disponer la expedición contra Zacatlán, de que hablaremos más adelante (47). La restitución de Fernando VII a su trono, no produjo pues otro efecto, respecto a la guerra que actualmente se hacia en Nueva España, que afirmar en los insurgentes la resolución de continuarla ya abiertamente para hacer la independencia, y dividir en dos bandos el partido realista, el uno de los adictos a la constitución que habia sido derrocada, y el otro de los enemigos de esta y opuestos a las reformas que iban haciendo los liberales; bandos que en sus movimientos habian de depender enteramente de los sucesos de España y cuyas consecuencias fueron las más importantes y trascendentales, como en su lugar veremos oportunamente. Notas (1) Véase tomo 3°, fol. 171. (2) Véase todo esto con extensión en los tomos 6° y 7° de la historia de Toreno de la edición mexicana, de los que está tomado casi todo el contenido de este capitulo, en lo relativo a los sucesos de España. (3) Véase en el tomo 3° fol. 60, quiénes componían la regencia que acabó, que por ser de cinco individuos, se conoció con el nombre del Quintillo; nunca gozó de gran favor, siendo tenidos los que la componian por poco afectos a las reformas y nuevo órden de cosas. El nombramiento de la nueva se hizo por decreto de las Cortes de 8 de Marzo de 1813, núm. 228, tomo 4° de decretos, fol. 4. (4) Véase tomo 3° de las disertaciones, fol. 333, por qué los hijos del infante D. Luis no tenian derecho de sucesión al trono. (5) Decreto núm. 239, de 21 de Marzo de 1813, en el tomo citado, fol. 16. (6) Se insertó en la Gaceta de México de 22 de Febrero de 1814, número 530, folio 205. (7) Véase en el tomo 3°, fol. 267, lo relativo a los diputados nombrados por la Nueva España. (8) En la Gaceta de México de 12 de Mayo, núm. 566, fol. 496, se publicó el pormenor de la solemnidad de esta entrada. (9) Véase esta contestación con los documentos relativos a la disolución de las Cortes en el Apéndice, documento número 4. (10) Todo esto lo refiere con muchos pormenores D. Joaquin Lorenzo Villanueva que fue uno de los presos, en su Vida literaria, tomo 2°, capítulos 4 y siguientes, y en sus Apuntes sobre la prisión de los diputados. (11) Diario manuscrito del Dr. Arechederreta, en el que hay muchos pormenores sobre estas funciones, de que tambien hablan las Gacetas de Junio de aquel año. (12) El Dr. Arechederreta anuncia positivamente en su diario el trastorno que se verificó. (13) Gaceta de 19 de Julio, núm. 601, fol. 793. La diputación provincial se instaló con los individuos siguientes: El Virrey D. Felix María Calleja, presidente como jefe político superior; el intendente 'de la provincia de México D. Ramon Gutierrez del Mazo; el Dr. D. José Angel Gazano, canónigo penitenciario de la metropolitana de México, vocal por la provincia de México; el coronel D. Pedro Acevedo por Querétaro; D. Juan Bautista Lobo, comerciante de Veracruz, por México; el sargento mayor retirado D. Ignacio Garda Illueca, suplente por México; el Lic. D. José Daza por Tlaxcala. La diputación nombró por secretario a D. José María Martinez, oficial mayor de la tesorería general, recomendable por su probidad y conocimientos. El 30 del mismo mes prestó juramento como diputado por Puebla, el canónigo lectoral de aquella catedral Dr. D. Francisco Pablo Vazquez, que fue después obispo de la misma iglesia. (14) Decreto núm. 311, tomo 4° de decretos de las Cortes, fol. 253. (15) Véase el apéndice, documento núm. 5. (16) Gaceta del 13 de Agosto, núm. 618, fol. 893. (17) Véanse las Gacetas del mes de Agosto. (18) Gaceta de 10 de Septiembre, núm. 626, fol. 1009. (19) Gaceta de 15 de Septiembre, núm. 628, fol. 1,025.