Índice de Desde el ataque de Valladolid y batalla de Puruaran hasta la mitad del año 1815 de Lucas Alamán | Capítulo séptimo | Apendice 1 | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Desde el ataque de Valladolid
y
la batalla de Puruaran
hasta la mitad del año 1815
Lucas Alamán
CAPÍTULO OCTAVO
Sitio de Cóporo.- Reúnense para formarlo las tropas de Llano y de Iturbide.- Descripción de Cóporo.- Operaciones del sitio.- Parecer de Iturbide.- Resuélvese el asalto.- Dalo Iturbide y es rechazado con mucha pérdida.- Levántase el sitio.- Reprimenda del Virrey a Llano.- Distribución de las fuerzas que concurrieron al sitio de Cóporo.- Varios sucesos de la provincia de Guanajuato.- Expedición de Iturbide a Ario para sorprender al congreso.- Fuga del congreso.- Regreso de Iturbide.- Sangrientas ejecuciones.- Es fusilado D. Bernardo Abarca.- Reúnese el congreso en Uruapan.- Desobedécelo Cos.- Manifiesto de Cos contra el congreso.- Prisión de Cos.- Es condenado a muerte y se le conmuta la pena en la de prisión en Atijo.- Sucesos de las provincias del interior.- Ataque de Jilotepec.- Persecución de los insurgentes en Huichapan.- Acontecimientos de la provincia de Guanajuato.- Es nombrado Iturbide general del ejército del Norte.- Sucesos más importantes de otras provincias.
En el sistema de guerra adoptado por Calleja, era un punto esencial no dejar que los insurgentes se hiciesen fuertes en lugar alguno, y para evitarlo tenia hechas las prevenciones más eficaces a todos los comandantes. En consecuencia de este principio, tomó con empeño apoderarse del cerro de Cóporo (1) en donde se habia fortificado D. R. Rayón, quien habia cedido el mando a su hermano D. Ignacio, mayor de edad y graduación que él, cuando llegó fugitivo de Zacatlán. El resultado de la acción de los Mogotes habia hecho conocer al Virrey, que no eran bastantes para esta empresa las fuerzas que estaban bajo las órdenes del brigadier Llano en Acámbaro, por lo que dispuso marchasen a unirse a ellas las de la provincia de Guanajuato con el coronel Iturbide a su cabeza, que fue nombrado segundo del ejército destinado a formar el sitio, y parte de las que operaban en las inmediaciones de Valladolid, permaneciendo en aquel ejército la división de D. Manuel de la Concha, dependiente de la comandancia de Toluca. Llano salió de su cuartel general de Acámbaro el 16 de Enero y se dirigió por Irimbo a Tuxpan, desde donde destacó a Iturbide con setecientos hombres a perseguir a D. F. Rayón, que se decia estar en el pueblo de S. Andrés, y no habiéndolo encontrado en él, siguió su excursión por Zitácuaro hasta Angangueo, sin otro resultado que hacer algunos prisioneros de los cuales fusiló cuatro en Angangueo. Habiendo regresado Iturbide el 23, siguió el ejército su marcha a Jungapeo el 26, no habiéndolo permitido antes las lluvias, y el 28 quedó establecido el sitio, habiéndose distribuido las tropas en los puntos convenientes de las inmediaciones de la plaza. La fuerza del ejército sitiador ascendia a unos tres mil hombres de todas armas, pero una parte de él, especialmente la caballería, estaba ocupada siempre en conducir convoyes con víveres y forrajes desde Maravatío, estando el pais circunvecino enteramente destruido y desierto, pues los habitantes temerosos de las vejaciones continuas que sufrian de los comandantes realistas, habian huido, ocultando hasta las imágenes de los santos de las iglesias, que solian ser objeto de profanación. Tambien era necesario perseguir a las partidas de insurgentes que se dejaban ver en las cercanías del campo de los sitiadores o en los caminos que a él conducian, habiéndose reunido las del P. Torres, Obregón, Saucedo, el Giro, y Lúcas Flores, para atacar el 4 de Febrero a la guarnición que quedó en Acámbaro, cuyo pueblo fue defendido con bizarría por el capitán del fijo de México D. José Barrachina (2). El cerro de Cóporo presentaba en la única parte accesible, un frente defendido por cuatro baluartes regularmente construidos, tres baterías en los intermedios formadas con saquillos, un foso de bastante amplitud, y a distancia como de treinta o cuarenta varas de este, una estacada o tala de árboles de espino. Desde el arroyo llamado de Cóporo subia al lado izquierdo del frente fortificado, una vereda poco usada y de muy áspera cuesta, y todo lo demás de la circunferencia era enteramente impracticable. La guarnición la componian unos setecientos hombres, de los que cuatrocientos estaban armados de fusil, y los demás eran artilleros e indios destinados a rodar peñas sobre los asaltantes. Habia treinta y cuatro cañones de todos calibres (3), y abundancia de víveres y municiones, no pudiendo faltar el agua, pues corre un arroyo por el mismo cerro. Las primeras operaciones de los sitiadores fueron, abrir un camino para poder subir artillería a una altura en que se situó una batería, que rompió
el fuego sobre la plaza el 2 de Febrero; establecer un camino cubierto, y en el curso del sitio se practicaron diversos reconocimientos, lo cual y la conducción de los convoyes dió ocasion a frecuentes escaramuzas, en que por ambas partes se hicieron algunos prisioneros, que fueron por una y otra fusilados. Desde 5 de Febrero se habia celebrado un consejo de guerra de los jefes principales de los sitiadores, en el cual Iturbide expuso por escrito con sumo tino y prudencia, los obstáculos que la empresa presentaba, nacidos de lo inaccesible del cerro; de las dificultades con que el ejército se proveia de víveres y aun de agua y de la escasez de numerario, teniendo también en consideración la falta que hacian en las provincias en que estaban destinadas las tropas empleadas en el sitio; pero haciéndose al mismo tiempo cargo de que la reputación de las armas reales estaba comprometida en una empresa, que aunque de poca importancia en su objeto, era preciso llevar al cabo; propuso se atacase a viva fuerza por el frente con dos o tres columnas, ofreciendo ponerse él mismo a su cabeza, persuadido de que resolviéndose a perder doscientos hombres o más, seria segura la victoria, siendo preferible el ataque por el frente, porque en su concepto era impracticable por la vereda lateral y mucho más no atacando simultáneamente por otro punto, pues además de estar aquel bien guarnecido, dirigirian los insurgentes toda su atención a defenderIo, impidiendo la entrada a las tropas reales y haciéndoles sufrir considerable pérdida; más si el consejo no era de su opinión, manifestó que dejando en el campo mil hombres, que creia suficientes para sostener y continuar los trabajos del sitio, seria conveniente saliese el resto de las tropas en dos secciones a recorrer los lugares circunvecinos, con lo que se lograria vivir sobre el país, dar algunos golpes a las partidas en que se apoyaban los sitiados, se recogerian víveres y se conservaria abierta la comunicación con Guanajuato, Valladolid y Querétaro, en disposición de auxiliar a la capital si fuese necesario; todo esto sin perjuicio de preparar entre tanto las escalas y demás útiles de que por entonces se carecia, y que eran indispensables para un asalto. Habiendo resultado infructuosos todos los medios que se intentaron para incendiar por medio de camisas embreadas, la tala de espinos que impedia aproximarse al foso, y siendo de poca utilidad los trabajos de zapa que se habian emprendido, Llano tuvo que resolverse a dar el asalto que encargó a Iturbide por orden que le comunicó el 3 de Marzo, dejando a su arbitrio si habia de verificarse en aquella misma noche o en el dia siguiente, así como el número y elección de la tropa que habia de efectuarlo, pero previniendo que el ataque habia de darse por la vereda que subia del rancho de Cóporo, lo que por las noticias que Llano decia tener, era en alguna manera practicable. Llano terminaba la orden, excitando el espíritu guerrero de Iturbide con el recuerdo de sus anteriores servicios, y prometiéndose que nada dejaria que desear en una ocasión la más interesante de cuantas se habian presentado en la revolución, en la que era necesario sacar con el mayor lustre las armas del Rey, para conservar la religión santa, la paz en la patria, y los derechos del soberano. Iturbide contestó dando las gracias por el honor que se le hacia, nombrándolo para ir a la cabeza de las tropas que habian de dar el ataque; más como el paraje por donde iba a verificarse era contra la opinión que tenia manifestada, para poner a cubierto su reputación militar previendo el mal éxito, al mismo tiempo que protestó obedecer, manifestó que en su concepto, el asalto que se intentaba sólo podria tener un resultado feliz, si se lograba sorprender a los sitiados, lo que no le parecia fácil, por la vigilancia con que se sabia que estaban. Tuvo por suficientes quinientos infantes y doscientos caballos, y aunque por el conocimiento que tenia del valor y celo de todos los jefes y cuerpos de aquel ejército, dijo que marcharia gustoso con los que el general en jefe designase; por cumplir con la orden que se le daba, señaló los granaderos y destacamento de fusileros del 2° batallón de la Corona; la 2a. compañía de granaderos de Nueva España, la de granaderos, cazadores y 4a. del fijo de México; la 1a. compañía de Zamora, ciento veinte hombres de cazadores y fusileros de Celaya y cuarenta de Tlaxcala, con doscientos caballos del 5° escuadron de Fieles del Potosí, Querétaro, Príncipe y S. Carlos; distribuyó estas fuerzas en cuatro secciones, mandada la primera por el capitán de granaderos del fijo de México D. Vicente Filisola, y la segunda por el de la misma clase de N. España D. José Pérez; otra sección de infantería a las órdenes del mayor del fijo de México D. Pío María Ruiz, debia sostener a las dos primeras, quedando la cuarta de reserva a cargo del capitán de la Corona D. Francisco Falla (e). La caballería bajo las órdenes del teniente coronel D. Pedro Monsalve, a quien Iturbide nombró su segundo, debia emplearse en recoger los dispersos en un caso desgraciado y contener las salidas de los sitiados. Escogió la madrugada del día 4 entre las tres y las cuatro, para que no obstante los inconvenientes que para tales operaciones causa la falta de luz, se pudiese fingir que se intentaba seriamente el ataque por el frente, y que los sitiados creyendo que este era el verdadero, se distrajesen de resguardar el punto de la vereda, y recomendó que se mantuviese un vivo fuego sobre la plaza por las baterías de los sitiadores, luego que se observase que lo habia en el punto atacado. Los sitiados por su parte notando movimiento en el campo enemigo, estuvieron prevenidos y dispuestos para lo que ocurriese (4). Las columnas marcharon al asalto, no permitiendo lo pendiente y estrecho de la vereda más que un hombre de frente, y al rayar el dia la primera, mandada por el capitán Filisola y compuesta de los granaderos y cazadores del fijo de México, habia logrado acercarse sin ser sentida hasta diez o doce pasos del parapeto que defendia la entrada por aquel punto. Una casualidad dió la alarma a los sitiados; el capitán Filisola habia dejado atado en su tienda para que no lo siguiera, un perro que acostumbraba acompañarlo por todas partes; fuese que él mismo se soltó o que io soltase el asistente, el perro fue en busca de su amo, y luego que lo vió empezó a ladrar y festejarlo (5), al ruido, el centinela que estaba en la trinchera dió el ¿quién vive? los asaltantes sin contestar se echaron sobre el parapeto; el centinela hizo fuego; pusiéronse en defensa los que guardaban aquel punto; acudieron otros en su auxilio; el fuego se rompió e hizo general; la segunda columna que mandaba el capitán Pérez y que formaban los granaderos de la Corona y Nueva España, la primera compañía de Zamora y un piquete de llaxcala, llegó entonces en apoyo de la primera; pero después de inútiles esfuerzos, no pudiendo trepar sin escalas a una altura de más de seis varas que tenia el parapeto, formado por la naturaleza en las mismas peñas y perfeccionado por el arte, tuvieron ambas que retirarse con mucha pérdida (6); las demás secciones no entraron en acción. Entre los heridos gravemente, se contaron los tenientes D. Juan José Codallos y D. Pablo Obregón; el mismo Filisola recibió dos fuertes contusiones, y en su parte recomendó al teniente D. Ramón de la Madrid, que fue el primero en llegar al parapeto y aunque herido en una mano, no quiso retirarse, y al de la misma graduación D. Manuel Céspedes, que es hoy general de la República. También mereció igual recomendacion D. Joaquin de la Sota (e), teniente de N. España, quien con señalado valor e intrepidez, subiÓ todo el escarpado hasta el pie del parapeto animando con su ejemplo a la tropa, y habiendo visto morir a su lado a los qne le seguian, sostuvo con los pocos que quedaron del piquete que mandaba, la retirada de toda la división. Iturbide en el manifiesto o memoria que escribió en Liorna, dice: que tuvo la suerte de salvar las cuatro quintas partes de la gente, que debia haber perecido toda, en una acción cuyo éxito bien sabia que debia ser funesto, pero en que el pundonor militar no le permitió poner dificultades, cuando se le dió la orden para el ataque. Llano, en vista del mal resultado de este, celebró un consejo de guerra a que concurrieron todos los jefes del ejército; los cuales unánimemente fueron de sentir, que seria inútil cualquier intento de nueva embestida, sacrificando la tropa sin provecho. En consecuencia, el dia 6 de Marzo levantó Llano su campo, habiendo dirigido el 4 a su ejército una absurda proclama, en que llama invencibles a los soldados que en aquel mismo dia habian sido rechazados, y con embrolladas frases les dice: En la madrugada de este dia habeis conseguido sobre vuestras glorias satisfacer a Dios, al Rey y a la patria, de la constante decisión con que defendeis vuestros sagrados deberes, arrostrandoos por el más activo fuego, hasta tocar con las manos y desengañaros por vuestros ojos, de la imposibilidad en que un enemigo cobarde unió el arte a la naturaleza, para que vosotros no les impusieseis el castigo a que son tan acreedores por su contumaz rebeldía (7). Les anuncia en seguida la resolución de retirarse para que pudiesen reponerse de tantas fatigas, y les ofrece volverlos a conducir a aquel punto, para que vengasen la sangre que habian visto verter en unos cuantos de sus compañeros. En la comunicación que dirigió al Virrey, trata de disminuir la importancia del punto fortificado, que aunque lo consideraba inexpugnable por la naturaleza y por el arte, no estorbaba en nada las operaciones de las tropas del gobierno, las cuales retirándose según lo acordado en el consejo de guerra a los pueblos y haciendas inmediatos, se podria destinar un cuerpo de quinientos o seiscientos hombres, el cual estando en continuo movimiento, talase las sementeras de las haciendas de que se proveia el fuerte, repitiendo esta operación siempre que se hallasen en planta, no dejando hacer pie a los insurgentes en ninguna parte. Manifestó también la imposibilidad en que se hallaba de sostenerse por mas tiempo, escaseando el numerario y careciendo de víveres y forrajes, que no podia proporcionarse por estar exhausto todo el pais en rededor, y no pudiendo contar con proporcionárselos de los pueblos inmediatos tales como Tuxpan, Tajimaroa, Irimbo, Angangueo y Zitácuaro, todos decididos por la insurrección, en términos, que cuando hubiese de ponerse de nuevo el sitio, para lo que creia necesarios dos mil quinientos a tres mil infantes, con la respectiva caballería, seria menester formar una división, que exclusivamente se ocupase en reunir y conducir mantenimientos para hombres y caballerías. El Virrey en la contestación reservada que dió a este oficio en 12 de Marzo, expresa en términos del mayor desagrado su desaprobación, por haberse intentado el ataque sin haber tomado las disposiciones necesarias para asegurar su resultado. De los partes de V. S., dice, deduzco, que no se tomaron todas aquellas medidas que enseña el arte de la guerra, y que deben usarse en tales casos: que el camino cubierto se practicó mal y por paraje que quedaba expuesto a todos los fuegos de frente y flancos; que no se allanó por la artillería ningún punto de la fortificación enemiga por donde pudiera después penetrar la tropa; que sin conocimiento del terreno se arrojaron esos valientes soldados al asalto, aun sin llevar escalas para verificarlo, y sin que se adviertan los efectos del ataque que por el frente de la posición enemiga pensó figurarse, y que según las circunstancias podia convertirse en verdadero al abrigo de la artillería; de modo que en todo reconozco la precipitación y falta de conocimientos con que se ha procedido, no obstante que hubo bastante tiempo en esta expedición y la anterior, para cerciorarse de la situación del enemigo y de las dificultades que afrecia el asalto. Pero nada ha sido tan perjudicial como la resolución de retirarse, dejando a los rebeldes ufanos y gozosos de haber rechazado con no poca pérdida a las tropas del Rey, bajo el equivocado concepto de que el punto que ocupan es despreciable por su localidad (8), como si hubiese alguno por remoto y por inútil que parezca donde se sitúen los enemigos, que no sea importante y forzoso desalojarlos de él, para que no aumenten su opinión y orgullo, y contaminen a otras provincias ensanchando sus esperanzas y proyectos devastadores, de que sobran ejemplares en esta revolución, siempre que se les ha dejado subsistir por algún tiempo en cualquier punto fortificado. El Virrey sigue manifestando en esta severa reprimenda, que no habia habido motivo suficiente para levantar el sitio, que debió haberse continuado hasta que la serie de las operaciones de él hubiese procurado la oportunidad del asalto, ya que se habia dado prematuramente; que de esta manera Llano habria podido rectificar sus conocimientos del terreno, y cerrando todas las comunicaciones del enemigo, impedirle toda clase de abastecimientos, sin perder las ventajas que le ofrecia el consumo de víveres y municiones que aquel habia ya tenido, y que según las declaraciones de los prisioneros le comenzaban a escasear; no pudiendo servir de disculpa la falta de víveres y dinero, pues con la numerosa y aguerrida caballería que tenia a su disposición, y habiendo sido dispersadas en varias escaramuzas las partidas enemigas que se habian presentado, hubiera podido proveerse abundantemente de todo, repitiendo las expediciones a Maravatío, a Acámbaro, a Querétaro y aun a Toluca, por lo que nunca estuvo V. S., dice, en la absoluta necesidad de tomar una resolución tan inesperada, que puede producir consecuencias muy fatales, dimanadas de no haber V. S. en tiempo oportuno disipado la reunión que empezó a formarse en Cóporo casi a su vista y con fuerzas sobradas para destruirla. Suaviza sin embargo el Virrey, la dureza de estas expresiones, diciendo a Llano, que estaba satisfecho de que habia puesto de su parte todo lo que cabia en su recta intención, honor y celo, y ya que el mal no tenia remedio, habiéndose retirado el ejército a Maravatío, aprobó lo propuesto por aquel jefe sobre la formación de una sección volante de quinientos a seiscientos hombres de todas armas, cuyo mando previno se diese al teniente coronel D. Matias de Aguirre, el cual debia con ella expedicionar incesantemente por las inmediaciones de Cóporo, con el objeto de impedir a los rebeldes que se proveyesen de víveres y quitarles todos los recursos, talando, quemando y destruyendo los parajes de donde pudiesen sacarlos, sorprendiendo sus convoyes y cuerpos exteriores, y manteniéndose a la vista, miéntras ocupasen su posición, para aprovechar cualquiera oportunidad que se le presentase de apoderarse de ella. Llano con las tropas estacionadas en el cuartel general que habia de establecerse en Maravatío, debia expedicionar desde aquel punto y Acámbaro por sí mismo o por medio de otros jefes que al intento comisionase, de acuerdo con Aguirre, para mantener abiertas las comunicaciones con Valladolid, el Bajío, Querétaro y Toluca, volviendo a Ixtlahuaca la sección de Concha para cubrir aquel punto y el de Toluca, la que debia obrar por su derecha en combinacion con las fuerzas de Tula y por su izquierda y centro con las de Llano y Aguirre, cuidando Llano entre tanto de reponer la artillería y preparar todo lo necesario para cuando fuese conveniente volver a formar el sitio. Iturbide con las tropas de su mando volvió a la provincia de Guanajuato, apresurando su marcha a Acámbaro por haber recibido Llano aviso de que el P. Torres se hallaba por aquellas inmediaciones. Durante su ausencia, Orrantia desbarató por dos veces a Ortiz (el Pachón) y a Rosales en la sierra de la Deseadilla e inmediaciones de S. Felipe, destruyendo la maestranza que tenian formada en la hacienda de los Reyes y recobrando parte del botin que habian recogido en sierra de Pinos (9), y algunos destacamentos de la guarnición de Guanajuato salieron a perseguir a las partidas que talaban y destruian las haciendas inmediatas de donde se provee de víveres y pasturas aquel mineral (10). Los insurgentes por su parte sorprendieron (25 de Febrero) el destacamento que guarnecia a Chamacuero, dando muerte al capitán D. Antonio Ormaechea que lo mandaba, lo que parece se verificó por inteligencia en que estaban con el cabo Rodriguez, pero el capitán Granda logró reunir la guarnición y rechazarlos (11). Atacaron también los suburbios de Guanajuato por la presa de la Olla y mina de Rayas, (2 de Abril) (12) más fueron obligados a retirarse. Deseoso siempre Iturbide de grandes empresas, intentó entonces apoderarse por un golpe de mano del congreso y gobierno, que perseguidos vivamente por Andrade en los últimos meses del año anterior, habian andado huyendo de Ario, a Uruapan y Apatzingan (13) y habian vuelto a establecerse en el primero de estos lugares. Iturbide creyó que no pudiendo temer un ataque de su parte, como que se hallaba en un punto distante, podria lograr por una marcha rápida cogerlos desprevenidos, y propuso con la mayor reserva su proyecto al Virrey por quien fue aprobado, y se le autorizó a ejecutarlo con absoluta independencia del brigadier Llano, a quien Iturbide comunicó solamente, que teniendo tomadas medidas muy eficaces para saber exactamente los planes de los rebeldes, era muy importante que no se hiciese movimiento alguno por las tropas de su mando que pudiese alarmarlos, reserva de que Llano se dió por ofendido y se quejó al Virrey. Para la ejecución de esta empresa atrevida, que para tener buen éxito requeria sobre todo reserva y celeridad, Iturbide sin que nadie penetrase su intento, hizo salir de Irapuato el 1° de Mayo a las seis de la mañana, la infantería y bagajes para Yurira, a las órdenes de su mayor general Rivas, y lo siguió él mismo más tarde con toda la caballería. En Yurira eligió cuatrocientos veinte dragones bien montados, a los que se dió un caballo de remuda escogidos entre toda la remonta, y cien infantes igualmente montados, dejando otra sección a las órdenes de Orrantia, que debia seguirlo y reunírsele en Puruándiro. El mismo, habiendo distribuido su tropa en diversas partidas, a cuyos jefes dió por escrito las instrucciones más precisas, se puso en marcha el dia 2 para hallarse sobre Ario el 5 entre cinco y seis de la mañana, dirigiéndose Orrantia con igual diligencia desde Cueneo el dia 4 en que se separó de Iturbide, por Uruapan a Chimilpa, a destruir las fortificaciones comenzadas a construir en aquel ventajoso sitio e impedir que se retirasen a él los que pudiesen huir de Ario. El éxito de la empresa dependia de que andando dia y noche las treinta y cuatro leguas que hay de Puruándiro a Ario por el camino poco usado que Iturbide siguió, ningún aviso pudiese recibirse en Ario antes que el que el mismo Iturbide diese con su llegada; pero este intento se frustró por haberse extraviado el dia 4 en el monte que hubo que atravesar, algunos de los trozos en que Iturbide habia dividido sus fuerzas de suerte que aunque llegó con su vanguardia Cínciro a las nueve de la noche, andadas en el dia diez y seis leguas, los demás trozos no se reunieron en aquel punto hasta las dos de la mañana del 5. Era ya imposible entonces andar en el tiempo que quedaba hasta las seis, las diez y ocho leguas que faltaban, por lo que Iturbide aunque desesperando del resultado, quiso todavía probar si podria conseguir su intento emboscándose en lo más áspero de la sierra y para no ser descubierto, puso dos avanzadas de dragones montados y pie a tierra disfrazados, para que detuviesen sin estrépito a cuantos se acercasen al camino y los llevasen a la emboscada; con el mismo fin hizo coger en la misma noche a los habitantes de todas edades y sexos de las rancherías y pastorías contiguas, no permitiendo que la tropa saliese ni aun a tomar agua. A las tres y media de la tarde del dia 5, se puso en marcha la división para llegar a Ario el 6 antes de amanecer, pero en el camino tuvo Iturbide el sentimiento de saber por algunos prisioneros que hizo, que el congreso y gobierno, avisados de su llegada a la hacienda de S. Isidro, distante veintitres leguas de Ario, se habian puesto en fuga en dispersión desde el dia anterior, y este sentimiento fue mayor cuando se cercioró de que el aviso no fue recibido hasta las siete de la mañana del mismo dia 5, en que Iturbide debió haber llegado entre cinco y seis de la misma, sin el accidente que lo detuvo en su marcha (14). El congreso iba a entrar a sesión cuando recibió la noticia de la aproximación de Iturbide por el camino de Cueneo, y el terror se aumentó, porque al mismo tiempo se aseguró que Negrete se acercaba por el de Uuapan (15); ya no se trató entonces más que de ponerse en salvo, como lo hicieron el congreso y tribunal de justicia, cada uno por donde pudo:; los individuos del poder ejecutivo Liceaga, Morelos y Cos, permanecieron hasta más tarde; y habiéndose separado Liceaga de sus compañeros, estos hicieron sacar el archivo y la imprenta, y a las cinco salieron con la poca tropa que habia al cerro de la Barra, en donde permanecieron ocultos aquella noche, y el dia siguiente después de haber entrado Iturbide en Ario, se dirigieron a la hacienda de Puruaran. Iturbide permaneció en Ario hasta que volvieron a incorporarse en la división Orrantia, que como hemos visto, se habia dirigido a Chimilpa, y D. Luis Cortazar, capitán del regimiento de Moncada, en el que habia beneficiado una compañía, mandado por Iturbide a llevar órdenes a Orrantia. El fuerte de Chimilpa (16) está situado al Sur de Valladolid a siete leguas de Uruapan, y lo rodea por todas partes una barranca profunda con una sóla entrada, encerrando un espacio de dos leguas de N. a S. y más de tres de O. a P., en el que hay arboledas y llanuras en que se puede mantener cantidad de ganado: se cultiva también maiz, frijol y otros frutos, y está provisto de agua por varios arroyos que corren en todas direcciones. A las defensas naturales se habian agregado estacadas de fuertes maderos de encina en la extensión de trescientas varas, y escarpados hechos a pico en donde las rocas no eran bastante elevadas. Orrantia encontró el fuerte abandonado, y habiendo destruido todas las obras de fortificación que se habian ejecutado, pegando fuego a las palizadas, volvió a Ario, de donde salió Iturbide para Pázcuaro el 14, entrando en aquella ciudad en el mismo dia. En esta expedición anduvo Iturbide sesenta y una leguas, y anota en su diario que agregadas estas a las cuatro mil trescientas ochenta y ocho que tenia andadas desde el tercer año de la guerra en que comenzó a llevar cuenta de sus marchas, hacian el total hasta aquella fecha, de cuatro mil cuatrocientas cuarenta y nueve. Un rastro de sangre fue señalando todos los pasos del derrotero de esta excursión. Tanto Iturbide como Orrantia y Cortazar, sorprendieron a varios empleados en la administración de las fincas de que los insurgentes se habian hecho dueños, y algunos soldados que todos fueron fusilados. También lo fueron los pocos que tuvieron la indiscreción de quedarse en Ario, y al entrar en Pázcuaro fue cogido el comandante de aquella ciudad D. Bernardo Abarca. Era este un vecino distinguido y pacífico, a quien Cos obligó como a otros varios a admitir empleos en un regimiento de dragones que intentó levantar allí para resguardo de la población, como los cuerpos de patriotas que se habían organizado en los pueblos ocupados por los realistas, de que él mismo se hizo coronel nombrando a Abarca teniente coronel, el cual aceptó a instancias del vecindario, que a cada instante se veía invadido por las partidas de insurgentes que entraban en la ciudad y cometían todo género de desórdenes y violencias, no habiendo autoridad que conservase algún género de orden. Todos los oficiales al aproximarse Iturbide huyeron, pero el desgraciado Abarca tardó algo en hacerlo por tener que dejar a su esposa en cama, y habiendo sido cogido a la salida de la población, fue puesto inmediatamente en capilla para ser pasado por las armas. En vano se interesaron por salvarle la vida el cura D. Pedro Rafael Conejo, las religiosas y los vecinos que habian quedado; en vano su esposa afligida se echó a los pies de Iturbide, quien le aseguró que su marido no seria fusilado, habiéndolo puesto en prisión solamente para tomarle una declaración; al salir de Pázcuaro lo hizo conducir preso con la división y lo mandó pasar por las armas en Zintzunzán, cuando su tropa iba a ponerse en marcha. Esta atroz ejecución fue considerada como un despique, por el mal éxito de la excursión contra el congreso (17). Aunque Morelos y Cos pensaban detenerse en Puruaran (18), temiendo ser alcanzados allí por partidas que se decia haber mandado Iturbide en su seguimiento huyeron hasta Turicato, mandando la tropa que los acompañaba el brigadier Lobato, y continuando su retirada a Huetamo, se separaron en aquel lugar dirigiéndose Cos a la hacienda de Sta. Efigenia y Morelos a Cutzamala, en donde reunió los restos de la gente de Bravo batida por Armijo en Ajuchitlán, y celebró con mucha solemnidad la función del Corpus, haciendo de cura de aquel pueblo el P. domínico español Fr. Tomas Ponz, natural de Valencia, quien después fue de capellán de Herrera en la legacion a los Estados Unidos y con entusiasmo predicaba con frecuencia a favor de la revolución, obsequiando en aquel dia a Morelos con un banquete. El Dr. Cos a los ocho dias de salido Iturbide de Pázcuaro, se unió en las inmediaciones de aquella ciudad con las partidas del P. Carbajal y de Vargas, en cuyo poder estaban diez y siete prisioneros realistas cogidos con el capitán Aval que salió de Valladolid a forrajear (19). Cos, para vengar la muerte de Abarca, los hizo fusilar en el pueblo de Sta. Clara (20), y lo mismo hizo con un jefe de insurgentes llamado Nájera, que hacia sufrir a los realistas que caian en sus manos los más horribles tormentos para quitarles la vida. El congreso, gobierno y tribunal de justicia, volvieron a reunirse en Uruapán; pero Cos, aunque individuo del poder ejecutivo y que por lo mismo no podia tener mando de tropa sin permiso del congreso según lo prevenido en la constitución, no quiso volver a aquel cuerpo y continuó a la cabeza de la gente que habia juntado, obedeciéndole la que habia sido del P. Navarrete, el cual estaba a la sazón preso en Atijo, y aun se esparció que habia sido muerto; la de los Ortices y otras partidas. Cos era de carácter altivo y tenaz y muy inclinado a entrar en cuestiones de derecho, en las que no economizaba dictrios a sus contrincantes. En el año anterior habia sostenido una disputa muy empeñada sobre autoridad eclesiástica con el obispo electo de Michoacán Abad y Queipo (21), este, en circulares a sus diocesanos, declaró que Cos habia incurrido en las herejías de Wiclef y de Lutero, y que por un efecto de rebeldía, no reconocia en su persona la dignidad episcopal; Cos contestó que en efecto no lo reconocia, porque no habia podido ser penitenciario, ni mucho menos obispo de Valladolid, estando acusado muchos años hacia de ser hereje formal; porque no se le habian dispensado las irregularidades contraidas por la ilegitimidad de su nacimiento; porque estaba nombrado por autoridad ilegítima, y porque aunque lo fuese la regencia de España, no residian en ella las facultades del patronato real para presentar a beneficios eclesiásticos. Ya hemos visto que Fernando VII a su regreso a España, confirmó esta misma opinión y obró según ella con respecto al arzobispo electo de México Bergosa y al mismo Abad y Queipo. Por estas y otras muchas razones que alegó, ocurrió Cos al cabildo eclesiástico por una exposición datada en Ario a 20 de Abril de 1814, pidiendo declarase nula la delegación que habia hecho de sus facultades en Abad y Queipo para el gobierno de la mitra, y en las mismas fundó la necesidad en que el gobierno independiente habia estado de nombrar un vicario general castrense, que era legítimo en virtud de las circunstancias en que se encontraba la nación. Por estos principios y porque según Cos, Abad y Queipo era un excomulgado vitando, que no podia tener intervención alguna con los fieles, ni ejercer sobre ellos acto alguno de jurisdicción eclesiástica, mandó publicar un bando en su cuartel general de Pázcuaro en 27 de Marzo de 1814, por el que previno: que ningún individuo de cualquiera clase y condición que fuese, mantuviese correspondencia pública ni privada con Abad y Queipo, so pena de ser tratado como traidor a la nación; que ni los curas ni otro eclesiástico ocurriesen al supuesto obispo electo por licencias, dispensas, ni otra ninguna gracia de las que dependen de la jurisdicción eclesiástica, siendo considerados los contraventores como enemigos públicos; que si el cabildo eclesiástico de Valladolid no accedia a nombrar delegados en los paises ocupados por los insurgentes, todos los ocursos que se ofreciesen, se harian al vicario general por medio de las autoridades políticas o de los comandantes militares; y por último, que siendo notorio el abuso que se estaba haciendo del Sacramento de la penitencia, para indagar los confesores las opiniones políticas de los penitentes e inducir a estos a separarse del partido de la revolución, prevenia que siempre que algún penitente notase en el confesor tales intenciones, lo delatase al gobierno independiente, ocurriendo a los magistrados o a los comandantes de sus respectivos distritos. Muy léjos Cos de obedecer al llamamiento del congreso, publicó y circuló desde el fuerte de S. Pedro (Zacapo) en 30 de Agosto, un manifiesto de que mandó pasar copias a todos los jefes militares y políticos, a los comandantes de patriotas, a los curas párrocos, a los prelados regulares y a todas las corporaciones (22). En el trata de demostrar la ilegitimidad del congreso, por carecer de nombramiento popular los individuos que lo componian; acusa a estos de traición, suponiéndolos vendidos al gobierno español; de abuso de facultades en las disposiciones que habian dictado sobre eclesiásticos, que eran sin embargo las mismas que Cos habia puesto en práctica como vicario castrense (23); de haberse apoderado de una autoridad absoluta ejerciendo los tres poderes, y concluye excitando a negarle la obediencia hasta que se reinstalase legítimamente, de acuerdo con Morelos y Rayón. El congreso en vista de tan escandaloso proceder, comisionó a Morelos para que procediese a la prisión de Cos, dándole orden de fusilarlo si hacia resistencia. Morelos marchó en su busca a Zacapo, y aunque Cos intentó defenderse, pero los soldados que tenia, en vez de ejecutar la voz de fuego que les dió, lo pusieron en manos de Morelos. Este lo condujo al congreso que lo juzgó, haciéndole cargo sobre todos estos hechos y lo condenó a la pena capital; el congreso sin embargo, deseaba evitar la ejecución, para lo cual queria que Cos hiciese algún acto de sumisión, y para inclinarlo a él, se trató de intimidarlo presentándole el ataud en que habia de ser conducido su cadáYer al sepulcro, pero sin conmoverse por tal espectáculo dijo con serenidad a los que lo acompañaban: Mayor dolor me causará el piquete de una pulga, que el tránsito de la vida a la muerte. Era a la sazón cura de Uruapan el Br. D. Nicolás Santiago Herrera, quien por su edad, luces y virtudes, disfrutaba de un eminente concepto y generalmente era llamado el Venerable Herrera; este eclesiástico se presentó de rodillas a la puerta de la sala en que el congreso celebraba sus sesiones, y pidió permiso para entrar a exponer una humilde súplica. La novedad del espectáculo atrajo mucha gente, de manera que cuando el cura entró a la sala de las sesiones, lo acompañaba un gran número de personas. En la misma postura pidió al congreso que concediera la vida a Cos, para que no se manchase con la sangre de un sacerdote la causa de la insurrección; vacilaban los diputados, pero Herrera reiteró sus instancias con lágrimas, y apoyándolas tambien el Lic.
Isasaga, que era entonces diputado, obtuvo que en el momento se sacase a Cos de la capilla, conmutándole la pena capital en prisión perpetua en los calabozos subterráneos de Atijo. En aquel desierto, la única distracción que Cos tenia era entretenerse en ver por una ventanilla que daba al arroyo, los lobos y los tigres que bajaban de los montes a beber en él, y allí permaneció hasta que una nueva revolución vino a ponerlo en libertad (24). Levantado el sitio de Cóporo, D. R. Rayón intentó apoderarse por sorpresa de Jilotepec, que como hemos dicho, era el cuartel general de la sección de Tula, mandada por el coronel Ordoñez (25). Instóle para esta empresa Epitacio Sanchez, célebre guerrillero de aquellos contornos y nativo del mismo Jilotepec, representándosela como de muy fácil ejecución, por ser escasa la guarnición que habia en el pueblo y estar la tropa descontenta; estas razones decidieron a Rayón y forzando las marchas, habiéndosele unido Urbizu y el mismo Epitacio con su gente, llegó de improviso a la vista de la población el 12 de Mayo al amanecer, con una fuerza que excedia de quinientos hombres (26). Tan léjos estaba Ordoñez de prever que podia ser atacado, no habiendo en las inmediaciones partidas algunas que pudiesen darle cuidado, que el dia anterior habia dispuesto salir a sorprender a Epitacio, que de dia se situaba en Aculco y pasaba la noche en Nadó; un fuerte aguacero que cayó en aquella tarde, impidió llevar a efecto este plan. Las fuerzas con que Ordoñez contaba eran unos cien caballos de S. Carlos y S. Luis, la partida de caballería mandada por el indultado D. Rafael Velazquez, la infantería de Tres Villas, de cuyo regimiento era jefe el mismo Ordoñez, y un piquete de Lobera, que todo ascenderia a trescientos hombres. Rayón no presentó desde luego más de ciento, pero habiendo salido Velazquez con pocos dragones a hacer un reconocimiento, puso aquel en formación toda su gente, tenienoo a su cargo la izquierda Urbizu, la derecha Epitacio y conservando Rayón el centro bajo sus inmediatas órdenes. Ordoñez mandó al capitán Linares con cincuenta dragones de S. Carlos y la compañía de cazadores de Tres Villas a sostener a Velazquez, y salió él mismo con toda su infantería que mandaba el teniente coronel D. Rafael Ramiro; la acción se empeñó entonces y se sostuvo por algún tiempo, hasta que cargada reciamente por Linares y Velazquez la izquierda de los insurgentes mandada por Urbizu, huyó este con parte de la caballería, con lo que entraron en desórden todos los demás; D. R. Rayón estuvo en riesgo de caer prisionero, habiéndolo salvado su hermano D. Francisco; los realistas tomaron un cañón y un obus, ciento treinta fusiles o carabinas, porción de municiones, y ciento veintiún prisioneros, entre ellos veintiún heridos, que todos fueron pasados por las armas en partidas de treinta, a la orilla de una zanja abierta para sepultar los cadáveres, sufriendo la misma pena los heridos, conducidos al lugar de la ejecución en hombros de sus compañeros. Entre los muertos que quedaron en el campo de batalla, cuyo número fue considerable (27) se encontró al religioso mercedario Carmona, que tenia el empleo de coronel, y a otros varios oficiales. La pérdida de los realistas fue insignificante. Con tan completo triunfo, el camino de Queretaro y todas sus inmediaciones quedaron libres de las cuadrillas que lo hacian inseguro, habiendo seguido con empeño persiguiendo a los dispersos las tropas estacionadas en Jilotepec, Tepeji y Huichapan. Entre los oficiales que mandaban estas últimas, se comenzó entonces a señalar el teniente de dragones de N. Santander D. José Cristóbal Villaseñor, quien en el mismo mes de Mayo entró en el pueblo de Nopala y puso en dispersión las cuadrillas de Villagran y Gutierrez, que intentaron defenderse en la plaza (28). En otra refriega tenida por Villaseñor en el mes siguiente en los ranchos inmediatos a Nopala, quedó muerto el mismo Gutierrez (29). El resultado de tan activa persecución fue tal, que el comandante de Huichapan Casasola, dió parte al Virrey de no quedar en todo aquel distrito una reunión de insurgentes que excediese de veinte hombres. De esta manera los convoyes pasaban con facilidad, y el correo, que aunque mandado restablecer por el Virrey hacia tiempo una vez cada quince dias, no habia podido seguir sino con mucha irregularidad, transitaba ahora con pequeñas escoltas en los dias séñalados. En la carrera de Veracruz no sucedia lo mismo: el correo para ir de México a Puebla, tenia que tomar por Chalco a Cuautla e Izucar, estando obstruido el camino directo de Rio frio por las partidas de Vicente Gomez, y aun el de Chalco estaba expuesto a frecuentes interrupciónes, habiendo sido invadido el 28 de Mayo el pueblo mismo de este nombre, de muy considerable vecindario y defendido por los realistas organizados en él, de los que murieron once; lo que obligó al Virrey a dar orden de variar de dirección marchando a aquel punto, al coronel Ayala, que el dia anterior habia salido de México con su regimiento de dragones de España y dos compañías de Zamora, a relevar en el mando de los Llanos de Apan a Barradas, como en otro lugar hemos dicho, y destinó en seguida alguna tropa de línea a guarnecer aquel lugar, tan importante para el surtimiento de la capital de todos los efectos que entran en ella por agua. El correo continuaba desde Puebla a Tuxpan, de donde se conducia por mar la correspondencia a Veracruz. No era menos activa la persecución que hacian a los Insurgentes, Llano con las fuerzas del ejército del Norte; el teniente coronel Aguirre, con el cuerpo que se puso bajo sus órdenes para estar en observación de Cóporo;
y la división que mandaba Concha en el valle de Toluca. En el mes de Mayo destinó Llano una sección de cuatrocientos cincuenta hombres de todas armas, bajo el mando del teniente coronel D. Domingo Claverino (e), para que saliendo de Valladdlid recorriese todos los pueblos al S. O. de aquella capital (30), en Tiripitio se encontró con el teniente coronel Castañón, uno de los que acompañaron a Iturbide en su expedición contra el congreso, que se retiraba con la gente de su mando después de la dispersión de aquel cuerpo en Ario, y las noticias que por él se le dieron, le fueron muy útiles para dirigir sus operaciones. Claverino no encontró resistencia alguna en toda su excursión, sino en el pueblo de Nahuatzin, que hizo saquear por haber huido los habitantes y porque tres solas mujeres que en él halló, se rehusaron a darle informe alguno no obstante los ruegos y amenazas que con ellas usó (31), y habiendo llegado hasta Pázcuaro, regresó a Valladolid al cabo de cuarenta y dos días de marcha. Un reves de poca importancia sufrido por los realistas en el pueblo de Coroneo, fue muy pronto reparado con ventaja; el capitan D. Martin Montera de Arritala, que con el destacamento de la hacienda de la Barranca, salió el 16 de Octubre a atacar a Ruiz y a Alvarez, a quien llamaban el tuerto, que se hallaban en aquel lugar, fue derrotado con pérdida de nueve muertos, algunos heridos, y el mismo Arrítola con dos soldados cayó en poder de los insurgentes; apenas Llano tuvo noticia del suceso, destacó el 17 a Aguirre para que tomase las veredas que conducen desde Tlalpujahua a Angangueo, por donde supuso seria conducido el prisionero, y tal fue la actividad con que Aguirre procedió, que en el mismo dia a las nueve de la mañana no sólo estaba en libertad Arrítola, sino también otros veinte prisioneros cogidos en diversos reencuentros y preso el teniente Felipe Pico, comandante de la escolta que los conducia, a quien Llano mandó fusilar en Maravatío (32). Pocos dias despues (26 de Octubre) el mismo Aguirre marchó al pueblo de Atlacomulco, con el objeto de sorprender al mariscal Cañas; no habiéndolo encontrado allí, se retiró para la hacienda de Tepatitlán, pero dejó emboscado en las inmediaciones al alférez Moctezuma con cuarenta y cinco Fieles del Potosí, creyendo que Cañas, persuadido de que Aguirre se habria alejado, entraria con confianza en el pueblo; así se verificó y Moctezuma salió entonces de la emboscada, y situando su gente alrededor y a la salida de la casa en que habia entrado Cañas, se puso él mismo a la puerta con una pistola en la mano; Cañas quiso escapar saliendo a todo escape enteramente tendido sobre el caballo, pero aunque logró librarse del tiro disparado por Moctezuma, no tuvo igual fortuna con el que le disparó muy de cerca un dragón, con tal acierto, que hizo caer muertos al caballo y al caballero (33). Algunos de los que acompañaban a Cañas, en corto número, pues estaba muy disminuida su gente, fueron cogidos en el pueblo y fusilados en San Felipe del Obrage. Concha al mismo tiempo hacia la más constante persecución a las partidas que ocupaban la serranía desde Temascaltepec hasta Chapa de Mota y la villa del Carbón en las inmediaciones de México, destruyendo las fortificaciones comenzadas a construir (34) y atacando varias veces a Vargas, que era el jefe más acreditado de aquellos contornos, el cual (17 de Junio) sorprendió en Santiago Tianguistengo e! destacamento de veintiún dragones de S. Carlos que allí habia, dejando muerto al capitán y diez y nueve soldados, e hizo lo mismo después en Tlayacapa, acompañado por Gonzalez, saqueando las tiendas y casas, en cuyo punto perecieron más de treinta realistas, habiendo sido mal herido e! comandante de estos Franco. Otros golpes de esta clase sufrieron hácia el fin del año los realistas y los destacamentos pequeños de algunos pueblos en las inmediaciones de México, como sucedió en el de Tlalnepantla en la noche del 4 de Octubre, en donde entró el activo vizcaino Enseña y se llevó al comandante de los realistas D. Juan Escalante, al que puso en libertad pocos dias después, no obstante haber mandado este fusilar a algunos insurgentes, mediante la exhibición que hizo de seis mil pesos. El mismo Enseña derrotó completamente la sección situada en Tepeji del Rio, dejando muertos a muchos de los soldados, incendiado el pueblo y llevándose prisioneros al comandante D. Lorenzo del Corral con seis oficiales, a quienes mandó fusilar poco después en Amealco. También fue batido y muerto con veinte realistas en las inmediaciones de Pachuca el teniente Molleda, y en el camino de Puebla entró Gomez en S. Martin, pereciendo el comandante y parte de la guarnición que allí habia, del batallón expedicionario Americano. En la provincia de Guanajuato ocurrieron sucesos de no pequeña importancia, desde el regreso a ella del comandante general Iturbide (35) las partidas del P. Torres y Lúcas Flores, por el rumbo de Pénjamo y el valle de Santiago; Rosales, Moreno, Ortiz y Fernando Rosas, por el Norte, y otros varios en todas direcciones, daban sobrada materia a la actividad del mismo Iturbide y de Orrantia y Castañon, que eran los jefes de su mayor confianza; reunidos los dos últimos, atacaron el 24 de Julio en el Rincón de Ortega, bajando de los Altos de Ibarra, a todas las fuerzas reunidas de Moreno, Rosales, Encarnación Ortiz y Rosas (36), que se componian de gran número de gente a caballo y ciento cuarenta infantes disciplinados por Rosas, a los que habia dado el nombre de infantería fija de Dolores; la derrota de los insurgentes fue completa, habiendo tenido una pérdida considerable en muertos y armamento, especialmente en la infantería que fue casi del todo destruida; los realistas tuvieron no pocos muertos y heridos, y entre los primeros el teniente del cuerpo de Frontera D. Francisco Rubio, que era oficial de estimacion. A consecuencia de esta acción, fue cogido Rosas con tres oficiales y veinte soldados por el teniente del regimiento de S. Luis D. Higinio Juarez, (14 de Agosto) en el rancho de Redondo, inmediato a Villela; Rosas con los tres oficiales fueron fusilados en S. Luis, y los veinte soldados en Villela. A Orrantia se le dió en premio de esta acción y de sus anteriores servicios, el grado de coronel, y a Juárez el de capitán, ambos de milicias provinciales. Rosas era uno de los sargentos del batallón de Guanajuato comprometidos con Hidalgo para comenzar la revolución, y por esto fue puesto en prisión por el intendente Riaño (37), estuvo en las batallas de las Cruces, Guanajuato y Calderón, y habia sido nombrado comandante general e intendente de S. Luis con el título de brigadier. Antes de subir al patíbulo, escribió una carta al cura y clero de Dolores, pidiéndoles perdón por las ofensas que les habia hecho, y recomendándoles su hija y familia (38). Un mes después (12 de Septiembre) marchando Orrantia al pueblo de Dolores, para ejecutar el movimiento combinado por Iturbide con las tropas de Zacatecas, y las de provincias internas que mandaba el teniente coronel D. Antonio Elosúa en la de S. Luis, sobre la sierra de Ibarra, sorprendió a las cuatro y media de la tarde a Encarnacion Ortiz, que estaba con trescientos hombres en el mismo pueblo de Dolores, matándole cuarenta y uno de los suyos y haciéndole cincuenta y seis prisioneros que fueron fusilados, entre ellos siete oficiales y el secretario de Ortiz. Tomóle además trescientos nueve caballos, doscientas cincuenta sillas y algunas armas y municiones. Ortiz huyó en un caballo en pelo, y los que pudieron escapar a pie, se ocultaron entre las viñas de las inmediaciones (39). No siempre tocaba a los insurgentes la suerte de ser batidos; estos atacaron entre Chamacuero y Celaya al comandante Estrada, (7 de Octubre) y habiéndose puesto en fuga la tropa que mandaba, sufriÓ una pérdida de quince muertos; reunidos los fugitivos, Iturbide, que aunque era bastante indulgente en otras faltas de disciplina, no disimulaba ninguna de valor, resultando de la sumaria que mandó formar, que el primero que huyó fue el soldado Andres Arenas, lo mandó pasar por las armas, e impuso la misma pena a otro que se sacó en suerte entre todos, exceptuando de entrar en el sorteo a los que se habian conducido con valor; Calleja aprobó este severo castigo (40); Iturbide queria inspirar a sus soldados no sólo odio, sino desprecio al enemigo con quien combatian, y por esto premió con cincuenta pesos y celebró extremadamente en su parte al Virrey de 24 de Agosto (41); la acción del soldado de Fieles del Potosí José María Ponce, que en una batida que el teniente coronel Pesquera dió el 19 de aquel mes a las partidas que se presentaban en las inmediaciones de Salvatierra, sin arma alguna por haberle faltado el tiro del fusil, echó en tierra a un insurgente armado de fusil y espada, tomando al caballo por la cola, diciendo Iturbide al Virrey serle mas grato el que se coleasen, como se dice vulgarmente, insurgentes que ganado (42). Los demás jefes de aquella provincia competian en actividad con su comandante, y algunos le excedian en rigor; tal fue el comandante de Celaya Guizarnótegui, quien habiendo recibido órden de marchar para concurrir al movimiento que dispuso Iturbide el dia mismo que hizo en Irapuato el simulacro de la batalla de Calderon, para celebrar el regreso de Fernando VII a España (43) concluida la festividad, saliendo divididas en treinta trozos y en diversas direcciones las tropas que asistieron a aquella función, para sorprender a los insurgentes desprevenidos creyéndolo entretenido, reuniéndose al dia siguiente todos en el valle de Santiago CQn los que hubiesen cogido, al pasar por la hacienda de la Quemada, encontró porción de gente á caballo reunida para un rodeo (44), y aunque no todos fuesen insurgentes, los mandó fusilar, y no habiendo eclesiásticos que los dispusiesen, por tener que llegar al Valle a la hora señalada, los hizo poner de rodilas y mandó a su tropa hacer fuego sobre ellos (45). De esta batida de Iturbide resultaron cogidos unos cincuenta hombres, entre ellos el comandante del Valle, Rosales, oficial desertor del ejército del centro, y todos fueron fusilados en aquel punto. Miéntras Iturbide traia ocupadas sus fuerzas en otras atenciones, las partidas de D. Miguel Borja, Santos Aguirre y otras, reunidas en el rancho de la Tlachiquera, asaltaron de improviso a Guanajuato en la madrugada del 25 de Agosto por los tres puntos de Marfil, y las minas de Valenciana y Mellado, habiendo muerto en la tenaz resistencia que hicieron los realistas de las compañías de aquellos lugares, el comandante de Marfil D. Francisco Venegas, vecino benemérito de aquel mineral, y el capitan D. Francisco Fischer, uno de los mineros alemanes mandados por la Corte de España para perfeccionar el arte de la minería. Los insurgentes no penetraron a la ciudad defendida por una corta guarnición de tropa de línea, pero saquearon las poblaciones de Marfil, Mellado y Valenciana, y al retirarse incendiaron uno de los tiros de esta famosa mina, llamado de S. Antonio (46). Inculpóse a Iturbide este desastre de que procuró indemnizarse, haciendo se recibiesen varios informes que mandó al Virrey, quien no obstante desaprobó su conducta en esta ocasión (47). Aquel rico mineral y su floreciente provincia, caminaban rápidamente a su aniquilamiento. La falta de comunicaciones habia hecho subir a precios exorbitantes todos los artículos necesarios para el beneficio de los metales; la sal que se lleva de Colima y que solía valer doce o catorce pesos carga, se vendia a ciento cuarenta pesos, y en proporción todo lo demás; ni podia ser menos, teniendo que conducir todo en convoyes que eran materia de especulación para los comandantes, confiscando todo lo que caminaba sin ellos, como sucedió al regreso de Iturbide de Ario con algunos arrieros que encontró (48). Por su parte los insurgentes reducian a cenizas las haciendas con las semillas que estaban en los graneros; se llevaban el ganado necesario para las labores y abrasaban hasta el pasto en los campos, para privar de mantenimientos a las poblaciones ocupadas por los realistas. En el mismo o peor estado se hallaba la provincia y casi todo el obispado de Michoacán; de cincuenta diezmatorios que comprendia, treinta y siete estaban en poder de los insurgentes, y de los trece restantes los realistas se aprovechaban de sus productos, con lo que la ciudad de Valladolid que subsistia casi enteramente de las rentas eclesiásticas, se encontraba en la miseria y sujeta además al pago de contribuciones excesivas y a los préstamos forzosos que exigia el comandante para mantener la guarnición, alguno de los cuales fue de cuarenta mil pesos (49). En estas circunstancias, confirió el Virrey en 1° de Septiembre, el mando de lás dos provincias y el del ejército del Norte, al coronel D. Agustín de Iturbide, por haber sido nombrado por el Rey intendente de Puebla el brigadier Llano. Diósele a Iturbide por segundo para la provincia de Guanajuato al coronel Orrantia, y se mandó que la división de tropas de las provincias internas, que operaba en la de S. Luis Potosí a las órdenes de Elosúa, de cuatrocientos a quinientos hombres, no siendo ya necesaria en ella, pasase a la de Guanajuato a guarnecer los puntos del Norte de esta que ocupaba Orrantia. En las instrucciones que se dieron a Iturbide, se le recomendaron especialmente dos artículos: el primero, no perder de vista a Cóporo y los proyectos de los Rayones, dejando en Maravatío a D. Matías de Aguirre con una fuerza suficiente, para impedir la introducción de víveres y municiones en aquella fortaleza y hacer correrías frecuentes de concierto con los comandantes inmediatos; y el segundo, la destrucción de los fuertes de Chimalpa y Zacapo, en el primero de los cuales se habian vuelto a situar los insurgentes, luego que el mismo Iturbide se retiró de Ario; para lo cual se le ordenaba que formase dos divisiones, poniéndose él mismo a la cabeza de una de ellas, y dando el mando de la otra al italiano Claverino, dejando para más adelante la ejecución del plan que tenia combinado con el general Cruz para batir al P. Torres y otras partidas de insurgentes de las márgenes del Rio Grande. Iturbide debia establecer su cuartel general en el valle de Santiago, con lo que Maravatío quedó indefenso, y apénas habia salido la tropa que custodiaba aquel pueblo, fue invadido por los insurgentes, dando muerte al desgraciado subdelegado que quedó allí, que habia sido nombrado poco tiempo antes. En las demás provincias del interior, aunque habian sido frecuentes los reencuentros, no habia habido suceso digno de llamar la atención; todas las secciones del ejército de Nueva Galicia estaban en continua actividad, y el comandante de Lagos D. Hermenegildo Revuelta (e) perseguia incesantemente a D. Pedro Moreno, regidor que habia sido de aquella villa, que ocupaba los cerros de Comanja, desde donde unido con otros invadia según la ocasion se presentaba, las poblaciones de la provincia de Guanajuato o las de la de Zacatecas; en esta, el capitán D. José Brilanti (e), bajo la dirección del comandante, brigadier D. Diego García Conde, perseguia a Rosales, y el cura Alvarez, nombrado canónigo de Durango por el Rey en premio de sus servicios, conservándole el empleo de teniente coronel, contenia por el rumbo de Colotlán las excursiones de Hermosillo. En la provincia de S. Luis, la revolución habia cesado casi del todo, excepto en sus confines con las de Zacatecas y Guanajuato y por el lado de Rio verde en donde se conservó largo tiempo al abrigo de la Sierra Gorda y montañas de Sichú, en comunicación con la Huasteca. En el periodo de año y medio que hemos recorrido en este libro, hemos visto que la revolución ha recibido fuertes golpes, que hubieran bastado a reprimirla en un sistema regular de guerra pero la falta misma de todo sistema, hizo que, como dice el general Terán (50), en el lenguaje de quien habia seguido las banderas de la insurrección, esta se restableciese por los esfuerzos particulares de algunos jefes, entregados a sí mismos y sin superior ninguno que los condujese. Así fue que, desde las desgracias sucedidas en Valladolid y Puruaran, la revolución mudó de naturaleza; hasta allí habia sido conducida con actividad por los medios de la guerra ofensiva, de los que no están seguramente excluidos los arbitrios prudentes y necesarios de establecer buenos puestos o plazas, que en siendo bien elegidos y proporcionados a las fuerzas que se tienen, se estiman por indispensables para mantener con vigor la guerra de operación. Este recurso se echará de menos en aquel primer tiempo dé campaña viva, si se atiende a que las tropas batidas a principios de 1814 en los lugares expresados, no tuvieron puntos de asilo preparados de ninguno modo para evitar su total ruina, hasta que la previsión de muchos jefes, obrando por sí y particularmente, ocurrió a esta falta, buscando el apoyo que presta la naturaleza en los montes y sitios más fragosos; al abrigo de estos, se rehicieron las fuerzas de los patriotas, se fortificó cada uno como pudo y resultaron una multitud de puestos fuertes, que aunque establecidos sin otro sistema que el que inspira prontamente la necesidad, presentaron muy luego al enemigo dificultades, para las que no estaba prevenido. Por este modo de obrar se vió, que casi no hubo punto de estos que en el mismo año de 1814 y de 15 no sufriese un ataque, con el buen éxito de rechazar siempre al enemigo, y de que los patriotas se recobraran del desaliento causado por las derrotas de Valladolid y Puruaran, y aunque esto fue a costa de las ventajas que debian sacar de la unión y del sistema de guerra que les convenia, pues desde este tiempo no se han visto operar juntos ni dos mil hombres, estando todos de guarnición en los puntos fortificados, sin más arbitrios para su propia defensa que los que se habian proporcionado aisladamente, veremos que la revolución se sostuvo todavía largo tiempo, no obstante los reveses que sufrió a fines de este año, que serán materia del libro siguiente. Notas (1) Para el sitio de Cóporo, he tenido a la vista lo que se dice en los partes de los jefes que estuvieron en él y se insertaron en el tomo 6° de Gacetas, desde la de 2 de Marzo, núm. 705, fol. 211, en que comienza el diario de operaciones de Llano y continúa en la de 3 de Abril, núm. 719, fol. 335, hasta la de 12 de Abril, núm. 723, fol. 367, y muy especialmente los documentos reservados que publicó D. Carlos Bustamante en el tomo 3° del Cuadro histórico, fols. 122 y siguientes, y lo que anota en sus Apuntes manuscritos el Dr. Arechederreta. El plano del cerro fortificado no se ha puesto aqui, por no tenerlo con la exactitud necesaria. (2) Véase su parte a Llano, en la Gaceta de 3 de Marzo. número 706, fol. 219. (3) Exposicion de Iturbide en el consejo de guerra celebrado para acordar el ataque, publicada por Bustamante. (4) Refiere D. Carlos Bustamante, que Iturbide para inspirar mayor confianza a sus soldados, en el momento de ponerse en marcha las columnas de ataque, hizo que se presentase un hombre a caballo, como que venia de la plaza, y que le entregase una carta, suponiendo que se la remitia D. R. Rayón; que comenzó a leerla para sí, y que interrrumpiendo la lectura, dijo a los que estaban a su lado, que Rayón le prevenia atacase por la vereda, y que fingiendo alguna resistencia lo dejaria penetrar en la fortaleza. Aunque no me parece verosímil, he creido no deber omitir hacer mención de esta especie en nota, de cuya verdad o falsedad no he podido cerciorarme· (5) Bustamante, para que no faltase algo de maravilloso, dice que avisó al centinela un perro que jamás ladraba. El mismo Filisola, que ha fallecido en la epidemia del Cólera morbus en 1850, siendo general de division de la República, me ha contado el hecho tal como lo he referido. (6) Mas ¡ah! dice Iturbide, en su estilo de estudiante, en el parte que dió a Llano el dia 5, inserto en la Gaceta de 8 de Abril, núm. 721. fol. 357: con dolor lo digo: los grandes escarpados del cerro, más que la impunidad con que los rebeldes lo defendian, hizo conocer a todos, que hay obstáculos que no pueden superarse por el valor y arrojo mas heróicos. La pérdida de los realistas no es posible decir cual fue; en sus partes se dijo que habian sido 27 muertos; 27 heridos de gravedad; 30 levemente; y 14 contusos, sin comprender los oficiales; fue sin duda mayor, aunque no los 400 hombres de que habla Bustamante, pues no fueron tantos los que entraron en acción. (7) Todos los partes y correspondencia de Llano, son por este estilo. Extraño parece que de un cuerpo tan distinguido por su ilustración, como era la marina española, saliesen hombres tales como Llano y Topete. (8) Llano, en su extraño lenguaje, habia llamado en su parte a la localidad, locación, y en vez de vengar la sangre de sus compañeros, dijo, restaurar la sangre de sus compañeros, hablando de los jefes que concurrieron al consejo de guerra. (9) Gaceta de 25 de Abril, núm. 728, f. 407. Véase antes f. 135 de este tomo. (10) La misma, fol. 409. (11) Id. de 27 de Abril, núm. 729, fol. 419. (12) Id. de 18 de Mayo, núm. 739, fol. 513. (13) Id. de 28 de Febrero, núm. 704, 101. 203. Parte y diario de operaciones de Andrade. (14) Véase el curioso diario de esta expedición, llevado por Iturbide, y publicado con su parte en la Gaceta de 25 de Junio, núm. 751, fol. 609. Véase también lo que acerca de esta expedición dice Bustamante, Cuadro histórico, tomo 3°, fol. 150. (15) Véase la relación que hizo de la fuga del congreso y gobierno, el P. D. Isidro Muñoz, vicario de Santiago Undaméo, que a la sazpon se hallaba en Ario preso, y fue sacado por Morelos. Esta relación fue remitida por el brigadier Llano, por declaración que tomó a dicho P. y se insertó en la Gaceta de 2 de Agosto, núm. 773, tomo 6°, fol. 815. (16) Puede verse la descripción de este fuerte hecha por el Dr. S. Martin, y publicada por Bustamante en su Cuadro histórico, tomo 4°, folio 509. (17) Todas las noticias relativas a Abarca y su ejecución, me han sido comunicadas por el Sr. diputado D. Juan M. Gonzalez Ureña, cuya hermana Doña Dolores, estuvo casada con Abarca. El mismo Sr. me ha proporcionado un certificado del Sr. Conejo, cura que era de aquella ciudad, y ahora maestre escuelas de la catedral de Morelia, (Valladolid) y una instrucción muy pormenorizada del coronel D. Miguel Zincúnegui, actual comandante general del Estado de Michoacán, que fue nombrado por Cos capitán del mismo regimiento de dragones de que Abarca era teniente coronel, de cuyos documentos he sacado todo lo dicho en el texto. (18) Declaración citada arriba del P. Muñoz, testigo ocular. (19