ENTREVISTA Píndaro Urióstegui Miranda EL PRINCIPIO DEL FIN. DECLARACIONES Y EXILIO PREGUNTA RESPUESTA Eso provocó una división en las cámaras; con ese motivo fueron comisiones de senadores y de diputados a hablar con el general Calles a Cuernavaca. Había muchos movimientos obreros, un poco desorganizados y anárquicos, como las huelgas locas y cosas de esas; desórdenes que sobrevienen cuando se rompe un poco el equilibrio de la legalidad. Con ese motivo fueron a entrevistar al general Calles. Las declaraciones de Padilla, le fueron encomendadas por el general Calles, quien probablemente, por no tener tiempo o por estar cansado no pudo dictárselas, sino que le dijo a Padilla: ¡usted redacte las declaraciones de lo que he dicho! y Padilla escribió, digamos, un reportaje de lo que había oído del general Calles. Entonces cuando se mandaron publicar, se negó a ello el director de El Nacional, Froylán Manjarrez, quien tomó las declaraciones, y fue a ver a ciertos líderes cardenistas para decirles que aquellas eran insolentes y en contra del presidente; que Calles le faltaba al respeto, que lo ninguneaba, que se le hacía a un lado y que no se debía permitir su publicación. Y empezaron a trabajar en el ánimo del general Cárdenas, hasta que dos o tres días después lograron que hiciera declaraciones en contra de las del general Calles y sobrevino la ruptura. Si usted lee ahora con serenidad las declaraciones que hizo Padilla, verá que no tienen nada de irrespetuoso para el presidente de la República; probablemente lo que hay es un poco de vaguedad en los asuntos obreros, porque en la condenación de ciertos líderes y procedimientos no se establecen claramente los argumentos en su contra, sino que puede interpretarse como una crítica al sindicalismo, a la misma causa social; esas vaguedades son las que fueron aprovechadas, pero en el fondo no hubo nada irrespetuoso para el general Cárdenas. Fue el apasionamiento de los que lo rodeaban lo que le hizo pensar que era un ataque personal, llegando así hasta la ruptura. PREGUNTA RESPUESTA Eso fue en la primera salida el 13 de junio de 1935 y se fue al extranjero, pero la costumbre muy mexicana de querer hacer leña del árbol caído, suscitó aquí en México una campaña indigna, indecorosa, cobarde en contra del general Calles y del general Obregón. Periódicos como La Prensa se saciaban constantemente acusándolos de crímenes, de robos, de asesinatos, en fin, una campaña muy dura. Fueron amigos equivocados del general Calles quienes lo convencieron de que viniera a México para contestar esos cargos, ya que estaban manchando su figura histórica y la del general Obregón: atacaban lo que llamaban el sonorismo. Eran los momentos en que aquí se hacían campañas sumamente extremistas para complacer al general Cárdenas, queriendo hacer aparecer como claudicantes a Obregón y a Calles; además, cuanto asesinato ocurrió en la Revolución se los achacaban a ellos así como los robos. Se creó el mito de que el general Calles tenía cincuenta millones de libras esterlinas depositadas en los bancos de Inglaterra. Entonces el general Calles se dejó convencer, principalmente por Morones y vinieron juntos de los Estados Unidos. Yo no estaba aquí cuando él llegó. estaba en un rancho que yo tenía entonces en Chihuahua, pero me mandó llamar por medio de Cholita (Soledad de Ayala González), su secretaria. Llegué como dos días después y el general Calles me dijo que me había llamado para que le ayudara a redactar unos artículos que iba a escribir para defenderse de todos esos cargos, lo que yo consideré desde luego un error, porque comprendí que no se los iban a publicar. Por aquellas fechas había un periódico pequeño de Vargas Lugo, que salía en las tardes y en ese periódico se publicaron las declaraciones, Vargas Lugo andaba entusiasmado porque tenía sus prensas tirando números y números, ya iban por los ciento veinticinco mil ejemplares y creía que iba a ser de una gran circulación, pero en la noche irrumpió un grupo de los llamados obreros y le rompieron las prensas y le empastelaron las formas y se acabó el periódico. Naturalmente no hubo prensa que se atreviera a defender al general Calles, no hubo defensa posible. Entonces al general Calles se le creó una situación difícil, por lo que considero fue un error venir en ese tiempo; debería de haber continuado en el destierro. Los amigos del general Calles, que veíamos esta situación y que naturalmente nos enardecía y protestábamos, pretendimos formar un organismo político, principalmente Melchor
Ortega, otros amigos y yo, pero como era lógico, fracasamos; no había quien se decidiera a seguirnos; todos decían que sí, pero tenían miedo de presentarse, de reunirse, y la situación para el general Calles se fue haciendo más difícil. Al final, y con el pretexto de cuidarlo, le asignaron una vigilanda de seis u ocho agentes de la policía que lo seguían en una camioneta, dormían frente a su casa y lo acompañaban a todas partes, al grado de que pasaban hasta incidentes chuscos. Cuando el general Calles iba a jugar golf, por ejemplo, al Country Club, comía allí con sus amigos y pagaba el consumo de los vigilantes porque no podía dejarlos sin comida. En esas condiciones la situación era muy dura, éramos hostilizados por la policía y se nos veía como conspiradores, hasta que culminó con la expulsión dpl general. Le hicieron creer a Cárdenas que estábamos conspirando. Eso no es cierto, ni conspirábamos ni queríamos que nadie lo hiciera. Un día nueve de abril, en la tarde, salí de mi casa en las Lomas, me dirigía a casa del general Calles y en el trayecto, por el bosque de Chapultepec. me aprehendieron dos coches cargados de policías y me llevaron a la Sexta Demarcación. Ahí me metieron en un separo, yo no sabía que ya estaba aprehendido Morones. A Melchor Ortega lo detuvieron en Tehuacán, Pue., y de allí lo trajeron para acá. A la mañana siguiente me sacaron de los separos y me encontré en la oficina con Morones; poco después llegó Melchor y allí un teniente coronel nos explicó que habían tomado la determinación de expulsarnos del país por nuestra labor de conspiración y de traición a la Patria. Todos protestamos enérgicamente contra lo de traición a la Patria y lo de conspiración, pero nos llevaron al aeropuerto de Balbuena, nos metieron en un hangar rodeado de tropas y ahí esperamos que llegara el general Calles, que venía enfermo, y ya los cuatro reunidos nos subieron a un avión y nos llevaron, por Tampico (donde desayunamos), a Brownsville, en donde entramos como refugiados políticos a los Estados Unidos. De Brownsville nos fuimos a Los Angeles y luego a San Diego. En San Diego fue donde estuvimos viviendo el general Calles, Melchor Ortega y yo. Morones que tenía muchas relaciones con las organizaciones obreras de los Estados Unidos, principalmente con la American Federation of Labor, inmediatamente fue llamado y le dieron un puesto de Encargado de las Relaciones de la Unión con las organizaciones latinoamericanas y con esto tuvo de qué vivir, mientras que nosotrcs sí pasábamos trabajos. Así vivimos cerca de dos años. Cuando teníamos como año y medio, Morones nos citó en Los Angeles y fuimos el general Calles, Melchor Ortega, el general José Ma. Tapia (que ya estaba también desterrado) y yo. Morones nos expuso que hablando los dirigentes de la C.R.O.M. con el Secretario de Gobernación del presidente Cárdenas, le habían manifestado que, como ya habían regresado hasta los obispos desterrados, era viable el retorno de Morones, su líder máximo. El Secretario de Gobernación les pidió que le permitieran hablar con el presidente Cárdenas, y éste dijo que sí, que podía volver Morones. Lealmente nos planteaba el problema: Yo vine con ustedes y me siento solidario de su suerte, si creen que yo deba ir, voy, pero si ustedes creen que no, yo me quedo aquí; entonces el general Calles le dijo: Pues no Morones, a usted lo necesita su gente, le hace usted más bien a la C.R.O.M. allá que aquí, váyase usted a donde lo necesitan, nosotros por qué nos vamos a resentir; si a usted le dan permiso y lo necesitan los CROMIAMOS pues váyase y auxilie a su gente; póngase al frente de ellos; y Morones regresó. Los amigos de Melchor Ortega hicieron gestiones y le dieron permiso de regresar. Yo, desesperado, con mi señora allá, me vine a regresar por Ciudad Juárez sin pedir permiso y me detuvieron en migración. El jefe de migración era amigo mío y me dijo: déjame pedir instrucciones a México y pidió instrucciones al Subsecretario de Gobernación que había sido compañero mío en la cámara y le contestó: Puede regresar el ingeniero Luis L. León en su calidad de ciudadano mexicano. El general Calles siguió allá hasta que lo trajo don Manuel Avila Camacho, que se empeñó en que volviera al país. PREGUNTA RESPUESTA PREGUNTA RESPUESTA PREGUNTA RESPUESTA PREGUNTA RESPUESTA PREGUNTA RESPUESTA Cuando vino la Revolución, más que partidos había facciones políticas, pero en 1918 formamos en Sonora el Partido Revolucionario Sonorense, encabezado por el general Jesús M. Garza, Juan de Dios Bohórquez, yo y otros varios; trató de ser un partido de principios, de programa; hubo una convención, se organizó, lanzamos la candidatura de Adolfo de la Huerta para gobernador del Estado, participamos en las elecciones para gobernador, diputados y presidentes municipales y lanzamos la candidatura del general Obregón. Cuando llegué aquí a la Cámara, el partido predominante era el Partido Laboral Constitucionalista (PLC), en contra del Partido Nacionalista que era de Aguirre Berlanga, gobiernista y carrancista, pero yo pertenecí a grupos más bien aislados. Había también el Partido Cooperativista, de Prieto Laurens. Existía, igualmente, un grupo de Morones, laborista, aunque no estaba organizado todavía como partido y estaba por otro lado, el Partido Agrario, con Soto y Gama. En general, nos decían las izquierdas de la Cámara. Entonces vino Garza y reorganizó el Partido Cooperatista al que pertenecí, junto con Portes Gil, para luchar contra el PLC al que derrotamos para ganarle la Comisión Permanente en 1922; pero posteriormente cuando yo salí de la Subsecretaría de Hacienda para dedicarme a la candidatura del general Calles, ya habíamos quebrado con el Partido Cooperatista porque Prieto Leurens andaba de un lado para otro, a veces se decía callista y otras delahuertista, terminando por afiliarse con De la Huerta. Entonces ya no éramos del partido, sino que formamos el Centro Director Callista. Yo fui su principal organizador. adhiriéndosele muchísimos partidos regionales y locales, pero como usted ve, era la época en que las gentes se reunían alrededor del hombre, las organizaciones casi siempre se improvisaban a través de una candidatura y se reunían alrededor del individuo. En esas condiciones, nosotros, teníamos respeto por el Partido Laborista, por el Partido Agrarista, lo que originó el principio de una organización por parte de los diputados, en tiempos del general Calles, de lo que se llamó Confederación de Partidos, que era la unificación de los diputados con sus partidos locales, pero en el fondo era la misma cuestión de que los grupos se reunían alrededor de las personalidades y se extinguían junto con ellas. No eran partidos de programa definido ni de actuación permanente. El partido de programa definido al que yo pertenecí desde un principio, es el que organizamos nosotros como Partido Nacional Revolucionario, ahora PRI. PREGUNTA RESPUESTA
AL SEÑOR INGENIERO Y SENADOR LUIS L. LEÓN
¿Señor ingeniero, quisiéramos conocer sus puntos de vista, sus comentarios, sobre aquellas trascendentales declaraciones del senador Ezequiel Padilla, en las que hizo del conocimiento de la opinión pública una conversación que había tenido con el señor general Calles y que posteriormente ocasionaron una contestación del señor presidente de la República, el general Cárdenas, con la cual prácticamente se inicia, lo que dentro de la historia política de México se ha llamado, se conoce, como el rompimiento Calles-Cárdenas.
En aquella época se iniciaba en las cámaras de diputados y de senadores una división; se formaron las famosas alas, integradas por quienes se creían más directamente relacionados o con el general Calles, o con el general Cárdenas; los que se decían más radicales formaron el ala izquierda, denominando ala derecha a los callistas; es decir, trataron de manifestar que el general Cárdenas deseaba llegar más adelante, y que el general Calles ya quería claudicar.
Es decir, a raíz de esas declaraciones del licenciado Padilla, hizo otras también el señor presidente Cárdenas y el 13 de junio de 1935 salió el general Calles de México, pero luego regresó en septiembre, hasta que después el 10 de abril de 1936, salió defintivamente. Le acompañaban usted, Melchor Ortega y Luis N. Morones; ¿quisiera platicarnos, señor ingeniero, la secuencia de estos incidentes previos a la salida de ustedes y después, comentarios ya sobre la vida en el exilio hasta su regreso nuevamente a México?
Pues mire usted, a raíz de las declaraciones del general Cárdenas, el general Calles hizo otras que, comisionado por él, entregué a los periódicos el día mismo en que salió, diciendo que se retiraba definitivamente.
¿Y de septiembre de 1935, en que regresó el general Calles, al 10 de abril de 1936 en que nuevamente salió, ya al exilio, durante esos meses qué tipo de actividades desarrolló?
No quiso desarrollar actividades políticas de ninguna especie ni siquiera en lo tocante a la organización del partido; él sólo se defendía de los ataques que le lanzaban. Lo único que hacíamos nosotros era oposición por escrito en el periódico Novedades que en aquel entonces era tabloide; yo escribía los Editoriales haciendo críticas al gobierno de Cárdenas.
¿Pero seguían teniendo juntas con gobernadores, generales, jefes militares, etc.?
¿Quién nos iba a ver? ¡Eramos perros del mal! Cuando lo encontraban lo saludaban. Había muchos amigos que lo iban a ver, pero la gente que estaba en el poder no nos hablaba.
¿Entonces qué fue lo que motivó la salida así violenta, como usted nos la comenta, el 10 de abril de 1936?
Porque creyeron que hacíamos labor de agitación.
¿Estaba incluido entre eso las armas que encontraron en la casa de Morones?
Yo creo que las encontraron cuando aprehendieron a Morones, pero eran las armas con que se armaba a la C.R.O.M., no a nosotros. A un amigo mío le dijo el general Cárdenas que Melchor Ortega estaba en contacto con los diputados para conseguir una mayoría; que yo estaba haciendo labor en la prensa, porque escribía editoriales de referencia; que el general
Tapia en el ejército pretendía levantar un movimiento; es más, Manlio Fabio Altamirano nos acusó en la Cámara de Diputados y pidió nuestro castigo por estar conspirando y el último pretexto fue que nos hicieron responsables de la voladura de un tren con rumbo a Veracruz, lo que en realidad había sido obra de los rebeldes, tanto, que el general Calles dijo en Brownsville: A los dinamiteros no se les expulsa del país; se les fusila. ¿Si éramos nosotros los dinamiteros, por qué no nos fusilaron?
¿A qué partidos políticos ha pertenecido y la opinión que sobre ellos tenga, es decir, realmente cumplían su función, contaban con una ideología definida?
Bueno, pues siendo muy jóvenes, como estudiantes, fuimos maderistas, aunque realmente no pertenecíamos a ningún partido; después concurrimos a las sesiones del partido que postuló a Madero y Pino Suárez.
Señor ingeniero, ¿usted encuentra alguna justificación a la división de las diversas corrientes revolucionarias que se suscitaron dentro del proceso mismo de la Revolución Mexicana; alguna tuvo más razón o todas, en la misma forma, contribuyeron al triunfo de la Revolución?
Pues mire usted, juzgando ahora con la serenidad que dan los años que han pasado y las pasiones que se han acallado, pues claro que fueron muy lamentables esas divisiones, que surgieron principalmente por causas personalistas, por las figuras de los jefes, por la influencia de ellos, por su recia personalidad, pero todas esas facciones que pelearon contra la reacción contribuyeron al triunfo revolucionario y a crear la situación actual; no podemos denigrar o menospreciar a ninguno y a pesar de que nos atacamos violentamente en aquella época, nosotros no podemos ir ahora contra ninguna corriente, porque todas pusieron su grano de arena, su parte en la obra común, es decir, a estas alturas deben estar superadas todas esas divisiones.