ENTREVISTA Píndaro Urióstegui Miranda CON ORTÍZ RUBIO PREGUNTA RESPUESTA PREGUNTA RESPUESTA Me fui primero a mi rancho en Chihuahua, pero luego regresé de director del periódico El Nacional, puesto con el que terminé el período de Ortiz Rubio y que continué en el período de Abelardo Rodríguez, en el cual, también fui diputado federal. Al iniciarse el gobierno del general Cárdenas entregué El Nacional y ya no ocupé ningún puesto. Vino entonces la ruptura con el general Calles y no volví a ocupar ningún puesto de elección popular hasta ahora el de senador, en la actual legislatura, con el presidente Díaz Ordaz. PREGUNTA RESPUESTA Don Venustiano era tutor de varios de los alumnos de Coahuila, que iban a la escuela. En 1910 se celebró una gran exposición agrícola y ganadera en la escuela y yo era el jefe en el puesto de lechería y allí llegó don Venustiano Carranza, que era senador por Coahuila, hombre muy respetado e imponente. Iba vestido de jaquet, bastón y bombín, con gruesa barba. Nos demostró que era un buen agricultor y que sí conocía la lechería. Estuvo haciéndonos preguntas sobre cuánto cuajo le echábamos a la leche para hacer queso y a qué temperaturas y todas esas cosas; él conocía ese asunto y yo conservé de él la idea de un hombre serio. Después, en la revolución, lo vi varias veces, pero lo traté hasta que vine como diputado en 1918 (cuando fui suplente de Carlos Plank en la XXVII Legislatura). Traje para él una carta del general Obregón que al pasar por Nogales me entregó, era un saludo, que más bien me sirvió de introducción. Tuve dificultades. porque yo no tenía relaciones políticas aquí, para conseguir la entrevista, pero en esos días vino el general Calles para conseguir elementos y combatir a la tribu yaqui que había hecho una masacre; se habían levantado y habían asesinado a hombres, mujeres y niños en un tren del Sudpacífico que asaltaron. De esta manera, el general Calles, al irse a despedir de don Venustiano me introdujo y pude apreciar en don Venustiano a un hombre enérgico, muy respetable, pero ya estaba excitado por los ataques, en la cámara, de los diputados que se decían obregonistas (las izquierdas). Leyó la carta. Le conté que el general Obregón estaba dedicado a organizar a los garbanceros, a vender el garbanzo y a sus labores agrícolas y me dijo que si no sería conveniente que le dijera al general Obregón que aquí en México algunos diputados estaban tomando su nombre para atacar a su gobierno. Yo le contesté que el general Obregón no se metía absolutamente en política y que es más, nosotros, con el Partido Revolucionario Sonorense, habíamos pretendido lanzar su candidatura y él nos no lo prohibió y dijo: que no lo metiéramos en nuestra politica para nada, que él estaba retirado del asunto y para concluir me dijo el señor Carranza: de todas maneras cuéntele esta conversación al compañero Obregón, por si cree conveniente hacer una declaración. Fueron las únicas veces que traté a don Venustiano. PREGUNTA RESPUESTA PREGUNTA RESPUESTA El rompimiento se inició con el manifiesto que el general Obregón redactó en Nogales, sin consultar a nadie, en junio de 1919. En él hacía la crítica de los errores cometidos por el gobierno constitucionalista y por los excesos de algunos jefes que cometían muchos desmanes. Al señalar toda esto, naturalmente los amigos del señor Carranza que estaban cerca de él, cultivaron sus pasiones, señalándole lo duro de las críticas. Personalmente no tuvieron nunca un choque el general Obregón y el señor Carranza, es más, Obregón siempre lo respetó en su campaña, pero es indudable que el gobierno del señor Carranza apoyó en todo lo que pudo al señor Bonillas y, precisamente porque no podían opacar la gloria militar del general Obregón, quisieron oponerle la doctrina del civilismo en momentos que no era aplicable, dada la situación que atravesaba la República. En un principio, creyó la gente adicta al señor Carranza que podía ser el candidato don Pablo González, pero resultó un candidato muy débil junto a la popularidad del general Obregón. Entonces creyeron que con la bandera de un civilismo teórico podrían derrotarlo, nulificar su candidatura, pero eso no era posible en aquel momento. La mayor parte de la gente que actuaba en política eran ciudadanos que se habían levantado en armas y que pertenecían a una fuerza o a la otra, lo que hacía muy difícil unificar a aquel ejército, que era realmente un mosaico de caudillos militares. Cada jefe era en su tierra un caudillo que decía: esta gente es de mis fuerzas y este mayor es de los míos y aquel general es de los míos y estas son fuerzas mías y no me las mueven y no me las sacan de aquí. No había control, era muy difícil que un civil fuera a imponer el orden y la disciplina en el ejército y menos un civil desconocido para el país. El ingeniero Bonillas era un hombre honorable, con muchas ligas norteamericanas; su carrera la hizo en Estados Unidos, estaba casado con una americana y era embajador en Washington; fue amigo del general Obregón, entiendo que hasta compadre, por eso le tuvo una gran estima. El general Obregón tenía en su poder una carta y dos telegramas, donde Bonillas apoyaba su candidatura desde que lanzó su manifiesto, que el general Obregón nunca permitió que los diéramos a conocer, porque dijo que eran documentos privados, una correspondencia entre amigos, que si la publicaba nadie le volvería a escribir con confianza. PREGUNTA RESPUESTA Nosotros llegamos casualmente un día antes. Cuando al general Obregón le dijeron que al día siguiente llegaba a Saltillo el ingeniero Bonillas, llamó a todos los directores y líderes de los clubes que lo postulaban, para decirles que por ningún motivo le fueran a hacer una manifestación en contra, porque no quería que fuera a creer Bonillas que él le formaba una porra en contra de su candidatura. Bueno, dijeron varios, ¿pero podemos ir a ver la manifestación? ¡Sí. claro que pueden ir! Entonces resulta que al llegar a la estación. después de un tren militar que venía de escolta, bajó el ingeniero Bonillas donde lo esperaban grupos de empleados de gobierno del Estado federal, pero también estaba un gran grupo de ferrocarrileros que eran obregonistas y se inició el mitote. Al descender Bonillas, a quien aplaudía el grupo de burócratas, surgieron los gritos de ¡Abajo la imposición! ¡Viva el general Obregón! Bonillas y su gente se fueron muy molestos y a toda prisa al teatro, pero el teatro salvo tres o cuatro filas que eran de ellos, estaba invadido por los nuestros y tan fue así que allí hablamos Aurelio Manrique, Manlio Fabio Altamirano y yo. Manrique pronunció un formidable discurso de choteo, empezó diciendo: Indudablemente que estas manifestaciones tumultuosas de los obregonistas son un poco shoking para un gentleman como mister Bonillas. Y fue una derrota completa de los bonillistas que querían acallarnos tocando las músicas. Pero allí aceptó su candidatura. El general Obregón le había escrito una carta al ingeniero Bonillas, que desgraciadamente se perdió, porque recogieron todos los papeles que había en la casa de Miguel Alessio Robles, cuando Obregón se fugó a Guerrero. En esa carta le decía a Bonillas que él había recorrido la República y creía que era su deber hablarle con claridad: que por la vieja amistad que tenían y porque lo consideraba un hombre honrado y capaz de conocer la realidad, lo invitaba para que los dos, sin acompañantes. sin oradores, sin partidarios se presentaran en la región que él escogiera para tener un diálogo con el pueblo y saber por quién se inclinaban las mayorías populares; y que si era por Bonillas, reconocería su candidatura y que así esperaba de un hombre honorable como Bonillas, que hiciera lo mismo si se manifestaban a su favor, pero en ese momento llegamos nosotros de aquel mitin y le anunciamos que Bonillas ya había aceptado su candidatura, por lo que ordenó que ya no le entregaran su carta.
AL SEÑOR INGENIERO Y SENADOR LUIS L. LEÓN
¿Cuánto tiempo fue gobernador, ingeniero?
Estuve unos cuantos meses porque vino la campaña de Ortiz Rubio y me llamaron al partido, como secretario general nuevamente, para acompañar en su gira a Pascual Ortiz Rubio.
¿Durante el gobierno de Pascual Ortiz Rubio qué puesto ocupó?
Fui Secretario de Industria, Comercio y Trabajo, pero renuncié como ocho o diez meses después. Los dos primeros que renunciamos por diferencias con la política de Ortiz Rubio, fuimos Portes Gil como presidente del partido y yo como Secretario de Industria, Comercio y Trabajo.
¿Señor ingeniero, cómo conoció usted a don Venustiano Carranza, en qué forma lo trató, qué clase de nexos tuvo con él y a la fecha, qué imagen conserva de él?
Con mucho gusto señor licenciado. Conocí a don Venustiano Carranza en 1910, siendo alumno de la Escuela Nacional de Agricultura.
¿Y en términos generales, la imagen que usted conserva de él?
Mire usted, nosotros al calor de la campaña (la primera campañá) obregonista, atacamos muy duro a don Venustiano; apasionadamente, pero con el tiempo considero a don Venustiano como un hombre notable y preparado, principalmente en la historia de México, la que había estudiado detenidamente; era un político muy inteligente, un hombre sereno, de gran carácter y a veces de un gran amor propio, que cuando lo sentía herido tenía reacciones muy enérgicas; estimo que la Revolución le debe mucho a don Venustiano Carranza.
Señor ingeniero, se ha dicho que don Venustiano auspiciaba en cierta forma -para que lo sucediera en la Presidencia de la República- la candidatura del ingeniero Ignacio Bonillas, un civil; ¿cuáles cree usted, que hayan sido las razones para inclinarse por una persona como Bonillas, cuando el triunfo de la revolución constitucionalista en buena parte se debía al genio militar de Obregón; hubo algún rompimiento o distanciamiento previo entre ellos?
Yo considero que fue un error muy grande del señor Carranza.
¿Entonces usted cree, o considera, señor ingeniero, que Bonillas estaba hasta cierto punto lanzándose hacia esa aventura presidencial en contra de su voluntad, sin la convicción de que era una gente que podía corresponder a las exigencias de Presidente de la República en esos momentos?
Pues yo le voy a decir a usted, que a nosotros nos tocó presenciar donde aceptó Bonillas, en Saltillo. Venía de Washington y llegó a Laredo a donde lo fueron a recibir con un tren especial y otro de escolta, Federico Montes que era gobernador de Guanajuato, Cándido Aguilar y todos los principales dirigentes del bonillismo para convencerlo, pues había declarado que venía a darse cuenta de la opinión en México y no a aceptar.