Índice de Madero y los partidos Antirreeleccionista y Constitucional Progresista de Chantal López y Omar Cortés | Documento anterior | Siguiente documento | Biblioteca Virtual Antorcha |
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ASAMBLEA DEL PARTIDO CONSTITUCIONAL PROGRESISTA
A las nueve y media de la noche resultó electo por una gran mayoría el señor Juan Sánchez Azcona para Presidente de la Convención.
Reunidos como el día anterior en el Teatro Hidalgo, los señores delegados a la gran Convención del Partido Constitucional Progresista, a las diez de la mañana se continuó con la lectura de las credenciales recibidas hasta ese mismo día.
Toda la mañana se empleó en este trabajo tan laborioso y tan mal llevado, tal vez por el poco tiempo que tuvieron los señores de la Mesa Directiva para preparar su programa y la debida organización que debió tener el debate y la discusión de las credenciales.
El único incidente digno de notarse en la sesión de la mañana fue la discusión de la credencial de los representantes de más de setenta y seis clubs políticos de Chihuahua, que la enviaron con una acta de notario certificando la existencia de esos clubs y el número de sus adherentes.
La discusión se suscitó por encontrarse irregular por la secretaría de la directiva el procedimiento seguido por los directores de aquellas diversas agrupaciones políticas. Como se recordará, según el reglamento provisional formado por la Mesa Directiva del Comité sólo se admitirían las credenciales que viniesen acompañadas de las firmas auténticas de los votantes, con la especificación de que se habían recolectado para el exclusivo fin de nombrar un delegado a la gran Convención.
El señor De la Garza Cárdenas pidió la palabra para sostener su representación, diciendo que el Estado de Chihuahua se distinguió en la pasada revolución por el valor y la fe que tuvieron sus hijos durante ella. Que allá siendo maderistas hasta la médula, se habían reunido en una convención local para discutir sus candidaturas para presidente y vicepresidente de la República, resultando el señor Madero electo por una mayoría absoluta candidato para el primero de los puestos citados. En cuanto a la candidatura para la vicepresidencia, dijo el orador que ellos no venían con el deliberado propósito de imponer una, o de defenderla contra viento y marea, que por lo contrario, estaban animados de los mejores propósitos para dejarse ilustrar en ese sentido, considerando que éste era su deber, ya que estimaban en poco ese puesto que se tratará de suprimir en no lejano día, debiendo considerarse como una maldita herencia de la dictadura. Al terminar su peroración escuchó muchos aplausos el orador, por las frases felices que tuvo durante el curso de ella; la asamblea quedó convencida de la justicia que asistía a los delegados de Chihuahua y unánimemente pidió que su credencial fuera aceptada.
Cuando terminó de hablar el señor De la Garza Cárdenas, muchos otros quisieron hacer uso de la palabra para refutarlo, pero como antes que todos la había pedido el señor Lic. Luis Cabrera, a éste le fue concedida.
Comenzó diciendo que no iba a dirigirse al corazón de los delegados, sino a su cerebro, que pedia que meditasen el punto y en lo que a su respecto iba a decir.
Extrañas conclusiones fueron las del señor Luis Cabrera, quien para combatir la tendencia de la asamblea a admitir la credencial de los de Chihuahua por el número de firmas que constaban en el certificado, seguramente distraído por frecuentes interrupciones de los miembros del partido ahí congregados, no acertó a exponer claramente sus razones, y viéndose obligado a asentar algo que está en pugna con los principios más fundamentales de derecho, a saber: que las actas de notario, que son documentos auténticos, no hacen prueba plena, mereciendo igual confianza para sus efectos legales que la fama pública y los documentos privados, cosas que evidentemente no ignora el ilustrado señor Cabrera y que sabe muy bien un estudiante de primer año de leyes.
El señor Jesús Urueta, al saberse que había tomado la palabra para apoyar al delegado de los clubs de Chihuahua, prorrumpió la asamblea en gritos y vivas estruendosos, que se reanudaron al presentarse el orador mas estimado ahora ante ios atentos convencionales.
Dijo que él como el Lic. Cabrera, quería que los presentes no respondieran con la voz que les dictara su corazón, sino con la que inspirara su cerebro.
Como el Lic. Cabrera dijese que no debería atenderse a los méritos indiscutibles que tiene el Estado de Chihuahua para hacerlo acreedor al respeto y consideración de todos los habitantes de la República, pues equivaldría a que se concediera a otros Estados, como Puebla, el derecho a cometer irregularidades y desaciertos, tan sólo porque en ella murió el primer mártir de la revolución, sino que debería atenderse al respeto que todos deben a la ley y a su completo acatamiento por todos los ciudadanos, sean quienes fuesen. El señor Lic. Urueta dijo que esas distinciones no deberían hacerse, pues que si ahora fue el Estado de Chihuahua el que conquistó una corona de laurel, en otras épocas fueron otros varios Estados, y por lo tanto no era éste o aquél el primero, sino que todos eran los primeros.
Dijo que el señor Lic. Cabrera sabía perfectamente que no había dicho la verdad, al afirmar que probaba tanto en derecho una acta notarial como la fama pública. Afirmó el señor Urueta que más fe merecía una acta de esa clase que las mismas firmas que se asentaran en los papeles que se adjuntaran a la credencial, pues que éstas podían muy bien recolectarse empleando para ello mil supercherías y hasta asentando algunas o muchas supuestas, y que en cambio un acta de notario levantada exclusivamente con ese objeto, por el cual se había levantado la que presentaba el delegado de Chihuahua, merecía toda la aprobación y acatamiento de la asamblea.
La oratoria del señor Urueta impresionó, aunque no tuvo oportunidad de hacer lucir las figuras brillantes de su lenguaje.
Otros oradores hicieron uso de la palabra para aprobar o desaprobar la proposición de la secretaría de la Directiva.
La credencial en cuestión fue aceptada como venía; el Lic. Cabrera quiso, ya después de aprobado el punto, discutirlo todavía, por lo que fue Ilamado al orden por el señor Presidente.
El señor Serapio Rendón, propuso que se continuara en el orden que se había venido discutiendo el asunto de la validez de las credenciales, rebatiendo la proposición del señor Cabrera de que se modificara el artIculo 4° del reglamento.
A la una y media de la tarde se suspendió la sesión, para continuarla a las tres.
Hasta las cinco se discutieron todavía las credenciales, dándose fin a este enojoso asunto; el último incidente lo motivó la credencial de un club que habiendo nombrado como delegado a la Convención al señor Juan Sarabia, quien no pudiendo aceptar la imposición de ese club respecto a la candidatura del señor Vázquez Gómez para vicepresidente de la República, resignó el cargo en la persona de don Juan Sánchez Azcona, quien también rechazó la comisión que se le quería confiar. Como el club se quedaba sin representantes, se sometió a la deliberación de la asamblea si se concedía que los votos a que tenían derecho por medio de sus representantes, se agregaban en la votación en favor de su candidato a la vicepresidencia.
No fue aceptado el punto, dejándose a dicho club sin representación.
Seguía la sesión con toda animación, cuando en los palcos segundos se levantó Alfredo Quesnell, amigo y secretario de Zapata y quien el día anterior decía que si mucho lo apuraban mandaría traer veinte mil firmas de los amigos de Zapata y que con ellas orientaría la discusión en el sentido que quisiera, leyó un telegrama en el cual se participaban cosas que no tenían nada que ver con los puntos del programa a discusión; con buen sentido la mayoría de los señores representantes manifestó al imprudente Quesnell su desaprobación, de una manera indudable.
Se anunció que iba a procederse a la elección de la Mesa Directiva definitiva de la Convención, y se dió lectura a una proposición que presentaron el señor don Antonio Rivera Gordillo y otros, en el sentido de que no se admitieran candidatos a los señores que habían formado la Mesa Directiva del Comité, alegando que deberían acatarse los principios de la revolución: Sufragio efectivo. No reelección. La proposición fue discutida y rechazada por la mayoría, tomando parte en el debate los señores Serapio Rendón y Bordes Mangel, ambos argumentaron bien y claramente.
El señor Vicepresidente, don Miguel Díaz Lombardo, por un escrúpulo de conciencia muy estimable, propuso que se nombrase un Presidente Interino para que durante la discusión de candidaturas para presidente de la Mesa, llevara el debate con toda libertad; no se aceptó, dándose un voto de confianza a los señores de la Directiva.
Se embrolló en este punto la discusión, convirtiendose la honorable asamblea en un campo de agramante, hubo delegado zapatista o vazquista que quisieron emprenderla a bofetada limpia con sus oponentes.
Se suspendió la sesión durante diez minutos para que se discutieran candidaturas, al cabo de ellos volvieron a la sala para dar principio a la discusión de ellas.
El joven estudiante de leyes Martín Guzman, hijo del heroico Coronel que perdió la vida allá en Chihuahua durante la última campaña revolucionaria, víctima de su deber, hizo uso de la palabra para proponer que sólo se admitiera en la votación a los delegados un voto sin atender a los que según sus credenciales tenían derechos en obvio de dificultades; después de una ligera discusión fue aprobado por una gran mayoría. Se hicieron otras proposiciones que se rechazaron por confusas y que sólo hubieran retardado el término de la sesión.
También se aprobó otra del señor Baraquiel Alatriste, referente al mismo punto.
Fueron propuestos para el cargo de Presidente los señores: Ingeniero Arriaga, Juan Sánchez Azcona, Luis Cabrera, Serapio Rendón, Lic. Jesús Flores Magón, Nicolás Meléndez, Díaz Rugama, Lezama Reguera, Jesús Urueta, Antonio Díaz Soto y Gama, De la Garza Cárdenas y Eduardo Hay.
Antes de empezar a la discusión de estas candidaturas, se propuso que los oradores sólo permanecIeran en el uso de la palabra durante cinco minutos y que hablarían uno en pro y otro en contra.
Se procedió a discutIr la primera de esas candidaturas, la del señor Camilo Arriaga.
Uno de los miembros del PartIdo Liberal, hizo el panegírico del citado ingeniero, diciendo que había sido uno de los primeros que se habían enfrentado con la dictadura, aludió a los famosos treinta años de opresión y a los machetes clásicos del despotismo. Dijo que debería de votarse por su candidato para darle con ello una bofetada al General Reyes, que había sido aquel que disolvió los clubs liberales de San Luis Potosí a tiros.
Fríamente fueron recibidas sus últimas palabras.
El joven estudiante de leyes don Martín Guzmán, a quien ya nos referimos antes, con facilidad de palabra y valor civil dijo que no debería la Convención hacer el triste papel que se le ofrecía por los miembros del partido Arriaga, de abofeteador de caidos, que su papel era más alto, pues que se habían reunido para discutir los trascendentales problemas de la patria. Que la polltica debe ser positiva, no negativa, debe de construir y no destruir, que debería rechazarse la candidatura propuesta por ser el señor Arriaga jefe de un partido antireyista, cuyo papel estaba en pugna con los principios sanos de la sociología y de la política. Al principiar su peroración se mostró hostil al joven orador una buena parte de la asamblea, por haberse ésta impresionado de los argumentos que presentara el defensor de la candidatura Arriaga, pero a medida que fue hablando, íbanse escuchando con mayor atención sus ideas, y al terminar casi todos le habían concedido la razón y la candidatura del Ingeniero Arriaga fue rechazada por una gran mayoría.
Para la candidatura de don Juan Sánchez Azcona, pidió el uso de la palabra el Lic. Trueba para combatirla, entre otras muchas razones que adujo, figuraron dos importantes, en su concepto: la de que no sabía imponer orden en las discusiones, que era tan Importante, comprometiendo con ello el éxito de la Convención, y la de que es sordo, cualidad indispensable (sic) ahora en un Presidente que tiene que estar muy listo para no estar expuesto a sufrir errores.
Fue aprobada dicha candidatura por el señor Bordes Mangel, que durante las discusiones se distinguió por la claridad de sus conceptos y por la llaneza de que se vale para expresarlos. Dijo del señor Azcona que es un patriota y un abnegado de reconocidas aptitudes para encauzar los debates de una asamblea, haciendo hincapié en su honradez y en otros méritos. Fue aceptada dicha candidatura por una mayoría abrumadora. Como el señor Azcona se retirara del salón para que se discutiera libremente sobre su persona, cuando fue llamado para que ocupara su asiento en la Mesa Directiva, fue aclamado con verdadero entusiasmo.
Antes de que se hubiera decidido este importantísimo asunto, se discutieron otras candidaturas, entre ellas, la de los señores Luis Cabrera, en contra de la cual se dijo que el señor Cabrera, no había estado nunca con los revolucionarlos a la hora del verdadero peligro, habiendo en una ocasión rechazado la jefatura del Partido Antirreeleccionlsta, por haberla estimado como una carga demasiado pesada para sus hombros; Flores Magón, de quien no se dijeron grandes cosas a su favor; y la del señor De la Garza Cárdenas, que no fue tomada en serio. Los otros candidatos no quisieron que se tomara en cuenta su postulación, haciendo renuncia a ella.
Al finalizar la discusión de candidaturas y cuando ya había tomado posesión el señor Azcona, un grupo increpó duramente a los que postularon al señor Arriaga, porque éstos no se sometieron a la voluntad de las mayorías, aplaudiendo al candidato triunfante.
A las diez de la noche dio fin la sesión, debiendo continuarse mañana la elección de los demás miembros de la Directiva.
(De La Actualidad, N° 90, 1911).
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