Índice de Madero y los partidos Antirreeleccionista y Constitucional Progresista de Chantal López y Omar Cortés | Documento anterior | Siguiente documento | Biblioteca Virtual Antorcha |
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DISCUSIÓN Y APROBACIÓN DEL PROGRAMA REGLAMENTARIO DEL PARTIDO CONSTITUCIONAL PROGRESISTA
Con la Mesa Directiva elegida ayer en las primeras horas de la noche y con la asistencia de todos los delegados que acreditaron debidamente sus credenciales, y con gran concurrencia de público, se dio principio a la sesión inaugural de la Convención del Partido Constitucional Progresista.
El señor Presidente de la Mesa Directiva pronunció un pequeño discurso de bienvenida a los delegados y en él les encareció que con el mayor patriotismo y honradez dieran cima a la noble tarea que iban a emprender para que de ahí resultara un verdadero y grande beneficio para la patria. Vivas y aplausos se escucharon, como muestra de aprobación a las palabras del orador.
En seguida abordó la tribuna el señor Lic. don Jesús Urueta, quien al principiar las primeras frases de su bellísimo discurso, fue interrumpido con gritos de júbilo y aclamaciones de entusiasmo de todos los presentes.
Para qué repetir lo que tantas veces se ha dicho en elogio del más grande de los oradores mexicanos de la historia contemporánea. Como Lisias, Jesús Urueta, es delicado y elegante. Y a semejanza de los antiguos oradores griegos que con el influjo de su palabra llevaron a su pueblo a votar las leyes que más convinieron a la salud de su patria, ayer de la misma manera, los convencionales deslumbrados, aunque en esta ocasión convencidos, aprobaron un reglamento conforme lo pedía el buen sentido y la sana razón; por ello, la asamblea dio su aprobación a un punto esencial de una discusión interminable.
Trataremos de reproducir algunos conceptos del discurso tan notable:
Comenzó manifestando su júbilo, grande, inmenso, por tener que hablar por la primera vez en su vida, ante una asamblea verdaderamente popular y democrática, sintiendo que su corazòn se ponía en contacto con el gran corazón de la República, en aquel santuario, dignificado por la presencia de aquellos delegados venidos de los más lejanos rincones de la patria.
Hizo una breve, pero brillante historia de la revolución, analizando la personalidad del señor Madero, negando lo que se decía por muchos y que andaba por ahí de boca en boca, de que la revolución no la habta hecho él, sino la opinión pública; él protestaba contra semejante vulgaridad, pues con Remy de Gourmont piensa que los pueblos por sí solos producen solamente, en este sentido, revueltas y no revoluciones, que éstas vienen de arriba, de donde parten las ideas fecundadoras, que se propagaban en el campo propicio de las multitudes. Consideró la personalidad de Porfirio Díaz y la del General Reyes, haciendo notar cómo este último no pudo cumplir con el papel que tal vez el pueblo le hubiera confiado. Al sentir el pueblo que este hombre no lo llevaría a la reconquista de su libertad y de sus derechos, volvió sus ojos, y en una demostración de energía y de valor, siguió a aquél que tuvo fe en su fuerza, y más que eso, en su existencia, negando con ello la errónea teoría de los hombres necesarios.
Como una fatal resultante sociológica, de causas múltiples y complejas, surgió, potente, la revolución desdeñada por el dictador, quien no pudo comprender aquello, que estaba muy lejos de considerar como una tormenta que arrasaría con su poder, arrojándolo a las playas de Europa, mientras en la capital de la República entraba triunfante el caudillo de la que hasta entonces se comprendió era una admirable revolución de un pueblo grande y heroico. No podremos menos que reproducir la admirable frase con que el orador cerró este periodo de su discurso: Yo digo con toda la historia humana, que cuando en un pueblo no hay hombre que tenga un corazón grande para recibir todas las Iágrimas y toda la sangre de su pueblo, no queda entonces grande en ese país, sino el sufrimiento de ese pueblo.
Dijo para terminar que la revolución tenia dos enemigos, o más bien uno, que se habia bifurcado: el uno, es el trágico divisionario de Nuevo León; el otro, es el que se ha bautizado con el pomposo nombre de Partido Popular Evolucionista. Este ha brotado, como bien se sabe, de un profundo despecho, y que lo que nace de las bajas pasiones del alma no da frutos ni da flores.
Aquél ya empieza a manifestarse y pretende que las elecciones se aplacen porque aún hay en la República hombres armados que harán que éstas sean una farsa trágica; no hay que temer a esas imputaciones y que si acaso llega a ser necesario tomar las armas será por su causa, pues que ellos, los partidarios de Madero, son hombres de orden.
Terminó: Pero nosotros venceremos, porque tenemos la razón y la verdad, porque qué sería de nosotros si fueran ciertas las palabras del poeta inglés: que el carbón deja siempre una eterna mancha. Pero no, no importa que nos calumnien, la humanidad es noble, la humanidad es buena; podrá tener errores, podrá tener inmensos desaciertos, pero siempre con aquellas eternas e inconmovibles cualidades, si los monstruos se yerguen en los tronos serán vencidos y se salvará a la patria, como se salvó la Francia en 93, con su protesta honrada, dignificadora.
Exhortó a los delegados a que cumplieran con su deber y que llevaran a cabo su obra, por nuestros padres y por nuestros hijos, y por el bien y dignidad de la patria.
Da comienzo la sesión. El señor Carvallo, electo Secretario de la Mesa en las elecciones verificadas, se levantó de su asiento para hacer una rectificación y decir que protestaba contra lo dicho por el periódico oficial del partido, de que él había dado pruebas de no acatar como un demócrata la resolución de las mayorías.
El señor Sánchez Azcona dice que se hará la rectificación que corresponda en su periódico. Debiendo aclarar desde luego que no se considerara que aquella apreciación del reportero tenía algo que ver con los directores del periódico, que hasta entonces habían estado presentes en las diferentes sesiones de la asamblea.
Los delegados de Aguascalientes. El señor Bordes Mangel pidió que fueran aceptadas unas credenciales tardías, por haberse presentado fuera de tiempo en virtud de causa de fuerza mayor, que los mandatarios habían estado presos precisamente por sus ideas políticas.
Se nombró una Comisión que revisara esas credenciales para que fueran aceptadas en definitiva, después de que resultaran encontrarse en las condiciones requeridas. Como más tarde se declaró que estaban conforme al reglamento fueron admitidas.
Se discute el programa de la Convención. Dos fueron los programas que se presentaron a la consideración de la asamblea: uno del señor Lic. Cabrera y otro del señor Rendón, Secretario de la Mesa.
Fue desechado el segundo de ellos quedando a discusión el del señor Cabrera.
Como los delegados no comprendiesen lo que era una votación en lo general y en lo particular, el señor Azcona se vió en la necesidad de explicárselos, consolándolos con decirles que la misma lamentable confusión sufrían en el llamado Congreso los diputados que a él concurrían.
A propósito del programa de gobierno, puesto que se iba a poner a discusión, se emprendió un debate interesante, en el cual tomó parte el señor Urueta, rebatiendo a los señores Alatriste y Villarreal, miembros del club central del Partido Democrático, derrotándolos en toda la línea, haciendo que votaran en el sentido de que no debería de someterse a votación sino en lo general y tan sólo por los lineamientos o bases del mismo programa.
Dijo que no deberían emprenderse discusiones bizantinas, que no pudieran llevar a ningún fin práctico, sino que éstas deberían ser fecundas y serias.
Los señores primeramente mencionados querían que en la asamblea se discutieran puntos para los cuales es preciso tener amplios y sólidos conocimientos en las materias que a ellos se refieren y por individuos competentes, que por más buena fe que tuvieran los delegados no podrían tener la competencia necesaria para resolver acertadamente.
El Partido Democrático, compuesto de individuos excesivamente teóricos, no podía entrar de lleno a las realidades vivientes e hirientes y que por eso con la mayor buena fe proponían cosas imposibles.
Que debería aceptarse lo que habría de ser el alma máter del programa y que con él el candidato que lo aceptara iría al triunfo, debiendo ser amplio, liberal y honrado. Quisieron contestar los señores mencionados algún cargo personal que se les hiciera y terminó la sesión.
A las tres de la tarde dió principio la sesión número seis.
Se sigue discutiendo el programa y al fin con otras muchas discusiones e incidentes se aprobó el programa.
Publicamos el programa a continuación:
REGLAMENTO PARA LA CONVENCIÓN NACIONAL DEL PARTIDO CONSTITUCIONAL PROGRESISTA EN 1911.
Capítulo I
Discusión del programa político.
Hecha la proposición por el Comité del Partido Constitucional Progresista, del proyecto del programa, se discutirá en lo general únicamente concediéndose la palabra a los oradores que se hayan inscrito en pro y en contra, alternados.
Las votaciones sobre el programa serán económicas.
Aprobado el proyecto, se podrán proponer y discutir las adiciones.
Capítulo II
Discusión y votación de candidatos presidenciales.
Hecha la inscripción de candidatos presidenciales, se concederá la palabra a un orador en pro y en seguida si no hay orador en contra, se procederá ala votación económica.
Capítulo III
Discusión y votación de candidatos vicepresidenciales.
Primero.- Hecha la inscripción de los candidatos se sorteará el orden en que deben discutirse las candidaturas.
Segundo.- Se concederá la palabra a las personas que deseen impugnar cada candidatura, y para defenderla a otras tantas como hayan hablado en contra.
Después de discutidas todas las candidaturas se procederá a la votación, la cual será nominal y pública, llamándose a los delegados por el número de registros de sus credenciales y nombres de sus clubs conforme a la lista que sirvió para la revisión de credenciales.
Si en el primer escrutinio, ningún candidato obtuviere las dos terceras partes de los votos computados, se repetirá la votación entre los tres que hubieren obtenido mayor número de votos.
Si en el segundo escrutinio tampoco puede obtenerse mayoría absoluta, se procederá a un último escrutinio entre los dos condidatos que tuvieren mayor número de votos.
En este escrutinio se añadirá al candidato que tenga la mayoría de votos los de los delegados que se abstengan de votar o que voten por los candidatos eliminados.
Disposiciones generales
Quorum
Las sesiones se abrirán a la hora citada en punto, cualesquiera que sea el número de delegados presentes.
Las votaciones
En las votaciones económicas, la Secretaría pedirá se pongan de pie las personas que voten por la afirmativa y en todos los casos se hará la comprobación pidiendo que se pongan de pie, en seguida, las personas que voten por la negativa.
Los delegados al pedir la palabra o al hacer uso de ella, expresarán su nombre y el del club que representen.
Cualquiera que sea el número de oradores inscritos, cada vez que hubieren hecho uso de la palabra dos oradores, uno en pro y otro en contra, la Mesa Directiva consultará a la asamblea si considera suficientemente discutido el punto.
Hasta aquí el Reglamento. Después se discutieron muchas cosas inútiles y poco prudentes. Si la votación sería secreta o pública, si nominal o de otro modo, etc., etc.
Luego hubo una discusión entre los liberales radicales y el resto de la asamblea, aquellos se mostraron inconsecuentes y por completo ignorantes de las leyes de las que se han constituido defensores acérrimos.
El ingeniero (sic) Soto y Gama fue el más demagógico.
Algunas proposiciones adicionales al programa fueron propuestas a iniciativa de la Mesa, entre ellas éstas: abolición de la pena de muerte; supresión del embargo para las pequeñas propiedades; que se estudie la condición en que se encuentra la Baja California, y otras muchas, entre ellas algunas curiosas, como la de que se devolvieran ciertos bienes a sus dueños de hace cincuenta años; otra que se procediese a cortar de cierto modo el fruto de quién sabe qué planta.
La sesión de la noche dio fin a las nueve y cuarto. Hoy continuará la Convención a las nueve de la mañana.
(De La Actualidad, Nº 91, 1911).
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