Índice de Madero y los partidos Antirreeleccionista y Constitucional Progresista de Chantal López y Omar CortésDocumento anteriorSiguiente documentoBiblioteca Virtual Antorcha

SENSACIONALES REVELACIONES EN LA ASAMBLEA DEL PARTIDO CONSTITUCIONAL PROGRESISTA


En medio de una delirante aclamación fue electo como candidato a la presidencia el señor Francisco I. Madero.


Frescos en la mente del reportero los hechos registrados ayer por la tarde en la asamblea del Partido Constitucional Progresista al discutirse la candidatura para Vicepresidente de la República del señor doctor Vázquez Gómez, no daré una detallada reseña de lo acontecido por la mañana por haber tenido poco interés, puesto que solamente se discutieron las adiciones propuestas antier, al programa político del partido. Muchas fueron las presentadas y muchas fueron las rechazadas, encontrándose entre ellas algunas muy ingenuas y otras muy torpes.

La discusión de todas las aceptadas se prolongó mucho, debido a los incidentes motivados por los mismos constitucionales, que a cada momento interrumpían la discusión o la prolongaban.

Las mociones de orden, que como muy bien dijo el eminente orador Jesús Urueta, más que de orden resultaban de desorden provocándolo casí siempre mayúsculo.

El programa definitivo fue el siguiente, con sus adiciones y reformas:


PROGRAMA POLÍTICO DEL PARTIDO CONSTITUCIONAL PROGRESISTA


I.- Restablecer el imperio de la Constitución, haciendo efectivos los deberes y derechos que ella prescribe, así como la independencia de los poderes de la Federación y la responsabilidad de los funcionarios públicos.

II.- Llevar a cabo el principio de la no reelección del Presidente y del Vicepresidente de la República, y procurar igual reforma en la Constitución política de los Estados, por lo que hace a los gobernadores. Hacer efectivo el requisito de vecindad del Distrito, Territorio o Estado, para la elección de diputados y senadores.

III.- Procurar la reforma de la Ley Electoral a fin de alcanzar la efectividad del sufragio.

Procurar mayor ensanche y libertad del poder municipal y la abolición de las jefaturas y prefecturas políticas.

IV.- Reglamentar el articulo 7º de la Constitución Federal, con el objeto de hacer efectiva la libertad de escribir.

V.- Mejorar y fomentar la instrucción pública, y quitar las trabas que actualmente tiene la libertad de enseñanza.

VI.- Mejorar la condición material, intelectual y moral del obrero, creando escuelas-talleres, procurando la expedición de leyes sobre pensiones o indemnizaciones por accidentes del trabajo y combatiendo el alcoholismo y el juego. Igual solicitud se tendrá respecto de la raza indígena en general, especialmente de los indios mayas y yaquis, repatriando a los deportados y fundando colonias agrícolas en los terrenos nacionales o los que puedan adquirirse con tal objeto.

Acelerar la mexicanización del personal ferrocarrilero en todas sus jerarquías, instituyendo al efecto los centros de educación especial que sean necesarios.

VII.- Favorecer el desarrollo de la riqueza pública; hacer que los impuestos sean repartidos con equidad, abolir el sistema de igualas y combatir los monopolios y privilegios; y sobre todo, cuidar que los fondos públicos se inviertan en beneficio general del país.

VIII.- Fomentar la grande y muy especialmente la pequeña agricultura y la irrigación, a la cual se destinará una parte de los fondos públicos. En cuanto a la minerìa, la industria y el comercio, se les concederán todas las franquicias que aseguren su desarrollo y prosperidad.

IX.- Estudiar y llevar a la práctica las medidas más eficaces para mejorar la situación del ejército, a fin de que esté más apto para el desempeño de la alta misión que le está encomendada, ser el guardián de las instituciones y la defensa del honor y la integridad de la República. Como una de las principales medidas, se hará la enseñanza militar.

X.- Estrechar las relaciones con los países extranjeros, especialmente con los latinoamericanos, y dirigir prudentemente la política del gobierno para lograr la unión de las Repúblicas centroamericanas.


Cláusulas adicionales


I.- Reformas a la organización de los tribunales federales y especialmente la Corte Suprema de Justicia de la Nación, con objeto de facilitar el buen despacho de los negocios.

II.- Reformas a las leyes de procedimientos en materia civil y penal, a fin de hacer más expedito el despacho de los negocios en materia civil y dar mayores garantías a la libertad Individual.

III.- Restablecimiento del juicio de amparo en materia civil en toda su amplitud, anteriormente restringida para servir a los intereses de la tiranía.

IV.- Leyes que favorezcan la creación y subsistencia de la pequeña propiedad agraria.

V.- Leyes que garanticen los efectos de la posesión y prescripción para dar mayor firmeza a la propiedad inmueble.

VI.- Leyes fiscales que igualen la pequeña y la grande propiedad ante el impuesto.

A propósito de la cláusula que trata del fomento de la grande agricultura, el señor Lic. Luis Cabrera tomó la palabra para impugnarla, porque, según su parecer, se encontraba en oposición con la que dice de la protección de la pequeña propiedad; hizo breves consideraciones histórico-políticas para apoyar sus conclusiones, entrando en algunos detalles que hasta hoy no habían sido del dominio público, como por ejemplo, que el señor Iñigo Noriega posee una propiedad que ha formado con la expropiación despiadada e injusta de los ejidos de la clase proletaria y menesterosa de los pueblos cercanos a sus propiedades y que valiendo más de cuatro millones de pesos sólo paga al fisco del Estado de México como si solamente valiera veinte mil pesos; señaló algunos otros casos que produjeron verdadera indignación en la sala. El orador dijo que esa era la razón de la situación por la que actualmente atraviesa el Estado de Morelos y algún otro de la República. Entre las consideraciones que hizo el señor Cabrera hubo algunas que merecieron ser rebatidas y para ello el señor Bordes Mangel pidió la palabra, habiéndosela concedido el Presidente, expresó que el Lic. Cabrera no estaba en lo justo, puesto que muy bien puede coexistir la grande industria con la pequeña propiedad sin oponerse en nada, citó el clásico ejemplo de Francia, uno de los países en que más dividida está la propiedad y uno de los en que más grande ha sido el desarrollo de la grande agricultura, coexistiendo grandes empresas agrícolas y muy pequeños predios rústicos. El señor Bordes Mangel dio a conocer sus conocimientos en economía rural y política. La proposición del Lic. Cabrera fue rechazada por unanimidad.

En seguida se discutió la edición de que se iniciara el establecimiento de leyes que igualaran la pequeña propiedad y la grande ante las leyes fiscales.

El Lic. Fuentes propuso que se modificase en el sentido de que el impuesto fuera en progresión creciente, en razón del valor de la misma propiedad. No se consideró el punto; hubo un tercero que habló en tercer lugar, para decir algo que se consideró razonable.

Se propuso que se discutiera si se agregaba al programa la cláusula relativa a que se observaran las leyes de Reforma, siguiente: Observancia y exacto cumplimiento de las leyes de Reforma. Se aprobó por mayoría, obteniendo con esto que los liberales creyeran haber triunfado, decimos que creyeran haber triunfado, porque todos los delegados nunca se negaron a consignar la reforma al programa, que ayer causó tantas discusiones en el seno de la asamblea.

El señor Lic. don Mariano Pontón por el Estado de Puebla, pidió la palabra para fundar su proposición de que se suprimiera la Vicepresidencia de la República, proposición que apenas enunciada fue saludada con muchos aplausos.

El Lic. Pontón, con reposada voz y en lenguaje florido, comenzó, entrando a la cuestión, desarrolló muy bien su discurso, recomendando que se volvieran los ojos a las enseñanzas de la historia; expuso claramente cómo la Vicepresidencia había sido siempre fuente perenne de envidias y ambiciones provocadoras de graves trastornos para la patria, y propuso que en lo sucesivo el sucesor del Presidente en caso de su falta absoluta sería el presidente de la Cámara de Diputados, quedando de este modo siempre ei pueblo con un mandatario elegido por el pueblo y teniendo siempre como único origen su expresa y soberana voluntad, siendo el único soberano el pueblo y su más genuino mandatario el Presidente de la República.

La proposición que se discutía fue aprobada por una mayoría absoluta.


Una aclaración.


El señor Lic. Antonio Villarreal, se dirigió a la presidencia para solicitar el uso de la palabra y hacer una aclaración, una vez que le fue concedida dijo: que volvía al asunto ya juzgado del programa para declarar que protestaba contra lo dicho por el señor Urueta, de que ellos sólo habían ido a entorpecer la discusión por ser reyistas, que los hechos que acababan de verificarse ahí, eran la demostración más completa de que dicho señor Lic. no había estado en lo justo, puesto que lo que propusiera fue discutido y aceptado, que rechazaba el cargo de que eran teóricos, por la misma razón que les daban los hechos consumados.

El señor Urueta apenas terminó de hablar el Lic. Villarreal pidió permiso a la presidencia para contestar y le fue concedido. Dio la razón en el punto de referencia al Lic. Villarreal, aclarando él a su vez que no contestaría los cargos que le había hecho por medio de una hoja suelta que se repartió y circuló profusamente, pues no quería valerse de esas armas. Dijo que no había tachado de reyistas a los señores del Partido Democrático, puesto que él los conocía bien pudiendo asegurar que los firmantes de la protesta sí eran reyistas, reconociendo la validez de sus credenciales.

A la una de la tarde se suspendió la sesión para reanudarla a las tres de la tarde.


Memorable sesión de la tarde.


El principio de esta sesión sólo se caracterizó por la aprobación que se hizo de las proposiciones que se referían a la abolición de la pena de muerte. En esta discusión y en proponer innumerables mociones de orden se pasó el tiempo, hasta las tres y media de la tarde, hora en que se anunció se iba a proceder a la discusión de las candidaturas para Presidente y Vicepresidente de la República.

A iniciativa de la Mesa se propuso que los que tuvieran candidaturas para Presidente que proponer, lo hicieran, para que después se discutieran. Todos los delegados poseídos del entusiasmo mayor del que puede ser capaz un hombre, se pusieron en pie y con un solo grito potente y hermoso dijeron: ¡Madero! El Presidente, don Juan Sánchez Azcona, que ha demostrado suma inteligencia y habilidad en el desempeño de su cargo, agitó la campanilla en señal de silencio, y dijo: que era preciso someterse en todo al programa aprobado, el cual marcaba la forma en que debía de procederse y proponía por lo tanto que se declarara si no había oradores que quisieran tomar la palabra en pro o en contra, habiéndose dicho que no había, el señor Secretario de la Mesa, don Serapio Rendón, propuso que se salvara el trámite y que por aclamación se determinara el sentir de la asamblea; se aprobó la moción y con júbilo inmenso fue electo candidato del Partido Constitucional Progresista el ciudadano e insigne demócrata don Francisco I. Madero.

Inmediatamente, el señor Presidente nombró una Comisión del seno de la asamblea, para que pasara a la casa del señor Madero, y exponiéndole el programa político del Partido, dijera si se sometía a él y protestaba cumplirlo en todas sus partes; resultaron nombrados los señores Juan Sarabia y De la Garza Cárdenas.

Durante un gran rato se escucharon los vivas, y las manifestaciones de entusiasmo se repitieron; produciendo un espectáculo verdaderamente admirable; aquello fue una fiesta de democracia y de libertad, impresionando por modo admirable, el espectáculo de no pocos ciudadanos de la clase obrera y humilde, que profundamente convencidos ponían su estimable contingente en la resolución de los vitales problemas de la patria.

Cuando se volvió al estado normal de los convencionales, el señor presidente don Juan Sánchez Azcona hizo la declaración de que se iba a proceder a la elección del candidato para la Vicepresidencia; declaró que hasta el momento sólo existían cuatro candidatos, por todos conocidos y que si había alguno que quisiera proponer otro, que lo dijera para que se tomara en cuenta a la hora de las discusiones. Se dio lectura una vez al reglamento en la parte relativa, con el objeto de recordar a los señores delegados la manera en que debería de procederse a la elección.

Se escribieron los nombres de los candidatos propuestos en otras tantas papeletas, las que fueron depositadas en un ánfora de cristal; antes conviene decir que se interrumpió la sesión por diez minutos para que los que desearan tomar la palabra lo hicieran; se inscribieron ciento veinticinco oradores.

Se declaró que, conforme fueran sacados de la urna los nombres de los candidatos, en ese orden serían discutidos.

El escrutador retiró en primer lugar el nombre del doctor Francisco Vázquez Gómez; en la asamblea se produjo un murmullo de sensación.


Un debate de eterna recordación.


En pro de la candidatura Vázquez, se inscribieron los señores Eduardo Ruiz, Luis Cabrera y Rafael Martínez. En contra, los señores Bordes Mangel, licenciado Jesús Urueta e ingeniero Alberto Pani.

Al darse cuenta de los nombres de los oradores del pro y del contra, se advirtió que se habían omitido algunos nombres, los perjudicados pIdieron que se aclarara el punto, resultando que, por orden del señor Cabrera, se habían suprimIdo dos oradores del pro. Como el procedImIento se juzgase irregular, se reconvino al señor Cabrera; hubo uno que otro grito a propósIto y sIguió adelante la dIscusión, quedando en crítIca sItuación el señor licenciado Cabrera, que, evidentemente, trató de evitar que, oradores que no hubieran defendido al candidato como él lo hizo después, quedaran después de que hubiera hablado un orador de fuerza, como Urueta; juzgó que la Mesa tenía interés en que así sucedIera, viéndose oblIgado a declarar esto, por exigírselo la verdad y la honradez. Se escucharon protestas y gritos aprobatorios.


El Lic. Vázquez no es un demócrata.


El señor Bordes Mangel, fue el primero en hablar, atacando la candIdatura; con voz llena, sólida argumentación y conceptos claramente expresados declaró que no iba a repetir cosas que eran del dominio públIco, sino aquéllas que hasta la fecha eran desconocidas y muy recientes.

Declaró que cuando Madero hacía su gira democrática por la República, Vázquez Gómez no lo acompanó, habiendo reprobado con todas sus fuerzas la campaña que se emprendiera; que cuando llegó la hora de tomar una resolución, de acuerdo con los intereses sagrados de la patria, y que las circunstancias exigían, amenazó con denunciar el movimiento que iba a iniciarse en favor de la libertad del pueblo, el catorce de julio del año memorable de mil novecientos diez.

Que a últimas fechas, Vázquez Gómez había mandado telegramas a delegados de diferentes partes del país, recomendándoles que si aceptaban venir a formar parte de la Convención, votaran en su favor, procurando ganar por cuantos medios fuera posible, la votación, y que si resultaban derrotados, no acatarían las decisiones de la mayoría, comprometiéndose a seguir postulándolo. De esos telegramas existían muchísimos, que fueron mostrados a la asamblea.

Que en una entrevista concedida a La Actualidad, había declarado que tenía desconfianza en los escrutadores del partido, los que habían recibido la consigna de violar el voto de los representantes. Finalmente, que el doctor había declarado en esa misma entrevista, que la Convención la juzgaba antidemocrática. Que el doctor, para colmo, se había declarado enemigo de ella, aceptando la jefatura de un partido que había desconocido a Madero, por razones personalistas puramente. Concluyó el orador su brillante y sólido discurso, exento de flores de retórica, pero abundoso en argumentos contundentes, que no se votara por un hombre que había demostrado, ser un enemigo de la revolución, ser un mal demócrata, y ser un enemigo de la Convención y de sus decisiones, nada más que porque se iba a discutir su personalidad como candidato posible para la vicepresidencia de la República.


Un hombre que se pone en ridículo, que miente y que desafía.


Abordó la tribuna un señor Eduardo Ruiz, para defender al mal parado de don Francisco. El reglamento previno que no se leyeran discursos para defender candidaturas o para impugnarlas, y el señor Ruiz se presentó con uno larguísimo; como notase esto uno de los delegados, pidió a la Mesa que se le hiciera acatar el reglamento, impidiéndole su lectura.


Un diálogo entre un público y un orador impertinente.


- No es cierto que sea un discurso, son unos apuntes. Dice Ruiz.

- Que los enseñe, que los enseñe -piden muchas voces.

Se acerca el Secretario, y Ruiz se opone terminantemente, diciendo que, sobre sus apuntes nadie tiene derecho (ahuecando cómicamente la voz).

El Secretario le dice: - ¡Cuando un hombre afirma una cosa y no se somete a presentar las pruebas, ese hombre miente!

- ¡Nadie tiene derecho a leer mis apuntes! -declara Ruiz otra vez.

- Pido a la asamblea se digne conceder al señor, que lea sus apuntes o lo que sea -dice el señor Presidente.

- ¡Que los lea! ¡Que los lea! -gritan varios (en ese momento toma la palabra el vehemente estudiante don Martín Guzmán).

- Pido que se ie conceda al señor, que lea el discurso que trae; pero, como es patente que ha mentido, con el deliberado propósito de engañar a la asamblea, no deberá creerse lo que afirme, pues que un hombre que asienta una falsedad no tiene derecho a que le crean.

Se arma una gritería monumental, y cuando pudo imponerse la campanilla del señor Presidente, éste pudo decirle al orador: - Puede usted leer los apuntes que trae, con el permiso de la asamblea.

- Puede que sean las dos cosas, discurso y apuntes -replica por última vez el desahogado de Ruiz, quien con la mayor frescura, con la misma cómica entonación de voz, y con los ademanes más graciosos, dió lectura a un engendro que hizo reir de buena gana a la respetable Convención. Los tropos más extraños, las elegancias más cursis, abundaron en la pieza oratoria del señor Ruiz, quien como era natural, no dijo nada para destruir los argumentos del señor Bordes Mangel.


Sigue el debate.


Sucede en el uso de la palabra a los oradores nombrados, el señor Pani, a quien no se le escucho nada o casi nada de lo que dijo, por su hablar quedo. Su tendencia, en lo general, se orientó en el sentido de demostrar a la asamblea, que el doctor era un violador de la ley, demostrándolo al referir casos recientísimos, y que también era un inepto para ocupar un puesto tan elevado como la Vicepresidencia de la República, al serlo en el desempeño de uno de menor categoría como es el de Ministro. Terminó diciendo que los gobernantes deben ser no sólo predicadores, sino que también demócratas.


Rafael Martínez.


Don Rafael Martínez, exmiembro del Partido o Centro Antirreeleccionista de México, toma la palabra y pronuncia una especie de alocución, asentando tres o cuatro vulgaridades, estereotipadas en el cerebro de gentes sin ingenio. Adoleció este orador, del defecto de carraspear de una manera exasperante.

Tampoco pudo rebatir ninguno de los cargos de Bordes Mangel, que van quedando como la expresión de la verdad. ¡Que acabe! ¡Que acabe! dicen varios.


Jesús Urueta.


Se sintió un estremecimiento de temor, y un poco de miedo se reflejó en los semblantes de los partidarios de Vázquez Gómez, quienes consideraron la causa perdida por completo.

Reforzó los argumentos del señor Bordes Mangel, que hasta ese momento no habían sido rebatidos, quedando en pie. Refiriéndose a lo dicho por Martínez, de que la revolución se hizo por la fórmula Madero-Vázquez Gómez, declara que no es verdad; que se hizo por los principios {los únicos sagrados), de la revolución: Sufragio efectivo y No reelección.

Dice que Vázquez Gómez no puede ser el candidato para la Vicepresidencia, porque no es demócrata, habiendo desconocido a la Convención y que si ésta lo postulara, cometería un desacierto político, siendo de ella también su enemigo, por haber aceptado la jefatura de un partido que duramente la había atacado. Se dice que Vázquez Gómez fue el cerebro de la revolución, y con una terrible e irónica entonación de voz, dice: ¡el cerebro de la revolución! qué leyenda, señores, el cerebro de la revolución, así como el corazón de la revolución, no fueron el señor Vázquez Gómez, ni don Francisco Madero, sino el cerebro y el corazón del pueblo.

El señor Vázquez Gómez no entró a la revolución por su propia inspiración, sino obligado, y ya en Washington, no quiso recibir la ropa de Juan Sánchez Azcona, por miedo, pues que era la de un acusado de la dictadura.

El cerebro de la revolución ha dado muestra de una prodigiosa inhabilidad política, declarándose enemigo de la Convención y de sus acuerdos, ahora, y en haber desconocido antes a la revolución, amenazando con denunciarla. Y mientras sus partidarios la atacan a ella y el señor Madero, el cerebro de la revolución no lanza una sola protesta.


Las revelaciones y la defensa imposible de Luis Cabrera.


Empieza por declarar que lleva patente desventaja, porque va a tener que luchar contra cuatro oradores del contra, sin que éstos hayan sido rebatidos por ninguno en pro. Porque el señor Ruiz, que tomó la palabra para poner en ridículo a la asamblea ... Ya se fue, dicen algunos.

Cabrera.- ¿Ya se fue Ruiz? No, aquí estoy, y se prohiben las alusiones personales. Sigue Luis Cabrera, diciendo que aquél ha recibido su justo castigo, y que no se ocupará más de él. A lo que responde el aludido: ¡Vamos allá afuera! Se prohiben las alusiones personales.

Dice el orador, que algunos han creído que no importa la homogeneidad de una fórmula política, y que éstos están equivocados. El General Díaz no la juzgó necesaria y por ello fue derribado. Es la causa de que se busque candidato para la Vicepresidencia, con tanto ahínco.

De lo que dijo después, se desprende que la labor de Vázquez (Gómez) siempre fue de represión y de obstrucción, y luego declara que entre el señor Vázquez (Gómez) y Madero no existe pugna y sí entre el Comité y Vázquez. Que el Comité se ha propuesto sostener la candidatura de Pino Suárez, y que para ello ha mandado numerosos telegramas recomendándola. El Presidente, en vista de este cargo, afirma, bajo su palabra de honor, que la Mesa nunca ha enviado tales mensajes; entonces Cabrera dice que seguramente ya tiene ésta designado un chivo expiatorio que cargue con la culpa, y que ese chivo expiatorio es el señor Meléndez. El aludido, protesta con energía y dice que él se dirigió, efectivamente, a varios clubs, con carácter meramente privado.

El señor Licenciado Vasconcelos, uno de los más sinceros y más francos de la revolución, protesta también, y dice que por su palabra de honor, desmiente lo dicho por Cabrera, y que, como Secretario del Comité que ha asistido a todas las juntas, declara que en los libros y en los acuerdos tomados no figura para nada un acuerdo semejante; por lo contrario, siempre se estimó que la candidatura Vázquez (Gómez) era conveniente, desistiendo a últimas fechas, él y otros miembros del Comité, en vista de la actitud del doctor.

Vuelve a hablar Cabrera y se pone a hacer interpelaciones a Sánchez Azcona, a Vasconcelos, a Federico González Garza, a Gustavo Madero, y a Aguirre Benavides. Difícil sería ahora dar exacta cuenta de las declaraciones que hicieron los interpelados.

El señor Azcona dijo: que Vázquez Gómez había invertido veinte mil pesos en México Nuevo, cuando se hacía propaganda reyista, y que actualmente, las acciones a que tiene derecho el doctor valen sesenta mil pesos. El señor licenciado González Garza, dice: que el doctor Vázquez (Gómez) siempre estuvo contra el movimiento revolucionario, impidiendo que Madero cumpliera con su destino, y que por esa táctica, Madero no atravesó la línea divisoria el 20 de noviembre de 1910.

El señor Gustavo Madero dice que no sólo ayudaron al movimiento los expresados por Cabrera, sino también Alfonso Madero y Vasconcelos.

A cada momento aumentaba más y más la tensión nerviosa de los concurrentes, produciendo con ello un verdadero pandemónium; exclamaciones, gritos, mueras, vivas, ¡que se aclare! ¡que hable! ¡silencio! ¡orden!, en fin, un completo, un solemne, un gran desorden; pero desorden de libertad, en el cual se depuraron conductas y hechos dudosos.

Don Juan Sánchez Azcona se reveló un inteligente, un grande Presidente de debates, llevando una discusión tan apasionada, con una habilidad nunca sospechada.

Luis Cabrera, cuando más arreciaban los gritos, se paseaba tranquilamente por el escenario, sonriéndose maliciosamente y dispuesto a proseguir implacable, hasta dejar perfectamente claros, puntos dudosos. La conducta de los miembros del Comité quedó perfectamente depurada, habiendo existido tan sólo un malentendu. Luis Cabrera termina diciendo que no lo ha guiado el apego que pueda tener a la personalidad del doctor Vázquez (Gómez) sino un sentimiento de justicia y un deseo de contribuir al triunfo del partido, que es acechado por dos enemigos, uno grande y otro pequeño. Que él ha dicho todo lo que dijo, con la íntima convicción de que se le declarará como enemigo del partido y que, sin embargo de eso, ha ido a su desprestigio politico, animado del mejor deseo y cumpliendo un deber que le imponía su conciencia honrada.

Cuando se escuchaban las últimas palabras del orador, se presentaron los comisionados para que fueran a ver al señor Madero, y le presentaran el programa del partido, que habia sido aprobado. Dieron cuenta de su misión y dijeron que traían el encargo de don Francisco, de proponer a la asamblea una modificación a la cláusula relativa al servicio militar, en el sentido de que se propusiera a las cámaras, se votaran las leyes especiales, más humanas y mejores para el sistema de reclutamiento del ejérclto, quedando suprimidas, la parte relativa que pedía el servicio militar voluntario y la enseñanza obligatoria. Fue aprobada por mayoría de votos la proposición, y recibida con aplausos entusiastas.

Con gran solemnidad fue declarado candidato para la Presidencia de la República, don Francisco I. Madero. Todos escucharon la decislón de pie y guardando respetuoso silencio.

Mañana protestará ante los delegados, el cumplimiento del programa, el señor Madero.

(De La Actualidad, N° 92, 1911).


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