Índice de El magonismo en Baja California de Pablo L. MartinezCAPÍTULO SEXTO - Una comisión de paz a baja CaliforniaBiblioteca Virtual Antorcha

EL MAGONISMO EN BAJA CALIFORNIA

Selección y notas, Pablo L. Martinez

CAPÍTULO SÉPTIMO

LA MEDALLA DE LOS DEFENSORES


Con breves comentarios en notas marginales se inserta a continuación la documentación que hay sobre el tema de esta sección, dejando al lector formarse el juicio apropiado sobre el particular.



DIARIO DE LOS DEBATES DE LA CAMARA DE DIPUTADOS

Sesión del 9 de diciembre de 1930, página 17
El mismo C. Secretario (leyendo):

H. Asamblea:

Nunca la Patria ha sido parca en el premio a sus hijos valerosos cuando han defendido su integridad contra las invasiones extranjeras.

Los hombres de Azueta y Uribe en la tres veces heroica Veracruz y el del General Félix Gómez en El Carrizal son venerados con la misma unción que los de Anaya, de León y de los niños héroes de Chapultepec.

La patria ha glorificado a los que perecieron y honra a los supervivientes cuya vida también estuvo en juego en los momentos difíciles.

Pero hay una acción de guerra en el curso de este siglo, que, quizás por la época revuelta en que acaeció, ha pasado desapercibida para gran parte de los mexicanos. Una acción que nos salvó de perder para siempre la parte de nuestro territorio de que tanto nos ocupamos últimamente, por sus riquezas, por su aislamiento y por la inapropiada distribución de sus tierras: la Baja California.

Hace veinte años, en enero de 1911, una invasión numerosa de filibusteros norteamericanos, en la que desgraciadamente militaban algunos malos mexicanos, trató de segregar aquella región, fundando una República socialista que más tarde se anexaría a los Estados Unidos.

La historia de esos sucesos nos comprueba la participación que el vecino del Norte tomó en el atentado. Los cabecillas yankees, William Stanley, Simón Berthold, Wrener Johnson, Pryce, Jack Mosby y Sam Woods; el Capitán Wilcox, del Ejército Americano, quien reforzó las fuerzas filibusteras con treinta soldados de línea; el periodista John Kenneth Turner, autor de México Bárbaro; el millonario Dick Ferris, mecenas de la expedición y probable Presidente de la República Socialista; y otros muchos, dejaron la mancha asquerosa del imperialismo: unos al pagar con su vida su audacia y otros con la huella de su derrota.

Y en esos momentos de prueba, nuestra Patria fue defendida por un puñado de bajacalifornianos cuyo valor impidió la consumación del atentado.

De ese puñado de valientes muchos murieron en aras de la Patria, pero quedan los supervivientes, orgullosos de su comportamiento, desinteresados, sin pedir nada, sin esperar nada.

Para ellos, como un premio merecido a su heroico comportamiento, como una lección de gratitud, como un aliciente a la nueva generación, vengo a pediros que, con dispensa de todo trámite, aprobéis el siguiente decreto:

Artículo 1° - 5e crea una condecoración con el nombre de Patriotas.- Invasión Filibustera de 1911, que servirá para compensar a los mexicanos que lucharon en la Baja California en ese año contra la invasión filibustera que pretendía segregarla de la Patria.

Artículo 2° - Son merecedores a esta condecoración los militares y civiles que, según el padrón oficial que al efecto levantará el Gobierno del Distrito Norte de la Baja California, pelearon contra aquella agresión a la Patria.

Artículo 3° - Se pasará lista de presente a los mexicanos muertos en esa jornada, y sus nombres serán dados a conocer en la Orden general de la Plaza, el 29 de enero de 1931, en toda la República; entregándose en la misma fecha la condecoración a los supervivientes y a los deudos de los muertos, como un homenaje póstumo.

Salón de Sesiones de la H. Camára de Diputados del Congreso de la Unión.
México, D. F., a 3 de diciembre de 1930.
Diputado José María Dávila.

El C. Dávila J. M.: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra. el C. Dávila.

El C. Dávila J. M.: Con perdón de la Asamblea, he pedido la palabra para fundar con un poco de historia y sin extenderme demasiado, la anterior iniciativa:

Compañeros: la Baja California ha sido uno de los objetivos más próximos y quizá más fáciles de obtener para el imperialismo norteamericano. La historia nos lo demuestra muy claramente. Desde el año de 1805 en que empezaron a organizarse las invasiones filibusteras con el objeto de provocar dificultades en la Nueva España, hemos tenido la desgracia de ver ese intento norteamericano.

Se ha sucedido invasión tras invasión, pero solamente me voy a concretar a mencionar alguna de las más importantes, entre ellas la más terrible, una de las más sangrientas, porque provocó la muerte de numerosos de los aborígenes que poblaban aquellas regiones: fue la de Walker en 1852 (1); ese Walker, patrocinado por el Gobierno Norteamericano, quiso venir desde ese año a apoderarse de la Baja California.

Entonces, como ahora, contábamos nosotros con mexicanos valerosos, con mexicanos que saben lo que vale en patria una pulgada de terreno; y uno de ellos, el Comandante Francisco Javier del Castillo Negrete, hizo la expedición difícil, penosa, a través de los desiertos arenosos y calcinados por el sol, desde la parte más meridional de la península, hacia el Norte, para arrojar de allí al invasor (2). Después de ella vino la invasión que procuraron efectuar en Texas los filibusteros James Edwards y otros. Estos, como se sabe históricamente, también traían detrás el patronato americano.

Más tarde se provocó en el mismo Estado de Texas un descontento general entre colonos, con el pretexto de que los comanches, indios aborígenes de aquella región, hacían depredaciones en todo el Estado de Texas, para que esos mismos colonos controlaran el gobierno de aquella región y desde entonces se pudieran separar de México (3). Entonces fue cuando vino aquella frase del General Sherman, que nos puede probar cual es el espíritu norteamericano para con nosotros, aquella frase que decía: El indio muerto es el mejor indio.

Más tarde hemos visto ese deseo hasta en los embajadores que nos han enviado sucesivamente a México. Buchanan, el embajador americano que después fue Presidente de los Estados Unidos, decía que era indispensable extender la población negra de los Estados Unidos hacia México y acabar con la población indígena que para nada servía.

Así, compañeros, han venido sucediéndose los atentados contra nuestra patria. Así vino la invasión de Henry Crabe al Estado de Sonora, cuando aquellos valientes sonorenses, cuando aquellos valientes de Caborca supieron hacer frente a la invasión y desterraron a Crabe, haciéndole más de ciento quince bajas. Después de esas incursiones filibusteras hemos tenido contra nosotros las proposiciones más o menos halagüeñas de los Estados Unidos para adquirir aquella lejana región de nuestro territorio; hemos tenido una insinuación para vender una faja de terreno que pudiera darle al Estado de Arizona un puerto sobre el Golfo de California; hemos tenido las insinuaciones del representante Swing para obtener la península; hemos tenido la propuesta diplomática, cuando se les retiró el contrato carbonífero de La Magdalena y cuando se le retiró otro oneroso contrato: el de la Isla de Pichilingue, en la Bahía de La Paz, en donde por muchos años estuvieron establecidos como base de aprovisionamiento naval. Pero esto no es nada comparado con los deseos que aun anidan dentro del imperialismo norteamericano.

Compañeros: de pocos meses a esta fecha hemos empezado a preocuparnos mucho de la Baja California y nos hemos empezado a preocupar de ella sin haber estudiado a fondo sus problemas, sin saber quienes son los pobladores de esa región, sin estudiar su historia, los hechos gloriosos que allá, lo mismo que aquí, ha habido.

La prensa, con buena intención, se ha ocupado mucho de esa labor de mexicanización que se ha emprendido, pero la hemos interpretado mal, hemos herido la susceptibilidad de los verdaderos mexicanos que pueblan aquella región, porque no comprendemos nosotros, que vivimos en el interior del país, que se hiere dudando de que alienta en su corazón el verdadero espíritu mexicano y el amor a la bandera tricolor. Hemos hablado de mexicanización, pero no nos hemos preocupado de solucionarla tal y como debemos hacerlo; lo que se necesita mexicanizar son las tierras, esas tierras de que antes he hablado ya en esta tribuna, pero que están en poder de las garras americanas.

Naturalmente, no se necesita mexicanizar las almas que viven lo mismo que las nuestras; allá en cada mexicano les puedo presentar a ustedes un patriota, lo mismo que los que están aquí presentes. Por eso he venido a presentar aquí esa iniciativa, porque esos patriotas merecen cuando menos un bálsamo para esas dudas que se han sembrado en su seno, un bálsamo para las heridas que les hemos provocado con dudar de su mexicanismo, que está muy por arriba de todo lo que nosotros podamos pensar.

Una de las pruebas más grandes del mexicanismo de los baja californianos está en su actitud durante la invasión filibustera de 1911. Hacía tiempo que un millonario norteamericano, Dick Ferris, de quien más tarde les expondré como pretendió ser el Presidente de la República Socialista de Baja California, venía pretendiendo comprar la península y servir a gente de motu propio, entre los Estados Unidos y el Gobierno mexicano. El se guardó y esperó una ocasión propicia. Esta ocasión propicia se le presentó cuando estalló la revolución de 1910. Cuando el maderismo sacudió la opresión porfiriana, aquella región, más aislada que ahora, porque los medios de comunicación no eran tan rápidos, estaba tranquila. Allá solamente esperaban, tanto las autoridades como sus pobladores, un cambio de gobierno para seguir con ese mismo cambio y esa misma tranquilidad.

Allá no había necesidad de provocar ninguna clase de hechos sangrientos para que la Revolución entrara ideológicamente en el ánimo de sus habitantes. Sin embargo, Dick Ferris y otros norteamericanos empezaron a trabajar en el asunto. Encontraron a los hermanos Flores Magón -no me refiero a don Jesús, que acaba de morir, sino a Enrique y a Ricardo- dos demagogos furibundos que hacía tiempo propugnaban por el establecimiento de las doctrinas socialistas, no sólo en México, sino en el sur de los Estados Unidos. Consiguieron su ayuda, y en su compañía o, más bien dicho, por intervención de ellos, emprendieron una invasión filibustera contra la Baja California. Y digo filibustera, porque el ochenta por ciento de los individuos que entraron a la Baja California en esa fecha, eran ñórteamericanos, blancos o de color, pero norteamericanos todos (4).

Los Flores Magón consiguieron como mecenas, como patrocinador de aquella expedición, a ese millonario ambicioso que se llamaba Dick Ferris. Encontraron también la ayuda -de buena fe, no tengo empacho en decirlo- de algunas personas que tal vez ustedes conocen, entre otras un actual general de nuestro ejército, el señor José María Leyva, quien junto con ellos efectuó la incursión a la Baja California. Entraron a Mexicali; el Ejército Norteamericano les facilitó armas y parque; hubo un capitán que hasta dirigió el ataque a Tijuana desde la línea, sin siquiera el peligro de que le tocara una bala, y así pretendieron crear la República Socialista de que antes he hablado (5).

Los bajacalifornianos se defendieron con toda entereza. Siendo la guarnición tan pequeña como las que siempre ha habido por allá, los vecinos de Ensenada, de esa ciudad que en las costas del Pacífico han aparecido siempre ante nuestros ojos como tan abandonada, como tan lejana, como imposible de llegar a ella; los vecinos de ese puertecito tan pequeño -pues apenas llega a dos mil habitantes- se empezaron a organizar para la lucha, y no hubo varón, desde los adolescentes hasta los ancianos decrépitos, que no se aprestara a ir a la defensa del Distrito.

Las fuerzas federales en esa época, a las órdenes del coronel Celso Vega, se aprestaron a la defensa; pero sufrieron varias derrotas. Cuando el Coronel Celso Vega se fue a desalojar a los filibusteros de Mexicali, sufrió un tremendo descalabro. Después los filibusteros se rehicieron, tomaron esa plaza, la plaza de Tecate, v al mismo tiempo que destacaban sus fuerzas ya muy numerosas hacia el Río Colorado y Tijuana, se organizaban para un ataque simultáneo a muchos lugares. En esa época hubo, por desgracia, muchos mexicanos que tuvieron la culpa de estos hechos, por su adhesión al capitalismo. La historia señalará con su dedo de fuego a un coronel federal apellidado Mayol, que cuando fue al Río Colorado y le dijeron que atacara a los filibusteros que estaban en Mexicali, dijo que él no iba con misión ninguna de atacar filibusteros, sino a proteger las obras de defensa del Río Colorado, que eran propiedad de una compañía extranjera, la Colorado River Land.

Para no hacer más larga mi peroración, compañeros, continuaré diciéndoles que cuando el ataque a Tijuana, hubo un Subteniente de cuya historia quizá ustedes sepan algo, un Subteniente sonorense, Miguel Guerrero, uno que más tarde, con el grado de coronel, sucumbió en uno de los combates de Jalisco al lado del General Obregón. Este Subteniente, al lado de los vecinos de Tijuana, al lado de puros civiles, porque las fuerzas federales no alcanzaban para más, hizo una de las defensas más brillantes, una defensa que le valió el que su espada fuera objeto de veneración, aun en las mismas casas de los invasores, aun en el lado americano.

Allí el Subteniente Guerrero tuvo una de sus acciones más valerosas: herido, con el estómago atravesado, no quiso que lo llevaran al lado americano (6); le exigió a su asistente que lo matára. Allí mismo, junto con él lucharon heroicamente algunos vecinos, de aquellos a quienes más dinero les costó esa incursión filibustera y cuyas casas fueron saqueadas por los asaltantes. Los filibusteros llegaron a vejarlos en tal forma, que cuando el Capitán James, un americano que tomóTijuana, se había posesionado de la plaza, abrió la línea y permitió la entrada a todos los turistas americanos a razón de cincuenta centavos por cabeza, para que vinieran a ver los cadáveres de los greasers que estaban quemando en las calles de Tijuana.

Y el día que proclamaban haber tomado la plaza más importante de aquel distrito, se izaba la bandera americana sobre la aduana nuestra (7), y además, se confeccionaba la ridícula imitación que ha traído la desgracia sobre países que, como Cuba y Panamá, no tienen el suficiente nacionalismo como el nuestro para tener un emblema propio; entonces se confeccionó una bandera ridícula, una bandera que tenía cinco barras azules y cuatro rojas, con una estrella blanca en el extremo, que ondearía sobre las ciudades nuestras de la Baja California, como bandera de la República socialista de la Baja California (8).

Basta con estas ligeras indicaciones para que ustedes vean la necesidad de premiar a aquellos defensores de nuestro territorio. Además, creo que la lectura del libro que me he permitido obsequiarles (9), será para ustedes más ilustrativa que mi poca interesante peroración. Aquellas gentes, mis representadas, esperan que se les haga justicia, que no se hable de mexicanizar la Baja California en la forma torpe que se ha seguido hasta hoy. No es mexicanizar ir a exigir que los turistas gasten tostones en vez de dólares; no es mexicanizar tampoco el ir a substituir a los honrados habitantes de aquella región por elementos de esta capital. Mexicanizar es readquirir las tierras y dar un premio a los que tan valerosamente derramaron su sangre por la defensa de su patria. (Aplausos).

El C. Secretario Dávila: se pregunta a la Asamblea si se dispensan los trámites. Los que están por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Dispensados. Está a discusión en lo general.

No habiendo quien haga uso de la palabra, se pregunta a la Asamblea si ha lugar a votar. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Se procede a recoger la votación nominal, en lo general. Por la afirmativa.

El C. Secretario. Rodríguez Guillermo: por la negativa. (Votación).

El C. Secretario Dávila: ¿Falta algún ciudadano diputado por votar? ¿Falta algún ciudadano diputado por votar? Se procede a la votación de la Mesa. (Votación).

Por unanimidad de 98 votos fue aprobado en lo general el proyecto decreto. A discusión en lo particular.

Artículo 1°- 5e crea una condecoración con el nombre de Patriotas-Invasión Filibustera de 1911, que servirá para compensar a los mexicanos que lucharon en la Baja Californiá en ese añó contra la expedición filibustera que pretendia segregarla de la Patria.

Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, se reserva para su votación.

Artículo 2°- Son merecedores a esta condecoración los militares y civiles que, según padrón oficial que al efecto levantará el Gobierno del Distrito Norte de la Baja California, pelearon contra aquella agresión a la Patria.

Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, se reserva para su votación.

Artículo 3°- Se pasará lista de presente a los mexicanos muertos en esa jornada, y su nombre será dado a conocer en la Orden General de la Plaza, el 29 de enero de 1931, entregándose en la misma fecha la condecoración a los supervivientes y a los deudos de los muertos, como un homenaje póstumo.

Está a discusión.

El C. Gutiérrez Pastor: Pido la palabra para una aclaración.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Gutiérrez Pastor: Pido que no sea únicamente en la Orden General de la Plaza de la Baja California, sino en la Orden General de la Plaza de todas las Jefaturas de Operaciones en la República.

El C. Dávila: Acepto la sugestión del compañero Gutiérrez Pastor.

El C. Secretario Dávila: Está a discusión el articulo 3° con la modifitación propuesta por el ciudadano diputado Gutiérrez Pastor. Dice así:

Artículo 3°- Se pasará lista de presente a los mexicanos muertos en esa jornada, y sus nombres serán dados a conocer en la Orden General de la Plaza, del 29 de enero de 1931, en toda la República; entregándose en la misma fecha la condecoración a los supervivientes y a los deudos de los muertos, como un homenaje póstumo.

Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, se reserva para su votación.

El C. Secretario Dávila: Por la afirmativa.

El C. Prosecretario Rodríguez: Por la negativa. (Votación).

El C. Secretario Dávila: ¿Falta algún ciudadano diputado por votar? ¿Falta algún ciudadano diputado por votar? Se procede a recoger la votación.

Por unanimidad de 95 votos, fue aprobado en lo general el anterior proyecto. Pasa al senado para los efectos consiguientes.

La Presidencia se ha servido designar, para que vayan en comisión a la Baja California el 29 de enero del año próximo, a los ciudadanos José María Dávila, Emiliano Corella M., Juan de Dios Bátiz, Pedro C. Rodríguez y Juan M. Esponda, a quienes se suplica ponerse de acuerdo para concurrir a esa ceremonia.



DIARIO DE LOS DEBATES DE LA CAMARA DE SENADORES

Jueves 18 de diciembre de 1930.
Primera de Gobernación.

H. Asamblea:

Por acuerdo de esta H. Asamblea, se mandó pasar para su estudio y dictamen a esta Primera Comisión de Gobernación, el expediente formado con la iniciativa del C. Diputado José María Dávila y el Proyecto de Decreto aprobado por la H. Cámara Colegisladora, por el que se crea una condecoración con el nombre de Patriotas-Invasión Filibustera de 1911, que servirá para compensar a los mexicanos que lucharon en la Baja California en ese año contra la expedición filibustera que pretendió segregarla de la patria.

Del estudio hecho por la Comisión se desprende que la iniciativa dcl C. Diputado José Maria Dávila está de acuerdo con el sentir de los mexicanos, y en tal virtud la suscrita comisión se honra en someter a la deliberación y aprobación de esa H. Asamblea, el siguiente Proyecto de Decreto:

Artículo 1° - Se crea una condecoración con el nombre de Patriotas-Invasión Filibustera de 1911, que servirá para compensar a los mexicanos que lucharon en la Baja California en ese año contra la expedición filibustera que pretendía segregarla de la Patria.

Artículo 2° - Son merecedores a esta condecoración los militares y civiles que, según el padrón oficial que al efecto levantará el Gobierno del Distrito Norte de la Baja California, pelearon contra aquella agresión a la Patria.

Artículo 3° - Se pasará lista de presente a los mexicanos muertos en esa jornada y sus nombres serán dados la conocer en la Orden General de la Plaza el 29 de enero de 1931 en toda la República; entregándose en la misma fecha la condecoración a los supervivientes y a los deudos de los muertos, como un homenaje póstumo.

Artículo 4° - El Ejecutivo de la Unión queda facultado para fijar con acuerdo expreso los diseños y demás expecificaciones de la condecoración.

Sala de Sesiones del Senado.
México, D. F., a 17 de diciembre de 1930.
Matías Rodríguez.
Ignacio Bermúdez.
E. Ramírez.


Notal final del autor.

Sin hacer referencia al valor moral positivo de este decreto, porque la letra y el espíritu del mismo está frente a la información que en el resto de la documentación se da, debe hacer constar que tiene informes fidedignos de que las listas o padrones que se levantaron para el otorgamiento de los honores que por este acuerdo del Congreso se conceden, se inflaron de tal manera que aparecieron condecoradas infinidad de personas que ni siquiera residían en el Distrito Norte en 1911.



Notas

(1) Walker invadió la Baja California en 1853-54.

(2) Francisco del Castillo Negrete, que era Jefe de la Colonia Militar de Santo Tomás, tuvo allí unos encuentros con Walker en el Norte de la península; y habiéndolo derrotado el pirata huyó a los Estados Unidos. Nota del coleccionista.

(3) El autor de la iniciativa considera que primero fue la invasión de Walker, después la separación de Texas, lo que es un error. Nota del coleccionista.

(4) Había entre estos invasores, como les llama el ponente, extranjeros de distintas nacionalidades: americanos, italianos, franceses, alemanes, irlandeses, austriacos, que componían el 50% de las huestes magonistas según está hoy comprobado.

(5) Esto de la intervención del Cap. Wilcox es una de las más atrevidas mentiras que sostiene Rómulo Velasco Ceballos, cuyas versiones son falsas y audaces, según podrá desprenderse de toda la documentación que en este folleto se presenta.

(6) Esta es otra de las patrañas de Velasco Ceballos. No hubo tal resistencia de Guerrero a pasar al lado americano.

(7) Esto de que los magonistas izaron la bandera americana en Tijuana es otro de los garrafales embustes que propaló Velasco Ceballos en su libro titulado ¿Se apoderará Estados Unidos de la Baja California? Cuando entraron a Tijuana los revolucionarios las dichas banderas estaban izadas en los establecimientos comerciales propiedad de un ciudadano norteamericano llamado Frank Eker, por su mismo dueño. quien procedió de tal manera y luego se fue a San Diego. Volvió a los tres días y las halló en el mismo sitio. Nadie vio a los magonistas izar esas banderas, todo es pura acomodación y falsedad.

(8) Véase la verdadera historia de esta bandera en la sección de este folleto Las muecas de un payaso y se advertirá cómo con la más dolosa de las intenciones se achacan a los magonistas hechos que no sólo no realizaron, sino que repudiaron y combatieron airadamente.

(9) La obra falsaria de Rómulo Velasco Ceballos ya citada.

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