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LOS MÁRTIRES DE SAN JUAN DE ULÚA

Eugenio Martínez Núñez

CAPÍTULO DUODÉCIMO

LA PRISIÓN DE HILARIO GUTIÉRREZ, JENARO SULVARAN Y DONACIANO PÉREZ


Pelean con tropas federales, son capturados y remitidos a la fortaleza.

Estos tres luchadores fueron, junto con Padua y Novoa, quienes por su destacada actuación en la causa del pueblo, tenía Hilario Salas como sus principales colaboradores en la organización del movimiento de la Sierra de Soteapan; y cuando dicho jefe quedó imposibilitado para continuar la insurrección por la herida recibida en Acayucan, ellos, al frente de más de 250 campesinos la prosiguieron, sosteniendo el 4 de octubre de 1906 un reñido combate en las márgenes del río de Huazuntlán contra el 25 Batallón de Infantería que comandaban el mayor Quiroz y el capitán José González. Desde un principio los rebeldes comenzaron a hacer grandes estragos entre los federales, por lo que el mayor y el capitán, tratando de evitar una mayor carnicería, izaron bandera blanca pidiendo parlamento para deliberar sobre las condiciones de su rendición; pero esto no fue más que una ruin estratagema, ya que cuando los revolucionarios estaban dispuestos a iniciar las conferencias y se hallaban muy confiados en la buena fe de sus enemigos, fueron intempestivamente atacados por éstos, que mataron a la mayoría de ellos a bayoneta calada, para después emprender la fuga hacia Acayucan, en donde al llegar hicieron alarde de su victoria.

Después de haber sufrido esta villanía, y con los escasos elementos que les quedaban, los tres luchadores marcharon a Tecizapa y al Paso de Huazuntlán, donde tuvieron la fortuna de derrotar a unas fuerzas pertenecientes al 17 Batallón de Infantería; pero el 12 del mismo octubre recibieron un gravísimo descalabro por parte del Décimo Regimiento de Caballería que comandaba el coronel Gonzalo Luque, circunstancia por la cual huyeron precipitadamente hacia Catemaco con el propósito de reunirse con los compañeros jefaturados por Fausto Rosario y el poeta Teodoro Constantino Gilbert; pero cuando apenas habían llegado a dicha población fueron batidos, derrotados y hechos prisioneros por un fuerte destacamento de rurales al mando del capitán Francisco Urrutia, quien los condujo como bandoleros a San Andrés Tuxtla, luego a Acayucan y finalmente a Puerto México, donde fueron procesados por el oficioso y venal Betancourt, quien les impuso una condena de los consabidos cuatro años ocho meses de encarcelamiento en la fortaleza de Ulúa.


Salen en libertad.

Al dejar el presidio después de haber padecido por tanto tiempo infinidad de vejaciones y torturas en sus calabozos y galeras, los tres insurgentes se unieron al maderismo victorioso. Hilario Gutiérrez, que cuando los jefes del 25 Batallón cometieron su incalificable felonía se precipitó en una barranca con intención de matarse antes que caer prisionero, y que por sus admirables hazañas durante su breve actuación revolucionaria mereció ser llamado por sus correligionarios el héroe de 1906, permaneció en Veracruz junto con Salas y Donato Padua, y al ser asesinado el Presidente Madero combatió al régimen usurpador en las filas del Ejército Constitucionalista perteneciendo al Séptimo Batallón de Infantería jefatura do por el coronel Miguel Martínez, que operaba en los cantones de Acayucan y Minatitlán.

Después del derrumbe del huertismo continuó prestando sus servicios en la misma corporación, y en 1916 el Jefe de la Primera División de Oriente, general Heriberto Jara, que como a todos los antiguos revolucionarios veracruzanos lo estimaba en alto grado, lo ascendió a capitán segundo y le confirió el mando del Noveno Batallón de Infantería de la propia División, para que luchara contra el villismo tanto en los cantones referidos como en otros lugares del sur de Veracruz.

Por no especificarlo en su hoja de servicios, que obra en poder del Archivo Histórico de la Defensa Nacional, ignoro cuáles otras comisiones desempeñó Gutiérrez desde 1917 hasta 1941, año en que, según el mismo documento, se encontraba en Acayucan como capitán primero de caballería, disfrutando de una licencia ilimitada.

Donaciano Pérez, al afiliarse al maderismo, en julio de 1911 desempeñó el cargo de juez de paz de la municipalidad de San Pedro Soteapan, de donde era nativo, y en 1912 los de síndico del Ayuntamiento y de jefe de las Armas de la propia municipalidad, con el grado de coronel, que por sus méritos y servicios en la Revolución le fue concedido por el mencionado general Jara.

Este último cargo, durante el cual persiguió hasta su disolución unas gavillas de revoltosos felicistas capitaneadas por los cabecillas Juan Sandoval y Nicanor Pérez, lo desempeñó hasta que Victoriano Huerta sacrificó al señor Madero, pues inmediatamente se levantó contra el felón magnicida para luego ingresar al Ejército Constitucionalista, organizando el Noveno Batallón de Caballería, al frente del cual tomó parte en multitud de acciones de guerra contra las tropas de la usurpación; algunas de ellas son las siguientes:

En junio de 1913 atacó la plaza de Catemaco y batió a los traidores en la congregación de Santa Rita Comején; en junio de 1914 tomó los pueblos de Pajapa y de Soteapan, y derrotó las fuerzas comandadas por los jefes López y Gutiérrez en Tierra Nueva, en la Loma de Sototegoyo, en las márgenes del río de Chichopa y en las lomas de Cuitaxoyo; y en agosto del mismo año de 1914, después de varias horas de enconada lucha, tomó la plaza de San Andrés Tuxtla.

Al levantarse el general Villa contra el Primer Jefe Carranza (1), figuró en la campaña contra los disidentes; asimismo, participó en muchos hechos de armas, de los cuales, para no hacer larga esta relación, solamente cito los que siguen:

De septiembre de 1914 a febrero de 1915, atacó y tomó las plazas de Acayucan, San Juan Evangelista y Minatitlán; la de San Andrés Chalchicomula en Puebla, tras un reñido y prolongado combate; las de Tenango del Valle y otras, en el Estado de México; las de Tuxtepec, San Juan Coscomatepec, en Oaxaca, y persiguió con éxito a numerosos grupos de alzados en otros puntos del Istmo de Tehuantepec.

En julio de 1917, siendo jefe de la Colonia Militar El Sumidero, rechazó y persiguió al enemigo que trataba de apoderarse de dicha colonia; en agosto siguiente tomó el pueblo de Rincón de Tocuila; en octubre atacó y derrotó en Contla al viejo y audaz guerrillero Higinio Aguilar, y el 22 de noviembre tomó El Capisayo y otros lugares ocupados por los villistas, e hizo prisionero a su jefe el cabecilla Manuel García.

Aquí hay que decir que cuando era jefe de la aludida colonia mucho se preocupó por que se reivindicaran los terrenos arrebatados a los campesinos veracruzanos desde la época de la Dictadura, y que en el mismo año de 1917, siendo Jefe de Armas en Chinameca, mandó fusilar a los capitanes Bartolomé Hernández y Secundino Morales por saber que se iban a rebelar en compañía de otros individuos, por lo cual fue relevado del mando y reducido a prisión en la cárcel Allende del puerto de Veracruz. El alegó en su descargo que si había procedido con tanta dureza y energía era en defensa del Gobierno, y se le puso en libertad caucional para que continuara prestando sus servicios en el Ejército, como en efecto los prestó en la Legión de Honor, en la Academia de Estado Mayor y en la Jefatura de la Plaza de Veracruz, hasta que al fin, el 20 de mayo de 1920 fue absuelto por unanimidad de los Magistrados del Supremo Tribunal de Justicia de esta capital.

Tres meses más tarde, el 26 de julio, el coronel Pérez, tomando en cuenta que ya por esas fechas no había problema militar en México, sino que la pacificación era un hecho, solicitó una licencia sin límites para retirarse a la vida privada y dedicarse a sus antiguas labores campestres; pero en vista de que le fue negada simplemente por faltarle el requisito de la información, la volvió a pedir en febrero de 1921, teniendo la suerte de que en esta vez sí le fuera concedida con fecha 21 de mayo del mismo año.

Y como ocurrió con Luciano Rosaldo, Donaciano Pérez, aunque por su licencia no tenía obligación de tomar las armas, volvió a luchar con ellas en defensa del Gobierno, cuando estalló la rebelión delahuertista; pero ello fue con muy mala fortuna, ya que el 26 de mayo de 1924, a los 51 años de edad, sucumbió en un combate sostenido en el pueblo veracruzano de Tetacuicapan contra fuerzas comandadas, según unos, por el cabecilla Cástulo Pérez, el asesino de Novoa, y según otros, por el coronel Nicolás Céspedes, a quien muchos tenían en concepto de bandolero.

Por cuanto a Jenaro Sulvarán, que era medio hermano de Hilario Gutiérrez, bien parecido y de extraordinario valor civil, diré que al unirse al maderismo le fue concedido el grado de capitán primero, con cuya categoría organizó y jefaturó un cuerpo rural para batir a los revoltosos felicistas, denominado Regionales de Santa Rita Comején; y al registrarse el cuartelazo de febrero, se incorporó a las fuerzas del general don Pedro Carvajal, bajo cuyas órdenes y al mando de la Brigada Zaragoza, que igualmente organizó, tomó parte en más de 30 combates y no pocos encuentros contra el huertismo en multitud de pueblos y rancherías de los cantones de Acayucan, Minatitlán y San Andrés Tuxtla, en ocasiones unido a los efectivos de Donaciano Pérez, desde mayo de 1913 hasta agosto de 1914. Más tarde, en 1915, al rebelarse el Jefe de la División del Norte contra el Primer Jefe Carranza, Sulvarán, ya con el grado de mayor, combatió al villismo también en diversos puntos de los cantones mencionados hasta 1917, año en que, sintiéndose enfermo de reumatismo, fue enviado para su curación al Hospital Militar de Instrucción de esta metrópoli.

Ya una vez recuperado, Sulvarán, como ferviente partidario de las reivindicaciones campesinas, se incorporó al movimiento zapatista, siendo por ello dado de baja del Ejército; pero en 1921 el Presidente Obregón lo reincorporó al Instituto Armado y, teniendo en consideración sus antecedentes de luchador y sus méritos en campaña, le reconoció el grado de teniente coronel, a que con anterioridad había sido ascendido.

Posteriormente, en diciembre de 1923, se unió a la rebelión delahuertista, y al ser ésta dominada por las tropas del Gobierno, el 7 de abril de 1924 la Secretaría de Guerra lo dio de baja por indigno de pertenecer al Ejército Nacional.

Entonces, sin elementos de ninguna clase, Sulvarán vivió en la mayor pobreza por algunos años, hasta que, para remediar su situación, buscó trabajo y logró obtenerlo como guardabosque en el Desierto de los Leones. Desempeñando este empleo, que apenas le proporcionaba lo indispensable para cubrir las necesidades de su familia, comenzó a sentirse enfermo del corazón; y como su mal se agravara, en 1949 solicitó y obtuvo que fuese atendido en el recién establecido Hospital Central Militar. Estando aquí asilado, la Cámara de Diputados de la Legislatura Federal, tomando en cuenta su desinteresada participación en la lucha social, su cautiverio en Ulúa y la precaria situación en que se hallaban sus familiares, decretó que se le concediera una pensión vitalicia más o menos decorosa; pero este beneficio no lo disfrutó por mucho tiempo, ya que el 29 de marzo de 1951, a los 80 años de edad, falleció de arteriosclerosis del miocardio.

Su viuda, la señora Rosalía Andrade, demandó que la pensión otorgada a su esposo se le continuara dando a ella; pero esto no lo pudo conseguir porque la Secretaría de la Defensa declaró que no reconocía ninguna personalidad militar a Sulvarán, no obstante que la misma dependencia había reconocido oficialmente al propio Sulvarán como Veterano de la Revolución y miembro de la Legión de Honor Mexicana, y además le había impuesto las condecoraciones de primera y segunda clase del Mérito Revolucionario.


NOTAS

(1) Parecenos muy apresurada la afirmacion de que villa se rebeló contra Carranza, y ello no obstante de que comprendemos la postura proconstitucionalista de Eugenio Martínez Nuñez ante la tragedia que representó la escisión revolucionaria producida en el seno de la Soberana Convención Revolucionaria; sin embargo, no es posible pasar por alto el evidente desacato del Sr. Venustiano Carranza de las órdenes giradas por la Convención solicitándole su renuncia en cuanto representante del Poder Ejecutivo de la Nación. Aclaración de Chantal López y Omar Cortés.

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