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LOS MÁRTIRES DE SAN JUAN DE ULÚA

Eugenio Martínez Núñez

CAPÍTULO VIGÉSIMO PRIMERO

LA ODISEA DE GASPAR ALLENDE, PLUTARDO GALLEGOS Y MIGUEL MARAVER AGUILAR


Sus luchas en Oaxaca.

Estos tres jóvenes oaxaqueños comenzaron a combatir desde los albores del siglo el despotismo que en su tierra natal ejercía el científico porfirista Lic. Emilio Pimentel, Gobernador del Estado, que entre otros muchos desmanes que sería largo enumerar y que lo hicieron odioso en grado sumo para las clases humildes, se había enriquecido entrando a saco en las arcas públicas, extorsionaba sin piedad a los que carecían de influencias, descaradamente protegía a los despojadores de ganados y terrenos, a los encomenderos y a los esclavistas, y sumía en la mayor de las miserias a los obreros y a los trabajadores de las fincas de campo. Pero aquellos luchadores no estaban solos en su empresa. A su lado figuraban, entre otros jóvenes de talento y levantados ideales, Angel Barrios, Adolfo C. Gurrión (1), Carlos Pérez Guerrero, Rafael Odriozola, Ismael Caballero y Emerenciano Fernández, en compañía de los cuales solicitaron su ingreso al Partido Liberal para trabajar de acuerdo con los miembros de su Junta Directiva que, como he dicho antes, en su Manifiesto de septiembre de 1905 habían declarado que combatirían la Dictadura por todos los medios, contando para ello con la ayudua que les fuera impartida por los propios liberales asociados.

Su solicitud fue aceptada desde luego, enviándoseles las credenciales respectivas con fecha 3 de enero de 1906, y ya como miembros activos de la gran corporación, cooperaron generosamente para los gastos de la misma y dieron mayor impulso a sus trabajos, concretándose no sólo a la propaganda escrita o hablada, sino que con toda resolución y en medio de un ambiente preñado de hostilidades y atropellos, empezaron a organizar grupos rebeldes, para lanzarse, de acuerdo con la propia Junta, a la lucha armada.


Son aprehendidos.

Por aquellas fechas, o sea en la primera semana de septiembre de 1906, los insurgentes Antonio Torres y Mateo Almanza, que fuera este último un ameritado general revolucionario, secundando los planes de la Junta, pretendieron sublevarse en el norte del Estado de San Luis Potosí, pero habiendo sido descubiertos fueron capturados y remitidos a la cárcel de la ciudad de Matehuala. En esta población fueron enjuiciados, y entre los documentos que se les recogieron figuraban unas cartas de Plutarco Gallegos y Gaspar Allende en que les comunicaban sus actividades subversivas. Estas cartas fueron enviadas a Oaxaca, donde las autoridades ordenaron el arresto no sólo de sus autores, sino también de sus compañeros Barrios, Odriozola, Pérez Guerrero y Maraver Aguilar, que como aquéllos eran reconocidos desde tiempo atrás como de los más viriles opositores del régimen porfirista.

En la misiva de Gallegos a Mateo Almanza, plena de idealismo y abnegación, de fortaleza y esperanza, había conceptos como éstos:

... Somos los mártires, somos los vencidos, somos las víctimas inmoladas en aras del bandidaje odioso que hoy domina. ¡Pero qué sublimes son los mártires cuando saben trocar la dolorosa corona de espinas que agobia su cabeza altiva por la aureola refulgente, símbolo de la gloria y de la fama! ¡Qué sublimes son los vencidos cuando saben multiplicar sus elementos, fortalecerse, recobrar nuevo vigor, hacer frente al enemigo, tomar la revancha y ostentar, por fin, sobre su frente orgullosa, el laurel inmarcesible de la victoria! Y ¡qué sublimes son las víctimas cuando imitando al legendario Anteo, saben levantarse más poderosos y más terribles y aún más formidables, después de cada caída tempestuosa ...!

¡Somos hoy los vencidos, los mártires, las víctimas, los befados, los ultrajados y los escarnecidos; pero mañana ... Ah! ¡Ese esperado mañana en que un sol de libertad alumbre nuestro suelo y con su fulgor intenso sorprenda a los malvados en su orgía de sangre y corrupción; mañana que el pueblo, ese león dormido y atormentado por tantas injusticias, se presente a reclamar sus muertas libertades, entonces, hermano mío, entonces sí quién sabe qué será de los que hoy nos oprimen, vejan, ultrajan, asesinan, violan, matan y exterminan ...! Suframos, pues, con paciencia, entre tanto llega la nueva y refulgente aurora de libertad y de justicia ...

Y la de Gaspar Allende a Antonio Torres, que según expresa el abogado y escritor Genaro Vázquez tiene la selvática tranquilidad de las montañas de Teutla y la altivez del que presentía el tormento envilecedor de los indios esclavizados, decía:

... Impuesto de su grata del 26 del pasado, juzgo muy acertadas sus ideas y sus opiniones dignas de un mexicano de corazón. Tengo noticias fidedignas de que de un momento a otro estalla la Revolución; que ya es cuestión de días nada más. Por consiguiente, estimado correligionario, debemos alistarnos con la gente que podamos, para que al brotar la chispa eléctrica, como un solo hombre se levante el Partido y con las armas sacudamos el yugo tirano que nos oprime, pues no debemos dejar a nuestro pueblo solo en la lucha. Debemos probar con hechos lo que hemos sostenido con palabras. A la lucha; el deber nos llama ...


Son procesados.

Una vez capturados, los luchadores oaxaqueños fueron encerrados en los separos de distintos cuarteles, donde estuvieron incomunicados por algún tiempo y sufriendo incontables penalidades, para después, con excepción de Odriozola que continuó en un calabozo del cuartel del Octavo Batallón en Santo Domingo, ser remitidos a la cárcel de Santa Catarina.

Estando en esta cárcel, el Juez de Distrito de Oaxaca les instruyó proceso por el delito de rebelión, y al dictar el auto que los declaraba formalmente presos, además de fundarse en dos necesarios artículos de la violada Constitución -dice el propio abogado Vázquez-, se apoyaba, ¡oh, manes de la Patria!, en el artículo segundo del Decreto de Cortes de 11 de septiembre de 1820 ... La Justicia Federal sabía interpretar excelentemente la fórmula del Caudillo: Poca política y mucha administración.


A San Juan de Ulúa.

Después de haber sido sentenciados, Allende, Gallegos y Maraver Aguilar fueron remitidos a la fortaleza, quedándose los demás en la cárcel de Santa Catarina, donde debían cumplir la condena de cinco años de prisión, que a todos les había impuesto el Juez de Distrito.

Si en los separos de los cuarteles donde fueron encerrados en un principio habían sufrido amenazas de muerte, hambre, incomunicación prolongada y otros tormentos, y aun se les encharcaba el piso de los mismos antros, en que para alumbrarse tenían que encender de día y de noche míseros candiles de petróleo, en los calabozos de Ulúa padecieron Gallegos y sus dos compañeros suplicios todavía mayores, pues aparte de que la obscuridad, aquellas amenazas y la incomunicación eran cosas corrientes en las mazmorras del Castillo, tuvieron que soportar el martirio de la soledad, del confinamiento indefinido, de los famosos baños de lodo, del ambiente mortal de los cubiles de castigo, de trabajos deprimentes y forzados, del trato insolente y despiadado de los verdugos, de la promiscuidad con criminales y degenerados, de la lejanía de sus seres queridos, y en fin, de la presencia de alimañas repugnantes y dañinas que pululaban entre las sombras de los mismos calabozos húmedos, asquerosos, estrechos y pestilentes.


Vuelven a la cárcel de Oaxaca y obtienen su libertad.

El propósito de la Dictadura era que los tres luchadores cumplieran su sentencia en San Juan de Ulúa, pero por gestiones de sus amigos y parientes, y particularmente de su defensor don Jesús Flores Magón, el 24 de septiembre de 1910, después de cerca de cuatro años de cautiverio, fueron sacados de la fortaleza para ser de nuevo conducidos a la cárcel de Santa Catarina, de la cual salieron con el triunfo de la Revolución maderista en compañía de Odriozola y Pérez Guerrero, ya que Angel Barrios había salido en libertad bajo fianza desde fines de 1909.


Sus hechos posteriores.

Una vez fuera de la prisión, los tres ex cautivos de San Juan de Ulúa permanecieron en su tierra natal, donde Plutarco Gallegos, que cuando en 1906 se lanzó a la lucha dirigía El Demócrata y cursaba el último año de jurisprudencia en el Instituto de Ciencias de Oaxaca, en agosto de 1911 fue postulado por sus partidarios como candidato a Diputado a la Legislatura local por el Distrito de Tehuantepec; pero aunque obtuvo una abrumadora mayoría de votos en las elecciones, la Legislatura que estaba a punto de salir, o sea la porfirista, lo declaró derrotado para llevar adelante la imposición del candidato oficial, que era un individuo de tendencias clericales y conservadoras.

Posteriormente terminó Gallegos su carrera profesional, obteniendo el título de abogado, y al levantarse en armas don Venustiano Carranza contra la usurpación, ingresó al Ejército Constitucionalista, donde por su valor, ilustración y otros méritos, llegó a ostentar las tres estrellas de coronel.

En 1919, cuando por la rendición de las huestes zapatistas y la completa decadencia del villismo el país estaba prácticamente pacificado, solicitó licencia ilimitada para consagrarse al ejercicio de su profesión, y entonces el Presidente Carranza, teniendo en cuenta sus amplios conocimientos en materia de leyes civiles y penales, lo nombró Magistrado del Supremo Tribunal de Justicia de esta capital; y aquí es oportuno decir que revestido con esta dignidad, en 1920 unió su voto al de los demás magistrados del mismo Tribunal, para absolver al coronel Donaciano Pérez, su antiguo compañero de prisión en la fortaleza de Ulúa, del conocido cargo que se le hacía.

Más tarde volvió al servicio activo del Ejército, y al tomar posesión de la Presidencia el general Obregón, éste, reconociendo su valer intelectual y sus méritos revolucionarios, le confirió otros cargos en el ramo judicial. Y ya el único dato que tengo sobre los hechos de Gallegos, es que el 27 de julio de 1930, segundo aniversario del alevoso asesinato del héroe de Celaya, pronunció un discurso en Mexicali, en el que haciendo derroche de sus grandes facultades tribunicias, en hermosas frases exaltaba la figura del caudillo sonorense por su campaña triunfal contra el huertismo y sus hazañas contra el villismo en los campos ensangrentados de Guanajuato.

Gaspar Allende, que también, como Gallegos, desde que comenzó a combatir la Dictadura estudiaba en el mismo instituto oaxaqueño, y que al igual que todos sus compañeros era un hombre de amplia ilustración y claro talento, después de obtener su libertad figuró en distintas actividades políticas y sociales, conservando siempre intactas sus firmes convicciones revolucionarias.

Miguel Maraver Aguilar, que desde antes de empezar la brega contra el régimen porfiriano había radicado en el pueblo de Miahuatlán, donde por sus conocimientos jurídicos se dedicaba a defender gratuitamente a los litigantes de muy escasos recursos que eran víctimas de injusticias, y que tuvo un hijo de su mismo nombre que llegó a eer general del Ejército Nacional, al salir de la prisión volvió a consagrarse abnegada y desinteresadamente a su oficio de defensor sin estipendios, hasta morir en la pobreza en su misma tierra natal por el año de 1930.

De los luchadores que permanecieron en la cárcel de Santa Catarina, o sean Pérez Guerrero y Angel Barrios, diré lo siguiente:

El primero había sido alumno de la Escuela Normal para Maestros de la ciudad de Oaxaca, y al obtener su libertad en 1911 prosiguió sus estudios hasta graduarse de profesor. Después se unió al movimiento libertador del Sur, figurando destacadamente en las fuerzas del general Gildardo Magaña, de quien fue secretario con el grado de coronel. Como es sabido, el general Magaña escribió la primera parte de la obra intitulada Emiliano Zapata y el Agrarismo en México, la cual terminó de redactar el Profr. Pérez Guerrero; dicha obra, por su magnífica documentación y extraordinaria importancia, es continuamente consultada por los investigadores que se dedican a la historia de la Revolución.

Angel Barrios, nacido en Texcoco en 1874, antes de iniciarse en las actividades revolucionarias, fue alumno distinguido del Colegio Militar de Chapultepec, donde cursó la carrera de Estado Mayor. En 1897 obtuvo el grado de teniente y, por reconocérsele vastos conocimientos en materias militares, se le designó maestro del propio plantel.

Al dejar el Colegio estudió y se graduó en la Escuela Nacional de Ingeniería. En seguida se fue a radicar a la ciudad de Oaxaca, donde en 1903, comprendiendo que era absolutamente necesario un cambio en las condiciones económicas y sociales del país, se afilió con Allende, Gallegos y demás luchadores con el propósito de contribuir al derrocamiento del sistema dictatorial que sumía en la miseria y en la esclavitud al pueblo de México.

Por ello fue perseguido y encarcelado, y después de salir en libertad en la fecha señalada, igual que sus compañeros de prisión, continuó establecido en Oaxaca. Cuando el señor Madero comenzó a hacer propaganda de su candidatura presidencial se puso de su lado, lo acompañó en sus recorridos como orador y conferencista, y, como jefe de la campaña electoral en la región, fue el primero que organizó clubes antirreeleccionistas en la capital y otras poblaciones del Estado.

Al estallar la Revolución se levantó en armas insurreccionando la Sierra de Juárez, Cuicatlán, Tuxtepec, Juchitán, Juquila, San Carlos Ixtepec y otros lugares del Istmo de Tehuantepec; pero en esta empresa cayó prisionero y desde luego remitido a la Penitenciaría del Distrito Federal, escapándose milagrosamente de que en el camino se cumpliera la consigna de aplicarle la ley fuga.

Destronado el caudillo tuxtepecano quedó en libertad y se dedicó al periodismo por algún tiempo, colaborando en el Diario del Hogar y en otras publicaciones liberales. Después regresó a Oaxaca para combatir la contrarrevolución que Félix Díaz encabezaba con miras a la restauración del porfirismo. En seguida se dirigió al Estado de Puebla, y en Tehuacán sostuvo una conferencia con el Presidente Madero, durante la cual, con gran entereza y en vista de las vacilaciones del propio Primer Mandatario, le manifestó que si no cumplía las promesas del Plan de San Luis, sería el primero en levantarse en armas en su contra. Naturalmente vino la orden para el licenciamiento de sus fuerzas, y con rara honradez política entregó armamento, municiones, archivos, renunció a todo mando y se desligó de todo nexo oficial.

Desvinculado del maderismo, a mediados de noviembre de 1911 marchó al Estado de Morelos. Allí se reunió con el general Emiliano Zapata y, con el grado de coronel, luchó en infinidad de ocasiones contra las tropas federales. Perseguido tenazmente por una poderosa columna al mando del general Rafael Eguía Liz, fue capturado mediante una traición en Quiotepec, del Distrito de Cuicatlán, y de nuevo se le remitió a la Penitenciaría.

Salió en libertad meses más tarde y nuevamente se encaminó a Morelos. Apenas llegado, el Caudillo suriano le confirió el grado de general y lo nombró jefe de su Estado Mayor. Al caer trágicamente el Gobierno de Madero luchó contra la usurpación huertista hasta su derrota, como Jefe de Operaciones en el Estado de México, nombrado por Zapata; y proveía a sus fuerzas de elementos de guerra que se elaboraban en una fábrica por él mismo establecida.

Poco después, junto con el Lic. don Antonio Díaz Soto y Gama, el periodista don Paulino Martínez y otros iRtelectuales del zapatismo, fue delegado a la Convención de Aguascalientes, donde en su memorable sesión del 28 de octubre de 1914 la Delegación suriana obtuvo la gran victoria de que los representantes de los revolucionarios del Norte reconocieran los principios agrarios, políticos y sociales del Plan de Ayala.

Después de haber asistido a la Convención, fue designado miembro de la Comisión Agraria del Sur, y con este cargo tomó particular empeño en la realización de la obra que Zapata había emprendido para la dotación o restitución de tierras a pueblos y comunidades que carecían de ellas o habían sido despojados.

En 1915, el propio Zapata lo nombró jefe del movimiento revolucionario de Oaxacá, y dos años después del sacrificio del Caudillo suriano, sus conterráneos lo postularon como candidato al Gobierno del Estado de México.

No queriendo ya permanecer en servicio activo, en 1925 solicitó una licencia absoluta con objeto de dedicarse a su profesión y atender sus asuntos particulares, la cual le fue concedida el 25 de noviembre del propio año.

Radicado en Iguala, Gro., el Ing. Barrios, que es uno de tantos precursores de la Revolución a quienes no se ha hecho justicia, y que en el Ejército Libertador del Sur alcanzó el grado de General de División, falleció, tras una prolongada y dolorosa agonía, el 28 de enero de 1940, a los 66 años de edad.

Y por lo que se refiere a Rafael Odriozola, preso en los calabozos del cuartel del Octavo Batallón, diré que este talentoso luchador figuró como representante del Estado de Oaxaca en el Congreso Liberal reunido en San Luis Potosí en 1901, y que tanto se distinguió en esa memorable Asamblea por sus ideas renovadoras, que Ricardo Flores Magón, al hacer la semblanza de los más distinguidos delegados que acudieron al propio Congreso, escribió las siguientes frases sobre su persona:

Las montañas de Oaxaca habían de dar su contingente de patriotas, y Rafael Odriozola dejó bien puesto el pabellón suriano.

Odriozola tiene todas las nerviosidades, todos los ímpetus y todas las abnegaciones de los hijos de los trópicos.

Es valiente como buen oaxaqueño, y como oaxaqueño odia a los tiranos, porque la libertad que se respira en aquellas serranías, agranda el espíritu e infiltra en el alma los sentimientos liberales ...

Hoy que todos estos luchadores han desaparecido de la faz de la tierra, debemos recordar sus hechos, sus rebeldías y sufrimientos, y rendir un sincero homenaje a su memoria. Y terminando este capítulo a ellos consagrado, repetiré unas bellas y sentidas palabras que hace años les dedicó el Lic. Vázquez:

De la vanidad, de las pasiones, del lastre humano que a los vivos nos agobia, estáis ya limpios, puesto que los gusanos devoraron la carroña humana, y sólo queda perforando los crespones del ministerio vuestro recuerdo con los tintes matinales de la aurora.


NOTAS

(1) El Profr. Adolfo C. Gurrión, siendo Diputado a la XXVI Legislatura Federal por el Distrito de Juchitán, Oax., fue asesinado el 27 de agosto de 1913 por órdenes de Victoriano Huerta.

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