Índice de Las grandes mentiras de nuestra historia de Francisco BulnesSegunda parte - Capítulo XSegunda parte - Capítulo XIIBiblioteca Virtual Antorcha

LAS GRANDES MENTIRAS DE NUESTRA HISTORIA

Francisco Bulnes

SEGUNDA PARTE

Capítulo décimoprimero

LA CRUZADA SANGUINARIA CONTRA LOS COLONOS


¿Por qué dispuso Santa Anna convertido en jefe de la reacción clerical contra su propio Gobierno, para proclamar el centralismo, preparar una expedición militar contra los colonos de Texas? Porque éstos se habían sublevado contra el centralismo, dicen los liberales, y los conservadores afirman que porque sublevados contra el centralismo lo que en realidad querían era desmembrar el territorio mexicano.

No es cierta la versión liberal ni la clerical. Los colonos de Texas no estaban sublevados contra el centralismo, ni contra cosa alguna, cuando el General Santa Anna eficazmente ayudado por el General Tornel su ministro de la Guerra decidió Organizar una expedición para expulsar o exterminar a todos los colonos de Texas, como nos lo asegura el General Filisola.

Pero lo que sabemos es que desde el mes de Abril de 1835, en que el General y Presidente Don Antonio López de Santa Anna se preparaba para marchar al frente de una respetable división sobre el Estado de Zacatecas por haberse puesto en armas para resistir al cumplimiento de la ley de 31 de Marzo anterior; que redujo la milicia cívica a la base de un soldado por cada quinientos habitantes, excepto la de los Estados fronterizos, se había hecho público desde la antesala de los palacios de México y Tacubaya, hasta los cafés y corrillos más comunes, que en principios del año siguiente de 1836 se repetiría igual expedición sobre los colonos de Texas; y no solamente para sujetarlos a la obediencia de nuestras leyes, sino para escarmentarlos exterminándolos o arrojándOlos más allá de nuestras fronteras. Y por lo que después se vió no debe caber duda de que así estaba ya acordado en el gabinete (1).

Pues bien, en el mes de Abril de 1835, época en que ya el público sabía que el Gobierno preparaba una expedición militar contra los colonos de Texas para exterminarlos o arrojarlos más allá de nuestras fronteras; los colonos no estaban sublevados ni lo habían estado desde que terminó la Revolusión contra el Gobierno del General Bustamante, proclamada y acaudillada por Santa Anna, conforme a su Plan de Veracruz y a favor de la cual se pusieron los colonos que eran mexicanos naturalizados en virtud del derecho que indiscutiblemente tenían como tales ciudadanos mexicanos para ocuparse y preocuparse de la marcha política del país y unirse a los demás mexicanos cuando éstos usasen del derecho de insurrección.

Así pues, los colonos desde el año de 1832 que se levantaron en armas, invitados por jefes militares mexicanos para apoyar la revolución proclamada por el General Santa Anna que en Abril de 1835 estaba preparando una expedición para exterminarlos, no se habían vuelto a sublevar y era la única rebelión que habían llevado a cabo desde su llegada al país, pero lo repito, desde que triunfó la asonada de Santa Anna habían permanecido fieles al Gobierno.

Respecto del año de 1834, el mismo Filisola no dice cuál fue la conducta de los colonos:

En el discurso de este mismo año de 1834 el Estado de Coahuila y Texas había establecido el juicio por jurados, había creado jueces de primera instancia y un Tribunal superior para las últimas sentencias: y a merced de éstas y otras providencias igualmente benéficas, a las que se añadía sin duda la ausencia de Austin, las colonias de Texas se mantuvieron en paz, aumentaron su poblaClon a más de 21,000 habitantes, su comercio a 1.400.000 y comenzaron a practicar la navegación del río Bravo del Norte en buques de vapor. Así es que el General Cos sólo tenía que luchar con los inconvenientes de la situación privada de la Comandancia general (2).

El año de 1834, según el más receloso y encarnizado enemigo de los colonos, general Filisola, se hallaban en paz, trabajando activamente y el estado de las colonias era próspero. El año de 1835 una pequeña parte de los colonos se sublevó para libertar al Gobernador del Eslado de que eran ciudadanos puesto preso por atentado incalificable del Comandante general Don Perfecto Cos. Esta sublevación tuvo lugar el mes de Junio de 1835 y no pudo ser por el sistema federal, porque existía tal sistema aunque muy vejado por las violencias del militarismo.

Se ve pues, que hasta Junio de 1835, una muy pequeña parte de los colonos se sublevó para libertar a su Gobernador constitucional preso, hecho legítimo en los Estados Unidos y en todas las federaciones donde hay hombres libres. La sublevación duró pocos días y la tranquilidad volvió a reinar donde se había alterado, y sin embargo de que la primera sublevación colonial y parcial tuvo lugar hasta Junio de 1835, el gobierno de Santa Anna había dispuesto desde Abril de 1835, según Filisola, preparar una expedición militar para exterminar a los colonos o expulsarlos del territorio nacional.

Para comprobar completamente la política infame del general Santa Anna que disponía exterminar y expulsar mexicanos por naturalización como lo eran los colonos, sin que se hubieran sublevado ni dado motivo para tan atroz medida, voy a citar algunas líneas tomadas a la obra México a través de los siglos:

En la sesión pública de 29 de Octubre de 1835, los Ministros del Presidente Don Miguel Barragán se presentaron en la Cámara a dar cuenta con unas comunicaciones de Don Martín Perfecto Cos, avisando que todas las colonias de extranjeros de Texas se habían sublevado, sin exceptuar los de la colonia de Austin que habiánse hasta entonces mostrado adictos al Gobierno (3).

Concuerda el dato que proporciona el documento solemne que acabo de mencionar con los que nos da Filisola relativo a la fecha en que comenzaron los colonos sus preparativos serios para insurreccionarse contra el Gobierno centralista.

En estos mismos días (2 de Octubre de 1835) adquirió datos uros el Coronel Ugartechea, Comandante de Béjar, de la próxima sublevación y por medida de precaución y defensa dispuso inmediatamente ... (4).

Luego el 2 de Octubre de 1835 no había habido sublevación, sino que estaba próxima.

El mismo Filisola agrega:

Pocos días después el mismo (Esteban Austin) marchó para allá embarcándose en Veracruz y tocando en Nueva Orleans, en cuya ciudad se proveyó de armas, municiones y otros objetos de guerra para estar como estuvo con ellos de regreso en Texas en Septiembre (5).

Luego hasta el mes de Septiembre de 1835 recibieron los colonos los artículos de guerra para sublevarse.

Los colonos comenzaron su insurrección atacando a la una de la mañana del 11 de Octubre de 1835 la villa de Goliat cien rebeldes (6).

La noticia fue comunicada por el General Cos a una goleta mexicana que se hallaba en Gálveston, ésta la trajo a Veracruz de donde inmediatamente fue comunicada al Gobierno de México y éste, a su vez la comunicó oficialmente a la Cámara de Diputados el 29 de Octubre de 1835.

Hemos visto que Filisola nos anunció que desde Abril de 1835, el Gobierno disponía una expedición militar para exterminar a los colonos que no se habían sublevado y que como lo he probado se sublevaron hasta el 11 de Octubre de 1835, obligados por la actitud salvaje de un Gobierno que les había ofrecido garantías y no desolación y muerte cuando vivían en paz. Se me puede objetar que en Abril de 1835 circuló, según Filisola, en todos los cafés y corrillos de la ciudad de México la noticia de que el Gobierno organizaba un ejército exterminador contra los texanos, pero que una noticia que circula no es un documento suficiente para acusar de maldad a un Gobierno. Es cierto, y debo completar mi prueba para hacerla intachable.

En efecto, reducido a la obediencia el Estado de Zacatecas, el Presidente volvió a México en 22 de Junio de 1835 y continuó para su hacienda de Manga de Clavo el 26 del mismo, quedando definitivamente acordado que en el mes de Diciembre del mismo año emprendería la expedición proyectada a Texas (7).

Luego antes del mes de Junio de 1835, es decir, antes que se sublevasen los colonos por cualquier plan revolucionario, ya se había proyectado una expedición militar a Texas para el mes de Diciembre.

Todavía se me puede objetar que Filisola aun cuando fuese el amigo apasionado del General Santa Anna y que estuviese destinado a ser el segundo General en jefe de la expedición, podía haber sido engañado o querer engañar a sus lectores. Es tan grave la acusación a un Gobierno de que prepara un ejército exterminador contra colonos pacíficos, que no basta ni la autoridad de Filisola, como historiador ni como amigo íntimo de Santa Anna, ni como General del ejército expedicionario para calificarla como prueba irrecusable.

El 31 de Agosto de 1835, 41 días antes de que los colonos se sublevaran y 56 días antes de que el Gobierno pudiera tener la noticia, nuestro Ministro de Relaciones dirigió a los Gobernadores y jefes políticos la siguiente circular con el encabezado:

Circular de la Secretaría de Relaciones.
Excitación a los Gobernadores y Jefes Políticos para conservar el orden en sus demarcaciones con respecto al alzamiento de los colonos de Texas (8)

Los colonos establecidos en Texas acaban de dar el testimonio más inequívoco del extremo a que puede llegar la perfidia, la ingratitud y el espíritu inquieto que los anima, pues olvidando lo que deben al Gobierno supremo y a la nación que tan generosamente los admitió en su seno, les ha dado terrenos fértiles que cultivar y proporcionándoles todos los recursos para vivir con comodidad y abundancia, se han sublevado contra ese mismo Gobierno haciendo armas contra las de la Nación bajo el pretexto de sostener un sistema cuyo cambio ha pedido una mayoría inmensa de mexicanos, ocultando así las miras criminales de desmembración del territorio de la República.

Está pues bien probado que el Gobierno centralista tuvo la audacia de engañar a los Gobernadores y Jefes políticos de la República avisándoles por circular confidencial, que los a colonos de Texas se habían sublevado, que como también he probado con declaración oficial pública de ese mismo Gobierno, que estaban en 31 de Agosto de 1835, fecha de la circular, en completa paz, habiendo tenido lugar el principio de la sublevación el 11 de Octubre de 1835. El pérfido fue pues el Gobierno, no los colonos.

Pero el asombro de la nación mexicana en 1902 será más grande al conocer todas las escenas de la vergonzosa tragedia de Texas: cuando sepa que en los momentos en que el Gobierno inventaba que los colonos se habían sublevado y disponía exterminarlos, existía en Texas entre los colonos extranjeros de origen, pues casi todos ellos eran mexicanos por naturalización, un partido muy fuerte, leal, enteramente adicto á México.

Ya he citado las palabras del Sr. Viezca, Gobernador constitucional del Estado de Coahuila y Texas en 1835, en su manifiesto de Marzo de 1837, donde afirma que, medidas tomadas por mi, auxiliadas por la mayor parte de los colonos que estaban en buen sentido. Luego según el Sr. Viezca la mayoría de los colonos en 1835, era favorable a la nación mexicana.

Al comunicar oficial y solemnemente a la Cámara los Ministros del Presidente interino Barragán, la noticia de la sublevación se lee en la comunicación del Comandante general Cos, residente en Béjar, que todas las colonias se habían sublevado, sin excepción de la colonia de Austin que habíanse hasta entonces mostrado adictas al Gobierno.

Filisola dice resueltamente:

Mas sin embargo de cuantas maquinaciones se proyectaban y cuantas maneras de hacer la guerra a los de la opinión por la obediencia a México, esta era hasta entonces (Septiembre de 1835) la más fuerte y si no tunfó, fue porque estaba contrapesada por los que de buena fe, además de querer la sumisión de las colonias, también querían que fuese siempre bajo el sistema federal ya derribado en aquellos días por el Gobierno mismo, que regía a la nación. En este partido se hallaban casi todos los propietarios del departamento a quienes de ninguna manera estaban bien los desórdenes y convulsiones políticas ni mucho menos la introducción de voluntarios vagamundos que á pretexto de sostener sus principios se apoderaban de sus intereses (9).

Por lo escrito se ve que los colonos propietarios, trabajadores, amantes de la paz eran adictos a la soberanía de México y formaban mayoría; la que estaba dividida en dos grupos: el que quería continuar unido a la nación mexicana, siempre que no hubiera centralismo y el que a pesar de él se manifestaba adicto a nuestra soberanía. Con estos datos hay lo suficiente para condenar resueltamente la política sanguinaria y torpe del Gobierno centralista.

Cuando el general Santa Anna preparaba la expedición exterminadora, los colonos como hemos visto estaban en paz, la mayor parte de ellos, la más valiosa era adicta a la soberanía de México. ¿Qué hicieron entonces Santa Anna y su partido? En vez de alentar al partido leal texano, de protegerlo, de aumentar su influencia, de apoyarlo con sinceridad, de hacerle concesiones honrosas compatibles con nuestro decoro y conveniencia; se discurrió despojarlos de sus propiedades, confiscar sus bienes y exterminarlos como nos lo enseña Filisola. ¿Quién fue el ingrato, el Gobierno que discurrió y emprendió exterminar o arrojar del país a los miembros de un partido político mexicano y leal según confiesa uno de los más calurosos exterminadores o los colonos que conociendo la infamia del Gobierno, ni aun así, como se verá más adelante, hicieron uso de la ley natural para defender sus vidas y bienes y resistir a la abominable hecatombe contra ellos proyectada?

Todos los colonos no formaban un partido político en virtud de comunidad de intereses y aspiraciones. Los partidos políticos en Texas eran tres: el anexionista, el independiente, el mexicano.

El anexionista estaba dirigido por los agentes del Presidente de los Estados Unidos, General Jackson y formado de Ventureros reclutados y enviados a Texas por el partido esclavista norteamencano.

El partido independiente deseaba una República texana que nO hiciera causa común con los esclavistas de los Estados Unidos, cuyo porvenir inmediato era arruinarse y perecer en una tremenda guerra con el Norte, quedando como vasallos de los industriales del Este, quienes amenazaban expoliar los intereses agrícolas sudistas con aranceles altamente protectores. El partido independiente sentía bien que anexarse a los Estados Unidos era unir su suerte a la de los intereses sudistas con lo cual se manifestaba torpeza, pues tales intereses tenían que rodar en más o menos tiempo, bajo la potencia del Norte, que aumentaba más cada día en riqueza, población y hostilidad contra la esclavitud.

El partido mexicano lo formaban los mexicanos de nacimiento cuya influencia y poder eran insignificantes y la fracción más numerosa, rica e ilustrada de los colonos norteamericanos. Este partido no quería la anexión por las mismas razones que obligaban a los independientes a rechazarla y no quería la independencia porque comprendía que la población de Texas era pequeña para sostener el costoso tren de un Gobierno liberal con Cámaras, representación diplomática, una grande y ávida burocracia y un ejército siempre en pie de guerra, pues conocían que México aun cuando fuera con un soldado desnudo y un mal fusil había de sostener el estado de guerra. Comprendían que la guerra tenía que ser asoladora y ser sacrificadas sus propiedades, bienes muebles y aun sus vidas tanto por lo sangriento de la lucha como por la voracidad de los aventureros que debían formar el ejército independiente dedicado a vivir sobre el país.

La fracción de los colonos adicta a México formaba el partido de la paz, porque todos sus intereses se la imponían como una necesidad de conservación y bienestar, aun cuando el arancel prohibitivo era una causa de destrucción de las colonias, tenían la ventaja de no poder hacerlo efectivo el gobierno mexicano, pues para cuidar costas y fronteras e impedir el contrabando hubiera sido preciso consumir todo el presupuesto del ejército sin vencer al fin a los contrabandistas. Había un medio eficaz para evitar el arancel aduanal de 1830 y era precisamente la corrupción de los empleados del Gobierno que estaba en todo su apogeo. El Dr. Mora en su Revista de 1835 afirma que la inmoralidad de los empleados de Hacienda había llegado a tal grado, que eran los primeros en ir a buscar a los comerciantes para proponérseles en venta y dar vuelo al contrabando.

El Sr. Mariano Blasco, Ministro de Hacienda en 1835, en documento oficial como es la Memoria del ramo dirigida al Congreso dice:

De aquí es el origen principal de la inmoralidad de los empleados, porque abierta la puerta, no al mérito y a la aptitud, sino al favor, considerándose los empleos no como unos puestos donde servir, sino lugares donde enriquecerse, acudieron a ellos muchos hombres, que si habían prestado servicios a tal o cual partido no son por eso capaces de desempeñar unos puestos que exigen conocimientos particulares, muchos años de práctica y una honradez experimentada. Las Cámaras advertirán que hablo principalmente de algunos empleados en cierto ramo que han sido la piedra de escándalo y el objeto de la más severa censura pública: pero al tocar esta materia me veo con complacencia en el caso de hacer varias y honrosísimas excepciones, asegurando que hay empleados que no debiendo su nombramiento a un origen tan bastardo; se conservan ilesos del contagio en medio de la corrupción que los rodea.

Éste es uno de los efectos inevitables del militarismo. Cada cuartelazo levanta un remolino de basura social que cae concentrado en los puestos públicos más delicados y que demandan completa probidad. Como el pretorianismo en su fondo es el saqueo del presupuesto y la ignominia de la justicia como premio a los que derrocan a un Gobierno para elevar a un caudillo postor; debe admitirse que el sistema pretoriano determina la disolución de todo sistema administrativo y sujeta a la nación al robo público, descarado, insolente, impune e interminable.

En el terreno práctico el contrabando fácil e incorregible en 1835 salvaba a las colonias de Texas de la muerte a que estaban sentenciadas por nuestro arancel proteccionista. El problema de bienestar para los colonos dependía de la cuestión del militarismo. En 1833 el Gobierno liberal triunfante había mandado tropas a Texas que se habían pronunciado en el camino. En 1835 las había enviado nuevamente y como era debido, los colonos tomaron una actitud resuelta para no sufrir los ultrajes que a toda la nación imponían los militares con las prerrogativas aristocráticas de sus grandes vicios e indisciplina. Y si los mexicanos de la Alta California recibieron como salvadores a los norteamericanos, y si los yucatecos más tarde a causa del militarismo rompieron la unión mexicana, era imposible que los hombres más refractarios en el mundo al yugo militar a él se sometiesen.

Es necesario entenderlo bien, la mayoría de los colonos era adicta al federalismo porque esperaba obtener para Texas la categoría de Estado y así librarse del militarismo centralista o del famelismo burocrático de Coahuila; pero los colonos habrían aceptado con preferencia a la guerra el centralismo, siempre que éste no se manifestase por el militarismo en toda su pureza.

En México, aún dura el error de creer que militarismo y centralismo son una misma cosa. En Bélgica hay centralismo y no hay militarismo, lo mismo sucede en Italia, en Francia, en Chile. La mayoría de los colonos hubiera aceptado el centralismo sano, civil, garantizador de derechos individuales, pero no podían aceptar lo que es contrario a toda especie de Gobierno civilizado y que sólo engendra la anarquía. El aspecto histórico de México de 1821 a 1867 no es más que la lucha de la sociedad civil contra el militarismo y el clericalismo. El militarismo existía en México con federalismos, y con centralismos, pues era lo único real que surgía de las farsas democrática o aristocrática; la clase militar era dueña de la República por el derecho de su inmoralidad espantosamente prolífica en la naturaleza raquítica de la nación.

El que sostiene a un Gobierno lo gobierna. Cuando el pueblo sostiene al gobierno, el pueblo gobierna; cuando las bayonetas sostienen a un gobierno las bayonetas deberían gobernar; pero como esto no es posible porque precisamente el pretorianismo es el síntoma mortal de los Gobiernos que pretenden sostenerse con bayoneta; resulta que en realidad nadie puede sentarse sobre las bayonetas, y que éstas, cuando entran a la política, sólo pueden producir anarquías. Lo repito por la centésima vez, ni ha existido ni puede existir en el mundo un Gobierno militar puro; todo gobierno social ha sido siempre un gobierno civil.

Es un gran desatino decir que el ejército permanente es el guardián de nuestras instituciones, porque lo que esto quiere decir es que no hay tales instituciones. Las instituciones gubernamentales las guarda el pueblo o las guarda una clase gobernante aristocrática o plutocrática, pero el ejército no es ni puede ser clase gobernante, porque su organización es rigurosamente jerárquica y la voluntad del ejército no puede ser más que la voluntad despótica de su jefe y de no ser así, el ejército deja de ser ejército y se convierte en turba vandálica contraria por su naturaleza a ser gobierno y a ser gobernado. No hay que olvidarlo, cuando alguien sostiene a un poder, el que sostiene es el verdadero poder y el sostenido no es más que su servidor o vasallo, que es lo que pasa en el pretorianismo. Cuando a un gobernante lo sostienen los soldados, tiene que ser esclavo de los soldados del mismo modo que cuando a un gobernante lo sostiene el pueblo tiene que ser el servidor del pueblo. Pero no pudiendo ser el jefe de un ejército, el servidor o vasallo de sus soldados, resulta que la pretensión de un ejército gobierno corrompe y disuelve tal ejército.

Pero hay esta diferencia, es función fisiológica de una clase social o del pueblo culto gobernar, no lo es para un ejército, de modo que en el pretendido gobierno militar, el ejército siendo jerarquía y en consecuencia incapaz de gobernar tiene que transformarse en demagogia armada y dejar de ser ejército y en este caso la sociedad corre peligro de ruina o de conquista necesaria por humanidad.

En México aparece como que el ejército sostiene las instituciones, es porque las instituciones no existen, el pueblo mexicano en su gran mayoría no es político, tiene forma asiática y las clases superiores se dividen en liberales y conservadores sobre la indiferencia popular. Lo que el ejército sostiene no son las instituciones nacionales sino las instituciones de un partido contra el partido temporalmente vencido a quien le son impuestas. Y cuando el partido vencido prescinde de luchar entonces el ejército sostiene a la fracción de un partido contra la fracción restante de ese partido que encuentra las instituciones excelentes, pero que no las acata mientras no sean cumplidas por el caudillo de su gusto o conveniencia.

Las instituciones que necesitan para existir y funcionar de un caudillo no son instituciones populares, ni de clase aristoUrática o plutocrática; no son instituciones de ninguna clase, porque el personalismo no puede ser un principio. Las instituciones tienen por objeto matar el personalismo, de modo que es absurdo admitir instituciones con caudillos. En suma, en México en 1835, no había ni podía haber instituciones centralistas ni federalistas y en los países donde no hay instituciones, la misión del ejército es sostener y derrocar personas durante el tiempo que al ejército place que por regla general es muy corto, excepto cuando la habilidad del gobernante impide que sus soldados rematen su poder. Pero de estos hombres eminentes pocos dan a luz las mujeres.

Lo repito, la mayoría de los colonos texanos estaba dispuesta a aceptar hasta el centralismo con tal que no fuese en realidad el militarismo.

El partido de la paz en Texas llegó a alarmarse bastante y dirigió una carta circular haciendo a sus compatriotas un enérgico llamamiento a la paz, lamentando los intereses de la mayoría de un pueblo dispuesto a la paz fuesen sacrificados por la temeridad de algunos; reprobando las actitudes inquietantes revolucionarias y llamando la atención sobre la reciente circular que les había sido dirigida por el general Cos y el Jefe político de Béjar que sólo contenía seguridades de que las autoridades de México nunca habían pensado en lastimar los derechos políticos de los colonos y que no había motivos para dUdar que el supremo Gobierno estaba dispuesto a escuchar con benevolencia las representaciones de los colonos y a no omitir todos los medios que estuvieran en su poder para promover el progreso y bienestar de todos los habitantes de la República (10).

Estas repetidas seguridades habían sido recibidas como la expresión de los sentimientos amistosos del general Santa Anna para Texas y de su buena voluntad para consentir la constitución de Texas como Estado. La circular expresaba la firme determinación para promover por medios honorables, la unión, la moderación y la adhesión a las leyes y a reprobar todo acto o actitud capaz de envolver a los colonos en un grave conflicto con el Gobierno mexicano. Agregaba que estaban dispuestos a sostener al Gobierno en su empeño para que se cumpliesen las leyes que a menudo habían sido violadas, obteniendo como era de esperarse el alivio de aquellas que les eran insoportables. Terminaban asegurando que los esfuerzos hechos para destruir la armonía entre Texás y los demás territorios de la República, eran acogidos con marcada desaprobación por cada uno de los amigos del orden, que debía considerarse obligado no solamente porque así lo exigían sus intereses a apoyar a las autoridades constituídas, sino también por solemnes compromisos jurídicos y morales que les señalaban la ineludible obligación de sostener al Gobierno con sus propiedades, honor y vidas.

El documento a que acabo de referirme prueba la política insensata e inmoral del general Santa Anna. Después de la batalla de Zacatecas (11 de Mayo de 1835) que fue el golpe de muerte al federalismo, ordenaba que se organizase para Diciembre la expedición exterminadora de los colonos, en Junio les dirige por conducto del general Cos una circular llena de halagos, promesas y seguridades de protección; y en Agosto del mismo año los da por sublevados cuando no lo estaban, sin más objeto que echarles encima el odio nacional y la violencia de sus armas.

No conozco escritor que no esté de acuerdo en la supremacía indiscutible del partido de la paz en Texas en 1835. El mejor documentado de ellos dice: The peace party although as yet a decided majority of the people were not organised which of course prevented any thing like concert of action (11).

Travis, el más terribÍe de los revolucionarios texanos por su audacia, su indomable valor, su desinterés y sus grandes tamaños de verdadero héroe como lo probó al defender el Alamo no era un instrumento del Presidente Jackson, obraba por simpatía hacia los suyos y por su apasionamiento democrático. Su carta dirigida a Bowie fechada en San Felipe Austin el 30 de Julio de 1835 y dirigida a Nacogdoches, prueba en la gran mayoría del partido de la paz la indecisión que hasta ese día hubo para resolverse a la rebelión contra México, no obstante las negras perspectIvas que ofrecia el centralismo o más bien dicho el militarismo puro.

Travis más bien que un enemigo de Mexico era un entusiasta hermano de sus compatriotas y su conducta no era dirigida por la codicia ni por su amor a la esclavitud, ni por motivo alguno vil y estúpido. Su testimonio es el de un hombre honorable de gran corazón y cuyo comportamiento como combatiente está a la altura de un verdadero héroe. Un político mexicano hábil hubiera podido separar a este hombre de una causa a la que tanto pr€stigio daba por sus relevantes cualidades como conspirador y soldado.

Dice Travis, en la ya citada carta que no traduzco por no rebajarla en su enérgica expresión:

The truth is, the people are much divide here, the peace party as they style themselves, I believe are the strongest, and make much the most noise. Unless we could be united, had we not better be quiet and settle down for a while? There is now no doubt but that a central government will be established. What will Texas do in thath case? Dr. J.H.C. Miller and Chambers from Gonzalez are, I believe, for unqualified submissions. I do not know the minds of the people upon the subject; but if they had a bold and determined leader, I am inclined to think would kick against it. General Cos writes that he wants to be at peace with us. Ugartechea does the same. God knows what we are to do! I am determined for one, to go with my countrymen; right or wrong; sink or swin, live or die, survive or perish, I am with them (12).

(NOTA ACLARATORIA DE CHANTAL LÓPEZ Y OMAR CORTËS: No obstante que el autor, Francisco Bulnes, insiste en este ensayo en no traducir del ingés al español, y no compartiendo su opinión, nos hemos aventurado a traducir esta opinión de Travis por considerarla de bastante importancia. La traducción sería más o menos como sigue: La verdad es que aquí las gentes están muy divididas, el partido de la paz, como se llama a sí mismo, creo que es el más fuerte, y da mucho de qué hablar. A menos que podamos estar unidos, ¿no sería mejor quedarnos quietos y tranquilizarnos durante un rato? Ahora no existe la menor duda de que un gobierno central será establecido. ¿Qué hará Texas al respecto? El Dr. J. H.C. Miller y Chambers de González están, creo yo, a favor de una rendición absoluta; ignoro lo que piensa la gente de esto, pero si llegase a tener un lider audaz y resuelto, estoy tentado en suponer que lucharía en contra. El general Cos escribe que desea estar en paz con nosotros. Ugartechea también. ¡Dios sabe lo que podemos hacer! Pero, estoy determinado a unirme a mis paisanos; acertado o equivocado, que fracase o triunfe, que salga vivo o muerto, que sobreviva o perezca, estoy con ellos Traducción de Chantal López y Omar Cortés).

John A. Williams, el personaje más influente y considerable de la jurisdicción de Libertad (Texas) condenaba en términos expresivos el meeting de 22 de Junio de 1835 celebrado unlcamente por el partido de la guerra:

I fear the people are now ready to plunge headlong into the yawning jaws of a hopeless civil war, o vanity! o ignorance! what have you done? Will my countrymen ever be the prey of political jUgglers (13).

Había en aquel tiempo un número considerable de personas opuestas a la guerra y favorables a México (norteamericanos) en la orilla oriental del río San Jacinto y era muy importante para Houston no permitir la comunicación con ellas de las fuerzas mexicanas que les hubieran dado víveres municiones y toda clase de informaciones perjudiciales a la insurrección. (14).

La población de Béjar casi toda mexicana representaba la gran mayoría de la población mexicana total de Texas y era marcadamente hostil a los enemigos de México. The Mexican in Bejar were mostly hostile (15).

Cuando el general Santa Anna desconoció a las autoridades constitucionales del Estado de Coahuila y Texas, el partido de la guerra texano dispuso reconocer como gobernador constitucional al vicegobernador del Estado Don Ramón Múzquiz y romper abiertamente con Santa Anna. Este proyecto fue acogido por algunas municipalidades y rechazado por la mayoría. El Ayuntamiento de Libertad, el primero de Junio de 1835 dirigió una circular denunciando la conducta del partido que había atacado al capitán Tenorio en Anáhuac, declarando el meeting de 22 de Junio un motín y amenazando castigar a todo aquel que violase las leyes de México (16).

En la cuestión texana se presentaban contra México tres elementos capaces de producir distinta hostilidad. Los colonos oprimidos por las violencias del militarismo que los obligo siempre a unirse para evitar su humillación y ruina. Segundo; el elemento norteamericano esclavista capaz de prestar poderoso apoyo a la insurrección de los colonos o de promoverla y stenerla por medio de sus agentes y de los aventureros que enviaba a Texas organizando abiertamente el filibusterismo. Tercero; y era el enemigo más poderoso; el general Jackson presidente de los Estados Unidos. Aun cuando el General Jackson obraba como jefe del partido norteamericano esclavista estaba como propietario de esclavos personalmente interesado en la cuestión y daba por su carácter arbitrario, inmoral, único de hombre sin escrúpulos, sin formas de decencia, sin límite a su indignidad como gobernante, sin pudor, ni siquiera hipocresía en sus maniobras de pirata, un aspecto terrible a la cuestión; pues era fácil ver que semejante candidato de la esclavitud sucio en sus procedimientos como lo era en su causa, había de tocar el recurso de imponer la guerra a su nación imponiendo a México la necesidad de declararla, como en efecto lo hizo, y si la guerra con los Estados Unidos no tuvo lugar en esos días fue porque México se decidió a beber impasible hasta la última gota, las humillaciones que le propinaba sin cesar el jefe audaz de los esclavistas.

El general Jackson en Septiembre de 1835, hizo tragar a México la primera gran ración de ultrajes y humillaciones para obligarlo a declarar la guerra a los Estados Unidos. Poco tiempo después de la captura del capitán Tenorio, el general Cos envió a la goleta de guerra Correo Mexicano al mando del capitán inglés Thompson a Anáhuac con el objeto de evitar el contrabando; quien siguiendo los preceptos del más riguroso militarismo amenazó a los habitantes con incendiar el pueblo y éstos enfurecidos compraron un barco mercante, el San Felipe, lo pusieron bajo el mando del capitán Hard y con la ayuda del barco Laura capturaron al Correo Mexicano a principios de Septiembre de 1835.

Desde luego lastima y repugna que un barco de guerra meXIcano, se deje capturar sin combatir por dos pequeñas embarcaciones piratas. Pero lo sorprendente del hecho fue que los piratas entregaron en Nueva Orleans a las autoridades competentes al capitán del barco de guerra mexicano para que fuera JUzgado como pirata. Y todavía sorprende más, que las referidas autoridades aceptaron el encargo de los piratas y pusieron preso al capitán del Correo Mexicano. Nuestro gobiero reclamó inmediatamente, pero el Gobierno de los Estados Unidos vió con el mayor desprecio tan justa reclamación y mantuvo seis meses preso al capitán Thompson quien juzgado, fue absuelto (17).

Tan grave ultraje para México le imponía el rompimiento inmediato con los Estados Unidos, pero no he logrado saber porqué motivo el general Santa Anna que se creía un Napoleón con sus correspondientes huestes invencibles, sufrió en silencio semejante ofensa que presentaba el carácter de brillante prólogo de la conducta futura del Presidente de los Estados Unidos en la cuestión texana. No se comprende por qué el general Santa Anna evitó vergonzosamente la guerra cuando el honor nacional la exigía y por qué la buscó hiriendo brutalmente los legítimos intereses de los texanos cuando la justicia y el decoro de la nación le dictaban contraria conducta.

Era imposible que el sucesor del general Jackson en la presidencia de los Estados Unidos, fuese como él: aventurero para vivir, aventurero para popularizarse, aventurero como gobernante, inspirado por indomables pasiones de pirata contra los pueblos que encontraba débiles. Desde 1820 el partido sudista norteamericano consideró la adquisición de Texas como el único apoyo fuerte y futuro de sus grandes intereses comprometidos en la siniestra institución de la esclavitud y aunque los Presidentes de la Unión anteriores y posteriores al general Jackson, emanaron del partido demócrata, excepto el general Harrison que duró un mes, ninguno de ellos degradó el alto puesto que ocupaba, con intrigas de verdadera piratería terrestre. Cuando la cuestión texana alcanzó su período álgido, faltaban sólo veinte meses para que el General Jackson terminase su segundo período de presidente el 4 de Marzo de 1837, y sabido era ya, que los presidentes de los Estados Unidos nunca son reelectos por segunda vez.

El primer esfuerzo del gobierno mexicano debió ser que la cuestión de Texas se resolviese fuera de la acción de un gobernante tan peligroso, arbitrario y audaz como el general Jackson, para lo cual no tenía que hacer más que impedir la insurrección de Texas precisamente valiéndose del empeño que tenía la mayoría de los colonos de no insurreccionarse contra México desde el momento en que sus intereses les aconsejaban fidelidad firme a la causa mexicana y estaban dispuestos a seguir tan sanos consejos.

No podía producir el mismo efecto en el conjunto sensato y frío del pueblo de los Estados Unidos, el apoyo que daba el Sur a los colonos de Texas si proclamaban su independencia a causa de opresión militar sobre ellos ejercida, que si el apoyo hubiera sido pedido a favor de aventureros que no tenían más miras que despojar piráticamente a una nación amiga que llenaba de bondades, franquicias y libertades a los ciudadanos norteamericanos útiles, trabajadores y honrados residentes en Texas.

Todo pueblo que se rebela contra una nación, acusándola de opresora y proclamando su independencia ha contado siempre con la simpatía universal. La insurrección texana tenía que ser simpática como lo fue a los pueblos europeos y sobre todo a un pueblo como el de los Estados Unidos, invariable e insaciable enemigo del militarismo y de la intolerancia religiosa. Suprimiendo en Texas la intolerancia religiosa y sobre todo el régimen militar, los colonos no se hubieran insurreccionado o más bien dicho no hubieran prestado su nombre a la insurrección después que tomaron San Antonio Béjar.

¿Qué hubiera hecho el general Jackson y su tenebroso partido sin las simpatías del Norte por un pequeño pueblo que aparecía levantándose a luchar viril contra la peor de las opresiones, la del militarismo? ¿Qué hubiera hecho el Norte de los Estados Unidos, si hubiera visto claro, de un modo evidente, que el pueblo texano prosperaba dentro de un régimen liberal y que la actitud del Sur y del presidente no era más que la del filibusterismo trabajando por el progreso de una causa tan innoble y tan perjudicial a los intereses sanos, liberales, progresistas de los Estados Unidos, como lo era la causa de la esclavitud? Era muy difícil entonces que el general Jackson y su partido hubieran arrojado la careta, cuando ésta en vez de descubnr a un pequeño pueblo sediento de libertad y derecho, luchando por su salvación de la ignominia que le imponía el cuartel, hubiese descubierto un miserable complot de negreros, contrabandistas, petardistas y aventureros con oscuras hojas de servicios. Quitando a la insurrección de Texas las justas quejas que extensamente he dado a conocer y que la hacían simpática e inleresante a todos los pueblos libres o que deseaban serlo; no quedaba más que un fango de intrigas inmorales, manos sucias, conciencias venales, gritos de especuladores convulsos de codicia y maniobras bochornosas de caballeros de industria. A ese terreno no hubieran ido gran número de los que toleraban en los Estados Unidos la conducta profundamente censurable del presidente Jackson en sus relaciones con México.

La salvación no sólo posible sino muy probable de la integridad del territorio mexicano dependía sin duda en gran parte de la política de nuestro gobierno. ¿Cuál debió ser ésta? Acceder sin vacilar a lo que pedía con justicia indiscutible la gran mayoría de los colonos que en julio de 1835, formaba el partido de la paz sinceramente adicto a la causa mexicana.

Los colonos pedían:

Primero; gobernarse libremente en su régimen interior, nombrando todos los empleados necesarios tanto en el orden político como en el administrativo y judicial, sin oponerse a que resolviese en última instancia una alta Corte de Justicia mexicana con jurisdicción en toda la República.

Segundo; en tiempos de paz no serían enviados soldados a Texas.

Tercero; abolición de las prohibiciones del arancel respecto de los artículos extranjeros necesarios para la vida de los colonos y su trabajo agrícola e industrial.

Cuarto; derechos aduanales moderados.

Quinto; los productos de las aduanas quedarían a beneficio de Texas para la guerra contra los bárbaros, apertura de caminos, desecación de pantanos y lagunas y demás mejoras materiales de utilidad claramente pública y de urgente necesidad.

Sexto; expedición de títulos de propiedad a los que hubiesen cultivado tierras nacionales sin permiso para ello y sin perjuicio de tercero que mejor derecho tuviese.

Séptimo; libertad para todos los colonos que eran mexicanos naturalizados para hacer el comercio al menudeo.

Octavo; declaración de nulidad de las ventas de tierras texanas decretadas por la Legislatura de Coahuila en contravención a las leyes generales vigentes cuando tuvieron lugar dichas ventas.

Estas concesiones no tenían nada de indecorosas ni de inconvenientes, ni de nocivas, ni de imposibles.

La primera, segunda, cuarta y quinta fueron otorgadas a Yucatán bajo el sistema central en 1842 para que volviese a la nacionalidad mexicana.

La tercera, sexta, séptima y octava concesión, son de conveniencia y de justicia para todo gobierno civilizado.

Para combatir las maniobras del Presidente Jackson y quitarle todo apoyo nordista de los Estados Unidos y una parte del que le daba el demócrata no corrompido, debió haberse autorizado en Texas el ejercicio del culto protestante.

Fue muy grande, dice Conclin, el interés que los agentes revolucionarios de Texas lograron despertar entre las sociedades y corporaciones religiosas más influyentes y acaudaladas; por sus quejas lastimeras de que México oprimía la conciencia de los colonos. Tales agentes pedían a nuestras diversas sectas que influyesen en los sentimientos del pueblo americano para que los auxiliase a sacudir la persecución religiosa (18).

En Texas no hubo persecución religiosa. No obstante que las leyes de colonización imponían a los colonos el ineludible deber de ser católicos, apostólicos y romanos, nunca se dió el caso de que un colono fuera expulsado o molestado por no ser católicos, a pesar de que, como lo dice Alamán en su iniciativa de ley de Febrero de 1830, dirigida al Congreso de la Unión: no había entre los millares de inmigrantes en Texas ni uno sólo católico. Hubiera sido de gran efecto y muy útil a la causa mexicana la expedición de una ley autorizando a los colonos para ejercer libremente los diversos cultos protestantes. Tal vez el clero mexicano viendo que la libertad de conciencia sólo debía reinar en el territorio de Texas, no hubiera llevado su oposición hasta derrocar el gobierno como lo hizo el año de 1834 comprando por docenas y centenas a los militares. Y si así lo hacía era preferible una guerra civil de más que por cualquier motivo e infaliblemente había de tener lugar, que sostener una guerra en Texas como precursora de otra con los Estados Unidos. Sin volver al federalismo el general Santa Anna pudo mantener y fortificar la paz en Texas. Dentro del centralismo, Texas por su gran distancia de los centros poblados de la República, pudo ser considerado políticamente como una colonia autónoma semejante a la que tiene Inglaterra.

Para combatir la acción agresiva del partido esclavista de los Estados Unidos, bastaba ponerles enfrente los colonos armados y provocar la inmigración de los americanos del Norte antiesclavistas partidarios del trabajo libre. Hubiera bastante para ello, abolir la esclavitud, previa indemnización pagada con los productos de las aduanas de Texas como ya lo indiqué y ofreciendo además a cada colono un lote de buena tierra por cada negro de su propiedad que emancipase. Con semejantes disposiciones el partido esclavista hubiera procurado inmediatamente ir a la guerra contra México, pero era difícil que el Norte hubiera aceptado si como ya lo señalé descubría al ver la posición de los colonos en México, un sucio complot a favor de la esclavitud. El Presidente Jackson por más que hizo para llevar a México a la guerra dentro de su período presidencial, no lo consiguió, sin embargo de las torpezas y crímenes de nuestro militarismo que hacía todo lo posible para secundar la cínica política del Presidente norteamericano. Practicando la política sana, decorosa, justa y civilizada que he trazado, era casi seguro que hubiéramos conjurado por algunos años o tal vez indefinidamente la tempestad que nos hizo perder la mitad de nuestro territorio.



NOTAS

(1) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 137 y 138.

(2) Filisola, obra citada, tomo II, pág. 101.

(3) Tomo IV. pág, 360.

(4) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 145.

(5) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 140 Y 141.

(6) Filisola, obra citada, pág. 153.

(7) Filisola, tomo II, pág. 140.

(8) Véase Colección de Leyes, Decretos y Circulares, Dublan y Maza, tomo que comprende los años de 1835 a 1840.

(9) Filisola, obra citada, tomo II, pág. 171.

(10) Conclin, A new history of Texas, pág. 147.

(11) Conclin, obra citada, pág. 68.

(12) Yoakum, History of Texas, tomo I, pág. 343.

(13) Obra citada, tomo I, pág. 340.

(14) Obra citada, tomo II, pág. 152.

(15) Obra citada, tomo II, pág. 87.

(16) Edward, Texas, pág. 235.

(17) Yoakum, History of Texas, tomo I, pág. 356.

(18) Conclin, obra citada, pág. 105.

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