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Alfonso Quiroga

MÉXICO EN 1916

TRIGÉSIMO COMENTARIO

TREINTA MIL HOMBRES EN CHIHUAHUA



Tocóle al general Jacinto B. Treviño ser el jefe mexicano que mayor número de tropas llegara a tener bajo sus órdenes.

Nunca, ni en tiempo de la intervención francesa, ni en ninguna otra época, habíase dado el caso en México de confiar al mando de un solo jefe un cuerpo de ejército tan poderoso como el que obedecía a dicho general Treviño en su carácter de comandante militar en los Estados de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Chihuahua, con su cuartel general en la ciudad de este nombre.

Aunque nunca se dieron a conocer en público los términos precisos del convenio verbal a que llegaron en sus conferencias de El Paso, Texas, los generales Alvaro Obregón y Hugo L. Scott, parece fuera de toda duda que, entre otros compromisos, el primero contrajo el de enviar numerosas tropas en persecución de Villa, como para demostrar que para aniquilar al bandolero el gobierno de facto tenía sobrados elementos y no necesitaba la ayuda de las fuerzas americanas que se hallaban en México, y cuyo retiro se había pedido.

Sea como fuere, ya que Obregón procediese obligado por un compromiso o bien de su propia voluntad, lo cierto es que antes de que pasaran dos semanas después de su última entrevista con el jefe del Estado Mayor del ejército americano, ya había reconcentrado en Chihuahua muy cerca de treinta mil hombres, perfectamente equipados y armados, los que, evidentemente, a las órdenes de jefes entendidos, que supieran de orden y disciplina, habían sido más que suficientes para aplastar al villismo, sin necesidad para nada de cooperación de los soldados del general Pershing.

Ya para entonces las tropas americanas, para evitar posibles choques y conflictos, se habían retirado bastante hacia el norte; de manera que a las fuerzas del gobierno de facto les quedaba ancho campo en que obrar en persecución de sus enemigos.

Sin embargo, nada hicieron que merezca mención; nada que acusara la presencia de tantos hombres destinados única y exclusivamente a perseguir a unos cuantos forajidos.

Sorprende, en verdad, que el general Jacinto B. Treviño, oficial del antiguo ejército, salido del Colegio Militar, y jefe que entre los carrancistas gozaba de alto prestigio, no supiese aprovechar los cuantiosos elementos puestos a su disposición, dándole al villismo el golpe de muerte.

Hay quienes digan que sus dificultades con el ministro de guerra, Alvaro Obregón, y la falta de confianza en muchos de sus indisciplinados generales, fueron la causa del fracaso de Treviño en su campaña de Chihuahua.

Todo puede ser. Nosotros, sin negarle méritos al general Jacinto B. Treviño, nos limitamos a apuntar el hecho de que al frente de treinta mil hombres escogidos, en lugar de causarle daño a Villa, lo dejó reorganizarse y prosperar, hasta el grado de atreverse a ir asobre la misma capital del Estado, la que tomó y saqueó, según se verá después.
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