Presentación de Omar CortésTercer comentario - Argumedo en La LagunaQuinto comentario - El consul Silliman Biblioteca Virtual Antorcha

Alfonso Quiroga

MÉXICO EN 1916

CUARTO COMENTARIO

LA MATANZA DE SANTA ISABEL



Despechado el rebelde Francisco Villa por sus derrotas en Sonora, donde esperaba desquitarse de sus fracasos en León y Celaya, y viendo que era cada vez más franca y efectiva la protección del presidente Wilson al gobierno de facto que había reconocido en México, con la jefatura del señor Carranza, juró tomar venganza en cuantos ciudadanos americanos cayeran en su poder.

Ya para principios del año había comenzado a poner en práctica su programa aniamericanista, destruyendo algunas propiedades o exigiendo fuertes sumas, por vía de rescate, a ciudadanos de los Estados Unidos, que hacía prisioneros suyos.

Pero el hecho que había de sembrar espanto en muchas almas y llevar luto a gran número de hogares, arrancando un grito de indignación y protesta, lo mismo de mexicanos que de americanos, es el que pasamos a referir con la brevedad que nos hemos propuesta dar a estos apuntes.

Una importante negociación, la American Smelting and Refining Company, había resuelto reanudar los trabajos de sus minas en Cusihuiriachic, Chihuahua, y a ese fin, tomaron pasaje en Ciudad Juárez, en el ferrocarril del Noroeste de México, muchos de sus empleados. De esto se enteró Villa y no necesitó más para vigilar el paso del tren en que dichos empleados hicieran su viaje, para hacerse nuevamente cargo de sus trabajos.

Comenzaba la segunda semana de enero cuando en el kilómetro 68, a diecisiete leguas de la capital de Chihuahua, entre los pueblos de Santa Isabel y San Andrés, antiguas madrigueras de Villa, cayó sobre el tren de pasajeros en que viajaban los empleados de la referida compañía y algunos otros americanos que también volvían a México con negocios mineros.

Dieciocho americanos viajaban en dicho tren; a los dieciocho los hizo bajar Villa y formar en fila al lado de los carros, y frente a ellos ordenó que se situaran los tiradores que habían de arrebatarles la vida.

Solamente uno de esos hombres logró escapar, el señor Thoras U. Holmes, quien, habiendo sido colocado en un extremo de la fila, aprovechó un descuido de sus aprehensores y tuvo la buena suerte de no ser alcanzado en su carrera.

Fue el señor Holmes, el primero que desde Chihuahua comunicó a El Paso, Texas, donde residían las familias de casi todos los aprehendidos por Vila, noticias del horrendo crimen cometido por éste.

Los diecisiete americanos restantes fueron fusilados en el acto.

En seguida, con toda sangre fría y en presencia de los aterrorizados viajeros que quedaban en el tren, los asesinos se dedicaron a recoger cuanto llevaban sus víctimas y que constituía un rico botín, en dinero para el pago de jornales, materiales para los trabajos de minas y bastantes provisiones de boca.

Como era natural, el gobierno de Washington tomó inmediatamente cartas en el asunto y se dirigió al señor Carranza.
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