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Alfonso Quiroga
MÉXICO EN 1916
CUADRAGÉSIMO SEGUNDO COMENTARIO
EL MOVIMIENTO REBELDE
La campaña armada que se venía haciendo en contra del gobierno de facto, también a principios de agosto alcanzó un carácter serio, y así lo hacían comprender las mismas comunicaciones oficiales que frecuentemente daban cuenta de encuentros con partidas rebeldes, tanto por el norte como por el centro y por el sur del país. Habían aparecido nuevas partidas cuya filiación era desconocida, y las facciones en lucha se reforzaban con nuevos elementos tanto de armamento como de gente.
Las operaciones de cada una de las facciones, en el orden en que se desarrollaron, las relataremos en el curso de esta obra, y en este comentario señalaremos solamente la circunstancia de que se tuvo para entonces la certeza de que el villismo volvía a la lucha.
El día primero de agosto, la secretaría de guerra, tuvo noticia de que en Gualimpe, Durango, y en Santa María del Río, del Estado de Sinaloa, las fuerzas del gobierno habían sostenido serios combates con otras que se suponían pertenecientes a los villistas. Los resultados de esos combates no fueron comparables con los de otros encuentros sostenidos en épocas anteriores; pero el hecho de que simultáneamente aparecieran estas partidas en gran número y bien provistas, en lugares tan distantes uno del otro, era suficiente para estar seguro de que el villismo volvía a la palestra, quizá con más bríos que antes.
Los zapatistas en el sur, y los yaquis en Sonora, seguían dando señales de actividad, interceptando con frecuencia el paso a las tropas del gobierno que iban encargadas de batirlos.
Respecto de estas facciones, lo más digno de mención es el avance que los zapatistas hicieron llegando hasta muy cerca de la capital de México; hecho del cual nunca pudieron ser conocidos los detalles por causa de la falta parcial de las comunicaciones.
De los yaquis se supo algo más, debido a que los corresponsales de algunos periódicos americanos andaban cerca de donde ocurrieron los acontecimientos, y rendían pronta noticia de todo a sus respectivos periódicos. Por la información de esos periodistas se supo en todo el país que una columna que se componía de diez mil indios yaquis, el día 20 de agosto puso una emboscada y aniquiló al 22° Batallón de infanteria de Sonora, cuando este atravesaba por el pueblo de Ladura, del distrito de Alamos. Los yaquis se internaron en un cañón a fin de que sus enemigos les siguieran como era natural que sucediera toda vez que iban a perseguirlos. Cuando se habían internado bastante, los indios abrieron un nutrido fuego sobre sus contrarios al mismo tiempo que bloqueaban los puntos de entrada y de salida para evitar la escapatoria.
Los yaquis, que son perfectos conocedores de los terrenos en que operan, lograron tomar posiciones estratégicas en la parte alta del cañón, en toda la extensión del lado oriente.
Los felicistas y los cedillistas, por su parte, tampoco dejaban de dar quehacer a las tropas leales al gobierno de facto, aunque sus actividades no revestían tanta seriedad como las de los demás núcleos anticarrancistas. Sin embargo, respecto de los primeros quedó comprobado que, aunque lentamente, iban invadiendo los Estados de Chiapas y Tabasco respondiendo a esos avances la aparición de otros grupos de igual bandería, tanto en el norte como en el oriente del país.
La confirmación de tal noticia se hizo pública el día dos de agosto, que fue cuando las autoridades militares de Michoacán dieron aviso de haber mandado una columna sobre las fuerzas del general federal Luis Medina Barrón, que había desembarcado en las costas inmediatas y estaba operando en combinación con las furzas felicistas al mando de Gordiano Guzmán.
Los hermanos Cedillo, revolucionarios que casi siempre han andado cerca de San Luis Potosí, para la misma fecha estaban luchando nuevamente, debido a que los arreglos iniciados por el gobernador Chapoy no habían sido terminados.
Los antecedentes de esos arreglos son los siguientes:
Al sentirse muy marcada la tirantez de ls relaciones entre los gobiernos de México y Estados Unidos, los Cedillo ofrecieron al gobierno de facto que en caso necesario depondrían su actitud hostil y cooperarían con el gobierno en la defensa de la patria; para el efecto, el gobernador Chapoy, debidamente autorizado, entabló negociaciones necesarias aceptando por anticipado las condiciones que impusieron los revolucionarios. En virtud de esas negociaciones, los Cedillo entraron a las plazas de Alaquines y Ciudad del Maíz para esperar ahí a que el gobierno cumpliera con las demás condiciones que aceptó.
Pocos días habían transcurrido de esto cuando los revolucionarios a quienes nos referimos tuvieron noticias de que una fuerte columna de soldados iba para el rumbo en que ellos estaban, y al parecer con disposiciones de desarmarlos y hacerlos prisioneros. Así fue como, sin esperar un día más, se lanzaron nuevamente a la lucha contra el gobierno de facto, y en esta vez mejor provistos de víveres y de materiales de guerra.
Sus acciones no merecen especial mención porque con raras excepciones fueron las de siempre: atacar las plazas débiles en guarnición e impedir por cuantos medios podían, las movilizaciones militares que el gobierno ordenaba a través del territorio por ellos ocupado, del que, ciertamente, han sido perfectos conocedores por el largo tiempo que han estado ahí.
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