La situación creada por la creciente actividad de Villa y de los revolucionarios que se hacían llamar legalistas, hizo que el ministro de la guerra pusiera nuvamente su atención en todo lo que a la campaña del norte se refería.

Algunos de los jefes conocedores del rumbo, fueron comisionados para hacer un recorrido de inspección por las principales plazas, y entre estos comisionados se hallaban José Isabel Robles y Marcelo Caraveo. El primero recibió también el encargo de llevar a la ciudad de México a los villistas que se habían acogido a la amnistia, y según el que en ese sentido se publicó en la capital de la República, fueron algo más de quinientos los ex-revolucionarios que salieron para México.

De allí fueron enviados todos a incorporarse con las fuerzas que hacían la campaña contra Zapata, y el mismo Robles salió con iguales órdenes rumbo al sur.

Se trataba de alejar del norte a todos los elementos que se creía pudieran, en caso ofrecido, ser utilizados por Francisco Villa.

Respecto de Caraveo, quien sólo aceptó la amnistía cuando parecía inevitable la guerra con los Estados Unidos, pues deseaba prestar sus servicios en defensa de la patria, corrieron varias versiones en pocos días; se llegó a decir que él, así como otros a quienes se les había concedido amnistía completa, estaban fraguando un complot muy importante contra el gobierno de facto; que por esa circunstancia había sido aprehendido en Chihuahua, y que se le iba a sujetar a un consejo de guerra.

Los hechos, sin embargo, destruyeron esa versión, pues, como queda explicado, lejos de haberse hecho sospechoso, se trataba de aprovechar sus conocimientos y su honradez en el desempeño de una comisión tan delicada como era la de rendir un informe que serviría, indudablemente, para basar las futuras disposiciones del ministerio de la guerra en lo relativo a las operaciones contra el elemento villista.

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