A pesar de su reconocimiento de un gobierno y de la buena disposición que parecía manifestarle, el señor Wilson no se daba prisa por enviar a México un embajador que representase los intereses de los Estados Unidos.

Cierto que para ese cargo estaba designado el señor Henry P. Fletcher, que era embajador en Chile, pero nada hacía esperar que pronto saliera a hacerse cargo de su nueva misión, como parecía exigirlo las circunstancias.

El gobierno del señor Carranza había acreditado en Washington, con el carácter de embajador, al licenciado Eliseo Arredondo, quien nunca llegó a ser recibido como tal, y esto era verdaderamente bochornoso para México.

En tales circunstancias, sin que ninguno de los dos países tuviera cerca del otro más representación en debida forma, se le presentó en Querétaro al señor Carranza, como agente confidencial del presidente Wilson, el señor Juan R. Silliman.

La llegada del señor Silliman, en momentos en que el salvaje atentado de Villa en Santa Isabel prometía alterar las buenas relaciones existentes entre los dos países, fue considerada como de buen augurio para el constitucionalismo que representaba el señor Carranza.

Silliman, como cónsul en Saltillo, siendo gobernador de Coahuila don Vanustiano Carranza, se había mostrado tan enemigo del presidente Huerta como simpatizador de los revolucionarios.

Era, pues, Silliman, como representante confidencial del presidente Wilson, el hombre que necesitaba el señor Carranza para salir del grave aprieto en que lo metía la atroz matanza de Santa Isabel.

Silliman, hombre inteligente que había representado con el señor Carranza igual papel que el célebre Carothers con Villa, sabría parar el golpe que se dirigía contra su amigo.

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