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Alfonso Quiroga
MÉXICO EN 1916
SEXAGÉSIMO COMENTARIO
LO QUE SE DECÍA DE VILLA
Insistimos en que las noticias que respecto de Francisco Villa se tenían eran completamente contradictorias, a grado tal que nadie podía asegurar que estuviera el jefe rebelde en determinado lugar.
En las conferencias se mencionaba con frecuencia la actividad de Villa, pero de una manera precisa nunca se dijo en qué lugar se hallaba; esto se debía a que hasta los mismos jefes de la expedición punitiva, que, como se sabe, tenían el encargo de perseguir a Villa, ignoraban su paradero, y en sus informes manifestaban que a pesar de los reconocimientos que a diario se hacían, no había sido posible localizar el asiento del revolucionario.
Sin embargo, los repetidos ataques a los trenes, especialmente a los de carga, hacían saber que Villa estaba vivo todavía y que seguía en su obra destructora.
Se le suponía acompañado de poco más de mil hombres, repartidos en tres columnas que operaban en rumbos diversos, pero siempre cerca de la capital del Estado de Chihuahua. Y esto precisamente hacía temer que sus intenciones fueran las de atacar dicha plaza, porque además de no separarse de aquel rumbo, el rebelde había procurado hacer llegar a Estados Unidos la noticia de que en unos cuantos días emprendería el ataque.
La causa de que es esos últimos días, es decir, a mediados de septiembre, se hubiera dedicado Francisco Villa a atacar trenes de carga, de preferencia a los de pasajeros como anteriormente lo hacía, se explicaba diciéndose que como estaba en vísperas de emprender un movimiento de importancia, quería abastecerse de provisiones de boca, dinero y parque.
Hubo solamente unos cuantos días en que nada se volvió a saber de Villa ni de su gente; ocho días a lo más, pero que bastaron para que en fuentes oficiales se aprovechara esa circunstancia para afirmar de la manera más rotunda que tanto el ataque a Chihuahua como las demás noticias de supuestos preparativos eran completamente falsos, pues que Villa estaba completamente aniquilado.
Y robustecía esas afirmaciones la información que rindió uno de los jefes militares del gobierno mexicano, que tenía a su cargo la vigilancia de determinado territorio del norte del país. En esa información decía que sus tropas habían logrado llegar hasta Estación Laguna, cerca de Chihuahua, en donde se decía que estaba Villa, y que éste se había rehusado a hacerles frente, por carecer de elementos.
Cada quién decía lo que más le convenía: los partidarios de Francisco Villa, que todavía los tenía a pesar de haberlo abandonado casi todos sus antiguos amigos y subalternos, decían que esa quietud temporal obedecía solo a la necesidad que tenía el revolucionario de preparar debidamente sus planes. Los contrarios, los partidarios del gobierno del señor Carranza, y aún los mismos empleados de éste, de la manera más enfática repetían a cada momento que ya Villa no daba señales de vida, porque además de estar herido de gravedad, sin dinero, sin gente y en completo estado de desmoralización, comprendía que sería en vano luchar contra el gobierno cuando éste parecía tomar vigor a medida que el tiempo transcurría.
Lo cierto fue que después de este corto plazo, Villa apareció nuevamente en escena y emprendió el ataque a la ciudad de Chihuahua, causando grandes perjuicios y el pavor consiguiente entre los habitantes de aquella región.
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