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Alfonso Quiroga
MÉXICO EN 1916
SÉPTIMO COMENTARIO
DIFICULTADES ECONÓMICAS
Mientras de un lado todos los acontecimientos parecían favorables para el gobierno, pues era indudable que el fallecimiento de Huerta y el nombramiento de Silliman le favorecían, por el otro se le venía encima el problema más difícil, con apremios que no admitían esperas ni contemporizaciones.
El papel moneda del señor Carranza, que llegó a tener un valor de catorce centavos oro americano, antes del reconocimiento del gobierno de facto, se cotizaba cuatro meses más tarde a tres centavos y medio.
Esto, naturalmente, tuvo sus consecuencias.
Los víveres escasearon y encarecieron en México de una manera escandalosa.
El comercio, perseguido por las autoridades y tratado de la peor manera por la prensa que esas autoridades consentían, sin una base firme para sus operaciones, no sabían qué hacer, y señalaba precios fabulosos a sus mercancías, con la perspectiva de las pérdidas que le vendrían después.
Así es como se llegó al motín popular provocado por el hambre.
En las principales poblaciones de México, grupos numerosos de hombres, mujeres y niños, se lanzaban a la calle en demanda de alimentos.
En algunos lugares sucedió que la policía y los soldados, hicieran causa común con el pueblo.
En otras se llegaron a las manos las chusmas hambrientas y los agentes de la autoridad, produciéndose choques lamentables.
Luego, para hacer más difícil la situación, comenzaron las insubordinaciones en el ejército.
Los soldados eran pagados en papel moneda, y como éste cada vez valía menos, en tanto que los víveres subían, pronto en algunos cuerpos se hizo patente el descontento, con vías de insubordinación, por lo que se vió el gobierno obligado a modificar la forma de pagos a la tropa, haciendo un gran sacrificio para ello.
Es indudable que la tirantez de su situación económica, es lo que con más fuerza impidió al gobierno emanado de la revolución constituirse sólidamente y prestar alguna atención a los demás ramos administrativos.
El gobierno, para hacerse de los medios que necesitaba, iba sobre quien los tenía, la banca, el comercio, la industria, produciendo entre esos elementos el consiguiente descontento.
Y el pueblo, sin trabajo y sin qué comer, le reclamaba al gobierno, quien, impotente para remediar tantos males, se dejó llevar de la desesperación y adoptó el peor partido: el de declarar guerra a muerte al capital. suponiéndolo el causante de la miseria pública.
Fue así como logró el gobierno, o mejor dicho el licenciado Luis Cabrera, a quien se consideraba autor de todos sus planes hacendarios, disgustar a todos: a los ricos y a las clases productoras, porque se les extorsionaba inconsideradamente, y a los pobres, porque no parecía sino que cada nueva medida oficial les traía nuevas hambres.
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