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Alfonso Quiroga
MÉXICO EN 1916
OCTAVO COMENTARIO
EL GENERAL FÉLIX DÍAZ EN ACCIÓN
El día 1° de marzo, a la vez que toda la prensa americana publicaba despachos en los que se daban noticias de graves acontecimientos registrados en Monterrey, Nuevo León, donde las tropas de la guarnición habían hecho fuego sobre el pueblo hambriento que solicitaba la apertura de las tiendas y panaderías, que permanecían cerradas porque sus dueños se negaban a recibir el papel moneda, decían de Nueva Orleans que el general Félix Díaz, de quien se sabía de tiempo atrás que en Cuba y en los Estados Unidos venía conspirando contra el constitucionalismo, había burlado la vigilancia a que lo tenían sujeto las autoridades americanas y salido de aquel puerto para desembarcar en Tierra Colorada, del estado de Veracruz, donde lo esperaban mil hombres. Se añadía que esa gente iría a reunirse a la que en Oaxaca, en número de dos mil soldados del antiguo ejército, mandaba el general Rafael Eguía Lis, uno de los jefes que secundaban el plan de dicho señor Díaz.
Tanto por ser don Félix Díaz sobrino del ex-dictador don Porfirio Díaz, como por haber sido el jefe de dos movimientos contra el gobierno del presidente Madero, la noticia de que había salido para ponerse al frente de sus partidarios en el Estado de Oaxaca, así como de que preparaba un manifiesto a la nación, dando a saber que observaría procedimientos de orden y respeto para todos, hizo creer a muchos en el triunfo de la nueva revolución, a la que, por otra parte, parecía ayudar cierta prensa de los Estados Unidos y de la isla de Cuba, que le concedía gran importancia.
No fue así, sin embargo, pues fuera de Oaxaca, Veracruz y una parte de Chiapas, no se ha sabido de otros lugares de la República donde el felixismo llegara a constituir núcleos que por su fuerza fueran una amenaza para el gobierno.
Cierto que en algunos otros estados aparecieron partidas de hombres armados que se decían felixistas, pero sea porque el pueblo, desengañado ya no quiere revoluciones, o sea porque la nueva carecía de apropiada organización o de hombres que la prestigiaran y la hicieran simpática, ello es que, como decimos, en una buena parte del país fue bien poco o nada lo que tuvo que luchar el gobierno de facto con ese enemigo.
Tampoco los zapatistas les dieron mucho que hacer a las tropas del gobierno, pues apenas si de tarde en tarde se salían de sus antiguos terrenos para descarrilar un tren o realizar algún otro atentado de esos que les han dado triste fama.
No así los villistas, que ni un solo día del año permanecieron inactivos y que con sus actos estuvieron a punto de provocar un grave conflicto internacional, según se verá después.
Con tres enemigos a quienes combatir, y sin dinero ni crédito, imposible era que el señor Carranza lograse realizar un acto de gobierno que hiciese esperar la pronta reorganización del país.
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