Índice de Estado de la revolución después de la prisión de Hidalgo y sus compañeros de Lucas AlamánPresentacion de Chantal López y Omar CortésCAPÍTULO II - Primera parte -Biblioteca Virtual Antorcha

ESTADO DE LA REVOLUCIÓN DESPUÉS DE LA
PRISIÓN DE HIDALGO Y SUS COMPAÑEROS

Lucas Alamán

CAPÍTULO I

Estado de la revolución despues de la prisión de Hidalgo y Allende. - Carácter que la guerra tomó. - Hácese esta mas sangrienta. - Continúa el indulto abierto y facilidad de obtenerlo. - Medios de subsistencia de los insurgentes. - Recursos del gobierno. - Donativos y suscripciones para España y para diversos objetos del reino. - Zanja cuadrada. - Socorros a los españoles. - Asignaciones a las familias de los individuos del ejército muertos en la guerra. - Plan de policía y suscripcion para él. - Decadencia sucesiva y ruina completa del país. - Escasez de recursos del gobierno y medios empleados para obtenerlos. - Estado particular de las provincias. - Operaciones de Calleja desde S. Luis Potosí. - Estado de la Nueva-Galicia y operaciones de Cruz. - Estado de Michoacan.


La victoria ganada por Calleja en el puente de Calderon, hizo se dispersasen en las provincias varios de los jefes que habian concurrido a componer el grande ejército que fue vencido y desbaratado en aquella memorable accion, y la retirada de Allende e Hidalgo hacia los Estados Unidos, y su sucesiva prision y muerte, dejó todos estos elementos revolucionarios sin cabeza y sin centro alguno de operaciones, pues aunque Rayon fue nombrado con Liceaga, comandante de la fuerza que en el Saltillo quedó, no fue reconocido como superior por los demas, y cada uno era independiente en su respectivo distrito. De aquí resultó que la guerra continuó haciéndose en todas partes sin plan alguno, sin ningun concierto entre los jefes, y puede decirse tambien sin ningun objeto. Los indios se mantenian en posesion de las tierras de que se habian apoderado en los diversos lugares a que se habia extendido la revolucion, dispuestos a defenderse cuando eran atacados; miéntras que la gente de las castas formaban numerosas reuniones, en su mayor parte de hombres a caballo, a las que los realistas daban el nombre de gavillas, las cuales invadian las poblaciones indefensas, saqueaban las haciendas, cortaban todas las comunicaciones, impedian todo tráfico, y arruinaban todos los giros. Los hombres mas perdidos, los criminales salidos de las cárceles, se ponian al frente de estas bandas de forajidos, y a la voz de viva la América, grito de guerra que vino a ser una expresion proverbial para significar el robo y el pillaje, que fue sustituyendo poco a poco al de la Vírgen de Guadalupe, o que se usaba simultáneamente con este, llevaban el exterminio y la desolacion a todos los lugares que tenian la desgracia de caer bajo su poder. Estado miserable de desorden y de anarquía, que sin embargo se ha pretendido renovar en 1847, como medio eficaz de guerra para rechazar la invasion extranjera, siendo esta una de las funestas consecuencias que ha producido la falsa representacion de los hechos de la época de que vamos tratando, pues a fuerza de celebrar como heróico todo lo que entonces aconteció, se creyó que podia ser digno de imitacion, lo que no debió ser nunca mas que motivo de escarmiento.

Las tropas del gobierno, en demasiado corto número para hacer frente y perseguir en todas partes a estas multiplicadas reuniones, tampoco podian seguir un plan regular de operaciones, por lo mismo que el enemigo no lo tenia. Cuando alguna de las partidas de insurgentes llegaba a hacerse temible por su número o por la posicion que ocupaba, o que era menester expeditar algun camino o abrir alguna comunicacion, el comandante de las fuerzas mas inmediatas, o que era destinado expresamente con aquel objeto, atacaba la reunion, generalmente la batia y dispersaba, y los prófugos en la accion iban a incorporarse en la cuadrilla inmediata, buscaban a los jefes que habian adquirido alguna nombradía, o formaban nueva partida en algun punto distante de las tropas que pudieran desbaratarla en su orígen, hasta que llegando a ser de alguna importancia, era de nuevo atacada y disuelta, siguiendo sin parar este curso interminable de cosas, que producia multitud de combates sin gloria como sin resultado, cuya menuda relacion, fastidiosa por su uniformidad, vendria a ser inútil y cansada.

En todas las poblaciones los vecinos se fueron armando, distribuidos en compañías, para la defensa de sus personas y propiedades, y de esta manera, unas veces unidos con las tropas regulares, otras por sí solos, teniendo a su cabeza los jefes nombrados en cada pueblo, muchos de los cuales llegaron a adquirir gran reputacion de valor y conocimientos, y a veces tambien de rigor y crueldad, defendian sus hogares cuando en ellos eran atacados, para lo que se habian levantado parapetos y practicado fosos y cortaduras en todos los pueblos, o salían en busca del enemigo. Lo mismo sucedia en todas las haciendas de campo que por su importancia podian sostener una fuerza armada de sus empleados y sirvientes, cuyas casas y oficinas presentaban el aspecto de unas fortalezas, algunas coronadas con artillería.

Así la guerra era general en todas las provincias a donde iba extendiéndose la revolucion; los reencuentros y combates frecuentes; las poblaciones antes sosegadas y pacíficas, habian venido a ser plazas de armas, y las haciendas fortificadas, presentaban unos asilos de seguridad en medio de campos abandonados, de caminos solitarios y solo frecuentados por tropas de bandidos, mientras que los habitantes habian ido a refugiarse a los lugares en que por ser susceptibles de defensa, ponian en Seguro sus personas y los restos de fortuna que habian podido salvar consigo.

A medida que la revolucion se hizo mas extensa y general, la guerra vino a ser mas cruel y sangrienta, por una y otra parte. Los insurgentes daban muerte a todos los españoles que podian haber a las manos, a los individuos de los cuerpos levantados para la defensa de los pueblos, y muchas veces a los vecinos de estos que se resistian a tomar parte con ellos. Los comandantes de las tropas reales lo hacian igualmente con todos los jefes o cabecillas, como se les llamaba, de los insurgentes, con muchos de los prisioneros y con los que en los pueblos eran afectos a aquellos, o se entendia que les prestaban auxilios.

Todas las ejecuciones se hacian sin forma ninguna de juicio, excepto en los lugares en que residian las autoridades y tribunales superiores, pero en las poblaciones pequeñas y en las partidas de tropa que andaban en todas direcciones, los comandantes disponian arbitrariamente de la vida y de la fortuna de todos. Sin embargo, aunque en la publicacion del indulto que el Virrey concedió, se señalaba un término para acogerse a él, y el mismo Virrey por bando de 30 de Julio de 1811 (1), declaró fenecido el prefijado para el goce del muy extenso y general que concedieron las cortes en 15 de Octubre de 1810, siempre se consideraba abierto y se concedia a todos los que se presentaban a implorar aquella gracia, resultando muchas veces de esta facilidad de obtenerla, que los que ocurrian a ella, volvian a tomar parte en la revolucion cuando el peligro en que se veian habia cesado, o que para ello se les ofrecia oportunidad u ocasion.

Los insurgentes vivian absolutamente sobre el pais; agotadas en los pueblos que dominaban las rentas reales y decimales; consumidas las haciendas de los españoles, se echaban sin distincion sobre todo género de bienes y propiedades, sin exceptuar las de sus mismos adictos, y muchas veces, como tendremos ocasion de hacerlo notar, miéntras un individuo estaba preso o era desterrado por las autoridades españolas por afecto a la insurreccion o por haberle prestado servicios, los insurgentes se apoderaban de sus bienes, talaban y robaban sus propiedades de campo, o se hacian dueños de ellas y las usufructuaban en su provecho, de lo que se siguió la ruina completa del reino, y que en vez del aspecto floreciente que este presentaba antes de la revolucion, en vez de la abundancia y riqueza que por todas partes se manifestaban, en lugar de extensos distritos cubiertos de ricas sementeras y poblados de numerosos ganados, no se encontrasen mas que edificios arruinados y campos desiertos y sin cultivo, en términos que los que han visto el pais despues de la insurreccion, han tenido por falso o exajerado lo que han dicho los viajeros que antes de ella visitaron el rico y opulento reino de la Nueva España.

El Virrey, para sostenimiento de sus tropas solo contaba con los productos ordinarios de las rentas, porque los fondos que se habian acumulado en la tesorería durante la guerra con Inglaterra, habian sido remitidos a España en el gobierno de Garibay, por cuyas medidas poco avisadas, Venegas se encontró sin ejército con que hacer frente a la insurreccion, habiendo sido dispersados los cuerpos de milicias en las provincias, y sin fondos suficientes, por no haber quedado ningunos en reserva, y de aquí provino que comenzasen a escasear cuando eran mas necesarios, porque los productos de las rentas, aunque considerables antes de la revolucion, fueron bajando segun ella se fue extendiendo. Sin embargo, en el primer periodo de esta hasta la muerte de Hidalgo, los recursos no solo abundaban para atender a los gastos de la guerra y de la administracion del pais, sino que todavía se continuaron haciendo remesas considerables de caudales a España, contribuyendo a este fin los acaudalados españoles.

Así fue que habiendo dispuesto el Virrey en Diciembre de 1810, mandar a Cádiz un pronto socorro de dos millones de pesos por el navío inglés Implacable, que condujo a varios diputados a las cortes, se aprontaron gruesas sumas por diversos individuos, habiendo prestado doscientos mil pesos D. Antonio Bassoco, y D. Diego de Agreda, D. Gabriel de Yermo, D. José Ignacio de la Torre, y D. Pedro Echeverría, estos dos últimos de Veracruz, cien mil pesos cada uno, siendo muchos los sujetos que franquearon cantidades de cincuenta, treinta, veinte mil pesos, y otras menores (2). Ademas del donativo general que se abrió desde que se supo el glorioso levantamiento de España contra los franceses, de cuyas suscripciones están llenas las Gacetas de aquel tiempo, el que hasta fin de Septiembre de 1810, esto es, hasta el momento de estallar la revolucion en Dolores, habia producido la suma de 1.941.643 ps. 5 rs. 3 gr. (3); habiéndose seguido colectando despues algunas mas, se abrió otro nuevo en la junta que al efecto celebró el Virrey Venegas a su llegada, y para realizar el préstamo de veinte millones acordado por la regencia, la comision encargada de proponer los medios de efectuarlo, presentó un plan que aprobado por el Virrey, se publicó por bando en 25 de Septiembre del mismo año de 1810. Asignábase premio o interes de seis por ciento anual a los fondos que se impusiesen en dinero, y de ocho por ciento sobre el valor de la plata labrada que se entregase a los comisionados que nombrasen los consulados de México, Veracruz y Guadalajara, encargados del manejo del negocio: señalóse un fondo de amortizacion, y para la formacion de este y el pago de intereses, se recargó la alcabala de algunos efectos (4). Se invitó a todas las corporaciones a enterar los fondos que tuviesen disponibles, ya con estos intereses y ya sin ellos, y por resultado de estas medidas se percibieron de algunas catedrales, consulados, cajas de comunidad de pueblos de indios y cofradías 251.424 ps. sin rédito: (5) 106.962 a cinco por ciento (6), y con seis por ciento 690.604 ps., siendo al ocho por ciento 20.891 importe de plata labrada, que todo asciende a 1.069.882 ps. y 884 marcos de plata labrada presentada hasta 17 de Mayo de 1811 (7). Las dificultades pecuniarias que cada vez fueron en aumento, fueron causa de que nunca se llegase a formar el fondo destinado al pago de réditos y amortizacion del capital, no habiendo tenido efecto ni una ni otra cosa.

No fueron estos solos los auxilios dados a España en este primer periodo de la revolucion. Continuóse la suscripcion para mandar zapatos para el ejército, con cuya colectacion corrió el consulado de México y produjo cosa de trescientos mil ps. El Virrey Venegas, viendo frustrado en gran parte por efecto de la revolucion el préstamo de veinte millones, ocurrió a otro arbitrio (8) que conciliase el desfalco que habian sufrido las fortunas de los particulares, con la necesidad de auxilios que la España tenia, y en una junta de los sujetos principales de la capital, celebrada el 19 de Marzo de 1811, propuso una suscripcion para mantener soldados en los ejércitos que peleaban contra los franceses, regulando en diez pesos mensales el costo de cada uno, y dió el ejemplo suscribiéndose él mismo por veinticinco, y habiéndolo seguido los concurrentes, fue en breve grande el número de los contribuyentes en todas partes del reino. La regencia de España aprobó esta disposicion por real órden de 22 de Julio, inserta en la Gaceta de 24 de Septiembre de 1811, y mandó se diesen las gracias a los suscriptores, especialmente al presbítero D. José María Castañiza, obispo que despues fue de Durango, cuñado de Bassoco, que fue el primero, despues del Virrey, que se suscribió por diez soldados. Abrióse otra suscripcion para auxiliar al célebre guerrillero de Castilla, tan conocido con el nombre del Empecinado: promoviéronla D. Martin Carda y D. José Ignacio Aguirrevengoa, que fueron los primeros que se apuntaron (9), y en cosa de un mes se colectaron mas de treinta mil pesos (10), y a fin de Julio del mismo año llegaron a cuarenta y tres mil (11). Tambien se abrió otra para socorro de los hospitales militares de Cataluña, limitándose a este objeto la invitacion que se hizo, a consecuencia de una proclama de la regencia de 5 de Mayo y de una carta del brigadier Rovira al gobernador de Veracruz (12), por haber llegado los comisionados nombrados por el clero secular y regular de aquella provincia, que se habia encargado de la direccion y cuidado de los mismos hospitales (13); esta colectacion no parece sin embargo que fuese tan productiva como las otras, sea porque el número de catalanes establecido en Nueva España no era grande y faltaba el espíritu de provincialismo, que es siempre un estímulo poderoso para el patriotismo y aun para la caridad, o porque los recursos iban disminuyendo; así se observa que las cantidades ofrecidas fueron menores, y en la lista que comenzó a publicarse en octubre, el primer nombre que aparece como en todas las de igual naturaleza, es el de D. Antonio Bassoco, ya para entónces conde de Bassoco, que se apuntó con mil pesos (14). Estos fueron los últimos auxilios que la España recibió, y es el motivo porque me he detenido a referirlos con alguna especificación.

Al mismo tiempo se hacian otras suscripciones para objetos peculiares del pais, tales como la apertura de una gran zanja, que formando un cuadro que encerrase la ciudad de México, sirviese de defensa contra los insurgentes en caso necesario; de resguardo para evitar el contrabando; y formase un extenso paseo, a cuyo fin se plantó arboleda en su orilla. Se tuvo tambien por objeto en esta obra, proporcionar medios de subsistencia a la gente pobre que carecia de ocupacion por efecto de la revolucion (15), para cuyo fin se la invitó a presentarse al oidor superintendente del desagüe D. Francisco Robledo, quien habia de señalar el correspondiente jornal. La subscripcion que para la ejecucion de esta obra se abrió, produjo sumas considerables, no solo en la ciudad sino fuera de ella, especialmente entre los curas, de quienes se encargó de colectarla la secretaría del arzobispado (16). Esta gran zanja, como obra de fortificacion era inútil por su misma extension, y descuidada despues, se ha ido ensolvando sin servir tampoco para el resguardo, y como el trabajo en ella era molesto e insalubre por tenerse que hacer estando los trabajadores metidos en el agua, no se presentaba gente voluntaria, por lo que se emplearon en ella los prisioneros insurgentes, en cuyo favor se abrió tambien una subscripcion, que infiero fue muy poco productiva. Muchos murieron a consecuencia de las enfermedades que contrajeron en este trabajo, y otros se sacaron de él para remplazos de los regimientos y sirvieron bien contra sus antiguos compañeros. Prueba de que su decision por la una ó la otra causa, mas bien que obra de la conviccion, era efecto de la casualidad ó de las circunstancias.

Para socorrer a los desgraciados europeos, que despojados de sus bienes por los insurgentes, habian ocurrido a la capital y se hallaban en ella sin medios de subsistencia, promovió D. Alejandro Valdés, impresor en aquel tiempo muy conocido, por la multitud de novenas salidas de sus prensas, una suscripcion que el Virrey aprobó (17), pero que no tuvo mayor efecto, o por lo ménos no se publicaron las listas de los contribuyentes. Otra se abrió por el mismo tiempo (18) para gratificar a los militares que mas se distinguiesen y auxiliar a sus familias, y en pocos dias se recogieron mas de cincuenta mil pesos, de los que se aplicaron seis mil a la Sra. condesa de la Cadena, viuda de Flon, muerto en la batalla de Calderon; dos mil a su hermana Da. Victoria de S. Maxent, viuda del intendente de Guanajuato Riaño: y otras sumas a las viudas y familias de todos los oficiales muertos, descendiendo a las de los sargentos, cabos y soldados (19) a las que se asignaron respectivamente cincuenta, cuarenta y treinta pesos, destinándose otras cantidades a los heridos e inutilizados, entre ellos dos mil pesos al capitan de dragones de España, D. Francisco Bringas, herido en las Cruces, y se hicieron extensivas estas gratificaciones a algunos sujetos no militares, que se habian hecho merecedores de ellas por sus servicios. Ademas de estas asignaciones hechas por la junta que se formó para la colectacion y aplicacion de este donativo, el Virrey Venegas, en virtud de real órden por la que se le facultó para premiar a los militares que mas se hubiesen señalado, concedió sobre el fondo de vacantes mayores y menores, pensiones vitalicias de mil pesos anuales a las señoras viudas de Riaño y Flon, de trescientos a Da. Walda Sanchez Boado, viuda del sargento mayor del batallón de Guanajuato D. Diego Berzabal, que tan heroicamente murió en la alhóndiga de Granaditas, y otras de menor cuantía a las viudas de otros oficiales, todo independientemente de las pensiones a que tenian derecho por el montepio militar y ramo de inválidos. Tambien se asignaron trescientos pesos anuales a D. Celestina de Riaño, hijo del intendente de Guanajuato, por estar ciego y lisiado (20). Actos de generosidad que excitaban el entusiasmo y afirmaban la fidelidad del ejército, que veia que prestaba sus servicios a un gobierno y a una sociedad que sabia apreciarlos y recompensarlos.

A imitacion del sistema de policía que Napoleon habia establecido en Francia, quiso el Virrey Venegas plantear uno semejante en México (21). Se nombró al efecto un superintendente general de este ramo, cuya eleccion recayó en el oidor D. Pedro de la Puente (e): un diputado con funciones de tesorero, que lo fue D. José Juan Fagoaga: diez y seis tenientes para los treinta y dos cuarteles en que está distribuida la ciudad, con cabos y otros empleados subalternos, para las garitas, rondas y demas actos de servicio. Debia comenzarse por formar un padron, por el cual quedaba asignada la vecindad de cada individuo, que en lo sucesivo no podia variarla, ni pernoctar dos noches fuera de su casa, ni admitir huésped alguno por igual tiempo, sin dar aviso al teniente respectivo, y para salir de la ciudad era menester tomar pasaporte del director de policía, que no lo expedia sino con varias formalidades. No habiéndose designado mas fondo para este establecimiento que la suscripcion que se abrió para formarIo y las multas que sus agentes impusiesen, se empezaron a colectar por via de donativo voluntario considerables sumas, que se daban con tanto mayor empeño, cuanto que se habia concebido grande idea de los buenos efectos que habia de producir este proyecto. Sin embargo, siendo tan complicado, su ejecucion se presentó impracticable y hubo de desistirse de él al cabo de algun tiempo, sin haberse llegado a poner en planta otra cosa que la expedicion de pasaportes para entrar y salir de la ciudad, de que tambien se desistió, viendo que no era de fruto alguno para el intento que se habia tenido, en el estado de revuelta en que andaba el pais. Otras suscripciones se recogian al mismo tiempo en la capital para objetos piadosos, tales como un solemne novenario que se hizo en la catedral a la Vírgen de Guadalupe, en desagravio del desacato con que los insurgentes la proclamaban como patrona de su empresa, el que se repitió en su santuario y tambien en el convento de Santo Domingo.

Esta multitud de donativos y suscripciones que a un tiempo se hacian y las considerables sumas que se colectaban, prueban la gran riqueza que habia en el pais, no obstante la mucha extraccion de dinero para socorro de España, así como la multitud de fortunas medianas que en todas partes se habian formado, y el espíritu público que se manifiesta en todas estas liberalidades. Asombra ver las sumas que se colectaban en las poblaciones pequeñas, en que ahora apénas hay algun individuo que tenga medios de subsistir con algun desahogo. Los españoles eran los que mas se distinguian por su prontitud en suscribir y por las sumas con que lo hacian; los mexicanos en lo general seguian el impulso y por no parecer mal, tenian que contribuir a su pesar, de suerte que lo que en el europeo era un acto voluntario y generoso, en el mexicano se convertia en exacciones odiosas, que con tanta repeticion venian a ser intolerables. Sin embargo, habia muchos que contribuian de buena voluntad, y en esto especialmente se nota el espíritu que dominaba en cada poblacion. En Veracruz, ciudad en que los españoles ejercian grande influjo, todos se suscribian sin distincion, y para mantener soldados en España, variaa señoras salieron a colectar entre las personas de su sexo, y se alistaron hasta las criadas de las casas con las pequeñas cantidades que cercenaban de su salario. Lo propio sucedió en Jalapa, poblacion en que preponderaba el propio espíritu que en Veracruz, y entre los suscriptores de aquella villa, se ve el nombre del maestro de escuda D. Ignacio Paz, que tan implacable fue despues en el partido contrario, y que entónces contribuyó él mismo e hizo que lo hiciesen todos los muchachos que estaban bajo su direccion. Algunos pueblos de indios, como el de Otatitlan en la misma provincia de Veracruz, no quisieron admitir la gracia de la cesasion del tributo (22), continuándolo por via de donativo miéntras durase la guerra de España, y otros dieron alguna suma para manifestar su reconocimiento; pero lo que principalmente engrosaba estas suscripciones, eran las cantidades C9n que contribuian las muchas y ricás corporaciones, tanto civiles como eclesiásticas qúe entónces habia, en proporcion las unas de las otras, segun el conocimiento que se tenia de sus respectivos fondos, y así es que en todas las listas aparecen los obispos, las catedrales, las comunidades religiosas y las cofradías, los consulados, fondos mUnicipales y cajas de comunidad de los pueblos o Repúblicas de indios.

Toda esta riqueza fue desapareciendo rápidamente, a medida que la revolucion se generalizó. Arruinadas ú ocupadas; las fincas rústicas; interceptados los caminos y cortadas las comunicaciones, todos los giros cesaron, las fortunas particulares fueron decayendo, y mas aprisa las de las corporaciones. La minería fue la primera que resintió los efectos de la revolucion, pues ocupados por los insurgentes los principales y mas productivos minerales, como Guanajuato y Zacatecas; muertos o privados de sus bienes los que principalmente ejercian aquella industria; escaseando el dinero en los distritos de minas aunque hubiese plata en pasta, por no poderla mandar a México donde estaba la única casa de moneda que en el pais habia; hubieron de suspenderse las labores, por la primera vez despues de la conquista, y abandonados los desagües de las minas, estas se inundaron y las haciendas o ingenios de beneficio se redujeron a ruinas, las unas por solo efecto del tiempo y el abandono; otras quemadas o destruidas por los independientes.

Tan rápida y notable fue esta decadencia que en Diciembre de 1811, poco mas de un año despues de comenzada la revolucion, el Virrey convocó una junta de diputaciones de todos los cuerpos civiles y eclesiásticos de la capital (23), para pedir un préstamo de dos millones que ejecutivamente necesitaba para los gastos indispensables de la guerra. Dos años ántes, esta suma se habria reunido prontamente y sin dificultad; pero en el tiempo de que vamos hablando, se creyó imposible recogerla; se propusieron para ello varios medios, en todos los cuales se pulsaron dificultades, y solo se pudo acordar que en juntas menos numerosas, que se tendrian en casa del regente de la audiencia Calderon, presididas por este y compuestas del doctoral de la catedral, del conde de Bassoco, de uno de los cónsules por el comercio de México, y de D. Juan Lobo por el de Veracruz, se examinasen con mayor detencion los medios consultados. Algunos dias despues se presentó un proyecto formado por esta comision, y no habiéndose resuelto nada en la junta de las corporaciones que para discutirlo se convocó nuevamente, se dispuso aumentar la comision con el fiscal de real hacienda, el contador mayor de cuentas, y los provinciales de Santo Domingo y S. Agustin, lo que condujo a la formacion de la junta de arbitrios que vino a ser permanente, y no siendo posible recoger auxilios voluntarios, fue necesario ir haciendo uso del aumento de las contribuciones, préstamos forzosos, requisicion de plata labrada, y otros medios compulsivos, de que se tratará en su lugar.

Los españoles, para los generosos donativos que hacian como hemos visto, para auxilio de su patria y para los jefes que mas se distinguian en la defensa de su independencia, estaban animados con la esperanza que de nuevo los alentaba, de ver triunfar la causa de su nacion. Al desaliento que los dominaba, especialmente a los mas ilustrados, á consecuencia de la derrota de Ocaña e irrupcion de las tropas francesas en las Andalucias con el rey José Napoleon a su cabeza, que habia producido la conviccion de que España tendria que sucumbir, habia sucedido una opinion enteramente opuesta. La expedicion desgraciada de Masena en Portugal; su desastrosa retirada; la batalla de la Albuhera en que Soult fue rechazado, teniendo que abandonar el intento de socorrer a Badajoz que a poco se rindió a los ingleses; varios sucesos felices en Cataluña, en donde el Dr. Rovira logró sorprender la importante fortaleza de Figueras, aunque despues tuvo que abandonarla; las ventajas obtenidas por Mina en Navarra y por el Empecinado en Castilla; la multitud de guerrilleros que por todas partes hostilizaban a los franceses, sin dejarles ser dueños de mas terreno que el que pisaban; la instalacion de las cortes a la vista del enemigo, cuya celebridad se aumentó con la llegada a la bahía de Cádiz en el mismo dia, del navío S. Pedro de Alcántara conduciendo del Callao de Lima un auxilio de cuatro millones de pesos: todos estos acontecimientos prósperos, unidos a los síntomas que ya se percibian de nueva coalicion de las potencias del Norte, hacian creer que España no podria ser dominada, y que al cabo de mas o ménos vicisitudes, el triunfo de la causa nacional, seria seguro. Los americanos adictos a la revolucion no tenian esta opinion, y se burlaban de las victorias de las armas inglesas y españolas que se contaban y celebraban con públicas solemnidades, creyendo ser un ardid que se empleaba para engañarlos y someterlos.

Tal fue el curso general de las cosas durante el periodo en que vamos a entrar, pero para poder seguir con órden la serie de los acontecimientos que él abraza, es menester examinar antes el estado de cada una de las provincias en que la llama de la revolucion habia prendido, y dar razon de los sucesos que en ellas habian tenido lugar, para tomar de esta manera el hilo de las operaciones del gobierno, en medio del caos de anarquía que ofrece la falta total de plan y de jefe entre los insurgentes despues de la prision de Allende e Hidalgo.

Las provincias internas sujetas a la comandancia general, habian sido el teatro de los sucesos importantes que nos ocuparon al fin del libro anterior. Sonora y Sinaloa, litorales del mar del Sur y golfo de Californias, quedaron en perfecta tranquilidad despues de la derrota, que como en su lugar vimos, sufrió en S. Ignacio Piaxtla el mes de Febrero, Hermosillo que habia invadido la última (24) y su gobernador intendente, brigadier D. Alejo García Conde, que hacia catorce años que las regia y habia conseguido tener en paz las numerosas tribus salvajes que las habitaban y abrir la comunicacion por tierra con la alta California (25) pudo seguir sin interrupcion sus útiles tareas, pues segregados aquellos remotos paises por una larga distancia de los que continuaron sufriendo los estragos de la revolucion, esta no volvió a comunicarse a ellos. Las provincias intermedias entre ambos mares permanecieron tranquilas, resguardando la de Durango por la parte que confina con la de Zacatecas, las tropas levantadas con este fin y colocadas en puntos convenientes. Texas y Coahuila, despues de las contrarrevoluciones de S. Antonio de Bejar y Monclova, a cuya consecuencia se verificó la prision de los primeros jefes de la revolucion, se conservaron en sosiego, hasta que un nuevo impulso, nacido en los Estados Unidos del Norte, vino otra vez a turbarlas, como a su tiempo veremos; pero en el Saltillo quedaba el Lic. Rayon con las fuerzas que le dejó Allende, que ascendian a tres mil quinientos hombres con veintidos cañones de todos calibres (26) y este podia considerarse el ejército principal de los insurgentes en aquella época, tanto por su fuerza, como por estar a su cabeza el jefe que habia sido nombrado por Allende e Hidalgo para sucederles. Iriarte vino a reunirse en aquel punto con Rayón, pero este, sea porque como publicó, Allende le habia dejado órden para ello, o porque recelaba de él, o como tambien se sospechó, porque no queria tener rival en la autoridad, lo hizo pasar por las armas en aquella villa (27). El teniente coronel D. José Manuel de Ochoa, despues de haber recobrado a Zacatecas (28) se hallaba el 28 de Marzo en la hacienda de la Noria con direccion al Saltillo, con una division de tropas de la comandancia general, de la que destacó quinientos hombres a las órdenes del teniente D. Facundo Melgares, para que pasasen a Monclova a custodiar los presos y caudales tomados en las norias de Bajan (29).

Aunque en la colonia del Nuevo Santander las tropas que habian abandonado a su gobernador Iturbe, hubiesen hecho una contrarevolución a principios de Abril en la villa de Aguayo, prendiendo al lego HeHera que se habia refugiado allí huyendo de García Conde (30), el coronel Arredondo, que mandaba las fuerzas que se embarcaron en Veracruz con destino a aquella provincia, tuvo motivos para sospechar de la sinceridad de aquellos militares, que con dos revoluciones sucesivas, habian hecho desconfiar de su buena fé (31). Dióse aviso a Arredondo que intentaban pasar a cuchillo su division en la noche misma del dia que entrase en Aguayo; confirmaban esta noticia las declaraciones de varios prisioneros que hizo en su marcha, y le daba mayor peso la fuga precipitada de los vecinos de las rancherías por donde la division pasaba, y los incendios que se veian en la serrania a no muy larga distancia: pero lo que quitó toda duda a Arredondo sobre las intenciones de los indultados fue, la solicitud que hicieron para que pasase él solo a ponerse a su cabeza separándose de su ejército, a pretexto de arreglar así mejor las cosas, y el haber impedido, con frívolos pretextos, que fuesen a reunirse con él el cura de la villa y el capitan Cao, a quien habia enviado a tomar el mando de aquellas fuerzas y a asegurarlos del indulto. Arredondo creyó entónces que debia oponer la astucia a la perfidia, y divulgando que iba a dar un dia de descanso a su tropa fatigada, en el campo de las Comas, a cinco leguas de la villa, se puso en marcha a las diez de la noche, sorprendió la poblacion al rayar el dia y se apoderó de todos los sublevados, tomándoles sus armas y artillería. Dispuso en seguida fusilar a Herrera y a otros jefes y oficiales, segun dijo al Virrey en su parte, en el que pidió se le aprobase el seguir castigando a los demas cabecillas que cayesen en sus manos; de los soldados, como antes se ha dicho, unió a sus tropas a los que estaban forzados entre los insurgentes, y mandó a los demas a Veracruz a disposicion del gobernador. Desde Aguayo envió un destacamento a ocupar a S. Carlos, capital entonces de la provincia, y se dispuso a marchar contra el lego Villerias que estaba en Hoyos, con una fuerza de dos mil hombres, e hizo quemar públicamente una exposicion que le dirijió el P. Fr. Francisco Gonzalez, invitándolo a tomar parte en la revolucion (32).

La posicion del Nuevo Reino de Leon era bastante comprometida, estando situado entre el Saltillo, ocupado por Rayon, y el Nuevo-Santander, en donde se hallaban con las armas en la mano en Aguayo las tropas sublevadas (33). No obstante, apenas supieron aquellos vecinos el suceso de las norias de Bajan, cuando se declararon por el gobierno, aunque no tuviesen para sostenerse en caso de ser atacados, mas que cinco escopetas, algunas libras de pólvora y veintitres hombres con lanzas del pueblo de Guadalupe de Tlaxcala, antigua colonia tlaxcalteca, que como otras del mismo orígen, se establecieron por los Virreyes en diversos puntos de las provincias del interior, en S. Luis y Zacatecas, y fueron siempre fieles al gobierno. Habiendo tomado parte en la revolucion el gobernador de la provincia Santa María, se hallaba esta sin autoridad superior, y para suplir su falta, se estableció una junta, que fue reconocida y obedecida en todos los pueblos de su comprension, la que se ocupó con empeño en recoger armas, organizar compañías y otros medios de defensa, poniéndose en comunicacion con las autoridades de Coahuila y con el general Calleja, e instruyendo de todo al Virrey, en una exposicion en que se glorian de haber recobrado su libertad sin auxilio de nadie, y de que aunque aquella provincia fue ocupada por la fuerza, se mantuvo siempre ilesa de insurreccion y fiel al Virrey.

En Zacatecas, desde la toma de la ciudad por Ochoa, habia quedado una corta guarnicion y en la provincia no habia por entonces reunion que pudiese dar cuidado; pero en la de Guanajuato, apenas salió de ella el ejército del centro para Guadalajara, cuando se comenzaron a levantar partidas con jefes obscuros y desconocidos, algunos de los cuales, por los daños y devastacion que causaron, obtuvieron en adelante funesta nombradía. Entre ellos se distinguió sobre todos Albino García, mas conocido por el manco García, nativo de Salamanca (34), en cuyo pueblo y en el inmediato del valle de Santiago se fijó de asiento, haciendo sus excursiones en todo el pais circunvecino, cortando la comunicacion y embarazando el tránsito de los convoyes de Querétaro a Guanajuato. Por el otro lado de la sierra de este mineral, en Dolores y sus inmediaciones, habia otras partidas que se comunicaban con las que habian quedado en la provincia de S. Luis, en la que habiéndose propagado la insurreccion por las riberas del rio de Tampico hasta la costa, se hallaba en movimiento toda la serranía de la Huasteca, que comprende parte de las provincias de Veracruz y México, y por esta se daban la mano con las partidas que ocupaban la Sierra Gorda, con las de Villagran, que seguia hostilizando desde Huichapan el camino de Querétaro a la capital, y con las que se habian levantado en los llanos de Apan al Norte de esta.

Calleja, situado en S. Luis Potosí, en el centro de este vórtice revolucionario, destacaba secciones de su ejército a los puntos que lo requerían, y con el grueso de él observaba los movimientos de la masa principal de los insurgentes, que como se ha dicho, habia quedado en el Saltillo. El teniente coronel D. Miguel del Campo se hallaba con una de estas secciones en la hacienda de la Quemada, a mediados de Marzo, cuando recibió aviso del intendente de Guanajuato, de estar amenazada aquella ciudad por las partidas del anglo americano, que sin expresar su nombre, era muy conocido por el pais de su nacimiento, del padre Garcilita y del religioso domínico Fr. Santiago Rodriguez, que se habian reunido en Salamanca. Campo mandó en auxilio de aquella capital dos escuadrones de dragones de S. Carlos, y siguió a reunirse en Dolores con el mayor de Celaya, Alonso, que con un batallon de su cuerpo y alguna caballería habia desbaratado en el puerto del Gallinero, cerca de la hacienda de la Erre, una numerosa reunion, a que concurrió la gente del pueblo de Dolores, y la que capitaneaba Cristóbal el habanero (35). Los insurgentes, sabedores de la marcha de Campo, se dirijieron a atacar a Celaya en donde fueron rechazados, y volviendo hácia Guanajuato, Campo, combinando sus operaciones con las tropas salidas de Leon y Silao, los derrotó en el punto de la Calera, poniéndolos en completa dispersion (36). Pasaron en seguida Campo y Alonso a Tula, en el camino de México, en el que tambien operaban contra Villagran con poco efecto, el teniente coronel de Nueva España D. José Castro y el mayor Calafat. Otra de las secciones destacadas por Calleja, a las órdenes del capitan D. Antonio Linares, batió en el Ojo de Agua, en las inmediaciones de S. Luis de la Paz, a una reunion de insurgentes, mandada por José Antonio Verde, y cerca de Tierra blanca a una porcion de indios que intentaron impedirle el paso (37).

Mientras esto pasaba en las provincias circunvecinas al ejército del centro, Cruz, de regreso a Guadalajara de la expedicion de Tepic y S. Blas, con el acierto y actividad que lo distinguian, habia distribuido en varias divisiones las tropas de su mando, y para poder disponer de todas ellas en la campaña sin ocuparlas en la guarnicion de la capital, hizo que todos los vecinos distinguidos de esta tomasen las armas, formando cuerpos de infantería. y caballería. La reunion principal de los insurgentes se hallaba en los pueblos de Zacoalco, Sayula y Zapotlan el Grande, y para desbaratarla hizo Cruz salir de Guadalajara el 26 de Febrero a su segundo, el capital de navío D. Rosendo Porlier, con casi todas sus tropas. Este entró sin resistencia en Zacoalco, que como todos los demas pueblos de su derrotero, habia sido abandonado por los habitantes; al acercarse a Sayula, la guerrilla cogió cuatro hombres armados, que fueron fusilados y quedaron colgados en las avenidas de la poblacion. En la mañana del 3 de Marzo, dirigiéndose a Zapotlan, encontró el grueso de los insurgentes situado en la cuesta que conduce al pueblo, y habiéndolos atacado vigorosamente, los puso en dispersion. Siguiendo el alcance, notó Porlier que en lo alto de la cuesta se dejaba ver un cuerpo considerable de caballería e infantería, que formado en batalla parecia dispuesto a esperar nuevamente a los realistas. Ordenó el ataque, pero teniendo que pasar por un estrecho desfiladero, sospechó que podia haber en él alguna asechanza, por lo que suspendió la marcha hasta hacer ocupar las cumbres que dominaban aquella angostura, y avanzando entonces y andados como doscientos pasos sin que la guerrilla hubiese notado cosa alguna, un indio que estaba perfectamente escondido, y que fue luego muerto de un balazo, dió fuego a una mina a cuya explosion siguió la de otras cuatro. Los insurgentes entonces, creyendo que los realistas habian sido sepultados en su mayor parte entre los escombros, se echaron sobre ellos, pero los recibieron con firmeza los batallones de marina y Toluca, y cargando al mismo tiempo la caballería, los puso en fuga causándoles una gran pérdida. Distinguiéronse en esta accion Negrete, Mozo, Quintanar é Illueca, y ademas merecieron especial recomendacion de Porlier, D. Ruperto Mier, el mismo que mandó contra Cruz las fuerzas independientes en Urepetiro, y D. José Antonio Lopez Merino, los cuales habiéndose indultado, servian de soldados en el ejército real, y siendo empleados en las guerrillas y puestos mas peligrosos, cargaron con la caballeria en la cuesta de Zapotlan, y combatieron bizarramente, dando muerte a cuantos se les pusieron delante. Despues de esta accion, Zapotlan y demas pueblos insurreccionados fueron ocupados sin dificultad (38).

Entre Zacatecas y Guadalajara se halla el territorio de Colotlan, que por haber permanecido largo tiempo despues de la conquista ocupado por indios salvajes, se llamaba la frontera de Colotlan y Nayarit. Los jesuitas llevaron a él la religion y la civilizacion con las misiones que fundaron, y despues de su expulsion quedó como gobierno separado, sujeto a la intendencia y comandancia de brigada de la Nueva Galicia. Este territorio se declaró por la revolucion y prestó grandes servicios a Hidalgo, aumentando su ejército con multitud de indios flecheros. Para sujetarlo, mandó Calleja al cura de Matehuala D. José Francisco Alvarez, que salió de Zacatecas con una division de tropa, de provincias internas, y entrando por Huejucar, encontró todas las poblaciones abandonadas hasta las inmediaciones de Colotlan, en donde se le presentó en lo alto de una loma un gran número de indios, a pié y a caballo, armados de flechas, hondas, lanzas y algunas escopetas, a quienes atacó (39); pero fue rechazado y herido el mismo cura y su capellan el padre Inguanzo, pudo retirarse con dificultad a Jerez, llevando consigo veintisiete prisioneros, de los cuales fusiló doce y despachó a los demas para que diesen a sus compañeros la noticia de la prision de Hidalgo, acaecida en aquellos dias. Cruz, poco satisfecho de la conducta de Alvarez, se quejó de sus excesos en carta particular a Calleja, en que le dice que ya se hacia insufrible el tal cura general.

Alentados los indios con la ventaja obtenida sobre Alvarez, se atrevieron a hacer frente a la division mandada por Cruz a atacarlos por el lado de la Nueva Galicia a las órdenes de Negrete, pero este, con mejores tropas y mas acierto que aquel, los desbarató completamente y habiéndoles tomado tres cañones de madera y las pocas armas que tenian, sometió todos los pueblos hasta Juchipila y cañon de Tlaltenango, que desemboca en la provincia de Zacatecas. Los indios se defendieron con teson, y en esta accion, en que segun el parte de Negrete, habia reunidos ocho a diez mil de aquellos, las tropas reales experimentaron mayor pérdida que en las anteriores, habiendo tenido veintidos heridos, algunos de gravedad, y entre ellos al teniente de navío D. Bernardo de Salas, que hacia de segundo de Negrete (40).

Para atender a Colotlan, Cruz habia tenido que retirar la mayor parte de las tropas que operaban en el rumbo de Zapotlan, y esta poblacion habia sido ocupada nuevamente por los insurgentes, capitaneados por el lego juanino Gallaga, que se hacia llamar príncipe, y tenia una fuerza de tres mil hombres de todas armas, mucha parte de a caballo y cuatro cañones. Con ella salió al encuentro de Negrete y le esperó en el paraje llamado los Cerritos, cerca de Zapotlan, en el que Negrete lo atacó el 6 de Mayo, y dispersó su gente tomándole su artillería y armas, habiendo escapado Gallaga por su excelente caballo. Distinguiéronse en esta accion, como en las anteriores, Quintanar y Mozo, y los indultados Mier y Merino (41).

Cruz en sus Gacetas acompañaba siempre la publicacion de estos sucesos con proclamas amenazadoras, que no siempre quedaban sin efecto. Vamos a esparcir el terror y la muerte por todas partes, decia a Calleja, en carta particular de 18 de Abril desde Guadalajara, y a que no quede ningun perverso sobre la tierra. He hecho quintar al pueblo de Zapotiltic que asesinó dos soldados; a otra ejecucion que haga de esta naturaleza, serán todos cuantos halle. Sepan estos bandidos que quiere decir guerra a muerte (42). Los jefes militares nuevamente llegados de España, se manifestaban mas sanguinarios que los establecidos en el pais, y esto se observa en todos los que por entonces hacian la guerra en la Nueva Galicia.

En Michoacan, el gobierno no poseia mas que su capital la ciudad de Valladolid, en que habia quedado una guarnicion mandada por Trujillo, pero toda la provincia se habia mantenido en insurreccion, y despues de la batalla del puente de Calderon, habian vuelto a ella varios jefes que en aquella se hallaron, entre ellos Muñiz, que fijó sus cuarteles en Tacámbaro. Atacólo en aquel punto el comandante D. Felipe Robledo (14 de Febrero) que salió con este fin de Pázcuaro, pero aunque ocupó el pueblo y puso en fuga a la tropa de Muñiz, este se retiró hácia la tierra caliente, donde se rehizo y reunió de nuevo su gente (43). D. Juan Sanchez, comandante del batallon de Cuautitlan, desbarató tambien una reunion numerosa de insurgentes en Puruándiro, (13 de Marzo) en cuya accion se distinguieron los condes de S. Pedro del Alamo, de la familia de los marqueses de S. Miguel de Aguayo, y el de Rábago, que servían en la division de Sanchez (44). Trujillo, viendo que estas continuas acciones no producian otro resultado que desbaratar una reunion en un punto para que se volviese a formar en otro, quiso probar otro medio que fue igualmente infructuoso. Dirijió a los habitantes de la provincia (45) (3 de Mayo) una proclama, en que decía, que despues de seis meses en que el gobierno no habia cesado de darles pruebas del deseo que le animaba por su felicidad, habiendo sido inútiles sus esfuerzos para el restablecimiento de la paz, ofrecia en su nombre y por autorizacion especial del Virrey, por la última vez el indulto, dando todo género de seguridades a los que quisiesen hacer uso de aquella gracia, y prometiendo premios y recompensas a los que denunciasen a los pertinaces; pero intimaba al mismo tiempo, que se trataria como rebeldes a todos los que se mantuviesen en insurreccion; que serian quemados los pueblos y las casas, confiscadas las propiedades públicas y particulares y extinguidas las Repúblicas de los pueblos de indios, teniéndose por prueba suficiente del delito de infidelidad para la aplicacion de estas penas, el hecho de encontrar las casas cerradas sin legítima causa, a la entrada de las tropas reales en alguna poblacion. Estas amenazas no tuvieron cumplimiento, pero sí se ejerció mayor severidad sobre las personas por los comandantes de las divisiones.

Estos fueron los sucesos mas importantes en las provincias que vieron nacer la revolucion, y en que tuvo sus primeros progresos, desde la batalla de Calderon hasta fines de Abril de 1811, en que se terminó con la prision y muerte de Hidalgo y sus compañeros, la primera campaña del ejército del centro, y estas fueron las principales operaciones de este y de los otros cuerpos que se llamaron de reserva y de la izquierda, nombres que nunca tuvieron mucha exactitud, pero que la perdieron del todo, desde que se varió su situacion por las marchas del del centro, viniendo a quedar sin relacion inmediata entre sí, por las largas distancias en que operaban. Veamos ahora lo ocurrido en las mismas provincias durante la segunda campaña, que comenzó con los movimientos de Rayon, sucesor de Allende en el mando del cuerpo principal que quedaba a los insurgentes, lo que determinó las operaciones de Calleja y su ejército, que fueron la consecuencia de aquellos.


Notas

(1) Inserto en La Gaceta de 3 de Agosto de 1811, tomo 20., núm. 92, fol. 690.

(2) Véanse las listas de estos préstamos y donativos en las Gacetas de Diciembre de 1810.

(3) Suplemento a La Gaceta de 28 de Septiembre de 18l0, núm. 111, fol. 804.

(4) Gaceta núm. 110, de 28 de Septiembre, fol. 797, y de 2 de Octubre, núm. 114, fol. 818.

(5) Idem de 4 de Junio de 1811, tomo 2°, núm. 65, fol. 489.

(6) Idem idem.

(7) Idem de 7 de Junio, núm. 66, f. 497. Se han omitido las fracciones.

(8) Idem de 26 de Marzo de 1811, tomo 2°, núm. 36, fol. 255.

(9) Gaceta de 26 de Abril de 1811, tomo 2°, núm. 50, fol. 275.

(10) Idem de 24 de Mayo, núm. 62, fol. 466.

(11) Idem de 25 de julio, núm. 88, fol. 658.

(12) Se insertó en la Gaceta de 15 de Agosto de 1811, tomo 2°, núm. 97, fol. 727.

(13) Gaceta de 24 de Agosto de 1811, tomo 2°, núm. 101, fol. 757.

(14) Gaceta de 26 de Octubre de 1811, tomo 2° núm. 131, fol. 1.001.

(15) Idem de 28 de Diciembre de 1810, tomo 1°, núm. 159, fol. 1.104.

(16) Idem de 14 de idem, ídem, núm. 151, fol. 1.049.

(17) Gaceta de 15 de Enero de 1811, tomo 2°, núm. 7, fol. 51.

(18) Suplemento a la Gaceta de 5 de Febrero, tomo 2°, núm. 17, fol. 113.

(19) Gaceta de 29 de Agosto de 1811, tomo 2°, núm. 103, fol. 777.

(20) Idem de 31 de ídem, ídem, núm. 104, fols. 785 y 786.

(21) Se publicó el reglamento en un cuaderno, que contiene por menor las funciones de todos los empleados. El decreto tiene fecha 17 de Agosto de 1811.

(22) Gaceta de 12 de Febrero de 1811. tomo 20., núm. 21, fo1. 139.

(23) Arechederrota, apuntes históricos, los cuales desde esta época comienzan a ser de sumo interes, porque desde ella llevó con mucha puntualidad su diario.

(24) Véase, aquí, en nuestra Biblioteca Virtual Antorcha, la obra del Lucás Alamán, La revolución del cura Miguel Hidalgo, hasta la muerte de éste y sus compañeros. Sugerencia de Chantal López y Omar Cortés.

(25) Véase su proclama a las provincias de su mando, fecha en Arizpe en 27 de Noviembre de 1810, inserta en la Gaceta de 3 de Mayo de 1811, tomo 2°, núm. 52, fol. 390.

(26) Exposicion de la junta de Monterey al Virrey. Gaceta de 1° de Octubre de 1811, tomo 2°, núm. 119, fol. 904.

(27) Manifiesto de Calleja publicado por Juan Martiñena, párrafo 12, y Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 199.

(28) Véase, aquí en nuestra Biblioteca Virtual Antorcha el capítulo 7°, de la obra del Lucás Alamán, La revolución del cura Miguel Hidalgo, hasta la muerte de éste y sus compañeros.

(29) Su parte en la Gaceta extraordinaria de 9 de Abril de 1811, núm. 42, fol. 301.

(30) Véase aquí, en nuestra Biblioteca Virtual Antorcha el capítulo 7°, de la obra de Lucas Alamán La revolución del cura Miguel Hidalgo, hasta la muerte de éste y sus compañeros.

(31) Su parte, Gaceta del 10 de Mayo de 1811, tomo 2°, núm. 55, fol. 411.

(32) Parte citado de Arredondo.

(33) Véase la exposicion de la junta al Virrey, ya citada, inserta en la Gaceta de 1° de Octubre de 1811, núm. 110, fol. 904.

(34) Dícese comunmente que era amarrador de gallos, lo que no es cierto; llámase así al que en las peleas de gallos ata la navaja al pié del gallo. Estas peleas eran muy frecuentes y habia gran aficion a ellas en estos pueblos de Salamanca e inmediaciones. Estaba manco por una caida de caballo.

(35) Parte de Alonso, Gaceta de 19 de Abril de 1811, tomo 2°, núm. 46, fol. 328.

(36) Parte de Campo, Gaceta extraordinaria de 20 de Abril, tomo 2°, núm. 47, fol. 339.

(37) Parte de Linares en la Gaceta de 3 de Abril de 1811, tomo 2°, núm. 51. S. Luis de la Paz, se llamó así por haber establecido allí los jesuitas una misión para pacificar a los bárbaros chichimecas.

(38) Gaceta extraordinaria de 14 de Abril de 1811, tomo 2°, núm. 44, f. 311.

(39) Fue este ataque el 27 de Marzo. Véase el parte de Alvarez, Gaceta de 26 de Abril, tomo 2°, núm. 50, fol. 373.

(40) Fue la accion el dia 7 de Abril. -Gaceta de 10 de Mayo, tomo 2°, núm. 55, Col. 467.

(41) 6 de Mayo. Gaceta de 28 del mismo, tomo 2°, núm. 63, Col. 467.

(42) Esta carta y la relativa al cura Alvarez están en el expediente de las Campañas de Calleja, Bustamante, Campañas de Calleja, fol. 107.

(43) Gaceta de 1° de Marzo, tomo 2°, núm. 29, fol. 185.

(44) Idem de 26 de idem idem, núm. 36, fol. 262.

(45) Gaceta de 21 de Mayo, idem, núm. 60, fol. 441.

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