Índice de Ocho mil kilómetros en campaña de Álvaro Obregón | CAPÍTULO III -Cuarta parte | CAPÍTULO III - Sexta parte | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Ocho mil kilómetros en campaña
Álvaro Obregón
CAPÍTULO TERCERO
Quinta parte
SE DEJA SITIADO A MAZATLÁN Y SE INICIA EL AVANCE AL SUR
Resolví emprender mi avance sobre Guadalajara, Colima y Manzanillo, sin atacar Mazatlán; dejando este puerto sitiado por las tropas de Sinaloa, al mando del general Ramón F. Iturbe, y cuyo efectivo ascendía aproximadamente a tres mil hombres, con cinco cañones y tres ametralladoras; teniendo como principales subalternos, que comandaban los distintos cuerpos de la brigada, a los generales Juan Carrasco y Macario Gaxiola; los coroneles Angel Flores, Manuel Mezta, Mateo Muñoz, Isaac Espinosa, Fructuoso Méndez; los tenientes coroneles Ernesto Damy y Ascensión Escalante, y los mayores Manuel Barraza y Pedro H. Zavala, este último como jefe de la artillería.
Débese consignar que durante las primeras operaciones efectuadas para poner sitio a Mazatlán, nuestros aviadores, capitán Salinas y ayudante Teodoro Madariaga, efectuaron algunos vuelos en el biplano Sonora, lanzando bombas sobre las posiciones que ocupaban los federales; pero esos vuelos hubieron de suspenderse, debido a que en uno de ellos el motor del biplano sufrió una descompostura, y éste descendió sin gobierno hasta estrellarse en el suelo, quedando inutilizado el aparato, y los aviadores a punto de perder la vida en este accidente, con graves contusiones, de las que, por algún tiempo, estuvieron en estado delicado.
Resuelta mi salida para el Sur, el día 17 de mayo confirmé el nombramiento del general Iturbe, como jefe de las operaciones en el sitio de Mazatlán, dirigiéndole la siguiente comunicación:
Un sello al margen, que dice: República Mexicana.
Ejército Constitucionalista.
Cuerpo de Ejército del Noroeste.
Cuartel General.
Número 1,261.
Teniendo que marchar para el Sur, hoy, quedará usted, como verbalmente se lo había ordenado, con las brigadas de Sinaloa, conservando el sitio que tenemos puesto a la plaza de Mazatlán.
Cuando se reciba la remesa de parque, se terminen las reparaciones del cañonero Tampico, que desde ayer está a flote, y quede cortada la comunicación entre Manzanillo y Guadalajara, daré a usted orden para que ataque la plaza sitiada, para así no tener que sacrificar la gente que tendríamos que perder si se atacara ahora.
No tengo que hacer a usted ninguna recomendación especial, porque el celo con que siempre ha sabido usted cumplir con sus deberes es una garantía de acierto. Hago a usted presentes mi atenta consideración y aprecio.
Constitución y Reformas.
Casa Blanca, mayo 17 de 1914.
El General en Jefe. Alvaro Obregón.
Al C.
General Brigadier Ramón F. Iturbe, Jefe de las fuerzas en el Estado.
Otates.
Al día siguiente me transladé con el Cuartel General de Casa Blanca a Tepic, acompañado de los miembros de mi Estado Mayor, y agregado a esta corporación el señor Juan R. Platt, ciudadano sonorense que, aunque sin carácter militar, por amistad conmigo y por vivas simpatías hacia nuestro movimiento abandonaba sus negocios en Hermosillo para asistir a nuestras acciones de armas, de que tenía anuncio oportuno, gustando de compartir con nosotros las penalidades, servicios y peligros de la campaña.
INTROMISIÓN DE LOS MIEMBROS DEL CLERO EN FAVOR DEL GOBIERNO DE LA USURPACIÓN
A Tepic nos incorporamos el día 19, e inmediatamente fui informado de la labor que los miembros del clero católico habían hecho en aquel Territorio durante el tiempo que dominaron las fuerzas huertistas; llegando la intromisión de ellos en los asuntos políticos hasta patrocinar y asesorar dos periódicos, que en aquella ciudad se editaban bajo los títulos de El Hogar Católico y El Obrero de Tepic, en los que hacían una desesperada defensa del huertismo y atacaban al Partido Constitucionalista, teniendo los más acres calificativos para los hombres que militábamos en sus filas; por lo cual ordené que, desde luego, se intervinieran los archivos de dichos periódicos y que se practicaran las averiguaciones preliminares para que fueran consignados a un tribunal militar los que aparecieran responsables de aquellos gratuitos ataques a la Revolución.
De las averiguaciones practicadas sobre el particular, resultó como principal responsable de la labor antirrevolucionaria el obispo Andrés Segura, a quien se le instruyó proceso y se le sentenció a ocho años de prisión.
Los demás clérigos complicados con el obispo en su obra difamatoria contra nuestro movimiento fueron expulsados por orden de mi Cuartel General, siendo conducidos hasta Nogales, Son., donde se les hizo atravesar la línea internacional.
Después de quedar hechas las reparaciones a la vía del ferrocarril hasta Tepic, inclusive el puente de Santiago, cuyos trabajos fueron hábilmente dirigidos por los mayores Melitón Albáñez y J. Lorenzo Gutiérrez, se ordenó la concentración en Tepic de todas las impedimentas y material rodante que habían quedado a nuestra. retaguardia; y al hacer este movimiento, tuvimos que lamentar un accidente doloroso, ocurrido en la pendiente que la vía del ferrocarril tiene desde el Río de Santiago hasta Tepic; accidente que consistió en haberse desenganchado cuatro carros de un tren militar que iba a Tepic, los que rodaron sin frenos por la pendiente hasta ir a chocar bruscamente con otro tren militar que estaba colocado sobre la vía principal, en estación Roseta; choque en el cual tuvimos que lamentar aproximadamente cien bajas, entre muenos y heridos; contándose entre éstos, de gravedad, el teniente coronel Herculano de la Rocha, de las fuerzas de Sinaloa.
El día 22, mi Cuartel General comunicó la siguiente orden escrita al general Diéguez:
Sírvase usted destacar, a la mayor brevedad posible, al coronel Jesús Trujillo, con trescientos hombres de caballería, para que corte la vía que une a Manzanillo con la ciudad de México, entre estación Quemado y el límite con el Estado de Colima, proporcionándole la dinamita necesaria para que lleve a cabo esa obra.
Después deberá marchar dicho coronel Trujillo a Zacoalco, cortando todas las vías de comunicación con Guadalajara, y siguiendo de allí la ruta más conveniente hasta incorporarse al grueso de las fuerzas de esta División.
Constituci6n y Reformas.
Tepic, mayo 22 de 1914.
El General en Jefe. Alvaro Obregón.
Al C. General M. M. Diéguez, Jefe de la Vanguardia.
Presente.
El objeto del movimiento que se encomendaba al coronel Trujillo era evitar que por la vía de Manzanillo siguieran haciéndose envíos de víveres y pertrechos para las guarniciones sitiadas en Guaymas y Mazatlán y, con esto, obligarlas a evacuar aquellos pueblos o rendirse a nuestras fuerzas sitiadoras. También tenía por objeto ese movimiento llamar por aquel rumbo la atención de la guarnición federal de Guadalajara, mientras nosotros hacíamos la travesía de la sierra para internarnos en Jalisco.
Como en Tepic deberíamos abandonar las comodidades que los trenes nos proporcionaban para hacer nuestras movilizaciones y conducción de pertrechos, provisiones e impedimentas, por no haber vía entre Tepic y San Marcos, Jal., teniendo, por lo tanto, que hacer la marcha pie a tierra; necesitábamos proveemos de carros y mulas para transponar los elementos indispensables a la columna, y a efectuar la concentración de estos transpones nos dedicamos desde luego.
Con fecha 1° de junio, el Cuartel General dictó una disposición, dando a reconocer al general Lucio Blanco como jefe de la División de Caballería del Cuerpo de Ejército del Noroeste, poniendo bajo sus órdenes todas las columnas y fracciones del arma que se habían incorporado.
Como el general Buelna, que por disposición expresa de la Primera Jefatura había asumido la Comandancia Militar y la Jefatura Política del Territorio, habría de marchar con la columna hacia el Sur, con fecha 3 de junio expedí nombramiento de Comandante Militar del Territorio, en substitución de Buelna, a favor del general Juan Dozal, y de Presidente Municipal a favor del licenciado Carlos C. Echeverría.
En Tepic volvieron a agotarse los fondos para las atenciones de las fuerzas, y como éstas estaban próximas a internarse en una zona donde no había medios eficaces de comunicación para hacernos llegar los fondos necesarios, el Cuartel General de mi cargo, con previa aUtorización de la Primera Jefarura, hizo una nueva emisión de vales provisionales por valor de $60,000.00.
Próximos ya a emprender la marcha para hacer la campaña en Jalisco, redacté e hice imprimir la siguiente hoja, mandando, por diversos conductos, un gran número de ejemplares de ella, para distribuirlos en Jalisco:
A LOS HABITANTES DEL ESTADO DE JALISCO
¡PASO AL EJÉRCITO CONSTITUCIONALISTA!
El imperio de la Ley ha extendido sus dominios en mil setecientos kilómetros, conquistados palmo a palmo, por nuestro invencible Ejército, cuyos victoriosos clarines atruenan ya los bosques del trópico ...
¿Adónde van ...?
A la tristemente célebre ciudad de México, adonde muy pronto llegaremos triunfantes, para hacer sentir al asesino el peso de sus crímenes, con el elocuente lenguaje de nuestros cañones.
Hemos recorrido mil setecientos kilómetros, y la victoria siempre ha sido nuestra, y nuestros infatigables soldados tienen una disciplina que nos enorgullece: ellos son los representantes de la Ley y han sabido defenderla.
A nuestro paso por ese viril Estado, hago un llamamiento a todo el elemento honrado, para que secunde nuestro movimiento y proteste con toda energía contra el asesino del pueblo, contra el infame traidor, que trata de hundir a nuestra patria en una guerra internacional, para salvarse él.
La prensa vendida, en su criminal tarea de desconcertar la opinión pública, ha dicho siempre que somos separatistas; que nos lanzamos a la revuelta por afición al robo, y otros mil embustes con que ha querido desprestigiarnos; pero, por fortuna, unos y otros somos ya conocidos. Mi mayor orgullo es pertenecer a un Ejército que ha sabido crearse organización perfecta sobre la marcha, y ha ofrecido a su Patria toda la sangre necesaria para salvarla de las garras del corrompido militarismo, que toca ya a su fin.
Espero que el pueblo de Jalisco sabrá unir su sentimiento al nuestro, y al llegar vencedores a la capital de su Estado, sacudiendo así la tiranía que ahora lo afrenta, quedarán coronadas las aspiraciones de todos sus buenos hijos.
El momento histórico se presenta para Jalisco, y a ustedes toca escribir la página que la Historia guardará en su seno.
Cuartel General en Tepic, Tep., junio 4 de 1914.
El General en Jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste. Alvaro Obregón.
OPERACIONES SOBRE LAS ISLAS MARIAS
Con fecha 4, el Cuartel General comunicó al general Rafael Buelna la siguiente orden escrita:
Número 1315.
Sírvase disponer que el C. capitán 1° Cruz Medina marche en el vapor Unión a capturar la guarnición federal de Islas Marías; destruya la estación radiográfica de las mismas; recoja y haga conducir a ésta a nuestros partidarios que hayan sido internados en dichas islas, y traiga el buque cargado con sal y otros artículos de provecho que pueda encontrar para su abarrotamiento.
Reitero a usted mi distinguida consideración y particular aprecio.
Constitución y Reformas.
Tepic, junio 4 de 1914.
El General en Jefe. Alvaro Obregón.
Al C. General Rafael Buelna.
Presente.
El capitán Medina, a quien se encomendaba la expedición a Islas Marías, era el jefe de las armas del puerto de San Blas, Tep., y desde luego procedió a cumplir las órdenes que le diera el general Buelna, rindiendo a éste el siguiente parte, con fecha 6, de San Blas:
Conforme a instrucciones que recibí para efectuar marcha a Islas Marías y apoderarme de lo que allá se encontrara, en cumplimiento de mi deber tengo el honor de informar que el día 4 del corriente, a las 5 p. m., levé anclas rumbo a las islas expresadas, llegando a las 4 a. m., a la Isla Magdalena.
Entramos por el Canal hacia las Salinas, en donde, a las 5.30 a. m., ordené inmediatamente el desembarque de parte de 1a. fuerza, sorprendiendo un pelotón de diez soldados y un sargento 2° de las fuerzas federales, los que quedaron prisioneros.
Hice avanzar la fuerza por tierra sobre el Balleto, habiendo ordenado al barco, que, a media máquina, marchase a tiempo que las fuerzas fuesen auxiliadas por él a su llegada al Balleto.
En dicho punto, dispuse que los aparatos de la estáción inalámbrica fueran desprovistos del motor desarrollador de fuerza eléctrica, a fin de que no pudiera haber comunicación, evitando así que una mala disposición perjudicara mis operaciones.
Terminado esto, procedí al embarque de los efectos que encontré en dicha isla, y que consisten en harina, panocha y algunos otros efectos, de los cuales procedo a levantar inventario, y oportunamente daré cuenta. Encontré diez monturas, y armas en número aproximado de veintiocho. Sabedor de que el señor Manuel Novoa se había hecho a la mar en el pailebot Presidente, rumbo a Manzanilla, inmediatamente levé anclas y me puse en su persecución, habiendo logrado darle alcance, a las 3 y media horas de la marcha.
Intimado que fue a rendirse, lo hizo desde luego incondicionalmente, quedando a disposición del Gobierno Constitucionalista.
De los reos políticos y empleados que formaban la administración de la isla, mandaré a usted lista, juntamente con inventarios.
Al serme transcrito el parte anterior, por el general Buelna, ordené que el mismo capitán Cruz Medina procediera a formar, en San Blas, un juicio sumario al verdugo Manuel Novoa, hecho prisionero cuando huía rumbo a Manzanillo, y quien había fungido como director de la colonia penal de las Islas Marías, para que fuera éste pasado por las armas.
El día 10 quedaron hechos todos los preparativos para la marcha hasta San Marcos, habiendo logrado concentrar más de doscientos carros y como dos mil mulas, transportes que fueron equitativamente distribuidos entre las brigadas y batallones, para que en ellos condujeran sus provisiones, pertrechos e impedimentas. Había ordenado al general Diéguez que hiciera salir parte de sus fuerzas para Ixtlán del Río, para que quedaran allí como puesto avanzado.
En cumplimiento de esa orden, el general Diéguez destacó el 5° Batallón de Infantería de Sonora, al mando del teniente coronel Esteban B. Calderón.
Continuaron el movimiento el resto de las fuerzas del general Blanco.
CONFERENCIA TELEGRAFICA CON VILLA
Ya cuando empezaba a hacer los preparativos para nuestra marcha al Sur de Tepic, recibí un recado del jefe de nuestra oficina telegráfica, diciéndome que el general Villa deseaba tener una conferencia conmigo.
Me transladé en seguida a la oficina de telégrafos, en la que se había comenzado a recibir el mensaje del general Villa, haciéndome una relación de las dificultades que tenía él con la Primera Jefatura y los obstáculos que, según él, le presentaba el señor Carranza, con objeto de entorpecer la marcha de la División del Norte hacia el centro del país; insinuándome que llegáramos a un acuerdo, para continuar las operaciones sobre el Centro, sin tomar en cuenta a la Primera Jefatura.
Contesté a Villa negándome a celebrar el pacto que me proponía, y tratando de hacerlo desistir de sus propósitos de desconocer a la Primera Jefatura; haciéndole ver la necesidad que teníamos de seguir sosteniendo a la Primera Autoridad de la Revolución, a quien nosotros mismos habíamos reconocido, máxime cuando, en mi concepto, no había ninguna causa que justificara un desconocimiento.
Posteriormente, con fecha 14, hice yo mi salida de Tepic con el resto de las infanterías, al mando de los generales Cabral y Hill, y la artillería, al mando del mayor Juan Mérigo.
El día 16 me incorporé a la población de Ixtlán del Río, después de haber atravesado las estribaciones del Ceboruco (volcán apagado que está entre Chapalilla y Ahuacatlán).
Entretanto, el general Diéguez continuaba su avance hasta penetrar en el Estado de Jalisco, del cual había sido nombrado Gobernador y Comandante Militar en Tepic, el 12 de junio, por acuerdo de la Primera Jefatura, estableciendo el general Diéguez su Cuartel General y el asiento de su Gobierno en Etzatlán.
En la columna iba incorporado el general Martín Espinosa, convaleciente aún de las heridas que recibiera al iniciar sus operaciones en Tepic; de las cuales había estado curándose en Durango, marchando después a incorporarse a mis fuerzas, para tomar parte en el avance al Sur.
En Ixtlán permanecimos algunos días, esperando la incorporación de las infanterías y la artillería, que marchaban a nuestra retaguardia.
Como estaba ya muy avanzada la temporada de lluvias, y diariamente se desencadenaban fuertes aguaceros en toda aquella región, las líneas telegráficas, que habían sido reparadas muy provisionalmente en nuestra marcha, sufrían frecuentes daños, que interrumpían la comunicación y, con este motivo, se hacía muy deficiente el servicio, recibiendo y trasmitiendo nuestros mensajes con retraso.
En Ixtlán, comenzamos a tener algunas noticias sobre las serias dificultades que habían surgido entre la División del Norte y la Primera Jefatura; pero a causa de lo irregular de nuestras comunicaciones telegráficas, no podíamos saber de una manera precisa cuál era el origen de aquellas dificultades, y cuál, por fin, la actitud de Villa.
Sin embargo de la carencia de una completa información sobre aquel caso, con la impresión que guardaba yo de Ángeles, tenía, para mí, que un viento de reaccionarismo y de traición soplaba ya en aquel ambiente, desde que Ángeles había llegado a ser un favorito consejero de Villa y un factótum de la División del Norte; y no vacilé en reconocer que el deber de todo revolucionario consciente y honrado, en aquellos momentos, era ponerse de parte de la Primera Jefatura y apoyar su autoridad. Y, consecuente con este criterio, el día 18 escribí un mensaje para el Primer Jefe, haciéndole conocer la actitud que nosotros asumiríamos, si las dificultades con Villa no llegaban a solucionarse (El telegrama citado no se copia textual, porque el archivo en que constaba su texto cayó en poder de Buelna cuando este jefe, ya aliado al Villismo, ocupó la plaza de Tepic, en la que habíamos dejado nuestro archivo, cuando avanzábamos sobre Guadalajara en 1914).
Antes de ser transmitido el mensaje, reuní a los principales jefes de la columna para mostrárselos. Todos estuvieron de acuerdo con su texto, a excepción de los generales Blanco y Buelna, quienes opinaban que no se dijera nada al Primer Jefe, mientras no se conocieran, en detalle, los acontecimientos relacionados con las dificultades a que vengo refiriéndome.
El general Julián Medina, jefe que independientemente había estado operando en Jalisco, contra las fuerzas federales, se presentó en mi Cuartel General, a recibir órdenes para las operaciones que deberían llevarse a cabo en aquel Estado.
En Ixtlán, recibí un parte del general Diéguez, en que me comunicaba que el coronel Trujillo, cumpliendo exactamente las órdenes que había recibido en Tepic, había cortado las comunicaciones cerca de Zacoalco, entre Guadalajara y Colima, atacando y derrotando completamente a una guarnición federal de 300 hombres, en la plaza de Teocuitatlán de Corona, y que, después, había sido obligado a replegarse, al ser derrotado en un desventajoso combate que sostuvo contra la columna federal al mando del general Zozaya, en Zacoalco, en cuya acción perdió nuestro jefe una gran parte de los pertrechos quitados al enemigo en el primer combate, habiendo resultado herido el general Zozaya, que mandaba la columna federal.
Estaba mi Cuartel General todavía en Ixtlán cuando se recibió parte de que, el día 10 de junio, después de arduos trabajos llevados a cabo a bordo del Tampico con los elementos del barco y alguna maquinaria llevada de la hacienda La Constancia y de los talleres del ferrocarril de Topolobampo, quedó a flote nuestro cañonero, siendo reparadas, hasta donde fue posible, las averías que sufriera en el combate librado el 31 de marzo con el cañonero Guerrero; y que el día 14 del mismo mes, el Tampico levó anclas en Topolobampo, haciéndose a la mar con rumbo a Altata.
COMBATE DE LOS CAÑONEROS TAMPICO Y GUERRERO FRENTE A LA ISLA DE SAN IGNACIO, GOLFO DE CALIFORNIA
Un parte posterior daba cuenta de lo siguiente:
El Tampico, antes de llegar al puerto de Altata, sufrió una descompostura en la bomba de alimentación y se quemaron las calderas, quedando dicho barco al garete, y siendo en seguida arrastrado por la corriente del Golfo, hasta la altura de la Isla de San Ignacio, donde lograron dar fondo.
A la madrugada del día 16, el oficial de guardia del Tampico descubrió al cañonero Guerrero, que avanzaba sobre nuestro barco, rompiendo el fuego y colocándose a una distancia menor de dos kilómetros. Como el Tampico no podía hacer ningún movimiento, el enemigo pudo hacer certeros fuegos sobre él, los que eran contestados de nuestro barco, solamente con el cañón de proa, que era el único utilizable en aquel combate; y en lo más reñido de éste, una granada del Guerrero explotó sobre unas cajas de alcohol, provocando el incendio en la cámara de popa, que era donde se encontraban dichas cajas, y obligando a los artilleros a abandonar el cañón de popa, con el que entonces contrarrestaban los fuegos del Guerrero, pues poco antes una corriente había hecho a nuestro barco virar de popa frente al Guerrero.
El comandante del Tampico, capitán de navío Hilario Rodríguez Malpica, ordenó entonces abrir las válvulas de fondo, para hundir su barco antes que permitir fuera capturado por el enemigo.
Cuando esto sucedía, a bordo del Tampico habían muerto ya el maquinista, Ramón C. Estrada, el maquinista Vela y cinco individuos de la marinería, y había un regular número de heridos, entre ellos el segundo comandante Agustín Rebatett.
Al estar hundiéndose el barco, la tripulación se transbordó a una lancha de gasolina y a un bote de remo, para salvarse; pero a poco de navegar, fueron hechos prisioneros por el cañonero Guerrero, a excepción del comandante Rodríguez Malpica, quien prefirió darse muerte antes que dejarse hacer prisionero, disparándose un tiro de su pistola, que le causó muerte instantánea, en los momentos en que se hundía el barco.
Entre los prisioneros hechos por el Guerrero se encontraba el capitán de fragata Agustín Rebatett, segundo comandante del Tampico, quien había resultado seriamente herido en el combate.
El comandante Rodríguez Malpica se privó de la vida contando apenas 24 años de edad, y con este hecho se hizo pasar al reducido número de los que tienen el privilegio de perpetuar su nombre y el legítimo derecho de hacer venerable su recuerdo.
Con la pérdida del Tampico, el enemigo volvía a recobrar el completo dominio de las costas de Occidente, y nuestro Ejército perdía la esperanza de restar a la usurpación ese dominio, pues nada podríamos esperar ya de la comisión conferida desde el mes de abril al oficial Palacios, para comprar un barco en el extranjero; porque éste, al encontrarse fuera del país y después de dilapidar parte de los fondos que se le confiaron para aquella compra, negó haber recibido tal comisión y se apoderó del resto del dinero, del que solamente una parte se logró recogerle, debido a las activas gestiones de nuestro agente comercial en los Estados Unidos, señor Francisco S. Elías.
CONTINÚA LA MARCHA
El día 23 continuamos nuestro avance de Ixtlán, acampando en Arroyo del Agua, y al día siguiente lo proseguimos hasta San Marcos, llegando a este lugar a las 12 del día, después de bajar la famosa Cuesta de los Ingenieros. Allí se dio un ligero descanso a la tropa y, por la tarde del mismo día se continuó la marcha hasta Etzatlán, donde se encontraba el general Diéguez.
En ese lugar, tuve conocimiento de que una poderosa columna federal había salido de Guadalajara a nuestro encuentro, para contener nuestro avance y presentamos batalla; y en atención a esas noticias, ordené que al día siguiente se continuara la marcha hasta Ahualulco, para hacer un reconocimiento del terreno en que deberímos librar la batalla.
Como estaba ordenado, el día 25 se continuó la marcha, incorporándome ese mismo día a Ahualulco, donde se encontraba acampada ya una parte de nuestra división de caballería.
Al día siguiente, terminaron de reconcentrarse en Ahualulco las fuerzas de la columna, y tomó el contacto nuestra vanguardia con la del enemigo, en la hacienda El Refugio, a veinte kilómetros de nuestro campamento.
En el parte oficial, que más adelante se inserta, se relatan los movimientos que nuestras fuerzas comenzaron a efectUar desde aquella fecha.
ASCENSO DEL GENERAL EN JEFE Y TELEGRAMAS CRUZADOS ENTRE ÉSTE Y EL GENERAL FRANCISCO VILLA
Estando en Ahualulco, el 1° de julio recibí un telegrama de la Primera JefatUra, comunicándome el acuerdo de mi ascenso a General de División, con fecha 29 de junio, o sea un año después de mi ascenso a general de brigada, que fue acordado por la Primera JefatUra, a raíz de la victoria alcanzada en Ortiz y Santa María, Sonora, contra la columna de Ojeda.
En Ahualulco también, el día 2, recibí un telegrama del general Villa, fechado en Zacatecas el 25 de junio, con carácter de Muy Urgente, el que se reproduce íntegro a continuación:
Zacatecas, junio 25 de 1914.
General Álvaro Obregón.
Ahualulco, Jal.
Muy Urgente.
Tengo la pena de informar a usted, que el señor Carranza sigue poniendo a esta División toda clase de obstáculos y dificultades para su marcha al interior del país.
Después de la toma de esta plaza, pensaba seguir directamente hacia el Sur, y al efecto, hice cerca del señor Carranza y del general Pablo González, Jefe de la División del Nordeste, las gestiones encaminadas a que me proporcionaran el carbón que se necesitaba, para el movimiento de nuestros trenes, y cuyo combustible abunda en las minas al norte de Coahuila, que están en poder de fuerzas constitucionalistas, y sin el cual, será sumamente imposible la movilización de mis tropas.
Tengo la seguridad de que negará también el paso de parque que necesito para aprovisionar convenientemente mi columna, y el cual sólo puede pasar actualmente por Tampico, puerto que se encuentra en poder de fuerzas del señor Carranza.
Sin estos elementos, y sobre todo, sin parque, de ninguna manera me internaré más al Sur, pues paulatinamente tendría que ir agotándosenos en los próximos combates, y forzosamente llegaría el momento en que nos encontráramos a merced del enemigo huertista, y tal vez del mismo Carranza, que trataría de aprovecharse de su fuerza y de nuestra debilidad.
Además, la División del Nordeste, que comanda el general Pablo González, permanece en Saltillo y Monterrey, en una inactividad desesperante, sin que se vea en ella el menor deseo de cooperar en alguna forma al éxito de las operaciones.
Todas estas circunstancias me han obligado, muy a mi pesar, a tomar la determinación de regresarme para el Norte, con todas las fuerzas de mi mando, para reanudar la campaña, hasta que se arreglen satisfactoriamente todas estas dificultades.
Creo de mi deber poner lo anterior en conocimiento de usted, para que esté entendido de que ni esta División, ni mucho menos la del general González, avanzan hacia el Sur, y si usted se aventura solo en esta peligrosa empresa, pueden venir muy serias consecuencias para usted y para nuestra causa.
Permítome hacerle estas indicaciones, porque deseo cumplir con un deber de amistad y compañerismo para con usted, a quien tanto estimo y aprecio, a fin de que tome las medidas que estime conveniente.
Vamos a tener en breve en Torreón unas conferencias, en que estarán representadas la División del Nordeste, ésta del Norte y seguramente el señor Carranza, y en las cuales se tratará de solucionar las dificultades a que me refiero.
Me parece que sería conveniente que esa División estuviera también representada, pues los asuntos que me propongo tratar en ella, serán de tanta gravedad y trascendencia, que es necesario que todos los principales jefes o sus representantes, estén presentes, para que lo que allí acuerden, sea una cosa formal y definitiva, en bien de nuestra Patria.
Suplícole contestarme sobre los puntos que aquí le trato, y le envío mis afectuosos y cordiales saludos.
(Firmado.) General Francisco Villa.
Nota al calce del mensaje: El general Villa recomienda que se le avise la fecha y hora en que sea entregado este mensaje.
Mi contestación al general Villa fue la siguiente:
Ahualulco, Jal., 2 de julio de 1914.
Señor general Francisco Villa, Zacatecas.
Hasta hoy recibí su mensaje cifrado del 25, que contesto inmediatamente.
El pésimo servicio telegráfico que tenemos, debido a las continuas lluvias, hace que desconozca por completo los detalles de los acontecimientos que desarróllanse entre usted y nuestro Primer Jefe, señor Carranza; pero creo que cualesquiera que hayan sido las dificultades surgidas, no debe ser usted el árbitro, porque no es a un hombre a quien se perjudica, es a la Patria, y somos muchos les jefes que debemos juzgar imparcialmente.
Si el JefeJefe que nosotros mismos hemos nombrado, llegando así a un rompimiento con todos los demás compañeros que hemos venido luchando por la salvación de la Patria.
Me aventuro a creer que si yo estuviera en estos momentos en aquella región, contribuiría en gran parte a la satisfactoria solución de las dificultades surgidas; pero en los actuales momentos y sin tener vías rápidas de comunicación, mi labor no puede ser tan eficaz como lo deseara.
Espero que en las juntas que me dice celebrarán en Torreón, se sacrifique cuanto sea necesario, para que la mejor armonía renazca y reanude usted desde luego su campaña; permitiéndome manifestarle que no creo oportuno mandar representantes de esta División, porque la premura del tiempo no lo permitiría y, por otra parte, juzgamos nosotros que, hasta después de cumplir con el primer número de nuestro programa, que es la destrucción del Ejército Federal, no nos corresponde ocuparnos de las demás necesidades nacionales, las que deben tratarse sin precipitación y ante el mayor contingente posible de Jefes, puesto que las necesidades son regionales y cada uno podrá ampliar e ilustrar el criterio de los demás, al completo triunfo de nuestro movimiento.
He atravesado toda la sierra de Tepic y parte de este Estado con la División de mi mando, salvando todos los obstáculos que hemos encontrado a nuestro paso, y desde hace cuatro días, hemos tomado contacto con la columna federal que salió de Guadalajara a nuestro encuentro y a la que batiremos en seguida.
Estas circunstancias me ponen en condiciones de no poder suspender mi marcha, aunque la juzgo aventurada si no continúan hacia el Centro las Divisiones de usted y del general González; pero detenerme sería exponer la División y a que el enemigo hiciera llegar las guarniciones de Guaymas y Mazatlán, y nos colocaríamos en condiciones más difíciles.
En mi nombre, y en el de todos mis compañeros, invoco su sentimiento de patriotismo, para que continúe usted su honrosa carrera, subordinado a nuestro Primer Jefe, y oportunamente, y con el derecho que tendremos todos para hacer presentes a nuestro Jefe los programas que en nuestro concepto se impongan, para asegurar la paz definitiva en nuestro país, podrá usted hacer presentes los que, a su juicio, sean necesarios, y aseguro a usted que siempre seremos atendidos, porque pediremos sólo lo que tienda a la salvación de la Patria.
Ruégole darme oportuno aviso, cuando vaya a abandonar Zacatecas.
Salúdolo afectuosamente.
General en Jefe. Alvaro Obregón.
El mismo día 2, se incorporó a mi campamento el ex-gobernador de Colima, señor J. Trinidad Alamillo, seguido de siete jefes y oficiales y cinco soldados, haciéndose aparecer como uno de los principales jefes del movimiento revolucionario en Jalisco, y manifestando que tenía varios jefes subalternos a él, con columnas más o menos numerosas.
Entretanto, nuestras tropas y las del enemigo hacían los movimientos de que habla el parte oficial relativo, hasta librarse en Orendáin la batalla que se relata en el mismo parte inserto a continuación:
PARTE OFICIAL DE LAS BATALLAS DE ORENDAIN Y CASTILLO Y OCUPACIÓN DE LA CIUDAD DE GUADALAJARA
Me es honroso rendir a usted el presente parte oficial de las operaciones llevadas a cabo en Jalisco por las fuerzas del Cuerpo de Ejército del Noroeste, que me honro en comandar, y que dieron por resultado el total aniquilamiento de la Divjsión de Occidente del ejército huertista, con las batallas libradas en Orendáin y en Castillo, quedando controlado, por el Ejército Constitucionalista, todo el Estado de Jalisco, que fue el principal objetivo de estas operaciones.
El día 25 de junio me incorporé a la plaza de Ahualulco con el Cuerpo de Ejército a mis órdenes, estando ya reconcentrada en aquella plaza, también, la columna que había destacado de Tepic, al mando del coronel Jesús Trujillo, para cortar las comunicaciones entre Guadalajara y Colima, e inmediatamente recibí partes de los jefes de caballería que con anterioridad estaban posesionados de Ahualulco, informando que la columna enemiga, de que ya me habían dado cuenta desde su salida de La Venta, continuaba su avance, aunque muy lento, y reparaba algunos desperfectos que tenía la vía del ferrocarril cerca de "La Vega", probablemente para continuar su avance hasta atacar la plaza que nosotros ocupábamos.
En vista de tales informes, inmediatamente salí con una pequeña escolta hasta el lugar donde estaba nuestra extrema vanguardia, a diez kilómetros al Sur de Ahualulco, para hacer, personalmente, un reconocimiento sobre el enemigo, cuyos trenes distaban apenas unos 9 kilómetros del cerro que nuestro puesto avanzado tenía como punto de observación.
En aquel cerro permanecí aproximadamente dos horas, y por las observaciones que hice durante este tiempo sobre los trenes enemigos, qne estaban en un valle perfectamente descubierto, así como por los informes que rindieron nuestros exploradores, pude estimar el efectivo de la columna federal en un número aproximado de 8,000 hombres, siendo en su mayor parte infantería.
Al cabo del tiempo mencionado regresé al campamento, dejando en el cerro establecido un servicio de oficiales para que vigilaran los movimientos del enemigo, e instalado un aparato telegráfico de campaña para que, por medio de él, rindieran a mi Cuartel General un parte cada dos horas. Llegado al campamento, ordené que se tomaran toda clase de precauciones esa noche, para el caso probable de un avance del enemigo.
Al día siguiente continuaba el enemigo reparando la vía, permaneciendo en el mismo sitio el grueso de su columna. Solamente hizo avanzar algunos kilómetros sus exploraciones de caballería, sobre la vía que venían siguiendo y sobre el camino que viene por la falda de la sierra de Tequila, desde la hacienda El Refugio, por Teuchitlán, hasta Ahualulco.
Todo este día (26 de junio), lo pasé haciendo reconocimientos del terreno al sur de Ahualulco, hasta una distancia de 10 kilómetros, con objeto de conocer perfectamente bien su topografía, y tener así esta poderosa ventaja sobre el enemigo.
Este mismo día, comuniqué órdenes a todos los comandantes de fuerzas constitucionalistas, que aisladamente operaban por el Sur y el Occidente de Jalisco; a unos, para que se incorporaran a mi columna, y a otros, señalándoles la participación que deberían tomar en el ataque sobre la plaza de Guadalajara. Entre éstos, se encontraban como principales el general Julián Medina y el coronel Enrique Estrada, y entre los primeros, los jefes Eugenio Zúñiga, Eugenio Aviña, J. Cortina, Francisco Aceves y Julián del Real.
Como aún al día siguiente el enemigo continuaba inactivo, me ocupé en colocar nuestras fuerzas en el terreno que había reconocido, y que ofrecía ventajosísimas posiciones, consistentes en espesas trincheras de piedra, que sirven como cercas en aquel valle, y que corren desde las estribaciones de la sierra de Tequila hasta terminar en la sierra de Ameca, cruzando la vía del ferrocarril, y ordené que todas nuestras fuerzas permanecieran ocultas; incluso las caballerías, a las que había ordenado colocarse emboscadas en el extremo de la sierra, frente a La Vega, para ver si de esta manera lográbamos que el enemigo avanzara.
La vanguardia de nuestra columna había sido confiada al coronel Trujillo, dándole instrucciones de que provocara al enemigo y se replegara violentamente, si éste avanzaba sobre él.
Preparado en tales condiciones, esperaba yo el avance de la columna federal, para presentarle combate en el terreno ocupado por las infanterías y ordenar, en su oportunidad, los movimientos que fueran convenientes, de las caballerías emboscadas frente a La Vega y que, para entonces, al avanzar los federales hasta frente a nuestras posiciones al Sur de Ahualulco, quedarían en condiciones de colocarse a retaguardia de ellos, cortándolos completamente de su base en Guadalajara; por el día 28, el general Julián Medina, que había avanzado de Tequila, obrando de su propia iniciativa, destruyó un pequeño puente del ferrocarril a retaguardia de la columna federal, lo que dio lugar a que ésta, desde luego que sintió cortada su retaguardia, retrocediera hasta reparar el puente quemado y quedar acampada en Orendáin.
El general Medina fue objeto de un serio extrañamiento de parte mía, por su imprudencia, que vino a echar por tierra nuestros planes y preparativos.
Las noticias que recibíamos de personas recientemente salidas de Guadalajara, y a quienes más crédito debía dárseles, indicaban que la guarnición de la plaza ascendía a 16,000 hombres, y como la columna enemiga que teníamos al frente no podía pasar de 8,000 o 9,000 hombres, era forzoso deducir que en Guadalajara quedaba casi otro tanto de fuerzas, y suponer que, dada la corta distancia entre esta ciudad y Orendáin, donde el enemigo permanecía acampado al iniciar nuestro ataque, la guarnición de Guadalajara acudiría en auxilio de dicha columna y complicaría nuestra situación, poniendo en peligro el éxito de nuestras operaciOnes.
Para el día 30, ordené la reconcentración entre Ameca y La Vega de la División de Caballería al mando del general Blanco, habiendo quedado distribuidas estas fuerzos en El Salto, Ahuisculco, San Martín Hidalgo y Ameca; en este último lugar, el grueso de la División.
En este día y en el siguiente (1° de julio), el enemigo no hizo ningún movimiento; y en vista de esa inactividad, y considerando que era inconveniente para nosotros dejar transcurrir más tiempo en tales condiciones, porque podría ser utilizado por el usurpapor para reforzar la plaza de Guadalajara, valiéndose de las circunstancias de que Villa, con sus contingentes, acababa de retirarse de Zacatecas al Norte, y que entre éste y la Primera Jefatura al merecido cargo de usted habían surgido algunas dificultades, modifiqué por completo mi plan primitivo, y decidí atacar al enemigo en Orendáin, cortándolo de su base y cortando simultáneamente las comunicaciones al sur de Guadalajara para hacer sentir un amago sobre dicha plaza por aquel rumbo, y evitar así que la guarnición intentara salir a Orendáin, en auxilio de la columna expedicionaria.
Expuse el nuevo plan a los principales jefes de la columna, y todos estuvieron de acuerdo con él, girando entonces las siguientes órdenes:
Al general Blanco, para que, dejando -en los lugares que ocupaban- la Brigada del general Buelna y el Regimiento del coronel Trujillo, emprendiera su avance con el resto de las fuerzas de la División de Caballería, haciéndolo lo más sigilosamente que fuera posible, para no ser sentido por el enemigo, y, pasando entre Guadalajara y Tlajomulco, amaneciera precisamente el día 6 sobre la vía del ferrocarril entre Castillo y La Capilla, al sur de Guadalajara, cortando desde luego las comunicaciones y amagando en seguida Guadalajara.
Al general Diéguez, para que con los Batallones 1°, 5°, 13°, 14°, 15°, 16° y 17° de Sonora y el 2° Regimiento de Sonora, al mando respectivamente de los tenientes coroneles Eugenio Martínez, Esteban B. Calderón, Pablo Quiroga, Juan José Ríos, Severiano A. Talamante, Fermín Carpio, Alfredo Murillo y del coronel Jesús Trujillo, y 4 ametralladoras al mando del capitán J. M. Aguirre, emprendiera su marcha al siguiente día, atravesando el extremo Oriente de la sierra de Tequila, hasta Amatitlán, siguiendo por el plan de la barranca, Acheo, y continuara de allí hasta amanecer precisamente el día 6 ocupando los cerros de La Venta, al sur de Orendáin, y atacando en seguida a la guarnición de La Venta, para cortar de su base de esta manera a la columna que permanecía acampada en Orendáin, y a la cual tratábamos de destruir.
Bajo mis órdenes directas quedaban losl generales Hill, Cabral y Buelna, así como la artillería de grueso calibre y cuatro ametralladoras, con cuyos elementos atacaría yo al enemigo cuando éste empeñara combate con las fuerzas del general Diéguez.
Al siguiente día mandé hacer un reconocimiento del enemigo por sobre los cerros de Tequila, al teniente coronel Serrano, jefe de mi Estado Mayor, con algunos oficiales de la misma corporación.
El mismo día, a las 12 m., el general Diéguez emprendió la marcha de acuerdo con las órdenes que le habían sido comunicadas, habiendo aprovisionado a sus soldados por cuatro días y dejando toda clase de impedimentas, por tener que seguir un camino accidentado y estrecho, que apenas permitía el paso de jinetes o infantes.
A las doce de la noche regresaron el teniente coronel Serrano y los oficiales de Estado Mayor que lo habían acompañado en la exploración, quienes habían logrado llegar a muy corta distancia del campamento enemigo, después de haber hecho una travesía atrevida por un terreno desconocido' y montañoso, y me informaron que habían podido observar que el enemigo permanecía un poco al Sur de Orendáin, sin que diera signos de hacer movimiento alguno de avance.
El día 4 ordené al general Buelna que avanzara con sus caballerías, hasta ocupar la hacienda El Refugio.
El día 5 me transladé yo a la citada hacienda, y continué por los cerros de nuestra izquierda, hasta reconocer personalmente al enemigo; en cuyo reconocimiento pude observar que los federales permanecían inactivos y, al parecer, sin darse cuenta de ninguno de los movimientos que se estaban ejecutando.
Este mismo día recibí parte del general Diéguez, fechado el día anterior, en que me comunicaba haber llegado a Amatitlán y tomado contacto con el general Julián Medina, quien se le había incorporado con sus fuerzas por la tarde del mismo día 4.
Al amanecer del día 6, los generales Blanco y Diéguez habían cumplido con toda fidelidad las órdenes que recibieron, y el enemigo, que estaba en Orendáin, al sentir cortada su retaguardia con el movimiento efectuado por el general Diéguez, hizo un rápido movimiento hasta tomar contacto y empeñar combate con las fuerzas de este jefe, que se habían posesionado de los cerros de La Venta, en tanto que una parte de las fuerzas del mismo general combatían, desde la madrugada, con la guarnición federal de La Venta, la que se defendía desesperadamente.
Ordené el rápido avance de mis tropas para emprender el ataque por la retaguardia, habiendo entorpecido nuestra marcha una fuerte lluvia, que nos azotó desde nuestra salida de El Refugio, hasta atravesar el puerto.
Con mi escolta logré llegar, antes de obscurecer, a La Puerta del Garbanzo, desde donde estuve reconociendo las posiciones del enemigo, el que seguía sosteniendo combate desesperado con el general Diéguez, y allí permanecí hasta que se incorporaron las demás fuerzas y la artillería.
El ataque sobre la retaguardia del enemigo lo emprendí a las doce de la noche, por asalto.
El combate se hizo desde luego muy reñido, y empezó a funcionar nuestra artillería con muy buen éxito.
Nuestros infantes, aprovechando la obscuridad de la noche, lograron, con pocas pérdidas, asaltar y posesionarse de las primeras trincheras, que eran las más ventajosas para el enemigo, continuándose la lucha sin tregua.
Cuando amaneció el día 7, nuestros soldados se habían posesionado ya de los principales cerros que el enemigo había defendido desesperadamente durante la noche, y cuyas posiciones permitían batir ventajosamente los trenes del enemigo, los que, en su mayor parte, tenían ya apagadas sus máquinas por falta de agua.
Esa misma mañana me transladé a las posiciones conquistadas por nuestros soldados durante la noche, e hice emplazar allí dos cañones de montaña, con los que abrimos fuego sobre los trenes, haciéndolo tan certeramente, que a poco empezaron a ser abandonados los convoyes por el enemigo, que en ellos había permanecido hasta entonces.
Poco a poco los esfuerzos del enemigo empezaron a ser inútiles, ya que no podía contener nuestro avance ni desalojar a las tropas del general Diéguez, para abrirse paso con rumbo a Guadalajara; y como a las 10 a. m., aproximadamente, tocaron dispersión, huyendo en desbandada sobre las sierras de los flancos.
Inmediatamente ordené que todas las columnas se formaran sobre el camino real y emprendieran la marcha, sin levantar el campo, en que quedaron abandonados todos los trenes y cañones del enemigo; considerando que era inútil hacer la persecución en un terreno tan quebrado y desconocido por nosotros, cuando estábamos en condiciones de, forzando la marcha, sin pérdida de tiempo, llegar hasta Guadalajara, adonde seguramente se dirigían las fuerzas federales dispersas, y allí podríamos hacer, con seguridad, su captura fácilmente.
A marcha forzada llegamos a La Venta, después de mediodía, y de allí continuamos hasta cerca de Zapopan, adonde llegamos cuando empezaba a obscurecer; habiendo de allí ordenado la contramarcha hasta los Pueblitos, donde nuestras tropas acamparon, tomando colocación sobre los caminos principales que convergen a Guadalajara, para no permitir que se incorporara a esta plaza ninguno de los grupos dispersos que, seguramente, intentarían penetrar en ella durante la noche.
La colocación de nuestras tropas en los caminos indicados tuvo el mejor resultado, pues durante toda la noche estuvieron batiendo en los contornos de Guadalajara a los dispersos, que intentaban incorporarse a la plaza, haciéndoles muchas bajas, especialmente prisioneros. El principal grupo disperso que intentó incorporarse a aquella plaza fue atacado por el 5° Batallón, a las órdenes del teniente coronel Calderón, cerca de Zapopan, donde se libró un reñido combate con fusilería y ametralladoras, hasta que los nuestros dispersaron por completo al núcleo citado.
Cuando amaneció, había batallones nuestros que tenían prisioneros federales en número mayor que su efectivo, y las armas, los cartuchos y, en general, toda clase de pertrechos, así como prendas de equipo, se recogían por doquier.
Al aclarar el día, ordené el avance sobre Guadalajara, y cuando lo iniciábamos, tuve conocimiento de que dicha plaza había siqo evacuada, al amanecer, por la guarnición federal, al mando del General de Ejército José María Mier, quien ya para salir de la ciudad, impuso un préstamo forzoso de medio millón de pesos a las instituciones bancarias de aquella capital, suma que se hizo pagar en billetes de Banco, la mayor parte, y en oro nacional, la mínima.
Tal noticia me hizo suponer que, probablemente, para aquella hora, estaría combatiendo el general Blanco con la columna federal que había evacuado Guadalajara, y para auxiliar oportunamente a Blanco, si era que necesitaba ser reforzado, ordené que se activara la marcha de mis fuerzas, las que a las 10 a. m. empezaron a entrar, victoriosas, por las primeras calles de Guadalajara, en medio del más desbordante entusiasmo de las clases populares.
Inmediatamente dispuse que se alistaran las fuerzas que deberían salir a reforzar al genera Blanco, y cuando éstas se encontraban saliendo de la ciudad, recibí un parte del general Blanco, procedente de Castillo, comunicándome que con sus fuerzas y las del coronel Estrada, que se le incorporaron, había sostenido un reñido combate con una columna federal de tres mil hombres, aproximadamente, y a las órdenes directas del general Mier, a la que logró destruir y ponerla en completa dispersión, capturándole 8 cañones y toda su impedimenta, inclusive algunos cofres cerrados, que al parecer contenían dinero, habiendo muerto en el combate el general Mier y muchos jefes y oficiales.
En vista de ese parte, suspendí el movimiento que se estaba efectuando con rumbo a Castillo, y a las 11 de la mañana, desde el Palacio de Gobierno, dirigí a usted el siguiente mensaje:
En estos momentos, 11 a. m., telegrafío a usted desde el Palacio de Gobierno de esta capital. Con desastre causado a la columna que salió a encontrarnos, y derrota infligida por fuerzas al mando del general Blanco, que destaqué desde Ameca a cortar las comunicaciones con México, los federales han tocado a dispersión, y son tenazmente perseguidos en su vergonzosa fuga. Creo que en tres días más tendremos cinco mil prisioneros, a juzgar por el número recogido hasta hoy. El número de muertos es incalculable, porque se ha luchado en una zona de 100 kilómetros, contra una enemigo mayor de 12,000 hombres.
Todavía en estOs momentos están siendo batidas las fracciones dispersas sobre la sierra.
Toda su artillería y demás pertrechos se encuentran diseminados en los distintos campos de combate.
No puedo estimar aún el número de nuestras bajas; pero puedo asegurar a usted que es muy reducido y sin que entre ellas figure ningún jefe. Nuestro Ejército, como siempre, supo ponerse a la altura de nuestra causa. Desbordante entusiasmo reina en esta ciudad. Felicito a usted respetuosamente.
El General en Jefe. Alvaro Obregón.
En los combates librados desde el día 6 hasta el 8, desde Orendáin hasta Castillo, se hicieron al enemigo más de 2,000 muertos, entre éstos 170 jefes y oficiales y el General en Jefe de la llamada División de Occidente; un crecido número de heridos y cerca de 5,000 prisioneros; capturando 16 cañones, 18 trenes V cerca de 40 locomotOras; más de 5,000 rifles, mucho parque, mulada de artillería, caballada y una considerable existencia de vestuario; bandas de música y medio millón de pesos, de los cuales fueron $15,000 en oro, y el resto en billetes de Banco, valores que contenían precisamente los cofres abandonados en Castillo por el enemigo.
Por nuestra parte, tuvimos que lamentar menos de 300 bajas, entre muertos V heridos.
Aunque las fuerzas federales derrotadas en esta vez no ascendían al número que nosotros suponíamos, basándonos en los infonnes que recibíamos, desde que entramos al Estado de Jalisco, sí sumaban 12,000 (doce mil) hombres las columnas destruidas en Orendáin y en Castillo, con 16 cañones de grueso calibre y un regular número de ametralladoras.
Me permito hacer notar que el buen éxitO alcanzado en las operaciones llevadas a cabo contra las fuerzas de la usurpación se debió, en gran parte, al valor y resistencia de nuestros soldados, de lo cual es prueba elocuente la atrevida y penosa travesía que tuvimos que hacer desde Tepic, por la Sierra Madre Occidental, en plena temporada de lluvias; y después, la jornada desde Orendáin hasta Guadalajara, la que consistió en el combate librado la noche del día 6, y que se prolongó hasta el día 7 a las 10 a. m., sin ninguna tregua ni descanso, prosiguiendo en marcha hasta las goteras de Guadalajara, o sea una distancia mayor de 40 kilómetros, donde apenas lograron nuestros soldados descansar dos horas, para continuar combatiendo toda la noche con los grandes grupos de dispersos que pretendían penetrar a la ciudad, y siguiendo, de allí, en formación, hasta en la tarde del día 8, hora en que quedaron nuestras fuerzas acuarteladas en Guadalajara, habiendo sido hasta entonces cuanda nuestras abnegadas tropas pudieron tomar descanso.
La marcha efectuada por las tropas del general Diéguez fue verdaderamente atrevida y eficaz, y el avance de nuestras caballerías fue sujeto también a las órdenes recibidas.
Así pues, el exacto cumplimiento de su programa por cada una de las tres columnas que tomaron parte en esta acción de armas fue factor importantísimo para el completo éxito alcanzado sobre el enemigo.
Cúmpleme consignar, en justicia, que las asociaciones de la Cruz Roja y de la Cruz Blanca de Guadalajara prestaron muy valiosos servicios en la curación de nuestros heridos.
En mi nombre, y en el del Cuerpo de Ejército del Noroeste, me honro en felicitar a usted, muy respetuosamente, por el triunfo de nuestras armas contra las de la usurpación, en este importante Estado que, desde hoy, queda completamente controlado por el Ejército Constitucionalista; aumentándose la significación de nuestra victoria por el hecho de que ha quedado copada la guarnición de Colima, así como porque, a consecuencia del mismo triunfo, quedan cortadas las principales vías de comunicación con el interior de la República, a las guarniciones embotelladas en Guaymas y en Mazatlán.
Renuevo a usted las seguridades de mi respetuosa subordinación y aprecio.
Constitución y Reformas.
México, D. F., 17 de agosto de 1914.
El General en Jefe. Álvaro Obregón.
Al C. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.
EMPRÉSTITO IMPUESTO EN EL ESTADO DE JALISCO
Inmediatamente después de la ocupación de la capital del Estado de Jalisco, se procedió a la reparación de las vías del ferrocarril al Sur y al Occidente; y mientras se llevaban a cabo estos trabajos, las tropas del Cuerpo de Ejército del Noroeste tomaban un descanso en la plaza; y mi Cuartel General, establecido en Guadalajara, atendía a múltiples asuntos, tanto del orden militar como del político, contándose, entre las principales disposiciones que allí dicté, la relativa a la imposición de un empréstito de cinco millones de pesos para atenciones de la guerra; disposición que fue dada con previo acuerdo de la Primera Jefatura, y que fue publicada en los siguientes términos:
Alvaro Obregón, General en Jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste, usando de las facultades extraordinarias de que me ha investido el C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, he tenido a bien expedir el siguiente:
DECRETO NÚMERO 1
Primero. En calidad de Contribución Especial Extraordinaria, sobre bienes inmuebles, capitales impuestos, giros mercantiles, industriales y empresas bancarias, se impone en el Estado de Jalisco, la cantidad de CINCO MILLONES DE PESOS, de los cuales la mitad se exhibirá desde luego en la Jefatura de Hacienda en esta ciudad, y la otra mitad en el plazo que señalará este Cuartel General.
Segundo. Esta contribución no será reversible en ningún caso, sobre otras personas que aquellas a quienes directamente se fije, a pesar de lo que en contratos celebrados anteriormente se determine en contrario.
Tercero. Las cantidades que se perciban serán devueltas al restablecimiento del orden constitucional en la República, en la manera y forma que determinen las leyes que entonces se expidan.
Cuarto. Para obtener la cantidad expresada, se hará derrame discrecional por este Cuartel General, que señalará a los contribuyentes la cuota que les corresponda, en la inteligencia de que una comisión que se nombrará al efecto, en vista de los datos que pueda tomar, hará cuotización definitiva, para que se devuelva a los contribuyentes que hayan dado mayor cantidad, la diferencia entre la cuota provisional y la definitiva.
Quinto. El capital en pequeño queda expresamente exceptuado de la Contribución Especial Extraordinaria, debiendo determinarse por este Cuartel General, qué ha de entenderse por capital en pequeño.
Sexto. Las penas en que incurran los causantes, si no entregan las cantidades que se fijen, así como los plazos en que han de entregarlas, y todos los detalles relativos a esta Contribución, se determinarán por el General en Jefe que subscribe, según corresponda en cada caso.
Por tanto, mando se imprima, circule y se le dé el debido cumplimiento.
Dado en el Cuartel General del Cuerpo de Ejército del Noroeste, en Guadalajara, Jal., a los catorce días del mes de julio de mil novecientos catorce.
El General en Jefe. Alvaro Obregón.
Me es satisfactorio consignar que fue magnífica la impresión que en Guadalajara causó la organización de nuestro Ejército, considerándosele en aquella ciudad como una garantía de orden y seguridad; y fue tan patente la confianza experimentada, que hubo instituciones, como el Banco de Jalisco, que reanudaran sus operaciones, con toda regularidad, al día siguiente de la ocupación de la plaza por nuestras fuerzas, no obstante que algunas de esas instituciones, inclusive el propio Banco de Jalisco, habían sido saqueadas por las fuerzas federales, cuando éstas evacuaban la plaza.
Todo el Estado de Jalisco manifestaba grandes simpatías hacia el Constitucionalismo, a excepción de uno que otro acaudalado fanático, y los miembros del clero, quienes hacían una solapada oposición, por cuantos medios estaban a su alcance, a la obra de la revolución, no omitiendo para ello ni procedimientos tan mezquinos y ridículos como el siguiente, que les fue plenamente descubierto: a los fanáticos, que aceptaban puestos públicos en el Gobierno que se estaba organizando, los frailes los amonestaban, exhortándolos a que se retractaran de la protesta que rindieran al tomar posesión de sus puestos -de adhesión al Plan de Guadalupe y defensa de las Leyes de Reforma- y confesaran su arrepentimiento por dicha protesta, otorgando juramento de no defender el Plan de Guadalupe ni las Leyes de Reforma ... Varios empleados que se habían colocado en la administración revolucionaria, y a quienes se les descubrió que figuraban entre los arrepentidos, fueron desde luego, vergonzosamente, destituidos de sus puestos.
Con objeto de Utilizar en compras de pertrechos y equipo los fondos capturados al general Mier en el combate de Castillo, y mientras se empezaba a colectar el empréstito impuesto a los capitalistas de Jalisco, el Cuartel General de mi cargo solicitó y obtuvo de la Primera Jefatura el acuerdo para hacer una nueva emisión de billetes, a fin de arbitrarnos recursos para el pago de haberes a la tropa y los demás gastos que se originaban.
Índice de Ocho mil kilómetros en campaña de Álvaro Obregón | CAPÍTULO III -Cuarta parte | CAPÍTULO III - Sexta parte | Biblioteca Virtual Antorcha |
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