Índice de Ocho mil kilómetros en campaña de Álvaro Obregón | CAPÍTULO III -Quinta parte | CAPÍTULO IV - Primera parte | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Ocho mil kilómetros en campaña
Álvaro Obregón
CAPÍTULO TERCERO
Sexta parte
OPERACIONES SOBRE COLIMA
Cuando las tropas hubieron tomado el necesario y merecido descanso, formé una columna de cerca de dos mil hombres, con las fuerzas del general Cabral, las del coronel Trujillo, las del teniente coronel Lino Morales, la guerrilla de J. Cortina y cien hombres de la escolta del Cuartel General, y con esta columna emprendí la marcha por ferrocarril rumbo a Colima y Manzanillo, llevando a la vanguardia un tren de reparaciones para expeditar la vía, reparando los desperfectos que en ella había causado el enemigo.
Antes de emprender la marcha, ordené al general Hill que al quedar reparados los primeros puentes al Sur de Guadalajara, emprendiera su avance con las tropas a su mando, por dicha línea, para activar las reparaciones y escoltar con su brigada los trabajos.
También comuniqué 6rdenes al general Blanco, para que destacara rumbo al Sur las fuerzas del general Sosa y del coronel Acosta, de la Divisi6n de Caballería, para que sirvieran de vanguardia y exploraci6n a los trenes de reparaci6n, que avanzaban componiendo la vía.
En la mañana del diecisiete, y después de dejar reparada la vía hasta Zapotiltic, me incorporé con mi columna a dicha plaza, habiendo sido allí informado de que los federales tenían sus primeros puestos avanzados sobre la vía del ferrocarril, adelante de Tuxpan, como a diez kil6metros de nosotros, y que tenían minados los grandes puentes de fierro y los túneles que hay entre Tuxpan y Colima.
Por esas noticias, consideré que sería inconveniente seguir avanzando por la vía del ferrocarril, puesto que al volar los federales el primer puente, nos dejarían incapacitados para seguir nuestra marcha, y al ser destruidas aquellas grandes obras, no podríamos siquiera intentar su reparaci6n, por no contar con ningunos materiales para acometer semejante empresa, en cuyo caso las comunicaciones del ferrocarril entre Guadalajara y Manzanillo no podrían restablecerse hasta después de seis u ocho meses de trabajo, con un costo enorme.
Tales consideraciones me obligaron a cambiar de ruta, devolviendo a Zapotlán nuestros trenes, y emprendiendo la marcha, pie a tierra, por el camino que atraviesa las famosas barrancas de Beltrán, Atenquique y El Muerto, por las estribaciones de los volcanes de Colima.
La jornada de este día, que se distinguió por lo penoso de la marcha, la rendimos en Platanal.
De allí reanudamos la marcha hasta Tonila, en cuyo lugar logramos entrar en comunicaci6n telegráfica con Guadalajara y los demás puntos de nuestra red, comenzando, allí mismo, a recibir los mensajes que para mi Cuartel General habían sido dados a la oficina de Guadalajara.
Entre los primeros mensajes recibidos, figuraba uno del general Salvador Alvarado, jefe de las operaciones en el sitio de Guaymas, en el cual me comunicaba que aquel puerto había sido evacuado, y que la columna federal, al mando del general Joaquín Téllez, embarcada en varios transportes, se había hecho a la mar con rumbo al Sur, saliendo los primeros barcos con fuerzas de aquella guarnici6n el día 17.
Esa misma noche recibí mensaje del general Iturbe, que continuaba como jefe de las fuerzas que tenían puesto el sitio a Mazatlán, comunicándome que el día anterior habían estado saliendo de aquel puerto, en el que hicieran escala, los primeros barcos de la columna de Téllez, con rumbo a Manzanillo.
Esas noticias me obligaron a precipitar las operaciones sobre Colima y Manzanillo, considerando que, de retardarlas, daría lugar a que desembarcara en Manzanillo la columna procedente de Guaymas, y probablemente lograra el enemigo reforzar Colima, hasta el punto de que no pudiera yo capturar dicha plaza con la columna que llevaba a mi mando.
En Colima había entonces una guarnición de poco menos de dos mil hombres, al mando del general Delgadillo, y la de Manzanillo era menor de doscientos hombres; y fue basado en esto, que la columna que yo formé para emprender las operaciones sobre dichas plazas, y a la que juzgaba bastante para obtener un éxito completo, era solamente de unos dos mil hombres; pero si Téllez desembarcaba en Manzanillo y reforzaba Colima con dos o tres mil de sus hombres, me pondría en condiciones de replegarme hasta Zapotiltic, y de allí pedir refuerzos a Guadalajara para iniciar de nuevo mi campaña al Occidente.
Al amanecer del siguiente día iniciamos nuestro avance sobre Colima, forzando la marcha, y a las nueve de la mañana, cuando ya habíamos salvado la mitad de la distancia, se me presentaron dos individuos, diciendo ser emisarios del general Delgadillo, para manifestarme, en nombre de dicho jefe, que deseaba suspendiera yo mi avance, para tratar la rendición de la plaza, por estar él dispuesto a entregarla.
Desde luego comprendí que la proposición de Delgadillo no era sino un ardid, con objeto de dar tiempo a recibir los refuerzos de Téllez o tomarse el necesario para embarcar sus tropas y replegarse con ellas a Manzanillo, dejándonos burlados. Ordené, pues, el arresto de los emisarios, manifestándoles que no entraría yo en tratados con el enemigo, y que era probable que, a esa hora, ya la columna de Trujillo, que desde la madrugada había hecho salir a colocarse al poniente de Colima, estuviera atacando la plaza.
Continuamos el avance, y cuando nos faltaban cinco o seis kilómetros para llegar a los suburbios de la ciudad, recibí parte del coronel Trujillo, informando que había sorprendido a la guarnición de Colima en los momentos en que trataba de embarcarse en la estación del ferrocarril, atacándola y logrando ponerla en completa dispersión, después de un combate de poca importancia, haciéndole muchos prisioneros y capturándole la mayor parte del armamento y municiones de éstos. El mismo parte daba cuenta de que, entre los prisioneros, se encontraba Darío Pizano, el que había ganado trágica celebridad por sus crímenes en Tepames, durante las postrimerías de la dictadura porfiriana.
A mediodía hicimos nuestra entrada en la ciudad de Colima, con las infanterías y la artillería, y desde luego ordené que se emprendieran las reparaciones de algunos ligeros daños que la vía del ferrocarril había sufrido al poniente, para continuar rumbo a Manzanillo.
Darío Pizano y algunos jefes y oficiales que con él cayeron prisioneros en poder de los nuestros, fueron pasados por las armas, conforme a la ley de 25 de enero.
OPERACIONES SOBRE MANZANILLO
A las cinco de la tarde de ese día salió el primer tren con dirección a Manzanillo, llevando cuadrillas y materiales de reparación, y en la noche quedó al corriente la comunicación telegráfica y también las vías de ferrocarril, entre Colima y Zapotiltic, con lo cual tuvimos restablecidas toda clase de comunicaciones hasta Guadalajara.
Los federales que estaban de puestos avanzados sobre los grandes puentes, entre Platanal y Tuxpan, y cuya vigilancia quedó burlada por nosotros, al hacer nuestro avance sobre Colima por la ruta que dejo indicada, se dispersaron, sin causar ningún daño en la vía, cuando se sintieron copados por la ocupación de Colima por nuestras fuerzas.
Esa misma noche recibí dos cañones de 80 mm., tipo poderoso, que, desde Tonila, había pedido urgentemente a Guadalajara, para el caso de que lográramos llegar a Manzanillo antes que la columna de Téllez, poder con ellos contrarrestar el fuego de los cañones de a bordo, de los barcos en que venía dicha columna, y evitar así su desembarco.
Al amanecer del día 20 salí con rumbo a Manzanillo, llevando en mi tren los citados dos cañones y una escolta de cien hombres, los que sumados a cuatrocientos que habían salido en el primer tren, el día anterior, hacían una fuerza total de quinientos hombres.
Las reparaciones se terminaron antes del mediodía, y como a las tres de la tarde llegamos a estación Campos, a seis kilómetros del puerto.
En el camino, poco antes de llegar a la estación de Campos, encontramos a un grupo de cuarenta federales, a los que logramos capturar, y éstos confesaron pertenecer a la columna de Téllez, que había empezado a desembarcar en Manzanillo por la mañana.
CONFERENCIA TELEFÓNICA CON EL JEFE FEDERAL DE MANZANILLO
Tan luego como llegué a estación Campos, pasé a la oficina telefónica de la estación y solicité comunicación con Manzanillo, llamando a la oficina del Comandante Militar de la Plaza, para hablar con él. En poco tiempo obtuve comunicación, y me contestó el general Calero, que fungía como jefe del Estado Mayor de Téllez, y con éste me identifiqué como jefe de las fuerzas revolucionarias frente al puerto, pidiéndole la rendición de éste. Calero me contestó que nada podía resolver antes de la llegada de Téllez, que era el General en Jefe, informándome que éste se incorporaría, probablemente, en la noche.
Durante la conferencia telefónica que sostuve con Calero, éste se manifestó muy inclinado a evitar el combate, encontrando conveniente la entrega de la plaza y la rendición de las fuerzas que la guarnecían; pero yo comprendí que Calero sólo trataba de ganar tiempo para que se incorporara el resto de la división de Téllez, la que tenía un efectivo de seis mil hombres aproximadamente, con treinta cañones.
De ahí que mi primera idea fue emprender el ataque y apoderamos del puerro, antes de que llegara el resto de las tropas federales, al mando de Téllez; pero luego hube de desistir, pues los datos obtenidos de los prisioneros concordaban todos en que las fuerzas ya desembarcadas en Manzanillo se acercaban a dos mil hombres, número cuatro veces superior a la fuerza que yo llevaba, aparte de que Manzanillo presenta muy buenas condiciones para su defensa, por lo que consideré aventurado empeñar un ataque.
Desistiendo de atacar Manzanillo, hice distribución de mis tropas en forma de cubrir perfectamente la única salida que tiene el puerro sobre estación Campos, y allí pasamos la noche, habiendo improvisado nuestros soldados sus atrincheramientos de arena.
El día siguiente se pasó sin novedad.
El día 22 tuve noticia de que Téllez se había incorporado ya a Manzanillo, y como aún el general Calero no me había dado contestación categórica a mi intimación de que rindiera la plaza, el día 23 dirigí al general Téllez una comunicación en el mismo sentido, obteniendo una contestación terminantemente negativa. Ese mismo día, por la tarde, y con objeto de descubrir las posiciones de Téllez, hice avanzar la máquina exploradora, que tenía al frente una plataforma con uno de nuestros cañones de grueso calibre, y abrimos fuego sobre Manzanillo cuando estuvimos a dos y medio kilómetros, teniendo que replegarnos hasta nuestra línea de defensa, por haber sido nuestro fuego contestado por tres baterías de las de Téllez. Esa misma tarde, los federales hicieron algunos esfuerzos para desalojamos de nuestras posiciones, atacándonos con bastante energía y siendo rechazados en todos sus intentos.
El mismo día 23 recibí de la Primera Jefarura la notificación de la huida de Huerta y la substitución de éste por el licenciado Carbajal, quien estaba dispuesto a entregar el poder a la revolución.
Para tomar una resolución conveniente, respecto de la situación que se nos presentaba frente a Manzanillo, con motivo del desembarco de la divisón de Téllez en aquel puerto, hice un estudio de aquella situación, con las siguientes consideraciones:
Un ataque sobre Manzanillo con los elementos que yo tenía allí sería un disparate.
Movilizar de Guadalajara seis o siete mil hombres, para igualar en fuerza al enemigo y emprender el ataque con éxito, sería entorpecer las operaciones sobre el centro, que eran, por todos conceptos, de más importancia.
Por otra parte:
La división de Téllez en Manzanillo no constituía una amenaza sobre el territorio conquistado por nosotros, pues aquellas tropas estaban de tal manera agotadas y desmoralizadas por sus fracasos en Guaymas, y por la penosa travesía que habían hecho, que seguramente Téllez no cometería la torpeza de intentar un avance por Colima y Guadalajara para llegar a la ciudad de México, adonde había sido llamado con urgencia.
En tales condiciones, Téllez se limitaría a permanecer en Manzanillo, dando a sus soldados el necesario descanso, para, de allí, reembarcarse a Salina Cruz y continuar por el ferrocarril del Istmo hasta tomar el ferrocarril Mexicano e incorporarse a la ciudad de México, ya que había llegado tarde para auxiliar a Colima, que fue el objeto de su desembarco en Manzanillo.
Dándome esa serie de consideraciones la seguridad de que Téllez no trataría sino de incorporarse a México por la vía que le ofreciera más facilidades,. y vista la inconveniencia de atacarlo en Manzanillo, juzgué que mis esfuerzos deberían encaminarse a llegar a la ex-capital antes que él, pues aunque su tropa no estaba muy moralizada, constituía una división con efectivo y elementos considerables, cuya incorporación a México alentaría mucho a la guarnición que había en aquella ciudad.
Siguiendo este plan, movilicé las fuerzas del general Cabral hasta estación Campos, y a este jefe le encomendé la vigilancia de Manzanillo, para que evitara la introducción de ganado, que seguramente intentarían hacer los federales para mejorar la crítica situación en que se encontraban en aquella plaza, por la escasez de víveres.
En la misma fecha (23 de julio), recibí un parte, comunicando que la expedición que había destacado de Culiacán sobre el distrito Sur de Baja California, al mando del teniente coronel Camilo Gastélum, y del prefecto Miguel L. Cornejo, había ocupado el puerto de La Paz, capturando a la guarnición federal que en él había, y adueñándose con este golpe de todo el Distrito.
REGRESO A COLIMA, NOMBRAMIENTO DE GOBERNADOR Y MARCHA A GUADALAJARA
En seguida me regresé a Colima, habiendo tenido antes conocimiento de que el general Téllez había ordenado el fusilamiento del capitán de fragata Agustín Rebatett, hecho prisionero al hundirse nuestro cañonero Tampico, fusilamiento que se llevó a cabo en Manzanillo, cuando Rebatett aún padecía de las heridas que recibiera en el último combate del Tampico con el Guerrero, de las que no había sanado, a causa de que los federales lo privaron de adecuadas atenciones médicas, en el tiempo que lo tuvieron prisionero.
Las noticias que se recibían de Sonora hacían infundir la sospecha de que, de un momento a otro, se rebelaría Maytorena contra el Constitucionalismo, y aun hacían suponer, fundadamente, que estuvieran de acuerdo con él las fuerzas que al mando del general Alvarado habían sostenido el sitio de Guaymas.
Tales noticias obligaban a tomar precauciones y, por mi parte, las tomé, ordenando al general Alvarado que inmediatamente movilizara dos mil o tres mil hombres al Sur, hasta incorporarse a mi columna en el centro de la República, al mando de los jefes que menos confianza le merecieran; y que, con esas fuerzas, remitiera todas las reservas de los cartuchos y la artillería, para dejar así a Maytorena incapacitado para llevar a cabo su rebelión, sin que se resintiera en aquella región ningún perjuicio por la salida de tales fuerzas, puesto que no era necesaria su permanencia allá, desde que los federales evacuaron el puerto de Guaymas.
En Colima nombré Gobernador interino, por acuerdo del C. Primer Jefe, al señor Eduardo Ruiz, quien posteriormente fue substituido en su puesto por el general Juan José Ríos; y el día 24 emprendí mi marcha a Guadalajara.
Al ocupar Guadalajara, pude cerciorarme de que el ex-Gobernador de Colima, J. Trinidad Alamillo, no era revolucionario ni general, ni tenía mando de tropas, por lo que empecé a considerarlo un elemento nocivo en nuestras filas. Posteriormente, cuando nuestras fuerzas ocuparon la plaza de Colima, fueron encontrados en los archivos de la oficina de telégrafos de aquella ciudad varios telegramas que habían sido dirigidos por Alamillo al usurpador Huerta, a raíz de los asesinatos de Madero y Pino Suárez, en los que hacía al asesino las más cordiales felicitaciones. En virtud de ello, ordené que Alamillo fuera consignado a un Tribunal, a fin de que respondiera de los cargos que resultaban en su contra.
El día 26 recibí en Guadalajara un parte, comunicando que las fuerzas de caballería destacadas al Sur, al mando del coronel Miguel M. Acosta, habían atacado y tomado La Piedad, plaza del Estado de Michoacán, sobre la vía a Irapuato, derrotando completamente a la guarnición que había en dicho lugar, compuesta de 100 federales, al mando de un capitán, y 200 voluntarios, al mando del cura y del jefe político del lugar, a los que nuestras fuerzas hicieron 23 muertos, 20 heridos y 14 prisioneros, recogiéndoles 70 armas en buen estado y 90 caballos ensillados; habiendo tenido, por nuestra parte, 11 muertos y 13 heridos. El resto de los huertistas que defendían la ciudad, según el parte mencionado, huyó en completo desorden, siendo perseguidos por nuestras fuerzas hasta Pénjamo, 48 kilómetros al Sur.
Por la noche del mismo día, recibí un recado del jefe de la oficina telegráfica de Guadalajara, diciéndome que había quedado al corriente la comunicación con la ciudad de México, y que habían llamado de aquella ciudad, comunicando que el licenciado Carbajal, substituto de Huerta, deseaba tener una conferencia telegráfica conmigo y que, al efecto, me suplicaba pasar a la oficina de Guadalajara.
No teniendo inconveniente en obsequiar los deseos de Carbajal, me transladé a la oficina telegráfica, y dije a este señor que estaba listo para conferenciar.
CONFERENCIA TELEGRÁFICA CON EL LIC. FRANCISCO CARBAJAL
El llamado Presidente dio principio a la conferencia con un correcto saludo, y a continuación me manifestó que habiendo salido Huerta del país, él (Carbajal) estaba dispuesto a entregar el Poder, y que para esto deseaba entenderse con los jefes de la revolución; agregando que creía conveniente que nosotros depusiéramos toda actitud hostil y suspendiéramos nuestras operaciones militares.
Correspondí a Carbajal su saludo, y le manifesté: que debía él dirigirse al C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, quien tenía la representación de la Revolución, y era el único capacitado para tratar aquel asunto, y que yo, entretanto, no suspendería mis operaciones, sino que, por el contrario, en dos días más emprendería mi marcha sobre la ciudad de México, adonde. esperaba llegar a mediados del siguiente mes; advirtiéndole que a él, como substituto de Huerta, lo haría personalmente responsable si los federales, en su huida, seguían destruyendo las vías del ferrocarril y del telégrafo.
Carbajal contestó lamentando el sesgo que iba tomando nuestra conferencia, y declarando que él nunca esperaba que yo le hablara en tales términos.
Di con ello por terminada la conferencia, y me retiré de la oficina.
ALARMAS EN COLIMA, Y AVANCE SOBRE EL ESTADO DE GUANAJUATO
En la misma fecha, recibí en Guadalajara un telegrama urgente del Gobernador de Colima, señor Eduardo Ruiz, pidiéndome refuerzos para aquel Estado; porque Cabral había sido rechazado por las fuerzas del general Téllez, obligándolo a replegarse hasta el río de Armerías; y en respuesta di a Ruiz instrucciones de comunicar a Cabral que no debía empeñar ningún combate, y que si Téllez emprendía un avance formal, evacuara la plaza de Colima, retrocediendo al Sur, y dándome parte oportunamente, para salir yo, personalmente, con fuerzas suficientes para batir a los federales que avanzaran.
Poco más tarde, recibí un telegrama del general Cabral, comunicándomé que había sido sorprendido por el enemigo y obligado a hacer una rápida retirada hasta el río de Armerías, abandonándole un tren con algunas impedimentas. Ratifiqué a Cabrallas órdenes que ya le había comunicado por conducto del Gobernador Ruiz, y quedé pendiente de lo que ocurriera por aquel rumbo para tomar las medidas que fueran Qecesarias; pero no volvió a ocurrir novedad, pues los federales siguieron reconcentrados en Manzanillo, sin intentar un avance sobre Colima.
El día 28 salí de Guadalajara hasta incorporarme a los campos de reparación, que estaban ya frente a La Piedad.
El día 30, estando mi Cuartel General en La Piedad, recibí un parte comunicando que las fuerzas del general Sosa y del coronel Acosta, que habían seguido avanzando al Sur, el día anterior atacaron y tomaron la plaza de Irapuato, derrotando completamente a los huertistas que la defendían, a los que se hicieron 16 muertos, muchos heridos y 60 prisioneros, persiguiendo a los restantes hasta estación Chico. Entre los muertos se encontraban el jefe político de Pénjamo y el cura de Irapuato, y entre los prisioneros, dos clérigos de la Orden de los Carmelitas, que también habían tomado las armas para hacer resistencia a nuestras fuerzas.
El parte agregaba que, después de tomar posesión de Irapuato nuestras fuerzas, el coronel Acosta había tenido conocimiento de que el general huertista Rómulo Cuéllar, que fungía como Gobernador y Comandante Militar del Estado de Guanajuato, salía de la capital del Estado en tres trenes con 1,600 hombres de infantería, rumbo a México; por lo cual se destacaron inmediatamente algunas fuerzas nuestras de Irapuato a cortar la vía del ferrocarril, con objeto de obligar al enemigo a abandonar sus trenes.
Nuevos partes del general Sosa y del coronel Acosta comunicaban que nuestras fuerzas habían cortado la vía, y que el enemigo, viéndose con ello obligado a abandonar sus trenes en estación Villalobos, emprendía la marcha, pie a tierra, hacia Celaya; pero los nuestros, que se dieron oportuna cuenta de este movimiento, salieron luego de Irapuato, en número de 1,400 hombres, al mando del general Sosa y del coronel Acosta, a batir a la columna federal, habiéndole dado alcance en la hacienda de Temascalco, donde el enemigo intentó hacer resistencia, librándose allí un reñido combate que se prolongó hasta las siete de la noche, hora en que los nuestros lograron derrotar completamente y poner en fuga a los federales.
Los partes relativos indicaban que, durante el combate en Temascalco, y la persecución hecha por nuestras fuerzas, los federales tUvieron como 200 muertos y 800 prisioneros, entre éstas 21 jefes y oficiales, habiéndoles captUrado más de un mil armas en buen estado y 30 caballos ensillados, pertenecientes a jefes y oficiales.
Nuestras fuerzas, al captUrar la plaza de Irapuato, se apoderaron de cinco trenes, abandonados allí por los federales al huir. También quedaron en poder de nuestras fuerzas los tres trenes abandonados en estación Villalobos por el general Cuéllar, así como un cañón, varias ametralladoras y regular cantidad de parque.
En la columna derrotada en Temascalco iban incorporados también los generales Fortino Dávila, Andrés Zubieta y Antonio Ramos Cadena.
El mismo día 31 quedó reparada la vía del ferrocarril hasta Irapuato, y el Cuartel General de mi cargo se incorporó a dicha ciudad.
En Irapuato tUve conocimiento de que el general Pablo González, Jefe del Cuerpo de Ejército del Noreste, se encontraba en Querétaro, por lo que decidí salir con destino a aquella ciudad, a efecto de conferenciar con el citado jefe sobre asuntos de la próxima campaña que habríamos de emprender para captUrar la ciudad de México.
La ciudad de Aguascalientes, capital del Estado del mismo nombre, había sido evacuada por las fuerzas federales desde que sintieron nuestro avance al Sur de Guadalajara.
MARCHA A QUERÉTARO Y CONFERENCIA TELEGRAFICA CON LA PRIMERA JEFATURA
El día 1° de agosto me incorporé a Querétaro, acompañado de mi Estado Mayor y de los generales Blanco y Buelna, llevando una pequeña escolta.
Desde luego me transladé al Cuartel General del general Pablo González y conferencié con él, pasando después a la oficina telegráfica, para celebrar una conferencia con el Primer Jefe, quien tenía su Cuartel General en Saltillo.
Nuestras fuerzas continuaban el avance, haciendo su movimiento por tierra las columnas de caballería, y en trenes la infantería y la artillería, sirviéndonos de los convoyes quitados al enemigo en la batalla de Orendáin y ocupación de Guadalajara. Los trenes avanzaban a medida que eran reparados los desperfectos causados en la vía por el enemigo.
El efectivo del Cuerpo de Ejército del Noroeste, que se movilizaba bajo mis órdenes inmediatas para atacar la capital de la República, ascendía a 18,000 hombres de las tres armas, contando en la artillería veinte cañones de grueso calibre y veintiocho ametralladoras; habiendo dejado tropas, de las tres armas también, guarneciendo los Estados de Jalisco y Colima, que habían sido recientemente controlados por nosotros. Pertenecían también al Cuerpo de Ejército del Noroeste las fuerzas que habían quedado guarneciendo los Estados de Sonora y Sinaloa y el Territorio de Tepic, así como las que se habían apoderado del Distrito Sur de Baja California.
De Querétaro dirigí un telegrama al C. Primer Jefe, prometiéndome suplicarle que marchara a incorporársenos, para que las operaciones sobre la capital de la República se desarrollaran bajo sus órdenes direCtas.
De Querétaro emprendimos el avance al Sur, habiéndonos incorporado a San Juan del Río el día 4, y de allí continuaron con toda actividad los trabajos de reconstrucción de los grandes tramos de vía, destruidos por los federales en su huida al Sur.
El día 17 llegué a estación Cazadero, y el mismo día nuestra vanguardia llegó a Tula.
Desde luego, comisioné al capitán 1° de mi Estado Mayor, Carlos T. Robinson, para que marchara al Sur de Tula, reparando la vía, con el capitán 2°, jefe de trenes militares, José Santos Franco.
EL GENERAL ITURBE INICIA SU ATAQUE SOBRE LA PLAZA DE MAZATLÁN
Ese día recibí un mensaje del general Iturbe,jefe de las fuerzas que sitiaban el puerto de Mazatlán, comunicándome que, al intentar los federales evacuar aquella plaza, había él emprendido el ataque sobre ellos, obligándolos a presentar combate, y que, con este motivo, desde el día 5 se combatía desesperadamente en los alrededores de Mazatlán, no teniendo, por nuestra parte, el peligro de un fracaso, si no era por la falta de parque, el que ya empezaba a escasear.
Tan luego como me hube enterado del mensaje del general Iturbe, dirigí un telegrama, con carácter de muy urgente, al general Salvador Alvarado -quien ya se había posesionado de Guaymas, con todas las fuerzas que habían sostenido el sitio de dicho puerto- ordenándole que, en trenes especiales y con la mayor rapidez posible, movilizara a Mazatlán dos mil hombres, con todas las reservas de parque que tenía, y la artillería con toda la existencia de granadas para la misma.
Al general Iturbe transcribí la orden comunicada a Alvarado, a fin de que estuviera pendiente de la llegada de los refuerzos de tropas y municiones.
Las órdenes transmitidas a Sonora al general Alvarado tenían un doble objeto:
Primero: reforzar a nuestras tropas, que atacaban Mazatlán, asegurando con ello aún más el éxito; y, segundo, retirar de Sonora algunas tropas, con la artillería y todas las reservas de cartuchos, restando así tan poderosos elementos a Maytorena, cuya defección se esperaba ya de un momento a otro, puesto que él no ocultaba su criminal labor. Por otra parte, ya no tenía caso conservar aquellos elementos de combate en Sonora, desde que el puerto de Guaymas fue evacuado por los federales.
COMUNICACIÓN AL LIC. FRANCISCO CARBAJAL E INCORPORACIÓN A TEOLOYUCAN DE LA VANGUARDIA
El día 8, mi Cuartel General se incorporó a estación Salto, a 60 kilómetros de la ciudad de México, y de allí dirigí la siguiente comunicación al licenciado Francisco Carbajal, quien había quedado en México substituyendo a Huerta:
Habiéndome incorporado a esta estación con el Cuerpo de Ejército que es a mis órdenes, y estando para llegar la División del Noreste, que comanda el C. general Pablo González, he querido dirigir a usted la presente comunicación antes de emprender el ataque sobre sus avanzadas, pidiéndole que declare de una manera concreta la actitud que asume como jefe de las fuerzas huertistas que guarnecen esa ciudad; si está dispuesto a rendir la plaza o a defenderla.
En este último caso, he de agradecer a usted se sirva notificar a todos los extranjeros residentes en esa, que deben abandonar la población, a fin de evitar posteriores reclamaciones.
Suplico a usted acusar recibo de la presente y mandar expedir salvoconducto al oficial portador de la misma, para que no sea molestado en su regreso.
Hago a usted presente mi consideración.
Constitución y Reformas.
Cuartel General en estación Salto, Hgo., agosto 8 de 1914.
El General en Jefe. Alvaro Obregón.
Al C. Lic. Francisco Carbajal, México, D. F.
El día 9, nuestra vanguardia, al mando del coronel Miguel M. Acosta, se incorporaba a Teoloyucan.
Este mismo día, quedaban terminadas las reparaciones de las líneas del ferrocarril y del telégrafo hasta Teoloyucan, y emprendí yo mi marcha, con las tropas que estaban reconcentradas en Tula.
Las fuerzas federales estaban posesionadas de Cuautitlán y Barrientos, y tenían sus avanzadas cerca de Teoloyucan.
En igual fecha, recibí un mensaje del capitán 1° Lorenzo Muñoz, de mi Estado Mayor, depositado en Teoloyucan, anunciándome, en nombre del general federal Angel García Conde, que de México venía una comisión hacia mis campamentos, y que suplicaba se impartiera garantías a los miembros que la formaban, para que pudieran llegar y tratar conmigo el asunto que se les había confiado.
Para entonces, había sido nombrado representante del Gobierno Revolucionario, en la Ciudad de México, el señor ingeniero Alfredo Robles Domínguez, y el Lic. Carbajal había expedido nombramiento de Gobernador del Distrito Federal en favor del señor Eduardo Iturbide.
COMUNICACIÓN DEL ING. ALFREDO ROBLES DOMINGUEZ
El día 10, recibí comunicación firmada por el ingeniero Robles Domínguez, informándome que los jefes federales de la guarnición de México estaban dispuestos a entregar la plaza, y anunciándome, además, que pasarían él y el señor Eduardo Iturbide a conferenciar conmigo sobre ese punto, así como agregaba también que algunos diplomáticos extranjeros le habían manifestado sus deseos de acompañarlos a mi campamento, esperando éstos contar con mi anuencia para hacer su visita.
Mi contestación por escrito, al señor ingeniero Robles Domínguez, fue como sigue:
Por la atenta comunicación de usted, fechada ayer, me ha sido grato enterarme del satisfactorio resultado obtenido por las gestiones de usted, para lograr la entrega de esa plaza; pues aunque las diversas Divisiones con que habríamos de atacar la capital cuentan con elementos más que sobrados para capturarla por la fuerza, es plausible ahorrar un nuevo derramamiento de sangre a la Patria.
Tendré positiva satisfacción de ver a usted en este campamento; y espero, como se sirve anunciármelo, que vendrá acompañado de algunos miembros del Cuerpo Diplomático y del señor Iturbide, que funge como Gobernador del Distrito Federal.
Puede usted asegurar que el Cuerpo Diplomático, como el señor Iturbide, serán objeto de toda clase de consideraciones, y al efecto, mandaré a nuestros puestos avanzados una comisión de oficiales de mi Estado Mayor, que se encargará de recibir a ustedes y acompañarlos hasta este Cuartel General.
Para la mayor oportunidad, ruego a usted se sirva noticiarme la hora de su salida de ésa y la probable de su arribo a nuestras avanzadas.
Reitero a usted, con toda estimación, las seguridades de mi distinguida consideración.
Constitución y Reformas.
Cuartel General en Teoloyucan. Agosto 10 de 1914.
El General en Jefe. Alvaro Obregón.
Al C. Ingeniero Alfredo Robles Domínguez, representante del Cuartel General Constitucionalista.
México, D. F.
RECONCENTRACIÓN DE FUERZAS EN TEOLOYUCAN, TRAICIÓN DE MAYTORENA, PARTE OFICIAL DE LA OCUPACIÓN DE MAZATLAN
El general de División Pablo González, Jefe del Cuerpo de Ejército del Noreste, tenía establecido también, en Teoloyucan, su Cuartel General y estaba haciendo, en aquel lugar, la reconcentración de las fuerzas del citado Cuerpo de Ejército, que habían emprendido su avance de Querétaro, para tomar parte, con ellas, en las operaciones que creíamos haber tenido que desarrollar, para capturar la capital de la República.
El día 11 recibí un parte de la ciudad de Alamos, Son., comunicándome la sublevación de las fuerzas del teniente coronel Ramón Gómez, quien se había posesionado del pueblo de Navojoa, desconociendo la autoridad de la Primera Jefatura del Ejército ConstitUcionalista y reconociendo como único jefe al gobernador Maytorena, del Estado de Sonora.
El mismo día recibí telegrama del general Iturbe, fechado en Mazatlán el día 9, diciendo:
Hónrome comunicar a usted haber tomado posesión de esta plaza (Mazatlán), después de cinco días de combate, habiendo hecho al enemigo trescientos muertos, más de quinientos heridos, trescientos prisioneros y capturando muchas armas y parque.
Entre prisioneros, un coronel y diez oficiales que, conforme con ]a ley de 25 de enero, fueron pasados por las armas.
Ya daré a usted detalles.
Sigo recogiendo dispersos.
Resto enemigo embarcóse.
Felicito a usted, en nombre de la brigada que me congratulo en comandar, por este nuevo triunfo.
(Firmado.) General Ramón F. Iturbe.
Débese hacer observar que la toma de Mazatlán se llevó a cabo solamente con las fuerzas con que el general Iturbe había sostenido el sitio de dicho puerto, en virtud de que no llegó el refuerzo ordenado al general Salvador Alvarado, por los motivos que este jefe expuso al general Iturbe, y que aparecen consignados en el parte detallado que Iturbe rindió con fecha 11 de septiembre, y el cual se inserta más adelante.
LLEGADA AL CAMPAMENTO DE TEOLOYUCAN DEL ING. ROBLES DOMINGUEZ, EDUARDO ITURBIDE Y ALGUNOS REPRESENTANTES DEL CUERPO DIPLOMÁTICO
En la mañana del citado día 11 de agosto se presentaron en mi campamento el señor Alfredo Rohles Domínguez y el señor Eduardo Iturbide, acompañados de algunos miembros del Cuerpo Diplomático, y procedentes de México, con objeto de tratar lo relativo a la ocupación de la capital por nuestras fuerzas.
Por la noche de aquella misma fecha, se incorporó a Teoloyucan el C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, con su Estado Mayor y su Escolta Especial, reforzada con el 4° Batallón de Sonora que desde aquel Estado venía incorporado a ella.
Como habíase confirmado ya la rebelión de Maytorena, y como conociera yo que el pretexto con que éste quería justificar su traición consistía en que, según él, el coronel Plutarco Elías Calles seguía una actitUd hostil contra su Gobierno, creí conveniente, para destruir todo pretexto, nombrar Comandante Militar del Estado de Sonora a un jefe amigo de Maytorena, y en quien se pudiera tener absoluta confianza, para que, llegado el momento, si Maytorena insistía en su rebelión, subordinara su amistad a los intereses de la Revolución y lo batiera como rebelde. El nombramiento recayó en el general Benjamín G. Hill, y por la orden del día del Cuartel General del Cuerpo de Ejército del Noroeste, comunicada en Teoloyucan el día 12, se dio la siguiente disposición:
El C. General en Jefe, con fecha de hoy, ha tenido a bien disponer que el C. general Benjamín G. Hill pase al Estado de Sonora como Comandante Militar del mismo, debiendo tomar el mando de todas las fuerzas que guarnecen dicho Estado, dejando el mando de su columna al C. coronel Miguel V. Laveaga, quien desde luego se hará cargo de ella.
Maytorena, al consumar su traición desconociendo a la Primera JefatUra, ordenó, con fecha 9 de agosto, la aprehensión del general Salvador Alvarado y de algunos jefes y oficiales subordinados a éste, entre los que se contaban el mayor Roberto Cruz, los capitanes segundos Plácido G. Moreno, Paulino Quiroz, Manuel Moreno, Belarminio Salazar, José Muñoz; el teniente Manuel Hurtado y el teniente Luis Valdés, e hizo, al mismo tiempo, aprehender en distintos lugares del Estado a muchas personas del elemento civil simpatizador de la Revolución, a quienes, por su adhesión al Primer Jefe, consideró Maytorena contrarios a su traición.
Entre los principales civiles aprehendidos figuraron: En Cócorit, región del Yaqui, el señor Antonio Cruz, Prefecto Político del Distrito; el ingeniero Ramón D. Cruz, y los señores Clodoveo Valenzuela Cruz, Jesús A. Salazar, Juan Alvarez, Joaquín Alvarez, José Ma. Torres y Feliciano Inzunza; en Navojoa, región del Mayo, el presidente municipal José Juan Rosas, y los señores Benjamín Almada y Quintín Rosas; y en Hermosillo, los señores Miguel R. Romo, Rodolfo Garduño, Miguel Fontes, Flavio A. Bórquez, doctor Alfredo Caturegli, Miguel Breceda e ingeniero Fregoso.
Al mismo tiempo que eran reducidas a prisión esas personas de notoria filiación revolucionaria, Maytorena procedía a poner en libenad e incorporar en sus filas a más de dos mil prisioneros federales que estaban recluidos en la Penitenciaría de Hermosillo, y que eran los que habíamos capturado en la campaña de Sonora, Sinaloa y Tepic, entre los que figuraban el general Solares y más de ciento cincuenta jefes y oficiales, a quienes Maytorena reconoció sus grados con que habían militado en las filas de Huerta, y les dio cabida en las fuerzas desleales que lo habían secundado.
Una honrosa excepción la constituyó el coronel Moreno, ex-federal, a quien había hecho yo prisionero al tomar la plaza de Cananea, pues éste se negó terminantemente a aceptar los ofrecimientos de Maytorena, prefiriendo continuar en la prisión.
Maytorena removió los empleados del telégrafo y de otras oficinas públicas en el Estado, colocando en su lugar a los empleados que habían servido en Guaymas al huertismo, hasta que el puerto fue evacuado por los federales.
Simultáneamente, con el nombramiento que hice en favor del general Benjamín G. Hill para Comandante Militar del Estado de Sonora, ordené al coronel Calles que procurara replegarse al Norte, sin presentar batalla a Maytorena, mientras que se incorporaba el general Hill, para agotar así los medios pacíficos y evidenciar más a Maytorena como traidor.
El mismo día 12 el C. Primer Jefe me autorizó verbalmente para que tratara, en definitiva, la rendición de la guarnición federal y ocupación de la plaza de México por el Cuerpo de Ejército del Noroeste, y al siguiente día me dirigió la comunicación que se copia a continuación:
ACTAS Y TRATADOS DE RENDICIÓN DE LA CIUDAD DE MÉXICO Y DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL
Además de las facultades que con esta fecha ha dado a usted esta Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista, que es a mi cargo, para los arreglos respecto a la evacuación de la ciudad de México y rendición a esta Primera Jefatura, de las fuerzas federales, tengo a bien autorizarlo para que reciba la autoridad política de la ciudad de México, de las personas que hubieren quedado encargadas de ella, a efecto de resguardar el orden en la capital, dictando las medidas que crea oportunas a ese mismo fin.
Asimismo, autorizo a usted para que nombre el Comandante Militar de la ciudad de México.
Lo que comunico a usted para su cumplimiento, reiterándole las seguridades de mi atenta y distinguida consideración.
Constitución y Reformas.
Cuartel General en Teoloyucan, Mex., agosto 13 de 1914.
El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.
Venustiano Carranza.
Al C. General de División Alvaro Obregón, Jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste.
Presente.
Ese día, y con la autorización de la Primera. Jefatura, me transladé a nuestros puestos avanzados, entre Teoloyucan y Cuautitlán, y allí reunidos: el señor Eduardo Iturbide, Gobernador del Distrito Federal; el señor general Gustavo A. Salas, en representación del Ejército Federal, y debidamente autorizado por el Ministro de Guerra, señor General Refugio Velasco; el Vicealmirante Othón P. Blanco, en representación de la Armada Nacional, y yo en representación del Ejército Constitucionalista, levantamos y firmamos dos actas; la primera, por el señor Iturbide, como Gobernador del Distrito Federal y por mí, como Representante del Gobierno y Ejército Constitucionalista, cuyo texto se copia a continuación:
Como consecuencia de la partida del señor licenciado don Francisco S. Carbajal, que fue hasta anoche el depositario interino del Poder Ejecutivo de la República, he asumido la autoridad, con mi carácter de Gobernador del Distrito Federal y Jefe de la Policía.
Es mi deber principal procurar a todo trance que no se altere el orden de la ciudad y que todos sus pobladores gocen de tranquilidad y garantías.
Para el logro de tales fines, he pactado solemnemente con el señor General en Jefe del Cuerpo de Ejército Constifucionalista del Noroeste, don Alvaro Obregón, debidamente autorizado por quienes corresponde, para la ocupación de la capital por las fuerzas de su mando, las bases que en seguida se puntualizan:
1° La entrada de dichas fuerzas en la ciudad de México se llevará a cabo tan luego como se hayan retirado (conforme vayan retirándose) los federales, al punto de común acuerdo, fijado entre el señor don José Refugio Velasco, General en Jefe del Ejército Federal, y el señor general don Alvaro Obregón.
2° Una vez ocupada la plaza, haré entrega de todos los Cuerpos de Policía, quienes desde luego quedarán al servicio de las nuevas autoridades y gozarán de toda clase de garantías.
3° El Ejército al mando del General Obregón consumará la entrada en la ciudad de México en perfecto orden, y los habitantes de la misma no serán molestados en ningún sentido.
El señor General Obregón se ha servido ofrecer, además, que castigará con la mayor energía a cualquier soldado o individuo civil que allane o maltrate cualquier domicilio, y advertirá al pueblo, en su oportunidad, que ningún militar podrá permitirse, sin autorizaci6n expresa del General en Jefe, solicitar ni obtener nada de lo que sea de la pertenencia de particulares.
Leída que fue la presente acta y siendo de conformidad para ambas partes, firmamos, quedando comprometidos a cumplir las condiciones pactadas.
En las avanzadas de Teoloyucan, el día trece de agosto de mil novecientos catorce.
(Firmado.) Eduardo Iturbide.
General Alvaro Obregón.
La segunda acta, firmada por el general Gustavo A. Salas en representación del Ejército Federal; por el Vicealmirante Othón P. Blanco, en representación de la Armada Nacional, y por mí, en representación del Gobierno y del Ejército Constitucionalista, en la cual se hizo constar la evacuación de la plaza de México por el Ejército Federal y la disolución y desarme del mismo, firmándola también el general Lucio Blanco que me había acompañado en las conferencias, fue como en seguida se reproduce:
Condiciones en que se verificará la evacuación de la plaza de México por el Ejército Federal y la disolución del mismo:
I. Las tropas dejarán la plaza de México, distribuyéndose en las poblaciones a lo largo del ferrocarril de México a Puebla, en grupos no mayores de cinco mil hombres. No llevarán artillería ni municiones de reserva. Para el efecto de su desarme, el nuevo Gobierno mandará representantes que reciban el armamento.
II. Las guarniciones de Manzanillo, Córdoba, Jalapa y Jefaturas de Armas de Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán, serán disueltas y desarmadas en esos mismos lugares.
III. Conforme vayan retirándose las tropas federales, las constitucionalistas ocuparán las posiciones desocupadas por aquéllas.
IV. Las tropas federales que guarnecen las poblaciones de San Ángel, Tlálpam, Xochimilco y demás, frente a los zapatistas, serán desarmadas en los lugares que ocupan, tan luego como las fuerzas constitucionalistas las releven.
V. Durante su marcha, las tropas federales no serán hostilizadas por las constitucionalistas.
VI. El jefe del Gobierno nombrará las personas que se encarguen de los Gobiernos de los Estados con guarnición federal, para los efectos de la recepción del armamento.
VII. Los establecimientos y oficinas militares continuarán a cargo de empleados que entregarán, a quien se nombre, por medio de inventarios.
VIII. Los militares que por cualquier motivo no puedan marchar con la guarnición, gozarán de toda clase de garantías, de acuerdo con las leyes en vigor, y quedarán en las mismas condiciones que las estipuladas en la cláusula décima.
IX. El general Obregón ofrece, en representación de los jefes constitucionalistas, proporcionar a los soldados los medios de llegar a sus hogares.
X. Los generales, jefes y oficiales del ejército y de la armada, quedarán a disposición del Primer Jefe de las fuerzas constitucionalistas, quien, a la entrada a la Capital, queda investido con el carácter de Presidente Provisional de la República.
XI. Los buques de guerra que se encuentran en el Pacífico, se concentrarán en Manzanillo, y los del Golfo en Puerto México, donde quedarán a disposición del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, quien, como se ha dicho, a la entrada a la Capital queda investido con el carácter de Presidente Provisional de la República.
Por lo que respecta a las demás dependencias de la Armada en ambos litorales, como en el Territorio de Quintana Roo, quedarán en sus respectivos lugares, para recibir iguales instrucciones del mismo Primer Funcionario.
Sobre el camino nacional de Cuautitlán a Teoloyucan, a trece de agosto de 1914.
(Firmado.) Por el Ejército Constitucionalista: General Alvaro Obregón - Lucio Blanco.
Por el Ejército Federal: G. A. Salas.
Por la Armada Nacional: Vicealmirante O. P. Blanco.
Ese mismo día nombré una comisión compuesta de los capitanes primeros Jesús M. Garza y Aarón Sáenz y teniente Adolfo Cienfuegos y Camus, de mi Estado Mayor, con los capitanes de artillería Jesús M. Aguirre y Domingo J. López, para que se trasladara a la ciudad de México a recoger la artillería, municiones y demás pertrechos que debería dejar el Ejército Federal, de conformidad con los tratados, y oficialmente di aviso de ello al general J. Refugio Velasco, quien por su carácter de Ministro de Guerra, era considerado como Jefe Supremo del Ejército Federal, pidiéndole, a la vez, una orden para desarmar las fuerzas que, al mando del general Joaquín Téllez, estaban en Manzanillo, y para recoger los pertrechos que este Jefe tenía. En respuesta recibí la siguiente comunicación:
Un membrete que dice: Ejército Federal.
General en Jefe.
Y un sello al margen:
Estado Mayor General del Ejército.
Sección Cuarta.
Refiriéndome al atento oficio de usted, número 1765, de fecha de hoy, en el que pide el envío de la orden para el desarme de las fuerzas del general Téllez en Manzanillo, así como para que haga entrega de la artillería, municiones y demás pertrechos que actualmente tiene, le manifiesto que dicha orden, que deberá ser transmitida a aquel jefe por la línea telegráfica, es la siguiente:
A los Jefes de Cuerpo de Ejército, Comandantes Militares, Comandantes de las Armas y Jefes de Armas:
Para no seguir ensangrentando a la Patria y que el Ejército no aparezca como una rémora para el restablecimiento de la paz que traerá el engrandecimiento de la Nación y garantizará la integridad de nuestro suelo, se ha pactado entre el subscripto, en su carácter de Comandante en Jefe del Ejército Federal, y el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, el siguiente convenio:
Condiciones en que se verificará la evacuación de la plaza de México por el Ejército Federal y la disolución del mismo:
I. Las tropas dejarán la plaza de México, distribuyéndose en las poblaciones a lo largo del ferrocarril de México a Puebla, en grupos no mayores de cinco mil hombres. No llevarán artillería ni municiones de reserva. Para el efecto de su desarme, el nuevo Gobierno mandará representantes que reciban el armamento.
II. Las guarniciones de Manzanillo, Córdoba, Jalapa y Jefaturas de Armas de Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán, serán disueltas y desarmadas en esos mismos lugares.
III. Conforme vayan retirándose las tropas federales, las 'constitucionalistas ocuparán las posiciones desocupadas por aquéllas.
IV. Las tropas federales que guarnecen las poblaciones de San Ángel, Tlálpam, Xochimilco y demás, frente a los zapatistas, serán desarmadas en los lugares que ocupan, tan luego como las fuerzas constitucionalistas las releven.
V. Durante su marcha, las tropas federales no serán hostilizadas por las Constitucionalistas.
VI. El Jefe del Gobierno nombrará las personas que se encarguen de los Gobiernos de los Estados con guarnición federal, para los efectos de la recepción del armamento.
VII. Los establecimientos y oficinas militares, continuarán a cargo de empleados que entregarán a quien se nombre, por medio de inventarios.
VIII. Los militares que, por cualquier motivo, no puedan marchar con la guarnición, gozarán de toda clase de garantías, de acuerdo con las leyes en vigor, y quedarán en las mismas condiciones que las estipuladas en la cláusula décima.
IX. El General Obregón ofrece, en representación de los Jefes Constitucionalistas, proporcionar a los soldados los medios de llegar a sus hogares.
X. Los Generales, Jefes y Oficiales del Ejército y de la Armada quedarán a disposición del Primer Jefe de las Fuerzas Constitucionalistas, quien a la entrada a la Capital queda investido con el carácter de Presidente Provisional de la República.
XI. Los buques de guerra que se encuentran en el Pacífico, se concentrarán en Manzanillo; y los del Golfo, en Puerto México, donde quedarán a disposición del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, quien, tomo se ha dicho, a la entrada a la Capital, queda investido con el carácter de Presidente Provisional de la República.
Por lo que respecta a las demás dependencias de la Armada, en ambos litorales, como en el Territorio de Quintana Roo, quedarán en sus respectivos lugares, para recibir iguales instrucciones del mismo Primer Funcionario.
Sobre el camino nacional de Cuautitlán a Teoloyucan, a trece de agosto de mil novecientos catorce.
Por el Ejército Constitucionalista: General Alvaro Obregón - Lucio Blanco.
Por el Ejército Federal: G. A. Salas.
Por la Armada Nacional: Vicealmirante O. P. Blanco.
Lo transcribo a usted para que tome todas aquellas medidas conducentes, en vista de las disposiciones que se derivan de las estipulaciones preinsertas; en el concepto de que oportunamente se le comunicarán instrucciones para el licenciamiento de las fuerzas.
J. R. Velasco. Rúbrica.
Protesto a usted mi atenta consideración.
Libertad y Constitución.
México, 14 de agosto de 1914.
(Firmado.) El General Comandante del Ejército Federal, J. R. Velasco.
Al C. General Alvaro Obregón, Jefe del Cuerpo del Ejército Constitucionalista del Noroeste, Teoloyucan.
La comisión de oficiales de mi Estado Mayor fue caballerosamente recibida y atendida en México por el señor general Velasco, quien nombró a los oficiales federales Julián Castillo y Alejandro Peza, para hacer la entrega de la artillería y demás pertrechos de guerra existentes en la capital.
Ese mismo día, y atendiendo superiores órdenes de la Primera Jefatura, emprendí el avance hacia México con el Cuerpo de Ejército de mi mando, acampando en Cuautitlán en la noche.
Las reparaciones de la vía estaban terminadas ya hasta dicho lugar.
Inmediatamente que llegamos a Cuautitlán, hice comunicar la siguiente:
ORDEN GENERAL DE LA COMANDANCIA DEL CUERPO DE EJÉRCITO DEL NOROESTE, DEL 14 AL 15 DE AGOSTO DE 1914
Oficial de Guardia para hoy en este Cuartel General, teniente de infantería Rafael Villagrán, y para mañana el capitán 1° de la misma arma, Lorenzo Muñoz.
Jefe de Día para hoy, teniente coronel de infantería Alfredo Murillo, jefe del 17° Batallón Regular de Sonora, con dos capitanes y dos tenientes y la escolta correspondiente, del mismo Cuerpo. Para mañana, el que se nombre.
Dispone el C. General en Jefe que la División de Caballería, que es a las órdenes del C. General de Brigada Lucio Blanco, marche desde luego a relevar las fuerzas ex-federales, que guarnecen las poblaciones de Tlálpam, Xochimilco, San Angel, Coyoacán y demás pueblos al sur de la capital, recogiendo a las tropas federales el armamento, municiones y demas pertrechos.
La División de Infantería y Secciones de Artillería avanzarán en los trenes militares que ocupan las columnas, al mando del general Juan G. Cabral y coronel Miguel V. Laveaga; e igualmente los Batallones 15° y 17° de Sonora, que comandan, respectivamente, los tenientes coroneles Severiano A. Talamattte y Alfredo Murillo; el Primer Regimiento de Artillería de grueso calibre, a las órdenes del teniente coronel del arma, Juan Mérigo; el primer Regimiento de Ametralladoras, comandado por el teniente coronel de artillería, Maximiliano Kloss, hasta incorporarse a estación Tlalnepantla, donde se desembarcarán, formándose en el siguiente orden: Extrema Vanguardia: Escolta del C. General Francisco Cosío Robelo. Vanguardia: Escolta de este Cuartel General. Seguirá el C. General en Jefe con su Estado Mayor y la Banda del Cuartel General, y en seguida la columna de infantería, que comanda el C. General de Brigada Juan G. Cabral; el primer Regimiento de Ametralladoras; la columna de infantería, que comanda el C. Coronel Miguel V. Laveaga; primer Regimiento de Artillería y 17° Batallón de Sonora. Cubrirá la retaguardia el 15° Batallón de Sonora.
A la cabeza de cada Cuerpo deberán marchar sus respectivas bandas de música.
La columna seguirá la siguiente ruta: De estación Tlalnepantla, marchará por la Calzada de los Gallos y calzada de la Verónica, hasta el Paseo de la Reforma, continuando por la avenida Juárez y avenida San Francisco, hasta hacer alto frente al Palacio Nacional, debiendo quedar la cabeza de la columna frente a la puerta principal del citado edificio. De ese lugar, cuando se ordene, los Cuerpos desfilarán a ocupar los cuarteles que se les hayan designado.
Se comunica a la División para su conocimiento y cumplimiento.
D. O. S. Serrano.
Comunicada. Ramírez.
Para esa fecha, se habían incorporado ya a la columna parte de las fuerzas que había dejado frente a Manzanillo, al mando del general Cabral.
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