Índice de Ocho mil kilómetros en campaña de Álvaro Obregón | CAPÍTULO III -Sexta parte | CAPÍTULO IV - Segunda parte | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Ocho mil kilómetros en campaña
Álvaro Obregón
CAPÍTULO CUARTO
Primera parte
ENTRADA TRIUNFAL A LA CAPITAL DE LA REPúBLICA DEL CUERPO DE EJÉRCITO DEL NOROESTE
Al siguiente día, 15 de agosto de 1914, el Cuerpo de Ejército del Noroeste hacía su entrada triunfal en la ciudad de México, quedando consumada la disolución del Ejército Federal y la victoria de las armas constitucionalistas.
El entusiasmo demostrado por las clases populares a nuestra llegada a la capital, alcanzó su máximo, habiendo tenido nuestra columna que emplear más de tres horas en desfilar desde el Monumento de la Independencia hasta el Palacio Nacional, frente a la plaza de la Constitución que es una distancia de tres kilómetros aproximadamente, debido a la aglomeración de gente, que entorpecía completamente nuestra marcha.
La guarnición federal de la Capital de México se componía de 30,000 (treinta mil) hombres de las tres armas; y los Cuerpos de Policía tenían un contingente de 3,000 hombres, haciendo un total de fuerzas de 33,000 hombres, con pertrechos suficientes para haber combatido treinta días.
En seguida de haber tomado posesión de la ciudad de México, hice distribuir profusamente unas hojas impresas con el siguiente texto:
Habiendo sido designado por el ciudadano Primer Jefe del Ejército Constitucionalista para ocupar con la División de mi mando esta ciudad, en donde, como en todas partes, se dará toda clase de garantías, hago un llamamiento al público para que colabore con nosotros, observando la correcta actitud que le corresponde, a fin de que el orden no sea alterado.
Tengo plena confianza en la cultura de este pueblo, para garantizar que no se registrará desorden alguno, ya que por parte de las fuerzas de mi mando esas garantías están aseguradas por sus antecedentes de organización y disciplina.
Cuartel General del Ejército Constitucionalista, agosto 15 de 1914.
El General en Jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste. Alvaro Obregón.
PENA DE MUERTE PARA LOS TRASTORNADORES
Para la mejor garantía del orden, al ser ocupada la ciudad de México por las fuerzas de mi mando, he tenido a bien disponer:
Primero. Será pasado por las armas, sin más trámite que la identificación del responsable, todo aquel que, en cualquiera forma, trate de alterar el orden público, cometiendo atropellos, robos u otros actos delictuosos.
Segundo. La misma pena sufrirá el jefe u oficial que, apartándose de sus deberes, permita que sus subalternos cometan actos atentatorios, cualquiera que sea su naturaleza.
Tercero. Estando dispuesto este Cuartel General a impartir toda clase de seguridades y garantías, se suplica a la persona que tenga que exponer alguna queja se sirva dar cuenta a este mismo Cuartel General, inmediatamente que se registre el acto que la motive.
Cuarto. Se prohibe expresamente la venta de bebidas alcohólicas, por el tiempo que lo considere necesario este Cuartel General; y los expendios de esa clase deberán permanecer cerrados al público hasta nueva orden. Los infractores serán castigados con todo rigor.
Cuartel General del Ejército Constitucionalista, agosto 15 de 1914.
El General en Jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste. Alvaro Obregón.
El día 16, después de haber establecido todos los servicios en la ciudad, comisioné al teniente coronel Joaquín V. Cazarín para que saliera por la vía del Ferrocarril Mexicano, con cinco oficiales y una escolta de cien hombres, y procediera a desarmar a todas las tropas federales, que estaban ya tendidas a lo largo de la vía hasta Puebla, a excepción de la brigada Salas, que estaba acampada en Tepéxpam, y para cuyo desarme fue comisionado el capitán 1° Lorenzo Muñoz, de mi Estado Mayor.
Al teniente coronel Cazarín se le incorporó un pagador con cien mil pesos para que, de esta cantidad, procediera a dar desde cinco hasta diez pesos a cada soldado licenciado, fijándose la cantidad según el trayecto que cada uno tuviera que hacer para llegar al punto donde habría de residir. La ministración de dinero sería aparte de los pasajes de segunda clase, que eran proporcionados a los soldados para que hicieran su viaje a los lugares de su residencia, por ferrocarril, y por cuenta dél Gobierno Constitucionalista.
Desde que la Capital fue ocupada por el Cuerpo de Ejército a mis órdenes, en mi Cuartel General se recibían partes de todos los jefes constitucionalistas que operaban en el Sur, y a éstos les eran transmitidas las órdenes convenientes, dando cuenta de todo ello a la Primera Jefatura, establecida en Tlalnepantla.
En México, comisioné al teniente coronel Juan Mérigo para que reconcentrara en la Ciudadela la artillería que había quedado en los distintos cuarteles del arma, al ser evacuada la plaza por los federales.
Al general Máximo Rojas se le ordenó que recogiera el armamento de la guarnición de Tlaxcala, que estaba al mando del comandante federal Cruz Guerrero.
El día 17 se comunicó, por la orden del día, la siguiente disposición:
VISITA A LA TUMBA DEL SEÑOR MADERO Y CONFERENCIA CON EL PRIMER JEFE EN TLALNEPANTLA
Con objeto de honrar la memoria del mártir Madero, el C. General en Jefe ha tenido a bien disponer que una representación de este Cuerpo de Ejército pase mañana al Panteón Francés, partiendo de frente al Palacio Nacional, a las 10 a. m., y que se formará como sigue: General en Jefe, acompañado de su Estado Mayor; escolta del Cuartel General; representantes de las diversas columnas y cuerpos que integran esta División; sección de artillería, que hará la salva; 9° Batallón de Sonora, de la columna de infantería, al mando del general Juan G. Cabral.
Al llegar frente a la tumba del señor Madero, y una vez que haya hecho alto la columna, el C. coronel José J. Obregón pronunciará, en nombre del Cuerpo de Ejército del Noroeste, el discurso alusivo, y terminado éste, el C. General en Jefe depositará sobre la tumba una corona ofrecida por el mismo Cuerpo de Ejército que comanda, e incontinenti, la artillería hará 21 disparos. La banda del Cuartel General tocará, durante este acto, el Himno Nacional. Acto continuo, tomarán la palabra algunos oficiales del Estado Mayor del General en Jefe y los jefes que desearen hacerla, en representación de sus respectivas columnas o cuerpos. Al efecto, se hace cordial invitación a todos los Cc. Comandantes de las columnas y cuerpos, para que envíen sus representantes a este acto, que debe ser de interés para todo el Cuerpo de Ejército que revista la mayor solemnidad. Los Cc. generales, jefes, oficiales y soldados, deberán llevar un pequeño moño negro en el brazo izquierdo.
Este acto sencillo y solemne terminó a las 2.30 de la tarde, habiendo asistido a él un número de personas difícil de apreciar; pero puede asegurarse que fue una de las manifestaciones que en la Capital han contado con mayor concurrencia.
Desde nuestra entrada a la Capital, el Cuartel General del Cuerpo de Ejército del Noroeste había quedado instalado en la casa número 27 del Paseo de la Reforma.
El día 18 me transladé a Tlalnepantla, en automóvil, a conferenciar con el Primer Jefe.
Durante la conferencia, supliqué al señor Carranza me permitiera marchar a Chihuahua, después de que él hiciera su entrada en la Capital, para conferenciar personalmente con el general Villa, quien había estado guardando una actitud sospechosa y marcadamente hostil a la Primera Jefatura, y, segÚn telegramas dirigidos al coronel Calles, apoyaba la traición consumada por Maytorena.
El Primer Jefe puso algunas objeciones para hacerme desistir de mi propósito, manifestando que, en su concepto, Villa no acataría ya ninguna influencia, y que en un período más o menos corto, acabaría por rebelarse, desconociendo a la Primera Jefatura.
Insistí en mi idea diciendo al Jefe que tenía yo un deseo íntimo de conocer personalmente a Villa, y que alimentaba la esperanza de que, dadas las relaciones que habíamos sostenido él y yo durante la revolución, por correspondencia, lograría cambiar su actitud hacia la Primera Jefatura, y que conviniera en acompañarme a Sonora para tratar, de común acuerdo, la solución de las dificultades entre Calles y Maytorena, haciendo que éste desistiera de su traición.
Finalmente, el Jefe accedió a mi petición, y dirigió un telegrama al general Villa, en que le anunciaba mi próximo viaje, y a la vez lo comisionaba para que, en mi compañía, pasara a Sonora al arreglo de las dificultdes surgidas en aquel Estado. Sin embargo, el Primer Jefe me ratificó su opinión de que ya nada bueno podía esperarse de Villa y sus consejeros.
El mismo día regresé a la Capital, continuando nuestra labor de desarme del ejército federal y de reconcentración de los pertrechos recogidos en las distintas plazas en que se habían licenciado ya las fuerzas.
El día 19, a primera hora, me transladé a Tlalnepantla para hacer compañía al C. Primer Jefe a su entrada en la Capital.
La entrada del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista en la capital de la República se efectuó el 20 de agosto de 1914, cinco días después de haber sido ocupada dicha plaza por el Cuerpo de Ejército del Noroeste.
La muestras de simpatía que las clases populares de la ciudad de México dieron al señor Carranza a su entrada a la Capital, fueron la prueba más elocuente del prestigio que el Gobierno de la Revolución había ganado entre las clases que habían logrado vivir, sufriendo vejaciones y privaciones, pero desligadas del Gobierno de la usurpación.
VIAJE A CHIHUAHUA Y CONFERENCIAS CON VILLA
El día 21, a las once de la noche, partí en tren especial con destino a Chihuahua, acompañado de mi Estado Mayor y una escolta de 15 hombres; habiendo dejado, como jefe de la división de infantería y de los cuerpos de artillería, al comandante Militar de la Plaza, general Juan G. Cabral.
El viaje se hizo sin contratiempo alguno, habiendo llegado a Chihuahua el día 24, después del mediodía.
En la estación, fuimos recibidos por el general Villa, en persona, y algunos de sus generales, de los que recuerdo a Raúl Madero, Manuel Chao y José Rodríguez.
Una brigada de infantería formaba valla desde la estación del ferrocarril hasta la casa particular del general Villa, en donde se me había preparado alojamiento, por orden de él mismo.
Cuando Villa y yo hubimos entrado en conversáción, no tardé en descubrir su esfuerzo por conocer la impresión que yo tuviera, con respecto a la personalidad del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, y el marcado deseo de halagar mi vanidad, con atenciones que él, seguramente, estaba poco acostumbrado a guardar.
Por la tarde, cuando hubimos quedado solos, empezó a hacerme preguntas sobre la situación en la capital; de la impresión que había causado en México la entrada del señor Carranza; de la cantidad de pertrechos recogidos a los federales; de las bases en que se había llevado a cabo la rendición de México, etc., sin poder ocultar la desagradable impresión que le causaban mis informes.
Después de conversar algún rato, me dijo:
-Mira, compañerito: si hubieras venido con tropa, nos hubiéramos dado muchos balazos; pero como vienes solo, no tienes por qué desconfiar; Francisco Villa no será un traidor. Los destinos de la Patria están en tus manos y las mías; unidos los dos, en menos que la minuta dominaremos al país, y como yo soy un hombre oscuro, tú serás el Presidente.
Mi situación se había hecho difícil, y me concretaba a decirle:
-La lucha ha terminado ya; no debemos pensar más en guerras. En las próximas elecciones triunfará el hombre que cuente con mayores simpatías.
Yo procuraba hablar lo menos posible y escuchar a Villa, porque comprendí que aquello era lo conveniente, en vista de que Villa es un hombre que controla muy poco sus nervios; y así fue que, sin. esfuerzo, pude descubrir que si yo llegaba a despertar en él alguna sospecha, mi comisión rodaría por tierra, juntamente con mi cabeza.
Los miembros de mi Estado Mayor, entre los que se contaban el entonces teniente coronel Francisco R. Serrano, el mayor Julio Madero, hermano del general villista Raúl del mismo apellido; los capitanes Robinson, Villagrán y Muñoz, habían logrado improvisar buena amistad con algunos de los principales jefes de Villa; y el mayor Madero había logrado llevar al ánimo de su hermano Raúl la idea de que era indispensable una buena inteligencia entre los jefes de la División del NorteCuerpo de Ejército del Noroeste, así como hacer algunas aclaraciones sobre la sitUación de Sonora.
El siguiente día lo pasamos reunidos en la casa del general Madero, conversando amigablemente y cambiando mutuas impresiones.
Yo había logrado darme cuenta de que Villa estaba completamente desorientado, y que sobre su ignorancia pesaban influencias que nosotros difícilmente podríamos contrarrestar.
En los momentos de retraimiento que este jefe tenía, demostraba un amplio espíritu de conciliación, y renegaba de los políticos, como llamaba él a los intelectuales que lo asesoraban, entre los que se contaban como principales el licenciado Miguel Díaz Lombardo y el general ex-federal Felipe Ángeles.
MARCHA A NOGALES Y CONFERENCIAS CON MAYTORENA
Habiendo convenido Villa en aceptar la comisión de la Primera Jefatura, nos transladamos a Sonora, saliendo por Ciudad Juárez, y llegando a Nogales, Ariz., a las once de la noche del día 28.
Fungía como secretario particular de Villa el señor Luis Aguirre Benavides, cuya honorabilidad no tardé en notar durante mi estancia en Chihuahua, pues se me hizo notoria la constante labor que hacía en el ánimo de Villa para evitar la ruptura dé aquél con la Primera Jefatura, y su continuado esfuerzo por alejar de Villa las influencias de Ángeles, Díaz Lombardo y Urbina.
Durante el trayecto entre Chihuahua y Nogales, convencí yo a Villa de que debería pasar yo a Nogales, Sonora, y tener una explicación con Maytorena, en presencia de él y los principales jefes de aquel Gobernador, que lo eran entonces Urbalejo y Acosta.
El día 29 Villa pasó a Nogales, Son., habiendo sido recibido con toda clase de agasajos.
Yo había recibido cartas y telegramas de distintos lugares y de distintos amigos y parientes, exhortándome a no pasar a Nogales, Son:, porque ellos creían que allí encontraría yo la muerte.
A las dos de la tarde, acompañado de Villa y de su secretario particular, señor Luis Aguirre Benavides, pasé la línea internacional y me dirigí a la casa del gobernador Maytorena.
Una vez en ella, pasamos a un saloncito, donde se encontraba Maytorena, acompañado del licenciado Castillo Brito. Supliqué a Maytorena que hiciera pasar a los coroneles Urbalejo y Acosta, que habían sido antiguos jefes subalternos míos, y que habían militado siempre a mis órdenes, perteneciendo al Cuerpo de Ejército del Noroeste.
Cuando Urbalejo y Acosta entraron al salón y hubieron tomado asiento, dije yo al señor Maytorena:
-Suplico a usted, que aquí, en presencia del señor general Villa y estos otros señores (señalando con la mano a los demás reunidos allí), se sirva hacerme todos los cargos que tenga en mi contra, usted, como gobernador del Estado.
Maytorena guardó silencio, y entonces me permití interrogar a los jefes Urbalejo y Acosta en los siguientes términos:
-Díganme ustedes si alguna vez recibieron de mí alguna insinuación encaminada a desconocer al señor Maytorena como gobernador, o siquiera a hostilizarle.
Los dos contestaron simultáneamente:
-¡Nunca!
-Digan ustedes si alguna vez les expresé la necesidad que teníamos de sostener y apoyar al señor Maytorena, por ser él Gobernador Constitucional del Estado.
Ellos contestaron:
- ¡Siempre!
Entonces me dirigí a Maytorena y le dije:
-Dígame usted, señor Maytorena, si tiene en su poder todos los archivos de las oficinas telegráficas del Estado.
Maytorena contestó:
-Sí, señor.
InsistÍ con la siguiente pregunta:
-Dígame ustéd si han encontrado en los archivos de las oficinas telegráficas algÚn telegrama finnado por mí, que constituyera alguna orden o indicación de hostilidad para su persona o para su Gobierno.
Maytorena contestó:
-No hemos encontrado ninguno.
Dirigí a Maytorena una tercera pregunta, en sentido de si había encontrado algunos telegramas firmados por mí y dirigidos a los jefes subalternos, encareciéndoles mesura y respeto para él, como autoridad constitucional del Estado.
Maytorena contestó que sí había encontrado varios telegramas en aquel sentido.
Entonces le supliqué me explicara cómo era que me llamaba traidor, si no tenía ningún cargo en mi contra.
Maytorena permaneció callado; y entonces Villa, terciando en la conversación, se dirigió a Maytorena, diciéndole:
-Conteste, señor Gobernador.
Maytorena repuso:
-Yo tengo la costumbre de no poder contestar luego las preguntas que se me hacen.
Villa, a pesar de su rudeza, se dio cuenta exacta de la torpeza de Maytorena, y de la falta de base en que éste pudiera apoyar su traición.
Yo, considerando que era muy fácil evidenciar a Maytorena, más de lo que ya estaba, le dije:
-Yo tengo en Urbalejo y en Acosta la misma confianza que usted tiene en ellos, y estoy dispuesto a nombrar Comandante Militar del Estado a cualquiera de los dos, siempre que me reconozcan como Jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste y declaren estar dispuestos a obedecer mis órdenes.
Como Maytorena no diera signo de asentimiento a mi proposición, le dije:
-Estoy dispuesto a nombrado a usted comandante Militar del Estado, siempre que me reconozca como Jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste, y quede incorporado al mismo Cuerpo de Ejército, con las fuerzas que se encuentran en el Estado.
Villa entonces insinuó a Maytorena:
-Si no se arreglan, será porque usted no quiera ... ¡Con las proposiciones que le está haciendo Obregón!
Maytorena, viéndose acosado, tuvo que aceptar, y levantamos en seguida una carta, la que íntegra se copia a continuación:
En la ciudad de Nogales, Sonora, a los veintinueve días del mes de agosto de 1914, presentes los Cc. Generales Alvaro Obregón y Francisco Villa, comisionados por el señor don Venustiano Carranza para solucionar pacíficamente las dificultades que han surgido entre el Gobernador Constitucional del Estado y el coronel Plutarco Elías Calles, con motivo de los atentados cometidos a la soberanía del referido Estado de Sonora; presente también el señor Gobernador José María Maytorena, han llegado a los siguientes acuerdos, con los que creen queda a salvo la soberanía del Estado y el honor y dignidad de cada uno de ellos:
I. Las fuerzas que se encuentran a las órdenes de los coroneles Urbalejo y Acosta, quienes firman al calce, en señal de confonnidad, reconocen como Jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste al señor general Alvaro Obregón, al cual han pertenecido hasta la fecha.
II. El señor general Alvaro Obregón, en su carácter de Jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste, y como comisionado especial del señor Carranza, nombra jefe accidental de las fuerzas que se hallan en el Estado de Sonora, al Gobernador constitucional José María Maytorena, en el concepto de que continuará al mando de ellas hasta que quede establecido un Gobierno constitucional en la República.
III. Las fuerzas que se encuentran en Cananea, Naco, Agua Prieta y otros puntos del Estado, al mando del coronel Plutarco Elías Calles, serán incorporadas a las fuerzas que estarán al mando del Gobernador constitucional, don José María Maytorena.
IV. Los empleados del Timbre, de Correos, de Aduanas, de Telégrafos y demás oficinas federales, serán nombrados con el carácter de interinos por los señores general Alvaro Obregón y don José María Maytorena, gestionando ante la Secretaría de Hacienda la ratificación de dichos nombramientos.
Y en prueba de conformidad firman la presente, comprometiéndose a cumplir fielmente lo que en ella se estipula y que consideran consolidará la paz de una manera sólida y definitiva en este Estado de Sonora.
General Alvaro Obregón.
General Francisco Villa.
José Ma. Maytorena.
A ruego del coronel Francisco Urbalejo, L. Aguirre Benavides. Coronel José Ma. A costa. Rúbricas.
Yo ni por un momento llegué a suponer que las dificultades habían quedado solucionadas con nombrar Comandante Militar del Estado de Sonora a Maytorena; pero sí creí que podría evidenciarlo, al darle órdenes que se resistiría a cumplir, y lo cual me autorizaría para destituirlo del mando, y con esto, unido a los incidentes de nuestra entrevista del día 29, acabaría de convencer a Villa de que todos los pretextos invocados por Maytorena para justificar su traición quedaban desvanecidos.
Esa misma noche, advertido Maytorena por sus consejeros, licenciados Rosado y Castillo Brito, del fracaso que había tenido en las conferencias de la tarde, al aceptar el nombramiento de Comandante Militar de Sonora, con lo que de hecho reconocía la autoridad de la Primera JefatUra, porque yo se lo había extendido en representación de aquélla, hizo circular una hoja virulenta, llena de insultos personales para mí, en las ciudades de Nogales, Ariz., y Nogales, Son.
El texto de la hoja es el siguiente:
ENÉRGICA PROTESTA
El pueblo es soberano. Ha sonado la hora de que el pueblo hable y manifieste sus sentimientos. El pueblo es el sostén de los gobiernos, y hay que darle al pueblo lo que es del pueblo. El pueblo puede y debe obrar como gobierno; pero el pueblo tiene sus sentimientos, y es libre para manifestarlos espontáneamente, por medio de reuniones democráticas. Dentro del orden y de la moral, tenemos derecho para congregarnos, expresando ante la faz del mundo lo que sentimos.
Al pueblo de Sonora se le ha ultrajado, se le ha escarnecido, y uno de los principales causantes de este ultraje y de aquel escarnecimiento es y ha sido Alvaro Obregón.
Se ha pretendido violar la soberanía del Estado, y uno de estos violadores es Alvaro Obregón.
Se ha desterrado del territorio nacional a honrados constitucionalistas, obligándoles a comer el amargo pan del destierro y el inspirador y autor de estos atropellos es Alvaro Obregón. El mismo que hoy se pasea cínicamente en las calles de este lugar, haciendo alarde, en lujosos trenes y automóviles, y como desafiando a los ciudadanos, heridos en sus más caros sentimientos de honradez y patriotismo.
Por eso protestamos con todas las veras de nuestra alma, con toda la energía de que somos capaces, contra la libre entrada de Obregón y sus incondicionales aduladores a Sonora.
Cuando un hombre quiere atropellar al pueblo en sus derechos y despojar de su investidura al legítimo gobernante, merece se le arroje en la cara el escupitajo del desprecio. Ese hombre es Alvaro Obregón.
Ayer tributamos un acto de justicia, recibiendo con regocijo al héroe de cien batallas, al ameritado general Francisco Villa, y hoy, obrando también justamente, manifestamos nuestros sentimientos de antipatía y de desprecio a los causantes de las desgracias y atentados al orden constitucional en Sonora.
Obregón, Alvarado, Calles, Gómez, Guerrero y otros muchos de menor importancia, son los autores de grandes crímenes contra la soberanía del Estado, y de crímenes del orden penal, que deben castigarse, pues la ley ha de ser efectiva para los malvados y los bandidos, porque así lo pide el pueblo y así lo pide el ejército, que sostiene la soberanía del Estado de Sonora, y pueblo y ejército están sobre todas las consideraciones personales y del orden político. Que no se pisotee la ley, ni se burlen del pueblo y del ejército los canallas altaneros.
Nosotros, ciudadanos sonorenses, en uso de nuestros derechos democráticos, levantamos la voz de protesta contra la entrada libre de Obregón y los suyos a Sonora, y la libertad del criminal Salvador Alvarado, pues de lo contrario, se nos tacharía de cobardes, y el pueblo de Sonora no es cobarde; sabe cumplir con su deber.
El pueblo es soberano, y por mil títulos, digno de que se le oiga, para eso derrama su sangre en aras de sus ideales, imitando al mártir, don Francisco I. Madero.
Alvaro Obregón y los suyos son hijos espurios de Sonora, son parricidas, que cual otro Nerón, quisieron abrir el vientre de su madre Patria, desgarrando su seno, y no son dignos de vivir entre nosotros.
¡Sonorenses!: ¿Permitiremos que nos sigan insultando y vivan entre nosotros los que han atentado contra la soberanía del Estado? Si tal cosa permitiéramos, las tumbas frías de nuestros antepasados se abrirían solas, dando paso a nuestros padres para maldecirnos.
Sonorenses: ¡Viva el Estado Libre y Soberano de Sonora, libre de asesinos y traidores! ¡Viva su Gobernador Constitucionalista! ¡Viva el Ejército del Pueblo Soberano!
Nogales, Son., agosto 30 de 1914.
Varios sonorenses.
Inmediatamente que llegó a mi conocimiento la actitud de Maytorena, ordené su destitución de la Comandancia Militar del Estado, comunicándosele oficialmente a él y comunicándolo también al general Villa, quien se mostró muy indignado al conocer el texto de la hoja.
En vista de aquella regresión de Maytorena a su actitud abiertamente hostil, Villa y yo tomamos un nuevo acuerdo, y lo hicimos constar a continuación de la acta levantada el día anterior, calzándolo con nuestras firmas. Dicho acuerdo fue el siguiente:
CONSIDERANDO: Como posteriormente se cometieron, por los partidarios del señor Maytorena, manifestaciones hostiles y actos ultrajantes para el Jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste; considerándose con esto un ataque al principio de disciplina, que venía a violar lo estipulado, de común acuerdo, los suscriptos, resolvimos dar por terminadas las gestiones y dejar sin efecto lo que antes se había pactado; retirándosele, por el general Obregón al Gobernador señor Maytorena, el nombramiento que a su favor había expedido, de Comandante Militar del Estado de Sonora. y para buscar una nueva forma de solución al conflicto y dar tiempo a obrar sobre mayor abundamiento de datos, reservándonoss a un definitivo acuerdo en que los suscriptos solucionaríamos de una manera terminante la situación, giramos al señor Gobernador Maytorena y al señor Coronel Elías Calles la siguiente.
Orden de suspensión de hostilidades
Los suscriptos, con el doble carácter de jefes de los Cuerpos de Ejército del Norte y del Noroeste de la República, y comisionados del señor Venustiano Carranza para arreglar las dificultades surgidas en el Estado de Sonora, convencidos de que elementos malsanos y antipatriotas están poniendo toda clase de obstáculos para realizar la paz, y no deseando, por otra parte, que fracasen los arreglos que se han tenido, y vuelva a encenderse la lucha, han resuelto lo siguiente:
I. Las fuerzas que se encuentran actualmente al mando del Gobernador D. José María Maytorena, continuarán a sus órdenés.
II. Las fuerzas que estaban al mando del coronel Plutarco Elías Calles, pasarán a depender del general Benjamín G. Hill.
III. Ambas fuerzas deberán permanecer en los lugares que actualmente ocupan, sin que se hostilicen en ninguna forma unas a otras.
IV. Si cualquiera de los jefes expresados violare la prevención comprendida en la cláusula anterior, será atacado simultáneamente por las fuerzas de los Cuerpos de Ejército del Norte y Noroeste, hasta someterlo al orden, siendo personalmente responsable de los daños que se causen.
V. Los servicios ferrocarrilero y telegráfico deberán ser restablecidos en el Estado, a la mayor brevedad posible, para el servicio público.
Lo que tenemos el honor de poner en conocimiento de usted para su conocimiento y fines consiguientes.
Constitución y Reformas.
Nogales, Son., agosto 30 de 1914.
El General en Jefe del Cuerpo de Ejército del Norte.
Francisco Villa.
El General en Jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste.
Álvaro Obregón.
Rúbricas.
Después de dar por terminadas las gestiones en Nogales, y haber ordenado la suspensión de hostilidades, para estudiar una forma más eficaz de poner término a las dificultades surgidas en Sonora, acordamos, Villa y yo, resolver en definitiva sobre la comisión que el Primer Jefe nos había confiado.
De Nogales salimos el día 31 rumbo a Chihuahua.
En Villa se había experimentado un cambio tan completo, con motivo de los hechos que presenció durante nuestra estancia en Nogales, que ingenuamente confesaba haber sido engañado por Angeles y Maytorena, y acerca de este último, opinaba que era un buen hombre, pero que se dejaba manejar fácilmente por el grupo de zánganos que lo rodeaba; agregando que ninguna solución era posible mientras Maytorena estuviera en el Gobierno, y que se hacía indispensable separarlo de su puesto.
Sobre la base de la separación de Maytorena del Gobierno de Sonora, empezamos a considerar un nuevo acuerdo, habiendo llegado, en conclusión, a formular y firmar el convenio que a continuación se copia íntegro:
BASES PARA LOS CAMBIOS QUE DEBEN EFECTUARSE EN SONORA
I. El Gobernador señor José María Maytorena dejará el Gobierno, de aquel Estado, substituyéndolo el C. general Juan G. Cabral, quien se hará cargo de él y de la Comandancia Militar del mismo Estado.
II. Las tropas que han estado bajo las órdenes del C. coronel Plutarco Elías Calles se movilizarán al Estado de Chihuahua, acampándose en el lugar que se estime más conveniente, hasta que el Comandante Militar del Estado de Sonora juzgue oportuna su reincorporación al Estado.
III. Todos los grupos de individuos que voluntariamente se han presentado a ofrecer sus servicios para combatir al Gobernador Maytorena, desde la fecha del conflicto a esta parte, podrán regresar, licenciados, a sus lugares, si así lo desearen.
IV. El general Cabral dará toda clase de garantías, tanto en su persona como en sus intereses, al señor Maytorena.
V. El mismo general Cabral cuidará de restablecer, a la mayor brevedad posible, el orden en Sonora y convocará a elecciones municipales, para que vaya restaurándose el orden constitucional en el Estado.
VI. Transcríbanse las presentes bases en el informe general que se rinda al C. Presidente Interino de la República, don Venustiano Carranza, del que deberán sacarse tres copias, una para el mismo C. Presidente, otra para el C. general Francisco Villa y la tercera para el C. general Alvaro Obregón.
Protestamos a usted nuestra subordinación y respeto.
Constitución y Reformas.
Chihuahua, Chih., a 3 de septiembre de 1914.
Francisco Villa.
Alvaro Obregón.
Rúbricas.
Al C. Presidente Interino de la República, don Venustiano Carranza, México, D. F.
El hecho de que Villa firmara este nuevo acuerdo, en el que definitivamente se estipulaba la eliminación de Maytorena del Gobierno de Sonora, como único medio de terminar con las dificultades existentes en aquel Estado y evitar otras subsecuentes y de mayor gravedad, indicaba que Villa entraba por la senda de la conciliación y daba, con esto, esperanzas de tener un cambio de actitud, favorable para los genuinos intereses de la Revolución Constitucionalista, desvaneciéndose por completo los temores de una probable ruptura entre la División del Norte y la Primera Jefatura del Ejército, que diera origen a una lucha entre los mismos elementos de la Revolución.
Esas halagadoras esperanzas empecé a tenerlas desde nuestra estancia en Nogales, donde advertí que Villa, según sus declaraciones con respecto a la actitud rebelde de Maytorena, estaba inclinado a condenar aquella rebelión, por injustificada; esperanzas que fueron fortaleciéndose durante nuestro viaje de regreso a Chihuahua cuando Villa frecuentemente y con ingenuidad me decía:
Si tú no hubieras venido, compañerito, ya la División del Norte estaría echando trancazos.
Y hablaba ya de las próximas elecciones para Presidente, indicando la necesidad que había, según él, de derrocar al señor Carranza en la lucha electoral; signos todos que me hacían comprender que aquel hombre consideraba ya conjurado el peligro de una lucha armada.
A ese cambio, observado en Villa, contribuía, de manera importante la labor del señor Aguirre Benavides, su secretario particular, la que siempre estuvo inspirada en el más amplio espíritu de concordia.
El señor Aguirre Benavides ejercía sobre Villa una significativa influencia; aunque no era decisiva, porque no le halagaba su vanidad, ni le fomentaba las ambiciones que en Villa empezaban a ser ya una autoridad; y así era que tal influencia acababa por declararse impotente, cuando Villa, antes de obrar, consultaba con Ángeles o con Díaz Lombardo, que eran quienes, principalmente, ejercían la perniciosa influencia a que al fin Villa cedía.
Una de las personas que también tenían gran ascendiente sobre Villa, según pude notarlo en las conversaciones tenidas con éste, era el norteamericano George Carothers, que fungía como Agente Confidencial del Gobierno de Washington cerca de Villa.
Para convencer a Villa más plenamente de mi buena disposición para que todas las dificultades tuvieran fin, y reinara la más completa armonía entre todos los hombres del Constitucionalismo, le indiqué que, si estaba resuelto a solicitar de la Primera Jefatura, en forma comedida y respetuosa, algún cambio en el Gabinete o en la investidura que debiera tener el señor Carranza, como Encargado del Poder Ejecutivo o como Presidente Provisional de la República, o alguna modificación en la política de nuestro Gobierno, no tenía yo ningún inconveniente en discutir las bases para dichas modificaciones, formulando un memorial, que firmaría juntamente con él, para elevado a la Primera Jefatura.
PROPOSICIONES DE LOS GENERALES VILLA Y OBREGÓN, SOMETIDAS A LA CONSIDERACIÓN DEL C. PRIMER JEFE DEL EJÉRCITO CONSTITUCIONALISTA
Primera. El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista tomará, desde luego, el título de Presidente Interino de la República, e integrará su Gabinete con Secretarios de Estado.
Seg;unda. Tan pronto como esté integrado el Gabinete del Presidente Interino, con acuerdo del Consejo de Ministros, procederá a nombrar, con carácter de provisionales, a las personas que deban desempeñar los cargos de Magistrados a la Corte Suprema de Justicia. Nombrará, también, a las autoridades judiciales de la Federación, correspondientes a los Territorios y al Distrito.
Tercera. Los Gobernadores Constitucionales o militares de los Estados, de acuerdo con los ayuntamientos que estén funcionando en las respectivas capitales, designarán a las personas que deban integrar los Tribunales Superiores, con el carácter de interinos, y los Jueces de Primera Instancia e inferiores.
Cuarta. Los Gobernadores de los Estados, el Gobernador del Distrito y los Jefes Políticos de los Territorios, convocarán a elecciones de Ayuntamientos, tan pronto como hayan sido nombradas las autoridades judiciales. Las elecciones se verificarán al mes de la convocatoria y dentro de ocho días del en que se haya celebrado la elección; los ciudadanos designados se reunirán para erigirse en Colegio Electoral, para calificar las elecciones y al día siguiente, instalarán el Ayuntamiento respectivo.
Quinta. Luego que hayan quedado instalados los Ayuntamientos, el Presidente Interino de la República y los Gobernadores Constitucionales o militares de los Estados convocarán a elecciones; los primeros, para representantes al Congreso de la Unión, y los segundos, para Gobernador Constitucional, diputados a la Legislatura local y magistrados a los Tribunales Superiores, en los casos en que la Constitución del Estado prevenga que en esta forma se elijan estos últimos. Estas elecciones se verificarán, precisamente, un mes después de expedida la convocatoria, y servirá de base para la división electoral, la de la última elección que haya tenido lugar antes del 18 de febrero de 1913.
Sexta. Instaladas las Cámaras Federales y las Legislaturas de los Estados, las primeras, en sesiones extraordinarias, se ocuparán preferentemente en el estudio de las reformas constitucionales siguientes, que propondrá el Presidente Interino:
A. Supresión de la Vicepresidencia de la República, y manera de suplir las faltas absolutas o temporales del Presidente;
B. Modificar la computación del período durante el cual deba desempeñar sus funciones el Presidente de la República;
C. La organización de la Corte Suprema de Justicia y la manera de proceder a la designación de sus Ministros;
D. La declaración de inhabilidad de todos los Jefes que formen parte del nuevo Ejército Nacional, para desempeñar los cargos de Presidente de la República, Gobernadores de los Estados y demás de elección popular, a menos que se hayan retirado seis meses antes de lanzar su candidatura.
Aprobadas las reformas constitucionales por las Cámaras Federales, las legislaturas de los Estados, también de preferencia y en sesiones extraordinarias, si hubiere lugar, discutirán las expresadas reformas.
Séptima. Inmediatamente que se conozca el resultado de la discución relativa a las reformas constitucionales, el Presidente Interino expedirá la convocatoria para las elecciones de Presidente Constitucional y para la designación de los Magistrados de la Corte, en los términos que establezca la Constitución Política de la República.
Octava. No podrán ser electos para Presidente de la República, ni para gobernadores de los Estados, los ciudadanos que hayan desempeñado estos cargos con carácter de provisionales, al triunfo de la revolución, ni los que los desempeñen desde la fecha de la convocatoria hasta el momento de la elección.
Novena. Los Gobernadores interinos de los Estados, inmediatamente que entren a desempeñar sus funciones, nombrarán una junta, que tendrá su residencia en la capital del Estado y será compuesta de"ün representante por cada Distrito, a fin de que estudie el problema agrario y forme un proyecto que se remitirá al Congreso del Estado, para su acción legal.
Chihuahua, septiembre 3 de 1914.
(Firmado.) General Francisco Villa.
General Alvaro Obregón.
REGRESO A MÉXICO
De Chihuahua emprendí mi regreso a México, habiéndome acompañado en el viaje, hasta la capital, el agente consular Carothers, el español Angel de Caso, el licenciado Díaz Lombardo y el doctor Miguel Silva (este último era también de las personas que tenían alguna influencia sobre Villa, y por lo que pude notar, era de los hombres más inclinados por un arreglo pacífico de todas las dificultades). El doctor Silva y el licenciado Díaz Lombardo iban comisionados como representantes de la División del Norte, para acompañarme a presentar al Primer Jefe las proposiciones firmadas por Villa y por mí.
La víspera de mi salida de Chihuahua, en la noche, estUve hablando a solas con el secretario de Villa, señor Luis Aguirre Benavides, y éste me dijo:
¡Ya ve usted a Villa tan mansito! ..., pues en dos horas lo van a cambiar por completo sus consejeros.
A México llegamos el día 6, y desde luego me transladé a presencia del Primer Jefe, para darle personalmente cuenta del resultado de mi comisión.
Ni la buena impresión que yo traía, ni el documento en que se consignaba el acuerdo de separar a Maytorena del Gobierno de Sonora y nombrar Gobernador y Comandante Militar de aquel Estado al general Cabral, persona que entonces nos merecía absoluta confianza, ni todos mis optimismos, fueron suficientes para hacer variar el criterio del Jefe en lo que se refería a las apreciaciones que tenía ya hechas sobre Villa y sus intelectuales, mostrando poca fe en las promesas de aquellos hombres. Sin embargo, ofreció recibirme con la comisión de la División del Norte al siguiente día, accediendo también a que fuera a Sonora el general Cabral como Gobernador y Comandante Militar.
El día 7 se presentaron en las oficinas de mi Cuartel General, establecido en la casa número 27 del Paseo de la Reforma, los señores licenciado Díaz Lombardo, doctor Silva y don Angel de Caso, diciéndome:
-Mr. Fuller, agente confidencial del Presidente de los Estados' Unidos, nos ha manifestado el deseo de tener una entrevista con usted; y como consideramos que a usted le ha de parecer feo ir a la legación norteamericana, y a él no le gustaría que lo vieran venir a su oficina, creemos conveniente que la entrevista se verifique en terreno neUtral, pudiendo ser en la casa del señor don Angel de Caso.
Yo contesté a dichos señores:
-Yo no tengo ningunos asuntos que tratar con Mr. Fuller, y si los tuviera, no encontraría ningún inconveniente en ir a buscarlo a su oficina, como no encuentro el que él pueda tener para venir a las mías, siendo que, como ustedes dicen, tiene interés por entrevistarme.
Esa contestación mía contrarió a mis visitantes, y para terminar les dec!aré categóricamente que no asistiría a conferenciar con Mr. Fuller a ninguna parte.
Díaz Lombardo, Silva y de Caso se retiraron; pero una hora después regresaron a notificarme que Mr. Fuller pasaría a verme por la tarde.
Yo les manifesté que sería bien recibido Mr. Fuller.
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