Índice de Ocho mil kilómetros en campaña de Álvaro ObregónCAPÍTULO V -Segunda parteCAPÍTULO V - Cuarta parteBiblioteca Virtual Antorcha

Ocho mil kilómetros en campaña

Álvaro Obregón

CAPÍTULO QUINTO

Tercera parte


HOSTILIDADES DEL CLERO, COMERCIO EN GRANDE ESCALA, BANCA, INDUSTRIALES ACAUDALADOS Y LA MAYORÍA DE LOS EXTRANJEROS

Desde que me incorporé a la ciudad de México, había podido notar una hostilidad determinadamente marcada hacia el Ejército Constitucionalista, por parte del clero, del comercio en grande escala, de la Banca, de los industriales acaudalados y de la mayor parte de los extranjeros; hostilidad que se venía revelándo en la oposición que presentaban al cumplimiento de las disposiciones emanadas de mi Cuartel General, o de las comunicadas por mí, por acuerdo expreso de la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista. Esta hostilidad, sinceramente creo que, en la mayor parte de los casos, no era hija de sus convicciones y sí de su conveniencia, porque se les resistía suponer que nuestro Ejército, siendo tan reducido en número y tan limitado de pertrechos también, fuera capaz de resistir a los ejércitos de Villa y Zapata, que habían visto desfilar en la misma Capital, y que sumaban cinco veces más que los elementos nuestros, y creían, natUralmente, que nuestro Ejército tocaría muy pronto a su fin; que Villa, el guerrero invencible, y Ángeles, el flamante militar, después de aniquilarnos, los tratarían con más o menos dureza. De ahí que su principal objeto, al seguir esa actitud hacia nosotros, era el de ser consecuentes exclusivamente con sus intereses materiales.

Como una aclaración al párrafo anterior, en lo que se refiere a los extranjeros, debo decir que nunca he considerado como tales a los latinoamericanos, que han venido siempre a nuestro país a companir nuestros dolores y desventuras, sin pretensiones de superioridad y sin constituir un problema para nosotros.

El día 7 recibí un telegrama, procedente de San Antonio, Texas, suscrito por el connotado reaccionario huertista Federico Gamboa, en el que, a nombre de una llamada Junta Pacifista, que los reaccionarios de todos los matices (huertistas, felicistas, orozquistas, etcétera}, habían constituido en los Estados Unidos para procurar la paz de México, me invitaba a deponer las armas, manifestándome que igual invitación dirigía a otros jefes del Constitucionalismo y a los de la Convención, para que todos unidos, inclusive ellos, los reaccionarios expatriados, laboráramos pacíficamente por el establecimiento de un Gobierno que llenara todas las aspiraciones, si queríamos salvar a México de la anarquía o la intervención. Mi contestación a Gamboa, fue la siguiente, trasmitida por la vía telegráfica:

México, 7 de febrero de 1915.
Señor Federico Gamboa.
San Antonio, Tex., E. U. A.

Me he enterado de su mensaje, en que viene invitándonos, en nombre de un grupo de mexicanos expatriados en esa, a deponer las armas. Los que hemos tenido el valor suficiente para ofrecer nuestra sangre a la República, no depondremos las armas mientras no hagamos desaparecer de nuestro sagrado suelo a los execrables traidores que, vendidos a la reacción, pretenden hundir nuestros principios revolucionarios. Si ustedes, en lugar de buscar refugio bajo una bandera extranjera, empuñaran cada uno un fusil, afiliados al partido que mejor les acomodara, su labor sería más efectiva y tendrían, cuando menos, el honor de llamarse ciudadanos.

General Alvaro Obregón.

La ciudad de México se encontraba en un estado de miseria alarmante; todos los artículos de primera necesidad estaban en manos de los acaparadores, y el pueblo sufría las consecuencias de ese monopolio inmoral.

Como había sido decretada por la Primera Jefatura la nulidad de todo el papel moneda emitido por el llamado Gobierno de la Convención y por el general Villa, forzosamente tenía que quedar suspendida su circulación en todas las ciudades que iban siendo ocupadas por nuestro Ejército; y esta disposición, dada con el exclusivo objeto de salvar al país de una deuda incalculable, atentos a las cuantiosas sumas de papel moneda emitidas por la Convención y por Villa, ponía, temporalmente, en condiciones aflictivas a los lugares en que iba siendo suspendida su circulación.


MEDIDAS TENDIENTES A CONJURAR EL HAMBRE EN MÉXICO Y CONTINUACIÓN DE LOS COMBATES SOSTENIDOS EN SUS CONTORNOS

Para conjurar, o cuando menos atenuar, la aflictiva situación en que habían quedado colocadas las clases pobres de México, nombré una comisión, presidida por los señores ingeniero Alberto J. Pani, doctor Atl y Juan Chávez, quienes venían prestándome grande ayuda en mi gestión, que se llamó Junta Revolucionaria de Auxilios al Pueblo. En manos de esa Comisión puse, desde luego, medio millón de pesos, cancidád que el C. Primer Jefe me había autorizado a exhibir, para conjurar las necesidades más imperiosas de las clases pobres, en la ciudad de México.

Los ataques del enemigo sobre las posiciones de nuestras fuerzas, en las inmediaciones de la ciudad, se hacían cada vez más vigorosos y la hostilización era constante, obligándonos a permanecer dentro de la ciudad, sin poder extender nuestras líneas siquiera a Xochimilco, donde está la planta que surte de agua a la Capital y cuyo líquido tanta falta hacía para todos los servicios.

Las fuerzas que mantenían lo que puede llamarse sitio de la ciudad de México, eran casi todas las del llamado Ejército Libertador del Sur, o zapatistas, reforzadas con algunas fracciones de la División del Norte, que habían quedado como escoltas especiales de los jefes de aquella División, que eran delegados a la Convención, y con las brigadas de González Garza, Cazarín, Argumedo, Almazán y otros, pudiendo estimarse su efectivo total entre veinte y veinticinco mil hombres.

Los ataques eran continuos, aunque se notaba falta de unidad de mando, por la poca armonía que seguían siempre los asaltantes en sus ataqués, pues se daban casos de que generalizaban un asalto por el Oriente, sobre la Escuela de Tiro, precisamente cuando emprendían la fuga los que horas antes habían atacado Santa Fe, por el Poniente, o cualquiera otro de los puntos de nuestra línea de defensa.

En esos constantes combates, el enemigo sufría fuertes pérdidas, y las nuestras pueden estimarse en un promedio de sesenta por día, entre muertos y heridos.

Habíamos logrado reparar la Fábrica Nacional de Cartuchos, y ésta nos prestaba un auxilio poderoso, llegando a producir hasta cincuenta mil cartUchos diarios, bajo la dirección del coronel Maximiliano Kloss, cuando su máximo rendimiento había sido siempre de veinticinco mil.

A medida que los ataques del enemigo se generalizaban, que nuestros cartuchos se consumían en cantidades desproporcionadas con las que nos entraban en reposición, y que el hambre hincaba sus garras en nuestras clases pobres, las castas privilegiadas -como las llamaré sarcásticamente en mi obra, ya que su verdadero nombre debe ser el de castas malditas-, que dejé ya señaladas en un capítUlo anterior, encabezadas por el clero y hostiles a la Revolución, elevaban los precios, ocultaban los artículos de primera necesidad, y hacían circular versiones de tal manera alarmantes, sobre la aproximación de Villa con poderosas columnas para capturar la Capital y nulificar con su triunfo nuestro papel moneda, que los acaparadores cerraban sus puertas al pequeño comercio, y empezaban a verse por las calles grandes grupos de gentes hambrientas, en cuyos rostros se hacían patentes las huellas de prolongadas vigilias.

La mayor parte de los extranjeros acudían a sus representantes diplomáticos, quejándose de la situación; pero no ayudaban a conjurarla, y todas las maldiciones de los hombres que dejo señalados, convergían a mí ... Y el general Obregón aparecía, ante esos hombres, monstruosamente malo, monstruosamente hereje y monstruosamente intratable y brutal.

Había, pues, llegado el momento en que se me presentaba la siguiente disyuntiva: enfrentarme a todos los enemigos de la Revolución o, cediendo a la presión de sus influencias perversas, declararme vencido.

¡Mil veces lo primero!: ésa fue mi resolución. Y en mi fuero íntimo, juré, por mi honor de hombre, lanzarles el guante y tratarlos como su actitud lo exigiera.

Entonces consideré indispensable tomar medidas tan radicalmente enérgicas, que denunciaran mi resolución de pasar por encima de todos sus intereses materiales, de todas las influencias y de todas las presiones, en defensa de la dignidad de nuestra causa, y de los intereses morales que veníamos representando.

La primera disposición de esa índole dictada por mi Cuartel General, fue la relativa a la imposición de una contribución de medio millón de pesos, que había de ser cubierta por el clero, y cuya cantidad sería destinada a la Junta Revolucionaria de Auxilios al Pueblo, para conjurar la terrible miseria que abatía a nuestras clases pobres. Esta disposición fue comunicada al representante del clero, canónigo Antonio de J. Paredes, fijándole un plazo razonable para que hiciera el entero de la contribución impuesta, cuyo monto era insignificante, si se consideraba que el clero tuvo, para apoyar al Gobierno del asesino Huerta, varios millones de pesos en metálico.

Para entonces, el Ejército de Operaciones a mi mando controlaba ya la ciudad de Pachuca, capital del Estado de Hidalgo, de la que con fecha 10 había tomado posesión el general Fortunato Maycotte, con las fuerzas de su Brigada, destacadas de México con tal objeto, fungiendo el citado jefe como Gobernador y Comandante Militar del Estado, nombramiento que le extendí por acuerdo de la Primera jefatura.


OPERACIONES EN SINALOA Y JALISCO

Se habían recibido partes rendidos por el general Iturbe, comunicando que las fuerzas con que había salido a auxiliar al general Carrásco a principios de enero, habían combatido con buen éxito contra las del infidente Buelna, y que éste después de los primeros combates se había hecho fuerte en La Muralla, con dos mil hombres, adonde llegó a atacarlo el general Iturbe con un mil quinientos hombres, incluyendo en éstos las fuerzas del general Luis Herrera, que se habían incorporado a Sinaloa, y combatiendo rudamente allí durante los días 2, 3 y 4 de febrero, al cabo de los cuales, los nuestros habían arrebatado al enemigo sus mejores posiciones, haciéndole bajas en número considerable, inclusive 150 prisioneros; no llegando a consumar la completa derrota de Buelna debido a que, precisamente entonces, Iturbe recibió parte de que las fuerzas al mando del general Cabanillas habían sido obligadas a retirarse de Cosalá, por una columna enemiga en número de un mil doscientos hombres, al mando de Carlos Real, la que ya amagaba la plaza de Culiacán, por cuyo motivo Iturbe se vio obligado a retirarse, en perfecto orden, de frente a La Muralla e ir sobre Cosalá a oponerse al avance de la columna de Carlos Real, dejando en Escuinapa las fuerzas del general Juan Carrasco, para que éstas impidieran cualquier avance que intentara hacer Buelna al Norte. Iturbe con 600 hombres llegó a Cosalá, y batió allí a la columna de Carlos Real, el día 10 de febrero, derrotándola y dispersándola por completo.

Se había sabido, también, que en la madrugada del 30 de enero anterior, un núcleo de villistas, que ascendía aproximadamente a tres mil quinientos hombres, al mando de julián Medina, Morales Ibarra, Caloca y otros, había intentado apoderarse de la plaza de Guadalajara, haciendo un ataque por sorpresa, en el que lograron llegar hasta el centro de la ciudad, habiendo sido rechazados por las fuerzas de los generales Diéguez y Murguía que, a pesar de lo intempestivo del ataque, se organizaron para la defensa y combatieron bizarramente, causando verdaderos estragos a los asaltantes. Las noticias a este respecto indicaban que los reaccionarios habían dejado en el centro de la ciudad de Guadalajara cuatrocientos cincuenta muertos y muchos prisioneros en poder de nuestras tropas, así como quinientos caballos ensillados, muchas armas y regular cantidad de parque, habiendo después sido perseguidos por la caballería del general Murguía, hasta arrojarlos del Estado de Jalisco.


CONTRIBUCIONES DECRETADAS PARA CONJURAR EL HAMBRE

El día 18 de febrero, el Cuartel de mi cargo dio una disposición, fijando una contribución de 10% (diez por ciento), de las existencias manifestadas con anterioridad, por todos los comerciantes y acaparadores de los artículos de primera necesidad, y de los que en lo futuro fueran introducidos a la ciudad de México por dichos comerciantes. Esta contribución se destinaría a la creación de varios expendios en los lugares más adecuados de la ciudad, para que el pueblo pudiera obtener, a precios bajos, los artículos mencionados.

La citada disposición fue modificada y ampliada, con fecha 20 del mismo mes, haciéndola publicar en los siguientes términos:

Este Cuartel General modifica y amplía, el acuerdo relativo a la contribución de un 10% impuesto a los comerciantes acaparadores de artículos de primera necesidad, publicado ayer y comunicado a la Cámara de Comercio, de la siguiente manera:

I. Están obligados a contribuir con el 10% expresado, todos los comerciantes acaparadores de artículos de primera necesidad, aunque no hayan hecho aún las manifestaciones de sus respectivas existencias.

II. Se concede el plazo improrrogable de 48 horas, contadas desde las 12 m. de hoy, para que los causantes enteren sus contribuciones en el edificio de la ex-aduana de Santo Domingo.

III. Los comerciantes acaparadores que incurran en falta u omisión en el cumplimiento de este acuerdo, serán castigados con la decomisación de la existencia total de los artículos de primera necesidad que posean.

IV. Para los fines de este acuerdo, se consideran como artículos de primera necesidad, los siguientes: maíz, frijol, haba, arvejón, lenteja, chile, café, azúcar, piloncillo, manteca, sal, carbón, leña, petróleo y velas de sebo y de parafina.

V. Se faculta a la Junta Revolucionaria de Auxilios al Pueblo, para que haga la calificación de los pequeños comercios, exentos de contribución, y para que fije las excepciones y modificaciones que proceden en ciertos casos particulares, en el monto del impuesto.

México, 20 de febrero de 1915.
El General en Jefe.
Alvaro Obregón.

Había yo recibido algunas comunicaciones de la Primera Jefatura, haciéndome ver la conveniencia de que continuara con mis tropas al Norte, considerando que, militarmente, el verdadero peligro para el Constitucionalismo lo representaba la División del Norte, al mando de Villa, quien estaba cada día adquiriendo mayor fuerza y dominio, amenazando controlar todo el territorio Norte de la República, del que ya sólo pequeñas porciones quedaban ocupadas por fuerzas leales.

Sin embargo de la positiva necesidad que existía de que el Ejército de Operaciones emprendiera su avance sobre el centro y norte del país, las circunstancias en que yo me encontraba en México eran poco propicias para efectuarlo, pues la vía entre Ometusco y Pachuca había sido totalmente destruida y su restablecimiento nos era absolutamente indispensable, dado que sería la única por donde podría tener comunicación con Veracruz -que era nuestra única base de aprovisionamiento- al avanzar al Norte y abandonar al enemigo la ciudad de México, plaza que no podría yo conservar al tiempo de emprender mi campaña por el interior, porque no contaba con fuerzas suficientes para dejarla guarnecida; además, con motivo de los diarios combates que estábamos soteniendo con las fuerzas enemigas que atacaban la ciudad, no contábamos con pertrechos suficientes para ir a una campaña, en la que tendrían que librarse grandes batallas contra un enemigo poderoso en contingentes y elementos de guerra. Había, pues, que esperar a que se concluyeran las reparaciones a la vía entre Pachuca y Ometusco, y recibir remesa regular de cartuchos, para evacuar la plaza y avanzar al Norte, estableciendo nuestra vía de comunicación con Veracruz por Tula y Pachuca, hasta conectar en Ometusco con el ferrocarril Mexicano, que de allí va a Veracruz.


INCORPORACIONES DE JEFES CONVENCIONISTAS

En la ciudad de México se nos habían incorporado algunos jefes que se habían separado de la Convención, con pequeños grupos de tropa, figurando entre ellos los generales Martín Triana, Luis Hernández y Carlos Martínez. También recibí en México comisionados de los generales Joaquín Amaro y Alfredo Elizondo, quienes mandaban hacerme presentes sus deseos de incorporarse al Ejército de mi mando y luchar a mis órdenes contra la reacción, reconociendo a la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista, procediendo así los citados generales cuando habían atacado y derrotado a las fuerzas convencionistas en el mineral El Oro, del Estado de México. El general Luis M. Hernández fue comisionado entonces, por mi Cuartel General, para ir a comunicar órdenes verbalmente a los generales Amaro y Elizondo, de quienes aquél había sido compañero, militando juntos a las órdenes de Gertrudis Sánchez, en Michoacán.

El efectivo de tropas con que yo contaba haciendo la defensa de la ciudad de México ascendía a nueve mil hombres de las tres armas, teniendo, en artillería de grueso calibre, solamente trece cañones, y estando siempre sumamente limitados de parque, pues a causa de que la Primera Jefatura tropezaba con innúmeras dificultades para obtenerlo en los Estados Unidos, las remisiones que de Veracruz nos hacían eran escasas; tenía, además, en Pachuca, un mil ochocientos hombres de caballería, al mando del general Maycotte, inclusive la brigada del general Pedro Morales. Los atacantes, por su parte, sumaban alrededor de veinte mil hombres, con regular dotación de artillería y cartuchos, que habían logrado recibir de Villa, para la campaña del Sur, teniendo su base de operaciones en Cuernavaca, capital del Estado de Morelos.

El enemigo no desmayaba en sus intentos de apoderarse de la ciudad, y no daba tregua a nuestras fuerzas con sus continuos ataques, llegando a generalizar varios asaltos formales sobre toda nuestra línea, poniéndonos algunas veces en situación tan comprometida, que se hiciera necesario mandar reforzar algunos puntos con las escoltas del Cuartel General y Comandancia Militar de la Plaza, cuando ya no había otras tropas de que disponer en la ciudad, estando todas en la línea de fuego.

Emprendida la campaña contra el hambre de las clases pobres, con fecha 23, el Cuartel General de mi cargo expidió un nuevo decreto, en los siguientes términos:


DECRETO SOBRE CONTRIBUCIÓN

Con el objeto de aliviar la aflivtiva situación actual de las clases trabajadoras, y de evitar los graves males sociales que pudiera ocasionar.

Alvaro Obregón, General en Jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste, a los habitantes del Estado del Valle, antes Distrito Federal, hago saber que, en ejercicio de las facultades extraordinarias que me ha conferido el C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, he tenido a bien decretar lo siguiente:

Artículo 1° Se imponen, en calidad de subsidio extraordinario, las contribuciones que en seguida se detallan, las cuales se pagarán por una sola vez, en el antes Distrito Federal, hoy Estado del Valle, en la proporción y en los términos que prescribe este decreto:

I. Contribución sobre capitales.
II. Contribución sobre hipotecas.
III. Contribución predial.
IV. Contribución sobre profesiones y ejercicios lucrativos.
V. Derecho de patente.
VI. Impuesto sobre los siguientes ramos de carácter municipal: aguas, pavimentos, atarjeas, carros, carruajes y automóviles de alquiler y particulares, velocípedos y casas de empeño.

Artículo 2. La contribución sobre capitales se causará por todas las instituciones bancarias, sean o no de concesión federal, por las sociedades de todo género, casas bancarias, empresas y negociaciones mercantiles, industriales o mineras, pertenecientes a nacionales y extranjeros, en la proporción siguiente: 1/2 % (un medio por ciento), si el capital excede de diez mil pesos, pero no de cinco millones; si excediere de esta cifra, se pagará el 1/2 % (medio por ciento), sobre los primeros cinco millones, y el 3/4 % (tres cuartos por ciento) sobre el excedente. Queda entendido que en el cómputo del capital serán incluidas las reservas.

Artículo 3. Las sociedades cuya matriz estuviere domiciliada en el extranjero y que tengan sucursales o agencias en esta ciudad, para practicar legalmente operaciones en la República, pagarán el mismo impuesto que establece el artículo anterior, sobre el capital con que operen en la República. Para los fines de este artículo, se calcularán las monedas extranjeras sobre las equivalencias que fija la ley de 9 de junio de 1906.

Artículo 4. Los gerentes, administradores, dueños o encargados de las empresas, instituciones y negociaciones mencionadas en el artículo segundo, presentarán a la Jefatura de Hacienda, en esta ciudad, una manifestación por duplicado, en la que consignarán la denominación, el nombre o la razón social correspondiente, la ubicación del establecimiento principal y el importe del capital, sobre el que calcularán el monto de la contribución, según el tipo que fija este decreto. La Jefatura de Hacienda, previa revisión del cálculo, al que hará en su caso las rectificaciones que procedan, recibirá en el acto el pago, pondrá el sello de la oficina en cada uno de los ejemplares de la manifestación y devolverá uno de ellos al causante, con la razón autorizada con la firma del jefe, de estar pagado el impuesto, reservando el otro ejemplar para comprobante de la cuota.

Artículo 5. La contribución sobre hipoteca se causará por todos los acreedores, cuyos créditos, sea cual fuere su procedencia, estuvieren garantizados con hipoteca de bienes ubicados en el antes Distrito Federal y hoy Estado del Valle, calculándose dicha contribución a razón de 1 % (uno por ciento), sobre el monto del capital impuesto a censo o garantizado por hipoteca. Los Bancos que, según este decreto, habrán de pagar también impuesto sobre su capital y bienes raíces, pagarán, por concepto de las hipotecas constituidas a su favor, sólo el 1/2 % (medio por ciento).

Artículo 6. Para el pago de la contribución sobre hipotecas, los dueños de capitales impuestos a censo o garantizados con hipoteca, presentarán a la Jefatura de Hacienda una manifestación por duplicado, análoga a la que previene el artículo cuarto, en la que consignarán el monto del gravamen no cancelado, el nombre del deudor y los datos necesarios para identificar los bienes que sirvieron de garantía. La oficina recibirá el pago, procediendo de la manera que establece el artículo cuarto citado. Si una misma persona tuviere a su favor varios créditos, podrá hacer en un solo documento la manifestación de todos y practicar una sola liquidación de lo que causarán.

Artículo 7. Si los créditos estuvieren garantizados en su totalidad con bienes ubicados en el Estado del Valle, y a la vez con otros situados fuera del propio Estado, se repartirá proporcionalmente el gravamen, para el efecto de que sólo se pague la contribución sobre la parte correspondiente a los bienes situados en el Estado, estimados unos y otros según el valor fiscal debidamente acreditado. Si el causante no pudiera acreditar ese valor, la contribución se causará y se pagará sobre la totalidad del crédito.

Artículo 8. En consideración a que el impuesto sobre hipotecas ha de gravitar por motivos de interés público, directa y exclusivamente sobre los acreedores hipotecarios y no sobre los deudores, queda sin efecto cualquier pacto anterior o posterior, en virtud del cual, los deudores tengan que reportar la obligación de cubrir aquella contribución o de reembolsar su importe. En caso de que se les exija el reintegro, solamente lo harán por cuenta de réditos o abono a la suerte principal, si así les conviniere. Los acreedores hipotecarios, que de cualquier manera eludan la incidencia del impuesto, haciendo que lo reporten los deudores, perderán su derecho a cobrar intereses de su capital vencido o por vencer.

Artículo 9. Las demás contribuciones extraordinarias que se establecen por el artículo primero de este decreto, se causarán, respectivamente, a razón de una cantidad equivalente al importe de la cuota de dos bimestres, y se pagarán en la Sub dirección de Contribuciones Directas, o en la de Ramos Municipales y en las agencias foráneas de recaudación que correspondan; en la inteligencia de que el pago se hará sobre las boletas expedidas para el bimestre en curso, que los mismos causantes tendrán la obligación de presentar a la oficina respectiva, si ya hubieren satisfecho el impuesto ordinario.

Artículo 10. Todos los pagos de que trata este decreto se efectuarán dentro del término improrrogable de tres días, que concluirá a las seis de la tarde del 26 del corriente mes de febrero. Los jefes de las Oficinas Recaudadoras tendrán abierto el despacho de ocho de la mañana a una de la tarde, y de tres a seis, y dictarán las disposiciones reglamentarias que fueren conducentes, para facilitar el cumplimiento de este decreto.

Artículo 11. Los causantes que no hagan el entero de sus contribuciones dentro del plazo legal, así como los que no hagan su manifestación con la debida exactitud, pagarán doble cuota de la que debieran satisfacer, conforme a los artículos respectivos de este decreto, y las Oficinas Recaudadoras procederán a hacer efectivo el pago, haciendo uso de los medios de apremio que autoriza el artículo 13.

Artículo 12. La Jefatura de Hacienda podrá nombrar los inspectores que estime necesarios para comprobar la exactitud de las manifestaciones que reciba, cuando tuviere sospecha de que no se ha procedido con verdad. Dichos inspectores tendrán facultad de requerir la exhibición de libros, papeles y registros para examinarlos y descubrir si ha habido ocultación. En vista de las diligencias practicadas, la Jefatura de Hacienda hará la liquidación complementaria que proceda, exigiendo, desde luego, el doble de lo defraudado, como queda prevenido.

Artículo 13. Las Oficinas Recaudadoras, además de las facultades ordinarias que las leyes les conceden, podrán hacer uso de los siguientes medios de apremio, para hacer efectivas las contribuciones de que trata este decreto:
Primero, intervención de las negociaciones;
Segundo, incautación de bienes, y,
Tercero reclusión por un término .que no exceda de treinta días.

Artículo 14. Este decreto anula los anteriores acuerdos, relativos al impuesto de un 10 % (diez por ciento), sobre todos los artículos de primera necesidad, publicados los días 19 y 20 del presente mes de febrero.

Por lo tanto, mando se imprima, publique y circule, para su debido cumplimiento.

Dado en el Cuartel General del Cuerpo de Ejército del Noroeste, en México, a 23 de febrero de 1915.
El General en Jefe.
Alvaro Obregón.

Este nuevo decreto fue dado en vista de la impracticabilidad del primero, que fijaba una contribución de diez por ciento de las existencias de artículos de primera necesidad en manos de los acaparadores; impracticabilidad que resultaba por la falta de disposición de los causantes a cubrir la contribución, pues la mayoría de ellos, especialmente los grandes acaparadores, pretendían eximirse de hacer el entero de su contribución, ocultando sus grandes existencias de mercancías de primera necesidad, y era gestión muy tardada el descubrirles sus existencias ocultas, para obligarlos al cumplimiento de la disposición.

Ese procedimiento de los acaparadores pudo comprobarse perfectamente, al ser anulado mi acuerdo, que establecía gravamen sobre existencias de mercancías de primera necesidad: entonces muchos almacenes, en que días antes no conseguía el comprador azúcar o café, por ejemplo, ya hacían ventas de estos artículos, sin que esta repentina aparición de existencias se justificara con recientes entradas de tales mercancías a la ciudad de México.

La mayor parte de los propietarios de pequeños capitales acudieron gustosos a cubrir el impuesto que les correspondía; pero el resto de los comprendidos en el decreto celebraron una junta en el teatro Hidalgo, y en ella acordaron no pagar.

Los miembros del clero siguieron igual conducta, dejando vencer el plazo que se les había fijado sin hacer el entero y sin tomarse siquiera la molestia de hacerme ninguna notificación.

La mayor parte de los extranjeros que, por su calidad de comerciantes, industriales, banqueros, acreedores, etc., debían pagar también contribución conforme a los términos de mi decreto, se dirigieron al Primer Jefe, solicitando se les exceptuara de aquel pago, y lograron un acuerdo favorable. Estos señores creían, quizás, que cuando se encuentra uno con un hambriento, basta hablarle en un idioma que éste no pueda comprender para quedar relevado del deber de aliviar su necesidad.


APREHENSIÓN DE LOS MINISTROS DEL CLERO Y ACAUDALADOS QUE SE NEGARON A PAGAR LA CONTRIBUCIÓN

En vista de lo anterior, ordené la aprehensión de todos los rebeldes a las disposiciones del Cuartel General, y se logró capturar a 180 sacerdotes católicos, inclusive el canónigo Antonio de J. Paredes, los que quedaron presos en la Comandancia Militar de la Plaza.

A los acaudalados que se habían negado a cubrir la contribución impuesta, los cité a una junta, la que se llevó a cabo en el teatro Hidalgo, y en ella les hice ver lo reprobable de su actitud, y les anuncíé la que yo seguiría con ellos, ordenando, en seguida, que fueran puestos presos también.

Cuando se decretó la contribución para conjurar el hambre de las clases menesterosas, se notificó también a los interesados que se iba a integrar una junta, compuesta de personas contribuyentes, para que ésta hiciera la distribución de los fondos que produjera la contribución, y la cual quedaría en México cumpliendo con su cometido, aun cuando yo tuviera que salir, por convenir a las operaciones militares. De esta manera, quise yo desvanecer cualquier duda que pudiera tenerse sobre el verdadero destino de los fondos que se colectaran.

Nuevos partes del general Iturbe se habían recibido, comunicando que, mientras él había ido a batir a los reaccionarios apoderados de Cosalá, Buelna se reorganizó en La Muralla y emprendió un avance sobre Mazatlán, llegando hasta Villa Unión, después de desalojar a las fuerzas del general Carrasco, que estaban destacadas en Escuinapa; por lo que el general Iturbe marchó a Mazatlán violentamente, a reorganizar sus fuerzas, para hacer frente al enemigo; habiendo poco después, salido de Mazatlán, al frente de 1,200 hombres, para batir a los reaccionarios, que en número de 1,000 hombres se encontraban posesionados de Villa Unión, al mando de Parra, Llantada, Echeverría y otros jefes. El combate se libró en Villa Unión, el 22 de febrero, obteniendo nuestras fuerzas, al mando de Iturbe, el más completo triunfo, pues obligaron a los reaccionarios a abandonar la plaza y emprender la huida con rumbo al Sur, tenazmente perseguidos por los nuestros.

Como extrema vanguardia para nuestro avance al Norte, había hecho salir de México al coronel Eugenio Martínez, con el primer Batallón de Sonora, fuerte en quinientas plazas, y al mayor J. Manuel Sobarzo, con el 21° Batallón, cuerpo que tenía más de un cuarenta por ciento de jóvenes estudiantes, incorporados en Puebla y en México. MartÍnez había llegado hasta la población de San Juan del Río, Qro., después de reparar la vía del ferrocarril Central a su retaguardia, comunicándose así con el Cuartel General, y Sobarzo había pasado a guarnecer Huichápam, de donde tuvo que desalojar al enemigo, mediante un serio combate en que las fuerzas de Sobarzo castigaron duramente a los reaccionarios.

Poco después de que el coronel Martínez ocupara la plaza de San Juan del Río, marchó de México con aquel destino, el mayor doctor José Siurob, quien había sido nombrado Gobernador del Estado de Querétaro, por acuerdo de la Primera Jefatura, llevando Siurob una escolta de 27 hombres a sus órdenes.

Cuando el coronel Martinez hacía su avance sobre San Juan del Río, se le presentó el general Gonzalo Novoa, manifestándole su propósito de ponerse a mis órdenes, reconociendo a la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista. El general Novoa había pertenecido a la división de caballería del Cuerpo de Ejército del Noroeste, y se había separado de Blanco, desconociendo a la Convención, para reincorporarse al Ejército Constitucionalista.

Acepté de nuevo al general Novoa en nuestras filas, y le ordené que con sus fuerzas, que ascendían a doscientos cincuenta hombres aproximadamente, pasara a guarnecer las estaciones de Tula y Nopala.

En los primeros días de marzo recibí un telegrama del C. Primer Jefe, ordenándome que procediera a evacuar la ciudad de México, reconcentrando mis tropas en Ometusco y destruyendo las vías de los ferrocarriles Central y Nacional de Querétaro a México. A este mensaje contesté manifestando estar dispuesto a obedecer desde luego sus respetables órdenes, permitiéndome solamente indicarle que si destruíamos las vías férreas desde Querétaro a México y me replegaba a Ometusco con mis tropas, confesaríamos a Villa nuestra impotencia, y lo dejaríamos en condiciones de que destruyera impunemente a las tropas constirucionalistas que combatían en el Norte, Oriente y Occidente de la República; que me permitiera emprender mi avance al Norte, hasta tomar el contacto con Villa para tomar la ofensiva o defensiva, según me lo permitieran las circunstancias.

Al día siguiente recibí contestación del C. Primer Jefe, ordenándome evacuar la plaza y emprender mi marcha al Norte.

Antes de transmitir mi mensaje a la Primera Jefatura, reuní a algunos de los principales jefes del Ejército de Operaciones, para someter a la consideración de ellos mis proposiciones hechas al Jefe, en sentido de marchar al Norte a tomar contacto con Villa. Todos estuvieron de acuerdo, especialmente el general Hill, quien era el jefe de las infanterías.

De México salían con frecuencia agentes confidenciales de mi Cuartel General, hasta algunas plazas del interior que estaban en poder de las fuerzas villistas, y tegresaban a comunicarme los informes que podían obtener acerca de los movimientos del enemigo; de esta. manera pude saber, con alguna oportunidad, que una fuerte columna al mando directo del general Villa avanzaba al Occidente, con el objeto de batir a los generales Diéguez y Murguía, e inmediatamente me dirigí al general Diéguez, comunicándole la noticia e indicándole la conveniencia de que, al sentir la aproximación del enemigo, evacuara Guadalajara y se replegara con sus fuerzas hasta las barrancas de Beltrán y Atenquique, donde podría, aprovechando las grandes ventajas de aquel terreno, destrozar fácilmente al enemigo, si éste, después de tomar Guadalajara, avanzaba sobre Colima.

El día 25 de febrero recibí un telegrama del general Diéguez, comunicándome que, después de dos días de sangrienta lucha, sostenida con sus fuerzas y las del general Murguía, contra una poderosa columna, mandada personalmente por Villa, en la Cuesta de Sayula, Jal., se habia visto obligado a retirarse con pérdidas de consideración, replegándose hasta el Estado de Colima, para reorganizar su división.

La situación para nosotros en México seguía siendo bastante crítica, y era desesperante no contar con los elementos necesarios para emprender nuestra campaña por el centro de la República, que era ya de imperiosa necesidad, pues se sabía que Villa emprendía una batida general contra las distintas fracciones del Ejército Constitucionalista, que tenía por sus flancos, y especialmente sobre el puerto de Tampico, del que tenía grande interés en apoderarse, para establecer su base de operaciones y asegurar el combustible necesario para sus trenes.


COMBATE DE PEÓN

En esta situación, el día 6 de marzo, al amanecer, recibí un mensaje del coronel Manínez, avisándome que una columna enemiga se aproximaba a su campamento.

Al siguiente día recibí un nuevo mensaje de Martínez, comunicándome que ya estaba combatiendo con el enemigo; y pocos momentos después, quedó cortada la comunicación telegráfica con el campamento de Martínez.

Desde luego que tuve conocimiento de la incomunicación, ordené al mayor Sobarzo que saliera inmediatamente de Huichápam, a proteger a Martínez, y al general Gonzalo Novoa le di orden de destacar de Tula al Norte, una fracción de sus fuerzas, con el mismo fin.

El mayor Sobarzo, cumpliendo mis órdenes, salió inmediatamente en auxilio de Martínez; pero en el camino sufrió una descompostUra la máquina del tren que lo conducía con sus fuerzas al Norte, y tUvo que esperar a que su tren fuera remolcado por una máquina de auxilio, que llevaba el mayor Paulino Fontes.

Por su parte, el general Novoa destacó también, violentamente, la fracción ordenada, al mando del coronel Natividad Sánchez, que era de unos sesenta hombres de caballería.

Todo el día 7 se pasó sin poder obtener ningunas noticias sobre la suerte de Martínez, y solo supe que el mayor Sobarzo había logrado llegar a estación Peón con ciento veinte hombres de su batallón, abandonando allí su tren y empeñando desde luego combate con la columna que tenía sitiado a Martínez, así como que el coronel Sánchez había entrado en acción con su pequeña fuerza.

Yo me sentía sumamente intranquilo por aquella falta de noticias, pues aunque conocía yo lo que Martínez y Sobarzo valían militarmente, consideraba la grande trascendencia que tendría un fracaso de éstos, ya que era el primer encuentro de nuestra vanguardia con las fuerzas del Norte.

En ese estado de ánimo me encontraba, cuando recibí una nota del Departamento de Estado en Washington, que me fue entregada por el señor don J. M. Cardoso de Oliveira, entonces Ministro del Brasil y Encargado de los Intereses Norteamericanos en México, el texto de la cual se reproduce a continuación:


NOTA DEL GOBIERNO AMERICANO Y CONTESTACIÓN A ÉSTE

Un membrete que dice: Legacao dos Estados-Unidos do Brasil.
México, 7 de marzo de 1915.

Señor General:

En cumplimiento de terminantes instrucciones recibidas esta mañana, del Departamento de Estado de Washington, por la vía telegráfica, es mi penoso deber transmitir a usted lo siguiente, en su lenguaje origina], para mayor fidelidad:

The Government of the United States has noted with increasing concern the reports on general Obregon's utterances to the residents of Mexico City. This Government believes they tend to incite the populace to commit outrages in which innocent foreigners within Mexican territory, particularly in the City of Mexico, could be involved. This Government is particularly impressed with General Obregon's suggestions that he would refuse to protect not only Mexicans, but foreigners, in case of violence and that his present decree is a forerunner of others more disastrous in effect. In this condition of affairs, the Government of the United States is informed that the City of Mexico may soon be evacuated by the Constitucionalist forces, leaving the population without protection against whatever faction may choose to occupy it, thus shirking responsibility for what may happen as a result of the instigation to lawlessness before and after the evacuation of the city.

The Government of the United States is led to believe that a deplorable situation has been willfully brought about by Constitucionalist leaders to form upon the populace submission of their incredible demands and to punish the city on account of refusal to comply wirh them. When a factional leader preys upon a starving city to comply obedience to his decrees by inciting outrage and at the, same time uses means to prevent the city from being supplied with food, a situation is created which it is impossible for the United States to contemplate longer with patience. Conditions have become intolerable and can no longer be endured. The Government of the United States, therefore, desires General Obregon and Carranza to know that it has, after mature consideration, determined ... as a result of the situation for which they are responsible, Americans suffer by reason of the conduct of the Constitucionalist forces in the City of Mexico or because they fail to provide proper protection to life and property, the Government of the United States will hold General Obregon and General Carranza personally responsible therefor. Having reached this determination with the greatest ... the Government of the United States will take such measures as are expedient to bring to account those who are personally responsible for what may occur.

Pidiendo a usted, se sirva honrarme con su acuse de recibo, aprovecho la oportunidad para reiterarle, señor General, las seguridades de mi distinguida consideración y particular aprecio.

(Firmado): J. M. Cardoso de Oliveira, Ministro del Brasil. Encargado de los Intereses Norteamericanos en México.

Al señor general Alvaro Obregón.
Presente.
P. S. Los puntos suspensivos indican palabras que no están claras en el texto; se ha pedido rectificación, la que comunicaré tan pronto como sea recibida.

El texto de la Nota del Departamento de Estado, traducido al castellano, es como sigue:

El Gobierno de los Estados Unidos ha seguido con interés creciente, las notas referentes a los actos del general Obregón, para con los residentes de la ciudad de México.

Este Gobierno cree que dichos actos tienden a incitar al populacho a cometer atentados, en los cuales pueden ser envueltos extranjeros inocentes, dentro del territorio mexicano, y especialmente en la ciudad de México.

Este Gobierno, está particularmente impresionado con las insinuaciones del general Obregón, de que se rehusará a proteger, no sólo a los mexicanos, sino aun a los extranjeros, en un caso de violencia, y que su presente decreto no es sino el primero de otros más desastrosos en efectos.

En este estado de cosas, el Gobierno de los Estados Unidos ha sido informado de que la ciudad de México será pronto evacuada por las fuerzas constitucionalistas, dejando a la población sin protección contra cualquiera facción que pueda ocuparla, y evadiendo, de este modo, la responsabilidad por lo que pudiera suceder, como resultado de las instigaciones a la anarquía, antes y después de la evacuación de la ciudad.

El Gobierno de los Estados Unidos cree que tan deplorable situación ha sido creada voluntariamente por los jefes constitucionalistas, para conseguir la sumisión del populacho a sus increíbles demandas, y para castigar a la ciudad por su negativa a cumplirlas. Cuando un jefe de facción predica a una ciudad hambrienta, para llevarla a la obediencia de sus decretos, incitándola al atentado, y al mismo tiempo emplea medios para impedir que la ciudad sea surtida de alimentos, crea una situación que es imposible, para los Estados Unidos, contemplar con paciencia más tiempo.

Las condiciones han llegado a ser intolerables, y no pueden permanecer por más tiempo así.

El Gobierno de los Estados Unidos, por consecuencia, desea que los generales Obregón y Carranza sepan lo que, después de madura consideración, se ha determinado ... como un resultado de la situación de que ellos son responsables, los norteamericanos sufren por la conducta de las fuerzas constitucionalistas en la ciudad de México, o porque no pueden suministrar la protección a las vidas y propiedades.

El Gobierno de los Estados Unidos hace al general Obregón y al general Carranza, personalmente responsables.

Habiendo tomado esta determinación, con el más grande ... el Gobierno de los Estados Unidos tomará las medidas conducentes para traer a cuentas a los que sean personalmente responsables de lo que pueda ocurrir.

Mi contestación al señor Ministro del Brasil, fue la siguiente:

Fue recibida en este Cuartel General la atenta nota de usted, y en ella transcrita la del Gobierno de los Estados Unidos, que dirige, por conducto de usted, a este Cuartel General.

Como todo asunto de carácter internacional no es de la competencia mía, ya transcribo dicha nota al C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y Encargado del Poder Ejecutivo, Venustiano Carranza, quien oportunamente contestará la nota aludida.

Protesto a usted las seguridades de mi atenta consideración y particular aprecio.

México, 7 de marzo de 1915.
El General en Jefe. Álvaro Obregón.

Al señor don J. M. Cardoso de Oliveira, Ministro del Brasil y Encargado de los Intereses Americanos en México.
Presente.

La nota del Gobierno norteamericano, que se deja transcrita, es una prueba de la presión que en nuestra contra hicieron los extranjeros acaudalados de la ciudad de México, alarmados por las medidas que se hizo de imperiosa necesidad dictar, para conjurar una situación que ellos mismos, en consorcio con los acaudalados mexicanos, habían cooperado a crear, con su desmedida avaricia, y que era torturadora para todo un pueblo, cuyo bienestar venía siendo sacrificado sin piedad, en aras del supremo egoismo de aquellos.

La citada nota norteamericana, como dice mi contestación al señor Ministro del Brasil, fue transmitida el mismo día, por la vía telegráfica, al C. Primer Jefe, y con referencia a la misma, le dirigí el siguiente telegrama:

México, 7 de marzo de 1915.
Señor don Venustiano Carranza.
Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.
Veracruz.

A fin de que tenga usted mayores datos para contestar la nota del Gobierno norteamericano, manifiéstole lo siguiente:

Inmediatamente que se tomó esta plaza, pusiéronse a disposición de la Cámara de Comercio y del Ayuntamiento, todos las carros necesarios para adquirir cereales y demás artículos de primera necesidad. Posteriormente, y por acuerdo suyo, se aprobó una cantidad de quinientos mil pesos, a fin de conjurar las necesidades más imperiosas del proletariado, nombrándose una Junta de Auxilios, presidida por el ingeniero Pani.

Viendo este Cuartel General que se necesitaban mayores recursos, decretó el impuesto extraordinario que usted ya conoce, y la contribución al clero, que se negó a pagar, con el exclusivo objeto de aliviar las necesidades del pueblo.

Los extranjeros, por disposición de esa Superioridad, quedaron exentos de pago, negándose a pagar también gran parte de los capitalistas mexicanos. El general Hemandez fue comisionado por esta Comandancia para adquirir cereales de Tula y San Juan del Río, proporcionándoles a las clases pobres la mayor cantidad posible de éstos. Existe aún un fondo de más de cien mil pesos destinados a auxilios. Es inexacto que yo haya puesto obstáculos a extranjeros adinerados que pretendieron traer cereales para expanderlos; es inexacto que yo haya excitado al pueblo para amotinarse; solamente he querido hacer ver a los acaparadores la necesidad que tenemos de colaborar para conjurar el hambre, evitando así que el pueblo hambriento se amotinara, en cuyo caso, no podía yo, a balazos, mitigar su hambre.

La actitud de los extranjeros, con raras excepciones, que espontáneamente han hecho su pago, ha sido perfectamente hostil a los principios humanitarios a que estamos obligados todos los hombres entre sí.

Los adinerados nacionales han cooperado muy mal, negándose también a cubrir la contribución que, con el fin conocido, se había decretado.

Éstos han sido castigados por su desobediencia.

Al contestar la nota, encarézcole recordar que estamos a su lado, la mayor parte de los mexicanos honrados, que sabremos apoyar sus decisiones, como hasta hoy lo hemos hecho, sin que sean necesarias las ridículas protestas que ninguno de nosotros necesitamos hacer para ir al sacrificio en el cumplimiento de nuestro deber.

Salúdolo respetuosamente.

General en Jefe. Álvaro Obregón.


INTROMISIÓN DE LOS EXTRANJEROS EN LA POLÍTICA NACIONAL

Como una prueba elocuente de la absoluta falta de moralidad de algunos extranjeros, y sus pocos escrúpulos para mezclarse en los asuntos políticos de este país, he querido consignar hechos que vienen a justificar mi actitud asumida contra dichos elementos, durante la ocupación de la ciudad de México por el Ejército de mi mando, durante el mes de febrero y la primera decena de marzo de 1915:

Después de que el general Victoriano Huerta, violando todo principio de lealtad y de honor, traicionó al Presidente Constitucional, don Francisco I. Madero, y al Vicepresidente, don José María Pino Suárez, aprehendiéndolos y asesinándolos después, para declararse él Presidente de la República; El Buen Tono, S. A., que constituye una de las industrias que en el país giran varios millones de pesos, regenteada entonces por el extranjero Ernesto Pugibet, mandó imprimir algunas marcas especiales, una de ellas dedicada al asesino Victoriano Huerta, de la que tomamos una cajetilla, que figura fotografiada, con el retrato del traidor más abominable que conoce nuestra Historia, y con la dedicatoria más servil y rastrera que pudieran haber ideado los gerentes de esa negociación.

Algunas otras marcas especiales de la misma fábrica, estaban dedicadas a Félix Díaz, Mondragón y otras de las fatídicas figuras del Cuartelazo de 1913.

Los gerentes de la Casa Wagner y Levien Sucrs., universalmente conocida, que gira cuantioso capital y que en nuestro país ha hecho grandes negocios, dirigían a Mondragón, inmediatamente después de los asesinatos de febrero, la carta que también aparece fotografiada, siendo de llamar la atención que la misma carta, que empieza destilando inmoralidad y servilismo, concluye ofreciendo sus tambores y cometas, subordinando todo principio de honor, a los intereses materiales.

Y éstos son los que protestan ahora contra el Ejército Constitucionalista, que vino a derrocar a los traidores asesinos, a quienes ellos rendían culto, y ante quienes se arrodillaban cínicamente, para quemar incienso a sus pies; éstos son los que ahora invocan la intervención, en nombre de una moralidad, que nunca han conocido, y pretenden, criminalmente, que ejércitos extranjeros, con sus bayonetas y sus escuadras, vengan en defensa de sus mezquinos intereses, acrecentados con el sudor y las vigilias de nuestro pobre pueblo.

Debo hacer una aclaración, que me sugiere mi propia observación:

Durante la campaña que hice en los distintos Estados de la República, pude notar que los extranjeros residentes en ellos, casi en su totalidad, son simpatizadores de la Revolución Constitucionalista, estableciendo esto un contraste con el sentimiento de los extranjeros de la ciudad de México, quienes, como antes digo, eran, casi en su totalidad, enemigos de nuestro movimiento. Esto solamente puede explicarse como una consecuencia de la influencia del medio y las ligas que, la mayor parte de los extranjeros negociantes en la Capital, tenían con el llamado Círculo de Amigos del General Díaz; ligas que anteriormente se habían acostumbrado a explotar en beneficio de sus intereses materiales, y que pooo a poco habían quabrantado su moralidad.


PARTES OFICIALES DEL GENERAL MARTÍNEZ

Ya muy avanzada la noche, se restableció la comunicación telegráfica con el campamento del coronel Martínez, y éste me informó que nuestras tropas habían tenido una completa victoria sobre el enemigo, aunque no me podía dar detalles en aquellos momentos, porque el combate había terminado ya de noche, y no se había reconocido aún el campo de la lucha.

Al siguiente día, recibí telegrama del coronel Martínez, con detalles sobre la batalla, el que copio a continuación:

Kilómetro A. 17.
Vía Cazadero.
Marzo 8 de 1915.
General en Jefe Álvaro Obregón.
México.

Hónrome comunicar a usted que en este momento acabo de reconocer el campo de batalla, encontrando en los lugares que ocupaba el enemigo, ciento once muertos, entre ellos dos tenientes coroneles, cuatro mayores, nueve oficiales y el resto de individuos de tropa.

Al retirarse el enemigo, se llevó a sus heridos, que son en número considerable.

Se les quitó una ametralladora, treinta armas de distintos calibres, y buen número de caballos, la mayor parte heridos.

Por nuestra parte, tenemos que lamentar la muerte de dos subtenientes y catorce individuos de tropa, del batallón de mi mando, y cuatro oficiales y dos individuos de tropa del 21° batallón; total, veintidós muertos; habiendo resultado herido el mayor médico del primer Batallón, tres capitanes primeros, dos capitanes segundos, un subteniente y cuarenta y ocho individuos de tropa.

Respetuosamente, el coronel Eugenio Martínez.

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