Índice de Ocho mil kilómetros en campaña de Álvaro ObregónCAPÍTULO VIII -Segunda parteCAPÍTULO VIII - Cuarta parteBiblioteca Virtual Antorcha

Ocho mil kilómetros en campaña

Álvaro Obregón

CAPÍTULO OCTAVO

Tercera parte


TOMA DE SALTILLO

Tengo el honor de comunicar a usted que, consumada la derrota y dispersión de la columna reaccionaria al mando de Fierros, Reyes y otros jefes de la llamada Convención, el 19 de agosto de 1915, según el parte relativo que he tenido el honor de rendir a esa Primera jefatura de su muy digno cargo, el mismo día 19 emprendí, con el Cuartel General del Ejército de Operaciones, la marcha de Valle de Santiago a San Luis Potosí, llegando a esta plaza el día 2, y como en esta fecha el coronel J. L. Gutiérrez había dejado terminadas las reparaciones de la vía del ferrocarril hasta Tampico, desde luego me trasladé a aquel puerto para conferenciar con usted directamente por la inalámbrica, y seguir luego a Monterrey a conferenciar con el C. general jacinto B. Treviño, jefe del Cuerpo de Ejército del Noreste, para combinar las sucesivas operaciones militares que habríamos de emprender, para controlar el territorio del Norte que aún estaba en poder de los villistas.

Así pues, el día 3, acompañado de algunos de los miembros de mi Estado Mayor y parte de mi escolta, emprendí la marcha de San Luis Potosí a Tampico, a cuyo puerto llegué el día 4 por la mañana, permaneciendo allí durante el día el tiempo que fue. necesario para conferenciar con usted; habiendo salido con destino a Monterrey a las cinco de la tarde, y llegando a aquella ciudad el día 5, a las 10 a. m.

Conferencié con el general Treviño, obteniendo de él una completa información sobre la situación militar de aquella zona, que era a su mando, y dándole por mi parte los lineamientos de la nueva campaña que habríamos de emprender, para desalojar al enemigo del territorio que aún ocupaba los Estados de Coahuila, Durango, San Luis Potosí y Zacatecas, arrojándolo hacia Chihuahua, y más tarde aniquilarlo en aquel su último reducto.

Dejando delineada con el general Treviño la campaña que, en combinación, habríamos de emprender, a las 10 p. m. del mismo día 5 regresé a Tampico, llegando a este puerto el 6 de agosto, después de mediodía, y permanecí allí, mientras terminaba con usted la conferencia iniciada el día 4, continuando mi marcha a San Luis a primeras horas del día siguiente (7 de agosto), y llegando a esta plaza el día 8 por la mañana.

Permanecí en San Luis Potosí, dando instrucciones al general Gavira para la campaña que debería emprender sobre los rebeldes que, al mando de los Carrera Torres y los Cedillo, se habían reconcentrado en Río Verde y Tula y algunos otros distritos del Estado de San Luis Potosí, sin definir su actitud; así como activando las reparaciones de la vía rumbo a Saltillo, que continuaban con grandes progresos.

El día 9 salí con destino a Guadalajara a efecto de conferenciar con el general Diéguez, y darle amplias instrucciones sobre la campaña que había pensado encomendarle en Sonora y Sinaloa, al mando de una importante columna que movilizaría sobre aquellos Estados; previendo que Villa, después de las desastrosas derrotas que había sufrido, y las que seguramente le infligiriamos en Coahuila y Durango si intentaba volver a hacer frente a nuestro ejército, buscaría refugio internándose en Sonora, para unirse con Maytorena, y con los elementos de ambos controlar aquel Estado, aprovechándose de las dificultades que tendríamos para hacer movilización oportuna de contingentes a aquella región, por la falta de buenas vías de comunicación con el resto de la República.

A Guadalajara llegué el día 11, después de haber tenido un lamentable contratiempo durante el viaje, consistente en el descarrilamiento de nuestro tren, entre León y Silao, en el que hubo 13 muertos y 31 heridos de la escolta, quedando 4 carros completamente destruidos. Entre los muertos se encontraba también el subteniente Andrés Guajardo, del Estado Mayor del general Murguía.

A las 8 a. m. del día 11, hora en que llegué a Guadalajara, pasé desde luego a conferenciar con el general Diéguez sobre el asunto que dejo indicado, acordando comenzar a hacer desde luego la movilización de fuerzas con rumbo a Sonora, a cuyo efecto inmediatamente se dieron órdenes para que salieran por tierra, con aquel destino, las tropas de caballería al mando del general Enrique Estrada, de la división del general Diéguez, emprendiendo la marcha de Guadalajara a través del Territorio de Tepic y Estado de Sinaloa, por la vía de San Marcos.

Este día recibí en Guadalajara un parte telegráfico del general Federico Montes, Gobernador y Comandante Militar de Querétaro, comunicándome que el día 9 las caballerías al mando del general Fortunato Maycotte y del general Miguel M. Acosta, en combinación con las fuerzas del general Rauda, de la división del general Amaro, habían atacado y derrotado a una columna zapatista, que al mando del llamado general Cazarín, estaba posesionada de San Juan del Río, plaza que quedó en poder de los nuestros, quienes persiguieron al enemigo, que huyó en dispersión rumbo a Tula, hasta cerca de estación Cazadero; capturándoles 3 trenes con 17 carros de carga, 3 de pasajeros y 9 tanques, recogiéndoles, además, 50 máussers y 100 monturas, así como muchos caballos; causándoles más de 150 bajas, entre muertos y prisioneros.

Inmediatamente ordené que el jefe de reparaciones, J. P. Kaftanish, saliera de Celaya con tren de materiales y protegido por infanterías de la división del general Amaro, para emprender las reparaciones de la vía al sur de Querétaro, disponiendo, al mismo tiempo, que el general Amaro, con las caballerías que tenía en Celaya, saliera con la misma dirección a activar la campaña contra las diversas partidas que existían al sur de Querétaro, para expeditar la vía del ferrocarril sobre México, debiendo, el general Amaro, obrar en combinación con el general Maycotte.

De Guadalajara, ordené también que las caballerías del general Gonzalo Novoa, que se encontraban en Celaya, accidentalmente a las órdenes del general Amaro, marcharan por tren a Guadalajara, para utilizadas en la campaña contra los bandoleros de Jalisco.

Después de haber conferenciado ampliamente con el general Diéguez, dejando acordados los preliminares para la movilización de fuerzas a Sonora, bajo el mando de dicho jefe, el día 12 emprendí mi marcha de regreso, dirigiéndome a Zacatecas, para comunicar instrucciones al general Hill y al general Murguía, que se encontraban con sus fuerzas en aquel Estado.

El día 14 me incorporé a Zacatecas, y conferencié con los generales Hill y Murguía, habiendo este último venido de su campamento en Ojuelos, para tal fin, También tuve una conferencia con el general ex-villista Pánfilo Natera, versando sobre la rendición de este jefe, con las fuerzas a su mando, que habían abandonado a Villa, después del desastre de Aguascalientes, permaneciendo en el Estado de Zacatecas, Este mismo día, el general Maycotte me rindió parte de que sus fuerzas habían tomado posesión de Tula, Hgo., habiendo restablecido la comunicación telegráfica hasta aquella plaza; y ordené al general Maycotte que, haciendo entrega de la plaza al coronel Miguel Alemán, para que quedara guarnecida por las fuerzas de este jefe, con las que lo estaba antes, marchara él, con las suyas, a San Juan del Río, donde debería tenerlas listas para recibir nuevas órdenes de mi Cuartel General.

Para esta fecha, el general Eugenio Martínez, con las brigadas 8a. y 9a. que de Salamanca habían sido destacadas a Pénjamo, para cortar la retirada a los villistas de Fierros y Reyes, derrotados en Valle de Santiago, habían llegado a Aguascalientes, de regreso, por la vía de Irapuato, y le ordené proseguir su marcha con dichas fuerzas hasta incorporarse a San Luis Potosí.

El día 16 nombré al general Rómulo Figueroa Gobernador Interino y Comandante Militar del Estado de Zacatecas, con acuerdo de esa Primera Jefatura, dándole facultades para conceder amnistía a los rebeldes que incondicionalmente quisieran deponer las armas, reconociendo al Gobierno Constitucionalista.

El día 17 el general Maycotte había hecho reconcentración de sus fuerzas en San Juan del Río, y le comuniqué instrucciones para que, por tren, se movilizara con ellas a San Luis Potosí.

Por la tarde de este día, emprendí con el Cuartel General la marcha a San Luis Potosí, adonde me incorporé el día 18 a las nueve de la mañana, trasmitiendo desde luego órdenes al general Cesáreo Castro, que se encontraba con su división en Cárdenas, para que se reconcentrara en San Luis, a fin de preparar el avance sobre Saltillo.

El mismo día 16 recibí por conducto del general Hill, que se encontraba en Zacatecas, noticia comunicada por el general J. T. Cervantes, de las fuerzas del general Natera, destacadas en Sombrerete, de que la ciudad de Durango había sido tomada el día 13 de este mismo mes, por las fuerzas al mando del general Domingo Arrieta, después de reñido combate que éstas sostuvieron con los villistas que defendían aquella plaza, en el que éstos fueron completamente derrotados, dejando en poder de los nuestros muchos prisioneros y pertrechos, así como material rodante, inclusive 20 locomotoras.

Este día ratifiqué en favor del general Diéguez el nombramiento como Jefe de las Operaciones Militares en Sonora, Sinaloa y Tepic, expidiéndoselo en los siguientes términos:

Este Cuartel General ha tenido a bien nombrar a usted Jefe de Operaciones en los Estados de Sonora y Sinaloa y Territorio de Tepic, sin perder su carácter de Jefe de la 2a. División de este Cuerpo de Ejército; por lo que, a su llegada a aquella región, asumirá el mando de las fuerzas que allá operan, procediendo a activar desde luego y cuanto fuere posible, las operaciones militares, con objeto de controlar la parte dominada actualmente por los reaccionarios.

Queda usted autorizado para designar, interinamente, todas las autoridades que fueren necesarias, así como para proceder a la organización de todas las oficinas y servicios públicos, tanto locales como federales, en la parte que se vaya controlando.

Lo que comunico a usted para su conocimiento, y a fin de que, desde luego, proceda al desempeño de la comisión que se le ha conferido, emprendiendo su marcha con las fuerzas y conforme a las instrucciones que verbalmente le comuniqué en esa ciudad.

Renuevo a usted las seguridades de mi distinguida consideración y particular aprecio.

Constitución y Reformas.
Cuartel General en San Luis Potosí, a 19 de agosto de 1915.
El General en Jefe. Alvaro Obregón.

Al C. General de División Manuel M. Diéguez, Jefe de la 2a. División de Infantería del Noroeste.
Guadalajara, Jalisco
.


El día 20, por orden del Cuartel General de mi cargo, comenzó a moverse de Aguascalientes a Zacatecas material rodante a disposición del general Hill, para el transporte de las infanterías y la artillería que se encontraban en Zacatecas y que debían reconcentrarse en San Luis.

Este mismo día comuniqué órdenes al general Cesáreo Castro y al general Ernesto García, para que con la División de Caballería a las órdenes del primero y la Brigada Guillermo Prieto, de la misma arma, accidentalmente a las órdenes del segundo, por estar herido su jefe, el general Pedro Morales, emprendieran la marcha al siguiente día rumbo al Norte, para pernoctar en Venado y continuaran haciendo su avance hasta La Ventura, en cuatro jornadas sucesivas, esperando allí órdenes del Cuartel General de mi cargo.

El día 22 movilicé, de Aguascalientes a Zacatecas, la 6a. Brigada de Infantería al mando del general Cipriano Jaimes, con objeto de que reforzara la guarnición qe aquella plaza, de la que estaban saliendo ya las infanterías que la habían guarnecido, al mando del general Hill.

Este mismo día comuniqué instrucciones al general Murguía, que se encontraba acampado aún en Ojuelos, Zac., a efecto de que antes de continuar su avance rumbo a Torreón, hiciera una batida en el Estado de Zacatecas contra las partidas que permanecieran hostiles al Gobierno Constitucionalista; habiendo tomado esta determinación en vista de informes que recibía indicando que los jefes Domínguez, Bañuelos, Avila y otros, que en un principio habían estado anuentes a rendirse juntamente con Natera, a últimas fechas habían asumido una actitud hostil.

En la misma fecha, las reparaciones de la vía del ferrocarril sobre Saltillo protegidas por una fracción de la Brigada Guillermo Prieto, al mando del coronel Enrique Espejel, habían llegado al kilómetro 822, al norte de La Ventura, y ordené que, por tren, se movilizaran de San Luis hasta aquel lugar las brigadas 8a. y 9a. de infantería de la 1a. División, al mando del general Eugenio Martínez, y la 3a. brigada de la 2a. División de Infantería, al mando del general Fermín Carpio, llevando el general Martínez los dos cañones de montaña que le habían sido incorporados, al iniciarse la batida contra Fierros en Querétaro.

El día 23 las fuerzas del general Martínez y del general Carpio llegaron a Vanegas, pernoctando allí para continuar su avance al día siguiente.

Este día recibí noticia de que el puente de San Juan del Río, que había sido completamente destruido por los villistas, cuando se replegaron al Sur, derrotados en Querétaro, quedó reconstruido por nuestro jefe de puenteros, J. P. Kaftanish, quien marchaba a reconstruYr el puente de Jasso, al sur de Tula, el que también había sido destruído por los zapatistas, siendo éste el único desperfecto que quedaba por reparar, para restablecer nuestra comunicación hasta la ciudad de México.

Para esta fecha, se había abierto campaña en contra de la gente de Carrera Torres y Cedillo, quienes, faltando al cOmpromiso que celebraran con el general Cesáreo Castro, en sentido de que no hostilizarían a nuestras fuerzas ni causarían daños en la vía del ferrocarril de San Luis a Tampico, a cambio de que, por nuestra parte, los consideráramos neutrales en el distrito de Río Verde, donde se habían reconcentrado, mientras que podían ponerse de acuerdo entre sí, para tratar del reconocimiento del Gobierno Constitucionalista, habían posesionádose de algunos puntos de la vía del ferrocarril, entre San Bartolo y Las Tablas, causando en ella algunos destrozos, e interrumpiendo así nuestras comunicaciones. El jefe de esta campaña era el general Pedro Morales, teniendo como segundo al general Juan Torres, quien seguía con el mando directo de su regimiento de la Brigada Antúnez.

El día 24 nuestras infanterías, al mando de los generales Martínez y Carpio, quedaron acampadas en La Ventura, y la avanzada de nuestras caballerías se encontraba en Gómez Farías.

Este día recibí mensaje del general Luis Gutiérrez, procedente de Tunal, participándome que estaba siendo atacado por el enemigo que había salido de SaltilIo, y que su situación era comprometida. Le contesté ordenándole que, si no podía resistir el ataque de los villistas, se replegara con sus fuerzas a Gómez Farías, dando aviso a mi Cuartel General y al jefe de nuestras avanzadas, para evitar una confusión al replegarse.

En esta fecha, las reparaciones de la vía llegaban al kilómetro 831.

El día 25 quedaron restablecidas nuevamente nuestras comunicaciones por la vía de Tampico, habiendo sido desalojados los rebeldes de los lugares que sobre ella ocupaban, por las fuerzas del general Torres, que operaban de San Luis a Tampico, en combinación con el Batallón de Ferrocarrileros, a las órdenes del coronel J. L. Gutiérrez, que marchaba en sentido opuesto, batiendo a los bandoleros y haciendo, al mismo tiempo, las reparaciones de la vía, por órdenes que le comunicó mi Cuartel General, por la vía de México y Veracruz, que estaba restablecida cuando la de Tampico quedó cortada.

En esta fecha, el general Diéguez comenzó su movilización a Sonora, saliendo de Guadalajara a Manzanillo, con sus infanterías, para embarcarse, de allí, a Mazatlán.

El día 26 comuniqué órdenes al general Cesáreo Castro, para que, con el grueso de su División de Caballería, con que estaba acampado en La Ventura, continuara su avance hasta Gómez Farías, haciendo avanzar una jornada al norte de Gómez Farías a nuestras fuerzas avanzadas> al mando de! general Ildefonso Ramos. Al mismo tiempo dispuse que las infanterías, al mando de los generales Martínez y Carpio, acampadas en La Ventura, continuaran por tierra a acamparsé en Gómez Farías, hasta cuyo lugar habían llegado ya las reparaciones de la vía.

El día 27 recibí mensaje del general Luis Gutiérrez, dándome parte de que e! combate que, durante tres días había librado con los villistas, se había resuelto en favor de sus fuerzas, derrotando al enemigo y obligándolo a replegarse a Saltillo, en estado de completa desmoralización. Me comunicaba el propio general Gutiérrez que, para ese resultado, había sido muy eficaz el oportuno envío de parque que le hizo el Cuartel General de mi cargo. Felicité al general Gutiérrez por su triunfo, y le di cuenta de los movimientos que nuestras fuerzas habían efectuado trasladándose nuestra vanguardia al norte de Gómez Farías.

El día 28 quedó hecha, en Gómez Farías, la reconcentración de nuestras fuerzas de caballería, al mando del general Castro, y las infanterías de los generales Martínez y Carpio.

El día 29, el Cuartel General de mi cargo, con su escolta, emprendió la marcha de San Luis a Gómez Farías, dando órdenes para que las fuerzas al mando del general Hill, que estaban saliendo de Zacatecas, al llegar a San Luis continuaran su marcha al Norte, hasta incorporarse a nuestro campamento.

Este día recibí parte de que el general Diéguez, con sus infanterías, se había embarcado en Manzanillo, con destino a Mazatlán, el día 27, en el cañonero General Guérrero y el transporte de guerra Jesús Carranza; así como de que la plaza de Tepic había sido ocupada ya por las fuerzas al mando del general Enrique Estrada, que previamente habían sido destacadas de Guadalajara, como parte de la columna que se reconcentraría en Sonora para hacer la campaña en aquel Estado, al mando del general Diéguez.

El día 30 se incorporó a Vanegas, procedente de Zacatecas, la 4a. Brigada de Infantería, al mando del general Lino Morales, y en la misma fecha llegaba a San Luis, prosiguiendo su marcha al Norte, la brigada al mando del general Severiano A. Talamante, que procedía también de Zacatecas. Estas fuerzas recibieron instrucciones de continuar hasta nuestro campamento.

Este mismo día nuestras caballerías comenzaron a movilizarse de Gómez Farías a Carneros, preparándose las infanterías para continuar el avance, también hasta aquel punto, e igualmente la artillería, al mando del teniente coronel Gustavo Salinas.

El día 31 todas las fuerzas quedaron acampadas en Carneros, estableciéndose allí el Cuartel General de mi cargo.

El día 19 de septiembre pasó a conferenciar conmigo, a Carneros, el general Luis Gutiérrez, cuyas fuerzas se encontraban al oriente de Saltillo, en cuya región habían estado operando contra los villistas, con buen éxito y al mando de dicho jefe. A este general le comuniqué, por escrito, las siguientes instrucciones sobre la forma en que debería cooperar en el ataque que el día 4 emprenderíamos sobre el enemigo que se encontraba posesionado de Saltillo y fortificado en La Angostura:

Debiéndose llevar a cabo el ataque a la plaza de Saltillo a las posiciones que el enemigo tiene en La Angostura, he de agradecer a usted que, con las fuerzas a su mando, al amanecer del día 4, corte la comunicación al enemigo sobre la vía que va a Paredón, y con el resto, avance sobre la plaza atacada. Al amanecer del día 4, deberá ordenar que se establezca, como contraseña, una o dos fogatas en la parte más elevada del sitio donde se corte la comunicación. En el ataque a la plaza, para evitar confusiones, deberán nuestras tropas entrar al combate sin sombrero, y las banderas serán blanco y negro. La ruta que debe seguir y los demás detalles de su movimiento, quedan a su propia iniciativa.

Protesto a usted mi atenta consideración.

Constitución y Reformas.
Cuartel General en Carneros, Coah., a 19 de septiembre de 1915
.

Como desde agosto, por acuerdo de esa Primera Jefatura, el Cuerpo de Ejército del Noreste, comandado por el C. general de brigada Jacinto B. Treviño, había quedado a las órdenes del Cuartel General de mi cargo, este día comuniqué, por la vía de Tampico, y en mensaje urgente, las siguientes instrucciones:

Carneros, septiembre 19 de 1915.
General Jacinto B. Treviño.
Monterrey, N. L.
Vía Tampico.

Desde ayer encuéntrome en ésta, con mis fuerzas, y tengo todo listo para atacar Saltillo, el día 4, al amanecer.

He conferenciado con el general Luis Gutiérrez, a quien he ordenado que ese día, también al amanecer, se coloque en la cuesta del Cabrito, con instrucciones de cortar la vía y rechazar intento del enemigo, si éste tratare de reconcentrarse a Paredón.

Comunícolo a usted, para que ese mismo día haga los movimientos que convengan, para evitar que el enemigo venga a reforzar Saltillo, o a atacar al general Gutiérrez.

Ruégole acusar recibo de este mensaje, así como transmitirme datos que tenga del enemigo.

Salúdolo afectuosamente.

El general Treviño tenía la mayor parte de sus fuerzas frente a Icamole, lugar de que estaba posesionado el enemigo, y donde había tenido que sostener repetidos y rudos combates, para evitar que los villistas avanzaran sobre Monterrey, plaza que era su objetivo. En consecuencia, los movimientos indicados, por parte del general Treviño, para el día 4, imposibilitarían al enemigo para auxiliar, de Icamole, la plaza de Saltillo, al ser atacada ésta por la columna de mi mando.

El día 2, el Cuartel General de mi cargo comunicó la siguiente orden extraordinaria:

Orden Extraordinaria de la Comandancia del Ejército de Operaciones, comunicada en Carneros, Coah., el 2 de septiembre de 1915, a las 6 p. m.

Dispone el C. General en Jefe: que todas las fuerzas de este ejército se alisten para emprender la marcha mañana, a las 7 a. m., rumbo al Norte, en el siguiente orden:

Extrema vanguardia. Caballería exploradora de la 8a. Brigada de Infantería, de la 1a. División; guardando distancia de 500 metros, continuará como vanguardia la 9a. Brigada de Infantería de la misma División; siguiendo la 8a. Brigada y a continuación la 2a. también de la 1a. División. En seguida la artillería expedicionaria, que llevará como sostén la 3a. Brigada de Infantería, de la 2a. División; continuando la 4a. Brigada de la 1a. División y la 1a. Brigada de la propia División.

La retaguardia será cubierta por la infantería al mando del general Porfirio G. González, de la 1a. División del Noroeste.

Que las caballerías de la 1a. División, al mando del general Cesáreo Castro, se alisten para marchar de los lugares donde se encuentran, a primera orden, debiendo ir el C. general Castro con el Cuartel General, para que reciba personalmente órdenes y las haga transmitir a las distintas brigadas de su división.

Todas las fuerzas deberán quedar provisionadas, cuando menos por dos días, hoy mismo.

Las impedimentas marcharán a retaguardia de sus respectivas brigadas.

Lo que se comunica para su conocimiento y cumplimiento.

D. O. S. Sáenz.
Comunicada.
Ríos
.

El día 3, a las 7 a. m., como estaba ordenado, las fuerzas del Ejército de Operaciones emprendieron la marcha de Carneros al Norte, llegando, por la tarde, al punto denominado La Puerta, adelante de Agua Nueva, y sobre la vía del ferrocarril.

En ese lugar quedaron acampadas nuestras fuerzas, inclusive la división de caballería al mando del general Castro, que acampó sobre la derecha del cuadro de infantería.

Por la tarde, nuestra avanzada, al mando del general Ildefonso Ramos, sostuvo un ligero tiroteo con una fuerza exploradora del enemigo, adelante de la hacienda La Encantada, en el cual tuvimos un oficial y 4 soldados heridos, habiendo nuestras fuerzas obligado a replegarse a las del enemigo.

Por la orden general de este día, comuniqué las siguientes disposiciones:

Todas las fuerzas deberán alistarse para continuar su marcha en la misma formación que han traído el día anterior, mañana a las 5 a. m., debiendo darse el toque de levante, a las tres de la mañana; el segundo, a las cuatro, y el tercero, a las cinco a. m. Se encarece a todos los jefes y oficiales activen los preparativos de marcha, a fin de que a las cinco en punto se emprenda ésta, por tener todas las probabilidades de empezar a combatir, después de caminar los primeros 8 kilómetros, y por ser ésa la hora fijada, con la columna que atacará por el Norte. La contraseña que deberá usarse para evitar una confusión con la columna de caballería que atacará Saltillo por el rumbo opuesto, será la siguiente: Bandera blanco y negro, y al aproximarse las tropas, ya empeñado el combate, deberán marchar sin sombrero.

El día 4, desde las cuatro de la mañana, las fuerzas estuvieron listas para hacer el avance; pero éste no pudo efectuarse a la hora que se había señalado, porque una densa niebla nos impedía descubrir nuestro frente, y en esas condiciones todo movimiento habría sido aventurado.

A las siete y media a. m., hora en que la niebla se había disipado lo bastante para distinguir el frente de nuestra marcha, iniciamos ésta, llevando a la vanguardia parte de las caballerías de la división del general Castro, y a retaguardia el grueso de la misma división.

Habíamos caminado unos cuantos kilómetros, cuando nuestra vanguardia empezó a tirotearse con la del enemigo, adelante de la hacienda de La Encantada, siguiendo un disparo de cañón, hecho por el enemigo. Ordené, desde luego, que la columna hiciera alto, y acompañado de mi Estado Mayor y de una parte de mi escolta, me transladé al frente, donde estaban las caballerías del general Ildefonso Ramos, sosteniendo un tiroteo de poca importancia. Ascendimos a un péqueño cerro, que está sobre la izquierda del camino que seguíamos, y de allí pude observar el frente que el enemigo presentaba, desde la falda de la sierra alta, que corre a la derecha, paralela con el camino real que seguía nuestra columna, continuando por todo el puerto y terminando en los cerros a las izquierda de la vía, donde se forma el puerto llamado de La Angostura. El enemigo tenía emplazado un cañón en el Fortín Viejo. El efectivo total del enemigo, en la línea con que trataba de hacer frente a nuestra columna, no pasaba de cinco mil hombres, teniendo solamente un cañón.

Descubierto su dispositivo, ordené el avance de las infanterías, empezando a colocar una línea de tiradores paralela a la del enemigo, y como a dos kilómetros de distancia de ésta, para hacerla avanzar tan pronto como estuviera emplazada nuestra artillería, con cuyos fuegos habría de ser protegido el movimiento.

El teniente coronel Salinas procedió a cumplimentar las órdenes transmitidas por mi Cuartel General, para el emplazamiento de nuestros cañones. Aunque el enemigo era en número mucho menor que el de nuestras fuerzas, y contaba sólo con un cañón, parecía resuelto a defender sus posiciones con energía.

Cuando el 21° batallón se desplegaba en tiradores a nuestra derecha para continuar la línea paralela a la del enemigo, un oficial de dicho batallón fue herido, y al darse cuenta de esto algunos de los soldados, hicieron un movimiento de flanco y empezaron a avanzar sobre las posiciones de La Angostura, movimiento que siguió todo el batallón, lo que dio lugar a que en unos cuantos minutos el fuego se hiciera cerrado, tomando las proporciones de un combate formal, entre las tropas del citado batallón y los reaccionarios que por ellas eran atacados.

En la disyuntiva de dejar a nuestro batallón comprometido en su avance, o protegerlo, empeñando el combate en una forma que no era la que yo había preparado, me decidí por lo segundo, tomando en consideración la superioridad de nuestros elementos que nos ponía fuera del peligro de un fracaso. Ordené, pues, al teniente coronel Salinas que abriera fuego con nuestra artillería que ya estuviera emplazada, y al mismo tiempo, dispuse el avance del 20° batallón, sobre la extrema izquierda del enemigo, apoyando el movimiento del 21° batallón, y el avance de las caballerías del general Castro por la derecha del 20° batallón, siguiendo las estribaciones de la sierra.

El 21° batallón, en menos de 30 minutos, había roto la línea enemiga, y el 20° batallón abría fuego sobre el enemigo, que había quedado a la derecha del 21°, desalojándolo también, después de algunos minutos de combate. A esto se siguió la huida en desbandada de toda la línea enemiga y de sus reservas, porque ninguna otra fuerza tomó parte en el combate, por parte del enemigo, al ser desalojados los que ocupaban las trincheras. Inmediatamente nuestras fuerzas emprendieron el avance general sobre Saltillo, inclusive la artillería, batiendo al enemigo en su huida, hasta la plaza de Saltillo, adonde llegaron las primeras fuerzas de caballería, al mando del general Alejo González, a las 12 m., incorporándose, poco después, el resto de la columna, con el Cuartel General de mi cargo.

Inmediatamente que llegamos a Saltillo ordené al general Castro que hiciera salir sus caballerías en persecución del enemigo, que había emprendido la huida con dirección a Hipólito. Esta persecución se prolongó con éxito, toda la tarde, haciendo a los reaccionarios muchas bajas y capturándoles algunos pertrechos.

Establecido ya en Saltillo mi Cuartel General, ese mismo día se incorporó el general Luis Gutiérrez, dándome parte de haber cumplido con las ordenes que le había comunicado en Carneros, el día 19, cortando la comunicación en la cuesta del Cabrito, al amanecer del día 4, y avanzando en seguida sobre Saltillo, en cuyas goteras, por el norte y poniente, sostuvo rudo combate, que se prolongó por cerca de ocho horas, el que, en un principio, preseptaba fases poco favorables a sus fuerzas, debido a la superioridad numérica del enemigo y a la energía con que éste se defendla; pero al empezar a escucharse el fuego de nuestra artillería, por el rumbo de La Angostura, los reaccionarios se alarmaron, temiendo que nuestras fuerzas les cortaran la única retirada que les quedaba, empezando con ello a ceder; circunstancia que el general Gutiérrez aprovechó, cargando sobre ellos y obligándolos a huir en desbandada, con grandes pérdidas, después de lo cual, estuvo batiendo eficazmente a los que, derrotados en La Angostura por las fuerzas a mi mando, pasaban por las cercanías de Saltillo, buscando salida rumbo a Hipólito. El general Gutiérrez, por su parte, tuvo que lamentar bastantes bajas, entre ellas la del teniente coronel Juan Rodríguez Burciaga, jefe de su Estado Mayor, quien resultó muerto, e igualmente el mayor Praxedis Cruz.

Las pérdidas del enemigo en los combates librados en Angostura, con mi columna, y en la plaza de Saltillo, con las fuerzas del general Luis Gutiérrez, pueden estimarse en quinientos, entre muertos, heridos y prisioneros, mas los que se dispersaron por la sierra al ser derrotados y perseguidos por los nuestros, desde La Angostura, y batidos después en las cercanías de Saltillo por el general Gutiérrez. El enemigo perdió, también, algunas armas, caballos, y como doscientos mil cartuchos de varios calibres, y una ametralladora.

Por nuestra parte, tuvimos alrededor de ochenta bajas, entre muertos y heridos, siendo la mayor parte de las fuerzas del general Gutiérrez.

A este triunfo cooperó, de manera importante, el C. general Jacinto B. Treviño, quien ejecutó, con toda eficacia, las instrucciones que le había comunicado mi Cuartel General, haciendo el mismo día 4 un movimiento ofensivo sobre el enemigo que estaba frente á Icamole, con lo que evitó que éste viniera a reforzar Saltillo, alcanzando a su vez el general Treviño una completa victoria sobre aquel núcleo, al que desalojó de sus posiciones, haciéndolo huir rumbo a Paredón, y capturándole todos sus trenes, según me lo comunicó dicho jefe. en el parte telegráfico que transcribo a continuación:

Icamole, N. L., 4 de septiembre de 1915.
General Alvaro Obregón:

Con satisfacción, comunícole a usted que hoy, al amanecer, fueron asaltadas las posiciones enemigas en ésta, por el frente, flancos y retaguardia, habiéndose logrado, después de tres horas de combate, derrotarlo completamente, quedando en poder nuestro todos sus trenes, excepción hecha de uno, que logró escapar.

He ordenado que nuestra caballería haga la persecución del enemigo, hasta Paredón si fuere posible.

En este combate se distinguió la brigada a las ordenes del general Carlos Osuna, de la 3a. División.

Felicito a usted por este hecho.

Respetuosamente.

General Jacinto B. Treviño.

Me es honroso felicitar a usted, por estos nuevos triunfos de las armas Constitucionalistas, reiterándole las seguridades de mi respetuosa subordinación y aprecio.

Constitución y Reformas.
Saltillo, Coah., septiembre 12 de 1915.
El General en Jefe. Álvaro Obregón.

Al C. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación.


OCUPACIÓN DE TORREÓN Y OTRAS PLAZAS DE LA COMARCA LAGUNERA

Tengo el honor de informar a usted que inmediatamente después de la toma de Saltillo por nuestras fuerzas, di órdenes para que los trenes de reparación, que habían reconstruido la vía del ferrocarril hasta Saltillo, continuaran con rumbo a Monterrey, para reparar los desperfectos que hubiere sobre esta vía, la que quedó expeditada el día 6, llegando en esta fecha a Saltillo el tren de reparaciones que venía de Monterrey.

El mismo día 6 hice salir de Saltillo, con rumbo a Paredón, el tren de reparaciones a cargo del C. Luis G. Alcalá, y una cuadrilla de celadores, a cargo de uno de los telegrafistas de mi Cuartel General, con objeto de reparar las vías de comunicación hasta Paredón, protegiendo los trabajos el batallón de zapadores del C. coronel J. L. Gutiérrez. Paredón había sido ya ocupado por fuerzas del general Treviño, de la brigada del C. general Carlos Osuna, recogiendo mucha caballada, así como locomotoras y carros del ferrocarril en regular número, que el enemigo había dejado allí abandonados al huir rumbo a Torreón.

A las 10 a. m. de este día, el C. Gustavo Espinosa Mireles, nombrado por esa Primera Jefatura Gobernador interino del Estado de Coahuila, rindió ante mí la protesta de ley, en el palacio de Gobierno del Estado, de lo cual se levantó el acta de estilo que, con el C. Espinosa Mireles y yo, firmaron los CC. Generales Cesáreo Castro, Luis Gutiérrez, Francisco R. Manzo, Miguel V. Laveaga, Alejo González, Jesús S. Novoa, Porfirio G. González y Benecio López, así como el teniente coronel Aarón Sáenz, jefe accidental de mi Estado Mayor, y el teniente coronel Enrique C. Osornio, médico de mi Estado Mayor.

El día 7 se incorporaron a San Luis Potosí las brigadas de infantería del Noroeste al mando de los CC. generales Cipriano Jaimes y Luis M. Hernández, procedentes de Zacatecas y de Lagos, respectivamente, y dispuse que quedaran a las órdenes del C. general Gabriel Gavira, Gobernador y Comandante Militar del Estado, para que, con ellas, relevara los destacamentos sobre la vía del ferrocarril a Tampico, y así pudieran las caballerías de los generales Morales y Torres, que cubrían dichos destacamentos, emprender una formal batida en contra de los Carrera y los Cedillos, en los distritos que controlaban estos rebeldes.

Este mismo día ordené al general Amaro que movilizara fuerzas de su División de San Juan del Río a Tula, para relevar a la guarnición de esta plaza, de las fuerzas del general Pablo González, y pudiera reconcentrarse a la ciudad de México a reforzar a la ex-capital, en vista de los informes que me comunicaba el propio general González, indicando que su situación en México era comprometida, pues los zapatistas lo atacaban vigorosamente en toda la línea, y sus fuerzas eran insuficientes para rechazarlos tomando la ofensiva.

El general Treviño me transmitió parte, rendido por el C. general Fortunato Zuazua, relativo a que las fuerzas de este jefe, destacadas por el general Treviño hacia el norte de Coahuila, después de derrotar al enemigo en Barroterán, Sabinas y Allende, habían llegado a Piedras Negras, plaza que fue evacuada por los reaccionarios.

En la misma fecha, y en virtud de nuevos mensajes que recibí del C. general Pablo González, informándome que su situación en México se hacía cada vez más comprometida por la tenacidad con que los zapatistas lo atacaban, en número superior, dispuse que se movilizaran dos mil hombres de caballería del Ejército de Operaciones a mi mando, yendo a las órdenes del C. general Alejo G. González, para reforzar la guarnición de México. Al mismo tiempo, remití al general Pablo González, 100,000 cartuchos 30-30 de nuestras reservas, aunque éstas eran sumamente reducidas, especialmente las de ese calibre.

El día 8 comuniqué órdenes al C. ingeniero Alfredo C. Acosta, superintendente del ferrocarril en Aguascalientes, para que se continuaran las reparaciones de la vía entre Zacatecas y Torreón, que habían sido interrumpidas por escasez de materiales de construcción, y las cuales deberían ser protegidas por fuerzas del general Murguía.

El día 10, invitado por el general Treviño, en compañía de mi Estado Mayor me translade a la ciudad de Monterrey, llegando á las cuatro de la tarde.

El día 11, a primeras horas, acompañado del propio general Treviño, pasé de Monterrey a Icamole a revistar las tropas del Cuerpo de Ejército del Noreste, que estaban acampadas en dicho lugar, regresando a Monterrey a las cinco de la tarde, y emprendiendo de allí la marcha a Saltillo inmediatamente.

Este mismo día las reparaciones de la vía del ferrocarril, a cargo del C. Luis G. Alcalá, quedaron terminadas hasta Paredón, por la vía de Saltillo, restableciéndose, a la vez, la comunicación telegráfica hasta aquel punto.

En esta fecha, me fue confirmado por el general Diéguez, en mensaje de Mazatlán, que la plaza de Durango había caído nuevamente en poder del enemigo, quien la atacó el 23 de agosto, en número muy superior a las fuerzas que la defendían, al mando de los generales Arrieta, las que tuvieron que replegarse a la sierra del Tunal.

El día 12 comuniqué órdenes al general Murguía para que, por la vía de Zacatecas, y dejando tropa suficiente que protegiera la reparación de la vía del ferrocarril, continuara su avance a Villa de Cos, sobre Torreón, manteniendo constante comunicación con el Cuartel General de mi cargo, a fin de combinar. sus movimientos con los de las fuerzas que sobre la misma plaza avanzarían por la vía de Saltillo.

El mismo día ordené que las fuerzas del general Luis Gutiérrez marcharan de Saltillo a posesionarse de Parras, y que las caballerías del C. general Jesús S. Novoa, de la División del general Castro, marcharan a acamparse en La Rosa, haciendo dos jornadas, con instrucciones de establecer avanzada de mil hombres en estación Hipólito, y enviarse, de allí, exploraciones sobre Torreón, a la mayor distancia posible.

En esta misma fecha, movilicé de Saltillo el campo de puenteros, a cargo del C. J. P. Kaftanish, con instrucciones de reparar los puentes de Paredón e Icamole, que estaban totalmente destruidos, para dejar restablecida la comunicación entre Monterrey y Paredón, como lo estaba ya entre este punto y Saltillo.

El día 13, el C. Luis G. Alcalá llegó, con las reparaciones de la vía, a estación Sauceda.

El día 14, movilicé de Saltillo las brigadas de infantería 8a. y 9a., al mando del general Eugenio Martínez, con instrucciones de acampar en Estación Reata, punto que ya había sido ocupado de antemano por fuerzas del general Treviño, y hasta donde habían llegado ya las reparaciones de la vía, a cargo del C. Alcalá.

El general Treviño me rindió parte de que las fuerzas del general Fortunato Zuazua habían desalojado de Monclova al enemigo que ocupaba dicha plaza y que era la única partida que había permanecido en el norte de Coahuila.

El día 15, comuniqué instrucciones al general Treviño, para que reconcentrara en Paredón todas las fuerzas que tuviera disponibles para la campaña sobre Torreón y Piedras Negras.

El día 16 acamparon en estación La Rosa las fuerzas de caballería al mando del general Jesús S. Novoa, estableciendo los servicios ordenados por mi Cuartel General.

En esta misma fecha, llegaron a estación Reata las infanterías, al mando del general Martínez.

El día 17, el general Treviño me comunicó, en ampliación a su parte sobre la toma de Monclova por fuerzas del general Zuazua, que el enemigo desalojado de dicha plaza, al huir con rumbo a Sierra Mojada, abandonó en Monclova el total de su equipo de ferrocarril, consistente en 15 máquinas, más de 200 carros y jaulas, y más de cien góndolas cargadas con coque.

Este mismo día ordené que el resto de las fuerzas de infantería que aún permanecian en Saltillo emprendieran la marcha, por tierra, a incorporarse a estación Hipólito; y como considerara que la resistencia del enemigo, si alguna intentaba oponer a nuestro avance sobre Torreón o en esta plaza, habría de ser poco enérgica, no estimé necesario llevar nuestra artillería, disponiendo que ésta quedara en Saltillo, para hacer más rápido nuestro avance con sólo infanterías y caballerías.

El día 18, habiendo quedado terminadas las reparaciones de la vía hasta estación Hipólito, el Cuartel General de mi cargo se transladó a dicha estación, dando órdenes para que se reconcentraran allí las fuerzas del general Eugenio Martínez, que se encontraban acampadas en Reata, donde ya no era necesaria mi presencia, en vista de que el enemigo que había permanecido en Monclova, intentando reconcentrarse en Torreón, había huido ya a Sierra Mojada.

Este día, antes de salir de Saltillo, se me dio parte de haberse efectuado la aprehensión de los infidentes general Lucio Blanco, Domínguez y otros, que se encontraban ocultos en un rancho cercano a Saltillo, la cual aprehensión fue ordenada por mi Cuartel General, el día anterior. Los presos fueron conducidos a Saltillo e internados en uno de los cuarteles de las caballerías del general Castro, para ser consignados a un tribunal militar.

Por estos días había ocurrido una fricción entre nuestras fuerzas que, al mando del general Emiliano P. Nafarrete, guarnecían la plaza de Matamoros, Tamps., y las fuerzas norteamericanas de guarnición en Brownsville; y con tal motivo di instrucciones al general Jacinto B. Treviño para que pasara a Matamoros, a fin de darse cuenta exacta de lo sucedido, e hiciera todo esfuerzo por conjurar un conflicto, sugiriéndole tener una conferencia con el comandante de las fuerzas norteamericanas y relevar la guarnición de Matamoros con otras fuerzas que no tuvieran los ánimos exaltados con motivo de los últimos acontecimientos.

Para esta fecha, habían quedado reparados los puentes de Paredón e Icamole por nuestro jefe de puenteros, J. P. Kaftanish, y éste continuaba, las reparaciones con rumbo a Torreón, mientras que el C. Luis G. Alcala las llevaba con rumbo a Monclova.

El día 19, las fuerzas del general Murguía llegaban a Majoma, Zac., habiendo ordenado a este jefe que de allí cortara camino con dirección a Viesca, para que, unido con el general Gutiérrez, avanzaran ambos sobre Torreón.

El día 20, comenzaron a reconcentrarse en paredón, al mando del general Francisco González, las fuerzas del Noreste, que habrían de tomar parte en el avance a Torreón, marchando a nuestra retaguardia.

El día 21, las fuerzas del general Luis Gutiérrez avanzaron hasta Patagalana, en camino a Parras, y fuerzas de la División del general Castro ocuparon San Carlos.

El día 22 avanzamos nuestro campamento hasta estación Marte, dando órdenes para que las fuerzas del Noreste, que estaban reconcentradas en Paredón, marcharan a acamparse en Hipólito.

Este mismo día, el general Gutiérrez, con sus fuerzas, ocupó la plaza de Parras, de la que huyó el enemigo sin intentar hacer resistencia y en estado de completa desmoralización. A dicho jefe le di orden de continuar su avance sobre Viesca, informándole que el general Murguía, con su División, marchaba sobre la misma plaza, por el camino de Zacatecas.

El día 23, nuestras fuerzas de infantería y el Cuartel General marcharon hasta estación Cacama, y en este lugar se presentaron algunos desertores villistas, informando que la plaza de Torreón estaba siendo evacuada, saliendo el enemigo rumbo al Norte, para reconcentrarse en Chihuahua. Este informe, y las diversas noticias que había estado obteniendo por diferentes conductos acerca de la movilización de tropas que Villa estaba haciendo a Casas Grandes, me confirmaban la creencia que yo había tenido, de que el bandolero intentaría invadir Sonora, para unirse con Maytorena y retardar con esto el total aniquilamiento de la reacción; por lo que, de este lugar, movilicé, con destino a Manzanillo, las fuerzas del general Fermín Carpio, en número de dos mil hombres, dando órdenes para que en Saltillo se le incorporaran seis cañones de grueso calibre, para ir a reforzar a la columna del general Diéguez, que ya había desembarcado en Mazatlán, y que debería prontamente emprender la campaña en el Estado de Sonora, entrando por el sur, para controlar el territorio que estaba en poder de Maytorena y permaneciendo allí para hacer frente, con el general Plutarco Elías Calles, a los restos del villismo que intentaran penetrar al Estado, y consumar allí su aniquilamiento.

El día 24 ordené al general Gabriel Gavira comenzara a reconcentrar sus fuerzas en San Luis Potosí y tenerlas listas para hacer las movilización que le ordenara el Cuartel General de mi cargo, cuando él fuera relevado en el Gobierno de aquel Estado, por el general Vicente Dávila, quien, nombrado por esa Primera Jefatura, debería asumir dicho cargo, llevando fuerzas del Cuerpo de Ejército del Noreste, para guarnecer el Estado y terminar la campaña contra los rebeldes de Carrera Torres y Cedillo, que ya habían sido duramente batidos por los generales Morales, Torres y Jaimes, dejándolos reducidos a simples gavillas.

El día 25, a las 5 a. m., con las fuerzas de infantería emprendí de estación Cacama el avance sobre Torreón, continuándolo pie a tierra, como hasta allí había sido, en virtud de que la vía del ferrocarril, desde aquel punto, estaba destruida en una extensión de más de 60 kilómetros, y la reparación tendría que ser muy tardada y nuestro avance muy lento, si esperábamos a continuarlo por trenes para evitar la marcha por el desierto de Coahuila. Las caballerías del general Castro marchaban por la falda de la sierra, a la izquierda de la vía, en línea paralela con la de nuestras infanterías.

En esta fecha, las fuerzas del Cuerpo de Ejército del Noroeste estaban acampadas en Hipólito, y al frente de ellas el general Treviño, quien había regresado a Matamoros, Tamps., dejando satisfactoriamente arreglado el asunto que dio origen a su viaje a aquella plaza.

El mismo día 25 rendimos nuestra jornada, a las tres de la tarde, en el kilómetro 757. Las caballerías del general Castro pernoctaron en las haciendas Mimbre y San Rafael. La columna del general Murguía llegó a San Rafael, en camino a Viesca, mientras que la del general Luis Gutiérrez se movía también de Parras con rumbo a Viesca.

El día 26, a las cuatro de la mañana, continuamos la marcha con las infanterías, tomando el camino que va a la izquierda de la vía, rodeando la Laguna de Mairán, e internándonos en lo más árido de aquel desierto, hicimos una jornada de 39 kilómetros, rindiéndola a las cuatro de la tarde, en la hacienda de San Nicolás, adonde estuvieron incorporándose durante toda la tarde y parte de la noche las fuerzas de la columna que habían quedado retrasadas en el desierto, por el cansancio de aquella larga jornada por un terreno en el que los rayos del sol se hacían mucho más ardorosos.

Este día, el general Murguía tomó la plaza de Viesca, con fuerzas de los generales Eduardo Hernández y Heliodoro T. Pérez, después de batir y derrotar a la guarnición enemiga, en número de 300 hombres, al mando del llamado coronel Montelongo, a la que le hicieron muchas bajas, entre muertos, heridos y prisioneros, capturando nuestras fuerzas algunas armas, monturas, caballos, parque y material rodante de ferrocarril.

La División de caballería al mando del general Castro acampó en Santa Rita, hacienda situada al Noreste de San Nicolás, y a distancia de unos 10 kilómetros de ésta.

El día 27, a las cuatro de la mañana, emprendimos la marcha de San Nicolás con las infanterías, saliendo a la misma hora las caballerías, de Santa Rita, que siguieron por nuestro flanco izquierdo.

Al llegar con nuestra vanguardia a distancia de ocho kilómetros frente a San Pedro, ordené hacer alto, y destaqué sobre dicha plaza una exploración de caballería, al mando del mayor Pedro Sosa, de la 1a. brigada de infantería, comisionando, al mismo tiempo, a algunos oficiales de mi Estado Mayor para que, con una pequeña escolta, aVanzaran también sobre San Pedro, e hicieran una exploración en las cercanías de aquella plaza.

Como transcurriera más de una hora sin que regresaran nuestros exploradores, ordené que las caballerías prosiguieran su avance sobre San Pedro, recomendando al general Castro que, con propio, me rindiera parte de las novedades que tuviera.

Poco después, el general Castro me rindió parte de que sus fuerzas habían ocupado la plaza de San Pedro, en la que no encontraron ninguna resistencia, pues el enemigo la había evacuado durante el día anterior y primeras horas de la mañana de éste. En seguida, ordené que toda la columna siguiera la marcha, lo que se efectuó desoe luego, habiendo hecho nuestra entrada a San Pedro poco después de las tres de la tarde.

Las exploraciones no regresaron a darme oportunamente el parte de su resultado, en virtud de que se extralimitaron en la ejecución de mis instrucciones, pasando de San Pedro a algunos lugares cercanos, tratando de obtener informes sobre el enemigo que había evacuado la plaza.

La sección telegráfica del Cuartel General, que desde nuestra salida de estación Cacama venía por sobre la vía reparando la línea, se incorporó a San Pedro, a las cinco de la tarde, trayendo al corriente la comunicación. Las reparaciones de la vía del ferrocarril, que a mi salida de estación Cacama ordené se continuaran con toda actividad, a cargo del C. Luis G. Alcalá, teniendo a sus órdenes, como su segundo, al supervisor, Alberto Galindo, y protegidas por las fuerzas del general Miguel M. Acosta, llegaban al kilómetro 758.

Inmediatamente comuniqué órdenes para que las fuerzas de caballería del general Castro se movilizaran a primeras horas del día siguiente, sobre Gómez Palacio, comisionando con esta columna una cuadrilla de celadores, para que fuera reparando la línea telegráfica.

El día 28 se efectuó la movilización ordenada, y este día recibí un parte del general Murguía, comunicándome haber tomado posesión de la plaza de Torreón, tras débil resistencia que hizo el enemigo, el que, al huir con dirección a Durango, abandonó en aquella estación 14 locomotoras, 368 carros de carga, 21 coches de pasajeros, 5 cabuses y 11 carros tanques, así como mucho material de vía. El mensaje del general Murguía comunicaba que al mismo tiempo las fuerzas del general Luis Gutiérrez, que desde Viesca habían marchado unidas a las suyas, habían tomado posesión de la plaza de Lerdo, Dgo. Ordené desde luego al general Murguía que hiciera salir un tren de reparación a reconstruir la vía entre Torreón y San Pedro, así como que enviara exploraciones sobre las vías de Chihuahua y Durango, para informar el estado en que éstas se encontraban.

El día 29, las fuerzas de caballería del general Castro, destacadas de San Pedro, tomaron posesión de la plaza de Gómez Palacio, informando que el enemigo que ocupaba aquella plaza había huido con rumbo a Mapimí, desde que llegaron a Torreón las fuerzas de los generales Murguía y Gutiérrez.

En vista de que ya no era necesario el avance inmediato de las infanterías sobre Torreón y Gómez Palacio, dispuse que éstas permanecieran en San Pedro, tomando el descanso, que les erá necesario después de las pesadas marchas que hicieron a través del desierto de Coahuila, y mi Cuartel General continuó establecido en San Pedro.

Debo felicitar a usted por el éxito feliz de estas jornadas, que nos dieron posesión de la importante comarca lagunera y de una gran parte del equipo ferrocarrilero del enemigo, con lo cual la reacción queda, por ahora, reducida al Estado de Chihuahua y una parte del de Durango, en grupos desorganizados y completamente desmoralizados.

Reitero a usted las seguridades de mi respetuosa subordinación y aprecio.

Constitución y Reformas.
Tampico, Tamps., octubre 10 de 1915.
El General en Jefe. Alvaro Obregón.

Al C. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación.

A raíz de la ocupación de Saltillo por las fuerzas de mi mando, recibí en mi Cuartel General la visita del entusiasta revolucionario Dr. Atl, procedente de la ciudad de México, quien fue mi huésped por algunos días, en aquella ciudad, y de allí se dirigió a Veracruz.

Al despedir al Dr. Atl, le supliqué el favor de hacer, en mi nombre, al C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, una atenta invitación para que pasara a visitar nuestros campamentos.

A raíz de la ocupación de San Pedro, Coah., recibí un mensaje del Dr. Atl, procedente de Veracruz, comunicándome haber cumplimentado, ante el señor Carranza, el encargo que le hice, y que nuestro Primer Jefe había aceptado mi invitación.

El C. Primer Jefe me dirigió un mensaje, en el sentido de haber aceptado mi invitación, y anunciándome su próxima salida de Veracruz a Tampico, para, de allí, dirigirse a Torreón.

Con tal motivo, el día 5 de octubre emprendí la marcha de San Pedro, Coah., a Tampico, para recibir en aquel puerto al C. Primer Jefe, y acompañarlo hasta nuestros campamentos. Iban en mi compañía los generales Gabriel Gavira y Pedro Morales, quienes habían, ese día, llegado a San Pedro para recibir órdenes de mi Cuartel General, con referencia a la columna que deberían llevar a Sonora, y también me acompañaban algunos oficiales de mi Estado Mayor.

El día 7 llegamos a Tampico, y desde luego inquirí informes sobre el viaje del Primer Jefe, habiendo tenido noticia de que él no había salido aún de Veracruz, debido a que un fuerte norte, que estaba soplando, impedía la navegación por aquellas costas del Golfo.

Hasta el día 10 arribó a Tampico el Primer Jefe, acompañado de los miembros de su Estado Mayor y de algunas altas personalidades de la administración Constitucionalista.

De Tampico emprendimos la marcha con rumbo a Torreón, por la vía de Monterrey y Saltillo, el día 12.

Para entonces, estaban ya reconcentradas en Gómez Palacio todas las fuerzas del Ejército de Operaciones que habían ocupado la comarca lagunera, reconcentración que dispuse, con objeto de hacer una gran parada militar, en honor del Primer Jefe.

Llegamos a Torreón, después de haber visitado Gómez Palacio y haberse efectuado, en las inmediaciones de aquella ciudad, la parada militar organizada en honor del Primer Jefe.

En Torreón tuvieron verificativo algunos otros actos en honor del señor Carranza, quien permaneció allí con su comitiva, hasta los últimos días del mes de octubre, saliendo luego por la vía del Internacional, hacia el norte de Coahuila, quedando yo en Torreón.

De Piedras Negras, el Primer Jefe me transmitió órdenes de incorporármele, las que atendí en seguida.

El Primer Jefe me hizo invitación para que lo acompañara en una jira que proyectaba hacer por el interior y el occidente de la República, regiones que habían sido controladas por el Ejército de Operaciones. Yo le manifesté mi pena por no poderlo acompañar desde luego, exponiéndole que la situación militar del Estado de Sonora era delicada, y que sería conveniente que yo me transladara allá, desde luego, para asumir el mando de las fuerzas de los generales Diéguez y Calles, a lo que solicité su aprobación.

Obtuve el acuerdo del Primer Jefe para salir a la campaña, y me manifestó que él visitaría solamente algunas otras poblaciones fronterizas, y luego se dirigiría a Querétaro, donde me esperaría, para que hiciéramos la jira por él proyectada.

Con tal motivo, salí de Piedras Negras a Agua Prieta, por las líneas norteamericanas, el día 4 de noviembre, y llegué a Agua Prieta el día 6, asumiendo, desde luego, el mando supremo de las operaciones militares en el Estado de Sonora.

Para entonces, se había librado ya, en Agua Prieta, la batalla en que el general Calles derrotó a las fuerzas con que Villa hizo su ataque sobre aquella plaza.

En seguida procedí a preparar la campaña contra las fuerzas reaccionarias que se encontraban en el Estado, con los elementos que de antemano había yo movilizado a Sonora, según se relata en el parte oficial que a continuación se inserta, por el que se verá también el resultado de esa campaña.

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Índice de Ocho mil kilómetros en campaña de Álvaro ObregónCAPÍTULO VIII -Segunda parteCAPÍTULO VIII - Cuarta parteBiblioteca Virtual Antorcha