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6. La caballería.

Ya hemos hecho referencia a la labor de Carlos Martel en el inicio de la estructuración de la caballería franca, mediante la creación y desarrollo de la institución feudal del vasallaje.

Ahora bien, en el transcurso del tiempo, la conformación de la caballería franca experimentaría una bifurcación en su desarrollo, y así, junto a la figura del vasallo, emergerá, paralelamente, la del caballero, en cuanto vasallo diestro en el uso de las armas. Habrá, entonces, vasallos que preparándose en las artes marciales devendrán en caballeros. Y poco a poco, en el transcurso de los siglos IX al XI, se irá formando la institución de la caballería, cuyo remoto origen lo encontramos en un antiquísimo ritual germano por medio del cual eran socialmente ungidos los jóvenes que alcanzando la mayoría de edad, eran autorizados por la comunidad a usar y portar armas, mediante una ceremonia asamblearia en la que los jefes tribales iniciaban a los más valerosos y atrevidos como guerreros de la tribu.

Este antiguo ceremonial ritualístico germano no contemplaba que los recién ungidos guerreros usaran del caballo como instrumento militar, sino tan sólo patentizaba su valor y capacidad para usar y portar armas. No será sino hasta mediados del siglo VIII, cuando Carlos Martel lleva a la práctica su idea de formar la caballería franca, otorgando concesiones y privilegios a sus vasallos para que pudiesen comprar, cuidar y alimentar un caballo, que se generarán las bases para que el antiguo rito germano se metamorfosee en un nuevo ritualismo en el que se ungirá a los caballeros.

Será el adoubement la nueva ceremonia iniciática, en la que solemnemente se entregaba al nuevo caballero, su vestimenta de combate.

Resulta claro que cuando nos encontramos frente a actos rituales, la presencia de una religión se manifiesta, y así, entre los antiguos germanos, el rito de iniciación guerrera se encontraba sólidamente unido a su particular visión religiosa, ligada al culto de la oca. En el caso del ritual iniciático caballeresco, la presencia de la religión católica, apostólica y romana, hubo de patentizarse, jugando importante papel los obispos y arzobispos en cuanto oficiantes del adoubement, bendiciendo las armas, incluido el caballo, del nuevo caballero, aceptando su juramento y pronunciando las oraciones, recomendaciones y amonestaciones propias del rito.

Si entre las tribus germanas, el deber del guerrero presuponía la defensa de la tribu, de sus costumbres y creencias, en la Edad Media, el deber del caballero lo sería la defensa de su Iglesia y de su soberano, esto es, de los dos pilares sobre los que descansaba su mundo. De esto se desprenderá el deber caballeresco de entablar una lucha sin cuartel contra el infiel, concebido como el individuo o agrupamiento de individuos no practicantes del culto católico, apostólico y romano. Es en este punto que la institución de la caballería se une sólidamente a la idea misma de la cruzada. De ahí el papel de primera importancia que desempeñarán los caballeros durante las expediciones conformantes de la cruzada señorial.

La lucha contra el infiel que presuponía la defensa de la religión católica, apostólica y romana por parte de los caballeros, será el punto de partida del rápido, sostenido e increíble desarrollo que experimentará la institución de la caballería durante los siglos XII y XIII.

Aparte del papel desempeñado por esta institución durante las cruzadas, también debemos notar su importancia en el terreno específico del derecho medieval, encarnada en la institución del duelo judicial, reminiscencia del antiguo derecho germánico de venganza, mediante el cual, ante Dios, se lavaban con sangre las ofensas al honor de una comunidad, familia o individuo. Otra importante institución emergida de la caballería, lo fueron los torneos, eventos de carácter bélico, que permitían a los caballeros demostrar, en la práctica, su destreza militar. Criticada desde su inicio por no pocos de los altos mandos clericales, la institución de los torneos será señalada como violatoria de la paz de Dios y de la tregua de Dios. Sin embargo, no será sino hasta ya muy entrado el siglo XIII, que los torneos serán prohibidos por una bula papal. La tardanza de su prohibición se debió a los argumentos esgrimidos por los caballeros en el sentido de que la tregua de Dios no era una institución que prohibiese total y definitivamente los combates, sino que tan sólo los regulaba, por lo que si los torneos se realizaban durante los días no prohibidos, ninguna disposición se violaba.

Por supuesto que la institución caballeresca de los torneos terminó convertida en una especie de versión medieval del Circo Romano, a la que la gente acudía para divertirse y apostar, perdiéndose así el sentido simbólico que suponía al torneo como un embudo divino que excluía a los ineptos. Todo aquel que no demostrase en la práctica su destreza militar acababa muerto o mutilado.

De guardianes y defensores del orden medieval, algunos caballeros pasarían a convertirse en auténticos mercenarios que poniendo precio a su espada se embarcaban en todo tipo de empresas, o bien, profesionalizando sus conocimientos militares, hacían de los torneos su modus vivendi, combatiendo por dinero. De entre estos caballeros, será de donde emerja la figura del anticaballero en cuanto representación del caballero satánico defensor del desorden propio del anticristo. Y así, si la espada bendecida por el obispo en el adoubement, convertía a su poseedor en un soldado de Cristo, la espada bendecida por algún antiobispo, esto es, un obispo nombrado al margen o en contradicción con la legislación canónica, convertía a su poseedor en un soldado de Satanás.

Las figuras y andanzas de los caballeros quedarán plasmadas en los poemas o cantares medievales que describen sus hazañas, aventuras, amores y desdichas, siendo un ejemplo, los famosos Cantares de Gesta. También en el terreno del ensayo teórico militar, quedarán recuerdos de la institución de la caballería en obras como El debate de los heraldos de armas de Francia e Inglaterra.

Entre los siglos XI y XIII, la institución de la caballería vivió sus mejores momentos con el desarrollo de las cruzadas, y en el siglo XV entró en una franca e irreversible decadencia.


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