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3. Los caminos de la cruzada.

Por caminos de la cruzada, entenderemos las rutas seguidas por las diez expediciones que conforman las dos primeras etapas de la primera cruzada.

Sabemos que en la cruzada popular, todas las expediciones usaron la vía terrestre en su viaje hacia el Imperio Bizantino, siguiendo la mítica ruta de Carlomagno, así llamada debido a una leyenda en la que se señalaba un supuesto peregrinaje del soberano franco a Jerusalén.

De las cinco expediciones conformantes de la cruzada popular, tan sólo las dos primeras arribaron a su destino, siguiendo la misma ruta. Atravesando Alemania, e internándose en los territorios que ahora forman Austria, pasaron a Hungría, y, cruzándola, arribaron a territorios imperiales en Bulgaria, trasladándose después a Constantinopla.

En lo relativo a las cinco expediciones que darían cuerpo a la cruzada señorial, se trazaron dos rutas diferentes a las utilizadas por los cruzados populares.

Tanto la expedición de Hugo, Conde de Vermandois, como las de Bohemundo de Tarento y Roberto, Duque de Normandía, usaron la vía marítima para arribar a territorio imperial bizantino. Atravesando los Alpes se internarían por la península itálica, para llegar al puerto meridional de Barí, y de ahí embarcarse rumbo a Diorraquio, en donde utilizarían diferentes caminos para llegar a Constantinopla.

La expedición comandada por Godofredo de Bouillon, Duque de la Baja Lorena, seguiría la mítica ruta terrestre de Carlomagno usada por los cruzados populares, y la expedición abanderada por Raimundo IV, Conde de Tolosa, seguiría otro camino que le llevo, cruzando los Alpes, a atravesar el norte de Italia, para de ahí pasar a Istria, internándose después por territorio dalmaciano, y arribar a territorio bizantino penetrando por el norte de Diorraquio.

En todos los casos, las rutas resultaban sumamente incómodas para los cruzados, puesto que tanto en la vía terrestre como en la marítima, los peligros acechaban a cada instante, por la animadversión de las culturas o etnias residentes en los territorios transitados por los cruzados, o bien por los malos tiempos marinos que amenazaban con hacer naufragar las frágiles embarcaciones utilizadas, y también por el constante asedio de los piratas.


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