Índice de Por el poder de la cruz. Una breve reflexión sobre la Primera Cruzada de Chantal López y Omar Cortés | Capiítulo anterior | Capítulo siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
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7.5.2. El sendero a Edesa.
A la semana siguiente de la toma de Nicea, el supremo consejo confederado de los ejércitos cruzados decidió iniciar la marcha a Antioquía. Ordenó que todos los heridos permanecieran en Nicea, y que el contingente cruzado se dividiese en dos cuerpos, partiendo primero uno, y a los dos días el otro. Con tal medida se pretendía lograr más rapidez y versatilidad en sus movimientos, ya que siendo la travesía que iniciaban sumamente larga y penosa por las dificultades que habrían de enfrentar, resultaba necesario imprimir velocidad a los ejércitos.
El 26 de junio de 1097, partió el contingente de vanguardia comandado por Bohemundo de Tarento, y dos días después el de retaguardia dirigido por Raimundo IV, Conde de Tolosa.
El error del supremo consejo cruzado fue no prever las posibles emboscadas de los ejércitos turcos. Esta falta de previsión puso en peligro al contingente de vanguardia.
En efecto, el jefe turco Kelij Arsdan, sorprendido y alarmado por los sucesos de Nicea, rápidamente se movilizó para lograr acuerdos y alianzas con las demás fuerzas islámicas regionales. Para lograrlo, implementó varias medidas diplomáticas enviando embajadas ante los soberanos para informarles del peligro que les amenazaba. Así logró convencer a sus antiguos enemigos, los danishmend, de unírsele para combatir a las fuerzas de la cruz. Habiendo reunido un ejército poderoso, Kelij ideó emboscar al ejército de la cruz en las cercanías de la ciudad de Dorileo. El contingente de vanguardia cayó en la emboscada. Pero Kelij, ignorando la división táctica del grueso del ejército cruzado en dos contingentes, supuso que había logrado emboscar a todos los cruzados, por lo que ordenó poderosos y feroces embates para aniquilarlos. Pero su error le hundiría en la derrota.
Los emboscados reaccionaron a tiempo y se aprestaron a defenderse, enviando un correo para solicitar auxilio al contingente de retaguardia. Esperando su llegada, los soldados de Cristo lucharon con ahínco contra los ejércitos turcos. Los refuerzos llegaron a tiempo para auxiliar a sus compañeros y después de un cruento combate, las fuerzas turcas aliadas tuvieron que retirarse, abandonando muchos de sus pertrechos militares.
Ese triunfo otorgó a los cruzados una aureola de invencibilidad que se esparció entre los pobladores de aquellas regiones.
El 3 de julio, los combatientes de la cruz reiniciarían su marcha con dirección a Antioquia. Y a mediados de agosto, arribaron a la ciudad de Icono, la capital del dominio turco seldyucida después de la caída de Nicea. Cuando los soldados de Cristo penetraron en la ciudad, la encontraron abandonada, ya que la guarnición y los pobladores, al tener conocimiento de su arribo, optaron por abandonarla para evitar un enfrentamiento. Ahí descansarían para reponerse de las penalidades del viaje. Raimundo IV, Conde de Tolosa, quien al arribar a Icono, se encontraba sumamente enfermo, pudo, después de un prolongado y reconfortante descanso, reponerse de sus males. Godofredo de Bouillon hubo también de descansar para curarse las heridas que un oso le había ocasionado cuando andaba de casería.
El supremo consejo confederado se reunió para determinar el camino a seguir. Se plantearon varias alternativas, optando por la ruta que conducía a Cesárea.
Tancredo y Balduino, el hermano de Godofredo de Bouillon, al no estar de acuerdo con esa ruta, decidieron separarse dirigiéndose por diferentes caminos a Cilicia, el 10 de octubre, delineando así el sendero a Edesa.
Esa triple bifurcación de los caminos cruzados, demostraba claramente la presencia de intereses opuestos. En efecto, tanto Tancredo como Balduino, no contaban con futuro alguno en Occidente, por lo que anhelaban hacerse de territorios en Medio Oriente, que les proporcionaran grandeza y poderío. Su anexión a la cruzada señorial había tenido como incentivo no el interés espiritual liberatorio de los santos lugares, sino más bien el interés material de poder consolidar dominios territoriales en Oriente Medio. Considerando que ya era el momento de iniciar su camino para el logro de sus intereses, se apresuraron separándose, momentáneamente, del ejército de Cristo. El pretexto que utilizaron al comunicar su decisión ante el supremo consejo confederado, se basó en una débil argumentación sobre su incompatibilidad y desacuerdo con los aliados bizantinos que al mando de Taticio acompañaban a los cruzados. La mayoría de los jefes pertenecientes al supremo consejo, intuyendo las verdaderas razones de esa separación, no les objetaron nada. Ciertamente una de las funciones del jefe bizantino Taticio, era la de tener al tanto al Emperador de los logros y rutas seguidas por los combatientes de la cruz. Esa labor de espionaje significaba que el Emperador, aunque se encontrase muy distante de los ejércitos cruzados, estuviese enterado de todos sus movimientos, pudiendo ejercer un sutil control. Pero con la separación de los contingentes de Tancredo y Balduino, quedó imposibilitado para controlar la marcha cruzada.
Enterado por los informes que le envió Taticio de la trifurcación de rutas, Alejo I alertó a todos su vasallos de la zona para que le enviasen información de los movimientos de las fuerzas de Tancredo y Balduino, ya que le inquietaba lo que hicieran o dejasen de hacer.
Mientras el grueso del ejército de la cruz marchaba rumbo a Cesárea, Tancredo, junto con un contingente de cien caballeros y doscientos elementos de infantería, se dirigía a la zona conocida como Las Puertas Cilicianas, y Balduino, acompañado de su primo Balduino de Le Bourg, Reinaldo de Toul, Pedro de Stenay, quinientos caballeros y cerca de mil hombres de infantería, se encaminó hacia Podandus.
De Las Puertas Cilicianas, Tancredo se dirigió a Tarso, la principal ciudad de Cilicia que se encontraba fuertemente custodiada por una guarnición turca. Varias veces trató Tancredo tomar la ciudad, siendo rechazado en todos sus intentos. No sería sino con el arribo de los contingentes comandados por Balduino que se produciría un importante cambio en la correlación de fuerzas, quedando la guarnición turca en evidente minoría frente a los ejércitos conjuntos de Balduino y Tancredo. Ante tan desfavorable situación, y aprovechando la obscuridad de la noche, el mando turco decidió evacuar la plaza y huir. Al día siguiente, los ejércitos de la cruz, penetrarían al interior de la ciudad.
Balduino sería nombrado soberano de Tarso, y como jefe de la ciudad causó, por una desacertada decisión, una tragedia. Sucedió que un contingente compuesto por trescientos normandos cuya intención era la de reforzar la armada de Tancredo, arribó a Tarso, enviando un mensaje al jefe de la ciudad, solicitándole permiso para ingresar, pero les fue negado por Balduino, quien les aconsejó acampar a las afueras de Tarso. Los normandos siguieron al pié de la letra las instrucciones del soberano, pero por la noche serían sorprendidos por una avanzada turca, muriendo todos los integrantes de aquél contingente. Al día siguiente, la noticia de la matanza enardecería a los abanderados de la cruz, cayendo sobre Balduino la acusación de culpabilidad por no haberles permitido la entrada a la ciudad.
Arribó también por aquellas fechas a Tarso una flota de piratas cristianos comandados por Guynemer de Bolonia, la que desembarcando en la Bahía de Mersin, en la desembocadura del río Cydenus, se dirigió a las puertas de la ciudad pidiendo audiencia a Balduino y jurándole, en ella, fidelidad.
No siendo la finalidad de esos jefes de la cruz el quedarse a radicar en Tarso, Balduino y Tancredo se dispusieron a continuar su marcha.
Antes de partir, Balduino dejó a los piratas la custodia de Tarso, nombrando a Guynemer de Bolonia como lugarteniente al mando, en su nombre y por su potestad, de la ciudad, dejando bajo su responsabilidad a todos los heridos y enfermos de su ejército y del de Tancredo.
Tancredo abandonó Tarso dirigiéndose a Adana, lugar en el que encontró una sorprendente situación. Hallando ocupada la ciudad por fuerzas cristianas comandadas por un tal Güelfo de Borgoñón, las tropas de Tancredo se vieron obligadas a intervenir en su defensa atacando a los sitiadores musulmanes. Ante el arribo del ejército de Tancredo, los islámicos abandonaron rápidamente el sitio, y el jefe de la cruz fue recibido con pompa y gloria por los pobladores. Güelfo dio personalmente las gracias a Tancredo, invitándole a que se trasladara a la ciudad de Manistra, puesto que se rumoraba que la población armenia de esa ciudad, esperaba con ansiedad el arribo del ejército de la cruz para que la liberase del dominio turco. Tancredo se dirigió a Manistra, donde fue muy bien recibido por los pobladores que le veían como un libertador enviado en su ayuda.
Entretanto, Balduino, azuzado por su consejero Bagrat, emprendió la marcha de Tarso a Manistra, ciudad a la que llegó a mediados de octubre. Tancredo, celoso de él y temiendo que le impidiese concretar su anhelado dominio territorial, no le permitió el acceso a la ciudad, dejándole tan sólo acampar a las orillas de río Jihan, y enviándole ahí víveres. El asunto se complicó cuando los normandos que acompañaban a Tancredo, clamando venganza por lo ocurrido en Tarso, pusieron un ultimátum a su jefe para que les permitiese atacar el campamento de Balduino, al que consideraban responsable. Tancredo tuvo que ceder, y otorgó el permiso solicitado. Los normandos se dirigieron de inmediato a cumplir su venganza, pero sus deseos quedaron frustrados al ser avistados por los guardias del campamento y hechos papilla por las tropas de Balduino. Varios normandos fueron capturados siendo interrogados y posteriormente ejecutados.
Ese acontecimiento traería terribles consecuencias, puesto que en mucho demeritó la aureola de invencibilidad de los combatientes de la cruz, ya que frente a la población armenia, quedaron como vulgares mercenarios. Balduino recriminó duramente a Tancredo, exigiéndole explicara lo ocurrido. Tancredo diplomáticamente respondió diciendo que todo era obra de un pequeño grupo de incontrolados, y buscando la reconciliación, ordenó la detención de una docena de los impulsivos normandos, a los que ejecutó, decapitándoles, frente a su ejército. Después envió las ensangrentadas cabezas a Balduino, lográndose la conciliación entre ambos jefes.
Después de permanecer un tiempo en Manistra, Tancredo dejó una guarnición en la ciudad y partió rumbo a Alejandreta, de donde salió, por la cordillera Amánica, para unirse al grueso del ejército de Cristo, frente a los muros de Antioquía. Su expedición por territorios cilicianos no le atrajo las riquezas y el poder territorial que buscaba. Sus éxitos militares en Tarso, Adana, Manistra y Alejandreta, habían resultado positivos para las campañas de los ejércitos de la cruz. Sirvieron, desde el punto de vista estratégico militar, como excelente protección al grueso del ejército de Cristo, garantizando que los turcos de los territorios de la Cilicia no pudiesen atacarlos. También, el haberse posesionado del puerto de Alejandreta, otorgó fuerza logística a los expedicionarios de la cruz, ya que podían recibir abastecimientos, de víveres, armas y efectivos militares, por mar.
Por su parte, Balduino sí estaba decidido a sacar provecho personal, y no tan sólo a ayudar al grueso del ejército cruzado en su avance rumbo a Antioquía. Así, marchó al frente de sus contingentes rumbo al Este, internándose en las tierras mesopotámicas del Eufrates, habitadas por población armenia amistosamente proclive a los escuadrones de la cruz. Llegó a Bagrat, en donde se entrevistó con Kogh Vasil, quien poseía un señorío al este de Marasa. Ahí se enteró de los graves problemas que enfrentaba Thoros, el gobernador de la ciudad de Edesa, por los constantes ataques de los turcos danishmend.
Sabedor de que la población armenia prefería confiar en los ejércitos de la cruz, Balduino y sus tropas llegaron a los territorios del Eufrates, siendo muy bien recibidos por los pobladores que en ellos veían a sus salvadores. Los turcos, que en mucho temían a los soldados de Cristo, al enterarse de su presencia, abandonaron sus posiciones. De hecho, tan sólo existía un jefe turco de mediano poder en aquella zona, el emir Balduk de Samosata, que dominaba la ruta de Edesa a Medetine.
A las fuerzas de Balduino se unirían dos nobles armenios, Fer y Nicusus con sus respectivos ejércitos. A principios del invierno de 1097, las tropas de Balduino, apoyadas por los ejércitos aliados armenios, habían logrado la liberación de los territorios del Eufrates, ocupando las dos principales fortalezas de Ravendal y Turbessel.
El gobernador Thoros, alarmado por las noticias que recibía acerca de que el emir Kerbogha reclutaba un enorme ejército destinado a acudir en defensa de Antioquía, y tomar, a su paso, Edesa, envió mensajes de auxilio a Balduino, ofreciéndole dinero por su ayuda. Pero como Balduino no respondiese, decidió enviar una delegación con la propuesta de adoptarle como hijo y heredero de su puesto, proposición que satisfizo las ambiciones del jefe cruzado.
Al iniciar el mes de febrero de 1098, Balduino abandonaría Turbessel dirigiéndose a Edesa, a donde arribaría el 6 de febrero, siendo recibido con gran entusiasmo por sus pobladores y por el gobernador, su esposa y su Corte. Días más tarde se celebraría en Palacio la ceremonia de adopción, y una vez adoptado como hijo heredero CoRegente de Edesa, Balduino se puso a elaborar un plan militar para arrasar con el emirato turco de Samosata.
Acompañadas por la milicia de Edesa, las fuerzas comandadas por Balduino partieron, entre el 15 y 20 de febrero con el fin de pulverizar al emirato turco, pero serían severamente diezmadas al caer en una emboscada de los turcos. Aún cuando el jefe cruzado argumentó sobre la inexperiencia y la falta de oficio guerrero de la milicia armenia que le acompañaba, eso no fue mas que un recurso baladí utilizado como justificante para encubrir su falta de previsión en aquel desastre.
A los pocos días de su regreso a Edesa, Balduino se enteró de la existencia de un complot en contra del gobernador Thoros, organizado por un grupo de armenios. Y a pesar de saber que el plan era para derrocar a Thoros e instalarle a él como gobernante, prefirió no participar activamente en aquella conspiración, contentándose con dejar hacer a los conjurados, sin intervenir, como era su obligación en cuanto CoRegente, para evitarlo.
El domingo 7 de marzo se llevó a cabo el levantamiento, y el gobernador, abandonado por sus tropas y carente de la protección que debía prestarle su hijo adoptivo, fue hecho preso y confinado a sus habitaciones en Palacio. El 9 de marzo, el derrocado gobernador intentaría una desesperada fuga, pero sería detenido y linchado por una feroz muchedumbre. Así, el miércoles 10 de marzo, Balduino fue formalmente invitado por los triunfantes conspiradores para hacerse cargo del gobierno de la ciudad. Autonombrándose como Conde de Edesa, estableció un sui géneris Condado que en poco tiempo se encargaría de ampliar territorialmente.
Los dominios de Edesa no pertenecían a la llamada Tierra Santa, por lo que el encumbramiento de Balduino como soberano, no guardaba relación alguna con la finalidad liberatoria de la cruzada. Sin embargo, se constituyó en el primer dominio latino en Medio Oriente, ya que Balduino, olvidándose del juramento de fidelidad que había rendido ante el Emperador Alejo I, se empeñó en establecer en Edesa un dominio autónomo de la injerencia imperial. Desde luego que el Emperador no aceptó esa decisión, reservándose sus derechos territoriales para ejercerlos cuando las condiciones se lo permitiesen. Pero mientras se definía la posibilidad imperial para recuperar esos territorios, púsose Balduino a gobernar Edesa, nombrando, entre sus occidentales acompañantes y los armenios, a los individuos que conformarían su Corte. Haciéndose cargo de las responsabilidades gubernativas en diferentes asuntos, reorganizó su ejército para expulsar a los turcos de sus dominios. El emir Balduk de Samosata, al enterarse de la llegada de Balduino al gobierno, envió representantes a Edesa proponiendo al nuevo gobernador la venta de su emirato por una suma de diez mil besantes. Balduino aceptó la oferta y entró triunfalmente a la ciudad de Samosata a principios del mes de abril. Posteriormente contraería matrimonio con la hija de un capitán armenio de nombre Tafroc. Luego se aventuraría a conquistar, lográndolo, las ciudades turcas de Sarey y Berij.
Para el mes de mayo de 1098, las fuerzas musulmanas de Kerbogha, en su marcha rumbo a Antioquía, sitiarían la ciudad de Edesa. Correctamente defendida por Balduino, Edesa resistió durante tres semanas los insistentes ataques islámicos, y Kerbogha, al percatarse de la imposibilidad de tomar pronto la ciudad, ordenó levantar el sitio para trasladarse a Antioquía.
Tiempo después se produciría un intento de conspiración preparado por doce de los jefes de las más importantes familias armenias, para derrocar a Balduino, que actuó con rapidez, determinación y una ferocidad sin límite, arrestando a los conspiradores que mandó torturar de manera despiadada, cegando a unos y arrancando nariz y orejas a otros, y píes y manos a los demás. Tan bestial represión acabó con aquel intento conspirativo, metiendo al orden a la población y hundiendo en el temor a los descontentos.
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