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3. La execrable actitud del representante papal, Damberto, arzobispo de Pisa.
El nombramiento del clérigo italiano Damberto, arzobispo de Pisa para asumir la representación papal en la cruzada, resultó ser el más grave error que cometió Urbano II.
Desde el momento de su partida, la desmedida ambición de Damberto quedó en evidencia. En efecto, habiéndose embarcado con una flota pisana costeada por la municipalidad de la ciudad, el arzobispo y sus acompañantes no tuvieron reparo para realizar una serie de actos de piratería durante su travesía, siendo las islas jónicas de Confú, Leuce, Catalonia y Zaute, sus objetivos. Inclusive, Alejo I hubo de enviar una flota, al mando de Taticio y Landulfo, con la orden de apresar a esos piratas.
Tal era la fama que Damberto y socios habían adquirido, que cuando llegaron a Chipre y solicitaron permiso para desembarcar y recuperar fuerzas, el gobernador de la isla se los negó.
Pero, gracias a la tirantez de relaciones prevalecientes al momento del arribo de Damberto a Medio Oriente, entre el Emperador bizantino y algunos jefes cruzados, como Bohemundo de Tarento, pudo el arzobispo de Piza favorecerse.
Con el primero que se entrevistaría sería, precisamente, con Bohemundo, a quien visitó en la ciudad de Antioquia en calidad de representante del Papa Urbano II. El jefe cruzado se ofrecería a escoltarle hasta Jerusalén, pretextando el ir a cumplir su juramento de orar en el Santo Sepulcro.
Hasta Edesa llegó la noticia del arribo del nuevo representante del Papa, y Balduino no tardó mucho en trasladarse a Antioquía.
A principios del mes de noviembre de 1099, pusiéronse en marcha Damberto, los pisanos, Bohemundo y Balduino, acompañados de sus respectivas guardias, con rumbo a Jerusalén. En el camino, el arzobispo de Pisa y el futuro príncipe de Antioquía elaborarían los planes a seguir ante el gobernante de la Ciudad Santa.
Damberto ya se había enterado de los anticanónicos nombramientos de Arnulfo como Patriarca de Jerusalén, y de Godofredo de Bouillon como su gobernante, y sabiendo que eran inaceptables, estaba seguro de que a su llegada a Jerusalén, la situación cambiaría.
Lo primero que hizo Bohemundo en Jerusalén, fue presionar para que Arnulfo fuera destituido de su cargo, consciente de que ello favorecería que Damberto fuese designado Patriarca de Jerusalén, lo que en efecto ocurrió.
Ya instalado Damberto como Patriarca, confirmó a Bohemundo y a Godofredo como jefes de gobierno de sus respectivas ciudades, siendo entonces cuando Bohemundo tomó el título de Príncipe de Antioquía. título utilizado por los normandos de la Italia meridional para demostrar su reconocimiento al Papa romano.
Después, tanto Balduino como Bohemundo regresaron, a principios del mes de enero de 1100, a sus dominios.
Posteriormente, Damberto comenzaría a presionar al Duque de la baja Lorena con el objeto de que se le entregase la potestad de la ciudad de Jerusalén, la que le fue reconocida por Godofredo de Bouillon a principios del mes de diciembre.
Por aquellas fechas, llegaron las noticias de la muerte de Urbano II y del nombramiento, el 13 de agosto de 1099, de su sucesor, el Papa Pascual II, a quien Damberto conocía muy bien por haber servido junto a él en el Reino del monarca hispano Alfonso VI.
No teniendo Damberto dotes de gran administrador, ni tampoco de político, basó su dominio sobre Jerusalén en el poder militar, y siguiendo los mismos pasos que los laicos, cometió el error de no presentar a la población una opción diferente de gobierno mediante la cual la gente pudiese distinguir al poder clerical del poder laico.
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