8. Las órdenes monásticas militares.

Con el término órdenes monásticas militares, entenderemos la visión caballeresca del cristianismo desarrollada en el seno del movimiento congregacionista que tenía como doble objetivo el de protección e imposición de la religión católica, apostólica y romana.

Se ha argumentado, por no pocos cronistas e historiadores, que la existencia de esos monjes guerreros encuentra su justificación en ciertos escritos de San Agustín, San Isidro de Sevilla y San Bernardo. Pero, en nuestra opinión, esas milicias de Cristo devienen de los irrefrenables apetitos de poder universal abrigados por los Papas, quienes deseando un poder similar al de Reyes y Emperadores, no tuvieron el menor empacho en promover la creación de su propio ejército, aunque para ello hubiesen de pisotear los principios pregonados por Jesús de Nazaret.

Tres fueron las órdenes monásticas militares que se crearon en Tierra Santa:

A) La orden de los Hospitalarios de San Juan.

B) La orden de los Caballeros del Temple, comúnmente conocidos como los templarios, y,

C) La orden de los Caballeros Teutónicos.

En un inicio fueron utilizadas por el Rey y el Patriarca de Jerusalén como guardias de policía destinadas a la custodia de los caminos de la región. Posteriormente se convertirían en fuerzas militares anexas al aparato militar cruzado con la misión de proteger determinadas ciudades o sectores de éstas, y finalmente, terminarían siendo bastiones militares financieros cuya influencia se extendió por gran parte de la Europa latina.

Su actuación en Medio Oriente fue de gran importancia en los territorios liberados y en las campañas expansionistas realizadas por los diversos Reyes de Jerusalén, pero las diferencias entre ellas generaron no pocos contratiempos a los soberanos. Y si en un principio estas órdenes monásticas militares representaron el poder papal en Tierra Santa, no pasó mucho tiempo para que igualmente representasen los intereses de Reyes y Emperadores.