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11. El reinado de Fulko I.
El 14 de septiembre de 1134 fueron coronados Fulko y Melisenda como Reyes de Jerusalén. No pasaría mucho tiempo para que el nuevo Rey enfrentara serios problemas, al no ser reconocido como soberano por algunos de los señores del Reino.
Alicia, la hija de Balduino II sería la primera en no reconocerle e intrigar en su contra en Antioquía. Después, el Conde Pons, amo y señor del Condado de Trípoli, se uniría a Alicia desconociéndole.
Aunque, teóricamente, Rríncipes, Condes y señores, estaban subordinados al Rey de Jerusalén, en la práctica, eso era constantemente puesto en entredicho por las ambiciones personales de los Condes de Edesa y Trípoli, al igual que por los Príncipes de Antioquía y Galilea.
Alarmado ante el inminente peligro de que los dominios de la cruz se desunieran, el Rey marchó de inmediato a Antioquía para convencer a su cuñada de que le reconociera como soberano. Su sola presencia logró calmar los agitados ánimos que privaban en Antioquía y Fulko I convenció a su cuñada. Solucionado el asunto, el Rey regresó a Jerusalén para encarar una conspiración en su contra encabezada por el amante de su esposa, Hugo de La Puiset, señor de Jaffa, desarrollándose su desenlace en un ambiente novelesco.
Fulko I tuvo que enfrentar a uno de los más poderosos enemigos del ejército de la cruz, al temible jefe islámico Zengi, quien logró estructurar un potente ejército con el que puso en jaque los territorios cruzados.
Antioquía, Edesa y Trípoli estaban en grave peligro, y el Rey decidió partir en su auxilio, pero su ejército fue derrotado y diezmado por las fuerzas de Zengi. Obligado por las circunstancias, el Rey se refugió en el estratégico castillo de Montferrand, en donde, después de resistir por algunas semanas los embates islámicos, hubo de llegar a un acuerdo con Zengi, entregándole el dominio del castillo a cambio de la libertad de los situados. Zengi aceptó, y el Rey, acompañado por los restos del que fuera su ejército, pudo partir.
No pasaría mucho tiempo para que Fulko I se viese de nuevo envuelto en graves problemas. En efecto, Juan Comneno, el hijo y sucesor del Emperador bizantino Alejo I, marchaba al frente del poderoso ejército imperial, rumbo a Antioquía para hacer efectivo el juramento realizado años atrás por los jefes cruzados ante su padre, de reintegrar al Imperio las ciudades y territorios liberados por el ejército de la cruz.
El 29 de agosto de 1137, el ejército bizantino, con su Emperador al frente, arribó ante los muros de Antioquía.
Raimundo, el Rríncipe antioquiano, quedó sorprendido sin saber qué hacer, enviando un urgente llamado de auxilio al Rey Fulko I. El Rey respondió a aquél llamado señalando la razón y el derecho que asistían al Emperador Juan Comneno sobre la ciudad, recordando el juramento y la promesa realizados en el pasado por los jefes del ejército de la cruz. La justicia, señalaba el Rey, pertenecía a los reclamos del Emperador, y en su opinión, había que llegar a un decoroso acuerdo. Ante tal realidad, al Príncipe Raimundo no le quedó más camino que parlamentar con el Emperador, jurándole vasallaje y poniendo bajo su jurisdicción y dominio a la ciudad de Antioquía. El Emperador Juan, sintiéndose satisfecho con la actitud de Raimundo, ni siquiera intentó entrar en la ciudad, prometiendo al Príncipe antioquiano corresponder a su gesto entregándole un Principado compuesto por las ciudades de Alepo, Shaizar, Hema y Homs.
Pero como las pretensiones imperiales no se agotaban con la reafirmación de la autoridad imperial sobre los territorios ocupados por los soldados de Cristo, sino que el Emperador buscaba reintegrar al Imperio todos los territorios que le había despojado el Islam, planteó una gran avanzada, celebrando una alianza con los ejércitos de la cruz.
Las tropas del exPríncipe de Antioquía, las del Condado de Edesa, al igual que un destacamento de la Orden de los Caballeros del Temple, formaban los ejércitos occidentales aliados.
El 1º de abril de 1138 se inició el ataque contra los islámicos. La avanzada fue rápida y triunfal, pues antes de que terminase ese mes, los ejércitos aliados habían ya ocupado las ciudades de Athareb, Maarat al-Numan, y el 28 de abril se encontraban a las puertas de la importantísima ciudad de Shaizar. Esta fue valientemente defendida por sus pobladores, quienes, el 20 de mayo, después de resistir casi un mes el sitio, parlamentaron con los sitiadores, logrando que la ciudad no fuese ocupada y tan sólo quedara avasallada al Emperador bizantino, con el compromiso de pagar tributo al Imperio.
Durante el sitio de Shaizar surgieron serias fricciones entre los ejércitos aliados, por la actitud de los soldados de Cristo, quienes en vez de combatir, platicaban, dormían o jugaban a los dados. Todo hicieron los soldados cruzados, menos pelear, lo que molestó al Emperador, quien, después de levantado el sitio, tomó la decisión de realizar una entrada triunfal a Antioquía. De hecho, la decisión del Emperador no era sino un acto de venganza, por medio del cual Juan Comneno deseaba humillar a los cruzados. Poniendo como pretexto hacer de Antioquía el cuartel general de las operaciones militares bizantinas, el Emperador humillaba y exhibía a los desidiosos soldados de Cristo, ya que éstos deberían hacer efectivo su juramento de vasallaje. Pero obligado por las circunstancias, hubo de abandonar Antioquía para enfrentar a los turcos en Cilicia. Durante los dos siguientes años, el Emperador y su ejército estarían sumamente atareados combatiendo a los danishmend, por lo que el asunto de Antioquía, como sede del cuartel general bizantino, fue olvidado.
En 1142, Juan Comneno volvió a Antioquía para reclamar la ciudad a su vasallo Raimundo, sin embargo, una afortunada asamblea convocada por Raimundo para responder a las exigencias del Emperador, embrolló el asunto con una sorpresiva respuesta según la cual Raimundo no podía entregar una ciudad sobre la que no tenía dominio. Esa respuesta constituía una invitación a una conflagración bélica, pero el Emperador no vio oportuno atacar la ciudad, y se retiró a Cilicia. Sería hasta marzo de 1143, cuando nuevamente marcharía decidido a apropiarse de Antioquía. Pero en su viaje hacia esa ciudad, accidentalmente se heriría en una cacería de jabalíes, contrayendo la mortal enfermedad del tétanos. Así, el 8 de abril, después de que el agonizante Emperador coronase personalmente a su hijo Manuel, murió, salvándose así Antioquía de ser tomada por el ejército imperial.
El 10 de noviembre de 1143, el Rey Fulko I moría víctima de un accidente, cuando cayó de su caballo golpeándose duramente la cabeza. Ninguno de sus dos hijos había alcanzado la mayoría de edad, ya que Balduino contaba con trece años y Amalarico tan sólo siete. El Reinado de Melisenda, en cuanto hija legítima de Balduino II y viuda del Rey Fulko I, se planteó como la única posibilidad del momento.
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