5. La campaña contra Damasco.

Sin la participación de Raimundo, Príncipe de Antioquía, Joscelino, Conde de Turbessel, y del Conde Raimundo de Trípoli, partieron, a finales del mes de julio los ejércitos de la cruz rumbo a Damasco. El emir Unur, jefe máximo de la capital burida, al enterarse del avance e intenciones de los soldados de Cristo, envió emisarios a todos los rincones del mundo islámico solicitando urgente auxilio.

El avance cruzado parecía incontenible, ya que en un abrir y cerrar de ojos tomaron las ciudades de Manakil al-Acahir, al-Mizza y Rabwa encontrándose ante los muros de Damasco. Todo parecía indicar que la caída de la capital burida en manos de los ejércitos de la cruz, no tardaría en producirse, pero, de pronto, comenzaron a arribar los auxilios a la ciudad enviados de diversas regiones islámicas. Centenares de combatientes musulmanes llegaron en socorro de Unur, y con ellos pudo el emir burida rechazar los embates de los soldados de Cristo. El mismo Nur ed-Din se trasladaba, al mando de su poderoso ejército, para auxiliar a su antiguo enemigo el emir Unur.

El 24 de julio, los cruzados, completamente derrotados, emprendieron la retirada arribando a Palestina a principios del mes de agosto. El intento de tomar Damasco terminó en un rotundo fracaso. En menos de seis días, un gran ejército había sido rechazado. La fama de invencibilidad lograda por la victoriosa campaña de la cruzada señorial realizada decenas de años antes, ya tan sólo era un recuerdo, un recuerdo que fatalmente se estaba diluyendo.

El Emperador Conrado III se embarcó en Acre el 8 de septiembre de 1148, abandonando, para siempre, Tierra Santa. En el verano de 1149, Luis VII haría lo propio.

La cruzada real había fracasado.