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CAPÍTULO XIV

Segundo sitio de Oaxaca

Del 1° de febrero al 11 de mayo de 1860

Después de la acción de Mitla, seguí el camino de la sierra, para incorporarme con la columna procedente de Ixtlán, que debía esperarme en Tlacolula, y que sin duda había suspendido su marcha porque Tlacolula había sido ocupada por José María Cobos. Al día siguiente, el 23 de enero de 1860, incorporado Marcelino a José María Cobos, no esperaron a que el Gobernador Don José María Díaz Ordaz bajara a batirlos al valle, sino que ellos fueron a batirlo al pie de la sierra, y tuvo lugar la acción en Santo Domingo del Valle, en que Cobos fue completamente derrotado, y mortalmente herido Díaz Ordaz, falleciendo al día siguiente. Quedaron en poder de Díaz Ordaz tres cañones de batalla, de Cobos, y tres de montaña.

Don Marcos Pérez que era Presidente del Tribunal, quedó como Gobernador interino y el Coronel Salinas con el mando de la fuerza. Salinas que era hombre de valor aunque de pocos conocimientos, marchó de Santo Domingo del Valle por el pie de la sierra y fuera de camino, hasta Tlalixtac, en donde yo me incorporé a su fuerza, avergonzado de mi derrota, tres días después de ésta.

A los muy pocos días de su derrota en Santo Domingo del Valle, el enemigo había ya recobrado su moral, aun cuando no había podido reparar sus pérdidas de gente.

Incorporado ya a la fuerza del Coronel Salinas, el 26 de enero, le aconsejé que fuéramos sin pérdida de tiempo a sitiar a Oaxaca, entrando por San Felipe del Agua, para tomar el cerro de la Soledad y, obsequiada mi indicación, marchamos sobre Oaxaca a la vista de la caballería del enemigo. Este procuró hostilizarnos en varias ocasiones; pero tomé a mis compañías con otra fuerza de Oaxaca, lo rechacé, y seguimos nuestra marcha ya sin novedad, y llegamos a San Felipe el 1° de febrero de 1860. Se defendió en el Fortín, pero se lo tomamos el 2 de febrero, y comenzamos a sitiar la ciudad. No pudimos cercar completamente a la ciudad porque teníamos poca fuerza, pero le hicimos un semi-círculo. El sitio duró del 1° de febrero al 11 de mayo de 1860 en qúe lo levantamos por los motivos que después expresaré.

El 9 de marzo siguiente, estando nosotros en el Fortín de la Soledad y cerros inmediatos, el enemigo hizo una salida por el barrio de China y ocupó parte del Marquesado. Como la posesión del Marquesado por el enemigo, dejaba rodeada la nuestra del Fortin de la Soledad, hicimos un ataque un tanto vigoroso para desalojarlo de allí y obligarlo a volver al perímetro de la ciudad, operación que nos costó algunos soldados lo mismo que al enemigo. Nada volvió éste en lo sucesivo a intentar sobre el Marquesado, y sus salidas por el lado opuesto u oriental de la ciudad, no tuvieron resultados prácticos de importancia, haciéndolas siempre con caballería que era batida también por la nuestra, a la que protegíamos con la artillería situada en la altura.

A poco de haberme incorporado a las fuerzas del Coronel Salinas, ocurrió un episodio que sin duda contribuyó al mal éxito del sitio que pusimos a Oaxaca: se habían suscitado algunas rivalidades entre Don Marcos Pérez Gobernador interino, y el Coronel Don Cristóbal Salinas, que contaba con algunos amigos, quienes creían que debía él ocupar el Gobierno del Estado. Al saber Don Marcos Pérez, que tenía cariño y especial predilección por mi, que me había incorporado a las fuerzas del Coronel Salinas, mandó en comisión a Tlalixtac en donde nos encontrábamos entonces, a Don Manuel Toro, quien era a la sazón Tesorero del Estado y después fue Secretario de Hacienda, para que me entregara un pliego que contenía una orden en que se me prevenía que me encargara yo del mando de la fuerza, arrestara al Coronel Salinas y lo mandara preso a Ixtlán en donde residía el Gobierno del Estado. No estimé prudente esa medida, porque Salinas no era un obstáculo para el buen éxito de la campaña, pues tenía gran deferencia por mí; temí además que ella dividiera a los caudillos liberales, y me sentía por último avergonzado de mi derrota, por todo lo cual supliqué a Don Manuel Toro que hiciera presente estas consideraciones a Don Marcos Pérez para que no insistiera en su orden. No quedó satisfecho de mi conducta Don Márcos Pérez, pero tampoco insistió en su orden de aprehensión y destitución del Coronel Salinas. Probablemente Salinas tuvo nocitica de esto, porque lo encontré muy contrariado en la noche de ese día. Tuve una explicación personal con él y supe que efectivamente todo había llegado a su conocimiento, lo cual no impidió que siguiéramos en buena armonía durante la campaña.

Supongo que Don Marcos comunicó estos sucesos al Presidente Don Benito Juárez, quien creyendo probablemente que las disenciones que había entre los jefes principales del Estado, serían un obstáculo para el buen éxito de la campaña, determinó mandar a un jefe extraño, y fue designado para ese objeto el General Don Vicente Rosas Landa, quien se encargó del mando el 12 de febrero de 1860.

Mientras esto pasaba, nosotros seguimos ocupando las alturas inmediatas a la ciudad y preparándonos para un asalto. Para ejecutarlo nos ocupamos en construir municiones y proporcionamos los elementos necesarios. Creo que habríamos obtenido buen éxito en ese asalto, si hubiéramos quedado entregados a nuestros propios esfuerzos e inspiraciones; pero el General Rosas Landa, que estaba acostumbrado a mandar soldados más disciplinados que nosotros y a contar con mejores elementos de los que teníamos, no aprobó nuestra conducta: le pareció que era muy peligroso ponerse tan cerca del enemigo sin los elementos necesarios para batirlo. Así es que mientras nos llegaban de Veracruz los recursos pedidos, el General Rosas Landa sólo permitió, durante tres meses, que estuviéramos tiroteando al enemigo, lo que no dio resultado definitivo para ninguna de las dos fuerzas beligerantes.

Entretanto, el Gobierno reaccionario establecido en México, mandó para proteger a Cobos una columna compuesta de más de mil hombres a las órdenes del Coronel Mariano Miramón, hermano de Don Miguel Miramón, que fungía de Presidente, y no pudiendo resistir a esta fuerza, determinó el General Rosas Landa, que levantáramos el campo, lo cual se verificó el 11 de mayo de 1860.

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