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CAPÍTULO XVIII

Salida del Estado de Oaxaca

1860

Durante el resto de agosto, septiembre y parte de octubre de 1860, nos ocupamos de organizar una columna que, según órdenes del Gobierno Federal, debíamos conducir a Tehuacán y ponernos con ella a las órdenes del General Don Pedro de Ampudia, quien mandaba una División de fuerzas liberales de Oriente compuesta de tropas de los Estados de Puebla y Veracruz. Hecho este trabajo y después de sanar de mi herida, de la que duré enfermo como un mes, emprendimos la marcha con 1,200 hombres a las órdenes del General Salinas, de quien era yo Mayor de Ordenes, saliendo de Oaxaca el 20 de octubre de 1860.

La columna se componía de los Batallones de Morelos, que mandaba el Coronel Velasco; Hidalgo, que mandaba el Teniente Coronel Tiburcio Montiel; una batería, mitad de montaña y mitad de batalla, que mandaba el Capitán Don Gregorio Chávez, hoy Gobernador de Oaxaca; un Regimiento de Lanceros, que mandaba el Teniente Coronel Félix Díaz; y una sección de Cuerpo Médico y Ambulancia, que mandaba el Doctor Don Macedonio Muñoz Cano.

La Guardia Nacional de Oaxaca, aunque indisciplinada, era una organización modelo bajo algunos aspectos. Los soldados peleaban como leones en Oaxaca; pero se resistían mucho a salir del Estado, por lo cual había el adagio de que los oaxaqueños son valientes hasta el Marquesado, que es un barrio de Oaxaca. Yo contribuí a hacerlos cambiar a este respecto.

Algunos Jefes de la Guardia Nacional, principalmente los Tenientes Coroneles Velasco y Montiel, no tenían mucha voluntad de prestar servicio activo fuera del Estado, y comenzaron a combinar una sublevación para que sus Cuerpos y algunos otros se desbandaran al salir la brigada de la capital. Llegaron estos hechos a mi noticia y amonesté seriamente a dichos jefes, diciéndoles que yo resistiría ese desbandamiento y que a ellos los haría personalmente responsables de sus consecuencias. Me negaron que tuvieran tal intención y me ofrecieron que no ocurriría semejante cosa.

Sin embargo de esto, en la primera jornada que hicimos de Oaxaca, tuvimos una fuerte deserción y considerando yo que si esto continuaba daría malos resultados, determiné, como Mayor de Ordenes de la brigada y con autorización del General Salinas, que se distribuyesen todos los soldados entre los Oficiales, dando a cada uno una lista de los que debían cuidar y que ellos fueran responsables de los soldados que se les encomendaban, bajo pena en la primera deserción que hubiere, de degradación, y de servicio como soldados rasos en otro batallón. No hubo necesidad de castigar más que a dos o tres Oficiales, porque no ocurrió después ninguna deserción, y las marchas se hicieron sin novedad.

En Tehuacán nos incorporamos a la División del General Ampudia, y al llegar a Pachuca, con el pretexto de que estábamos en la inacción y de que no tomábamos la iniciativa contra el enemigo, los mismos jefes inquietos de Oaxaca, en combinación con los Tenientes Coroneles de Ingenieros Gaspar Sánchez Ochoa y Rodríguez Landa, intentaron desconocer al General Ampudia como Jefe de la División, y poner en su lugar al General Salinas. Habiendo tenido noticia de este propósito, por mi hermano, a quien se lo comunicó Montiel, amonesté de nuevo a los descontentOS, haciéndoles presente el descrédito que esto acarrearía a nuestra causa estando frente al enemigo, y manifestándoles que por mi parte resistiría semejante atentado. Logré que me prometieran no llevar a efecto esa combinación y cumplieron su palabra.

Permanecimos a las órdenes del General Ampudia en todas sus operaciones sobre la Mesa Central, ocupando alternativamente a Tepeaca, Pachuca y Cuautitlán; unas veces impidiendo movimientos de las fuerzas de Mjramón y otras evadiendo golpes de mano que con fuerza superior intentaba contra nosotros y contra las otras fuerzas que rodeaban a la capital, habiendo logrado Miramón dar uno el 8 de diciembre de 1860 con buen éxito a las que se encontraban en Toluca a las órdenes de los Generales Degollado y Berriozábal, a quienes condujo a México como prisioneros.

Así permanecimos sin causar al enemigo peljuicios que merezcan mencionarse, hasta que habiendo salido Miramón con una fuerte columna de la capital de la República, fue batido en Calpulálpam por el General Don Jesús González Ortega. Advertido el General Ampudia de ese movimiento por el General González Ortega, dispuso colocarse a la retaguardia de Miramón; pero como los correos no estuvieron muy oportunos, el General Ampudia recibió ya tarde el aviso, y no obstante la marcha forzada que hizo la División de su mando, llegamos a Tula siguiendo la huella de Miramón en momentos en que éste había sido derrotado en Calpulálpam el 23 de diciembre de 1860. No pudimos, pues, tomar parte en aquel combate, pero aprovechamos nUestras posiciones para recoger a muchos de los dispersos que iban con rumbo a la capital.

Reunidos con el Cuerpo de Ejército que mandaba el General González Ortega, seguimos en marcha para México a donde entramos el día 4 de enero de 1861.

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