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CAPÍTULO XXVI
Manuel González
Del 10 de febrero al 31 de marzo de 1863
La parte tan importante que el General Don Manuel González tomó en el sitio de Puebla y en todas las demás operaciones militares que después tuve que ejecutar, hace necesario que le consagre yo algunas páginas, a reserva de referir después sus demás proezas militares.
Don Manuel González había llamado mi atención en varios encuentros, lo mismo en Oaxaca, en el ataque de la manzana del Cura Unda, el 8 de enero de 1858, que cuando lo mandó Cobos, el 5 de agosto de 1860, a cerrarnos la retirada para la sierra; pero tanto como admiraba su valor, se me había hecho odioso, porque en aquellos tiempos de poca tolerancia, lo eran todos los enemigos que de alguna manera se distinguían. Por este motivo y no obstante que personas de su familia me habían hablado para que me interesara yo con el Gobierno a efecto de que fuera admitido en nuestras filas, yo me había negado a hacerlo; pero un día, poco antes de que los franceses cerraran el sitio de Puebla, se me presentó diciéndome poco más o menos: He solicitado de usted varias veces y por varios conductos, que me ayudara a conseguir un lugar en las filas del Ejército mexicano con mi carácter de Teniente Coronel. Usted se ha negado a ayudarme en ese trabajo o no ha podido conseguirlo del Gobierno; pero ahora que ya no hay tiempo de formular solicitudes, porque el enemigo no sólo lo tenemos dentro del país, sino muy próximo a atacar esta plaza, vengo a pedirle a usted otra cosa muy distinta: un lugar en sus filas y un fusil. Piense usted que, como usted, yo también soy mexicano.
Le contesté que a un hombre de sus antecedentes y que tan generosamente ofrecía sus servicios, no le podía poner en las manos un fusil; pero que tendría lugar a mi lado como un amigo, y que pronto le facilitaría la ocasión de que se diera a conocer; que yo tenía buenos antecedentes de él y estaba seguro de que antes de mucho tiempo sería admitido en su carácter de Teniente Coronel.
En efecto, cuando los franceses aún estaban estrechando el diámetro de su línea de contravalación, propuse un día al General en Jefe ir a batir un puesto, un poco distante de sus vecinos, a derecha e izquierda y aún no comunicado con ellos porque no habían terraplenado o colocado puentes en las barrancas que los separaban entre sí, presenciando el mismo General en Jefe y el Cuartel Maestre mis operaciones desde el cerro de Guadalupe; entonces puse una compañía a las órdenes del Teniente Coronel Manuel González, la que maniobró tan bien y con tanto éxito en esa operación, que a mi regreso, cuando todo había concluido, el General en Jefe me preguntó quién mandaba aquella compañía y aproveché la ocasión para presentarle a González, mandándole en seguida que se retirara.
Referí al General en Jefe la manera con que ese Oficial se me había presentado, y entonces dio orden al Cuartel Maestre, que se hallaba presente, para que González fuera dado a reconocer como Coronel, no sé si por equivocación o porque el General en Jefe quiso darle el ascenso.
El General Mendoza no solamente lo dio a reconocer como Coronel, sino que ordenó que pasara a prestar sus servicios en el Estado Mayor del Cuartel Maestre, cosa que no se verificó, porque supliqué al General en Jefe que González quedara a mi lado, para emplearlo como Oficial de mas, disponible para las maniobras que fuesen necesarias.
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